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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

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Mensaje por Doreen Jussieu Jue Nov 24, 2011 5:03 pm

Peligrosos eran los caminos que conducían al bosque, muchos más peligrosos los que te llevaban a la salida de él pues en muchas ocasiones no sales de este. ¿Por qué? Mucha gente no encuentra una explicación lógica, ellos, los seres humanos que no han aprendido a ver por fuera de sus narices, no se dan cuenta que incluso dentro del lugar tienen al enemigo, en un conocido, en un amigo o incluso en un familiar. Los seres de la noche han aprendido a vivir de una manera tan humana que incluso es bastante sorprendente no ver por lo menos a un par en algún evento grande. Siempre había creído que esas criaturas solo eran inventos de personas bastante trastornadas, historias interesantes sobre criaturas que se enamoraban, criaturas que amaban, que incluso hacían sacrificios por amor, peor desde que había escapado de casa me había quedado en claro que no todos eran así. Mi cuerpo tenía escondida una historia de un claro ejemplo que muchos de ellos solo sienten la necesidad de saciar sus necesidades, mi corazón tenía idea que muchos valoraban también la vida de los humanos, nunca había dejado de confiar, lo sabía de verdad sabía que era una humana "tonta" que soñaba con un final feliz en mi vida, con una familia, con hijos, con un verdadero amor pero a estas alturas ya lo veía muy lejos.

Cerré el libro incapaz de poder concentrarme en aquella lectura, aquella tarde había estado demasiado tranquila, bastante rara pues todos en la casa de la noche habían cooperado para hacer los deberes en la casa, no me encontraba cansada a pesar de la hora en la que me encontraba. Deje el libro en la mesita de alado, donde una vela alumbraba para que pudiera leer sin problema alguno. No tardé mucho para ponerme de pie y tomar esta misma entre mis manos y poder avanzar por la casa vigilando que todos estuvieran descansando, aquella mañana los brujos se habían dedicado a poner protecciones para que ningún guardia de la corte pudiera encontrados seguro estaban todos más que dormidos lo cual me daba la oportunidad necesaria para poder salir de la casa. Si, si estaba recibiendo regañados por las veces anteriores en las que había secado sin embargo no me importaba, necesitaba esas escapas, a pesar de mi timidez sabia que necesitaba libertad, siempre la había necesitado por eso había escapado de casa.

Un vestido rojo es el que acompañaba mi cuerpo aquel día, si me cambiaba de atuendo seguramente haría ruido y todos se pondrían alerta por eso, avancé a paso lento por la casa hasta llegar a la cocina y así salir por la puerta trasera. Efectivamente todos estaban dormidos, ni siquiera había vigilante alguno a nuestro alrededor. Avance sin problema y entonces vi aquella oscuridad. El bosque, había estado pensando en el todo el día con temor a que algo pasará con un presentimiento… Moví la cabeza y seguí avanzando, ¿mi sangré tendría un olor a distancias largas? ¿Olería bien? ¿Llamaría la atención? No lo sabía, aquellas criaturas que conocía siempre se comportaban bien cuando estaban a mi lado sin embargo quizás olía muy mal. Avance por pequeñas veredas, sabía a donde quería ir sin embargo días atrás había tenido un encuentro que me dejo un poco consternada quizás las cascadas no eran el mejor de los paraderos, quizás un nuevo refugio no estaba mal.

Los minutos pasaban con bastante rapidez, el camino era casi interminable pero solo era la impaciencia de estar en el bosque a altas horas de la noche, sentía pisadas, incluso una mirada pero estaba segura que era mi paranoia la que me estaba haciendo malas jugadas. Al fin salí del bosque, encontrándome con un camino que para ser sincera no conocía. Daba igual ya estaba en ese lugar, debía seguir adelante. Hermosas calles parisinas, tan desiertas en este momento, el silencio llama a la muerte ¿No es así? El silencio llama a las peores atrocidades de los seres humanos pues nadie los ve al hacerlo. Mi cuerpo tembló, mi piel se erizó pero aun así seguí el paso. Frente a mi podía identificar grandes carpas brillantes y coloridas. Todas estás ya cerradas, hice una mueca llena de tristeza pero no me detuve. Los pies comenzaban a dolerme, demasiado sin embargo seguí, no paré y por fin unas pequeñas rejillas detuvieron mi paso. Alce la mirada, grandes y hermosos juegos estaban totalmente detenidos, sin luces, sin personas, sin sonrisas que disfrutaran de su funcionamiento. Miré a mi alrededor, no había nadie, bufé ¡Que raro que no hubiera nadie! Di un pequeño salto para atravesar esas rejillas y entonces caminé por los juegos, aun se podía apreciar el olor a la deliciosa comida que estaba a los alrededores, llevé mis manos a mi estomago y entonces este sonó delatando el hambre que tenía. ¿Y si hacía mal al asomarme y ver que había? Negué recordando el rostro de aquel violinista que noches atrás había sido mi acompañante, su timidez, su rostro, todo en el me recordaba a mi, sonreí ampliamente y entonces mi rostro se quedo pasmado viendo esa enorme rueda de la fortuna que se encontraba frente a mi.

Caminé con lentitud hasta posarme por detrás de los asientos que se encontraban en la entrada, los observé con detenimiento y pase la yema de los dedos, estos se llenaron de polvo, los limpie contra el vestido. Seguí caminando alrededor del asiento hasta que por fin ya bastante cansada me deje caer en el sintiendo como se mecía un poco. Cerré los ojos por unos momentos y entonces un susurró llamó mi atención. ¿Cuándo sería el día en que nada extraño pasara? No lo sabía pero al menos ese día no lo era pues un estruendo acompañó a aquel susurró y entonces las luces de distintos juegos comenzaron a encender. Mi mirada iba a de un lado a otro sin poder encender que es lo que pasaba, incluso quise ver el rostro de alguien pero no había nada. Di un brinco al asiento y bajé las escaleras del juego hasta tocar con tierra firme, mi paso era un poco rápido, un poco torpe pues buscaba algo ¿Qué? No lo sabía, mis cabellos comenzaron a nublar mi vista, los movía de vez en cuando y entonces no avance más, no había nadie o quizás aun no lo podía percibir…


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Mensaje por Invitado Vie Nov 25, 2011 9:38 pm

Las pisadas sobre la hierba húmeda a esta hora crujían como el fuego crepita en una chimenea. Cerré los ojos y aspiré a profundidad los aromas, por sobre el de la flora y los animales, distinguí el de la sangre y una sonrisa cruzó mi rostro. Empecé a desmenuzar cada aroma en esta sinfonía de hedores por pura diversión; sangre sobre el suelo mojado, de animales que fueron cazados, de animales que sirvieron para los míos en un acto repugnante de debilidad (no puedo concebir cómo es que existen vampiros que prefieren la sangre de las bestias al dulce elixir humano) y sangre de pobres diablos que se cruzaron con uno como yo y no corrieron con suerte. Pero antes de poder seguir degustando del gaudeamus algo más llamó mi atención, abrí los ojos como los de una serpiente marina escondida en su cueva subterránea y los moví en dirección al origen, enfoqué mis esfuerzos a eso que desprendía aquel perfume y relamí mis labios.

Caminé con calma dibujando un trayecto casi paralelo al suyo, distinguiendo la mancha carmesí entre la sombría obscuridad del bosque. Era caperucita roja, yo quería jugar a ser el lobo feroz.

