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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Invitado Mar Oct 11, 2011 8:20 pm

"Your eyes are just like black spiders,
your hair and dress in ribbons,
baby cakes
in despair or incoherent,
nothing in between,
China white, my bride tonight
smiling on the tiles.

Bring that minute back,
you never get so close as when
the sunward flight begins,
I share it all with you
powder blue.

Stumble through the crowds together,
they're trying to ignore us,
that's okay,
I'm proud to be the one you hold
when the shakes begin
sallow-skinned, starry-eyed,
blessed in our sin.

Bring that minute back,
you never get so close to death,
makes you so alive,
I share it all with you
powder blue".

-Elbow, “Powder blue”

La 72 y Broadway, mejor ubicación no pude encontrar para asentarme en esta ciudad que desde principios del siglo pasado había estado llamando poderosamente mi atención. Bien pude adquirir un piso en la Quinta o en Park Avenue, con todo el dinero que he juntado a lo largo de los siglos, pero no, nunca me ha gustado lo ostentoso, el tranquilo y familiar Upper West Side me viene mejor, tengo Lincoln Center a tan sólo unas cuadras, Central Park, el Museo de Arte Natural, el Museo de Arte Moderno, Times Square, todo me queda relativamente cerca. Hace un par de años conseguí un trabajo en el Mercy, fue relativamente fácil, aunque es molesto tener que acortar mi curriculum para que luzca factible, como sea, tengo la experiencia respaldándome, el problema de la luz del sol fue fácil de solucionar, salir al alba, regresar cuando ya esté obscuro, mientras me la paso dentro del hospital y no corro mayor riesgo.

Esta noche, sin embargo, es distinta. Mientras camino de regreso a casa, tras tomar el ferri que me trae desde Nassau voy cayendo en cuenta de eso. Todo el día estuve sosegado, trabajando, no pensando en esto, pero cada paso que doy hacia mi casa me hace recordar mi cita de esta noche. Y no, no hablo de una cita romántica… o no lo sé. Sophia ha sido mi amiga desde hace muchos años y por fin viene a visitarme, desde que estoy aquí no la he visto. Cuando quedamos de acuerdo inmediatamente me puse a trazar planes, qué lugares la llevaría a conocer; una copa en el Blue Note, un paseo por el río Hudson, un concierto en el Radio City Music Hall, un partido de los Knicks en el Madison Square Garden, incluso quizá, una visita a Coney Island, porque Coney Island es el parque de juegos del mundo. Una risita me gana, eso se lo escuché a un loco en el metro, gritaba con ahínco que Coney Island era mágico, y que ya nadie duerme en la playa. En su locura ese hombre me pareció más cuerdo que muchos de nosotros.

Como sea, al final decidí que nada de eso importaba, sí sólo nos comíamos un hot dog en Gray’s Papaya y sólo caminábamos por Central Park me bastaba. Por una vez en la vida (o mi no vida) quiero que todo salga espontáneo, podríamos terminar en Terminal 5 escuchando una banda de música independiente, o en Greenwich Village en un bar extraño, y no podía importarme menos mientras fuera con ella.

Apresuré el paso, tuve que sortear cables y gente curiosa en Times Square, otra vez están grabando una película, observé las marquesinas de Broadway, “Born Yesterday”, esa obra la he querido ver desde que se re-estrenó, si Sophia se queda el suficiente tiempo, tal vez podría llevarla. Tan emocionado quedé cuando finalmente aceptó venir a verme que no le pregunté detalles, sólo uno, cuándo, y luego no me importó nada, si venía un par de días o muchos años no me importaba. Cuando finalmente llego a Columbus Circle empiezo a trotar, casi correr, estoy muy cerca y no quiero hacerla esperar.

Llego a la intersección donde vivo y observo esa boca que se abre en la tierra, la entrada al metro y me pregunto, ¿por qué no lo tomé?, definitivamente esta visita me tiene muy emocionado, más de lo que admitiré en voz alta. Doblo la esquina y ya estoy, un viejo edificio de apartamentos, vivo en el penúltimo piso y el elevador no sirve desde que llegué, así que sostenido del barandal metálico pintado de un verde obscuro bastante desgastado llego hasta la que ha sido mi casa estos últimos años.

Saco rápido un atuendo que tengo preparado desde que supe que vendría. Camisa celeste, saco azul casi negro y pantalones negros, zapatos bien boleados. Desde luego no me puede ver en las fachas con las que voy al hospital, no ella. Me digo unas últimas palabras de ánimo, no sé por qué he de necesitarlas y salgo no sin antes observar el reloj. Viernes de la noche a esta hora, por Dios, el tráfico va a ser insoportable, pero ni modo.

Vuelvo a bajar casi corriendo, cuidando de no tropezar y en cuanto piso la calle estiro el brazo en busca de un taxi, claro que eso parece rayar en lo imposible a estas horas, este día, en esta ciudad. Parece que alguien se ha apiadado de mí y un Toyota Prius se detiene, con su color amarillo y cuadros negros característicos, el hombre aparentemente hindú me mira.

-Al JFK –pido, al aeropuerto JFK quiero decir, ahí llegará Sophia, observo el reloj del auto, voy atrasado, espero no se moleste. Como supuse el tráfico era insoportable, atorado en pleno puente Queensboro observo a los demás automovilistas, no sé quién está más desesperado, el chofer hindú o yo. Pero cuando logramos avanzar siento alivio, a partir de este momento todo empieza a suceder rápido, le indico al taxista que vamos a la zona de llegadas, señalo por cuál puerta entrar y pago lo que marca el taxímetro, más una propina, por mi prisa ni me fijo cuánto le dejé, pudieron ser algunos centavos, o varios dólares.

Tomo el saco que llevo en la mano y corro, esta vez sí, corro y veo en la pantalla las llegadas, busco su vuelo, si ya llegó, si se atrasó, lo que sea. Pero ya no importa, ahí, en medio de la multitud la veo, es ella, es idéntica a cómo la recordaba y me quedo pasmado un segundo para al siguiente, acercarme como si no nos conociéramos de años, como si ella fuera una hermosa dama y yo un impertinente tonto que quiere abordarla. Parece perdida, no la culpo, la primera vez que estuve en el JFK yo también estaba perdido.

-Sophia –digo su nombre con claridad a tan sólo unos pasos de llegar a ella-, Sophia –repito pero ahora me acompaña una sonrisa y abro los brazos como si fuese a emprender el vuelo, lo único que quiero es abrazarla. Hasta ahora que la tengo de frente me doy cuenta que eso en realidad era lo que me tenía tan ansioso, poder tocarla de nuevo.

Y me da miedo, de pronto saber eso me da miedo, aunque trato de no demostrarlo. ¿A qué le temo, si sólo somos amigos?
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Mensaje por Sophia D'Luca Mar Oct 11, 2011 9:58 pm

Volo 876, la porta 4c indirizzo, escuche a la voz de la Italiana anunciar que por fin llegaba la hora de mi abordaje, tome mi pasaporte, mi bolso de mano mi chaqueta y una pequeña cajita y camine con algo de lentitud por el aeropuerto, demostrando una tranquilidad que no existía pero no quería parecer ansiosa, mi equipaje ya estaba a bordo del avión así que no se me olvidaba nada, el vuelo al parecer iba lleno, ¿tanta gente viaja a NY?, me pregunte por que éramos varios en una larga fila, conté las personas que iban delante de mí y eran más de veinte, ¿el ocio o seria la ansiedad de subir luego a ese avión? En realidad creía que la segunda opción era la más certera, poco a poco comenzamos a avanzar mi corazón parecía desbocarse en ese momento, nunca había viajado en avión y aquello me traía más nerviosa de lo normal, pero era necesario hacerlo de esa forma, entre pensamientos, sentimientos y emociones la azafata tomo mis documentos y con una perfecta sonrisa me dijo -Ho un viaggio molto buona a lo que respondí de manera suave – Grazie – llevaba mucho tiempo en Italia y ya manejaba el idioma al revés y al derecho un arma de supervivencia en días cuando no sabía ni siquiera saludar, apreté mi bolso y camine por un pasillo siguiendo a unos jóvenes que iban delante mío, logre escuchar que el viaje era largo y que agradecían que no hiciera escala en Francia, una sonrisa cómplice se posó en mis labios, porque precisamente ese país era donde todo había comenzado, un tiempo donde conocerse era diferente, no existían las redes sociales, el internet,¡ ni la radio!, dos minutos más tarde y me encontraba abordando el avión, busque mi asiento, me había encargado en elegir ventana, para si quiera poder ver algo desde lo alto del cielo.

***

5 Horas antes…

Mire el reloj – media noche- dije en un suspiro mientras veía de mi apartamento la ciudad de roma, que iluminada guiaba a los turistas que venían tan ansiosos a conocer tan mística ciudad, toda mi vida yacía en las calles de Roma, de Ítala, conocía este país como la palma de mi mano y no por nada me había dedicado a ser guía turístico, pero no cualquier guía yo era de las pocas que llevaba a los turistas a lugares que nadie conocía, a lugares donde la historia estaba escrita de manera singular, yo mostraba la otra cara de Roma, la aventura y el misterio, volví a mirar mi reloj y había pasado solamente un minuto, las ansiedad me comía por dentro, mi mente viajaba de manera muy rápidas a esas horas, aún tenía tiempo de mirar pero no, no podía, mis dedos andaban torpes, mis corazón agitado y para que decir mis gatos, si ellos mis fieles compañeros notaban mi desesperación, me transforme delante de ellos, de Lit a Sophia, ellos conocían mi secreto y temía decir que eran los únicos que lo sabían, ahora guardaba mis secretos con más recelo, les di comida acariciando a mis tres acompañantes, ordene su espacio deje agua limpia y escribí una nota para dejarla en la cocina, había encargado a una amiga que viniera a ver a mis pequeños en mi ausencia, acaricie el lomo de cada uno suavemente – En algunas horas me iré de viaje, unas pequeñas vacaciones que necesito- les hable mientras me sentaba a observar como comían – veré al doctor, si ya les hable de el – uno de mis gatos giro su cabeza y movió sus orejas ellos me entendían y comprendían todo Vendrá Aly a ver como están, no hagan desastres y ocupen su caja de arena – dije con tranquilidad mientras mis dedos tocaban al más pequeño tenía 4 meses lo había recogido estaba abandonado y no pude dejarlo a merced de los brutales perros de la ciudad. El reloj marco las una de la madrugada y todo en mí se devolvió me espante , aun no hacia mi maleta y a las 2 am tenía que estar en el aeropuerto, mis pies llegaron a volar y corrí a mi habitación, me di una ducha corta, me vestí de mil maneras pero ninguna me gusto los minutos comenzaron a volar; tome mi ropa que había dejado doblada por la tarde y la tire a la maleta que llevaría, me mire al espejo mil veces pero no me convencía al final me quede con lo primero que había escogido, ¿Nerviosa? Si y a punto de que me diera un ataque de nervios. Comencé a apagar las luces, ya eran las una y media de la madrugada y de mi hogar al aeropuerto eran, 45 minutos. Antes de cerrar la puerta me asegure que todo estuviera en orden y llegué a volar por las escaleras el taxi me estaba esperando, me subí en silencio ya sabía dónde tenía que llevarme… y partimos al aeropuerto solo atine a decir – ¡necesito estar a las 2 am! – para viajes tan largos siempre pedían más tiempo por los tramites de aduana y migración.

