beyond the invisible
luciano tornabuoni — teatro
Desde el momento en que aquella misiva había llegado informándole acerca de la existencia de Alastor Dantès, Gisselle no podía dejar de sentirse intranquila. Y no, no era por el hecho de tener a alguien que hiciera de guardián (algo bastante común tratándose ella de un miembro de la nobleza); eso la tenía sin cuidado. El motivo real de su inquietud era Luciano, su esposo. En realidad, él había sido quien contratara a Alastor para seguridad de ella como de Olive, algo que a Gisselle le parecía medio absurdo tratándose de una vampira de más de mil años de existencia. Sin embargo, bien conocía a su marido y sus decisiones no eran por mero azar. Eso fue lo que más le dio vueltas en la cabeza durante varias noches; le intrigaba toda la situación. Lo peor, es que pese a sus responsabilidades en Italia, no podía trasladarse a Florencia tan pronto como pretendía.
Fue entonces que, en su espera por respuestas, otra carta llegó a sus manos. De alguna manera le tranquilizaba tener noticias de Luciano, aunque las que llegaron no eran precisamente las que esperaba. El corazón le dio un vuelco en su pecho cuando leyó atentamente las palabras que le dedicó su marido, y aunque por una parte se alegraba, por otro lado le generaba cierta preocupación. En ese instante Gisselle encontró más motivos para seguir rechazando la sangre que corría por sus venas. Se sentía impotente e incapaz de poder hacer mucho más allá de continuar huyendo como una cobarde. Aun así, no iba a rechazar la petición de él de que se vieran. El único problema era dejar a Olive, pero bien sabía que Alastor cuidaría de ella, así que no hubo mayor problema.
Así pues, después de haber preparado todo para que la niña estuviera segura, la inmortal se dirigió al teatro sin darle explicaciones a nadie (agradecía que Luciano hubiera elegido un lugar discreto para encontrarse, a decir verdad). Una vez ahí, condujo sus pasos hasta uno de los palcos. Al llegar ahí, se detuvo unos segundos antes de adentrarse en éste. La presencia de Luciano era portentosa, única.
No tuvo necesidad de anunciar su llegada, pues él ya lo sabría de antemano. Ambos eran capaces de percibir estas cosas sin necesidad de acudir a las palabras, era uno de los detalles que hacían única su relación, aunque en ese momento Gisselle sentía que había defraudado la confianza de su esposo.
—Lamento la demora. Fui difícil convencer a Olive de que no viniera conmigo; ya sabes cómo es —añadió apenas y cruzó el umbral que separaba el interior del palco del pasillo—. Siempre eliges la mejor vista, como siempre...
Se sentó a su lado, fijándose en la presentación que acontecía en ese momento. Pero no era aquella el objetivo de sus pensamientos sino el silencio sepulcral de su compañero, aun así, ella permaneció impasible en su lugar a la espera de lo que Luciano pudiera decirle tras su regreso.
—¿Por qué tan callado, querido? —preguntó finalmente, esta vez, mirándolo fijamente—. Para haberme pedido que no trajera a la niña conmigo, ha de ser muy serio el asunto a debatir.
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