Seguí sus pasos con calma, a una distancia prudente, podía sentir su miedo, o al menos, su nerviosismo, ¿qué hacía alguien como ella a estas horas en un sitio como este, después de todo?. Estaba para mi diversión, eso hacía, me iba a encargar de agradecerle como es debido. Tuve que reprimir una risotada y seguir caminando. Estaba acostumbrado a ser sigiloso, mi puesto es el del verdugo, el del asesino que se mueve entre las sombras, y mis presas suelen ser mucho más habilidosas que esta pobre chiquilla.

Me detuve cuando la observé llegar a un sitio que pude identificar como un circo, bufé ligeramente, era menos divertido de ese modo. El golpe de los mil olores de aquel lugar, desde el agua encharcada, hasta la comida que ahí se vendía rompió mi concentración y relajé la espalda que hasta entonces llevaba tensa, como un felino detrás del ave que significará su cena. La miré adentrarse y dejé que jugara un poco con su fantasía de tranquilidad, una que me encargaría de romper. Aguardé un lapso de tiempo que consideré justo y luego seguí sus pasos ya sin preocuparme si era escuchado o no.

Mientras avanzaba por los desvencijados juegos y las carpas cerradas, en mi camino se cruzó una palanca, la que parecía accionar todo aquello y sin dudarlo, con una risita burlona, la tomé con ambas manos y la accioné; todo se iluminó, aunque era extraño, pues el silencio seguía reinando, excepto claro, los ruidos mecánicos de algunos mecanismos sencillos que se accionaron con lo que acababa de hacer. Alcé la mirada, las sombras no eran más mis compañeras así que era más fácil que me detectara, no importaba, esa era mi meta después de todo. Noté su sorpresa y me deleité con su susto. Antes de que pudiera alejarse más caminé hasta ella y me crucé de brazos cuando estuve cerca.

-¿Pero qué tenemos aquí? –mi voz salió firme y burlona, alcé el mentón -¿pero qué hace alguien como tú en un sitio como este? –el tono, desde luego, era retórico, quería poder ver su rostro, el miedo en él, que supiera que había cometido un error al adentrarse a este sitio, sola, estando yo aquí.

No tenía hambre, nunca dejaba pasar más de tres días sin alimentarme, aunque mi cuerpo no me lo exigiera, disfrutaba de vaciar a alguien (si eran mujeres, mucho mejor) del líquido vital que corría por sus venas, además, París debía darme la bienvenida como yo lo merecía, esa caperucita roja parecía ser el platillo servido en bandeja de plata.
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Mensaje por Doreen Jussieu Sáb Nov 26, 2011 10:40 pm

Siempre me habían gustado este tipo de lugares, los olores de la comida, los colores de las luces de los juegos, la cantidad de personas que había en todo el lugar, sus sonrisas, la adrenalina correr por cada cuerpo a causa de esos juegos, todo era surrealista, todo se despegaba tanto a la vida cotidiana, en este tipo de lugares podías olvidarte incluso que el mundo giraba, el tiempo se congelaba, no había nada fuera de este lugar solo el momento y ese preciso momento. No pude evitar sentir alegría al ver todo encendido, todo tan lleno de vida aunque estuviera vació sin embargo mi piel estaba completamente erizada era como una especie de presentimiento de que algo podía pasar. Siempre pasaba lo mismo, debía ya saber que Paris no era una ciudad completamente segura, entre nosotros podíamos encontrar criaturas con sed de sangre, con hambre de nuestra carne, con deseos de explotar sus perversiones. ¿Dónde había quedado la bondad a estas alturas de la vida? ¿Por qué las personas se dejaban llevar por todo lo malo? Existen maneras "buenas" de obtener las cosas. ¿De verdad era tan placentero hacerlo a la mala? No lo sabía y en realidad ya no sabía si quería rehusarme a hacer algo malo. Como todo lo que ves comúnmente, se vuelve una costumbre y esa costumbre había sembrado una espina en mi pecho sin embargo no podía ser mala, mi conciencia me traicionaría, mis gestos también, pero… ¿Y si podía ser mala? No podía negarme, no lo había intentado, no sabia que se sentía. Negué varias veces con la cabeza, que tonterías más grandes estaba pensando.

Esa voz me sacó de mis tontos pensamientos. No pude evitar hacer una mueca por su pregunta - ¿Al… alguien como yo? - Susurré mostrando que el miedo había invadido mi cuerpo de un momento a otro. ¿A que se refería con alguien como yo? ¿Mujer? No lo entendía y quizás no quería entenderlo, al menos ese par de ojos, esa mirada, no me atraía lo suficiente como para querer pedir que me acompañara, no porque me gustará dejar a alguien solo sino que esos ojos no me daban confianza. ¿Tendría algo que ver con el bien y el mal? Ese dilema no me gustaba en realidad, si quería ser buena no lo dejaría de ser, pero debía aprender a tener algo de malicia para no tener decepciones, abusos o problemas. Debía aprender ¿No? - Podría preguntaré lo mismo… - Agache la cabeza con torpeza, sintiendo que estaba siendo demasiado altanera, o un poco igualada quizás, obviamente no podía hablarle de esa manera, primero que nada era hombre y segundo a juzgar por sus ropas seguramente sería alguien de una clase social alta y existen tantos humanos soberbios que con una mirada "fea" te pueden incluso mandar a la bastilla.

Me quede en silencio por unos momentos, llevé ambas manos a los brazos contrarios para ejercer cierta fricción y evitar el frío de la noche, que si antes no lo había notado por completo ahora si que me estaba jugando malas pasadas. - Me gusta la tranquilidad, la libertad, la noche y los lugares como estos - Susurré con cierto tartamudeo, sin duda las ultimas palabras me arrancaron una sonrisa grande, siempre había relacionado a los circos o ferias como pequeños cuentos de hada, pero estos cada día contaban un cuento acompañado con una persona diferente, eso dependía de lo que pasabas y como llegabas a quien y por supuesto con quien.

En muchas ocasiones los segundos se me pueden volver una gran eternidad cuando mi corazón se acelera temeroso, alce la mirada para poder toparme con la suya. - ¿Le gusta la noche? - La inocencia se veía plasmada con aquella pregunta, algo tan evidente no se cuestiona sin embargo por algo aunque sea el tema más absurdo o trillado se obtiene conocimiento de la persona con la que se comparte en algún lugar o momento. El hacer preguntas siempre te habré puertas de conocimiento ya sea con una persona o con algún tema interesante. Las grandes construcciones así empiezan, con la primera piedra y luego poco a poco va tejiendo el hermoso lugar hasta dejarlo como una obra maestra, así se hacían las relaciones, los amores, incluso los enemigos. En este momento sentía las piernas temblar, su mirada era tan intimidan que en ocasiones desviaba mi rostro hacía alguno que otro juego fungiendo interés. ¿Por qué tenía que meterme siempre en este tipo de situaciones? ¿Que de nuevo traería esta noche? No lo sabía, sin embargo, mi corazón no dejaba de latir con fuerza.


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Mensaje por Invitado Miér Dic 07, 2011 11:53 pm

Avancé con paso resuelto pero cauteloso, sin que ella lo notara marcaba un perímetro, una jaula invisible de la que no la dejaría escapar; no sin divertirme antes al menos, mi mirada no se separó de ella, sabía que podía intimidar cuando me lo proponía, también podía abrirme muchas puertas si vestía la expresión correcta, finjo ser un caballero cuando me conviene, porque sé que en realidad soy un monstruo. Arqueé una ceja cuando reviró con la misma pregunta que yo había formulado, su altanería era divertida, aunque podía notar que no era algo que solía hacer, pues de inmediato agachó la mirada. La única mujer que conozco que puede sostenerme la mirada, y a la que se lo permito desde luego, es esa perra del infierno, Xrisí, la mujer de Mikhail, y mía también aunque mi hermano suela pasar por alto ese hecho.

