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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Danna Dianceht Lun Mar 17, 2014 12:34 pm


Si amas a alguien déjalo ir, si vuelve es tuyo, y si no, es que nunca lo fue.

Mario Benedetti


Danna contemplaba el rudo paisaje invernal por la ventanilla del carruaje, mientras Marie una de sus damas de compañía cosía a su lado en completo silencio, concentrada en su tarea nuevamente. Suspirando contra el cristal, lo enteló levemente con su aliento, al encontrarse cada vez más lejos de las frías estepas rusas, volviendo a su amada tierra escocesa. Poco a poco el frío lo dejaban atrás. Llevaban apenas nueve días de travesía, y el tiempo se le hacía eterno. Mucho más de cuando hizo el viaje de Escocia a Rusia. ¿Por qué? Simplemente porque en Rusia, sin imaginárselo jamás, toda su vida había sido devuelta a su cauce. Ahora volvía a sentir y a oír su risa, su corazón ya no dolía y aquella serenidad, el dulzor que tanto le caracterizaba desde bien pequeñita, había vuelto a ella junto con él. Adrik, el vampiro del que no podía olvidarse, del cual en estos instantes moría por verlo de nuevo.

Los besos del baile de los hielos nacientes, habían sabido a poco en comparación del amor que a este le profesaba. Porque sí, así era, Adrik le había hecho una promesa de encontrarse con ella en Escocia, de volver junto a ella al castillo en el que se conocieron y empezó todo para ambos.

Intentarlo de nuevo... —Sus labios sonrieron por unos segundos y dichosa se encontró por primera vez haciendo algo que nunca jamás habría creído. Con un dedo resiguió el cristal creando un dibujo con sus iniciales. AD, AdrikDanna. Marie, su dama que le vio no pudo contenerse y echó a reír al verla, agradeciendo que el mal trago hubiera pasado. Cuando había estado mal, sin Adrik, no había vuelto a ser ella misma y verla otra vez, sonreír por cualquier pequeña histeria y bromear con los demás, la llenaba de felicidad. Danna miró a su dama y también se echó a reír, sin embargo no borró las letras, las dejó en aquel cristal como una huella de sus anhelos y deseos.

Lentamente el paisaje rudo y desnudo de los arboles, pasó a mantos más abundantes de flora y fauna, los arboles con sus hojas verdes y algunos animales que se iban encontrando, como ciervos y algún que otro asustadizo conejo.

Mi señora, hoy pararemos en la posada de los tréboles. Aún estamos a unos días de Escocia y seguir con los caballos sin descansar, me preocupa. — Desde donde montaba el cochero, le llegó a Danna la voz de Víctor, y sonriente asintió. Si no se lo hubiera dicho él, lo hubiera dicho ella misma.

No hay problema Víctor. Necesitamos descansar y tomar víveres para el resto del camino. Será mejor que nos detengamos ya en la posada y pasemos la noche en sus adentros. — Dijo ella mirando por la ventana, de pronto melancólica. Faltaba poco para llegar a Escocia y desconocía cuanto tardaría Adrik en reunirse con ella. ¿Y si no llegaba? ¿Y si... solo había sido un engaño para que no le hiciera tan difícil la despedida? Suspiró y negó con la cabeza. Debía de confiar en él y en su palabra, como también lo que su corazón le decía. Que no era más que la certeza de que volverían a estar juntos. Tarde o temprano la oscuridad que la protegía volvería a ella y esta vez, su luz no se apagaría.

***

Que diferencia entre el helado viento de Rusia y el agradable frescor de esta noche, ¿No cree? — Danna miró al balcón de donde provenía la voz de Marie y sonrío.  Ya se encontraba lista para ir a dormir. El camisón de seda que cubría su cuerpo, junto con una bata que la recubría, para que no pasara frío. Siguió cepillándose el largo cabello tras murmurar distraídamente conforme que se encontraba de acuerdo con las palabras de su dama. Viendo las estrellas, sonrío tristemente y sin desear volver a entristecerse, dejó el cepillo y levantándose fue hacia la mullida cama.

Te vas a resfriar como sigas toda la noche en el balcón. —Dijo una vez metida entre las sabanas, con la mirada en Marie. Su dama sonrío y asintió alarmándose al verla ya en la cama. —Oh, lo siento. No supe que iríais ya a descansar. Ya os dejo… Queréis que os cierre el balcón? — Danna asintió y la joven cerró los ventanales del balcón, sin acordarse de cerrar con llave, dejando sin querer los ventanales abiertos a cualquiera que desde fuera quisiera entrar al dormitorio de la duquesa.

Buenas noches, Marie. —Susurró medio adormilada, viendo finalmente a la joven desaparecer y solo tras oír cómo se cerraba la puerta permitió que sus ojos se cerraran mientras su cuerpo buscaba de qué lado dormir. Sin embargo desde que Adrik la abandonó, sintió siempre como dormir ya no era lo mismo. El sueño no lo conciliaba si no solo por lapsos de tiempo, hasta que buscando el frio cuerpo de él a su lado, se encontraba con que permanecía sola y todo su mundo se derrumbaba.

Abrió los ojos y susurró su nombre, pensando en él, sintiendo un ruido en el balcón. El viento se dijo a sí misma para no alarmarse y cerrando los ojos, siguió imaginándose con que Adrik, como cuando había despertado a su lado hacia meses atrás, estaba allí con ella, a su lado velando su sueño y su corazón. “Hasta creo que te huelo…Tu aroma se respira en mi habitación. ¿Dónde estás Adrik? “Pensó desconcertada al sentir su efluvio cerca de ella.

Siento que los días son demasiado largos, para sobrevivir sin ti. —Agregó en voz alta a sus pensamientos contra su almohada, sin saberse acompañada en la oscuridad de la noche, en su misma habitación.


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Mensaje por Adrik Ivanović Mar Abr 15, 2014 7:26 am


Desde que encontré tus labios, como una mariposa al descubrir su miel, necesito tu boca para embriagar tus noches y tus manos sedientas que alimentan mi piel.

Jenniley Bonilla



Las noches habían pasado, una tras otra, como un sueño encantado. Realizó sus pactos a una velocidad alarmante, llegando incluso a verse obligado a tomar la sangre de uno de sus sirvientes por olvidarse de comer mientras hacía los encargos. Algunos fueron un mero juego de niños, pero el último le había ocasionado una buena mordedura en uno de los hombros. Afortunadamente para él, su cuerpo regeneraba cada herida, eliminando la posibilidad de morir por infecciones o preocuparse por cicatrices. Las únicas que poseía, eran de una época anterior a la que vivía ahora. Una que no quería volver a recordar en mucho tiempo. No cuando tenía algo más interesante en su futuro.


