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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Arabella Gonzaga Sáb Ago 11, 2018 12:52 pm



Ajuar


1. Junto a esta misiva llegara vuestro hábito para esta misión.
2. Dejareis a la vista en tu cuello la marca del diablo que se te dará esta noche.
3. Como ser sin alma que ha jurado dar su vida al servicio de nuestro Señor, hoy tendrás como dueño al portador de este mensaje.
4. Un esclavo obedece a su dueño.


No habían más palabras, nada más que el sello de lacre, con aquel discreto símbolo desconocido para el mundo entero menos para los condenados, clero e inquisidores.
Arabella miró con sumo interés al mensajero, era claramente un vampiro que la observaba con aquella aura pálida y espectral que flotaba etérea a su alrededor. Pronto vería más de esas y bien sabía que ninguna sería igual, porque tal como los humanos inquisidores, cazadores o del común, gitanos, cambiantes y hombres lobo, sumado a la cantidad inmensa de criaturas de la noche, todos los vampiros eran diferentes.

Alumbrada por la media luz de sus candelabros, con las cortinas cerradas a pesar de que afuera comenzaban ya a darse los primeros tímidos rayos de la joven madrugada, así pasó la yemas de sus dedos por la superficie del vestido que tal cual lo decía la carta había sido puesto en la mesa frente a ella. El tejido era hermoso, lo que le pareció más curioso fue el color. Blanco virgen. - ¿Lo ha elegido usted, amo?- volvió los ojos a su silencioso acompañante con una inocente sonrisa, esas que le salían fácil y bonitas. Sin palabras él asintió, sin poder ocultar la suya, pero no había inocencia ni falsa ni cierta, ella tampoco esperaba que existiera, pero si encontró curiosidad y gusto por el título que acababa de darle.

- È bellissimo.- dijo agradecida. - In te sembrerà ancora più bello.- la respuesta que recibió en su idioma natal le hizo escapar una sonrisa, esta vez sincera y amplia, también un sonrojo en las mejillas. ¿Qué ente no se sentiría feliz de tener sirvientes a merced de adorarle y complacerlo? ¿Acaso no se sentiría feliz un vampiro con esclavos? ¿Y él? ¿No se sentiría emocionado de deber probar su sangre? ¿De alimentarse mientras trabajaba?

Quizás, pensó la italiana, era de esos condenados que en verdad intentan reconciliarse con la religión, reencontrarse con la fragilidad y vida perdida. Quizás, aunque no era lo que percibía en él, ambos se parecían y aunque no preguntaría porque era costumbre no mezclar sus vidas más allá de lo debido, se sentía tranquila, acompañada. Porque sí, era cierto que disfrutaba con prudente placer de sus misiones, era consciente de que del lugar al que irían, era probable que no regresara.

Era la primera vez que un vampiro se alimentaba de ella. No tuvo miedo y por eso negó el recibir la hipnosis que se le fue ofrecida por su compañero, pero la leve zozobra de que no pudiera detenerse y terminara desagrándola por completo existió, hasta que los colmillos de él liberaron su cuello. Todo el rito fue agradable, una sensación sin ninguna duda placentera y la hechicera pudo entender porque muchos se entregaban a tales cadenas.

Él ofreció su sangre para devolverle las energías robadas, ella la rechazó, descansaría un poco junto a su amado sobrino, se revitalizaría con un largo baño entre plantas y magia, tomaría un poco de alguno de sus brebajes junto al recitar de un conjuro, volvería al cuarto de Emanuelle y besaría su frente después de contarle un largo cuento sin permitirle hartarse de ella, todo para y por si no volvían a verse en aquella vida.
Y así procedió a hacerlo, luego de ofrecerle un cómodo cuarto a su huésped vampiro, uno bañado por la más absoluta oscuridad para esperar la noche.

En la noche aún se sentía un poco débil, nada de que asustarse y que esperaba no fuese un obstáculo en caso de necesitar usar su magia. En compañía del olor a lirios que su sierva y maestra samorí le había entregado al nacer, esperó dentro del carruaje la mano que le ayudaría a bajar del coche. Hoy tenía dueño, recordó y quiso esconderse en la seguridad de lo que eso podía significar, hoy tenía un compañero por quién velar y que velaría por ella. ¿No era acaso eso bonito?¿un inmenso bálsamo protector?

