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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Cameron D’ Lizoni Mar Jun 12, 2018 6:15 am



Respira profundo, alza el mentón al firmamento y cierra los ojos en busca de las caricias que la madre luna pueda brindarle. Está solo, siempre ha sido así. Desde los sucesos ocurridos en Francia y el antes y después que marcó en él, decidió partir, alejarse de toda la mierda que insistía en alborotar su mundo.

Había escapado a Italia en busca de respuestas, cada fibra de su cuerpo exigía venganza e iniciar por el lugar de los hechos era lo más lógico, eso y que de permanecer un segundo más en aquel país francés iba a lanzar sus sentidos fuera  de órbita. Empero, aquí estaba de regreso justo donde inició, por segunda vez arribó en París solo que en esta ocasión ya no era el mismo, no le acompañaban las ganas de vivir, el ímpetu o la sonrisa desbordante. No, era un Cameron distinto, consumido por la ira, uno que había olvidado lo que era la vida y distaba de la parte humana que alguna vez supo entrelazarse con la bestia que le guiaba a complacencia. Carcajeó burlesco ante su reflejo en el lago iluminado por la luna, vaya estafa en la que se convirtió.
El primogénito de la casa D’Lizoni, como todo un salvaje sin remedio, supuso que era tan solo la naturaleza misma que habitaba en él, exteriorandose de una vez por todas. El salvajismo que su padre siempre evitó y reprochó de los Santori.

Cinco noches atrás, luego de la furtiva visita de la Argent llegó a la conclusión que involucrar a Anne en sus asuntos no estaba a discusión, a pesar de aborrecer la mera idea del compromiso no podía evadir el hecho de que la joven. después y por sobre todo era su amiga, una hermana se atrevía a afirmar, quien estuvo con él durante la primera noche de luna llena con la maldición mientras su madre, creadora tanto del muchacho como de la bestia, se encontraba fuera de la ciudad. No, no podía bajo ninguna circunstancia envolverla en altercados que él mismo poco entendía mas reconocía el peligro inminente que representaban. Así que partió, abandonó la mansión una vez más sin intenciones de regresar a prontitud, una vaga nota detrás y todo un camino por delante.

Procuró no causar alboroto con su regreso, el único complacido de verlo sería su mejor amigo quien más que ser su beta era a certeza el hermano del que fue privado por sus procreadores. Vaya que iba a odiarlo por tanto silencio, empero y aunque el licano accedió ayudarle en su cruzada a ciegas, tampoco pretendía ponerle en riesgo.

Quizás es un poco de soledad todo lo que necesito… —susurró. Brazos cruzados sobre la cabeza y el bosque en sustitución de la enorme mansión que aguardaba a su regreso en Italia. No era material de heredero, hijo, prometido o mejor amigo; sin dudas comenzaba a dudar de su propia existencia. Era entonces su peor versión. Se dejó caer a orillas del lago, qué más daba cuando de pronto se sintió amenazado por un tercero que osaba inmiscuirse entre él y la luna. Antes de advertirlo ya estaba sobre sus pies, ojos brillantes de un ámbar violento y colmillos en alerta.

No consiguió sacudirse la sensación de deja vú que le erizaba el vello de la piel, sintió como si tan solo ayer se encontraba en la misma posición con la cazadora; acorralado una vez más. Dispuesto, ahora, a matar si fuera necesario. Y es que Cameron nunca había sido partidario de la guerra entre Cazadores y hombre lobos sin embargo, fue forzado a ser partícipe de la peor de las maneras.

Cayó sobre cuatro patas al sentir los pasos cada vez más y más cerca y gruñó desde las profundidades de su ser deteniendo  a una joven dama que de ser una cazadora entonces estaba bastante comprometida en mantener la fachada de damisela indefensa. En guardia la observó receloso en su forma bestial. Buscó un indicio de algún arma que la acompañara, prestó atención al ambiente en busca de otros, mas no encontró nada.


Maldición —siseó una vez de regreso a su forma humana. Sin prestarle atención regresó a su forma humana enfrente de la joven, completamente desnudo, que ahora le observaba como si hubiese visto un fantasma, pálida ante la luz de la una y con ganas, ha de suponer por la expresión develada en sus facciones, necesitada de un segundo aliento.

Da un paso en su dirección, un “No me lastimes” es todo lo que transformando la cautela en desconcierto.
¿Te encuentras bien? —levanta la mano en su dirección…, ¿preocupado? Se denota ella tan frágil y asustada, tan alejada de la esencia que creyó percibir emanar de su ser. Intenta prestar atención a su rostro mas le es imposible—. Descuida, no voy a lastimarte.