***

Tres horas ya llevábamos de viaje y aun no podía pegar un ojo, todos parecían dormir tan tranquilos que hasta sentí envidia por ellos mire hacia afuera el sol ya nos hacía compañía, necesitaba dormir no quería que Daniil me viera con ojeras, ni con un rostro cansado ni mucho menos agotada por el viaje, llame a la azafata y le pedí un poco de leche caliente, lo único que lograría relajarme seria eso, al minuto después ya tenía mi leche bebí de ella y sentí como poco a poco me relajaba, mire por última vez el cielo y me puse los audífonos para dejarme llevar por canciones tan antiguas que lograrían llevarme a un profundo sueño… No sé cuantos minutos más estuve despierta pero sentí que me invadía un sueño, cansancio, ansiedad hasta que por fin mi cuerpo y mente cedieron a mi petitorio…

Pasaron, las horas y mi cuerpo reacciono cuando una turbulencia movió el avión, casi había perdido la noción del tiempo y el espacio mis ojos asustados miraron el lugar hasta que reaccione que estaba en el avión, estaban sirviendo la comida… con algo de recelo comí lo que me dieron, no quería comer, pero era necesario, mi acompañante parecía ensimismado en un libro que tenía miles de páginas, no le hice caso y mire mi reloj, las dos de la tarde… aún faltaba por llegar… me retiraron la bandeja y saque un folleto del avión y me puse a escribir cosas sin sentido, escribí el nombre de Daniil mil veces hasta que me di cuenta que había llenado la hoja con aquello, me reí para mí y me dije – Ya, estas en el avión… no puedes arrepentirte -¡como si quisiera volver! Claro que no, había programado estas mini vacaciones hacía varios meses. Necesitaba dormir… dormir… la noche se hacía eterna cuando estaba con Daniil y no quería estropear mi primer día con él, sonaba gracioso pero era así… cerré mis ojos y el sueño me volvió a invadir, entre los mismos sueños de mi llegada…

Señorita, estamos pronto a aterrizar el auxiliar de cargo tocaba mi hombro para que enderezara el asiento ¡Ya estaba aquí! Dije para mí y me volví torpe, no podía enderezar el asiento, no podía hacer nada mis ojos se posaron en las luces que iluminaban esa desconocida ciudad, mi corazón pedía salir de aquel lugar y en mi estómago las mariposas comenzaban a jugarme una mala pasada… el avión hizo su maniobra y por fin se detuvo, ni siquiera me puse a pensar en lo que había ocurrido ya estaba ahí a minutos para volver a verlo, para disfrutar de su compañía, para sentir esos escalofríos que solo él logra producir, ¡que pensé! Me trague la vergüenza de mis pensamientos y salí de avión casi corriendo quería ser la primera, en salir, la primera en pisar esas tierras, la primera en verlo… la primera en todo… Como buena chica, pase por todos los lugares los minutos corrían y ya eran las ocho y media de la noche Bienvenida- me dijo una señorita mientras mi equipaje ya estaba en mi mano y yo salía del lugar algo desorientada, no sabía que hacer por todos lados habían personas reencontrándose, ¿Y Daniil?... fue hasta que escuche mi nombre y todo en mí se paralizo, me gire para verlo y ahí estaba el… - ¡Daniil! dije dejando mi maleta a un lado y corrí para darle un abrazo de esos de película, de reencuentro, de felicidad, cuando le abrace supe que los nervios se habían ido, porque ya estaba junto a él, junto al Doctor Vampiro como le solía decir… el abrazo, duro el tiempo que fue necesario, no un segundo ni dos me atrevía a decir que más de un minuto… - Pensé que nunca llegaría este momento – dije con cierta emoción, separándome muy lentamente de él, me dedique a observarlo, a mirarle de pies a cabeza estaba igual, seguía siendo el mismo que habitaba en mis recuerdos.


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Mensaje por Invitado Miér Oct 12, 2011 5:50 pm

El sonido de la maleta cayendo al suelo cuando ella la soltó fue lo único que escuché, no importaba, nada importaba ya, ella estaba aquí. La abracé como si en ello me fuera la vida, no supe cuánto tiempo estuvimos así, daba igual, podía pasarme una vida entera en esos brazos, la olí, la sentí la reconocí y luego nos tuvimos que separar. Esbocé una sonrisa, quería que eso fuera lo primero que viera tras el abrazo y la tomé de ambas manos dando unos pasos hacia atrás para poder observarla, lucía radiante y eso era difícil después de un vuelo de tantas horas.

-Pero aquí estamos –dije en medio de un suspiro, ese era nuestro momento, después de tantos años-, aquí estamos –la solté de las manos y dije con cierto aire melancólico, esta vez era como si hablara para mi mismo nada más, dándome cuenta de lo que esa sencilla frase significaba. Una epifanía como profeta que se pierde en el desierto. Regresé a la realidad y le sonreí, me agaché para tomar su maleta y ayudarla con todas sus cosa-, ven –le dije y comenzamos a caminar hasta la salida donde los taxistas nos atacaron como una horda.

La tomé de la mano sin pedirle permiso, seguro mi frío tacto que confundía con el frío del ambiente, había aprendido a abrigarme durante el invierno para no despertar sospechas, pero lo cierto era que no lo necesitaba. Ahora sólo era otoño, cuando Central Park se viste de naranja y comienza a desnudarse del follaje de los árboles, el aire es helado, pero aún calienta el sol durante ciertas horas del día. La jalé para que me siguiera, con la maleta en una mano y Sophia en la otra y me acerqué al taxista hasta el final de la fila.

-A la 72 y Broadway –dije y asintió, sólo asintió y nos abrió la portaequipaje para meter la maleta, luego se fue rodeando el auto, un Nissan Altima, híbrido también y yo le abrí la portezuela a Sophia para que entrara-, después de ti –hice un ademán con la mano y dibujé una sonrisa, ambos ingresamos al taxi. Siempre me he preguntado cómo me vería yo conduciendo, tal debería comprar un auto. Me reí ante mis propios pensamientos y me di cuenta que comenzábamos a avanzar.

Luego me percaté que estaba sentado hasta la orilla, un poco más y hubiese tenido la mejilla pegada al vidrio del auto, no podía ocultarlo, estaba nervioso, miré al exterior, el tráfico un poco más calmado pero aún suficiente como para tenernos ahí más de lo esperado. Giré la cabeza para verla y le sonreí.

-¿Qué tal tu vuelo? –era como si no hubiese sabido qué más preguntar, pero también sonaba a algo que debía cuestionar, había sido un vuelo largo y por lo que entendía, el primero de Sophia de esa magnitud. Me removí en el asiento para no parecer que estaba huyendo de ella y noté su mano posada sobre el asiento.

No sé qué cruel titiritero me llevó a actuar de aquel modo, pero lo hice, pose mi mano encima de la de ella, observé mi acción y luego subí la vista buscando la de ella, esperando su reacción, esperando que no se fuese a molestar. El resto del trayecto, a partir de ese momento, fue más relajado hasta que cruzamos el río Este.

-Mira, el Empire State –señalé por la ventana, desde aquel puente la vista era maravillosa y más aún cuando era nocturna, miles de lucecitas de oro y plata nos daban la bienvenida en cuanto dejamos Queens atrás, luego el Upper East Side, Central Park y ya estábamos llegando a casa.

-Espero te guste –le dije con timidez –mi casa, quiero decir, no es muy grande, pero tendrás tu propia habitación –suspiré, estaba hablando como un tonto, inquieto, intranquilo por no poder cumplir sus expectativas –Nueva York, estoy seguro, te encantará, hay muchas cosas que hacer aquí, nunca me aburro y eso que sabes que sólo puedo salir de noche –le dije seguro que el taxista no entendería de qué hablaba por dos razones, era demasiado vago aquello que yo decía y porque por su apariencia latina me decía que su dominio del idioma era limitado.

Cuando llegué a esta ciudad me pareció idea, ideal para mí y mi naturaleza, la luz artificial no me hace nada y al menos tengo la ilusión de que Times Square, siempre iluminado, es un día perpetuo. Sólo esperaba que tanto la ciudad como yo estuviéramos a la altura de Sophia, lo que sí tenía claro es que se iba a sorprender en más de una ocasión, como yo lo hice, como cualquiera lo haría estando aquí.

El taxi aparcó a fuera del edificio donde vivía, pagué y nos abrió el portaequipaje desde el interior para sacar la maleta, me apresuré a bajarme para sacar el equipaje de Sophia y luego ayudarla a bajar.

-Ahora sí, oficialmente, bienvenida a Nueva York –dije una vez que ambos estuvimos sobre la calle, con una sonrisa divertida sobre mi rostro. Toda la gente pasando de largo, todos sumidos en sus problemas, en sus asuntos, y de ese modo me sentía el único hombre sobre la tierra, y Sophia… ella era la única mujer, no necesitaba más.
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Mensaje por Sophia D'Luca Miér Oct 12, 2011 7:16 pm

Y todo desapareció en ese momento, todo, no existía ni el aeropuerto, ni New York, ni la cantidad de personas, ni el cielo, ni la tierra; simplemente todo desapareció en el momento que su sonrisa se hizo parte de la mía, si ahí estaba el Daniil con esa mirada que solo él podía darme, sus manos tomaban las mías y sentí ese escalofríos extraño al contacto con su piel, claramente mi calor siempre había sido un poco más elevado de lo normal. Entre suspiros me quede casi quieta como una estatua, lo mire, le dedique más de una sonrisa mis ojos se apoderaban de todo el y como por arte de magia volví a esa realidad que definitivamente era la mejor que podrá estar viviendo, intente decir algo pero cuando tomo mi mano no me quedo otra que seguirle, realmente agradecí que hiciera aquello, no quería estar separada de él no ahora cuando lo tenía tan cerca mío. Nos escurrimos entre la gente, se me había olvidado lo rápido que podía avanzar el, pero simplemente me deje guiar, como una muñeca de trapo, pero que sentía más de lo debido a esas alturas.

Nunca se te quitara lo caballeroso sonreí de manera cómplice al tiempo que deslizaba mi cuerpo en el asiento del Taxi, realmente me sentía incomoda pero no sabía por qué el silencio nos embargó en momento que el auto comenzó a moverse por la ciudad, bella ciudad que con sus luces deslumbraba el tráfico era grande ni se comparaba con las calles de Roma, mis ojos permanecían mirando por la ventana observando estudiando el lugar, mirando todo lo que se me presentaba, el silencio seguía y un apretón de mi estómago sentí cuando me hizo aquella pregunta, sonaba fría pero era necesaria – Creo que estuvo bien… Nunca me había subido a un avión… las turbulencias hicieron que mis pelos se pusieran de punta y solo con un vaso de leche logre tranquilizarme – sonreí mientras mis ojos parecían evitar su mirada, pose mi mano a un lado la cajita y mi bolso de mano estaban sobre mis piernas y mi mente luego de aquella respuesta me jugo una mala pasada Es Daniil… es tu doctor… es tu… fue cuando el contacto frio de su mano se posó sobre la mía, mis ojos observaron ambas manos, lentamente levante mi vista hasta que las miradas se juntaron y me sonroje, me sonroje pero no podía dejar de mirarlo el que parecía brillar en ese momento, no quite mi mano si no que la deje ahí para sentir, si para sentirlo a él, Daniil Stravinsky.

¡Empire State! – Dije con emoción acercándome a él para ver por su ventanilla, se veía grandiosa, majestuosa – Es bellísima, tal y como la describen los turistas… Tienes… que llevarme hasta allá señale el punto más alto de aquella torre, me habían comentado que tenía la mejor de las vistas aunque siempre me habían dicho que era mejor observar el atardecer… con Daniil no podía hacer aquello, pero de igual forma iría para ver esta ciudad que parece el centro de la luminosidad, mis ojos siguieron el edificio con los ojos, no quería perderme nada de aquella ciudad quería conocer todo, los rincones de ese espacio No te preocupes… caigo en todos lados – dije en tono de broma, ya que siempre podía convertirme en gato y dormir a los pies de Daniil o en un sofá, me alegre cuando dijo que tendría mi propia habitación De seguro me gustara – logre decir con una amplia sonrisa en mi rostro Las noches serán perfectas mientras las pueda compartir junto a ti - realmente aquello hizo que volviera a sonrojarme, pero no había pensado en mis palabras solo las había lanzado, pero algo tenían de cierto o mejor dicho todo era verdad. Al parecer hoy andaba con suerte, el auto se detuvo y mi alma regreso a mi cuerpo, me baje y mire el edificio hacia arriba, mire el lugar en todas direcciones creando un recuerdo en mi memoria, hasta que él se paró delante mío y me dio su bienvenida, si, aquellas palabras eran las que estaba esperando lo mire directamente a los ojos sin quitarle la vista de encima no pude contenerme ni medio segundo y avance para abrazarlo nuevamente, pero esta vez era un abrazo diferente ahora podríamos estar toda la noche así abrazándole cerré mis ojos y me quede ahí, un suspiro se escapó de mis labios y alejando solo mi rostro de él le di un beso suave en la comisura de su labio, en realidad quería besarle en la mejilla pero me habían dado un empujón un transeúnte que pasaba por el lugar. No me disculpe ni nada por el estilo había sido un accidente de esos que ocurren siempre, mis brazos lo soltaron y volviendo a mirarle Gracias, por la invitación… y gracias por la bienvenida, lo único que quería era llegar y abrazarte si ahora los nervios me estaban invadiendo, por eso había hablado de mas, por eso las palabras habían casi escapado de mis labios, le tome la mano con fuerza y con algo de energía Vamos, que la noche es joven – esboce con una amplia sonrisa mientras lo seguía hacia el interior del edificio – ¿Daniil? ¿A dónde me llevaras primero? – dije entusiasmada por conocer, agradecía que tenía una cámara fotográfica para atesorar varios momentos. Daniil ya me había mencionado antes que vivía en el penúltimo piso de aquel edificio de seguro tenía una muy buen vista y como también sabia subiríamos por las escaleras aun teníamos un camino hasta llegar a ese lugar. Comenzamos a subir las escaleras, me gustaba la idea de subir por ahí ya que los espacios muy pequeños me causaban cierta paranoia, algo que seguramente nunca le había comentado a Daniil. - ¿Tienes alguna mascota? – pregunte algo curiosa mientras mi mano sostenía el barandal metálico. Con el paso de los segundos me sentía como antes junto a él, tranquila, confiada, segura, protegida y querida… si el me hacía sentir de aquella forma. Suspire ante mis pensamientos pero no podía negar como me sentía en ese momento.


