Danser pour moi | Privado

por **Jordan O'Shea** Sáb Dic 15, 2018 12:26 am

En buena ley se había ganado ese lugar y la verdad era que, aunque recién estaba conociéndolo, ya lo disfrutaba. ¡Estaba tan orgulloso de tener al fin algo de lo que alardear! El Cabaret de París ahora le pertenecía a Jordan O’Shea según lo que los papeles certificados decían, pero Jordan era un hombre muy trabajador y perfeccionista y por eso desde el primer día tenía manos a la obra allí.

Había hecho muchas cosas en poco tiempo, como pintar las paredes de un nuevo color mucho más cálido, mandar a cambiar las sillas y mesas e importar nuevas bebidas… pero se había dejado para el final una muy importante: conocer a las bailarinas. Allí estaba entonces, frente a ellas con una canasta llena de flores y acababa de presentarse como su nuevo empleador, asegurándoles que no hacía falta que lo llamasen por su apellido, sino que podían tratarlo con confianza y decirle simplemente Jordan.

-Como habrán visto, hace dos semanas que las cosas están cambiando aquí –dijo mientras ellas, sentadas en el escenario lo miraban. Jordan se acercó para regalarle una flor a cada una y poder sonreírles mirándolas a los ojos-. Algunas lo han visto como unas vacaciones, otras se han sumado a ayudar en las refacciones… pero en estos últimos días el cabaret permaneció cerrado para que podamos abrirlo a lo grande, estrenando los cambios.

Cuando llegó a la última de las mujeres algo en ella le llamó la atención: era como él, estaba frente a una cambiante, podía verlo en el color de su aura. Jordan se sorprendió y por un momento no supo cómo continuar su discurso que tenía como objetivo ganarse el cariño de aquellas damas, dado que sin ellas no existiría aquel sitio.

-¿Cómo te llamas? –le susurró, sin poder quitarle la mirada, y le entregó la canasta entera con todas las flores que le quedaban, total ya le había dado una a cada una de las otras-. Quiero decir… Ya me aprenderé el nombre de todas, les pido paciencia –se alejó para volver a hablarle al grupo en general-. ¿Qué les parece si me muestran algún baile?

Fue a tomar asiento en una de las nuevas sillas, mucho más cómodas que las anteriores –paradójicamente las había donado a una pequeña iglesia de las afueras de la ciudad, ubicada en una zona muy pobre, que no contaba con bancos- y desde allí las observó moverse. Las arengaba gritándoles halagos, pero todo era falso pues solo tenía ojos para una sola de las bailarinas, la cambiante. ¿Qué hacía alguien como ella allí? Se juró que se lo preguntaría, en cuanto dejasen de bailar le pediría un momento para hablar a solas.