Al bajar, allí estaba ante ella el monstruo más pálido y esplendoroso que hubiese visto en su vida. Una construcción antigua, que gritaba muerte a todos los humanos, gritaba duro y a la vez susurraba, invadiendo todo su ser incluso su mente. En vez de huir, se mantuvo fuerte y miró a quien era su amo, le sonrió con dulzura y él envuelto en su elegancia innata caminó lleno de prepotencia delante de ella, dejando con claro como buen actor, quienes serían los dos para el mundo de las tinieblas en aquella jornada.

Los dos puntos frescos en el cuello de la pelirroja marcaban que era un objeto. ¿Acaso ya mismo no lo era? ¿De las circunstancias en su vida, de la iglesia, de la tragedia? Los dos puntos que si los rozaba le dolían levemente, fueron la llave para ingresar. Ojos se clavaron en ella, algunos pudo ignorarlos y otros miró sin poder evitarlo y sin timidez, había lujuria y hambre; pasos se detuvieron ante ella; energías la rozaron y algunos pensamientos se mostraron en su mente dejándole ver lo que le sucedería si llegaba a perderse. Siguió la ruta de su compañero -amo al segundo piso hasta uno de los palcos.

Al sentarse sintió que por ahora estaba segura, en la privacidad ambos condenados podrían observar, esa era la tarea de hoy, por la que correrían riesgo siendo soldados sustituibles. El frío que hacía iba más allá del verano que llegaba a París.
Durante la obra la pelirroja a veces dirigía su mirada al escenario queriendo perderse en la belleza de toda esta, pero debió conformarse con dejarse acompañar por la hermosa voz de las sopranos y los barítonos mientras trabajaba.

Tantos rostros, tantos vampiros y vampiresas, humanos y humanas que desfallecían la mayoría entre los abrazos de sus verdugos. Y para la Inquisición, todos ellos eran blancos para la hoguera. Arabella se imaginó un gran campo lleno de gritos con la muestra del amanecer y piras humeantes que pronto se vuelven cenizas.
- Arabella...- fue el primer susurro, el que creyó que era una ilusión. Guardó silencio y nada, solo la música de otro mundo en sus oídos, más otros susurros que no le decían nada.

- Arabella.- tan solo unos segundos y volvía a escucharlo.
- Dígame, amo.- giró a su compañero, seguro él habría sido. Pero hubo sorpresa en los ojos que la miraron a su lado. No, él no tenía ni idea, ni nada que decirle por ahora.
La italiana volvió a sonreír confusa para negar con la cabeza y continuar observando los palcos a su alrededor, también la planta baja. ¿Era el lugar del que manaba tal poder?¿Todos los humanos como ella sufrirían tal hechizo?

- Arabella Gonzaga, ¿acaso has venido a verme?- frunció el ceño y si la piel de su cuerpo no se hallaba ya erizada por la emoción de estar en un lugar prohibido y peligroso, ahora fue el momento, sus manos se cerraron sobre los brazos metálicos de la poltrona en la que se hallaba sentada y buscó la siguiente pista, esa que le dijera que no estaba loca.
 


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Mensaje por Astaroth Jue Sep 13, 2018 4:36 am

Las primeras luces artificiales comenzaban a prenderse en las ornamentadas y cuidadas farolas dispuestas a lo largo del laberíntico entresijo de calles que formaban la ciudad de París. Comenzando a moverme inquieto por la habitación que tenía arrendada en un pudiente hotel de la capital francesa opté por, finalmente, descorrer una de las tupidas cortinas de paño que impedían eficazmente el paso de los rayos del astro rey en mis momentos más delicados. Una noche más se cernía sobre los edificios de una hermosa ciudad que poco tenía que envidiar a otras urbes europeas, donde sus ciudadanos paseaban tranquilamente tras una larga jornada laboral, aprovechando un atardecer estival que de no haber estado muerto probablemente yo también habría degustado. Pero para mí solo era una noche más que sumar a mi eterna existencia; una noche lejos del alma de mi amada donde dolorosos recuerdos volverían a mi mente de nuevo; arrebatándome la poca humanidad que me quedaba, si es que todavía existía un ápice de ésta. Retazos de imágenes que me acusaban a diario desde hacía milenios de la trágica muerte que había sufrido mi alma gemela y que sabía que me acompañarían cada noche durante el resto de mi existencia. Al menos hasta que lograse encontrarla de nuevo; tal vez entonces esas pesadillas estando despierto terminarían.

