Candy Al-Fahaeled Terminada

Puede tener una sonrisa en el rostro, pero sus ojos jamas demostraran calidez ante desconocidos o que la insulte de cualquier forma posible: directa o indirectamente.La dulzura hace décadas que dejo su cuerpo y ahora solo se puede ver una mascara de frialdad e insensibilidad en su rostro siempre joven.Sus ojos siempre miran directamente a los de las personas cuando hablan, por lo que suele intimidar a todos con su mirada penetrante.
Cuando su sonrisa aparece en sus labios, a pesar de ser bella, no demuestra ningún tipo de sentimiento, como si en su pecho no hubiese un corazón.

El hecho de no mostrar casi nunca sus sentimientos no significa que no los tenga. Su vena sentimental y protectora sale a flote cuando se encuentra con algún niño perdido o en apuros, logrando esto que no se lo piense dos veces antes de ir a rescatarlo o ayudarlo si lo necesita.
Cuando se trata de un amigo o ser querido y cercano, también brinda su ayuda aun cuando no es dada a dar muestras de afecto. Su forma de acceder a las peticiones de los demás es peculiar, respondiendo a estas con un simple "Haz lo que quieras..." o algo con un significado similar, pero que en el fondo deja entre ver que pueden contar con ella.

Seguramente es una estupidez decir que no siente amor-pues todos lo sienten, lo sepan o no-pero es cierto.
Ella carece de ese sentimiento que muchos llaman "amor"
Pasión,lujuria,deseo...son sentimientos que ella conoce y deja que la devoren cuando se hacen presentes en ella, pero jamas a sentido amor hacia nada o nadie.¿Puede sentirlo?Seguramente solo con alguna persona que la conozca a la perfección y la acepte con sus virtudes y defectos.¿Se dejaría consumir por la llama del amor?Probablemente si, si alguna vez logra conocer al sentimiento de primera mano.

El 23 de Abril de 1698, en la hermosa Venecia nació justo a las doce de la noche una hermosa niña de profundos ojos azules a la que sus padres llamaron Candy en honor a su hermosura ya notoria desde el mismo momento en el cual pudo ver el mundo por primera vez.
Durante sus primeros años de vida, viajo junto con sus padres por toda Italia al igual que Londres por el hecho de que su padre había vivido allí antes de mudarse a Venecia.
Tratada como una princesa, todo cuanto deseaba se le cumplía, aunque extrañamente ella poco pedía nada mas que el hecho de que sus padres la llevasen con ella en sus viajes, algo que siempre se les hacia realidad... hasta el 9 de Diciembre de 1703.

"-Pero quiero ir-replicaba la niña de largos cabellos castaños mientras lloriqueaba entre los cálidos brazos de su abuela, que la cargaba mientras los padres de la pequeña se despedían de ella con sonrisas dulces.
-Esta vez no cariño, pero te prometo que volveremos pronto-fueron las palabras dulces que su madre le dedico a su hija, en un intento de tranquilizarla para poco después salir de la mansión que pertenecía a su madre para reunirse con su marido fuera del hogar.
La niña seguía llorando, en aquellos momentos lo único que quería era estar con sus padres, pero tal parecía que aquel deseo no se le iba a cumplir, por lo que en poco tiempo se quedo completamente dormida en los brazos de su abuela.
A la mañana siguiente fue cuando la terrible noticia llego a los oídos de la niña.
Sus padres habían muerto, por que un vulgar ladrón había decidido ponerle fin a sus vidas por su dinero y joyas, las cuales no eran muchas.
Aquella noche fue cuando empezó la nueva vida de Katherine."

Los siguientes años en la vida de Candy fueron felices gracias al amor que su abuela le daba, dejando el olvido a sus padres, mas siempre manteniendo los presentes en su corazón.
A los 17 años, se había convertido en una joven de belleza notoria e hipnótica mirada azul que enamoraba a los hombres.
Su abuela, una mujer que siempre intentaba hacerla entrar en razón cuando de llevar a cabo sus planes se trataba, buscaba un buen marido para su nieta pues deseaba verla en buenas manos antes de que ella tuviera que reunirse con su hija y yerno en el mas allá, pero la tozudez de su nieta hacían que aquella sencilla tarea se volviese un completo desafió.
"Me casare por amor, abuela y no por conveniencia" era todo lo que salia de los labios de la joven cuando aquel tema se tocaba, aunque siempre con su sonrisa en los labios, como si aquello no fuera nada mas que una simple charla de las muchas que tenia con su abuela sobre temas triviales.

Su vida en cierto modo era perfecta, aunque ella prefería llamarla "una vida divertida" pero una noche todo cambio....

"Volvía caminando a su casa desde la de su mejor amiga, la cual la había invitado a una fiesta que celebraba en honor al hecho de que se comprometía con el hombre al que amaba desde los quince años, y en la cual se le había olvidado la hora que era hasta que el reloj del gran salón marco las once de las noches, lo cual indicaba que ella debía volver a su hogar enseguida.
En las calles se podía escuchar solamente el silencio, mientras que una suave brisa invernal jugaba con sus cabellos, haciendo que una sonrisa surcara sus labios ante ese hecho y que ralentizase su caminar para poder disfrutar mas de la sensación de libertad que en aquellos momentos podía sentir en su interior.
Tan ensimismada estaba en sus pensamientos que cuando se dio cuenta de las manos que rodeaban su cuello, ya era demasiado tarde...

El vampiro le había robado casi hasta la ultima gota de sangre, mas en un acto de arrepentimiento ante el hecho de quitarle la vida a una dulce mujer como aquella que tenia entre sus brazos, le dio de su propia sangre, condenando la a la inmortalidad.

Cuando despertó de lo que ella tomo como la peor de sus pesadillas, supo que algo había cambiado.
La primera señal fue el hecho de que se sentía mas fuerte que antes de aquella pesadilla, y al pasarse una de sus finas y pálidas manos por el cuello, pudo notar la cicatriz de media luna en su cuello, como si algo la hubiese mordido.
La segunda señal... fue la sed.
El ardor de su garganta se hizo presente en el mismo momento en el que pudo ponerse en pie y respirar con su nuevo sentido del olfato el puro aire invernal de Venecia.

Siguiendo sus instintos, ataco al primer humanos que encontró, dejándolo muerto en una de las calles mas alejadas del centro de la ciudad y huyendo de la escena del crimen..."

Durante meses vago por Italia, alimentándose cuando el ardor en su garganta se lo pedía e intentando pasar desapercibida cuando se dio cuenta de que a la luz del sol, la heria profundamente.
Al fin de cuentas, podía morir.

Aun después de 102 años sigue conservando su sentido de aventuras, llevándola estas a París, en donde era propietaria de un Restaurante que su familia le había dejado en herencia hacia ya varias décadas atrás.