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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Alizée Signoret Vie Dic 02, 2011 12:15 pm


Hace ya tres semanas que había regresado a Parí, y todo comenzaba a tomar su curso natural, las fiestas los bailes y la clientela, aquella que por semanas dejo abandonada, regresaba poco a poco a su lecho, aunque ya no recibía a muchos en casa, por respeto a su invitada. Solía frecuentar el teatro acompañando a los viajeros que paraban en París y buscaban compañía de un par de noches e ir al hotel con ellos, rodeada de los lujos que acostumbraba. Todo normal y tranquilo, y sin noticias de aquel hombre por quien ella pensó en abandonar todo y comenzar de cero, aquel con quien compartió en Roma, entre discusiones y pasión, pero que acabo con una dolorosa separación. Pero aquella mañana su corazón dio un brinco de esperanza, se encontraba desayunando en compañía de su invitada escocesa cuando uno de sus sirvientes ingreso al comedor con una carta lacrada. - Jaden- pensó ilusionada, tanto que quedo perpleja allí mirando la carta sellada, dudando si leerla o no, fueron las palabras de la joven diplomática, las que la hicieron reaccionar.

Con el corazón en su garganta, y las manos algo temblorosas comenzó a rasgar el papel, sus ojos brillantes de emoción, signos de cuanto anhelaba que fuese él quien le escribió aquellas líneas. Pero fuera de aquellos rasgos, todo lo demás en aparente calma. Finalmente ante ella, sin aquel sello de lacre una letra masculina, marcada y de trazos irregulares llamo su atención, no, no era Jaden, su intuición se confundió con sus anhelos y la carta era de otro remitente, un remitente aun más inesperado y de quien no esperaba tener noticias - Argus- Susurró, mientras sus ojos consumían el contenido de la nota con avidez, le sabía muerto y ahora eran de él aquellas palabras, simples y precisas como solía ser él.


Alizée:
Estoy en Paris, te espero al atardecer en los límites de la laguna.
Argus B.


No, aquello no se lo esperaba, no se imaginaba si quiera, que podía desear aquel hombre de ella, no recordaba haber tenido noticias suyas en los últimos meses, ni siquiera recordaba que él se hubiese despedido, simplemente un día escucho que ya no estaba en París. Y Luego mientras estaba en el Sacro Imperio, llegaron rumores desde el Vaticano anunciando que un antiguo cazador había muerto, un padre corrupto describieron algunos, un hombre con una arcada cicatriz en el rostro. Todas señas que se trataba de él, no lloro su muerte, pero si lo lamento, era un hombre a quien aprendió a querer y a apreciar, en especial luego que salvase la vida aquella noche en que irrumpió en su morada.

No envió respuesta alguna y simplemente se quedo meditativa todo lo que quedaba de la tarde, extrañada, curiosa y de un particular modo alegre, de ver nuevamente a aquel hombre por quien sentía un profundo respeto y admiración, a pesar de sus malos modales, sus arranques de locura e inclusive su mal humor, ella sabía que tras de todo aquello había algo más. Una locura de su parte pensar que tras un hombre tan poco agraciado a causa de las cicatrices, físicas y emocionales, existiese un ser con sentimientos y con una historia que fuese más allá del alcohol y la corrupción. Pero ella le guardaba gratitud y mucha, le había salvado la vida, y habían entablado una curiosa amistad desde aquella noche, una amistad que iba desde la embriaguez de él, a esos momentos de humanidad que pocas veces afloraban.

Finalmente, cuando la tarde comenzó a caer se decidió a salir, vestida en un sencillo vestido color cereza, el que se ceñía a mi figura con elegancia, delineando mi cuerpo sin llegar a ser grotesco, unas delicadas mangas cubrían la mitad de sus brazos, y sobre sus hombros una capa en el mismo color, todo con decorados en color plata. Un carruaje llego a recogerla, tal como ella había ordenado, subió en él y se dirigió al punto de encuentro. Silenciosa, observo el paisaje y recordó aquel intempestivo primer encuentro.