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Mensaje por Invitado Jue Oct 13, 2011 1:54 pm

Era muy estúpido si me detenía a analizarlo, era estúpido que me sintiera así, la conocía de tiempo atrás y siempre, no lo voy a negar, tenerla a mi lado me desasosegaba y no entendía por qué, sin embargo ahora era toda una afrenta, un reto y me daba miedo no sortearlo con éxito. Todo perdía importancia cuando veía su sonrisa, cuando sabía que podía hacerla emocionarse con sólo señalarle la Catedral de San Patricio, a la que nunca he entrado porque me prometí no entrar nunca a un templo de ningún tipo, pero tal vez, a su lado, el miedo se esfume y pueda pisar ese sitio.

Cuando me abrazó en medio de la calle volví a sentirme completo, porque he estado roto en pedazos por mucho tiempo, porque carezco de un alma y un corazón, pero la sensación que ella me provoca es tan parecida a cuando era mortal que no puedo evitar sonreír, no puedo evitar pensar que ese es mi lugar, después de tanto siglos me doy cuenta de eso, y no hablo de Nueva York, no, mi lugar es en su regazo. Sacudí la cabeza ante tan descabellados pensamientos y mi atención regresó a sus palabras.

-¿A dónde te voy a llevar? –le respondí con otra pregunta para ganar tiempo, quería que la mayoría de las cosas fuesen saliendo conforme la noche avanzaba, pero sí había preparado algún par de cosas, algunas visitas, algunos lugares-, ah, no seas tan impaciente –le sonreí y la tomé de la mano para ingresar al edificio donde ahora residía, comenzamos a subir las escaleras a falta de elevador-, son muchos pisos, pero pronto llegaremos –dije sin mirarla, sólo mirando hacia arriba, el espiral eterno de escalones bordeados por un barandal. Giré un poco la vista ante su siguiente pregunta-, no, no tendría tiempo, paso la mayoría del tiempo en el hospital, no me gustaría dejar abandonado a un pobre animal todo el día –dije con sinceridad, sí, estaba de acuerdo, una mascota me vendría bien como compañía, pero no era tan descorazonado como para dejarla sola todo el día en el apartamento.

No hubo tiempo de más, finalmente estuvimos frente a la puerta de madera que daba la bienvenida a mi hogar, porque eso era, porque hacía mucho tiempo, quizá desde que estuve en París, que no me asentaba tanto tiempo en un solo sitio, pero lo dicho, Nueva York era la ciudad perfecta para alguien como yo, hay un sentimiento que envuelve a la ciudad muy particular, de que nadie pertenece, de que todos somos parias, y eso, extrañamente me hace pensar en que finalmente pertenezco a algo. Abrí la puerta, me tardé más de lo normal, mis manos temblaban un poco, y traté de ocultarlo, no quería que me viera así, qué iba a pensar.

Finalmente abrí y la invité a pasar.

-Adelante –le dije con tono cándido y despreocupado, cerré cuando la imité y ambos estuvimos adentro-. Ven, te tengo que mostrar todo –le dije entusiasmado, como chiquillo en vísperas de Navidad, no había gran cosa que mostrar, un par de habitaciones, un baño, una cocina y la estancia donde ahora estábamos. Caminé a lo largo del pasillo con su equipaje en la mano –ahí está el baño, dejé toallas limpias para ti sobre la repisa –dije señalando la puerta del fondo-, esta es mi habitación, no es gran cosa –abrí la puerta de la derecha y mostré el sitio, estaba algo desordenado por las prisas de esa misma tarde-noche antes de ir a recogerla, una cama matrimonial, un televisor justo al frente, una ventana ancha con cortinas gruesas que hacían juego con la alfombra, un clóset desordenado, un escritorio con montones de cartas y una computadora portátil color acero cerrada. No había mucho que mostrarle, luego fue a la puerta de enfrente –esta será tu habitación, espero esté bien, no dudes en pedirme cualquier cosa que necesites –diciendo eso ingresé y dejé su maleta al pie de la cama, una cama matrimonial con un edredón color tabique y sábanas blancas, había vestido la cama especialmente para ella, había un ropero, una ventana que daba a un pequeño parque y un televisor más pequeño sobre un librero repleto de libros. Salí y cerré la puerta, junto a su habitación estaba la cocina, también me detuve ahí –bueno, es obvio que es la cocina –dije, pues ésta carecía de puerta –puedes venir cuando quieras, compré leche para ti –me acerqué al refrigerador y lo abrí para que viera los tetra packs acomodados en hileras –también otras cosas, yo no como mucho como comprenderás, pero traje lo esencial –un día antes de su llegada había ido al Trader’s Joe que estaba sobre Broadway casi esquina con la 71, convenientemente cerca de mi casa y había comprado frutas, verduras, cereales, huevos, jamón, queso, carne y comida chatarra, quería que si tenía hambre a media noche o a la hora que fuera pudiera acercarse a la alacena y encontrar de todo. Luego me puse de pie muy serio y la miré desde donde estaba –sólo, por favor, no abras el congelador, es lo único que te pido –dije con semblante severo, pues ese era el sitio donde guardaba la sangre que lograba hurtar del hospital.

Salí de la cocina y estuvimos en la estancia otra vez, una sala de tres piezas era el centro de aquel lugar, estaba un televisor empotrado en la pared, junto un librero con más libros y en el suelo una maraña de cables que sólo lograba identificar porque los negros eran del Playstation 3 y los blancos del Nintendo Wii, pero lo realmente importante era la ventana, había un pequeño escalón para llegar hasta ella, en ese mismo nivel un piano viejo que desde luego yo no sabía tocar y recorrí las persianas.

-Ven –le dije apresurándola, emocionado ante la vista que era sólo nuestra, suspiré sin despegar los ojos de la ciudad que se extendía hasta donde la vista alcanzaba, y más allá el océano-, esto hace que valga la pena –dije, aunque no estuve seguro si ella sabía de qué hablaba, me refería a la vida que ahora llevaba, relativamente normal, dormía de noche como el resto de las personas, y trabajaba de día, tenía que declinar invitaciones de mis colegas de ir un sábado a andar en bicicleta a medio día en Central Park, pero nunca declinaba una invitación para cenar, no podía ir a ver a los Yankees por el día, pero podía ir a un partido de los Rangers por la noche, era complicado mantenerme en secreto, pero cuando llegaba a casa, agotado de tener que inventar un pretexto tras otro y me plantaba frente a esta misma ventana, todo carecía de importancia. El sacrificio valía la pena.

-¿Lista? –me giré para verla y le sonreí-, imagina si así se ve la ciudad a la distancia –señalé el panorama frente a nosotros –cómo será estar ahí –sonreí de lado, esperando su respuesta.
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Mensaje por Sophia D'Luca Jue Oct 13, 2011 8:30 pm

Ansiedad, aquello era lo que aun sentía aun estando cerca del tenia esos nervios que me estaban comiendo por dentro, no sabía que era algo en mi interior me estaba guiando quizás mi propio instinto me estaba consumiendo por dentro y todo esto era causa por él, si por aquel hombre que me había ido a recoger al aeropuerto, por aquel hombre que me estaba esperando con una enorme sonrisa, si el mismo que me dio uno de los mejores abrazos que me habían dado, el reencuentro era lo mejor cuando extrañabas tanto a una persona y yo claramente extrañaba mucho a Daniil, mi amigo y mi confidente, el que me conocía mejor que yo misma, sonaba extraño pensar todo eso de él, pero muy bien sabía que algo más había… ese sentimiento de amor, que le tenía era inexplicable, porque si también se podía amar a los amigos ¿o no? Mientras subía las escaleras escuchaba sus palabras. Soy como un gato curioso, la impaciencia vive en mi – añadí mientras escuchaba sobre el hospital, su trabajo y su pasión… aquello me gustaba de Daniil y quizás nunca se lo había dicho pero esa pasión que ponía por el cuidado por lo demás era inigualable, no había otro igual a él, mi Doctor, pensé… Mi Doctor… suspire, mil y una vez para deshacerme de los pensamientos que inundaban todo a mi alrededor…

Y en ese momento llegamos, sentí ese escalofríos que te da cuando los nervios comienzan a invadir tu cuerpo, la ansiedad por conocer una parte de Daniil que seguramente pocos conocían, contuve la respiración el tiempo que el demoro en abrir aquella puerta, moría de ganas por ver el interior, por tan solo sentir el aroma de él impregnado en todo, mis pulmones se llenaron de aire cuando comenzó a darme ese recorrido por el lugar, quería hablar pero no podía, me habían comido la lengua los ratones-Yo también quiero conocer todo – respondí a sus palabras, esa emoción en el me gustaba y se hacía una con mis ánimos esa noche. Me deje guiar por él, siguiendo sus pasos observe el baño – Gracias por el detalle - agradecí por lo de las toallas limpias su pieza acerque mi cabeza quedando parada sobre el umbral de la puerta – tiene ese desorden… que tenía tu consulta – bromee, mientras mis ojos ponían todo en su lugar, avanzamos a mi pieza y entre junto con él, me acerque a la ventana para ver las luces de aquella noche No creo que nada me falte, estás conmigo eso es suficiente levante mis hombros de manera inocente, nunca había necesitado mucho para sobrevivir y mucho menos ahora me iba a poner exquisita en ese aspecto. -¡Qué gran detalle el de la Leche! sonreí mientras veía las cajas de leche y los otros alimentos que habían en aquel lugar. Cuando se puso serio, no pude evitar abrir mis ojos un poco más y solo asentí con mi cabeza, ahí estaba la respuesta a una de mis preguntas que le iba hacer más entrada la noche.

Cuando llegamos de nuevo a la sala mis ojos se abrieron como plato al tiempo que pensaba en como seria la vista de aquel balcón de seguro una muy fabulosa, que me gustaría compartir con él, avance con lentitud mientras los nervios me comían… otra vez con nervios no sabía que estaba pasando conmigo, ¿acaso era Daniil? Sonreí mientras la vista me quitaba el aliento, mi corazón se aceleró demasiado ese entusiasmo o mejor dicho esa maravilla de paisaje – Yo… yo quiero estar en ese lugar dije casi alucinando mientras mis ojos querían acaparar todo lo que había frente de mi Tienes una vista espectacular… creo que ya amo New York – estaba casi en uno de esos sueños que parecen realidad y de los cuales no querías despertar Es como un sueño hecho realidad… - dije entre suspiros y girándome hacia el sonreí – Gracias Daniil, por permitir que este aquí contigo – añadí guiñándole un ojo, mientras volvía a mirar la iluminada ciudad.