Sin demasiado entusiasmo por lo que pudiese depararme el destino aquella noche, coloqué una fina capa negra de raso sobre mis hombros, que haría juego con la indumentaria que portaba, propia del lugar que había escogido para pasar aquella velada. Llevaba alojado en París varias semanas, frecuentando tabernas y locales donde otros de mi condición hablaron en numerosas ocasiones de un Teatro de Vampiros ubicado en el centro de la ciudad. En un principio me sentí reticente a asistir a una obra teatral donde ingenuos humanos presenciaban como otros demonios de la noche devoraban a sus congéneres en su presencia, creyendo absurdamente que era lo marcado por el guión y que todo era fruto de una buena actuación; más el aburrimiento y la curiosidad por comprobar la estupidez de los humanos, me hizo la noche anterior encargarle al recepcionista del hotel que me consiguiese una entrada para asistir a la actuación de la noche siguiente.

Auras de todos los colores presenciaban el inicio de una obra que si bien era conocida para mi persona por haberla visto ya en varias ocasiones en otras ciudades, estaba seguro que verla representada por inmortales sería como mínimo digno de admirar. Desde uno de los palcos reservados para los inmortales, y más atento a lo que sucedía en la platea, donde la mayoría de humanos estaban localizados, que al escenario en sí, dejé que mi mirada recorriese cada rincón de aquel extraño lugar. Era curioso que las autoridades todavía no se hubiesen percatado de las repentinas desapariciones que tenían lugar en el mismo tras cada función, incluso durante la misma. O tal vez lo único que hacían era mirar hacia otro lado por una considerable suma de monedas.

Esbocé una pícara sonrisa cuando de pronto uno de los rostros que visualicé me resultó del todo familiar, aunque no el ser que la acompañaba. Aquella preciosa carita pecosa y ese cabello rojo como el fuego eran inconfundibles, y a pesar de que era tan solo una niña la última vez que la ví, estaba seguro que se trataba de la hija pequeña del que había sido dueño de los viñedos Gonzaga. Una tragedia familiar había asolado a aquella peculiar familia italiana de renombre, más poco más sabía y tampoco es que me interesase demasiado la pobre existencia de unos humanos.

El aura fuerte de aquella niña que por lo visto se había convertido en una experimentada hechicera, iluminó aquella noche en la que pensaba que todo sería desazón y aburrimiento, en un proyecto de diversión nocturna. ¿Y qué mejor forma de comenzar que confundiéndola mentalmente? Aquel vestido blanco escogido con acierto embellecía el color de su suave piel, y resaltaba las peculiaridades de la joven pelirroja que confusa tras mis primeras intromisiones en su mente donde tan solo la llamé por su nombre, movía la cabeza desconcertada en busca del origen de éstas. Podía sentir su miedo, incluso en la distancia que nos separaba desde un lado a otro del teatro, podía escuchar los latidos de su ajetreado corazón.

Una sonrisa ladina se dibujó en mis labios, dispuesto a continuar con aquellos susurros que parecían haberla descolocado por completo.- No temas, no voy a hacerte daño.- pronuncié en tono neutro, en una afirmación que tan solo ella era capaz de escuchar.- Al menos no de momento.- añadí instantes después, acompañándola de una siniestra carcajada que sabía que provocaría en ella el temor que ocasionaba en otros mortales. Realmente la muchacha era hermosa, demasiado para no saborearla al final de aquella noche.


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Mensaje por Arabella Gonzaga Lun Sep 24, 2018 6:54 am



Las palabras que el vampiro colocó retumbando en su mente hicieron que entrecerrara los ojos bajando la mirada en busca de alguna solución, que su ceño se frunciera por la sencilla realidad a la que momentáneamente llegó.
Estaba débil en una cueva de lobos y entre lobos era claro que sí usaba sus poderes de la manera más obvia, terminarían despedazándola y junto a ella, a su compañero. ¿Qué sería de Emmanuelle? Quedaría solo en un mundo de aves de rapiña y siendo sólo un pequeño con una inimaginable fortuna era seguro que terminará la maldad tragandoselo por completo.
Una risa cavernosa, salida de la más profunda oscuridad volvió a invadirla, resonando en su cabeza con su eco. Las paredes, habitaciones y rincones más profundos de su mente fueron violados.
Se sintió desnuda, sentada en medio de un gran salón, rodeada de miradas que se escondían entre las tinieblas que la rodeaban y susurraban futuros trágicos inimaginables.

"Al menos no de momento..."
Cuándo sería el momento...