Reí de tal modo que mis hombros subieron y bajaron, pero nada más, una risa muy queda y burlona, aunque breve, no era momento de asustarla, no todavía, esto debía saborearlo paso a paso, oler su miedo, sus gritos permeando en mi memoria, como los gritos que siguen ahí haciendo eco por siempre.

-Creo que me perdí –solté con casualidad y un tono inocente que he trabajado a lo largo de los siglos, aunque mi sonrisa de lado dijera lo contrario, me gustaba jugar, me gustaba confundir a la gente, así era más entretenido, y así venían directo a las trampas que dejaba tendidas. Seguí caminando, guardando una distancia considerable para que no se sintiera amenazada, pero suficiente para escucharnos conversar y alcanzarla si trataba de huir (podíamos jugar a caperucita y el lobo por las buenas, pero si no quería, iba a ser por las malas.)

Volví a reír un poco cuando habló de la noche. ¿Era en serio?, ¿qué acaso no estaba al tanto de lo demudado de la noche?, ¿de sus peligros?, yo era el peligro de la noche, y ahora mi peste se extendía por esta ciudad decadente, aunque siempre amarrado a una correa invisible que, si seguías su trayecto, te conducía a la mano tirana de mi único hermano (Darius no existe.)

-La noche –me detuve en mi marcha y alcé el mentón con aire soberbio, aunque mi voz seguía contenida, extendí los brazos con las palmas hacia el cielo –la noche es mi dominio –la noche era una vorágine de bestias, y yo las domaba a todas; la noche era una cordillera de montañas hechas de neblina, y yo las conquistaba todas. Finalmente bajé el rostro y mi expresión se acentuó, esa sonrisa que le aprendí al mismo diablo.

Pude escuchar su corazón latir con fuerza, incluso con la distancia impuesta por mí mismo, y esa posición que adoptó, lucía tan vulnerable, un conejo blanco en las fauces de un lobo negro. Caperucita no llegaría a casa de la abuela, de eso me encargaba yo.

-Lo digo porque… -comencé a acercarme a ella un paso a la vez y muy lento, cuidando que no se moviera, que no me arrebatara el deleite de observar su expresión, cualquiera que ésta fuera –una señorita con usted no debería deambular a estas horas de la noche sin compañía –me detuve a un palmo de distancia y me crucé de brazos, mi voz salía calmada, como si de antemano supiera que todo iba a salir como yo quería, aunque algo de emoción no vendría mal, esperaba que la dama frente a mí no me decepcionara –hay demasiada gente mala por ahí que no dudaría en cortarle la cabeza con tal de arrebatarle unos francos –mi posición no cambió, aunque mis cejas se levantaron levemente con gesto falsamente preocupado, dije como en verdad temiera a esos pobres ladrones de cuarta, cuando en realidad yo podía arrancarle la cabeza sólo por diversión.

No lo haría, eso estaba claro. Al tenerla tan cerca el aroma de su sangre se intensificó y pude sentirlo desde ya, inundando mi paladar.
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Mensaje por Doreen Jussieu Vie Dic 16, 2011 2:00 am

Es en estos momentos cuando me doy cuenta que en realidad suelo ser bastante desconsiderada, en la casa de la noche tengo diferentes personas con las cuales charlar, con las cuales puedo salir aunque sea por unos momentos a las zonas cercanas de los bosques para distraerme, y no aprovecho esa protección. Es de esos momentos en que sé que puedo estar en el mayor de los peligros, que puedo reconocer ciertas características de las criaturas que tengo frente a mi. ¿Por qué? tenía amigos que no eran precisamente humanos. Lestat era un gran ejemplo de ellos, fue el primero que me delató el secreto de aquellos seres inmortales, seres que yo creía solo existían en los libros de terror, Galen fue el que me indico de la vida de aquellos hombres que bajo el manto de la luna llena se volvían lobos y que después Darcy me hizo confirmar esa existencia. Los rasgos que tenía el hombre frente a mi, sus movimientos, su manera de hablar, quizás… ¡No! No puede ser, no quiero problemas, no quiero peligros más en mi vida, merezco una noche tranquila donde todo sea diversión y nada sea pesar, maldecía la hora, maldecía el ser tan débil. No debía temer no esa noche ¿O si?

Arqueé una ceja de manera inevitable cuando dijo aquello de la noche. Otra cosa que me indicaba que quizás si era lo que pensaba. Tome una gran bocana de aire y me quede paralizada intentando calmar mi ansiedad, mi imaginación, pero él no ayudaba, y se acercaba, lo cual me hizo dar pequeños pasos discretos hacía atrás, conforme el tiempo pasaba los pasos iban incrementando hasta hacerlo verdaderamente notorio, no tuve más opción que sacar aquello me estaba llenando de confusión en el interior, de miedo - No se acerqué, no lo haga… - Dije con voz temblorosa, temiendo lo más terrible, temiendo que pudiera querer algo más de mi - ¿Quiere dinero? En realidad no parece necesitar de el parece algo de bien y yo no puedo darle algo que le interese, solo soy una joven… - No sabia en realidad porque decía eso pero mi instinto de supervivencia me pedía que hiciera algo para que la piel de mi cuerpo no se erizará. Miré a mi alrededor un tanto inquieta, debía haber un velador, alguien que pudiera sacarme del apuro en el que estaba, porque aunque no lo confirmaba, mi sexto sentido me decía que esto no estaba bien y que no podría salir de este callejón sin salida al cual había entrado.

Mis manos sin darme cuenta se encontraban acariciando mi cuello, con esa imagen que quizás tenía razón, quizás alguien podía querer acabar con mi existencia. Di un paso torpe hacía un costado y mi mirada se enfocó en él, me costaba trabajo mirar a los ojos cuando no conocía a las personas, más cuando sentía que eran una amenaza, pero el miedo me estaba haciendo que no le perdiera la vista, que no dejará de ver esos ojos, estos que parecían ver a su presa, a su premio de la noche. Camine lentamente intentando tomar un aire despreocupado, "rodeando" unas rejillas que cubrían uno de los juegos mecánicos que estaban en medio de ese lugar. Si no era lo que creía, me daba la ventaja de poder correr y perderlo entre los estantes de ese lugar, si corría con suerte claro.

Me encontraba ya del otro lado de las rejillas, podía ver su rostro entre ellas, aferré las manos a estás. Mis labios se habían secado junto con toda mi boca pues del miedo que tenía el aire comenzaba a irse, estaba por tener una crisis, estaba segura de ello, relamí mis labios con suavidad intentando aclarar mi garganta - Si es amo de la noche ¿Cómo puede perderse? - Esta vez le volteé la pregunta, ¿por qué se veía tan tranquilo? Estaba tan inexpresivo que incluso eso daba miedo, daría lo que fuera porque pudiera mostrar sus intenciones en cada movimiento facial que daba, así como yo reflejaba mi naturaleza dulce y débil en cada uno de mis movimientos. - Dígame la verdad… ¿Qué hace aquí? - Sabia bien que la respuesta a esa pregunta me terminaría de aclarar todos mis miedos y suposiciones, era mejor saber que quizás en esta ocasión no había un desenlace feliz.