¡Estoy en New York! ¡Viaje en avión! Y estoy con Daniil! Que más podía pedir… absolutamente nada, ya todo los espacio que habían en el vacío de mi ser, habían desaparecido, ahora como hace mucho años estaba completa al cien por ciento, levante mis hombros acongojada entre mis pensamientos, aspire el aire de la ciudad y mis ojos quietos veían más allá de lo que existía en esa ciudad, porque para mí esa ciudad era Daniil, nada más que él. ¿Cuánto tiempo paso? No se pro fue el suficiente para que todo a mi manera volviera a la tranquilidad me di la vuelta y mire la sala mientras me preguntaba qué haríamos esta noche – ¿Y bien… ahora que haremos? O ¿mejor dicho… a donde te seguiré? – sonreí, llevándome las manos a la cabeza para dejar reposar mis cabellos a un costado de mis hombros que estaban cubiertos de tela. Algo se me olvidaba sabía que algo se me olvidaba, busque por mi cabeza hasta que Se me había olvidado… me tendrás que soportar una semana entera – sonreí ampliamente porque mis vacaciones constaban de aquel tiempo siete dias, el necesario para conocer todo lo que fuese necesario, para que ambos siguiéramos acumulando recuerdos… para que todo y nada pasara a la vez.


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Mensaje por Invitado Miér Oct 19, 2011 8:57 pm

Cada sonrisa, cada momento de inflexión, cada gesto que Sophia me dedicaba era el más preciado que jamás me hubieran dedicado alguna vez. Su mirada agradecida, su ceño levantado ante la sorpresa, todo me parecía encantador, eso era porque ella era una mujer encantadora. Me parecía sorprendente que aún recordara nuestro primer encuentro, yo lo hago porque parece, a la distancia, uno de esos puntos de convergencia que han de marcarme de por vida. Ya quería llevarla a los sitios que alguna vez me maravillaron a mí, ya quería ver su rostro al descubrir muchos de esos lugares, pero ser tan viejo como yo lo era me había enseñado ser paciente, aguardar, cada cosa a su tiempo aunque la espera pareciera una tortura.

Observé de nuevo las hileras de luces que frente a nuestros ojos se dibujaban como pintura fovista, estridentista en sus colores, fiera en sus evocaciones, una obra viva, una a la que en poco nos incorporaríamos. Giré el rostro para verla y le sonreí, quién no iba a caer rendido a los pies de este gigante persistente en el tiempo.

-Vamos a caminar un poco –por no decir un mucho, para gozar Nueva York se debía recorrer sus calles, detenerse en sus tiendas en donde se habla todo idioma menos el inglés, contemplar el horizonte interrumpido por la Estatua de la Libertad y Ellis Island, rendirle tributo a los caídos en la Zona Cero, hacer una locura en un ball room al azar, para conocer Nueva York nos teníamos que adentrar a las entrañas mismas de la ciudad, viajar en metro, contemplar las boutiques en Park Avenue, cerradas a esta hora (disculparme por sólo poder salir de noche) y quizá anotar mentalmente algo que le gustara especialmente para regalárselo después, y eso era lo que le iba a dar, tal vez nos detendríamos a comer en el Olive Garden de Times Square, a jugar en el Toys R Us, comprarle algo hermoso en Swarovski-, espero no sea problema –continué sabiendo que no, no lo sería.

Alcé los hombros, no podía negarlo, se sólo pensarlo ya me estaba divirtiendo, pero nuestra meta esta noche era llegar a Battery Park, tenía algo planeado, aunque no se lo diría hasta que estuviéramos allá. Luego me encaminé a la puerta pero aguardé a que me siguiera. Bajamos las escaleras, esta vez con más calma y en cuanto estuvimos en la calle caminé en dirección al distrito de los teatros. Nueva York nunca duerme y había mucho movimiento como siempre, gente yendo y viniendo, los negocios abiertos, el olor de mil cosas atacando mis sentidos, el vapor que se escapa por las tomas de aire del metro, todo era como siempre, excepto, claro, mi compañía.

Me detuve frente al Lincoln Center, a penas habíamos recorrido un par de cuadras, me llevé las manos a los bolsillos, y observé el recinto de la casa metropolitana de ópera, un enorme cartel con la diva Floria Tosca, interpretada por la rumana Angela Gheorghiu colgaba desde el techo.

-Siempre he querido venir a ver una puesta en este sitio, son maravillosas por lo que sé –y había visto en videos –lamentablemente son las 11 de la mañana y no puedo venir –dije con un dejo de tristeza, ese tipo de cosas me impedían olvidar quién era por más normalidad que hubiese encontrado en esta ciudad seguía siendo lo que era, reí con amargura-, Tosca, es mi ópera favorita –a veces era el héroe trágico, era Cavaradossi destinado a la fatalidad-, tiene un aria muy hermosa, “E lucevan le stelle”, supongo que nunca podré escucharla en vivo, no aquí al menos –señalé el lugar, luego sonreí y sacudí la cabeza –pero sigamos que hay muchos sitios que ver –le ofrecí mi mano para continuar.

Pronto nos adentramos al distrito teatral, ahí estaban todas las marquesinas, todas las obras, los teatros pequeños y los más grandes, las enormes producciones, el teatro independiente, todo igualmente llamativo, pero pronto, tras caminar algunas cuadras más, todo eso perdió importancia. Nos encontrábamos en el centro mismo de la ciudad, en el corazón de Nueva York y me atrevía a decir que del mundo entero. Times Square nos atacó sin piedad con todas sus luces e imponencia, sus sonidos, olores, sensaciones. Es imposible pararse aquí por primera vez y no sentirse sobrecogido, es más, yo que ya lo había hecho muchas veces con anterioridad lo volvía a experimentar.

Times Square:

Alcé la vista para ver el enorme punto de luz que era ese sitio y luego, sin querer, me miré las manos, esto era lo más parecido a contemplarme con tanta luz, ya que el día era un tiempo vedado para mí. Me giré para verla, quería saber su opinión, su reacción ante tal logro de la raza humana.

-¿Qué te parece? –pregunté divertido mientras caminaba lento entre el montón de gente, abriéndome paso, pues a pesar de la hora todo mundo parecía tener prisa. Me detuve sólo hasta la intersección con la 49, desde ahí se podía apreciar todo y volví a tomar su mano mientras contemplaba las luces que eran sueños de neón, apreté fuerte, esta ciudad me había encantado desde el primer momento, pero sólo junto a Sophia podía apreciarla en realidad.

E lucevan le stelle,
Ed olezzava la terra,
Stridea l'uscio dell'orto,
E un passo sfiorava la rena...
Entrava ella, fragrante,
Mi cadea fra le braccia.
Oh! dolci baci, o languide carezze,
Mentr'io fremente
le belle forme disciogliea dai veli.
Svanì per sempre il sogno mio d'amore,
L'ora è fuggita
E muoio disperato!
E muoio disperato!
E non ho amato mai tanto la vita!
Tanto la vita!...

- Giacomo Puccini, "E lucevan le stelle" fragmento de "Tosca".
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Mensaje por Sophia D'Luca Vie Oct 21, 2011 11:56 pm

¿Caminar un problema? Sonreí cuando dijo aquello, claro que no lo era más bien mi vida entera la había caminado y me gustaba hacerlo una parte de mí siempre quería estar en contacto con la tierra, ese era el hecho que no me gustaban los aviones, de estos tiempo, pero sí que ayudaban pensé mientras bajaba por las escaleras un poco más relajada, ya no estaba esa tensión no había por qué tenerla también. Mis pulmones se llenaban de aire, de gozo en realidad independiente que fuer NY podría ser cualquier otra parte del mundo pero sabía que si estaba con Daniil las cosas serían divertidas, nunca me había aburrido junto a él y este no sería el caso, mis ojos se asombraban con cada edificio que veía, era muy diferente a Italia aquella vieja ciudad de la cual me había enamorado, todo me parecía nuevo y me gustaba sentirme parte de aquella ciudad que con sus luces sorprendería hasta a un ciego, claro literalmente.

Mientras avanzábamos por las calles poco a poco me daba cuenta de la gran cantidad de personas que transitaban por las veredas, me sorprendió verdaderamente, muchos nos quedaban mirando con una extraña expresión y a otros les dábamos lo mismo, de vez en cuando miraba de reojo a Daniil, tan solo para ver como cambiaba su rostro, muy en el fondo quería saber que pensaba, porque entre pequeños silencios había un abismos de preguntas, pensamientos y claro dudas. Comenzó hablar sobre la ópera, en realidad nunca me había gustado mucho y las pocas veces que había ido realmente salía muy emocionada con cada cantico que calaba por mi cuerpo – No soy de óperas… no se mucho de ellas, pero precisamente algún día entrare para ver y escuchar la Tosca – sonreí casi dulcemente, ¿para qué mentir o hacerme la conocedora de ciertas cosas? No era necesario yo simplemente hablaba con la verdad, no tenía nada de qué avergonzarme y menos delante de él. – Algún, día… entraras para oírla en vivo y en directo – di fe de aquello, nada era imposible, de eso creo que ya sabía mucho.

Seguimos caminando y como si fuera una especia de magia todo comenzó a cambiar medianamente, era verdaderamente sorprendente y en un segundo todo era luces, luces y más luces, gente yendo y viniendo autos en direcciones contrarias y colores muchos podría decir que estaban todos en ese espacio, mis ojos abiertos a mas no poder observaban todo en realidad estaba anonadada por el espectáculo porque nunca había visto algo como eso, gire en mi propio eje mientras admiraba el lugar, parecía un sueño parecía algo irreal que solo se veía en las películas me acerque a Daniil un poco para no perderme ya que en ese momento comenzó a pasar muchas personas Esto… - dije mirando en todas direcciones, llenándome de esa extraña energía que precisamente ahí se concentraba – Es mejor que un amanecer me atreví a decir mientras mi mano se aferraba a la ajena, podía decir que hasta sentía las luces pasar por entre nosotros, me pare frente a Daniil Es fantástico, no encuentro una palabra para describir lo que en realidad siento – mi voz salía tan animada que podía sentir todo en mi cambiar de perspectiva, definitivamente era un lugar que nunca olvidaría, nunca.

Respire profundamente – En Italia no hay nada como esto – moví la cabeza, no sabía por qué había dicho eso, pero principalmente iba porque era una ciudad antigua y claro en ella no estaba Daniil, y con el todo cambiaba de sentido, todo era diferente, casi irreal. – Nada se compara con esta parte del mundo y cuando decía que nada era porque conocía Europa casi como la palma de mi mano y nunca había encontrado un lugar que se le pudiera comparar, no había punto de comparación para un lugar único como aquel, sabía que de alguna forma mis ojos cambiaban de color por la mezcla de emociones, éramos tres en un cuerpo y cada una a veces, sentíamos por separado pero esta vez era un uníoslo pensamiento “Maravilloso” Ya creo entender un poco, porque te gusta tanto esta ciudad y eso que solo por ahora conozco esto – sonreí sonrojándome por mis palabras, baje la mirada al acto mirando las luces reflejadas en los vehículos que pasaban en a esas horas, buscando que el sonrojo se fuera.


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Mensaje por Invitado Lun Oct 31, 2011 3:04 am

Sabía que no se iba a decepcionar. Nueva York no podía decepcionar a nadie, siempre se podía encontrar algo que hacer, siempre había gente en la calle, una banda interesante que escuchar en un bar de mala muerte, un artista callejero esperando su gran oportunidad, un diseñador en Soho que será el próximo Varvatos. De las cenizas del club CBGB podía surgir la nueva corriente musical que cimbrará al mundo, o el siguiente Andy Warhol debe estar por ahí, escondido, dando fiestas dignas de los ácidos 70. Nueva York lo tenía todo, y todo sucedía al mismo tiempo, el problema en realidad era carecer de los minutos para poder apreciarlo en su totalidad. Sonreí ante su expresión, estreché su mano entre la mía y alcé la mirada para ver todos los anuncios y todas las luces de neón, opacando en su soberbia a las mismísimas estrellas. Pero para contemplar la bóveda celeste ya tenía algo más preparado.

-Vamos –apresuré y la jalé de la mano, caminé en dirección a la estación de policía que está siempre alerta en Times Square y luego dirigí mis pasos hacia la izquierda, justo donde unas escaleras descendían hasta el subsuelo, tomaríamos el metro. Pagué a la máquina de los boletos por dos viajes y pasé ambos boletos para pasar por el torniquete-, ven, ven –apresuré demasiado emocionado como para decir algo más.

Por fortuna el tren de la línea 1 pasó de inmediato, no hice ningún movimiento, aunque ya era noche, era viernes y había mucha gente en todos lados, aguardé que bajaran todos los que tenían que bajar y luego la jalé para abordar.

