¿Crees acaso eso posible? [Zíngara Maráh ]

Después de una noche mágica, Kristof Von Garvel salía del cementerio para volver a su hogar, a su mansión en la que tenía a toda su servidumbre y que cuando llegaría se metería en su habitación para encontrar de nuevo aquella soledad que tanto le agradaba. Podría revolver entre las tripas de las ranas que tenía en el laboratorio hasta llegar a vomitar a las altas horas de la noche. Encorvado con las manos en los bolsillos, Kristof andaba por las carpas del circo gitano que en esos días, estaban siendo una aventura para los ciudadanos de París. Él no era un ladrón, pero un hombre de buen ver, al parecer se había olvidado de su billetera en el suelo frondoso de hierba verde, no pudo evitar acercarse a coger el paquete y guardárselo en el bolsillo disimuladamente como si no hubiese pasado nada. Sonrió de lado a lado al ver que no se había dado cuenta, la noche al parecer iba a terminar de buena manera. Bellezas y Zíngaros correteaban por los campos del circo con serpentinas, colores y haciendo demás malabares alegremente como si no hubieran visto el mal en su corta vida. Él si lo había visto, pero al parecer para la gente, todo era mentiras y Kristof se canso en escuchar “No te creo” “no me lo creo” o cosas similares que a veces llegaban a irritarle demasiado la paciencia. Comenzó a morderse las uñas poco a poco, a modo de impaciencia, algo que le hacía estar inquieto lo cual no sabía porque le pasaba eso. Intento calmarse al pasar su mano por su cabello oscuro hasta posarla de nuevo junto con su otra mano y empezar a jugar con ella distraídamente mientras iba mirando de lado a lado, de carpa en carpa a ver dónde estaba la salida. Dios santo, el campamento, el circo era en si un sitio enorme para encontrar algo tan importante. Se paró delante de un puesto de manzanas al ver que su cabeza comenzaba a girar sobre sí mismo, en zigzag, como si estuviera en un tiovivo de colores y rayas blancas y rojas. Se sentó en un banco de madera con sumo cuidado, sacó su pitillera y comenzó a fumar lentamente, calada por calada hasta que se quedo mirando a una joven que podría ser su hermana pequeña. Recordó a Arabelle y enseguida su nerviosismo prematuro a la desesperación se fue en 0-coma. Esa rubia la cual le sacaba sonrisas a ton ni son...Siguió mirando a la joven fijamente mientras realizaba alguna clase de danza, la cual no sabía donde catalogar la habilidad de la gitana. Puso su mirada en las estrellas y en realidad volvió a mirar hacia la gitana y a un puesto de manzanas de caramelo. Maldita sea, no podía con los azucares, no los toleraba y aun así los comía a escondidas y bueno estaba solo, así que nadie podría decirle nada. Se levanto hacia el puesto de las manzanas de caramelo y compro una que tenía una pinta deliciosa. Se alejo del puesto unos pies y lentamente, mordió la manzana a cámara lenta como si chocolate fundido entrara por su boca. No pudo evitar gemir para sus adentros, estaba riquísima la manzana, así que siguió mordiendo la manzana, hasta que llegado en un minuto al segundo bocado y cuando miro a la gitana de nuevo, tuvo que andar a otro lugar, pues no le gustaba que le mirasen cuando comían. Anduvo un buen tramo de circo hasta encontrar otro banco de madera. Se sentó en el banco y lentamente mientras mordía la manzana, miraba a todos los lados buscando la salida. La manzana estaba deliciosa y cuando parecio ver un cartel borroso, que por lo que pudo intuir, podría ser la salida. Se levantó del banco y ando camino recto hasta donde le dirigia el cartel y en efecto logró encontrar la salida por fin, pero un presentimiento hizo girarse sobre el sitio.