Residencia Signoret, Paris,Francia
Un año atras

Llegó a casa en compañía de un cliente, un vampiro que estaba de visita en la ciudad, todo iba como de costumbre en la habitación de la joven cortesana, pero aquel nuevo cliente parecía no bastarle tan solo el sexo, pues pretendía beber su sangre. Y aun que la joven intento defenderse, no pudo, pues no poseía nada que le fuese de real ayuda.

Pero la fortuna estaba de su lado, y aquella noche sin avisar un desconocido irrumpió a su casa, husmeando como un ladrón, pero sus intenciones eran diferentes, se trataba de aquellos cazadores de los que había escuchado hablar, su nombre Argus, aunque aquello lo supo horas más tarde.

Aquel hombre, se enfrento al vampiro y tras una férrea lucha, dio muerte a mi agresor, pero no sin salir herido. Como gesto de mi gratitud atendí sus heridas, aun cuando el refunfuñaba no necesitar de tal atención. Fue un encuentro extraño, incomodo al principio, pero interesante…

… Luego de eso alguno encuentros casuales como amante, más que mal, le debía la vida, encuentros que me dieron espacio para ver en él algo más que el hombre rudo y corrupto.


Finalmente cuando los rayos de sol se escondían, el carruaje se detuvo lo más cerca de la laguna posible, bajo con seguridad y emprendió el camino hasta el lugar de encuentro, donde cislumbro la silueta de aquel hombre dándole la espalda a ella, observando el agua, como si se encontrase ausente, sonrió para sí antes de llamarle desde cierta distancia - Argus- pronuncio su nombre con voz suave, clavando sus ojos azules en él, a la espera que él le mirase.



Última edición por Alizée Signoret el Lun Dic 05, 2011 12:20 pm, editado 2 veces


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Mensaje por Argus Berthaneon Vie Dic 02, 2011 10:30 pm

Siempre había quedado embelesado por la majestuosidad de los lagos, tan hermosos, tan armoniosos, desde pequeño que esto sucedía, cuando incluso aun conservaba la inocencia y la ignorancia de las criaturas de la noche. Ahora mismo, yo estaba cruzando más que la mayoría de mi edad, avanzado, por completo, en un costado estaba el caballo negro con la bata de la cruz dorada y el símbolo de la inquisición, al igual que mis ropas, era negro, pero al contrario que todos los demás, yo seguía portando la capa larga.
Voltear al escuchar esa suave voz a mis espaldas y exhibir mi atuendo, negro, absolutamente, chaqueta negra ceñida al cuerpo, pantalón negro igual, botas negras, el pelo recogido y la barba bastante prolija para ser yo mismo, extendí mis brazos avanzando y tomando entre estos el cuerpo de la jovencita.
-Mi querida Alizee, cuánto tiempo sin verte ¿paseamos? –Di un paso hacia atrás y una de las espuelas hizo un ligero ruido y la capa se corrió hacia atrás, todo el armamento que llevaba antes se reducía solamente a dos revólveres de tambor con balas de plata bendecidas y una espada larga, además de una daga, todo de plata bendecido y resplandeciente.
Recordé en lo profundo de mi mente las noches pasadas, especialmente una, la ultima aquí en Paris, cuyo recuerdo me hizo mirar de arriba hacia abajo a la jovencita y suspirar como un joven enamorado, a pesar de que ya tenía más edad que ella y era un maduro cualquiera, y sabía que tenía ese mismo recuerdo escrito en mi diario, dentro de la mochila que llevaba el caballo, luego lo repasaría, mientras tanto, solo lo recordaría…