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Mensaje por Femke Van Roosevelt Miér Jun 20, 2018 9:38 am

"Si estás atravesando un infierno, sigue andando.
- Winston Churchill"


A Femke le pareció muy divertida la idea de repetir.
Muy osada, demasiado atractiva para dejarla pasar mientras estaba a punto de colocarse su pijama y meterse en la cama para disfrutar de una bebida fría a base de naranjas y té verde junto a alguno de los libros que la esperaban en uno de los veladores.
En aquella noche tan hermosa, tan fresca que traía con sus vientos aquel aroma a flores que se colaba por toda su alcoba a través de uno de los amplios ventanales abiertos, miraba la oscuridad pensando en repetir el paseo nocturno que sin ninguna nodriza, sin su chaperona, sin ningún guardia, oculto su nombre y rostro bajo el velo de la sombra había ya hecho las veladas anteriores, ¿quién podría imaginar que una baronesa caminaría por el bosque a aquellas horas? Y siendo así, ¿por qué no hacerlo? Mas sí ningún peligro había corrido encontrándose con alguien extraño o que pareciera enemigo.

Incontables eran los contra, contras que por supuesto ignoró por la libertad que la brisa y la oscuridad le ofrecía. Por el ¿por qué no? que susurró aterciopelado, meloso en su interior, esperando un sí de la neerlandesa, dispuesto a no irse hasta verla atravesar la puerta y no solo la de la habitación, la de todo su hogar en París.
Fue así que su figura se deslizó aún más suave y silenciosa, prudente y emocionada por los pasillos de la villa, tomando la salida trasera de la cocina.
El rumbo a tomar no era la gran ciudad, no eran sus callejones o alguno de los lugares que aún no dormitaban, Femke disfrutaba de la calma y la paz del bosque que cerca existía, de sus habitantes que desde pequeña en Leeuwarden su padre le mostró como amigos y ella, encontró como uno de sus escapes, como una forma de paz.

Ahora ya conocía un camino por el que sus pies podían llevarla sin ensuciar de más sus pies o su vestido, en el que la luz de la luna trazaba su estela como compañía. ¿Temía a la oscuridad mientras el eco de sus pasos se escuchaba sobre la hierba entre el sonido de la vida nocturna del bosque? Por supuesto, no sabía con qué animal o bestia podría encontrarse, aún recordaba las palabras de Lord Moncrieff y era verdad que en sus paseos comprobaba que no estaba sola. Pero no era tal sentimiento más fuerte que el deseo de sentirse libre, de conocer, de respirar el aire más puro.
Pero muy en el fondo, debía reconocer, que había una llama que deseaba que algo más, algo extraño ocurriera.

En las noches anteriores se había empeñado en llegar hasta el lago que sabía se encontraba a cuarenta y cinco minutos de su villa, pero no había logrado tener la valentía suficiente para ir más allá de donde el camino se oscurecía hasta ser penumbra y la luna parecía dejar de acompañarla para ir a otros rumbos más interesantes, también porque la hora de regresar a casa sin llamar la atención o alarmar a nadie por su ausencia siempre se acercaba demasiado pronto. Pero hoy estaba decidida a llegar más lejos, había salido unas horas antes para que el tiempo no fuese problema - o para aparentar que no lo era- y la motivación por atravesar lo que parecía un infierno de sombras dictaba y vibraba en todo su cuerpo con la idea de no acabarse.

Y así fue, alcanzó lo suficiente para que sus delicados pies no se rindieran a pesar del cansancio y dolor, para que al escuchar los susurros o cualquier sonido amenazante se mantuviera en sus pasos, para que la luz se viera por fin al final de lo que pareció ser un inmenso e interminable túnel. Ver la brillante superficie del lago y la luna sobre esta que como nunca brillaba en el cielo, iluminando sus manos para reconocer por fin sus dedos y el paisaje que creyó solo era de ella a aquellas horas, la hicieron saber que era valiente, demasiado fuerte y que aún sin poder contar tal hazaña a nadie, que para muchos sería pequeña e insulsa, era su mayor recompensa por haber seguido andando.

Lo único extraño fue...fue él, o lo que parecía ser un hombre a la orilla del lago necesitando ayuda.
La baronesa caminó con lentitud pero dispuesta a ayudarlo al ver cómo caía de rodillas, desesperación era lo que la mujer de luna veía en su postura y movimientos, aceleró el paso incluso cuando lo vio cambiar sus movimientos para mostrarse ante ella en cuatro patas como una bestia y no fue hasta que escuchó lo que creyó fue un gruñido de animal que se heló su piel y la sangre que corría por sus venas se detuvo. Cubrió sus labios para no gritar, abriendo mucho más sus grandes ojos marinos al ver el rostro que la miraba. ¿Era un lobo? ¿Aún era un hombre? Las manos le temblaban y los labios, sus piernas, su alma y calma, toda ella.
De lo que no pudo quitar su mirada fue de los orbes que la miraban.

Eran del más puro ámbar, hipnotizantes, demasiados bellos para ignorarlos, poderosos y temibles.
Su respiración la amenazaba con en cualquier momento dejar de acompañarla, estaba tan cerca de eso, tan sola, tan frágil. ¿Dónde habían quedado la valentía y la fuerza que había sentido la embargaban hace unos minutos?
Ella, la que creía que el mundo que se mostraba ante sus ojos era el único para ser vivido y conocerse. Ella, la del mundo rosa escuchó venir de lo que veía lo que se escuchaban como palabras, vio como la bestia se mostraba tal cual era un hombre. Y no entendía nada.