-Nuestro destino es la última estación –le dije –South Ferry, así que tenemos un poco de tiempo para nosotros –le señalé uno de los pocos asientos vacíos para que se sentara, yo podía ir parado, no importaba, me sostenía con fuerza de los tubos que lo mismo eran soporte para el desvencijado tren que pasamanos para los pasajeros como yo. Miré por sobre mi hombro, un grupo de jóvenes iban de gala, seguro iban a un baile, más allá un vagabundo comía medio sándwich, una chica rubia platinada me miraba y me sonreía, me pregunté qué inútil cazador de talentos no la había reclutado ya para Wilhelmina o IMG Models, era hermosa. Como una Marilyn Monroe moderna, pues sus botas y su chaqueta con estampado de leopardo le daban un look decadente; unos chicos de no más de 16 años y con un balón de soccer hablaban en estricto español al fondo del vagón.

Era tan común encontrarse tantos personajes en esta ciudad, y aún así no dejaban de sorprenderme, giré la vista a Sophia y le sonreí, asido con fuerza del tubo del vagón, solía haber frenadas inesperados y no quería terminar del otro lado.

-No es el lugar más glamoroso de la ciudad pero tu visita no estaría completa si no conocieras el metro de esta ciudad, el segundo más antiguo del mundo –dije mientras nos deteníamos en Franklin St., la estación en la que debíamos bajar si quisiéramos ir a la Zona Cero, esa donde alguna vez el World Trade Center se erigió en su supremacía gemela. Quedaba poco para finalmente llegar a nuestro destino, la volví a tomar de la mano cuando estuvimos en la estación Rector St.

-Es la estación que sigue –le dije y nos preparamos para salir, las subidas y bajadas en el metro resultaban bastante mortales, por eso no quería soltarla y que se perdiera. Finalmente llegamos y salí luchando por no dejar de sostener su mano. Indiqué el camino con la mano, salimos por una puerta giratoria y luego subimos las escaleras eléctricas, frente a nosotros las enormes letras azules nos daban la bienvenida, me detuve un segundo para contemplarlas.

Staten Island Ferry:

-Allá –señalé a nuestro lado derecho –está Battery Park, y allá… -señalé el horizonte sin soltar su mano como si estuvieran hechas para estar de ese modo –Ellis Island y la Estatua de la Libertad, pero… -hice una inflexión sin moverme de mi lugar-, podrás verla, la estatua, no te desesperes… ven –la llamé y la jalé para entrar a la estación del ferri a Staten Island –aquí sale un ferri para otra parte de Nueva York, Staten Island, por ahora no iremos, pero aquí mismo zarpará nuestra pequeña embarcación –le guiñé un ojo y busqué con la mirada al capitán que había contratado días antes para esta tarea, finalmente lo vi a la distancia y saludé con la mano para luego acercarme.

-Estamos listos –le dije al hombre de cabello cano y vestimenta marítima, luego me giré hacía Sophia y le hablé en voz baja –lamento no poder llevarte a Liberty Island de día, tú entiendes, pero preparé un paseo nocturno para ambos por el río Hudson, podremos contemplar la Estatua de la Libertad y la ciudad a la distancia –le dije con una sonrisa, esperando que aquello la entusiasmara tanto como a mí.
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Mensaje por Sophia D'Luca Mar Nov 01, 2011 4:17 pm

Con los años muchos cambiaban, pero Daniil seguía siendo el mismo que había conocido por allá en la lejanía de un pasado maravilloso, donde la época se vestía de gala y los modales y las buenas costumbres eran lo que se veía en las calles, aunque si veías más a fondo no todo había cambiado, mi vida en Paris había sido la mejor, conocí callejones, gente de todos los estatus sociales, de todas las calañas y de todas partes del mundo. Pero ahora todo era diferente y amaba esta parte del mundo aun sin conocerla del todo, todo se limitaba a que me encontraba junto a ese vampiro Daniil, con tan solo pensar que estaba junto a él y que estaría por toda una semana me invadían los nervios, las emociones como si fuera una jovencita de quince años revolucionada por las hormonas. Sonríe ante mi pensamiento esa noche era una mujer que se dejaba guiar por los pasos y protección de aquel hombre.

Bajamos al subterráneo, aquello era algo que me aterra, andar por debajo de la tierra definitivamente no era lo mío ni los aviones ni los metros subterráneos, menuda felina, pensé mientras reparaba en que había demasiada gente por todos lados, cada momento que pasaba apretaba más la mano de Daniil, no quería separarme del ni mucho menos perderme, aunque sonara extraño siempre lo encontraría su olor era difícil de olvidar y fácil de seguir había perdurado por años, me sonroje con el hecho de pensar en aquello, y tome asiento mirando el lugar, escuchando lo que él tenía que decirme Me gusta verte emocionado exclame cuando casi el sin aliento me comentaba nuestro próximo paradero De seguro es otro lugar maravilloso añadí mientras ponía atención en las personas que compartían el vagón con nosotros, todos de diferentes lugares, de diferentes mundos, lugares pero a pesar de eso estábamos todos en un mismo lugar. Alce la vista para mirar a Daniil mientras este hablaba Sabes que no soy de gustos lujosos y de verdad no quiero perderme de nada de esta ciudad – añadí mientras me levantaba nuevamente me aferre de su mano y me deje guiar, gente entraba y salía de los vagones y ambos parecíamos poner fuerza en nuestras manos para que nadie nos soltara, seguí junto a él la indicación que había dado, subimos por unas escaleras y el letrero que nos daba la bienvenida tenía mi color favorito, me detuve o nos detuvimos esta ciudad era mágica, de eso nunca dudaría.

Mire en direcciones que él decía, agradecí que aun siendo humana mi vista nocturna era como la de un felino, logre divisar los lugares que el mencionaba y como una niña malcriada me emocionaba con todo lo que hablaba. Entramos a la estación del ferri – ¿Pequeña embarcación? – gire mi cabeza y le quede mirando con una amplia sonrisa en mi rostro, definitivamente el tenía todo planeado para esa noche, y eso era lo que me gustaba de él, aun cuando las sorpresas siempre eran bienvenidas, aquello solo me decía que tanto el como yo teníamos presente que esta noche había llegado, que aun parecía ser un sueño que no lo era. No te preocupes, que la noche es más bella – un poco de nerviosismo se tomaron mis palabras, quizás porque en el día andaría sola por las calles, o tal vez porque el día se me haría eterno sin la compañía de aquel hombre – Tenias todo preparado sonreí mientras miraba el rio que con los colores de la noche se mezclaba, sentía esa emoción de que estaríamos en medio de la oscuridad apreciando la ciudad que lentamente se desligaría de nosotros o mejor dicho nosotros de ella – Me encanta la idea… ver tu ciudad de otro punto de vista – sonreí mientras veía la embarcación que nos albergaría por algún tiempo, a eso sí que no le tenía miedo sonreí en mi interior y mire todo a mi alrededor, la noche perfecta, el momento perfecto y ¿qué mejor que estar con el compañero perfecto? No había nada mejor que eso.


off: un asco mi respuesta! X_x


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Mensaje por Invitado Mar Nov 08, 2011 11:26 am

-Sólo un par de cosas preparadas –aclaré, el resto iba a ir surgiendo conforme la noche avanzara, en parte porque no había tenido mucho tiempo para hacer más. El hospital absorbía todo mi día y la noche, por primera vez desde que era vampiro, se había convertido en mi momento para dormir, aunque no esta noche, claro. Sonreí cuando se refirió a esta urbe, la capital del mundo, como “mi ciudad”, si tuviera que elegir una segunda nacionalidad, seguramente elegiría ser neoyorquino, así lo digo, neoyorquino y no estadounidense porque Nueva York es un mundo aparte, he viajado a Washington D. C., New Jersey, Buffalo, Chicago e incluso Los Ángeles por motivos de trabajo, todas esas ciudades se sienten netamente americanas, pero Nueva York es una amalgama de demasiadas culturas como para encasillarla en una sola cosa. Claro, jamás dejaría de ser ruso, me enorgullecen mis raíces, eso es cierto.

Ambos seguimos al capitán hasta salir al exterior, hacía el océano, el golpe salido del aroma del mar me dejó noqueado, tendido en la lona, llevaba a Sophia de la mano y por eso no caí, pero lo hubiera hecho de ir solo, desde donde estábamos ya se podía ver Liberty Island, la Estatua de la Libertad iluminada a esas horas con luces ámbar sobre su verduzca piel, la antorcha encendida como si de hecho las llamas danzaran con el viento, uno de los símbolos más claros de esta metrópoli, caminamos por el angosto muelle y subí yo primero para luego tender mi mano y que ella hiciera lo mismo.

Cuando ambos estuvimos a bordo le hice una seña al capitán para que encendiera los motores. El bote que había conseguido no era muy grande, pero suficiente, contaba con todas las comodidades y el hombre tenía bastante experiencia, un compañero del hospital me lo había recomendado, no sin antes dedicarme una mirada suspicaz; no era un secreto que cada determinado tiempo se me veía involucrado con una mujer diferente, y que de algún modo le rehuía al compromiso, cómo no hacerlo siendo un vampiro, así que supongo él creyó que se trataba de alguien que estaba cortejando.

Me recargué sobre el barandal del barco mientras comenzábamos a avanzar por el agua.

Estatua de la Libertad:

-Mira –la llamé y señalé el punto al que nos dirigíamos-, la Estatua de la Libertad –puntualicé lo obvio mientras nos acercábamos para rodear la isla, pasar junto a Ellis Island y dirigirnos al río Hudson y observar la ciudad. Me quedé atento a la impasible figura femenina que Francia le había regalado a los Estados Unidos, era gracioso, pues era Francia el sitio en donde había conocido a Sophia. Volteé a un costado para verla, estaba disfrutando especialmente observar sus reacciones, no eran cosas que no esperara, todo mundo reaccionaría así al toparse con estas cosas que has visto hasta el cansancio en fotos, televisión y cine, el impacto de por fin verlas en vivo es único. Me pasó con el Guernica en Madrid.

-¿Qué te parece hasta ahora Nueva York?, ¿está cumpliendo las expectativas? –le pregunté divertido mientras un remolino del viento jugaba con nuestro cabello mientras el bote seguía el trayecto trazado.

Tenía mil lugares que enseñarle y sólo rogaba que el tiempo fuese suficiente, esto no era nada comparado con la maravilla de la ciudad, esta era tan sólo la presentación, conforme nos fuéramos enfocando en los detalles ella comprendería el por qué de mi fascinación real. Me daba, desde ya, pena pensar que tendría que irse, si tenía que compartir esto con alguien, no podía pensar en nadie mejor que ella.
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Mensaje por Sophia D'Luca Miér Nov 16, 2011 8:16 am

Con el tiempo muchas personas cambiaban, lo podía decir con bastante seguridad en mi pensamiento, el tiempo no era más que una telaraña que hacía que muchos nos quedáramos enredados en sus redes aquello me había pasado a mí, sino hasta ahora podía darme cuenta de aquello, Italia ahora se veía tan lejana, tan olvidada pero no podía dejar aquella ciudad que una vez había albergado algo más que solo mi cuerpo, mientras nos subíamos a aquella embarcación mis pensamientos no eran los más claros, preguntas tras preguntas, cuestionamiento tras cuestionamiento. El aroma del rio inundo mi cabeza haciendo que parcialmente todo desapareciera, apreté la mano de Daniil y subí con él. Pero a pesar que los cuestionamientos se habían ido uno alumbraba mi cabeza… ¿Seguiría siendo o viéndome como en aquella época? Apreté mi labio, el movimiento de la embarcación en el rio era realmente suave, pero con mis sentidos las alertas estaban siempre. Los motores prendieron y como gato sorprendido estire mi cuello mirando hacia la oscuridad de las aguas, dejándome llenar por lo que comenzaba a sentir ahora.