24 de Junio. Llueve por tarde.
Una de las habitaciones del monasterio de San Marcos. Cerca de medianoche.
Miraba entonces a quien estaba al lado mío, ¿sabría ella cuanto tiempo me quedaba? Lo dudaba demasiado, sin embargo, miraba el último informe que me había llegado desde mi legión, le miro como duerme y tomo un trago del ron que tenía en una taza, el cual estaba congelado, y un suspiro vago escapa de esos labios carnosos que él posee. Aquella muchacha hacia poco le había salvado y desde aquel entonces, no había estado con ninguna otra mujer, todo lo referido a las relaciones sexuales terminaban en el nombre de aquella chica.
Alizee.
Observa como duerme, desnuda, sus pechos perfectos y redondos suben y bajan en un compas embriagador, mágico, armonioso, el solo se queda mirando mientras tiene en su mano una pluma, con la que estaba por responder la carta, y otra carta en su otra mano, que tenía todos los secretos de ella, de la jovencita; Entonces su cabeza comenzó a negar de lado a lado, si, prefería la ignorancia sabida que la sabiduría robada, y sobre todo de ella, de Alizee, quien en una muestra de gratitud o de lastima, había aceptado estar con él, más de la mitad de las veces sin cobrarle, miro entonces hacia la carta, la misiva, dos más estaban abiertas en la mesa.
El clero, mejor dicho, el papa Borgia ordenaba que debían de comenzar la purga de las brujas, sus ojos entonces se cierran y mira otra vez a la joven, quien ahora termina completamente desnuda al correrse la sabana de fina seda carmesí, sueña, ¿Qué sueña? Eso es lo único que hasta ahora no sabe descubrir de ella.
Escribe unas apuradas palabras, aceptando la misión, iría a Mongolia, en una semana exactamente, es cuando termina su ron y toma el arma de forma rápida, como un relámpago, a pesar de su edad, pero se calma entonces al observar que la joven se había despertado.
-¿Necesitas ayuda? –su dulce voz pregunta, cuestiona, el viejo hombre solo carraspea y voltea a mirarle, sonriendo de medio labio.
-En absoluto ¿Qué tal el sueño? –su respuesta era totalmente seria, aunque algo tensa, pero por el momento, era perfectamente normal el tono de voz.
-Supongo que bien…he dormido suficiente, debería irme a mi residencia, pero llueve… ¿Quieres que me quede…contigo? –Era más que obvio lo que ella estaba diciendo, invitándole otra vez a las llamas de la perdición y del amor…
El maduro hombre guarda las cartas en el escritorio y simplemente le echa llave, se quita el pantalón largo negro que llevaba puesto y le recibe en brazos cuando ella se levanta también, el contacto de su sedosa piel con la suya rasposa, musculosa y llena de cicatrices le provoca un ultimo escalofrio, se oye un suave gemido de sorpresa, el viento apaga la luz de la vela. Dos cuerpos se funden en el calor del placer. Dos almas se vuelven a enredar. La habitación se llena de jadeos y movimientos nuevamente y la fría noche de lluvia comienza a mermar.



-Tengo tanto que contarte…y por cierto, te he traído un regalo ¿lo quieres? –De nuevo en el presente, lejos de aquellas cartas, de aquella habitación, en la orilla del lago al atardecer, su casi sonrisa estaba demostrando felicidad, pocas veces vista. Había recibido perdón, y eso le hacía feliz, pero no del todo, sabiendo que le llegaba más de la mitad de lo que debería de haber vivido le faltaba aun…un asunto pendiente.

Siempre había querido intentar remediar el alma tortuosa de su padre, quien había sido bastante mal padre por cierto, pero él podía ser distinto, al menos durante unos diez años o quince años, enseñar a protegerse a sí mismo y a su madre y…
El sonido de algo que se alejaba lo trajo a la realidad, de forma algo precipitada entonces quizás, me acerque otra vez a la joven Alizee y bese aquellos mismos labios, sentí otro sabor, o quizás era el mismo, el sabor del amor. Aquella joven a quien le doblaba en edad más varios años más, le estaba haciendo perder la cabeza de forma algo extrañada, por un lado deseaba ser su protector y confidente y por el otro…quería algo mas, ser mas, en ella, para ella…

-Me alegra verte, de veras, y me alegra saber que mi carta llego sellada tal y como la mande, a veces nos espían, pero no me preocupa, son novatos comparados conmigo, ¿paseamos? Me agradaría pasear contigo, tomados de la mano, mucha agua corrió por debajo de nuestros puentes, quiero saber todo lo que has hecho desde entonces, joven Signoret –Mi mirada se desvió inocentemente por las ropas que ella llevaba y simplemente continúe sonriendo, aun mejor no era confesar esa sensación que ella había despertado en mi corazón, uno de los motivos reales por el cual había vuelto, ella, aunque otro de los tantos era el extraño cese de actividad anti natural que ahora rondaba Paris y que eso solo podía significar o bien la guerra o bien la extinción, y la segunda no era tan fuerte como la primera.