- No me lastime.- fue lo único que su instinto de supervivencia pudo decir, queriendo saber qué vendría para ella. ¿Esa sería la forma en que moriría? ¿sin saber nada acerca de quien la asesinaría?¿Sería un no me lastime sus últimas palabras?¿No podría defenderse con nada, de ninguna manera?
Porque si bien, él dijo con palabras de hombre que no la lastimaría, podía disculparla si no le cree, por eso retrocedió cuando creyó que él intentaba tocarla. Un suspiro entrecortado salió de sus labios, era la forma en que se ahogan los gritos y se manifiesta la valentía, porque una nueva idea cruzó su mente.

Quizás nunca salió de su habitación, quizás solo olvidó que colocó su pijama, bebió su té verde con naranjas y leyó poesía inglesa que en los últimos tiempos la tenía enamorada, quizás se había quedado dormida sobre su mullida y cómoda cama y esto era solo un acto de Morfeo. Tan solo un episodio que vagaba entre el sueño y la pesadilla.
Las manos que cubrían sus labios, bajaron hasta su pecho. - ¿Cómo sé que no lo hará?¿Es porque estoy soñando?- lo miró con ojos que piden respuesta pronta. - ¿Es solo un sueño que muestra mi poca cordura? Sí, eso debe ser.- ella misma se respondió a su pregunta.

Así que con aquella idea detalló en su desnudez con cinismo que no sería propio de ella al estar despierta y sin olvidar el extraño miedo que la embarga sus ojos lo ven con el sonrojo de quien jamás dejará de ser una dama, pero pronto volvió a ascender a los orbes que antes eran dorados y ahora castaños. En el presente es ella la que extiende su mano para querer tocar su rostro.
- ¿Qué...qué es usted?- le indagó con suavidad sintiendo su piel y la calidez de esta en su palma como si estuviera despierta, pero no puede ser posible.
Sí, es solo uno de los juegos más de Morfeo, se repite con más fuerza.


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Mensaje por Cameron D’ Lizoni Jue Jul 05, 2018 4:47 am



Ha estado tan cómodo en su propio mundo que olvidó por completo la existencia de otro semejante, uno en el que bestias como él no existen y su presencia es limitada a leyendas. Estaba entonces tan acostumbrado al entorno que le resultó extraño, un deleite la respuesta que recibió de la mortal.

Media sonrisa ladina se esparció en su rostro, dejó que la mirada descendiera a la tierra, rascó su nuca y por primera vez ponderó la posibilidad de una excusa ante su naturaleza. Era la primera vez que sonreía desde los sucesos del invierno pasado, una sonrisa inocente, infantil…., esa que acostumbraba a dar incluso cuando su padre trataba de imponer sus deberes o recordaba los problemas cotidianos que solía enfrentar. Vaya que extrañaba aquellas trivialidades, comparado con el presente que le rodeaba, lucían como un juego de niños.

Pensó que quizás correría, daría voz de un demonio en el bosque y entonces debería emprender la huída, sin embargo la mano que descendió en su rostro lo tomó por sorpresa. Los ojos de la joven, que destilaban un azul helado se las ingeniaron para esparcir en la pequeña atmósfera que los rodeaba, una calidez que no supo que extrañaba hasta aquel preciso momento. Sin preverlo cerró los ojos ante el tacto durante pocos segundos que bien pudieron sentirse eternos, pocó la mano sobre la de ella y sonrió. Allí estaba otra vez.
No se supone que te acerques a un hombre desnudo que no conoces a mitad de la noche y la nada —dijo sin retirar la mirada de los ojos de la joven.

¿Quién era aquel Cameron? Había pasado tanto tiempo desde la última vez que lo encontró que hoy le resultaba como un invasor.

Observó sus labios rojos, la delicada piel que resplandecía bajo la luna como un manto blanquecino de nieve y contra su voluntad cayó de nuevo en sus ojos. Hacerle daño, bufó. La mera idea se planteaba absurda. Bien su alma buscaba venganza mas herir inocentes no era un costo que estaba dispuesto a pagar, de hacerlo nada lo apartaría de los cazadores que juegan a ser dios.

Lamento informarte que esto no es un sueño —no se alejó en ningún momento, permaneció allí bajo la calidez de su tacto—. Lo siento —sintió que era apropiado, si en efecto era él el primer atisbo al mundo de las sombras que ella tenía, todo lo que iba a preceder, la cadena de evento que la seguirán a partir de ahora sería su culpa.
—No te lastimaré, lo prometo.


Puedo tomarme todo el tiempo del mundo para explicarlo —dijo calmado, entretenido incluso—, pero no crees que sería más cómodo si primero me visto —frunció los labios, se dio el lujos de brindarle aquella mirada infantil que alguna vez lo caracterizó y con un leve asentimiento de cabeza señaló del torso hacia abajo—. Verás, sin el pelaje que viste minutos atrás, comienzo a tener un poco de frío.