Sin saber si el vampiro a su lado reconocía algo, habiendo percibido lo que le estaba sucediendo o si conocía a la bestia que la acechaba entre los palcos que como tumbas de elegante dorado y escarlata simulaban una colmena que ascendía hasta los cielos, lo miró con la mente aún llena de pensamientos.
¿Estaría ocupando su propio mausoleo?¿El daño que deseaba hacerle iba hasta asesinarlo? Lo que más le daba aquella sensación de sosiego era descubrir que él la conocía, su apellido, su nombre, su rostro y su presencia allí. Mordió su labio inferior por la impotencia.

Su compañero inquisidor vigilaba uno de los lugares frente a ellos donde se encontraban dos damas de aura pálida, vampiresas calculó Arabella con desencanto, era una pena que la voz que invadía su cabeza fuera claramente la de un hombre. Era aún más penoso que no supiera de dónde venía. ¿Debería contarle y pedir su ayuda?
No, no aún.
Un último recorrido por la parte del teatro que se abría ante sus ojos, comenzando por el escenario donde siluetas sepulcrales de negras y satinadas túnicas vigilaban sumergidos en el acto las primeras hileras de público, la música solo les otorgaba un terrible y perfecto acompañamiento que antecedía a su caos... ¿Cuándo llegaría la muerte?

Se deshizo de lo hipnotizante de la estática escena, deslizando sus ojos por los palcos que ya ligeramente reconocía.  Algunos destacaban más que otros. Un vampiro acariciando los cabellos dorados de su pálida esclava de sangre y el sonrojo juvenil en sus mejillas, las dos vampiresas que disfrutaban con sonrisas de una conversación entre coqueteos, el vampiro solitario que pedía una copa...¿sangre o vino? Suponía que sangre, el joven que yacía débil sobre el regazo del vampiro de ojos brillantes; se le erizó la piel. Sí...¿Cuándo llegaría su muerte?
Con un suspiro pesado y profundo ladeó una sonrisa.

¿Cuándo había pensado en dejarse morir tan fácilmente? Si bien las ideas sobre pasar al siguiente nivel del ser como su familia la habían acechado en las noches tal susurrantes y ociosos fantasmas desde hace años, la idea de verse derrotada y de ser una cobarde nunca había ido con ella, por lo menos no antes de tomar venganza y todo por su familia.
Por fin estuvo dispuesta a romper con su silencio y aún así, entre ambos siguieron sobrando y faltando las palabras. - ¿No le han dicho que es de mala educación entrar en la mente de los demás, Cavaliere?- regresó sus ojos al escenario. - Yo no acostumbro a hacerlo, pero ya que usted ha tomado la iniciativa invadiendo lo ajeno, me permití entrar yo también en sus tierras.- lo que sucedía en la obra le era indiferente.

No había ausencia de temor, tendría que ser una loca si así fuera, era respirar profundo, mantener la cabeza fría así como el corazón, seguir sus sentidos y alimentarse de la situación con humor negro y desfachatez de esa italiana que tanto le sobraba, quizás eso había sido lo bueno de todo lo que le había sucedido a su familia ante sus ojos y lo que vino después de perderlos, miles de responsabilidades incluido un bebé siendo hasta ahora una niña entrando en la adolescencia. - Le daría una gloriosa  bienvenida, pero a parte de lo esencial tampoco me gusta no conocer al visitante. Y de usted no tengo ni siquiera un rostro o un nombre con el cual emocionarme o recordarle como parece usted me recuerda. - enderezó sus hombros cuál pavo real pegando su cuerpo al espaldar del asiento cruzando las manos sobre su regazo.

Dio un último vistazo, esta vez mucho más sutil, un instinto la hizo tener la sospecha de ya haber ubicado un lugar y a uno de los espectadores como el origen y culpable  de aquel suceso que tomaba como un claro y violento ataque. - Me temo que no podrá lastimarme, mi Amo me acompaña como de seguro ya pudo ver y sentir. Además, no soy tan dócil.- Para Arabella no había nada más invasivo que el traspasar los claros e íntimos pensamientos, que caminar por los laberínticos pasajes de la mente de cualquier ser y sobretodo de los suyos.
Era a ese tipo de seres que buscaba la Inquisición y ella misma lo llevaría ante ellos, podría decirse que ya comenzaba a tornarse...personal.

- Aún así me gustaría conocerlo. ¿Podría dejarse ver ante mi? Una seña basta, sutil o pomposa, da igual para el mismo final.- el deseo si bien llevaba escondida una clara intención, tenía la natural curiosidad e interés de la bruja joven y temeraria.  
 