Había ayudado a su viejo y único compañero de trabajo, aportando con sus propias manos la fuerza necesaria para ayudar a embalar todos los objetos que deseaba llevarse con él. Algunos muebles fueron enviados en un barco privado, junto con su sirviente, el que haría la función de guardia y custodia de los objetos, hasta que el barco consiguiese llegar a Escocia. Su trayecto sería mucho más largo que el que haría él personalmente, tenía que dejar por el camino, algunos objetos que había prometido por sus pactos. Aunque por primera vez, no sería el mismo Oscuro quien los entregase, sino su criado, junto con una carta de su puño y letra, en la que se liberaba a ambos de las cargas expuestas en el contrato con la entrega del objeto solicitado. El resto de trabajos que quedaban por finalizar, podría hacerlos desde casa.


-Casa..- Susurró con sorpresa, descubriendo una ligera sonrisa en su rostro por culpa de aquella palabra que hacía agitar su pecho. Era extraño para él poder hablar con tranquilidad sobre el “hogar”. Hasta hacía muy poco, él sólo tenía una casa. La misma que había conservado durante quinientos siglos y que hoy, bajo una promesa de amor, abandonaría sin tan siquiera mirar atrás. Le esperaba un mundo nuevo, uno que desconocía del todo y que ya le había costado lágrimas y el dolor más grande que había padecido en su vida. Por eso estaba asustado. Si Danna se arrepentía antes de que él llegase a su lado, el dolor de ser quemado vivo bajo los rayos del sol, no serían siquiera comparables a lo que él sentiría.

Quizás por eso se apresuraba en hacer todo lo posible por partir antes hacia su amada. No quería dejarle la más mínima ruta de escape posible. Porque ya no habría una tercera oportunidad. Era ahora o nunca. Él se lo había advertido en el baile, no la iba a dejar escapar. Ni siquiera aunque ella le dijera que no lo quería a su lado.

Con una sonrisa, cerró la puerta de aquel viejo caserío y le entregó las llaves a un joven cambiaformas. - Cuidarás de ella hasta que te exija que la devuelvas.- El chico asintió y lo miró con lágrimas en los ojos. A pesar de no haber sido una persona sociable, sus criados habían insistido en tomarle cariño. El amor no entendía de razones.


*** **** ****


Espoleó el caballo, haciendo que la capa que cubría su cuerpo ondease a cada cabalgada que daba. Un ancho sombrero le tapaba la mitad del rostro, dándole un parecido a un pirata del viejo mundo. Le divertía el mezclar prendas de diferentes épocas, porque siempre había alguien que insistía en su buen gusto. Los humanos y sus tendencias en la moda, sería algo que él jamás osaría intentar comprender. Él sólo lo hacía como un juego. Porque vivir muchos años hacía que uno terminase obteniendo ciertas manías un tanto peculiares.


El olor de Danna se hacía cada vez más denso, haciéndole saber que su amada se encontraba cerca de él. La mera perspectiva de verla, hacía que su sonrisa se ampliase. Parecía un niño pícaro que se había escapado de casa sin siquiera preocuparse por su aspecto. Pues debajo de la capa, tenía una sencilla camisa blanca y arrugada, conjuntada con unos pantalones azul oscuros. Si su botas eran negras o marrones, no lo recordaba. Lo cierto era que no había malgastado el tiempo en elegir detenidamente su vestimenta. Sólo quería llegar a su destino y estrechar a aquella intrépida mujer entre sus brazos.


Cuando reconoció el carruaje de Danna en el exterior de una posada, buscó los establos del establecimiento, para dejar su caballo allí con rapidez. Para evitar esparcir rumores, evitó preguntar por ella en la entrada, sólo pagó por su habitación y se dirigió a la ventana con decisión. Estuvo a punto de resvalar al escalar por una pared lisa, atravesando la distancia que había entre su habitación y el balcón de Danna, pero cuando llegó, no pudo evitar soltar un improperio. Estaba tan nervioso, que había seguido su olor como si fuera un vulgar animal en celo. Se tranquilizó y empujó las puertas entreabiertas del balcón, adentrándose en el interior como un ladrón sigiloso.


La visión durmiente de Danna lo paralizó. Ni siquiera el sonido de su voz lo despertó del trance en el que se encontraba sumido. Su belleza era superior a lo que él había imaginado. El pelo derramado sobre las sábanas lo hacía temblar. Sus mano picaban, ansiando tocar aquello que veía. Pero guardó la compostura y se mantuvo inmóvil a varios pasos de distancia. - Buenas noches, amada mía.- Dijo con un susurro tranquilo que nada tenía que ver con lo que sentía en su interior.


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Mensaje por Danna Dianceht Miér Abr 16, 2014 12:23 pm


“Por encima de toda la oscuridad, puedo ver la luz de tus ojos, alumbrando cada una de mis noches.”

Anónimo.
El aroma de su amor seguía allí, torturando a su olfato desarrollado. ¿Seria real? ¿Podía estar él allí junto a ella o de nuevo su mente le hacia una mala jugada? Negó en sus pensamientos y siguió intentando conciliar el sueño, aprovechando que ahora le sentía cerca de ella, en su memoria y recuerdos. La visión de Adrik bajo la nieve de Rusia, su cabello despeinado, sonriéndole mientras sus frías manos le quitaban de su peinado el rastro de los blancos copos de nieve. La forma en que se habían rozado y amado con sus cuerpos en aquellos bailes, bajo las luces del palacio de Invierno del Zar de Rusia dando vueltas sin cesar. La forma en que se tiró del balcón a los brazos de él, confiada de que no dejaría que llegara a tocar el suelo y aquel último beso desesperado cargado de esperanzas y promesas, en el carruaje al partir. Todos aquellos momentos los revivía constantemente. Tenía grabado en su mente cada rostro, cada mueca y sonrisa, como el brillo de sus ojos al mirarla. Y aún así no le era suficiente. Quería más. Deseaba verle, abrazarle de nuevo y ver aquella sonrisa picara con que él bromeaba constantemente en su presencia.

Acurrucada en la cama, suspiró contra la almohada perdiéndose en todos los recuerdos que guardaba recelosa bajo llave en su corazón, cuando un susurro esparció la voz de Adrik por la habitación. Frunciendo el ceño, lentamente abrió los ojos de nuevo, confundida. Aquella seria otra noche en que no podría dormir? Al paso que iba al regreso de Adrik parecería una vampiresa. De rostro blanquecino y unos ojos rojos a causa del desvelo.