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Mensaje por Femke Van Roosevelt Vie Jul 20, 2018 10:17 am

"Lobo, qué bonitos y grandes ojos tienes debajo
de esas dos cejas."

Demasiado vivido el sueño.
Podía oler la humedad del agua, la hierba fresca de los árboles y las plantas, su suave y propio perfume de rosas; podía escuchar los sonidos de la noche, esos mismos que la habían acompañado hasta allí, los búhos, los grillos, el crujir de algunas ramas que aseguraban que había vida, la corriente de agua, su respiración, la de él. El viento mecía sus cabellos y acariciaba su rostro de la misma manera que lo había hecho las noches anteriores. Algo no estaba bien y en el fondo Femke lo sabía.

Aunque sin duda la situación era por completo onírica con una bestia transformada en un hombre desnudo, con el escenario y la idea arrebatada de haberse escapado de casa, aún así recordaba sus sueños de otra manera, más ausentes, como lejanos y en su mayoría menos lucidos, pero desde antes de abrir sus ojos, estaba segura que a la mañana siguiente recordaría cada cosa, el detalle de los cabellos del hombre ondear con el viento, el brillo de sus ojos y el airecillo pícaro que lo rodeaba, el fru fru de la tela de su vestido cada vez que se movía, el ansia por saber y la manera en que latía el corazón dentro de su pecho.

Jamás pensó en correr, esa era la inmensa verdad y menos pensando que no era más que una muestra del poder del sueño lo que presenciaba. Y sin aún dejar de tocar el rostro de aquel ser, se sentía extasiada, queriendo que no terminara, no abrir sus ojos sin antes saber qué vendría en aquel espejismo, rezaba porque así fuera. Al sentir el roce de la piel de él sobre su mano suspiró sin retirar la mirada y los siguientes latidos fueron mucho más notorios. Era cierto que estaba emocionada y más porque con aquella caricia y la sonrisa que vio, parecía que para la criatura ella también era algo de interés.

Escuchó y sonrió la neerlandesa también. - Lo sé, pero es la libertad y la seguridad que dan los sueños. ¿Qué mejor para ser libre que ellos?- respondió espontánea, incluso dándose el albedrío de tener una pizca de sutil y elegante coquetería, pero aún así sonrojada porque no olvidaba que él estaba en completa desnudez y por lo que acababa de responder. Si la escuchara su chaperona, si lo supiera su madre, no dudarían reprocharle por lo que llamarían libertinaje y comportamiento impropio de dama.

Pero aún así, miró sus ojos, perdiéndose en el brillo de esos orbes cafés que la observaban sin reparo, les permitió con libertad hacerlo mientras ella se hundía en esa marea de misterio con los brazos abiertos de par en par.
Fue un salto de fe, uno que se convirtió en un salto a un abismo tenebroso lleno de terror al escuchar las palabras que a continuación vinieron con la mayor tranquilidad e incluso con un lo siento. Uno que en nada la tranquilizó.

Al contrario, era una maraña de contrastes. Allí estaba él, tan confiado y allí estaba, Femke, la baronesa con el rostro compungido por la verdad que se negaba a escuchar y que no podía entender. No reaccionó hasta unos segundos después cuando retiró veloz y brusca la mano de la cárcel en la que ahora se transformaba la mejilla y la mano del caballero, si era eso. - No, no puede ser cierto.- se alejó dando algunos pasos hacia atrás, negando enérgica con la cabeza varias veces, las últimas menos convencidas de su propio argumento.

Quizás eso era lo que no la terminaba de convencer del todo de su sueño, aquella familiaridad con la realidad que había ignorado a pesar de que latía tan veraz como su órgano escarlata y fluía la sangre en sus venas. - Si es así no sé qué hacer. - miró veloz el camino a su espalda, volvió a él, miró al cielo donde brillaba la luna, lo miró a él, de nuevo a su espalda, estaba aún muy oscuro. ¿Qué debía hacer si sentía hallarse entre dos bestias?¿Una que podía llamar oscuridad y la otra a la que no podía dar nombre?

- Si corro ahora temo de que decida ser lo que era antes, eso que jamás había visto y me ataque para asesinarme sin poder siquiera entender quién o qué es usted, eso que promete explicarme. Si me quedo que es lo que más deseo, puede que usted me explique y yo entienda queriendo conocerlo mucho más, pero que de nuevo corra con el mismo destino. Los dos caminos, como verá, tienen la misma conclusión para mi, el definitivo final de mi vida.- siguió alejándose.
Desde aquel punto de vista, estaba irremediablemente perdida.

Deteniéndose luego de entender que nada ganaría sin una decisión. Guardó silencio, un largo y hondo silencio que le calaba los huesos sin perderle de vista, no era una cazadora, mucho menos una mujer que supiera defenderse a no ser que tuviera un arma en sus manos, cosa que debía agradecer a su padre y cosa que no tenía en aquellos momentos, pero deseaba ver cuando la atacaría si lo hacía, sin saber si correría o se quedaría cual estatua con la oscura noche caer sobre ella.