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Mensaje por Alizée Signoret Dom Dic 04, 2011 6:18 pm


Cuando aquel hombre volteo a verle, no pudo negar su sorpresa al verlo allí, como si diez años hubiesen desaparecido de su rostro, sus antes harapientas ropas ya no eran, sino más bien eran reemplazadas por un traje de negro, con su respectiva capa, todo de la mejor calidad. Y En su pecho una insignia de oro, que solo había visto en miembros de vaticano. Dio un paso hacía atrás, sabía cuan peligroso podía ser para un sobrenatural estar cerca de un inquisidor, y no estaba dispuesta a ser tratada como hereje, no dejaría que la capturasen y aun menos que la traicionase alguien en quien confiaba - Argus…- murmuro su nombre con temor en su voz - Argus…eres un Inquisidor- termino la idea, dudando si tomar su brazo y aceptar la invitación, pero él no le respondió, solo le brindo una sonrisa.

Tomar su brazo, aceptar ese paseo podía ser solo una trampa, pero no aceptarlo sería una fácil manera de delatarse. Suspiro y tomo su brazo, dejándole hablar mientras emprendían un paseo acompañado por la voz de aquel reformado Argus, un hombre desconocido amable e incluso caballeroso - ¿Dónde has estado?- cuestiono, pero parecía que él no respondería a sus preguntas, su mente estaba lejos, sepa Dios donde lo había llevado el confín de los recuerdos. Y así guardo sus dudas para si, hasta que fuese el momento de obtener respuesta de aquel hombre, hombre que le era casi del todo desconocido, lejano a aquel con quien compartiese el lecho meses atrás.

Finalmente regreso al presente para dirigir toda su atención a la joven que caminaba a su lado, silenciosa y absorta en mil preguntas que dudaba si formular o no hasta que él le dio el pie para hablar, demasiados cosas que contarle, aquello solo cabía en la mediocridad de todo lo que había ocurrido desde su último encuentro - Mmm… Hablar, pues si Argus, sé que no eres de muchas palabras y prefieres la acción pero… - no termino la idea en voz alta pero si en sus pensamientos - “ Desaparecer sin aviso, y regresar del todo cambiado, amerita explicación”- Por alguna razón no termine la idea en palabras, por temor a una reacción inesperada del desconocido con quien ahora recorría el borde del lago, mientras el cielo rojizo se tornaba azul oscuro, anunciando el anochecer.

Se perdió ahora ella en el hermosos paisaje, los pirineos nevados y el bosque como falda rodeando aquel lugar y frente a ellos el lago, tan profundo tan calmo y tan peligroso, como la ignorancia, así estaba ella caminando a ciegas junto a un hombre que podía entregarla al vaticano no escucho cuando aquel hombre menciono algo sobre un regalo y tampoco se percato de lo cerca que estaban ambos rostros, hasta que él la beso, un beso delicado y dulce, muy diferente a aquellos que compartieron en sus noches de placer y lujuria. Era aquella clase de besos que un joven enamorado deposita en la mujer elegida, antes de declararle su amor, pero ¡Dios! Aquello era más de lo que ella hubiese esperado de él. Acaso Argus pretendía cortejarla y no cazarla para la inquisición - Argus…- susurro, cuantas veces había pronunciado su nombre sin recibir respuesta alguna, y precisamente ahora necesitaba comprender que significaba aquello, ¿Qué pretendía aquel hombre de una cortesana?