Inconscientemente volvió a inspirar aquel aroma que llenaba la alcoba que ocupaba. Y sin saber todavía como, lo supo. Al oír un suspiro proveniente de los pies de su cama, todo empezó a cobrar vida en su mente. Aquella voz, aquel aroma... hasta aquel suspiro, no eran imaginaciones suyas. Él estaba allí. Finalmente como le había dicho la había encontrado, había acudido a ella de nuevo. — Adrik... —Susurro levantándose de la cama, quedándose con medio cuerpo todavía entre las inmaculadas sabanas de su mullida cama. Miró a los pies de su cama y allí entre la oscuridad de la noche, bajo los rayos de la luna, estaba su amado.

Sonriendo al verle no tardó mucho más que unos efímeros segundos en ir hacia él y abrazarse a su cuerpo con la desesperación de quien tras siglos de no ver a su amor, se vuelve a reunir con él. En este caso apenas eran unas semanas, casi un mes. Igual para ella parecía por cada día que pasaba extrañándole, pensando en él, cinco años de su vida. Aprovechando por primera vez de su velocidad licántropa, encontró el hueco entre sus brazos en apenas unos segundos y sonriente besó su pecho antes de alzar la mirada hacia los orbes verdes de su oscuro. — Viniste. Volviste. No te esperaba tan temprano... y me alegro tanto de que estés aquí! Te amo, te amo! Ahora mismo estaba pensando en ti, soñándote... y mírate, aquí estas!—Apenas se oía lo que decía de lo rápido que hablaba y sonriente, descartando las incoherencias que soltaba, se alzó de puntillas y le besó. Con los brazos le rodeó el cuello, y apresándolo tiró de él hasta quedar más cerca de ella, hasta que sus bocas se unieran en un eterno sinfín de besos.

Te esperé desde el segundo siguiente de nuestra última despedida, mi amor. — Concluyó al terminar el beso, aún con los labios en los ajenos, rozándolos en suaves caricias. —Estas aquí... no es un sueño ¿verdad?—Le miró fijamente a los ojos, rebosantes de felicidad, quedándose de esa forma. Colgada del cuello de su amor, bebiendo de aquella visión mientras el aire de la noche rozaba sus cuerpos.


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Mensaje por Adrik Ivanović Dom Abr 27, 2014 12:02 pm


Llegaste a mí como un sol despejando el cielo gris y tu luz alumbró donde nadie pudo entrar, donde había oscuridad; ahora estás tú

Mark Anthony

La atrapó entre sus brazos, sinitiéndose abrumado por la forma en la que Danna se aferraba a él. Su sonrisa hizo que algo dentro de él se aflojara, llenándose de calidez y luz. Eran esos pequeños detalles los que lo convertían en un hombre mejor, uno que quizás podría cambiar, adoptar una mentalidad más humana que la bestia oscura en la que Cora lo había convertido. Llevaba tantos años viviendo entre las sombras que él mismo había construido a su alrededor, que ya no sabía cómo hacer para respirar fuera de las barreras que había creado. Sería difícil, pero había llegado la hora de dejar todo atrás. Sin arrepentimientos, enfrentando el destino con todo lo que trajera consigo.

- Estoy aquí, pequeña.- Le dijo riéndose, mientras se alegraba de ser un vampiro lo suficientemente fuerte como para resistir el poderoso abrazo con el que ella le oprimía el cuello. Quizás no lo supiera, pero si ella usase aquel agarre en algún joven humano, probablemente lo dejase sin respiración. Aunque él no temía que eso ocurriese, pues antes de que el humano muriese por un “exceso de felicidad”, él lo mataría en un ataque de celos. Ya le había advertido a Danna que no la dejaría escapar, así que desde el baile, la había considerado suya, en todos los sentidos de la palabra. Eso le daba libertad, al menos para su mente enferma y celosa, de exterminar a todo hombre, vivo o no, que tocase a su mujer.


Déjame mirarte despacio, poco a poco, recorriendo tus secretos y disfrutando de tus silencios, déjame admirarte mientras te deseo.


Se separó de ella un poco, acunando su rostro entre sus manos, para poder mirarla a los ojos con intensidad. El brillo dorado que se ocultaba en aquellas hermosas esferas verdes, lo hizo gemir. El reflejo de su rostro en los ojos ajenos lo hacía poderoso y débil al mismo tiempo. Como si aquello tuviese un significado mucho más profundo de lo que él podría llegar a asumir aquella noche. Le asustaba el sentirse tan unido a otra persona. Capaz de hacer todo por protegerla y mantenerla a su lado. Él no era un hombre que entendiese mucho sobre el amor, pero ahora que lo estaba probando, se alimentaba de toda aquella experiencia con un hambre tan voraz, que probablemente llegaría a ocasionarle problemas.

Yo te amo mucho más.- Le susurró con voz ronca, mientras le colocaba un mechón de pelo detrás de su oreja y se inclinaba sobre ella, apoyando su frente contra la suya. – Tanto que podría volver a latir mi corazón.- Sonrió ante su confesión, mientras la arrastraba contra su pecho en un abrazo íntimo y sensual. Podía sentir cada latido de su corazón, haciendo saltar el voluminoso valle redondeado que ocultaba su corpiño, golpeando con sobre su frío e inerte pecho vampírico. Todo criterio razonable se esfumó de su mente. Sólo podía pensar en aquel suave y acelerado roce, mínimo y casi inexistente, entre sus cuerpos. Podía sentir lo que iba a ocurrir, sin necesidad de que hubiese palabras entre ambos para explicarlo. Era tan simple, tan natural e inocente, que casi cede al impulso de soltarla y huir hacia el decoroso mundo de las normas sociales. Pero él siempre se había considerado un hombre egoísta, no había nada que desease más que perderse en ella. No perdería de nuevo contra el miedo.

La levantó con sus brazos, rodeando sus piernas con uno de sus brazos para mantenerla segura contra él. No dijo nada, más le dijo todo con una mirada. Cada paso parecía ser una barrera más que se destruía entre ambos, dejándolo completamente desnudo cuando la dejó caer sobre la cama. – Yo te llevo esperando cinco siglos, Danna Dianceht. – Le dio una sonrisa tierna, una muestra de afecto y amor. Una ofrenda sencilla y llena de significado, para lo que iba a tomar de ella sobre aquella cama. – Cinco largos, vacíos y amargos siglos.- Le susurró mientras se acostaba sobre ella y le besaba los labios para dejar de hablar sobre cosas que ya carecían de importancia. No se podía hablar de la oscuridad, cuando te hallabas rodeado de luz. No se podía sentir vacío cuando todo su cuerpo cubría el de Danna. Y no había nada amargo en el dulce beso que estaban compartiendo.