Por fin habló. Mirando sus ojos, temerosa pero digna.- ¿Pue...puede hacerme un favor?- seguro iba a parecer una tonta, una necia, quizás una loca, pero en su situación, ¿Qué más podía perder a parte de su vida? - Tome la decisión que tome me será más fácil llevarla si me dice que esto es un sueño. Dígamelo, por favor. Por favor, mienta por mi.- sin esperar una respuesta giró. En los últimos minutos por razones obvias no había vuelto a ver su desnudez, pero dejaría que la cubriera porque era piadosa y él había dicho que tenía frío, porque tenía miedo, porque esperaba que el viera su acto de buena fe y si no, esperaba su muerte anhelando él le dijera antes de sentirlo sobre ella la mentira que encontraba más dulce, lógica y fácil de llevar.

Cerró los ojos, un grave error, ya que eso solo incrementó la agudeza de su oído.

Era un juego más, solo un juego más.
Sin duda Morfeo era un dios muy juguetón, quizás también cruel con ella.


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Mensaje por Cameron D’ Lizoni Vie Jul 27, 2018 9:08 pm


No podía mentir, la inocencia que brotaba de la dama, ya fuese propiciada por las circunstancias o un rasgo natural de la misma, le resultaba cautivante; había pasado tanto tiempo desde que tropezaba con tal acto que no le fue posible evitar fascinación al verlo con sus propios ojos.

Suprime una risilla ante las palabras de la mortal, inclina levemente la cabeza dejándola caer a un lado mientras observa atento cada palabra que brotan de sus labios. Incluso siendo la bestia que no tiene ganas de ocultar, herir a un inocente no estaba en su lista de quehaceres mas le era entretenida la situación, diferente e incluso refrescante al comparar aquellos minutos con los meses que ha atravesado. Nota que ha olvidado el hecho de que existe un mundo fuera de la oscuridad sobrenatural que le rodea, había olvidado el hecho de que aún existían humanos ajenos a su naturaleza, convirtiéndola a ella en el hallazgo fascinante.

En cuanto le vio cerrar los ojos decidió jugar un poco más con ella.
—Si es realmente lo que desea… —dijo, dando un paso hacia atrás junto al árbol donde bien recordó haber dejado un cambio de ropa. Sin mucho esfuerzo se hizo de unos pantalones y procedió a abrochar los botones de una fina camisa blanca—. Si quiere que mienta puedo hacerlo —abrochó los últimos botones y caminó hasta quedar frente a ella—, o puedo contarle una historia aún mejor y darle mi palabra de que al finalizar se marchará en una sola pieza. Incluso las bestias como yo tenemos cierto honor.

Cameron fue criado para ser un caballero de la más alta alcurnia, sin embargo luego de conocer los secretos que ocultaba la noche decidió abandonar su puesto como heredero, tanto como su padre tardara en encontrarlo, y asentarse a sus anchas en un legado que bien sabe su madre nunca quiso otorgarle. Y hubiese vivido así el resto de sus días, quizás luego de unos años ponderaría la posibilidad de regresar a casa y cumplir con su deber de no haber quedado en medio de una guerra en la que nunca deseó pelear. Semanas de deambular en bajo perfil, lunas de sucumbir ante su lado animal y dejar que la vengan fluya sin intención a detenerla, perdido y dominado por la bestia experimentó cierto respiro que no había notado que necesitaba.

Por un momento, de ver su reflejo seguro encontraría al muchacho que disfrutaba de la maldición lobuna y parecía disfrutar sin temor a ser juzgado del demonio con el que debía compartir existencia. Así que sonrió, llevó las manos detrás de la espalda y se inclinó hasta quedar a corta distancia del rostro de la muchacha.
Recién cené a un joven que paseaba por aquí… —mofó, luego prensó los labios en un línea recta, aclaró su garganta y prosiguió:— Solo bromeo. No tengo intención alguna de lastimarla, puedo mentirle y dejarla a su suerte pero tan solo le estaría comprando unos días más hasta que se encuentre con otros que no sean tan… ¿dócil? como un servidor.

Yergue el cuerpo y da un paso hacia delante, la toma de las manos consciente de que sus actos ahora son meramente intuitivos y las aprieta con gentileza; estaba genuinamente asustada.
Puedes abrir los ojos —dijo, aún entretenido—. Hoy es tu día de suerte, no tengo intenciones de dañarte ¿sabes cuanto ha pasado desde que interactúo con alguien un tanto normal?

Su voz no cesaba en destilar cierto aire juguetón más sus palabras contenían sinceridad. Poco recordaba la última vez en que estuvo en presencia de alguien que no fuera hijo de la oscuridad o quisiera algo a cambio.


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Mensaje por Femke Van Roosevelt Sáb Ago 04, 2018 4:42 pm

-"El verdadero hombre sonríe ante los problemas,
cobra fuerza ante la angustia y crece valiente
mediante la reflexión."
-Thomas Paine.