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Mensaje por Invitado Mar Dic 27, 2011 9:39 pm

Su miedo, no puedo mentir, provocaba que quisiera abalanzarme contra ella, morderla, destruirla, y luego desecharla, pero no, debía controlarme, jamás había actuado movido por el impulso, pues esto podía significar la derrota. Por un clavo se perdió la guerra, un clavo que le hacía falta a la herradura, la que no permitió al caballo seguir su camino, dejando así varado al mensajero que nunca entregó la misiva y por ello se perdió la guerra. Sí, un detalle, por ínfimo que fuera, podía definir una situación, y algo tan sencillo como acorralar a esta pobre no podía salirse de mis manos, porque entonces, ¿cómo iba a ser capaz de manejar algunas de mayor relevancia?

Comencé a reír ante sus intentos desesperados por defenderse y alcé las manos portando mi mejor máscara de inocencia al tiempo que me detenía como ella me lo había pedido. El temor que emanaba era embriagante, saber que era temor a mí lo potenciaba, una parte dentro de mí, una parte llena de bestialidad quería arremeter contra ella, el juego parecía una tortura, pero nada que no hubiese soportado antes ya.

-Lo has dicho bien, no quiero dinero, no quiero nada que puedas darme por voluntad propia –mi rostro hasta entonces sereno se deformó en una mueca más habitual en mí, una sonrisa de lado, ojos de victimario y no de víctima, cierto aire tranquilo que parecía poder tensar al adversario más que cualquier otra cosa. Toda mi vida, mi existencia inmortal, la he pasado obedeciendo a Mikhail, siendo su verdugo, aquel que se ensucia las manos, y no, no me estoy quejando, me gusta ser el que ejecuta terribles planes de tortura y muerte, y por ello, mi cuerpo, mis reacciones, todo se ha amoldado a un régimen casi militar. Saber cuando moverse, cuando hablar, cuando no hacerlo, todo forma parte del arte de la guerra, y por eso, con el tiempo, he aprendido a jugar con la mente contraria.

-Está bien, está bien –dije con desfachatez y acercándome hasta ese sitio donde parecía acorralada, mis pasos lentos y mesurados, mi expresión despreocupada-, lo admito, no estoy perdido –me detuve de nuevo en un punto medio entre ambos-. Es bonita esa capa roja que llevas, sólo quería jugar a Caperucita Roja –a pesar de lo que estaba diciendo, mi expresión no cambió, ni a una más suave, ni a una más dura.

Su última pregunta fue el interruptor que necesitaba fuese accionado. Me moví rápido de modo que ella no me viera y cuando estuve detrás de su pequeña figura me acerqué a su oído.

-Te deseo a ti, deseo tu sangre –le susurré al oído mientras me relamía los labios. Daba igual ya jugar con ella o no, prolongar el momento de develar mis verdaderas intenciones, su mirada destellaba en suspicacia y me hacía creer que no era del todo ignorante a qué seres como yo existíamos, y si conocía de nosotros, sabría de nuestra letalidad. Mejor aún, estaba al tanto de qué tanto daño podía hacerle si me lo proponía, y a incertidumbre sería su mayor tormento esta noche.
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Mensaje por Doreen Jussieu Lun Ene 09, 2012 12:56 am

Un cuento bastante clásico. Donde a los niños ya se les comienza a enseñar la crueldad de la vida. Donde un lobo esta dispuesto a comerse a una viejita, aun teniendo la suficiente conciencia. El lobo en la vida podía ser aquel hombre que estaba dispuestos a obtener lo que quisiera sin importar a quien pisotear, su caperusita serían todos aquellos que mueren en el camino. El lobo es como aquellos hombres que violan, golpean y dominan a lo que su capericita sería su mujer.

Todo lo podemos relacionar con la vida. Mi lobo en estos momentos tenía rostro de desquiciado, de un hambriento que estaba dispuesto a matar por tomar el ultimo trozo de carne de la olla, y que por su puesto yo era ese jugoso trozo de carne. Porque para vampiros como él (por lo visto), los humanos solo servimos para su alimentación, los humanos somos la raza débil que debería servirles, se han olvidado de que alguna vez en su vida lo fueron. Pero no todo puede ser brillante para ellos, pues existen humanos, que son capaces de acabar con su existencia, claro que no era una de ellos. Si ellos clasificaban a su comida seguramente yo sería lo más fácil de beber, aunque mil suplicas pudiera hacerle. De nada sirve tener unos hermosos ojos cuando eres una uta podrida por dentro.

¿En que momento se vuelven los no vivos seres terroríficos? Por lo que había leído y escuchado, ellos tienen un proceso de conversión, su alma se desprende de su cuerpo, mueren por un periodo de tiempo, quizás ese tiempo es cuando toda esencia de ellos pueda ir al infierno, quizás al purgatorio, todo ese dolor y sufrimiento que vivieron, tal vez quieran traerlo a la tierra. No se sabe, pero puede ser una teoría buena. ¿Qué habría hecho como humano para haber pagado de ese manera y buscar venganza en su no vida? No importaba. Cerré por un solo segundo los párpados, solo como el acto reflejo de pestañear, y ya no estaba, había desaparecido por completo. Su voz había hecho que mi piel se erizará por completo. Su cercanía. No podía creer que aunque estaba sintiendo un miedo atroz, me sentía encantada, atraída, embelesada. Era como si mi cuerpo quisiera salir corriendo pero al mismo tiempo quisiera sentir de nuevo su aliento contra mi piel. Era tan raro, tan raro y placentero.

El silencio era el único junto con mi miedo que acompañaba su sonrisa. - No… No tomes de mi - Susurré a modo de suplía, a penas con un hilo de voz. Caminé con torpeza, sin correr, sin parecer que estaba huyendo, solo necesitaba sentir una distancia adecuada, una distancia que me permitiera sentirme segura aunque no lo estuviera. - - Mi sangre… Mi sangre no es mucha… No es atractiva… No me hagas daño por favor Mis manos comenzaron a temblar de manera inevitable. Mi voz era apenas entendible pues no había podido controlar la temblorina de mi cuerpo, y claro como si de una tartamuda se tratará había hablado. ¿Que ventaja podía tener ante un vampiro hambriento? Primero que nada su estatura era superior a la mía, su cuerpo bastante fornido, y el mío solo una pequeña figura. - ¿Disfruta de esto? ¿Disfruta de presas fáciles? Siempre había creído que a ustedes les gustaba la batalla, el riesgo, el juego… ¿Vienes buscando sentirte superior con una presa fácil? - No, no puedo creer que haya dicho tal cosa. Valor era una de las cosas que menos puedo presumir. No en este tipo de situaciones, se de que son capaces los vampiros cuando los haces enojar. Su expresión parecía la misma, tan evidente era que mis palabras le daban igual, que eran como un soplo de viento a un roble, no pasaba nada, no caía, ni siquiera se rasguñaba. El hombre frente a mi, sería esa criatura invencible, ese árbol que nunca puede caerse y yo, el pequeño soplo que solo podría parecer una delicada caricia.


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Mensaje por Invitado Jue Feb 02, 2012 9:37 pm

Sin duda, y no podría negarlo, lo estaba disfrutando, era tanto su miedo que podía olerlo, sentirlo, como si vibrara en él. Di un paso atrás cuando ella respondió, quería deleitarme con su rostro acongojado, era muy hermosa y aquella mueca sólo lograría hacerla más atractiva para mi. Era excitante también, podía violarla y matarla, beber de ella mientras me suplicaba que me detuviera al tenerla debajo de mí retorciéndose. La sola imagen en mi cabeza me parecía un deleite.