Dos mundos y un amor, dos sentimientos y un querer, dos cuerpos y un placer, dos melodías de amor y una vida para escucharlas juntos.




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Mensaje por Danna Dianceht Dom Jul 06, 2014 8:01 am


“Después de la oscuridad, siempre habrá un rayo de luz.”

Anónimo.


Llevaba noches pensando en sentir sus brazos alrededor de los suyos. Horas perdidas pensando, idealizando el encuentro final entre ambos en Escocia; en sus salvajes y verdes parajes. Sin saber que el destino le tenía guardada una sorpresa a medio camino de su viaje. A medio camino que le separaba mucho más de su amado que dejaba atrás, en los parajes gélidos de Rusia. Una parte d ella había ardido de deseos por conocer su hogar, su tierra, así como él conocía cada resquicio de su hogar, ella también deseaba conocerlo más a fondo. Sin embargo todo fue acelerado y despidiéndose partió de regreso mientras él se quedaba para terminar los asuntos pendientes y luego ir a buscarla. Lo que jamás pensó era que la buscaría antes y ahora que estaba entre sus brazos, no podía más que agradecer aquel gesto. Aunque luego si debían de separarse sería igual o más doloroso de lo que el día del baile lo fue, aprovecharía esa noche para decirle lo que debía de decirle, para abrir su corazón y atesorar su presencia aquellas horas.

En su abrazo y en sus labios, dejó de besarle para mirarle y dedicarle una de sus más dulces y tiernas sonrisas. De esas que hacían que su rostro se dulcificara y la luz de sus ojos brillara de felicidad. — No creo que alguien pueda amarte tanto como yo.—susurró ella una vez estuvieron frente con frente, expulsando sus palabras contra los fríos labios de él, cerrando un instante los ojos y esbozar una sonrisa al nombrar él, que el amor que sentía por ella podría hacer que su corazón latiera de nuevo. — Nada me habría gustado que conocerte con un latiente corazón bajo tu pecho, pero te amo así. —Le miró y delineó con sus labios los ajenos en cada susurro. — Amo al oscuro tal como es. Con o sin corazón, no importa, yo tengo suficiente corazón para los dos. — Y tras sus palabras llevó su mano al pecho masculino, deteniéndose justo donde debía de latir su marchito corazón de haber sido un mortal.

Tras sus palabras fue llevada hacia su abrazo y sintiendo cada curva de su cuerpo contra el duro cuerpo de él, ruborizándose al verle a los ojos y ver en ellos, el mismo sentimiento que sentían, dejó que la levantara en brazos, confiando en que no la dejaría caer. En todo el momento siguió enfrascada en su mirada, sin desear salir de aquel hechizo. El rostro de él apenas quedaba a su conocimiento, sin embargo gracias a los rayos de la luna y la alumbración tenue de la vela que seguía llameando en una de sus mesillas de noche, a cada paso que daba hacia la cama de aquella alcoba, más dejaba entrever su rostro y sus rasgos. Descubriendo el amor en sus ojos a cada paso que más los acercaba a la cama y a la vela. Había miradas que no hacían falta de la intervención de las palabras. Y aquel era un momento de aquellos, en que ellos se hablaban con solo necesitarse de miradas y gestos.

Suspiró al sentir la cama bajo su espalda y sonrió cuando el cuerpo de Adrik se acostaba sobre ella, reteniéndola entre sus brazos y su cuerpo. Como si ella quisiera escapar. Como si a ella se le pudiera ocurrir huir ahora que le tenía con ella. Es más, en esta situación quien debía de huir antes de ser tarde era él, ya que Danna no lo dejaría escapar. No una vez que terminantemente ella fuera suya y él de ella. A partir de ese momento se unirían para siempre, todo y que ahora se encontraran unidos por palabras. A veces se necesitaban de más gestos, de más hechos que simples palabras y promesas. Pese a ello, ella siempre le creería. Habían habido momento en cuando ella había sido prisionera de la oscuridad del vampiro, que había temido sus palabras y habría esperado que todo fuera una vil ilusión, una mentira de aquel ser que poco a poco fue robándole el corazón solo con mirarla. Ahora era todo diferente, y solo esperaba que todo fuera verdad. Porque ella quería pertenecerle a él. Y no solo hablaba de que su muerte le pudiera pertenecer, sino también de su vida.

Yo jamás supe que te estaba esperando, hasta que apareciste. — susurró ella tras aquel beso arrollador que la había expuesto por completo al amor de él. — Pero aun así, siempre soñé con aquel ser de la oscuridad que vendría a salvarme. — dijo acordándose de los sueños que tenia de pequeña en que siempre desde la oscuridad un hombre aparecía cuidando de ella desde la lejanía. Para aquel entonces en su niñez pensó en que aquel joven de sus sueños era Deiran Chassier, quien fue protector de ella en varias ocasiones cuando solía visitar a los padres de ella y quedarse una temporada por Escocia, junto a ellos. Sin embargo tras el paso de los años y crecer se había dado cuenta de que aquella voz no era la su príncipe oscuro, como ella solía llamarle en aquellas edades tempranas, si no que era un voz más varonil y grave. Un murmullo lleno de oscuridad que reconoció en el primer encuentro de ambos, tras aquella primera noche que compartieron. Ella como prisionera del vampiro. — Y al final apareciste. Por qué te he esperado desde siempre...desde la primera respiración en este mundo, en una parte de mí, ya sabía de ti. —Y tras sus últimas palabras, sin desviar su intensa mirada de la de él, le rodeó con los brazos el cuello y volvió a besarle, pegando su cuerpo al de él. Sintiéndose viva de una forma que jamás anteriormente lo fue. Por qué a fin de cuentas desde sus inicios, su corazón había latido para él. Siempre había sido él.


Última edición por Danna Dianceht el Dom Dic 14, 2014 1:27 pm, editado 1 vez


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Mensaje por Adrik Ivanović Sáb Sep 20, 2014 6:01 am



"Abrí la ventana y el corazón. El sol inundó mi habitación y el amor inundó mi alma".

Paulo Coelho.