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Mensaje por Astaroth Dom Sep 30, 2018 5:54 pm

Estrepitosos aplausos llevados a cabo por los ciegos humanos que observaban la obra desde la platea, dando por hecho que todo lo que sucedía  sobre el escenario era una magnífica interpretación de los actores,  me distrajeron ligeramente durante unos segundos del contacto mental que mantenía con la joven hechicera, otorgándole durante este tiempo  un pequeño respiro. Sin duda alguna aquella mujer era una caja de sorpresas, y tal vez debería advertirle que podía leer su mente; más aburrido como estaba con la dichosa representación, y suponiendo que todavía querían unos cuantos actos más pendientes que soportar,  opté por continuar con ese juego siniestro y rebuscado  que  sin duda era mucho más entretenido que lo sucedía sobre el escenario.

Fingiendo interés por la obra, la pequeña de los Gonzaga dirigió su mirada hacia el lugar donde iluminaban los focos, mostrándose de pronto recelosa con su intimidad al sentir como sin su consentimiento me introducía en sus pensamientos. Tal vez debería contestar alguna de sus preguntas, más hacía demasiado que no daba explicaciones a nadie, mucho menos a una esclava humana. – Me han dicho demasiadas estupideces durante mi larga existencia, es imposible recordar todas. Más no se preocupe, esta me la anotaré para que no se me olvide por si en algún momento me resulta útil.- reí sarcásticamente en el interior de su cabeza, tomándome su amenaza como una pataleta de niña malcriada.

- Adelante mademoiselle, investigue lo que quiera si es eso lo que le  divierte;  aunque no se lo aconsejo si es cierto que pueda hacerlo. Podría tener pesadillas el resto de su vida.- mi mente era un pequeño caos donde dantescas imágenes de recuerdos pasado podrían hacer vomitar al cazador más valiente. No era un simple vampiro, portaba a un demonio en mi interior como recuerdo de haber vendido mi alma al mismísimo Satanás; y como tal, mis recuerdos eran claros retazos de un maldito infierno, donde humanos descuartizados, mujeres desangradas y las atrocidades más descabelladas que cualquier mente enferma pueda imaginar.

Las tonalidades de su aura fueron cambiando ligeramente a otros más suaves. La hechicera estaba consiguiendo templar sus miedos, y reprimir sus impulsos más primarios, algo digno de admirar en una mujer, y mucho más siendo humana. – No se preocupe, podré sobrevivir sin que me dé la bienvenida o recuerde mi nombre después de este encuentro. – dar información sobre mi persona al perrito faldero de la Inquisición sería de género tonto, y si continuaba con vida es porque me había andado con cuidado con esta parte del clero.- Sin embargo le contaré algo, cuando erais apenas una niña preciosa de cabellos rojizos resultábais mucho más divertida que ahora, volviendo loco a vuestro padre con vuestras ocurrencias.- lo poco que conocía de la joven fue en una visita que hice a los viñedos que portaban su apellido, donde un hombre todavía fuerte me atendió cordialmente, excusando a su hija que no paraba de corretear entre nuestras piernas, jugando con un pequeño cachorro de perro de caza.

Era consciente de lo que aquella revelación causaría en la joven hechicera. Un recuerdo de su niñez después de todo lo que había sucedido podría obligarla a bajar de nuevo sus defensas frente a mí; mientras esto sucedía, decidí jugar un poquito más ya que me había propuesto divertirme esa noche.-  Su Amo no podría levantar un dedo contra mí, es decisión suya si desea continuar siendo su esclava o permitirme que la libere. Nadie se dará cuenta, seré rápido y eficaz.- no eran celos lo que sentía, me importaba más bien poco si el vampiro tenía sometidos a aquellos estúpidos humanos, pero por alguna razón me molestaba que una mujer tan especial estuviese bajo los deseos de un cretino así. Yo era mucho más antiguo, además que tenía a mi otro yo deseando hacer de las suyas. Sería cuestión de segundos que si lo desataba, terminase con el problema de la joven.

-Acabáis de convencerme con vuestras súplicas, más preste atención porque solo lo verá una vez.- apunté concentrándome para hacerle aparecer en su mente una imagen de mi persona, al tiempo que sentiría que era aquello que me poseía, la esencia de Astaroth, el demonio.- ¿Sabe ya cuál es mi nombre, cherie?- escapó de entre mis labios una risa de ultratumba, ya que no era solo yo quien estaba disfrutando con aquel juego, sino ese ser oscuro que habitaba dentro de mí también estaba presente. Habían leyendas sobre mí, donde la mayoría de sobrenaturales y humanos entendidos en la hechicería la conocían.

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