La vi tratar de huir, la dejé pensar que podía hacerlo, me divertí con ello, y escuché sus súplicas, qué tonta era, no sabía que entre más rogara por su vida, más se me antojaba beber su sangre, seguro tenía un sabor dulce, su aroma y su propia personalidad así me lo daban a entender. Reí a carcajadas y sin más, la alcancé, la tomé de ambas muñecas y la obligué a mirarme con brusquedad.

-¿Te atreves a cuestionarme? –la solté con tanta fuerza de tal modo que fue a parar al suelo –cuidado –dije con burla –no me gusta el sabor de la sangre cuando mis víctimas están muy agitadas –la volví a tomar con rudeza para ponerla de pie y la jaloneé hasta el carrusel, su forcejeo sólo aumentaba que aquello se pusiera más interesante, ahí la senté en un caballo de madera ornamentado, me quedé yo de pie mirándola de frente.

-Te voy a contar un secreto –le dije sin borrar aquel gesto sombrío de mi rostro-, tal vez me guste cazar a mis presas, pero no desprecio un bocadillo fácil, además… -me encogí de hombros y luego me recargué despreocupadamente sobre la cabeza del caballo de madera –quiero tu sangre, no me vas a hacer cambiar de opinión –le sonreí de lado, satisfecho y orondo.

Me quedé pensativo por un momento, luego rodee aquella escultura de madera y la tomé por la cintura para bajarla, estuve seguro que no tenía idea de qué demonios estaba sucediendo, y esa era la idea.

-Vamos a jugar –le ofrecí -quería a mi caperucita, ¿no?, pues hagámoslo real –me moví para darle espacio, aunque el miedo no la dejaba hacer gran cosa, reí de nuevo, me estaba divirtiendo como nunca, había valido a pena salir aquella velada en la que en realidad no esperaba nada. Me incliné hacia ella, mi nariz casi rozando con la suya –tienes medio minuto para correr, huye, y después iré tras de ti, escóndete bien –le dije y eché el cuerpo para atrás.

Era un titiritero y sólo estaba moviendo los hilos, no importaba a donde huyera, su olor había quedado en mi memoria, además que medio minuto, sin ninguna habilidad real, no representaba nada en realidad, la encontraría en menos que eso. Era sólo la emoción, se había atrevido a decirme pusilánime por atreverme a ir en pos de ella, una presa fácil, ¿no?, está bien, que lo haga más difícil e interesante, le estaba dando esa oportunidad.
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Mensaje por Doreen Jussieu Jue Feb 09, 2012 10:56 am

Aquellas suplicas realizadas por personas que tienen un buen corazón, la mayor parte del tiempo no son escuchadas. Son aquellos que transpiran maldad, que incluso los ángeles caídos (demonios) podrían envidiarles, se salen siempre con la suya. ¿Qué podría ser Lucian? ¿Un ángel caído? ¿Un demonio? Porque un simple vampiro no era, había conocido varios ya, incluso algunos eran amigos que podrían dar su "no-vida" para protegerme. ¿Por qué no se puede tener tranquilidad en Paris? ¿Por qué un día tengo que estar cuidándome de ser descubierta? Otro día debía cuidar mi cuerpo de bandidos, de violadores, de licántropos, de brujos, de sirvientes, y ahora de un vampiro deseoso de mi sangre, ¿de mi cuerpo? No, no lo creo, no soy lo suficientemente bella para poder despertar ese tipo de deseos, mi sangre si, solo es eso.

El golpe en el suelo me hizo retorcerme de dolor, pero poco pude aliviar esa sensación tan fuerte pues me encontraba frente a él, mirando ese par de ojos negros, su sonrisa era un imán, tan atrayente, no podía dejar de verla. Aquellos colmillos se asomaron casi saludándome, un escalofrío recorrió mi cuerpo. Ellos serían quienes cerraran con broche de oro la noche, al tomar toda mi sangre.

Un carrusel, un caballo de madera, sus manos, mii cuerpo y de nuevo el suelo firme. Las situaciones de este tipo me hacen sentirme mareada, nublada, confundida. Hace unos cinco meses quizás, había venido a este lugar, con Darcy y Milo, me habían complico un capricho por soportar sus competencias frente a mi, me habían enseñado cada uno de los puestos, de los juegos e incluso presentado amigos de Darcy, que se habían pasar por simples trabajadores del parque, y que eran espías completamente entrenados. Muchos de ellos eran licántropos, muchos de ellos criaturas de la noche, quizás podría estar de suerte, quizás los licántropos escucharían y me salvarían, quizás…

¿En dónde podría esconderme? - ¿Medio minuto? - Arremedé, no podría hacer nada en medio minuto. Giré mi cuerpo, sentir su mirada era un poco extraño, una mezcla de excitación y temor que no había experimentado antes. Ya me habían dicho, los vampiros tienen esa habilidad de encandilar aunque estén clavándote los colmillos.

Di los primeros cinco pasos mirando de un lado a otro con total desesperación. Muchas carpas, muchos juegos. ¿A donde podría ir? Y entonces mi mirada se clavó en un lugar en especial. "La casa de los espejos" Tomé mi pesado y molesto vestido entre las manos, lo cargué un momento, me dispuse a correr, agradecía que ese lugar estaba cerca. giré la perilla del lugar y me adentre. Varias velas estaban encendidas por lo que era fácil ver el camino. Podía ver mi reflejo en distintas posiciones. Mi rostro estaba empolvado. Negué y por primera vez en la noche dos lagrimas corrieron mi rostro. Si tan solo fuera obediente en las instrucciones, no estaría pasando esto. Quise incluso quitarme el faldón del vestido para poder correr, para poder moverme con facilidad, pero por extraña razón, me sentía segura con aquellas prendas encima. Tan ingenua, como si de un jalón no pudiera tomar lo que desea aquel hombre.

Me acerqué a un espejo. Mi mano se pegué con la imagen que tenía enfrente. ¿Huir? ¿De verdad aun esperaba eso? No podría por más que quisiera. Odie la imagen que tenía frente a mi, un rostro distorsionado, y no la odiaba precisamente por lo que se veía, más bien por qué así siempre me había sentido. Despegué la mirada del espejo, seguía caminando, me recargué en uno al final, no sabía como salir de ahí. Estaba cansada, triste, angustiada, era momento de permanecer aunque fuera en el final.


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Mensaje por Invitado Sáb Feb 18, 2012 4:57 pm

-¡¿Pero qué haces?! –grité enojado, me estaba enojando y eso no era bueno-, ¡corre!, ¡hazlo interesante! –le dije, y aunque la distancia entre ambos no era demasiada, mi voz se elevó como si ella estuviera en la cima de una montaña y yo en el valle. Le estaba dando la oportunidad y la estaba desaprovechando, con esa cara de asustada que no podía con ella, me gustaba verla así, no iba a negarlo, pero también quería jugar un rato, simular que se hacia la difícil.

¿No me había tachado de cobarde por apetecerme ella, un bocado fácil?, pues ahí estaba yo, ofreciéndole que se hiciera la difícil.

Luego corrió, mi carcajada al verla trastabillar como cervatillo recién nacido opacó cualquier otro sonido, opacó el silencio de aquel parque de diversiones. Me estaba divirtiendo, por fin me estaba divirtiendo en París desde que había llegado.

En ese instante, mientras la miraba alejarse y luego desaparecer decidí que jugaría con ella esta noche, y noches venideras, matarla sería un desperdicio, era mejor pensar en ella atemorizada hecha un ovillo en su casa, sin poder conciliar el sueño porque en cualquier momento iré a buscarla. Hacerle la vida imposible.