La escuchó en silencio, analizando cada palabra que decía, colocando cada letra en su mente con un tono rosado que le recordaba lo mucho que había cambiado. No sabía si reírse de sí mismo o preocuparse por saber que ella le afectaba de una forma tan radical, pero no se hacía ilusiones, él había adoptado el nombre de la oscuridad por algo. Su corazón era un valle inhóspito en el que había germinado una única flor, lo que ocurriera cuando esa hermosa vida fuera separada de sus brazos, sólo podía suponerle la muerte o la más atroz de las locuras.

¿Quién dijo que el amor no fuera algo peligroso?. ¿Quién se había metido en unas aguas tan embravecidas y había osado decir que era un viaje placentero?. No, el amor era una condena. Una cadena que te estrangulaba hasta quemar la piel, dejándonos una marca permanente para siempre en nuestra mente y corazón. Pero eran sus ojos, esa llama de confianza mezclada con un amor tan puro e inocente como ella, lo que le hacía entregarse para siempre al encadenamiento. Porque si el amor era una condena, él quería tener cadena perpetua. Porque si el amor era peligroso, él era el ser más retorcido y masoquista que existía. Morir por este sentimiento, por toda su entrega, era casi un milagro que no deseaba desperdiciar.

- Deja de incitarme con tus palabras, Duquesa.- Le susurró en el oído, deleitándose con la lentitud con la que todo parecía alargarse; una mirada, una sonrisa, un suspiro. Anhelos enmudecidos por el peso del mágico momento. Como si nada pudiera molestarlos, como si tuvieran todo el tiempo del mundo para descubrirse el uno al otro.

Se levantó, quedando de rodillas en medio de la cama, y mirándola a los ojos, le tomó una de sus manos para que ella hiciera lo mismo que él. La convertía en una creyente, arrodillada ante él, en aquella mullida superficie, como si realmente pudiera ser su Dios. Sabiendo con toda certeza que para él, ella siempre sería su única Diosa. Que dijeran lo que quisieran el resto del mundo, para él, si había un redentor entre los hombres, éste tenía cuerpo de mujer y esta noche la iba a tomar como suya.

Extendió la palma de una de sus manos, uniéndola con la de Danna, mientras hacía lo mismo con la otra. Sintió cómo su calor se fusionaba dentro de él, acariciando el hielo que bañaba toda su piel.

- Con estas manos aliviaré tus penas, protegeré tu estirpe, alimentaré tu alma y saciaré tu sed. – Su voz resonó en la habitación, adueñándose de todo miedo que pudiera haber dentro de ella, dejando claro sus votos matrimoniales antes de que siquiera la inteligente Danna comprendiera qué estaba haciendo. Sólo dejó que la oscuridad los bañara, dándole un protagonismo a su voz del que hubiera carecido si hubiera más luz allí. Porque quería que se acostumbrara a ser guiada por sus palabras, sin miedo y con fe.

- Con este beso…- Le dijo acercándose a ella con una sonrisa, acariciando sus labios con los suyos, uniéndolos en un breve aleteo de su joven corazón, para separarse con una mirada candente y abrasadora. – Yo te tomo, Danna Dianceht, como mi mujer. – Separó una de sus manos sólo para acariciar su rostro y juntar sus frentes en un gesto de infinito amor.

- Jamás has de temer, pues mi oscuridad te abrazará por las noches. Mi voz te susurrará en sueños y mi eternidad será tuya hasta el último latido de mi corazón. – Tocó con su mano su pecho, acariciando el punto exacto en el que el corazón de ella saltaba dentro de músculos y piel, latiendo por los dos. Haciendo realidad sus dos últimas palabras, pues quizás su corazón hubiera muerto cuando se convirtió en vampiro, pero ahora él residía en el latente de ella. Viviendo allí hasta su muerte, muriendo así con ella cuando llegare el momento.


“Con esta mano yo sostendré tus anhelos; tu copa nunca estará vacía, pues yo seré tu vino; con esta vela alumbraré tu camino en la oscuridad... Con este anillo yo te pido que seas mi esposa. "

Votos matrimoniales, La novia Cadáver



Sus ojos brillaron en la oscuridad, mostrando una tonalidad verdosa nueva, llena de ese matiz que sólo otorga el amor a aquellos que han conocido lo que es caer en sus redes. Su felicidad se extendía en todo él, dando a luz una de esas sonrisas cegadoras y blanquecinas, digna de cualquier príncipe de cuento de hadas. Todo cobraba un nuevo sentido ahora que la tenía frente a él, con sus votos establecidos entre ellos, haciéndola suya. Para siempre.

Le colocó su mano encima de su pecho masculino, incitándola a que agarrara el borde del cordón que ataba su capa de viaje al cuello. Guio su muñeca hasta que el lazo se deshizo y la tela ondeó a su espalda, cayendo detrás de la misma, hasta dejar un susurro sordo al llegar al suelo.

- Ahora me toca a mí – Le dijo con una mirada cómplice, riéndose con cuidado, como si ambos estuvieran haciendo una travesura que no debía ser descubierta por nadie que no fueran ellos. Sus dedos quitaron el nudo que mantenía su bata afianzada sobre la ropa que llevaba debajo de ella. Tiró del cordón para sacarlo de la tela y lo dejó caer al suelo.

- Tu turno.- Le dijo entre divertido y ansioso. Preparado para que ella dijera que no si lo deseaba, él podía esperar por ella lo que hiciera falta. No había ya dudas, ni siquiera algún otro lugar en el que esconderse. Sólo la quería a ella; con sus miedos, inseguridades y faltas. Tan joven, amable, caprichosa y consentida. Su Danna


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Mensaje por Danna Dianceht Dom Dic 14, 2014 7:01 am


Podrá la muerte cubrirme con su fúnebre crespón;
pero jamás en mí podrá apagarse la llama de tu amor.
Gustavo Adolfo Bécquer.


Sus labios fueron separados tras aquel suave y dulce beso. Apenas sus labios se rozaron, amándose como solo los enamorados sabían quererse que su mente voló imaginándose que a partir de aquella noche, su cobijo no volvería a ser su cama solitaria y fría, sino el cuerpo perfecto de su joven oscuro. La duquesa suspiró exhalando el aliento fundiéndose con el de él justo antes de con una risa suave caer sobre la cama, debajo del cuerpo masculino. La alegría de tenerle de vuelta, tras creerle perdido se adueñaba de todo pensamiento, logrando que la sonrisa dulce y enamorada no desapareciese de sus labios. No cuando él la estaba mirando de aquella forma en que el corazón parecía que en cualquier momento pudiera salírsele del pecho de tanta felicidad.

No os incito a nada que no sea vuestro, oscuro. — Le contestó mordiéndole el labio de forma suave sin llegar a dañarle la piel. Sus manos fueron a su rostro, le acarició mientras sin dejar de separar sus miradas compartían sonrisas, susurros y besos.