¿A quién podría contarle? ¿Quién no la juzgaría como ella misma se reclamaba en aquel momento por haber dejado su seguro hogar por la emoción de lo inesperado que se había convertido en ansia y miedo?
¿Sobreviviría para hacerlo?
¿Debía creerle? ¿Por qué no correr para por lo menos morir con un poco de dignidad? ¿Podía llamar a correr una muerte digna?

Su pecho subía y bajaba temeroso, agitado. Necesitaba un abrazo o una mano amiga y confiable que le dijera que todo estaría bien, porque aunque tenía las amables palabras de quien estaba a su espalda, simplemente no podía creerle.
Él le dice que si es realmente lo que desea lo hará, que mentira por ella y ella no sabe si es lo que realmente quiere, pero ¿de qué otra forma podía afrontar su realidad si no es disfrazándola de una ficción? Lo que quizás debía preguntarse era si la ficción que se le mostraría por demanda propia era la que esperaba, porque si no, de nada habrían valido sus educados pedidos ni lo que parecía la cordial aceptación de estos por parte de él.

La baronesa pasó las manos por su rostro, dejándolas descender por su cuello hasta el pecho, la tela le estorbaba, deseaba sacarse el corazón del su cuerpo para no sentir el miedo que sus latidos le gritaban. - Padre, no me abandones.- susurró muy bajo como una plegaría al ser amado que debía velar por ella allí arriba, más allá de donde las estrellas y la luna vivían.
Escuchó los pasos de la criatura hombre alejarse, las ramas quebrarse bajo el peso de sus pies, la pausa, el silencio que le siguió y que prefirió pensar como el lapso que demoraría en vestirse.

Volvió a escucharlo con sus palabras cortar lo silente y acercarse, saber que estaría cerca de ella le agitó el alma que poco o nada se había aplacado en su corta y falsa ausencia. Femke colocó en orden sus palabras bajando la cabeza. Que se llamara bestia no ayudaba en nada porque lo que conocía, o mejor, había escuchado, de las bestias humanas le horrorizaba. Y siendo una bestia en el sentido literal, ¿estaría atado por su naturaleza a tales acciones atroces?
Mordió sus labios. - Ayúdame, padre mío.- esta vez solo lo pensó. Si le llegaba a suceder algo. ¿Qué sería de su madre sin su padre y ahora sin ella?

Pero, ¿por qué se estaba rindiendo tan rápido? Tal vez había esperanza.
Porque entendía que era un trato el que él pretendía hacerle. Dejarla ir sana y salva a cambio de escuchar una historia que por alguna razón ella aún quería escuchar. Pero, ¿a cambio de qué? ¿Por qué alguien que era una bestia y se denominaba a si mismo de esa manera, la perdonaría?
Pero si huía de la realidad...¿era una cobarde? ¿Quién podría saberlo? ¿Había forma de juzgarla? Todas tenían respuesta: claro que sí; ella lo sabría y solo con eso servía; servía para que en su propia mente y vida, si sobrevivía se reprochara por haber sido tan poco valiente.

Y aún con esos argumentos, no pudo abrir los ojos. Aún sabiendo que él estaba tan cerca, porque podía sentir su calidez aunque no la tocaba ni rozaba, podía oler su aroma y sentir su respiración, tan pacífica en comparación a la suya. Ambigüedad árida y tenebrosa, fue lo que vino al escuchar sus próximas palabras. Apretó los ojos con fuerza, no quería mirarlo, no podía. Femke solo pudo imaginar al joven del que él hablaba gritando, suplicando por su vida después de participar en el mismo juego que el parecía estar jugando con ella. Podía ver su sangre y su mueca de horror al morir, la sonrisa de su verdugo, incluso el olor de la vitae en él, en ella.

Lo asombroso fue escuchar en medio de su espeluznante imagen mental la frase hasta que se encuentre con otros que no sean tan… ¿dócil? como un servidor. Habían más como él. ¿Cuántos? ¿Dónde? ¿Conocería alguno? Y ese dócil engañoso se mezcló con las manos que se cerraron alrededor de las suyas que estaban temblorosas, en otro momento habrían sido un gran consuelo.
Pero ahora era una dulce caricia dada por la muerte cuando te mira de frente. Si tan solo alejara de sus palabras aquel tono que parecía burlarse y jugar como un gato con ella, solo así podría creerle, pero había algo que le decía que eso solo era un rasgo connatural de la criatura con la que hoy había venido a toparse.

Soltando un suspiro que hizo temblar sus labios, abrió los ojos mirándolo fijamente. Allí estaban los ojos oscuros de niño inquieto en los que halló lo que llamó diversión, por su parte, en los suyos, en sus ojos claros había miedo, confusión, dignidad por naturaleza,  pero también comenzó a nacer un enojo que la inspiró a decir lo siguiente. - Sólo...sólo está jugando conmigo.- volvió a morderse los labios separando sus manos de las de él en un movimiento. - ¿Por qué lo hace?- le dio un empujón, por su poca fuerza y delicadeza solo fue una ambición de alejarlo, pero fue firme para mostrarle lo que sentía. Nadie, nadie podía quitarle su orgullo y hacerle lo que ahora la estaba haciendo sentir.