Recuerdos de un pasado inundaban mi cabeza, una condena, una vida… la separación. En realidad habían muchas cosas que no entendía y menos ahora… no… ahora no, esta noche y el resto de la semana era solo para él, para Daniil. Suspire notoriamente como si el aire me hubiera hecho falta y me deje llevar por lo que veía, la oscuridad era el mejor lugar para que mis ojos jugaran con las distancias, tenía que admitirlo amaba ver de noche. Pasaron unos cuantos minutos y pude ver a la dama de cobre que yacía tan feliz, tan solitaria con aquella llamarada realmente era un espectáculo digno de apreciar y aunque me gustaría verla de día, ahora por la noche se veía majestuosa, normalmente mi rostro era un laberinto de emociones pero ahora era no podía ni siquiera saber que gestos hacia, mis ojos abiertos a mas no poder no querían perderse ningún detalle, mis labios dibujaban una sonrisa amplia demasiado amplia, sorpresa, admiración, emoción… en realidad ya ni sabía que era lo que sentía viendo aquella dama que mostraba la grandeza y se veía tan… gire mi rostro para ver a Daniil, parecía disfrutar tanto ese momento como yo, era demasiado bello el momento como para dejar de observar la estatua pero aquel hombre era más importante.

El viento que a esas horas había movía mi cabellera despeinándola, no me importaba, en realidad solo lo único que me importaría en ese mismo momento seria alejarme de aquel vampiro, una semana, daba vuelta en mi cabeza ese tiempo mientras mis manos se aferraban al barandal y su pregunta me sacaba de la inmensidad de pensamientos que saltaban de mi cabeza - Es una ciudad con demasiadas sorpresas, muy a menudo escucho cuando hablan de ella, la describen de tal manera que piensas que es una broma que nada puede ser tan fantástico, pero estando aquí, hay que decirlo es una magnifica ciudad y aun con esa palabra se queda chica… es desde ahora el centro de mi mundo – sonreí, quizás podía tener un tras fondo aquella última frase, quizás no, en realidad era lo de menos – Cada segundo mis expectativas están siendo superadas – asentí con la cabeza y en creces - sonreí de lado y me gire nuevamente para ver las aguas del rio, mientras lentamente levantaba la cabeza para observar las luces de fondo, un paisaje que alguna vez ha sido llevado a un lienzo, la ciudad iluminada en la lejanía se veía tan hermosa y con la dama del rio aún más bella se veía.

Recargue mi cuerpo en el barandal y mire a Daniil Supongo que no extrañas el viejo continentemi voz salió tan suave que las palabras parecieron desvanecerse al tiempo que las había pronunciado, pero sabía también que aquel vampiro había alcanzado a escucharme. Decir viejo continente sonaba extraño para una persona que llevaba en este mundo más de lo imaginable – ¿New York te llena? ¿que le hace falta? ¿preguntas? O solo curiosidad, ambas iban de la mano por que una llevaba la otra o mejor dicho una llenaba la otra. ¿Por qué había preguntado eso?... me puse a pensar si Italia, Roma me llenaba a mi mientras mis ojos se perdían en un horizonte que a lo lejos podía observarse. No tenía una respuesta clara pero no era necesario responderla, ya que solo era mi mente que hacia travesuras con mi cabeza.


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Mensaje por Invitado Mar Nov 22, 2011 2:00 pm

Como una danza bien ensayada, el momento mismo que ella se giró para verme yo giré para encarar el agua y la brisa, sin embargo, una sonrisa se labró en mi rostro y tal parecía que, aunque supiera que su visita estaba marcada con un punto final, esa expresión me acompañaría por saberla a mi lado, sólo por eso. Tuve que reprimir una risa ante mi propia actitud, pues me volteé en cuanto ella me miró, como si no quisiera ser descubierto observándola, embebido en cada gesto y cada expresión de ella por más pequeña que fuera, tratando de descifrar códigos y secretos en cada mínimo atisbo, aunque no hubiese ningún acertijo real ahí; fue como si me hubiera descubierto en medio de mi travesura.

Escuché sus palabras con atención, asentí tal vez, no lo recuerdo y tuve que entornar los ojos pues el viento me golpeaba directo en la cara, era una sensación familiar y eso me reconfortaba. Atribulado como deambulo por la vida, el Dios al que renuncié sabe que lo que más necesito es precisamente eso, ser reconfortado, poder hacerme un ovillo en brazos de una vestal invisible, descansar aunque sea por un segundo, por eso, su compañía y el viento chocando contra nuestra piel era un momento tan valioso que hubiese sido un idiota si lo dejaba escapar. De lo que sí tuve una certeza fue que cada vez que avanzaba en sus palabras, mi sonrisa se acentuaba como si estuviera orgulloso de poder brindarle esta visión. Como si yo hubiese fundado Nueva York, la hubiera hecho prosperar y crecer y ahora podía mostrársela… entregársela como mi gran logro. Me gustaba creer, sin embargo, que ese era mi regalo para ella, esta visión, el gigante de concreto y acero alzándose soberbio en medio del mar.

Eché el cuerpo hacia atrás sin soltar las manos del barandal, provocando que mis brazos se estiraran por completo y sin dejar de mirar la línea del horizonte que dividía la negrura de la noche con la negrura de la ciudad, vestida en un traje de luces como matador a punto de salir al ruedo, suspiré el momento previo a hacer acopio de mi fuerza para responder a sus preguntas.

-Nueva York… -dije con el tono de un profeta que hablará con cadencia vaga pero dirá algo trascendental, no es que yo fuese a decir algo trascendental, simplemente adopté esa sonoridad en mi voz –es la ciudad ideal, no puedo pensar en otro lugar en el mundo para estar –luego, sin querer, agaché la mirada y observé el oleaje que la embarcación en la que íbamos provocaba sobre el agua, todo como un preámbulo a lo que continuaba en mi pequeño discurso –es una pena que, siendo lo que soy –un vampiro, no había necesidad de aclararlo –mi destino sea el de moverme, inevitablemente tendré que dejar esta ciudad algún día –volví a alzar la mirada para contemplar el paisaje, la ciudad, tener que decirle adiós significaba desde ya una pena más que soportar.

-¿Si me falta algo? –me giré para verla y le sonreí –supongo que alguien con quien compartirlo, compartir todo esto, nada más –no supe qué me había conducido a responder aquello, no supe por qué hasta yo intuí que llevaba un doble sentido, una pincelada suspicaz, sin embargo, esa era la pura verdad. Una existencia como la mía es muy solitaria, y aunque son demasiados años ya de ser un ser marcado, y aunque parece que me he hecho a la idea, siempre idealizo cómo sería mi vida con alguien a mi lado. Quizá menos miserable, cómo saberlo si le temo tanto a amar a alguien.

-¡Y por supuesto que extraño Europa! –luego solté una carcajada, cortando de tajo la melancolía que me inundó de pronto, este momento no era para ponerse taciturno, estaba con Sophia, por todos los cielos. Sophia, a quien podía llamar mi amiga, quien me cautivaba a cada momento, como si cada instante con ella fuese el primero-, extraño París, extraño Rusia… Rusia sobre todas las cosas –suspiré y me giré finalmente hacia ella para mirarla de frente -¿no extrañarías tus lugares si estuvieras lejos? –era más como una pregunta retórica; no esperé a que respondiera, me moví con cuidado por la cubierta del barco y caminé hasta la única cabina de la pequeña embarcación.

-Te dije que no tenía gran cosa preparada pero… -dije y desaparecí de su vista para luego regresar con un par de copas y una botella de Crystal, una botella de champagne que había estado guardando para una ocasión especial y no podía pensar en nada más especial que esto.

Extendí una copa a Sophia y la otra la coloqué a un lado para poder abrir la botella, quité la cubierta metálica y con ambas manos tomé el cuello para sacar el corcho, una tarea sencilla si se consideran mis habilidades, de hecho tuve que tener precaución en no romper la botella más que otra cosa. Serví un poco en su copa, luego en la mía y la alcé.

-¿Te parece si brindamos? –esperé, sin embargo, a que ella diera su permiso.

Off: Me encantó tu respuesta *_*
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Mensaje por Sophia D'Luca Dom Dic 04, 2011 3:00 pm

Ahora todo, si absolutamente todo se reducía a Daniil, a ese vampiro que en un tiempo pasado me había me había dado leche, sonreí hasta sonrojarme baje la mirada sintiéndome extrañamente diferente en ese momento, recordar el pasado siempre era bueno pero, ahora era diferente en aquellos años era una niña, si una niña que buscaba algo en la vida, algo que lo encontró… pero el tiempo y el destino eran mi propio tablero de ajedrez, suspire y no pude contener una sonrisa, de esas que salen de la nada, que te llevan a otro mundo, a una cena en un tejado… a un cuestionario que sirvió para conocernos… Daniil, pensé siempre había logrado sorprenderme y ahora lo seguía haciendo. Atenta y con curiosidad mientras el viento jugaba con mis cabellos sueltos escuche sus palabras, tenía razón yo extrañaba Paris, aun cuando estaba a un lado de aquella nunca iba, quizás… si la tormenta de recuerdos eran demasiados… Gire mi cuerpo en conjunto a los movimientos que hacia aquel vampiro que, se veía radiante y feliz.

¿Qué le hace falta a Italia? Ahora tenía una respuesta, le hace falta un amigo, alguien que me conozca y pueda secuestrarme para salir de mi mundo, alguien que me haga reír, que me haga llorar, alguien que me invite a salir y me lleve a conocer la ciudad. Cerré mis ojos y cuando los abrí apareció el, con la botella de champagne, moví la cabeza ampliando la sonrisa de mi rostro – Nada preparado me largué a reír como si me hubiera dicho un halago y sonrojándome otra vez desvié mi rostro hacia las aguas oscuras que se mecían en un acorde diferente al movimiento de aquella embarcación, deje pasar unos segundos para que mis mejillas volvieran a su color natural y tomando aquella copa de cristal deje que vertiera aquel vino espumoso, que burbujeante tenía un aroma exquisito. – Brindemos… por New York – sentí como mi pecho se apretaba con aquella simple frase, mi corazón latió con fuerzas golpeando en mi pecho y apreté la copa, en realidad no quería brindar por la ciudad. Suspire tranquilizando a mi interior que recién en ese momento se estaba alborotando, impulsándome a ser aquella Sophia salvaje, impulsiva, esa Sophia que no se controlaba que no media sus palabras. Era en ese preciso momento Lit, Leis y Sophia juntas pensando y moviendo mis pasos en un unisón -¡Cálmense ya! – Dije a mi interior mientras la pupila de mis ojos se agrandaba, mezclando los colores de mis transformación… - Sabes… no… mejor brindemos por Ti y por mi… por una semana que comienza hoy y que terminara… cuando sea necesario – Fue como si me quietaran la soga del cuello, como si pudiera respirar nuevamente; empine un poco la copa y mis labios tocaron aquella bebida di un pequeño sorbo y le guiñe el ojo a Daniil, ¿coqueteo? Me quede parada ahí mirándolo como una niña embobada.

¿Qué estás haciendo? Me repetí y luego sin quitarle la vista volví a sonreír. Las felinas que habitaban en mí, me estaban jugando una mala pasada. La embarcación se movió diferente y volví en mí, las luces de la ciudad parecían tocar una melodía que en la lejanía se escuchaba, una melodía que hacía que mi piel vibrara, que el viento que se mesclaba con las aguas me condujera a responder una pregunta que no existía… Yo era eso, yo era una mujer, un felino, un cambiaformas que no tenía necesidad de pensar en más cosas de las que ya sabía, estoy loca, pensé en el segundo que me moví de mi lugar y me acerque a Daniil, quizás me arrepentiría de esto, quizás no. Pero existía también la posibilidad que todo terminara. ¡Calla Sophia! Me autoimpuse y parándome frente a Daniil con una mirada de culpabilidad tome su copa y la deje a un lado junto a la mía- ¿Sabes? – trague saliva, respire hondo y volví hablar – No quiero vivir pensando en porque no hice esto tal vez no era el momento, pero ¿Y si nunca lo era? Estábamos los dos, la estatua de la libertad nos miraba a lo lejos, la ciudad animándome de lejos, el viento jugando con nosotros, él y yo, no quería que hablara, porque si él decía algo me arrepentiría y huiría lejos y no quería hacerlo. Volví a inflar mi pecho como si me costara respirar, mi cuerpo temblaba de nervios y mi corazón desbocado latía con fuerzas como si hubiera estado corriendo por horas. Hice el gesto de silencio, llevando mi dedo índice a mis labios y luego al de él, no quería que nada me interrumpiera, relamí mis labios con suavidad, pase mi mano por los ojos del vampiro para que los cerrara, no quería que me viera, la inseguridad me estaba comiendo por dentro y acercando mi rostro al ajeno apoye mis brazos en su pecho tomándole del saco que llevaba puesto aferre con fuerzas y le di un beso, uno corto, suave tímido. Cerré mis ojos para no verle, no quería ver su expresión, no quería sentir un rechazo por parte de el… aleje mis labios de los fríos ajenos y solo pronuncie Daniil – me quede como estatua aferrada a él. El tiempo corrió, voló en ese momento y lo solté con lentitud.