Al levantarse él, ella lo siguió haciendo caso a su mano, a su guía sin miedo alguno. Los miedos entre ellos ya hacía tiempo habían quedado olvidados. Ahora solo la fe ciega seguía cada uno de sus actos cuando se referían a él. A su Adrik. Enseguida tomó su otra mano entre la suya, mientras él ya tomaba la ajena y con una mirada cálida siguió en silencio, con la felicidad dibujada en sus facciones esperando por él y sus palabras que fácilmente la hicieron dejarse llevar por la oscuridad que levemente corrompida por la luz de la luna que se colaba por la ventana los protegía a ambos.

La duquesa no podía dejar de verle como si fuese un dios. Su mirada cristalina llena de emociones chocaba contra el verde intenso de la mirada masculina y con su oscuridad. Apretó más sus manos alrededor de las frías de él y sonrío enamorada. ¿Qué precio debería ella pagar por sentir lo que sentía… por el amor que de tan grande empezaba a cambiar su mundo entero? Sea cual fuera el precio ella lo pagaría, dispuesta a quedarse con aquel momento solo de ellos y a luchar por conservarlo a su lado, ahora más que nunca.

Los votos de él surcaron el aire y la duquesa solo pudo contemplarle, bebiendo de cada una de sus palabras y miradas, guardándose el eco de su voz en la memoria para evocarla siempre que lo necesitara, ya fuera para cuando ellos se encontraran separados a causa del sol ardiente o por el simple placer de recordarle mirándola y susurrándole la fuerza y magia de su unión. Al besarle suspiró entregada a sus labios. Su cuerpo se estremeció y su corazón palpitó en su pecho con fuerza, dando énfasis a las últimas palabras de su amado. Como si él supiera que a partir de ese momento también la vida de Adrik dependía de sus latidos resguardados en su cuerpo. Danna sonrío y sin apartar la mirada de la de él, le deshizo la capa para luego que él deshiciera la bata fina que la cubría dejándola expuesta a su presencia. En silencio una de sus manos fue a su camisa, acariciando con los dedos su pecho ataviado en la tela y sonrío lentamente tras hacer saltar el primero de los botones de aquella prenda.

Os acepto, Adrik Ivanovic, como protector de mi vida, de mi estirpe y como el único dueño de mi corazón e infinito amor. —Susurró contra sus labios juntando sus frentes mientras su mano seguía deshaciéndose de los botones. — Yo prometo ser vuestra luz errante, para que siempre encuentreís el camino al amor del hogar esteís donde esteís. Prometo ser también vuestro cobijo, vuestro anhelo y la cicatriz que siempre os acompaña grabada siempre en vuestra piel.— Dijo lo último acariciando con una de sus manos su pecho en donde permanecía la gran cicatriz que en el pasado sufrió, encontrándose a poco de terminar pereciendo en las puertas de la muerte. Con inmenso cariño sus dedos resiguieron la cicatriz y volviendo su mirada a sus ojos le sonrió cálidamente.

Te ofrezco libremente mi vida y todo lo que soy a tu cuidado, para vivir o perecer en tu boca y manos sin más miedo que él de no partir a tu lado cuando la muerte nos llame con ella. — Besó con suavidad sus labios, rozándolos en un sinfín de tiernos besos, quitándole con las manos la camisa que le cubría dejándola al suelo, acariciando por primera vez su piel. Hielo y fuego. Ardor y hiel. — En este suspiro… yo os entrego mi alma. —Suspiró contra sus labios — Y en mi entrega, os tomo como esposo hasta el final de nuestros días, por ser por siempre tuya y tú, por siempre mío.

Y ya no faltó decir más, el silencio y sus miradas hablaron por ambos.


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Mensaje por Adrik Ivanović Mar Dic 23, 2014 2:33 pm


El más bello instante del amor, el único que verdaderamente nos embriaga, es este preludio: el beso.




¡ Ah, si él tuviera corazón!. Si tan sólo su cuerpo pudiera volver a la vida en un solo minuto ella entendería el poder que tenía sobre aquel maltrecho órgano que, aún ahora muerto, seguía uniéndolo a la vida. Uniéndolo a ella. ¿ Cómo podía ser tan injusto que él no tuviera un corazón latente que entregarle en este instante?. ¿Sabría ella cuánto le dolía no poder acompañar cada uno de sus latidos, con uno propio?. Si supiera cuánto la amaba, quizás podrían bailar juntos esa noche al son de sus corazones. En cambio, se debía conformar a seguir siempre existiendo en cada uno de los golpeteos que su, frágil y humano corazón, realizaba para mantenerla así; cálida y brillante entre sus brazos.

Ámame, Danna , fue su silenciosa súplica mientras ella se deshacía de sus prendas. Jamás se había sentido tan inseguro y débil en su vida que ante ella. Nunca había entendido de lo que hablaban aquellos poemas que había leído, de cuán fugaz podía ser la vida, esfumándose entre suspiros enamorados, anhelos silenciosos de un alma condenada a vivir a través de ella, de su duquesa.

Sus palabras quemaban más que el camino que hacían sus dedos allí donde su piel tomaban contacto con ellos, deshaciéndose de todos aquellos recuerdos dolorosos que lo habían encadenado fervientemente en la oscuridad. Sus labios le daban la llave a sus cadenas, sacándolo de aquel lugar al que él un día se entregó para no sentir jamás más dolor. No deseaba sufrir, no así. Pero lo sabía, en lo más profundo de él, que ahora podía soportar el suave escozor de su amor. Ardería por ella hasta el final de sus días, dejando atrás una estela de cenizas que sólo hablarían de su amor por ella.

- Por todos los demonios del infierno, Danna Dianceht. ¿ Qué me has hecho?- Susurró con una admiración en su voz que rozaba casi la idolatría. La miraba como un súbdito a su Dios, sabiéndose soldado de una batalla que no deseaba ganar si era ella quien lo vencía.

Sus labios descendieron sobre los de ella para evitar romper la magia del momento con palabras innecesarias, porque él conocía un lenguaje mucho más directo y profundo, uno creado con sus manos y labios en el que las miradas ponían el inicio y el final de cada frase de amor. La besó como un hombre sediento que prueba en semanas el agua, buscando la fuente de la vida que durante siglos jamás sintió. Y es que, a pesar de saberlo todo sobre el sexo o haber leído tanto sobre el amor, su corazón era tan virgen como una vez lo fue su cuerpo. Y ahora, cuando por fin se sabía amado, solo deseaba aterosrar este momento, guiándola a un lugar que deseaba marcar para toda la eternidad con su nombre.