- Parece satisfacerse al saber que usted es un depredador y de verme como una presa.- los ojos se le humedecieron por la verdad de aquello, así lo percibía, así era o si no no existiría aquella sonrisa del que sabe que tiene el poder y el mundo en forma de pequeña mariposa en su mano. - Dígame, soy normal ¿por qué? ¿es acaso porque eso soy para ustedes? ¿Una presa indefensa?- sentía impotencia y los labios le temblaban, ¿por qué tenía que ser tan débil? Era la primera vez en toda su vida que así se miraba, como la frágil baronesa, a pesar de que sus padres siempre le habían dicho que era fuerte, valiente, que su título la dotaba de cierta invencibilidad, de que la hacía intocable.

Cayó en cuenta de algo. - Pero a nadie más puedo culpar si no a mi.- sonrió con amargura extraña en ella, ese sentimiento contrasto cuando relajó su mirada con él. Bajó la cabeza, sombría.- No fue usted quien me expuso en este lugar y a estas horas. Fui yo.- suspiró profundo, parecía haberse rendido a la circunstancias. - Así que...dígame, ¿qué me trae este día de suerte otorgado por una bestia a parte de seguir con vida? ¿Y qué desea a cambio por tal regalo?- poco a poco iba aceptando el ahora.


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Mensaje por Cameron D’ Lizoni Lun Ago 20, 2018 2:32 pm

La carcajada que comenzaba abrirse paso y amenazaba con estallar violentando el silencio que los rodeaba decayó en cuanto notó un cambio de emociones en la mirada de su acompañante. Sintió cierta empatía que a penas pudo relacionar con el momento en que decidió morder a quien hoy era su mejor amigo y beta, no porque deseara ir esparciendo la maldición o disfrutara en andar por ahí mordiendo, no, pocas resultaban ser las ocasiones en las que usó su habilidad para herir a alguien.

Sintió ese ideal que afirmaba que caminar bajo la luna en cuatro patas, que ser una bestia podría gozar de ser un regalo mas que una fatalidad.

Ladeó la cabeza como quien intenta cambiar de perspectiva. Dio uno, dos pasos atrás permitiendo que el viento moviera su cuerpo, sintiéndose ligero. Así mismo cruzó los brazos a la altura del pecho y frunció los labios. Se limitó a escucharla y luego que percibió que el discurso de la dama había concluído se tomó el tiempo para observarla durante segundos que se sintieron como una eternidad.

Debe usted saber que es sin duda lo más fascinante que he encontrado en mucho tiempo —inhaló y exhaló—. Le pido me disculpe si le he ofendido.

Pronto el lobo que iba de un lado a otro entregado a su estado salvaje y despreocupado guardó silencio y entonces el primogénito de los D’Lizoni, el joven adiestrado para ser un caballero tomó el control; el humano recobró conciencia y la bestia sintió empatía.

Tomando en consideración los meses que he tenido el que usted sea normal es por mucho lo más bello que he visto, así que le ruego no me tome a mal —no supo qué hacer. No estaba seguro si cortar la distancia por segunda vez o alejarse algunos pasos más así que insistió en observar, desde el porte hasta las manos temblorosas. Del largo cabello a los ojos que ahora dejan entrever una mirada cristalina que extrañamente encajó a juego con la luz de la luna.

El que haya salido por su cuenta a esta hora de la noche ciertamente dice mucho de usted —levantó el dedo índice:— 1) es usted con certeza ingenua o —alzó el dedo corazón, semblante serio, impropio de él—, 2) es más valiente de lo que piensa.

Considero la respuesta a su propio planteamiento y resolvió creer que aquella mujer contenía más coraje del que alguna vez pudiese alardear.
¿Por qué no lo decide usted misma? No tengo intenciones de herirla ¿Qué desea usted de mi? Puedo marcharme y olvidaremos este momento ó puedo quedarme y mostrarle que ser una bestia no siempre sustenta la literalidad que carga.

Al no obtener una respuesta inmediata decidió tentar las circunstancias retomando un paso en dirección de la muchacha y guardando el brazo detrás de la espalda y tendiendole la otra mano se obligó a no sonreír.
—Permítame presentarme propiamente y como algo más que una bestia: Soy Cameron D’Lizoni.


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Mensaje por Femke Van Roosevelt Miér Ago 29, 2018 4:52 pm

“The time is an abyss…profound as a thousand nights…
Centuries come and go…to be unable to grow old is terrible…
Death is not the worst….¿Can you imagine enduring centuries,
experiencing each day the same futilities?”
-Klaus Kinski


La eternidad.
Podía ser estar en una habitación gigante completamente blanca, con un ventanal alto y ancho en cada uno de sus lados. Ventanales que dejaban ver lo que afuera ocurría, todo y desde una perspectiva algo ajena. Una habitación infranqueable, segura y no muy cálida o bueno, podría ser que sí, siempre que la persona que la poseyera la viese como un regalo. Podría ser que tampoco lo fuera, porque ver como siempre se termina estando solo debía ser igual de doloroso que mantenerse en la idea de no encariñarse con nadie a lo largo de la edad del mundo, como ver un cachorro de gato en la calle y no poder llevarlo contigo a casa porque sabes que te dirán tus padres que es prohibido y que ahora tendrás otro problema, uno más doloroso, regresarlo una vez más a la fría e indiferente jungla de cemento para decirle un hasta nunca, espero sobrevivas. Imagina eso una y otra vez repetirse, miles de gatos de todos los colores, recuerda sus maullidos y manchas y no solo imagina gatos, también lobos, pájaros y perros.