Off: te dije que si escuchaba la canción... Esta vida loca... iba hacer algo xD pues... mientras escribía este post la escuche y me deje llevar xD... espero te guste Razz


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Mensaje por Invitado Mar Dic 13, 2011 10:10 pm

Me parecía sensato, o lo más sensato al menos, la opción a tomarse, el camino seguro; brindar por Nueva York era lo lógico, lo prudente, y sólo sonreí con ese aire correcto que parece no abandonarme, alcé la copa pero detuve a medio camino, parecía que recapacitaba en algo, que caía en cuenta en algo y me quedé atento. ¿Minutos o segundos?, ¿un suspiro o una eternidad?, el tiempo me pareció tan subjetivo en ese instante que daba igual, entonces me di cuenta que había estado aguantando la respiración y solté el aire en un largo suspiro cuando finalmente rectificó su brindis. «Por ella y por mí» había dicho y me tomó un montón de tiempo caer en cuenta que sí, que eso había dicho, que no era una mala broma de mi propio y enfurecido deseo de escuchar esas mismas palabras. Asentí, si dije algo o no, es irrelevante, seguro repetí sólo sus palabras como para asegurarme que eran reales y luego un breve sorbo a aquel champagne que había estado guardando para un momento especial. Este se desbordaba en dicha virtud, no había podido elegir mejor ocasión y mejor persona para compartirla.

A penas separaba el filo de aquella copa de mis labios cuando ella la tomaba y la apartaba, junto a la suya, como si quisiera deshacerse de todo obstáculo que se opusiera entre ambos. La miré atento, algo me decía que no debía perder detalle de sus movimientos, mis sentidos, siempre potenciados, parecían estar fuera de control en ese instante, podía escuchar su corazón, su respiración, podía olerla, podía sentirla incluso sin tocarnos. Callé, obediente porque ella me lo ordenaba, y cerré los ojos a penas su mano se posó sobre mis párpados. Me sentí eufórico, sentimiento que tuve que controlar, sentía desde ya esa emoción enloquecida como la de un niño que corre al pino navideño la madrugada siguiente a Noche Buena.

No puedo decir que fui tomado por sorpresa, porque mentiría, cada señal bien colocada en el trayecto que estaba marcando me conducía a que finalmente esto pasaría. Como de costumbre, había sido mi contraparte femenina la que había tomado la iniciativa, y se lo agradezco, porque yo hubiese muerto (de poder morir) con la duda clavada en el pecho como estaca. La dejé hacer conmigo lo que quisiera, podía ordenarme tirarme por la borda de la embarcación y lo iba a hacer. Poco a poco se separó de mí y me soltó, en cuando hizo aquello me sentí como el tonto más grande sobre la tierra. Abrí los ojos lentamente, aún con esa expresión de pasmo y como es mi maldita costumbre, las palabras huyeron en manada.

Sólo tuve a bien agarrarla de la mano antes de que se alejara por completo y jalarla contra mí, mirarla a los ojos deseando tener palabras dignas, o suficientes, pero luego me pareció que era mejor no decir nada, que no había palabra en el diccionario que calzara con lo que quería decirle en ese instante. Esbocé una sonrisa tímida, una sonrisa pequeña y frágil y volví a cerrar los ojos para ser yo quien la besaba ahora. Gracias, le dije sin palabras, por contagiarme algo de ese valor que a mi tanta falta me hacía. La imité, fui breve, pero quería comunicarle en un código privado, un morse confeccionado por y para nosotros, que aquello que había hecho, que su osadía y travesura, era algo que yo había ansiado hacer desde que la observé con su equipaje en el aeropuerto, claro, como siempre, tarde me daba cuenta de ello, esperaba que no demasiado.

Luego llevé una palma a una de sus mejillas y le volví a sonreír, qué me quedaba si eso, de todos modos, era lo que ella provocaba en mí, un enorme, aplastante y sublime deseo de sonreír.

-Sophia –su nombre salió en un susurro y mi sonrisa se acentuó, me di cuenta de lo pequeño que era a su lado, y al lado de la ciudad, y al lado del océano en el que navegábamos, y en esta inmensidad que llamamos universo-, creo que es hora de regresar –una línea mundana, porque de nada me servía desvivirme en palabrería, pues no diría nada coherente al final. Dicho eso, el bote dio la vuelta para regresar al muelle.

Me separé de ella, aunque no lo deseaba, me giré y tomé la copa aún con aquel líquido dorado vertido en ella, bebí de un solo trago lo que sobraba y reí como si no tuviera sentido hacerlo. Tras la carcajada y un suspiro volví a mirarla.

-Si así empieza nuestra semana, creo que la disfrutaré mucho –le dije con una sonrisa de lado y aire de travesura. Aunque me dolía en el alma (en el caso de aún poseer una) hablar del periodo de tiempo que teníamos destinado para ambos, aunque quién sabe, tal vez así era mejor. Una semana parecía poco, pero era un tiempo ponderable antes de comenzar a hacernos daño.
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Mensaje por Sophia D'Luca Mar Ene 03, 2012 1:24 am

Los años que habían pasado desaparecían en ese momento cuando el pasado ya no importaba, el futuro era algo de lo cual no quería pensar mas solo me quedaba el presente que era precisamente ese mismo momento tan solo nos quedaba disfrutar cada día como si fuera el ultimo, extraño era pensar que en el momento indicado llegaría ese día, sentí como mi corazón vibro de manera extraña al pensamiento que quería apoderarse de mi, respire algo nerviosa, no sabia en ese momento que debía hacer, que tenia que decir o que no. El con su beso me había respondido de manera singular, ese momento era el código que necesitaba para ser feliz, por que… ya con su compañía lo era, pero después de aquello todo cambiaba de ver todo en tonos grises ahora aparecía delante mio un arcoíris que me dejaba conforme y ansiosa por lo que aun faltaba por recorrer.

Lo seguí con la mirada hasta que tomo su copa luego de eso cambie de dirección y observe la ciudad, las luces, la bruma, las aguas, algunas embarcaciones que habían en la lejanía, escuchar su risa confirmo algo que no quería pensar, él estaba nervioso, pero yo no, extrañamente me sentía tan bien en ese momento que nadie y nada opacaría ese momento. Apoye mía manos en una baranda acomodándome deje que la brisa hiciera de las suyas con mi cabello con mi cuerpo, mis pensamientos volaron y mis palabras estancadas en mi garganta me ahogaron de una forma divertida, sin mas reí casi respondiéndole a su carcajada - ¿A dónde iremos ahora? gire mi cabeza lentamente preguntando como una niña que no se sacia de lo que ya ha conocido, mire el reloj que colgaba en mi muñeca izquierda y aun nos quedaba noche para disfrutar. Ahora me encontraba en una encrucijada no sabia si responder o no a las palabras que él había dicho.

Mientras la embarcación regresaba al punto de salida y/o llegada me dedique a disfrutar de aquel aire marino, en un silencio que no era incomodo sino mas bien todo lo contrario, un silencio del cual podías disfrutar en compañía Cada día reí en complicidad – cada noche sera una noche diferente termine la frase omitiendo la cantidad de días ya que a esas alturas era irrelevante. Sonreí de manera suave jugando con mis cabellos que parecían ser un verdadero desastre en ese momento; quería decir muchas cosas en ese momento pero no sabia por donde empezar, la sonrisa dibujada en mi rostro no se apagaba con nada y ya comenzaba a dolerme las mejillas de tanto sonreír – Quiero decir algo pero no se como aquella frase salió de mis labios libremente como si fuera algo natural decir ese tipo de cosas, pero del momento del beso hasta ese segundo había estado del todo callada – Daniil hable con suavidad mientras daba la espalda a las aguas – ¿En la ciudad hay algún lugar que te haga recordar el viejo continente? Preguntar era algo que se me daba bien cuando no sabia que decir, pero tenia fe que a medida que respondiera le diría lo que quería decirle, aun cuando ni mi cabeza quería hacerme razonar, mi cuerpo parecía más ligero luego de aquello. Volví a sonreír, de seguro no esperaría que hiciera una pregunta como esa, o tal vez… me conocía bien como para saber que en realidad era lo que quería saber.

Segundos, minutos, horas…. No sabia cuanto ya había pasado desde el momento que me baje del avión hasta que se detenía por completo la embarcación, el motor se apagó y los ruidos de la ciudad comenzaron a inundar mi cabeza creando una melodía que muy en el fondo me daba cierta confianza para avanzar por el lugar. – ¡Vamos hay que disfrutar! – dije con la energía que caracterizaba mis actos y palabras, como si yo fuera la guía en aquella ciudad, como si el fuera el visitante que necesitaba de ánimos que tenia de sobras, como si… fuéramos uno y no dos en ese momento, camine por el lugar para llegar al desembarque y con ayuda de Daniil pise tierra firma. Ahora solo me quedaba esperar a lo que el vampiro tenia preparado. La noche es joven – dije aguantándome las ganas de reír y me aferre a su mano como si fuera una bola de estambre que no dejaría escapar al menos por ese momento.



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Mensaje por Invitado Vie Ene 13, 2012 12:38 am

Había demasiado que mostrarle, me hubiese gustado que la noche fuese eterna para poder enseñarle todo, pero sabía que no era así, sin embargo, eso me daba oportunidad de ir mesurando cada sitio y vivencia, una o dos por noche, irla fascinando de a poco y no todo de golpe y que pronto la magia se esfumara. Mientras regresábamos a la estación del ferri, de donde habíamos salido evité mirarla porque me sentía un tonto, pero algo en ella me había dicho que todo aquello no había sido un impulso, sino algo guardado por años. Yo lo sentía así al menos.

Reí contrariado, sobre todo por mi propia timidez, pero le daba la razón, cada velada neoyorquina, mientras quisiera estar a mi lado, yo me encargaría de fabricarla de modo diferente, de hacerla especial como si fuese nuestra última noche juntos. La miré de soslayo sin dejar de sonreír con gesto que antes, las mujeres en mi pasado, me habían dicho que era parecido al de un niño inocente. A veces me sentía de ese modo, como si vivir tantos años no provocaran malicia alguna en mi, la prueba estaba en que al sentirla cerca me hacía un ovillo como un chiquillo que no entiende lo que pasa.

-Sí, hay un sitio –de inmediato pensé en la Quinta avenida a la altura de Greenwich Village, no sólo me recordaba el viejo continente, me recordaba París por sobre todas las cosas. Como un trozo de Francia en pleno corazón de Manhattan-, vayamos –invité y ambos estuvimos en suelo firme de nuevo. Había espacio de tiempo que parecían saltarse al estar con ella, los silencios no eran incómodos, eran sólo parte más de nuestra conversación. Su entusiasmo se me contagiaba como si fuese mi primera vez en esta ciudad también.

La tomé de la mano, aunque ¿la había soltado desde que habíamos dejado el barco?, la conduje de nuevo a esa boca en el suelo para tomar el metro, ya era tarde, pero aun así, la gente atiborraba los vagones, era la hora de salir de fiesta, de ir a un concierto, de cenar con la pareja, y en Nueva York hay tanto tráfico que muchos preferimos esta forma de movernos.

Bajamos en Houston St., estaba cerca del sitio a donde la quería llevar, caminamos ese par de cuadras que nos separaban, Greenwich Village es una zona universitaria, y hay mucho movimiento durante la noche, esto se empezó a notar conforme nos íbamos adentrando. No me separé de ella, no la solté ni un segundo, pues aunque no estábamos en alguna zona que considerara peligrosa, no podía perder de vista la ciudad que estábamos pisando.

-Estamos cerca –doblé una esquina y frente a nosotros estaba ya el parque al que me dirigía, un pequeño parque de una vigésima parte el tamaño de Central Park, pero eso no era lo que me interesaba, Washington Square tenía como principal atractivo un arco, parecido al del triunfo, en la capital francesa. Apresuré el paso y pasamos por debajo de la construcción, hecha en conmemoración de George Washington.