Era tan hermosa y con ese rostro tan tierno que simplemente no podía controlarlo.

Finalmente avancé la seguí primero por el sendero que tomó antes de desaparecer de mi vista. Una vez en la intersección donde pareció que tierra la había tragado cerré los ojos, olí, sentí el suelo bajo mis pies y me encaminé a donde todos mis sentidos me indicaban, se había ido ella.

-Oh, pero dónde podrá estar –dije en voz alta, muy alta pero sin gritar, con burla, con sorna, aguantándome otra carcajada-, más vale que te hayas escondido bien –seguía hablando solo al tiempo que tomaba la perilla de la casa de los espejos y abría la puerta, su peste (peste mortal) se intensificó, iba por el camino correcto.

Caminé por aquel sitio en donde sólo velas iluminaban, me desenvolví con cierta seguridad, la obscuridad era mi territorio, deslicé los dedos por la superficie lisa de los espejos, mi mirada siempre al frente, con paso firme, directo a donde estaba ella. Ya no hizo falta oler o sentir, sus sollozos la delataban. Me relamí los labios.

En un segundo estuve ahí, donde estaba ella y reí, mi risa retumbó por el estrecho pasillo y me abalancé sobre ella.

-¿Esto es lo mejor que puedes hacer? –me sentía ofendido, la tomé con fuerza de la muñeca y la jaloneé un poco-, no sé qué hacer primero contigo –la miré a los ojos, en los míos un dejo de locura –beber de ti o hacerte entender lo hombre que soy –no podía mentirme, también la deseaba, sólo por diversión-. Dime, te daré oportunidad, ¿qué quieres que haga primero? –me quedé ahí esperando una respuesta –aunque a decir verdad –interrumpí en tono reflexivo –no me gustaría que estuvieras débil cuando te haga saber lo que es un hombre de verdad –sonreí de lado, me acerqué a su cuello y olí.
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Mensaje por Doreen Jussieu Mar Feb 28, 2012 5:18 am

Mi espalda ahora estaba completamente pegada a la pared. Mis manos se colocaron a ambos lados, pero las palmas también se aferraban a aquella fría pared de espejos. Bajé la mirada unos segundos, las lagrimas comenzaron a brotar lentamente, no quería hacerlo, quería poder controlarme, pero era completamente imposible hacer eso. Mi cuerpo podía sentirlo, aquel instinto de supervivencia salía a flote, era la presa más fácil aquella noche, yo había decidido salir de la casa de la noche, me había puesto en charola de plata para aquel vampiro. Si tan solo pudiera medir el peligro de mis acciones.

Sus manos frías ahora aprisionaban mis muñecas, solté un sollozo por la presión que sus dedos ejercían, dolía. No podía alzar la mirada, me daba miedo encontrarme con aquel par de ojos negros otra vez, sería como sellar el pacto de una pronta muerte, pero conforme sus palabras se hacían presentes la impresión me hizo reaccionar. - No… - No podía hablar, quería incluso gritar pero las palabras se quedaban atoradas, mi cuerpo tembloroso me estaba traicionando. Tomé varias bocanas de aire para intentar tranquilizar mi cuerpo, y sobre todo aquel miedo que no me dejaba pensar ya con claridad.

El temblor del cuerpo había disminuido, sabía que era el momento para poder suplicar por mi vida. - No… No me hagas nada por favor… Mi sangre no es mucha, no debe oler bien, y mi cuerpo… tiene marcas, no te gustará - Me hice hacía atrás, volviendo a sentir la fría temperatura del lugar, deseando poder desaparecer de un momento a otro. Moví con agresividad una de mis manos logrando poder desprenderla del agarre, quizás para él era divertido esto, pero no lo era. Mi mano se deslizó hasta mi cuello, protegiéndolo de su cercanía. Me deslicé un poco con la ayuda de las piernas hacía abajo. Su cuerpo alto y fornido podría de manera fácil, no tendría problema, sería como si una niña estuviera jugando con una muñeca a tomar el té. Así de fácil sería moverme.

Los pensamientos poco a poco empezaron a aclararse. Quizás si tenía la esperanza de sobrevivir después de todo. - Si usted me deja tranquila, le prometo decirles que no le hagan daño, si usted no me hace nada, haré que lo dejen ir sin ningún problema, no lo lastimarán ni preguntarán nada - Busqué su mirada, que notara la verdad de cada una de mis palabras - Pronto llegarán, mis custodios nunca tardan mucho tiempo en encontrarme, los hombres lobo odian a los vampiros, podrían matarle - Mi voz esta vez si salió firme. No podrían dejarme morir, de ser así, ellos serían lo siguientes, Milo lo dejaba en claro, Milo no dejaría que nada me pasara, pero Milo no estaba ahí, no esa noche.

Empecé a sentir desesperación, incluso mi cuerpo emanaba calor, empezaba a abochornarme de la desesperación que sentía. El silencio ahora reinaba aquella casa de los espejos. Solo se podía escuchar mi respiración, una gota de sudor comenzó a recorrer mi cuello, vaya que estaba a un punto de ponerme a gritar, a querer escaparme pero aunque me encontrara en peligro, no era capaz de romper esas barreras que la sociedad se había empeñado en colocarme, no podía perder la cordura y los modales ni siquiera en este tipo de situaciones. ¿O si? El silencio era una forma de tortura un poco más peligrosa, al menos mientras hablan sabes que tipo de reacciones van a tener, sin embargo el silencio puede llevar a situaciones inesperadas que en un solo suspiro te arrancan la vida. Mis manos se estiraron, evidente era el temblor en ella. Ambas se colocaron lo más rápido posible en el pecho del vampiro, primero marcando distancia y después queriendo empujarlo para intentar, aunque fuera de manera inútil, salir corriendo y escapar…


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Mensaje por Invitado Mar Mar 20, 2012 5:14 am

Quizá porque bajo la sombra de Anthony jamás logré destellar a ojos de aquel que se suponía debía amarnos incondicionalmente (aunque el amor hoy sea para mi un concepto abstracto) o tal vez porque bajo el yugo de Tiberius soy sólo la roca en su jodido tablero de ajedrez, nunca el rey, sólo el guardián, la atalaya que tiene que verlo todo y lanzar la ofensiva. El perro rabioso que muerde al traidor, o incluso a quien no lo es, sólo basta ser un estorbo para querer quitarlo del camino. Esa parte me gusta, me gusta ser ejecutor y verdugo, pero cuando estoy solo frente a alguien que no conoce la desdichada historia de los tres hermanos Argeneau puedo ser lo que yo quiera, el lobo con piel de cordero, el rey en mi propio juego.

Era por ello que en estas situaciones me aprovechaba, me encaprichaba con una idea, jugaba, tendía redes y jalaba hilos, porque era de esos poquísimos momentos en los que yo tomaba el timón, en los que alguien más hacía lo que yo decía y no al revés. Me eché para atrás un paso o dos cuando ella logró zafarse y sonreí de lado ante sus patéticas plegarias, me estaba cansando, pero el ritmo tortuoso del suplicio que le estaba propinando era necesario. Necesario para mi disfrute, desde luego.

Giré los ojos ante la sarta de estupideces que estaba escuchando, la dejé terminar guardé silencio riendo internamente. Era más tonta de lo que creía si pensaba que podía intimidarme. De un movimiento rápido la tomé de ambas manos, sus brazos eran delgados así que la cuarta formada por mi índice y pulgar rodeaba sin ningún problema sus dos muñecas juntas, la alcé aprovechando mi estatura superior a la de la rubia y ahí estaba, como un pedazo de carne recién llegada del rastro, colgada en la carnicería.