Ahora esas palabras tan cargadas de verdad, demasiadas cosas había ocurrido y demasiadas cosas estaban por ocurrir aun, dios, que sabía ella de aquello que el destino le propiciaria de aquello que estaba destinado para su futuro y el de sus descendencia. Aquel encuentro era tan solo una pincelada del comienzo de una nueva historia, una historia que parecía ser prospera, aunque ella desconociese que antes de aquello debería pasar mayores adversidades que las ya vividas - Así es Monseniur, han ocurrido muchas cosas en su ausencia, tantas que es imposible narrarlas en una sola velada y muchas que estoy segura no serán de su interés- su respuesta fue seria, seriedad adquirida tras aquel beso que le había dejado perpleja y confundida - Pero si os puedo decir que ha tenido fortuna de encontrarme en Paris, pues hace unos días llegue de un largo viaje. Me encontraba visitando a unos amigos en el Sacro Imperio, pero debí apresurar mi regreso…- señaló, omitiendo el hecho que su abrupto regreso fue para huir de Jaden y la caótica historia que los rodeaba, alejarse de sus evasivas y su inesperada ausencia, no aquella historia no era una que anhelase narrar ante nadie.

Tras un par de pasos se volteo a verle, su miraba se tornaba fría e incluso a la defensiva - Argus, mi vida va como siempre, no encontraras nada nuevo en ella. Como vez, sigo siendo la misma, pero tu…- guardo silencio evaluándolo de pies a cabeza, estaba cambiado diferente, se veía más joven e incluso más atractivo - Pero tú, tu estas diferente, desapareciste sin avisar e incluso llegaron rumores que habías muerto, pero tu carta, tu aspecto, tu actitud… Me cuesta, me cuesta reconocer al amante con quien compartí veladas completas- confesó aludiendo a la sinceridad que siempre los había unido, o al menos eso creía, pues su único secreto era su estirpe y la marca que la catalogaba como una poderosa hechicera.

Acaricio su mejilla con ternura, relajando el gesto de ambos, pues todo se había tensado de un momento a otro - Has cambiado, has vuelto, y me gustaría saber porque me has buscado- clavó sus ojos en los de él, buscando flanquear esa barrera que ahora se interponía entre ambos, lejos del reflejo del alma de él que alguna vez vio con claridad.



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Mensaje por Argus Berthaneon Dom Dic 04, 2011 7:11 pm

¿Por donde empezar? Ella estaba ansiosa de información, yo al contrario, me escondía en la profunda ignorancia a propósito y con énfasis a pesar de tener un pequeño barco de sabiduría sobre aquella mujer, pero…lo mejor era por el principio, calmar sus miedos, calmar su mirada, calmarle por completo antes de que pareciera sucumbir a la locura, así que tome la iniciativa de carraspear y mire sus ojos, sus zafiros azules, dejándome llevar por aquella marea de rímel.

-Para que te tranquilices, jovencita, debo de decirte primeramente que sí, soy un inquisidor, y sí, he sabido de ti en Roma, y…quiero que sepas que debes de alejar ese brillo de miedo de tus hermosos y azules cristales, no vengo a apresarte –Por mi mente cruzo el estallido de lo que hacía dos horas antes había pasado, siempre supe que el Vaticano era demasiado confiado respecto de alguien como yo, alguien que había pertenecido a una de sus más violentas ordenes y de lo demasiado cargada que estaba mi pluma de experiencia en el combate –Hace dos horas, y te confieso esto más que nada por el amor que mi corazón profesa por ti y el que me ha hecho retornar a Paris, y luego por la confianza que tengo…he matado a mi espía hace dos horas, lo he descuartizado y lo he enterrado en todo lo largo del camino hacia aquí –Metí la mano en el bolsillo de la chaqueta negra y saque la otra insignia, esta era un poco más pequeña que la que yo traía, además de estar manchada de sangre –Nunca me gusto que me siguieran, y este ha cometido el error de dejarse caer en uno de mis trucos he escrito a Roma diciendo que encontré su cadáver destrozado y que lo único que quedaba en buen estado era un dedo con su anillo de inquisidor, diciendo que alguna criatura le ha matado, y que por lo tanto yo me quedare aquí durante cierto tiempo para encontrarla…ahora, sigamos por lo que me has preguntado, bella dama-