-¿Qué te parece? –le dije mientras me dirigía a un banco, de esos que tenían acondicionados tableros de ajedrez, y ofrecí la otra silla-, no vengo a menudo aquí, pero me recuerda mucho París –tal vez por eso evitaba aquel sitio, suspiré mirando a un lado y a otro, algunos jóvenes iban rumbo a sus reuniones, y nos miraban. Si algo llegara a pasar, sabría defenderla, no soy alguien que sepa usar los puños, pero de mi lado tengo la maldición que hace siglos cayó sobre mí. Volví a posar mis ojos en ella y le sonreí-, hay demasiados sitios que ver, todos diferentes, pero me parece que este lugar es ideal para tomarnos un descanso –no iba a comentar nada de lo sucedido en el bote, no podía, me sentía aún demasiado sofocado por aquello.

Washington Square:
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Mensaje por Sophia D'Luca Vie Feb 10, 2012 1:17 pm

Habían momentos en los que pensaba que si en realidad estaba haciendo lo correcto, si había sido una buena elección acudir a New York de vacaciones o mejor, si había sido adecuado besarlo, aquello se poso en mi estomago era como unos de esos nervios que se pasan en tu interior como instintos, instintos de felinos, perceptibles, audaces, egocéntricos, sigilosos… si esa era yo, salvaje e impulsiva no podía, no podía ser de otra forma y ni en mil años había cambiado y no, no lo empezaría hacer. Con una sonrisa amplia en mi rostro como una niña pequeña tomando su mano aferrándome a él, le seguí, podía sentir como mi corazón se agitaba de la pura emoción de recorrer las calles junto a él, de caminar de pasear, de disfrutar, apreté su mano de forma cálida dándole una caricia con uno de mis dedos en su mano.

¿Todas las noches serán así de intensas? – y cuando hablaba de intensas decías así de movidas, llenas de sorpresas de detalles, de cariño, de amistad, de… de algo de amor, respire profundo mientras nos movíamos de pasar de un lugar a otro en cosa de segundos, en ese momento extrañe esa parte en mi vida, Italia, con sus pequeñas calles en la zonas centrales, el sonidos de las motos, de la mía propia, el ronroneo de mis gatos, el aullido de alguno, New York no tenia de eso, pero aun así me gustaba, mientras caminábamos mire a todos los que nos observaban, algunos sonreían, otros se espantaban y luego otros no les importaba si quiera como nos veríamos, y eso era lo que me gustaba de este mundo de esta época. Escuche cuando dijo que estábamos cerca y mi cuerpo dio un respingo de exaltado y me acerque más a el de manera para sentirme más protegida y continúe vagando en mi memoria mientras mis ojos se maravillaban con todo lo que se le cruzaba por el frente. Y de un segundo a otro vi aquella estructura y mis ojos se iluminaron o al menos así lo sentí, mis labios se separaron para pronunciar algo y soltando levemente su mano di una vuelta en mi propio eje mirando hacia arriba, aquello me hizo recordar aquel lugar del mundo que tanto amaba, Paris.

Me acerque a el tomándole la mano nuevamente - ¿No te gusta recordar Paris? – pregunte tomando asiento en la banca… antes de responder la pregunta que él me había echo, gire mi cabeza mirando el lugar, aquel arco iluminado Es como estar en Paris… solo le falta el romanticismo y la magia que tiene aquella ciudad dije con suavidad sintiendo como nos observaban de manera, ¿extraña? No estaba tranquila, me sentía inquieta en el estado mismo de lo primitivo de mi raza, una que muchos desconocen y otros… solo la han visto le mire de reojo con una sonrisa traviesa, y apoye mi cabeza en su hombro – Cada rincón de esta ciudad es diferente y hasta ahora me gusta – pegue mis ojos en el lugar soltando un pequeño ronroneo como si me estuviera haciendo cariño Tenemos varias noches… - no pude evitar sonreír ante mi ronroneo, claro no era igual que el de un gato pero se asemejaba mucho, a final de cuentas era uno de ellos levante mi cabeza de su hombro y acomodándome un rugido desde mi interior y abrí los ojos bien grandes – Tengo… hambre – dije entre dientes mordiendo mis labios.

Al final de cuentas seguía siendo humana, y no había comido mucho en el avión por nos nervios de este reencuentro, sonreí y busque su mano para dejarle una caricia – te… te quiero – ladee el rostro y lo mire con cierta ternura que no era propia de mi, pero me gustaba demostrar un poco lo que sentía, sabia de vampiros, y conocía a Daniil, de alguna forma sabía que estaba incomodo pero quería que no se sintiera así, que lo que hubiera pasado solo fuera un paso para una semana llena de emociones y lugares por visitar…


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Mensaje por Invitado Sáb Feb 18, 2012 4:27 pm

Podíamos ser las últimas vidas en el universo, y no podía ser más irrelevante. A su lado el tiempo me parecía líquido en las manos, se iba rápido, sin oportunidad a si quiera hacer algo para intentar detenerlo; a su lado todo era trascendente y a la vez efímero, ¿pero por qué?, en qué sitio se hallaba la diferencia que marcaba su compañía a la del resto de las personas, en qué lugar estaba la respuesta a la incógnita que de pronto pareció dibujarse sobre mi cabeza como halo, como un gigantesco signo de interrogación de viñeta en un tebeo.

En un segundo, o tal vez muchas, muchas horas que cabalgaron como caballos desbocados sobre mí, no lo sé, el tiempo me pareció algo incuantificable de pronto; estuve con ella, a mi lado, su cabeza sobre mi hombro y puse la espalda recta nervioso, su contacto me ponía ansioso y sin saber a bien qué hacer. Parecía que no tenía la cantidad de siglos que tenía, que no tenía si quiera los 40 años que eternamente aparentaba (estancado en la crisis de los 40, qué tan patético es eso), parecía un niño, inexperto e imberbe. Giré para verla, ahí a mi lado… podíamos ser en verdad las últimas vidas en el universo y no importaba. Suspiré y miré a mi alrededor ante sus palabras.

Nueva York parecía la retacería de todo el mundo, una ciudad hecha con pedazos y bocetos de todo el mundo, pegados con una suerte de buenas intenciones y últimos recursos de gente que, como yo, no tiene nada que perder. Nueva York, de cierto modo era como yo, todo el mundo contenido en un espacio geográfico determinado y en el pecho donde alguna vez tuve un corazón que bombeaba sangre con pasión, inmoderado hasta que se fue desmoronando. Yo estaba muerto desde antes de tomar la inmortalidad como sendero.

-No es que no me guste recordarlo, después de todo… -dije aun mirando un punto en el horizonte nocturno y luego girando el rostro para verla a ella-, fue en aquel lugar donde te conocí –sonreí de lado sin poder evitarlo al recordar cómo la había conocido, pensando con fervor que todo sucede por una razón, y que habérmela topado tenía un motivo, que aún lo tenía-. Tal vez por eso no vengo aquí, recordar podría hacerme daño –apunté. Recordar también podía embeberme y ahogarme en un pretérito mejor, el cual ya no era mi realidad.

Sentí su mano, la observé como en cámara lenta y luego a ella de nuevo, aunque esta vez busqué su mirada con ahínco pertinaz, no me iba a dar por vencido hasta que mis ojos, apagados como trozos de carbón se cruzaran con los suyos, chispas capaces de encender de nuevo el fuego casi extinto en mi. Antes de que pudiera hacer otra cosa, atrapé su mano y la besé con movimientos resueltos pero espontáneos.

-Gracias –dije en un susurro que hubiese dado igual si era emitido por mi boca o no, tímido y casi inaudible-, yo también –esta vez mis palabras fueron con un volumen más aceptable. No podía negarlo, no podía mentirle. Su presencia ahora, en esta ciudad que se encarga de disminuirnos con su avalancha de sensaciones, colores, olores y ruidos, era lo que me estaba haciendo falta.

Sin soltarla de la mano me puse de pie.

-Vayamos a comer –le sonreí con gesto afable, con un poco más de seguridad en mis palabras y movimientos-, ¿qué se te antoja? –pregunté, en aquella ciudad había de todo a toda hora, así que podía pedirme lo que fuera, yo la llevaría, la complacería. Así me pidiera bajarle Venus, el cuerpo más brillante en este cielo opacado por las luces artificiales, haría todo, desafiaría a los dioses, por dárselo.
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Mensaje por Sophia D'Luca Miér Mar 07, 2012 10:16 am

Cuando crees que no te puedes sorprender más de la vida es cuando te das cuenta de lo equivocado que estabas, podían haber pasado siglos, podía conocer un mundo, mi mundo al revés y al derecho, y luego de cruzar grandes cantidades de kilómetros te das cuenta que viven en una bola de cristal, que el mundo que está afuera es tan o más maravilloso de lo que alguna vez imaginaste. Podía sorprenderme toda la noche hasta de lo más insignificante, pero… no era insignificante para mí ya que cada cosa que observaba tenía una firma un detalle que lo hacía único en la gran amalgama de situaciones, Daniil. Sonreí ante mi pensamiento dejando que mis ojos se topasen con los orbes de un color intenso que yacían en el rostro del vampiro que a pesar de los años seguía siendo el mismo que una vez conocí por casualidades de la vida. ¿Existía la casualidad? No, todo había sucedido por que el destino nos quiso unir y formar este lazo tan extraño y fuerte que nos unía como si fuéramos las estrellas en el cielo, que cambiaban a medida los meses y las estaciones pasaban, al final… siempre estarían ahí como lo nuestro.

No sé cuánto tiempo lo estuve mirando ni de qué forma pero todo desapareció en ese segundo, Daniil parecía ser el único en la tierra que me hiciera perderme en su mirada, el poseía esa magia capaz de llevarme a recorrer el mundo con tan solo una mirada, baje la mirada desviando mi vista hacia al arco, sonrojada por las palabras que decía el sonreí cómplice, de lo que mis pensamientos dictaban. – Recordar… es viajar a un momento que uno tiene atesorado solo pude decir eso, no hacía falta nada mas, claro que no. Suspire y volví a sonreír con más ganas al ver lo que hacía con mi mano esos besos eran divertidos, extraño verle así a él, pero me encantaba que se sintiera como el niño que recordaba.

Sin soltarle la mano, me deje levantar por él y no espere nada y le di un abrazo de felicidad, de nada más que felicidad, quería que supiera sin palabras que me hacia feliz estar junto a él, impulsiva siempre había sido y no dejaría de serlo por estar frente aquel hombre que tanto me gustaba. Me di el tiempo para abrazarlo y estar ahí, en ese rincón que traía recuerdos a siglos atrás, le solté y tome nuevamente su mano, dándole un leve apretón, con una sonrisa de una niña que le han dado lo que deseaba para su cumpleaños, baje la mirada y la volví a levantar observado los arboles de aquel lugar - ¿qué es lo típico que se come por estos lados? - pregunte deteniéndome en cada detalle de aquel sitio no quería moverme siquiera por que el que guiaba mis pasos era quien dictaba donde iríamos, aunque perdernos en la ciudad sonaba tentador para una aventurera como yo, pero reprimí mi pensamiento, quizás algún día podía perderme. Abrí la boca para pronunciar algo pero luego calle y apreté mis labios.

Aferrada a su mano avance hacia la gran fuente de agua y me quede ahí mirando como el chorro de agua salía de un lugar y luego se juntaba toda en el centro. Mire cómplice con una antigua tradición y sacando de uno de mis bolsillos tome dos euros – Toma, pide un deseo y luego tiras la moneda a la pileta – mire a Daniil, no me importaba si creía o no en aquello, al menos yo si creía. Le solté la mano y dándole la espalda a la pileta tome la mano del vampiro A la cuenta de tres lanzamos las monedas sonreí, me gustaba eso, me gustaba el. Cerré mis ojos pidiendo mi deseo… - Uno… dos… ¡tres! lance la moneda hacia atrás, solté un suspiro y mire a mi acompañante, con una amplia sonrisa. Espero se cumpla tu deseo me acerque a él y le di un suave y corto beso en sus labios. En ese momento se me había olvidado ya que tenía hambre hasta que mi estomago reclamo nuevamente y levantando los hombros deje que Daniil me volviera a guiar por las calles de New York – Y bien… ¿hacia dónde vamos ahora?


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