-¿Marcas? –Me acerqué a su rostro y olí detrás de su oreja-, quisiera ver esas marcas –la aventé con violencia, su cuerpo chocó directo con el suelo, no era mucha la distancia así que ningún hueso debió romperse, estiré una mano y con el dedo medio e índice tomé la parte superior de su vestido y rasgué, no deshice la prensa por completo, sólo quería ver más de aquella láctea piel. Reí con sorna y tono bajo, me puse en cuclillas para quedar a su altura.

-¿Tratas de amenazarme? –desde luego no creí ninguna de sus palabras sobre custodios y nada sobre su supuesta benevolencia al, según parecía, perdonarme la vida, chaqueé la lengua y negué-, al parecer no haz entendido frente a quién estás –tomé su rostro por la barbilla con fuerza para obligarla a verme-, no te voy a matar, eso sería muy sencillo, me voy a divertir contigo –ahí donde había rasgado su ropa tomé un lado con cada mano para seguir desgarrando y dejar su pecho descubierto. Era tan pura que intentar mancillarla era irresistible.

-Ya sé –me acerqué a su rostro y lamí lascivamente el lóbulo de su oreja –puedo morderte mientras te la meto –era una idea, así podía hacer ambas cosas que quería hacerle a la vez.
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Mensaje por Doreen Jussieu Jue Mar 22, 2012 2:12 pm

Es en estos momentos cuando me pregunto si ¿De verdad quiero seguir con vida después de tal hecho? Siempre soy positiva, siempre veo lo bueno de las cosas, siempre sonrió, siempre amo… Pero no sé si eso siga así cuando pase eso… Me quede callada, tranquila, ni siquiera tensa observando sus ojos. Todo era confuso, ¿quién era él? Si, si, un vampiro, pero ¿Qué había detrás de esos ojos? ¿De verdad quería saberlo? Solté un suspiro prolongado, ¿por qué estaba tan tranquila? No lo entendía, debía gritar, debía suplicar, debía pedirle a ese Dios que estaba en el cielo, y del que siempre había creído, por mi vida, debía implorarle que me dejará viva, sin que me hiciera nada, pero me era imposible. ¿Y si de verdad quería eso? ¿Si de verdad quería un momento trágico para morir? Era absurdo pero necesitaba algo de movimiento en mi vida.

Mi cuerpo se estrelló contra el piso, mi cabeza también se había golpeado. Volví a la realidad, me dolía demasiado cada parte de mi ser, me quejé apenas en un susurró pues la respiración se me había ido por un momento. - No me toques - Volví a decir de manera apenas perceptible, no podía hablar bien, pero mi cuerpo se movía con fuerza, intentando escurrirme de entre sus brazos, ¿por qué tenía que ser tan débil?

Mi cuerpo empezó a mostrarse, mi piel ahora estaba completamente expuesta, por un momento me sentí suya, pero no por deseo, más bien estaba siendo suya aunque no quisiera. Llevé mis manos a mi pecho, cubriendo mi piel, no quería que viera nada de mi. Mis ojos no me permitieron ver aquel rostro endemoniado, las lagrimas empezaron a hacer que mi vista estuviera borrosa, y entonces empezaron a caer por mis mejillas, de una en una, de manera tranquila, incluso lenta, pero conforme me veía, conforme lo tenía encima de mi las lagrimas comenzaron a salir de manera consecutiva, sin miramientos.

Me quede quieta, aferrando mis manos a mi cuerpo. Algo había pasado, algo que ni siquiera pude sentir que ambas manos estaban ahora pegadas al suelo. Me queje, y entonces un grito fuerte salió de entre mis labios - ¡DÉJAME, DÉJAME TE LO PIDO! - Me dolía ahora el pecho por aquel grito.

Mi piel se erizó cuando su lengua toco mi piel. No respiré pero saqué aquel aire caliente que ahora estaba en mi interior. - Ellos vendrán por ti, vendrán y te matarán, déjame - Lo decía en serio, eran capaces de matarme, si alguien me hacía daño, Milo había dejado aquella señal para acabar con la vida de quien fuera. Empecé a patalear con fuerza, intentando golpearle, buscando hacerle algún tipo de daño. Mis manos comenzaron a empujarle, mis uñas rasguñaban su piel - ¡Qué me dejes! - Nunca antes había estado tan desesperada en mi vida, en estos momentos me doy cuenta, mis padres tenían razón, yo solo servía para ser la mujer modelo, quien servía en el hogar de todas las manera posibles, ni siquiera me podía defender a mis misma. Ojalá los guardias llegaran rápido, ojalá lo detengan a tiempo.


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Mensaje por Invitado Jue Abr 05, 2012 4:19 pm

Sus esfuerzos por alejarme, hacerme daño, por gritar por clemencia… ella no lo entendía, eso sólo lograba hacerlo más atrayente, más excitante, más seductor para mi, reí contra su piel, la sometí de a poco, escenario más perfecto para mi profanación no pudo encontrar, porque ella me había llevado a ese sitio, la casa de los espejos en donde podía ver de todos los ángulos mi ejecución, su declive. Su deshonra.

No me era extraño o indiferente hacer lo que estaba haciendo, quizá el deseo atroz y traicionero de querer lidiar con sentirme atraído por la mujer de mi hermano, porque amor… eso no existía en mi vocabulario, eso me haría débil y yo prometí jamás volver a serlo, jamás ser invisible de nuevo, por ello dejaba las marcas de mis atrocidades, para que conocieran mi nombre, para no ser «el otro hermano Argeneau», y dejaría una marca más en esta pobre caperucita roja que corrió, sin saber, directo a las fauces del lobo. No la mataría, era mejor recompensa pensar en su triste vida después de lo que iba a hacerle.

La dejé patalear un momento mientras la clavaba en el frío suelo como mariposa en insectario, hasta que finalmente me harté, me recosté encima de ella y tomé con fuerza sus manos para dejara de intentar darme un golpe o arañazo, con las piernas controlé las ajenas y la miré con el ceño ligeramente fruncido.

-Es inútil –le dije y sonreí de lado –pero grita, me gusta que mis víctimas griten, aquí nadie te va a escuchar –el eco de sus súplicas golpeaba los pasillos de cristal, pero era todo, era el único sonido que nos acompañaba, y el de mi voz, pero hablaba tan cerca de ella que no era necesario elevarla, además, nunca me había gustado tratar de imponerme a base de gritos, era mejor con acciones, como lo estaba haciendo.

Me aventuré a soltarla, una de mis manos se deslizó por debajo de la falda de su vestido, acaricié sus piernas que aún luchaban por moverse y alejarme, sentí la suavidad y calidez de aquella tez, metí la mano entre sus muslos sin cuidar de no ser intrusivo o impertinente, mi meta era lo contrario totalmente, asustarla más, excitarme más. La yema de mis dedos se deslizó hasta el borde de su ropa interior justo para comenzar a deslizarla hacia abajo cuando un ruido que no era el de sus gritos se hizo presente. ¿Y si era verdad todo lo que había dicho de custodios? Me detuve un momento mirando al otro lado del pasillo recubierto de espejos y luego la miré a ella.