Tome aire entonces y mi vista se fijo en el suelo, no sin antes volver a guardar la insignia del espía que había cometido el error de seguirme, entonces me encontré por un momento sumido en el andar de una hormiga que bordeaba mi zapato negro y suspire. Bien, recordé todo, absolutamente todo estaba demasiado nítido en mi cabeza, el viaje a Mongolia, cruzar luego Arabia, volver a subir al Himalaya…bajar a Rusia y Chechenia, y finalmente, terminar en Italia, medio muerto y herido de forma algo nada hermosa, pero con mi trabajo finalizado y listo para retornar hasta Roma con la cabeza del anti natural que habían encargado que mate…solamente tome una gran bocanada de aire y camine hasta el caballo, que nos seguía de forma obediente y fiel, se llamaba Zaarim, me lo habían dado en Egipto y era uno de los más fieles corceles que había podido poseer, abrí su bolso y saque un pequeño paquete de este.

-Comenzare por lo sencillo –Di muchas vueltas el pequeño paquete redondo en mi mano y lo miraba alternándolo con la mirada en Alizee, esperando terminar mi relato y buscar apropiadas palabras…todo era demasiado complicado como para complacer, de una forma no carnal, a la joven a quien doblaba en edad, quería saber, quería información de mi y en mi cabeza resonó lo de “te dieron por muerto”, así que solamente abrí mi boca mientras volvía a su lado y dejaba que tome mi brazo para continuar caminando.

-El día que te digan que estoy muerto, si es que ese día llega de nuevo, pregunta si han visto mi cadáver o pídeles mi cabeza…de lo contrario, no lo creas bella dama…entonces, deseas saber, y yo saber os daré, por que usted os lo merece…empecemos por aquella vez que desaparecí, supongo que recuerdas nuestra última velada en San Marcos, ¿verdad? –Por lo menos, yo aun reia al recordarla, ya que aquella noche había hecho el amor con ella en la enorme cama del sacerdote, ya que este había dejado sus aposentos por un viaje, fue suave, no salvaje y burdo, bruto y poco caballeroso…si no que fue bueno, demasiado bueno para mí de hecho –Si lo recuerdas, remontaras también tu mirada a que guarde unos papeles en un cajón que estaba cerca de la cama, bien…ese papel que encontraba en mis manos, era una misión del Vaticano, demostrar mi valía como cazador, recuerda que era en momentos en que la inquisición empezaba, era a Mongolia, debía de encontrar nada más ni nada menos que al famoso Yeti…-

Tome aire y me volví a frenar, entonces supe que la necesidad de que ella creyese en mis palabras era demasiada, necesitaba que confiase en mi y que sintiera que además de ser distinto, ahora era un hombre cambiado, abrí lentamente la chaqueta y luego la camisa, mostrando una cicatriz negra, que subía desde la derecha de mi pelvis y cruzaba todo mi pecho. Estaba nada más y nada menos que a unos pocos centímetros de la cruz de plata que pendía de un rosario de plata y oro de mi cuello, al lado de la cicatriz, la plata parecía brillar realmente…

-Bueno, resulta que el famoso Yeti era un hombre gigantesco, digamos de aproximados tres metros por dos de ancho, veloz y muy fuerte, en Mongolia tuvimos nuestra primer pelea, la cual fui derrotado…un día demasiado triste, créeme, pero cuando me recupere, le seguí el rastro, principalmente por las noticias que tenia –Mire hacia el cielo y la cantidad de periódicos con titulares como “hombre gigante” o “destrozan una aldea” además de “misteriosas muertes” y luego baje mi mirada para besar nuevamente a Alizee y suspirar contra sus labios –lo he dicho antes, pero por si no me has escuchado lo volveré a decir, he vuelto…por ti, porque me has enamorado perdidamente… -.
Tome una ligera pausa y le abrace cuan cariñoso podía llegar a ser, recordé el momento que pase en Italia y la visita a mi antigua casa, a las tumbas de mi familia, a todo lo que era mi pasado, el cual nunca había intentado revivir, y luego de dicha pausa, sentí el valor necesario para volver a contarle a la joven que tenía delante mío lo que había sido mi vida durante los últimos cinco o seis meses…