- Tócame Danna. – Susurró contra sus labios mientras se deshacía del camisón que ella tenía sobre su cuerpo, deslizando la blanca tela por su cuerpo, revelando ante él sus muslos y abdomen, el hueco delicioso de su ombligo, así como la cumbre de sus senos salpicados por la luz de la luna. – No dejes ni una parte de mi piel sin ser marcada por ti.- Le ofreció una sonrisa cuando escuchó la tela golpear el suelo, dejándola casi desnuda ante él. Le levantó las manos y se las colocó sobre su pecho. – Libérame de mis sombras, duquesa. Que todos sepan que soy tuyo.


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Mensaje por Danna Dianceht Lun Feb 23, 2015 11:12 am

Para mi corazón basta tu pecho,
para tu libertad bastan mis alas.
Pablo Neruda.


No he hecho nada… mi sangre es la que ha hecho esto. Ella nos ha condenado a perecer en su fuego. —Susurró bajando con lentitud sus besos del cuello al pecho frío de su amado, depositando en la herida cicatrizada uno de sus suaves besos. Su familia había sido la culpable del tormento del vampiro, le habían traicionado, encerrado en las sombras, ahogándolo en la hiriente soledad sin imaginar que algún día pudiese romper las cadenas que lo ataban e ir a por ellos. Lo que tampoco nadie imaginó fue que aquella sangre que corría por las venas de la duquesa resultaran ser una trampa mortal para el verdugo que encontró la liberación de aquel inmenso dolor en la última descendiente; en su última víctima. Al final tanto la oscuridad como la luz habían caído, la una ante la otra. Ninguna reinaba. No se imponían porque habían entendido que la una sin la otra no podrían existir. Adrik sin Danna encontraría las llamas del infierno del astro sol a la mañana siguiente del último latido de la fémina y Danna sin él se consumaría en el tiempo, viviría de recuerdos hasta que la parca la reclamara para acudir al lado de quien por siempre debió pertenecer. De su oscuro; la luz de sus noches.

Suspiró contra el pecho masculino y nuevamente volvió a besar la cicatriz que lejos de horrorizarla, la amaba como al portador de la misma. Si todas las condenas fueran como aquella, Danna viviría la eternidad condenada, encadenada a los precipicios de aquel amor.

Sintiendo la desesperación en sus labios por volver a probar de la frialdad de los ajenos, alzó la mirada a las intensas esferas de verdes orbes que la contemplaban y volvió a donde debía encontrarse; en el sabor de sus labios y con el alma, atrapada entre sus brazos. Aquel era su refugio; su hogar.

En aquella caricia de sus labios, en aquel beso húmedo, cálido y frío aportó parte de toda aquella calidez que naciendo de su vientre avanzaba hacia su corazón. La duquesa podía ser testaruda, rebelde e incluso demasiado dulce, sin embargo si se volcaba, si se entregaba lo hacía completamente. Sin reservas, sin miedos y temores, más que la que el destino volviera a llevarse la felicidad de sus ojos. Y esta vez no iba a dejar que volvieran a separarlos. Ya era tarde para huir y ninguno parecía estar en condición de irse sin mirar atrás, de detener aquello que fundía sus almas en una sola esencia de fuego y hielo para siempre.

Al oír las demandas de su amado, Danna sonrió separándose del hechizo que su aliento tenía sobre ella y estremeciéndose, erizándose su piel al tiempo que era despojada de su ropa aguardó observándole con amor en los ojos, sin palabras en los labios… Pues era difícil de poner nombre a sus sentimientos, a aquel amor que contaminaba todo su alrededor con su perfume. Por unos breves segundos sintió la timidez de su desnudez más no interrumpió su proceder, ni intentó alejarse. Ella deseaba ser de él más que ninguna otra cosa existente en su mundo. Deseaba pertenecerle, colarse en su interior hasta que fuera donde fueran los pasos del inmortal ella siempre le acompañase. Quería ser la sonrisa que alzaran sus labios siempre que despertase y la primera necesidad que sintiese al anochecer. Así de única y eterna. No obstante, la duquesa también necesitaba que él formara parte de ella, una marca imborrable en su cuerpo y pensamiento y como tal pensó en grabar en sus labios el relieve de aquel cuerpo que pensaba adorar; ahora y siempre.

Hay amores, palabras… que no necesitan ser marcados ni traducidos. — Sus manos acariciaron sus hombros bajando hasta sus brazos en una lenta caricia de sus dedos en su fría piel. —Pero necesito sentir que no eres un sueño, que todo esto es real… que estamos unidos más allá de las palabras. Quiero ser la luz que amortigue y sane tus heridas. La única luz de la que te alimentes... la única que pueda liberarte de tu prisión y entienda siempre tus sombras, como tú deberás aceptar y comprender la luz que reina en mis ojos.— Pensaba besar, acariciar, grabar cada centímetro de aquel cuerpo reverente frente a ella como si no hubiese un mañana. Como si solo tuviese un día para amarlo y entregarlo todo cuanto ella era. Todo cuanto su corazón podía ofrecerle y su cuerpo acobijarle.

Empezó a besar su cuello y bajó a dejar una estela de besos de los hombros a su duro vientre. Los brazos masculinos la rodearon, sensibilizando cada nervio y acelerando los latidos de su corazón. Era imposible negar aquella profunda atracción que sentía por Adrik y en ningún momento intentó negarlo o apaciguar la fuerza de aquella calidez y excitación que empezaba a adueñarse de su cuerpo a velocidades vertiginosas. Más hizo todo lo contrario, pegó su cuerpo contra el de él. Sus manos se distrajeron en los míseros pantalones que adornaban todavía su cuerpo y que con timidez, con suma lentitud desabrochó deslizándolo por entre sus fuertes piernas, hasta deshacerse de ellos al llegar el suelo. Entonces sus manos memorizaron cada parte de aquella piel y sus labios regresaron fieles a la boca masculina invitándole a que saqueara su corazón con sus besos.

Sus labios se unieron, las lenguas se acariciaron sensualmente y Danna sintió con más fuerza que nunca su deseo. El deseo de cautivarlo para siempre, de acobijarlo en lo más hondo de su ser y retenerlo en aquella voracidad, en aquel ímpetu que crecía en cada latido de su agonizante, pero tan vivo corazón.


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Mensaje por Adrik Ivanović Mar Mar 17, 2015 12:16 pm

Ante ese aroma que brota
Intempestivo,
Que pasea frente a mi
Como una estela
Y que me impregna
De fascinación provocativa.


