· The Queen and the Wolf · |The past| Flashback

por **Irïna K.V. of Hanover** Sáb Ago 18, 2018 7:57 pm

A veces, mantenerse firme en las decisiones no resulta tan sencillo como se piensa en un principio. A la edad de quince años, y a pesar de que había escuchado la típica frase de "tienes toda la vida por delante para tomar decisiones y cometer errores", Irïna era perfectamente consciente de que las personas de su vida, tanto su familia, como aquellos que estaban encargados de su "cuidado", no iban a permitir que tomara decisiones, ni mucho menos que se equivocara, con mucha mas frecuencia de la que estaban dispuestos a admitir. Que la joven princesa siempre había sido muy celosa de su intimidad, y prefería saberse (y sentirse) independiente no era un secreto para nadie. Tenía el carácter audaz de su padre, después de todo, y eso sumado a su curiosidad y a la aguda inteligencia que brillaba en sus ojos cada vez con más intensidad, hacía que las ocasiones en que aceptaba consejos de otros, sin importar la buena fe tras ellos, fueran cada vez más escasas. No era algo que hiciera de forma intencional, ni siquiera conscientemente. Podría decirse que era una reacción de su subconsciente: dado que los pasos que debía seguir en su vida, su mismísimo destino, ya había sido elegido por ella sin que nadie tuviera intención de escuchar su opinión al respecto, esa parte infantilmente tozuda de su persona aprovechaba cualquier ocasión para contradecir a los demás en todo cuanto le era posible.

Ellos decían blanco, y ella escogía el negro. Ellos decían no te muevas, ella se echaba a correr. Ellos decían ten cuidado, ella desconectaba su buen juicio y se lanzaba a situaciones que, de haber meditado un momento, jamás se hubiera atrevido siquiera a intentar. Cuando adoptaba aquella actitud siendo aún una niña, la mayoría de las voces que se alzaban al respecto eran para decir lo graciosa que era, lo lista que parecía... pero también lo problemática y difícil de manejar que sería cuando creciera un poco más. Sus padres reían ante aquellas previsiones de futuro, como si realmente no hubiera nada por lo que preocuparse.

La llegada de la adolescencia les probó que estaban bastante equivocados en aquello de no preocuparse. Cuando eres un niño, aunque quieras contradecir a tus mayores, sólo tienes una mentalidad y un abanico de posibilidades muy limitado en cuanto a acciones se refiere. Como escapar de las sesiones de tutoría con sus profesores para irse a jugar al jardín. Cosas por el estilo, insignificantes. Que no suponían un peligro real, o provocarían daño a largo plazo. Pero a medida que creces, que maduras, y especialmente en su caso, te vuelves más lista que muchos de los que te rodean, las cosas se complican bastante y no es tan difícil que se salgan de control. No es que Irïna fuera dada a causar problemas, per se. Había sido educada y criada por dos personas que le transmitieron valores y una moralidad muy sólidas, así que jamás haría nada que supusiera lastimar a otros, o provocar algún tipo de problema en su país. Pero en lo que respectaba a las relaciones que mantenía con otros, en su conducta como princesa o en sus escapadas... Ah, pronto no sólo fue complicado manejarla, sino que se hizo imposible.

La decisión más drástica que tomaría en su vida, sin duda, sería el marcharse a continuar con estudios superiores a otro país, sin permiso previo de sus padres al principio, simplemente porque creía que eso iba a ser lo mejor para ella. Nadie iba a juzgarla por querer aprender más, o por desear crecer como persona para así convertirse en un gobernante digno algún día, pero en la inestabilidad política de la época, que la única heredera al trono se escabullera y marchara a otro país, sin escolta, sin vigilancia ni protección, era simplemente una idea terrible. Pero como se habían opuesto tan rotundamente a ello, más ganas tenía de hacer precisamente eso.

No obstante, probó a muchos, incluido sus padres, que era más capaz de cuidarse de sí misma de lo que otros pensaban (el tiempo le quitaría la razón, por supuesto, pero esa es otra historia). Tal y como quedó patente cuando, en una de las pocas ocasiones en que regresó para visitar mientras seguía aprendiendo, todos se vieron maravillados de lo mucho que había cambiado y madurado en tan poco tiempo. Lorick (¡ah! ¡ese maldito cabezota!) incluido.