-Luego me encontré con un hombre, un cirujano o algo parecido, en Arabia, decía que extrañaba Paris y Francia, se hacía llamar Jack…no sé quién es, pero si sentí que ni siquiera podía mirarlo al rostro, había maldad en él y maldad en sus palabras, todo lo que hacía o decía, pero finalmente me termino siendo de ayuda a que el extraño hombre, me dijo que Yeti había pasado por allí y estaba herido, se dirigía al Himalaya, ese mismo día, en aquella aldea de Arabia, decidí bajar a Egipto, luego de recibir aquella información, sentí necesidad de que debía de visitar las pirámide de los faraones o lo contrario no podría terminar mi búsqueda, Jack o como fuese que se llamase había ensuciado mi alma y debía de ser purificada por lo más cercano a una iglesia que había allí, que eran las pirámides de los antiguos dioses egipcios –Tome aire nuevamente y abrí el paquete, dentro de este, había una pelota de terciopelo negro con hilos dorados, la había mandado a hacer en Roma y me habían dado un trabajo excelente de sus artesanos, le mostré la pequeña pelota caja a la joven y tome aire –Luego de purificarme, fui hasta el Himalaya, el segundo combate que tuve con Yeti fue especial, crucial, de hecho, fue digamos el que nos dejo medio muerto a ambos, le había cortado sus manos, pero lo que yo no esperaba es que su sangre fuese tan corrosiva, en cuando el chorro toco mi cuerpo, me quedo esta marca negra azulada…como si mi piel estuviese congelada y muerta –Abrí la pelota caja, dentro había un anillo de compromiso, lo había recuperado del cadáver de de mi madre porque era lo último que podía darme ella, luego de pedirle su perdón por haberme ido de la casa hacia tantos años y tome un último respiro.

Llegaba al final de mi historia y mientras la relataba de forma automática sin pensarlo, aun no había encontrado esas palabras precisas, justas, perfectas ¿Cómo lo hacían los jóvenes de hoy en día? Realmente que no lo sabía, era difícil, sobre todo para un hombre de mi edad, pero ya estaba viejo, vencido, había pasado la expectativa de vida que me correspondía a mí personalmente y no había dejado descendencia, había preguntado por otros Berthaneon en el Firenze pero nadie más sabia de mi apellido que yo mismo…estaba en mi el ultimo halito de esperanza de que aquel apellido continuase…

-Luego de aquella pelea, en la cual terminamos los dos muy mal heridos, bajamos hasta Rusia, la Rusia oriental, fría y helada, allí termino nuestro último asalto, fue duro para ambos por que el estaba manco y yo herido de sobre muerte, como puede notar, su acida sangre cruzo por mi torso casi por completo y me congelo todo –Esta, esta si era la última pausa que tomaría antes de continuar narrando mi historia a la joven, el por qué de tantos meses desaparecidos, el por qué de que había retornado podría esperar un poco más, pero ahora mismo quedaba el terminar de narrar mi desaparición…

-Mate al Yeti entonces, corte su cabeza de y la metí en una bolsa dentro de otras dos, no quería seguir congelado por su fluido corporal y viaje hasta Italia en el caballo que vez aquí, Zaarim es su nombre y es un corcel digno de un caballero, por que el es un caballero, si quieres subirte y pasear solo dile que lo harás, pídele su permiso y te dejara subir…es un animal muy inteligente…continuare mi joven dama…Zaarim me llevo hasta Italia, a la tumba de mis padres, pensó que tal vez querría morir pero no, no podía morir, no aun…una gitana me cuido y ayudo, curo mis heridas y entonces una vez que estuve curado volví al Vaticano, donde fui recibido con honores por haber vuelto con algo de vida…fui nombrado inquisidor y así es como me vez ahora –“solo queda pedirte algo u ofrecerte…o como sea que se haga” pensaba en mi fuero interno, miraba ahora el anillo fijamente, sentía un extraño magnetismo en el, algo que me impedía poder llegar a retenerlo, me sentí complacido por haber logrado terminar la historia por completo, con entereza y valor…