La eternidad, aunque inmensa y inacabable también podía vivirse en cortos momentos. Como el que vivía la Duquesa con el hombre bestia que la miraba en silencio con esos ojos profundos e inquietos que no podía, por más que quisiera, lograr franquear. Eternidad fueron el tiempo y el silencio de ambos, eternidad la lucha de la plateada para sostener esa misma mirada a pesar de su miedo y la rabia que aún divagaba en su cuerpo a causa de este y de la impotencia por no poder defenderse, le pareció la idea de ser un ave necesaria para alzar vuelo y escapar, aún más el deseo momentáneo de cómo él poder defenderse con garras y dientes.

¿Sería tan malo ser una bestia?
No lo sabía, lo único que estaba claro es que desde el punto de vista del frágil, es decir su ángulo, lo era.

Las palabras que le dedicaría a continuación aunque parecían ser un halago no supo cómo responderlas. Sus ojos se agudizaron al escuchar sus disculpas, tratando de encontrar mentira alguna y para su sorpresa se dio cuenta que parecían sinceras. La joven mordió su labio inferior esquivando su mirada para llevarla al suelo, algún lugar o punto fijo en el cual afianzarse mientras aceptaba un pensamiento, mejor, una verdad clara...él había sido mordazmente y hasta caballerosamente sincero con ella desde su encuentro y aunque podía estar equivocándose, no le había mentido en el hecho de que era peligroso y que si lo quisiera podría asesinarla para alimentarse de ella, era como si le hubiera aclarado desde el principio que todo aquello saldría bien solo si él así lo deseaba, aunque también, en el fondo, Femke tenía el leve presentimiento de que ella también tenía una especie de poder sobre él y que tal decisión estaba también en sus níveas y femeninas manos.

Al saber que el silencio se acabaría una vez más por el suspiro que antecede a las palabras la plateada dejó que sus orbes se reencontraran con los de él, solo para sonrojarse por la enigmática frase que sin más cayó a sus pies. Fascinante, bello...normal...¿Le gustaba que se le diera el nominativo de normal? ¿Era en realidad tan bueno serlo como parecía ser para él? ¿Buscaría solo tranquilizarla? ¿Era él algo tan atípico? No te mientas, Femke, sabes que esto último lo es.
Por primera vez durante toda la noche, Femke sonrió, con un miedo silencioso pero presente, con la melancolía del pasado y de reconocer quién era. Valiente e ingenua...esas parecían haber sido y ser siempre sus únicas dos opciones.

¿Por qué no lo decide usted misma? La primera pregunta. ¿Debía decidir? ¿Y si decidía mal? Jamás tuvo tanta responsabilidad sobre su espalda y si sí, no era comparable a las grandes decisiones del Ducado que su padre le había legado, estas eras nimiedades.
¿Qué desea usted de mi? La segunda fue demasiado sincera.
Femke dio un paso hacía atrás, divertido fue que él al mismo tiempo diera uno al frente.
Lobos y conejos, gatos y canarios, arañas y polillas, tiburones y pececillos dorados. Él y ella.
¿Que qué... Su nombre... Cameron D’Lizoni... deseaba... Un bonito nombre y muy humano, ¿era italiano?...de él?

Miró a su alrededor y mojó sus labios con un hondo suspiro, guardó silencio hasta que se decidió a dar el paso al abismo. - Mi padre me llamaba valiente mientras mi madre decía que soy una ingenua, ella aún lo hace. ¿Será que podrían los dos, como también usted, tener la razón?- suspiró una vez más, muy lento levantando los hombros. Era una circunstancia singular. - ¿Es bueno serlo? Dígame, usted ¿qué opina?- quería saberlo.
¿Debía tomar su mano?
Terminó extendiendola, sencillo y fácil sintiendo la calidez de la mano masculina en la suya. ¿Qué clase de embrujo era aquel que la obligaba a quedarse?  

Con una reverencia se decidió a responder. - Femke van Roosevelt, Duquesa de los Países Bajos.- sí, dijo su título exclusivamente  porque pensó en lo útil que sería que supiera la criatura que extrañarían su muerte si a la final existía el deseo de alimentar su lado salvaje. - Y quiero de usted lo que se me ha prometido.- estaba segura, ahora más que nunca, si moría o regresaba a casa, deseaba que la última vez que sus ojos miraran al cielo o que su cabeza tocara su mullida almohada antes de dormir saberlo todo. - Explicaciones y respuestas.- hoy más que nunca eran indispensables.


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