-¿Qué demonios hiciste? –Espeté -¿a quién carajo llamaste? –le di una bofetada ansioso por respuestas. Sabía que no había llamado a nadie como tal, pero me preocupaba no estar solos, si se tratara de uno o dos aquellos nuevos intrusos, podría arreglármelas, pero si se trataba de más, no sólo dejaría inconcluso esto, sino que tendría que huir. Odiaba huir.
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Mensaje por Doreen Jussieu Lun Abr 23, 2012 10:28 pm

Aquello rebasaba toda clase de miedo que había experimentado. No podía creer que solo una noche tranquila se hubiera vuelto la peor de todas. Nadie me había visto de esa manera, nadie me gritaba de esa manera, nadie me había tocado como él lo estaba haciendo en ese momento. Mi cuerpo temblaba escondido bajo el ajeno. Estaba casi por llegar al llanto, por extraña razón las lagrimas no salían, incluso los sollozos se encontraban atorados en mi garganta. Si quería verme gritar o suplicar mi cuerpo le impediría que yo llegara a tal cosa, aunque de ser sincera deseaba hacerlo, Poder sacar todas aquellas frustraciones.

Su mano fría me dejo en shock, no forcé más, ni siquiera podía respirar, me costaba trabajo hacer algo de manera fluida. Su bofetada me hizo reaccionar, sentía como aquella bofetada se había quedado dibujada en mi rostro, el calor del golpe sumado con el ardor me lo indicaba. Solté un grito fuerte gracias a eso. Varias lagrimas comenzaron a caer por mi rostro aliviando apenas el calor de mi rostro. - No me hagas daño por favor - Volví a pedir temblando, hablando de manera entrecortada. Me llevé una de las manos al rostro para poder acariciar aquella zona.

Cuando el silencio reino la casa de los espejos, comencé a escuchar pasos apresurados, voces gritar, no entendía bien lo que decían, hasta que pude controlar mi respiración entrecortada. "Doreen… Doreen… Doreen" Muchas voces al mismo tiempo. Todas me buscaban, por la cantidad de voces y el eco que hacían podía notar que eran una gran cantidad de revolucionarios los que me estaban buscando.

Sentí un peso menos de encima, como si me estuvieran dando un abrazo fuerte y cálido. - Te lo dije - Sentencié de manera firme - Yo te lo dije, ellos vendrían, me cuidan, quizás puedo escaparme por escasos minutos, pero ellos siempre me terminan encontrando, te van a matar, desearas no haberme tocado nunca - El valor que había tomado para pronunciar cada una de las palabras solo había provenido del terror que había experimentado segundos antes, era justo, bastante necesario quizás podía ser una dama bastante débil pero daba las gracias a Dios, a Milo y a Darcy que tenía el privilegio de una gran protección.

Los pasos comenzaron a hacerse más rápidos - ¡AQUI ESTOY! - Con la garganta más aclarada pude dirigir un grito bastante fuerte, era tan sonoro que incluso a mi me había molestado. Después no solo se escucharon pasos, también como corridas de perros, la cosa se terminaría por poner en aprietos. Empuje de nuevo el cuerpo del vampiro sin éxito alguno. Cerré y abrí los ojos, pero lo había hecho tan rápido que no me di cuenta cuando varios guardianes se encontraban detrás de Lucian. Les sonreí por escasos segundos. - Vete, márchate, huye - Le susurré muy por debajo, no quería verlo morir, no tendría el valor (a pesar del daño que me había causado) de ver como perdía su "vida", aun no estaba preparada para ese tipo de eventos, por eso prefería que se salvara, prefería que corriera lejos, estaba segura que nunca más lo volvería a ver por lo que no me importaba que se fuera, aunque quizás si era mejor que lo mataran así no le haría daño a nadie más.


En el mundo de los vivos nunca hay tranquilidad. [Privado] HUTYHfw
"Este es mi gusto, no un buen gusto, no un mal gusto, pero sí mi gusto,
del cual no me avergüenzo ni lo oculto. Este es mi camino, ¿dónde está el suyo?”
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En el mundo de los vivos nunca hay tranquilidad. [Privado] Empty Re: En el mundo de los vivos nunca hay tranquilidad. [Privado]

Mensaje por Invitado Jue Mayo 03, 2012 3:27 am

Desde que recibí el don de la inmortalidad, de mi hermano, de quién más, he dedicado mis esfuerzos a dos tareas básicas y sencillas. Ser su ejecutor, Anubis que decide quién ha de morir y quién no, aunque claro, la decisión casi siempre es la primera, y me gusta ese papel, da rienda suelta a mi sadismo, mismo que durante mis años mortales no salió a relucir muy a menudo, quizá sólo cuando de tramar planes para humillar a Anthony se trataba. Y por otro lado, he usado este regalo para demostrarle al mundo que importo, que somos tres y no sólo dos los hermanos Argeneau y que este que todos pasan por alto, es quizá el más engañoso y el que peores destrozos puede ocasionar. Era por ello que verme en esta posición, ante una presa tan claramente fácil, podía echar por tiera todo eso, pero no era así.

Las presas fáciles se disfrutaban, de manera distinta, pero también se gozaban, porque lloraban y gritaban y suplicaban con más vehemencia, porque en lugar de tratar, en vano, de salvaguardar su poca dignidad, se humillaban con rapidez ante uno y, aunque se les podía hacer creer que te podían conmover un ápice, al final se hacía lo que a uno se le pegaba la gana. Violar, como era mi intención con esta pobre desdichada, o matar, un descanso que no pensaba darle. La muerte, después de todas las atrocidades que pensaba hacerle, iba a ser un regalo, y yo quería que su sufrimiento se prolongara.

Sin embargo, había ocasiones en las que las cosas se salían de control, como parecía ser el caso. Me habló con ese desdén que logró sacarme de mis casillas, como burlándose de que recibiría mi merecido. Pobre niña, no lo sabía aún: Nadie podía hacerme pagar por mis crímenes, ni ella y su guardia, ni el ejercito real francés.

-¡Cállate! –Espeté, esta vez no le di una bofetada, esta vez mi mano se ciñó a su cuello, mis dientes rechinaron unos contra otros mientras aumentaba la fuerza de mi agarre-, maldita perra, ¿qué hiciste? No me dejarás terminar con lo que empecé –ahí detuve la fuerza, quería dejar una marca para que me recordara, pero no matarla. Ahora que tendría que salir corriendo, quería dejar sobre ella mi huella, que mirara por sobre su hombro y que cuidara sus pasos para la próxima vez que se atreviera a salir sola.

Volví a apretar mi mano en su cuello cuando me dijo que huyera, ¿me estaba perdonando la vida? Era una ilusa, el enojo estaba por traicionarme, por acabarla si seguía así. Supe, por los sonidos producidos y que se acercaban, que por la cantidad de hombres que venían, tenía las de perder. Pude terminar el trabajo, que sus centinelas sólo encontraran el cuerpo frío de su protegida, inerte y con los ojos en blanco, pero no, iba a terminar lo que había iniciado y la solté, me puse de pie rápido y escupí a un lado de cuerpo.

-Esto no se ha acabado niña –aproveché y pateé su cuerpo, justo en el abdomen, otro recuerdo que le dejaría para que no se olvidara de mi y de esta noche-, cuida tus pasos, cuida a dónde vas, porque te estaré siguiendo y te haré padecer un castigo peor que la muerte, de mi nadie se burla –terminé de decir y apresuré el paso al lado contrario del pasillo, donde una salida de emergencia se encontraba cerrada con candado, algo que, por supuesto, no iba a detenerme. Rompí el cerrojo y me adentré en el bosque.

Maldita chiquilla, me las iba a pagar.
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