Desnudo, perdido en el sabor del interior cálido de su boca, tomando cada suspiro emitido por ella como si fuera oxígeno que le permitiera respirar. Se perdió en la sensación de saberse completamente expuesto ante ella, en esa maravillosa nube que brindaba el comienzo del placer. El estupor que dejaba la tibieza de su piel sobre su frío cuerpo, como si ella fuera una estrella ardiente que insistía en quemarle la piel con toques tan dulces que deseaba poder llorar. Derramar lágrimas por aquel tierno amor.

- Danna..- Susurró sobre sus labios cuando su último intento de consumirla y tomarla despacio desapareció cuando el olor de su excitación llegó, fugaz e intenso. Como una flecha atravesándole el corazón, dejando solo la más ciega necesidad de perderse en ella.

No le habían enseñado cómo amar tiernamente y realmente, con todo su corazón, quiso poder intentarlo, ya que ella era alguien frágil para él. Nadie más que él había visto cómo todo su mundo se destruía, sobretodo porque él había sido la persona que se había encargado de que no tuviera nada más en este mundo que su cuerpo. A partir de ahora, si ella deseaba beber, él le daría su sangre; si tuviese hambre, él le daría su carne; si desease una familia, él sería todo su hogar.

El sonido de su ropa interior siendo rasgada llenó la habitación cuando él se encargó de arrancarla de su cuerpo. Sus dedos avanzaron avariciosamente por su piel, explorando sus largas piernas con sus manos para aferrarse a la curva más llena y redonda que descansaba en la cima de sus muslos. Apretó su carne y dejó que de sus labios saliera un gruñido bajo y sensual, sirviendo como aviso de que él había despertado a su bestia más salvaje, sensual y natural para ella. Había escuchado su llamada y había acudido sólo para darle aquello que deseaba.

Se apartó de ella lo necesario para mirarle fijamente a los ojos y ofrecerle una sonrisa carnal y pícara, mientras sus manos le separaban las piernas, dejando que sus dedos acariciaran la carne interna de sus muslos, exponiéndola completamente ante sus ojos. Y, como el sonido de un cristal al fracturarse para siempre, la última de sus barreras desapareció mientras él volvía a descender sobre ella con el color de sus ojos convertidos en lava verde y dorada, unas llamas intensas que se quemaban en un hambre voraz que nada tenía que ver con su sangre.

Besó su estómago y ascendió lentamente, recorriéndola con sus labios, arañando sus muslos con un gruñido que hizo vibrar su pecho por la ansiedad de hundir sus dientes en aquella piel que comenzaba a humedecer con su lengua.

- Voy a devorarte, hasta que no pienses en nadie más que en mi- Dijo con ese tono de voz posesivo que sólo salía con ella. Sólo con ella.




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Mensaje por Danna Dianceht Vie Abr 24, 2015 4:40 am


El placer de su amor,
hace parecer breves las horas.

W.S


El ruido de la tela romperse y las cosquillas de la brisa nocturna sobre su piel desnuda era una estampa que deseó guardar para siempre. Su cuerpo respondía a cada imperceptible toque y el cuerpo masculino estaba segura que de sentir su corazón, este se encontraría igualado al suyo. Tras que ambos quedasen expuestos a la mirada del otro, Danna dejó su cuerpo a su merced. Abrió las piernas, cedió a las demandas de su amado y un gruñido animal más que un gemido se hizo eco en sus labios cuando él le arañó los muslos, apretando su carne envolviéndola en una danza carnal en la que solo estaban iniciando los primeros compases. ¿Cómo podría sobrevivir a esa pasión sin perderse a si misma en el intento? Todo se debía a la confianza y el saber que Adrik jamás la dejaría perdida o en el abismo de perderse, no sin él a su lado. No sin sus brazos rodeándola… pensó la duquesa en sus últimos pensamientos coherentes de la noche calmando así el miedo de que tras esa noche, volviera a perderlo.

En cada pecaminosa caricia sentía las brasas en su piel, enardeciéndola, quemándose por completo en aquel fuego que él creaba solo para ella. Y por más que él besara su piel, parecía insuficiente. Jamás podría tener suficiente de la adicción que él creaba, de aquel oscuro placer que arrobaba todo su sentir hasta envolverla en la desesperación anhelante de su toque.

El cuerpo de Danna tembló y con el propio gemido que nació de su garganta contestó al gruñido oscuro del vampiro que dedicó a su piel un dulce y fiero tormento como lo era el sentir sus fríos labios, pero tan candentes y helado aliento acariciando su cuerpo. La duquesa se agarró a sus fuertes hombros mientras su cuerpo anhelando el cosquilleo erótico de los labios ajenos se arqueó contra su boca, ofreciéndole sin reservas cada parte que él decidiese tomar; elevó su cadera, ofreció sus pechos, la cima rosada que los coronaba y expuso su cuello desnudo esperando sentir el aguijonazo de placer que solo él podía ofrecerle, rindiéndose a aquel tortuoso fuego.

Si… si, no quiero pensar en nada más. Solo en ti. — Contestó a sus palabras estremeciéndose sin poder evitarlo.

Danna perdió el control de su propia respiración y sus manos se hundieron en los cabellos de Adrik ciegamente, atrayéndolo hacia sí. Mordió su mentón, acarició con la nariz su mandíbula y gimió contra su oído cuando los labios fríos se pasearon por su cuello, saboreándolo, recorriéndolo. Pasó por su cabeza suplicarle por aquel beso que anhelaba de su boca más las manos ajenas no la dejaban pensar, sus muslos temblaron ante su inspección, ante aquellas caricias prohibidas. Su respiración se aceleró mientras la excitación crecía rápidamente en su interior a paso firme; sus caderas fueron sin pensar al encuentro de la mano de su amado, buscando alivio para aquel torbellino de sensaciones que la sacudían entre sus brazos e incapaz de pronunciar, de gemir su nombre lo jaló de los cabellos, devolviéndolo contra el cálido aliento de su boca y la mirada ardiente de sus humedecidos ojos.

Te lo suplico Adrik…Besadme, os lo ruego— Susurró con una voz temblorosa contra los labios masculinos cuando estos dejaron de torturar su fina y vulnerable piel e hicieron caso a sus demandas yendo al encuentro de sus labios. —Tocadme… acariciadme…Devoradme… haced lo que queraís conmigo aquí y ahora. —Suplicó con voz arrebolada siseando de placer entregándose nuevamente a las llamas frías que el oscuro creaba en su piel.


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