Luego de un rato en silencio que pareció realmente eterno, mire a los ojos de la joven, trague saliva de forma sutil y tranquila y suspire, me sentía viejo, demasiado viejo, como si todos los años hubiesen caído en mi de repente, la joven a quien doblaba en edad estaba más bella que nunca pero… ¿Habría llegado demasiado tarde? No lo sabía, pero aun ni siquiera había formulado la respuesta a la que seguramente tendría una negativa de respuesta, así que…era momento de esperar, esperar a sus palabras para poder yo terminar de recitar las mías…
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Mensaje por Alizée Signoret Lun Dic 05, 2011 1:35 pm


La joven cortesana escucho cada palabra del ahora inquisidor, cada palabra sin dejar escapar ningún detalle, desde el modo en que él había seguido sus pasos, hasta el modo en que él la trataba, como si fuese una fina flor, un delicada flor. Cuanto contraste existía en aquel hombre, un asesino sanguinario para sus enemigos, y gran parte del resto del mundo, pero con aquellos que realmente le interesaban, eran tratados como joyas. Sonrió ante aquella contradicción y le agrado saber que para él, ella era alguien importante, pero acaso merecí aquel trato, solo el tiempo lo diría. - Me has seguido- susurró mirándolo con expresión algo más relajada, pero aun ocultando tras sus ojos un secreto aun mayor, cuanto podía saber aquel hombre de sus secretos, de aquel gran secreto que en poco tiempo sería evidente.

Un gran silencio se interpuso entre ambos, un silencio que ella no quiso romper, sino que lo prolongo y espero a que el prosiguiese. Desmintiendo su muerte y dando la libertad de buscarle y pedir información de él, tanta confianza que él brindaba en ella y ella podría estar a punto de defraudarle - …“¿Seré acaso digna de ti?”… - la pregunta surgió clara en sus pensamientos cuando el menciono aquella última noche en San Marcos, hace más de seis meses atrás, la última noche que pasaron juntos y tras la cual despareció. ¿Qué debía esperar de aquello? El inquisidor, Argus, no solo fue un amante y sino un gran amigo, un hombre al que llego a querer y respetar, no se trataba de amor, sino de afecto y cariño, que quizás con el tiempo se transformase en algo más.

Ahora, sus palabras se alejaban de San Marcos y seguían el camino de la vida de él en los últimos meses, el recorrido de su cacería y su herida. Delineo la cicatriz que él poseía en su pecho, fría y gélida su piel marcada por la corrosiva sangre del yeti. Piel muerta, eso parecía, y un escalofrió la recorrió, pues con aquel contacto pudo ver todo lo que había vivido, sus habilidades de bruja le llevaron a aquellos recuerdos en la medida que él los narraba. Cerró los ojos y las nauseas se apoderaron al ver aquel recuerdo, nauseas que parecía acompañarle día a día y que tenían un solo origen. Retiro la mano y la pasó por su rostro, intentando borrar su malestar y las imágenes, agradecía la luz que se ausentaba y no permitía se viese su rostro repentinamente demacrado - …“¿Cuánto tiempo podría ocultar aquello?”… -



Quien tuviera poder para avanzar y conocer el final
quien tuviera poder para acabar con esta duda mortal.




El terminó su relato, frente a una demacrada cortesana, que no sabía bien que hacer, aquel hombre regresaba por y para ella, quizás fuese una señal del destino una luz entre tanta desesperación. Pero también podía ser lo contrario y terminasen condenándola por hereje. Clavo sus ojos en aquella caja tan bien elaborada y con finos detalles, un signo de elegancia y sofisticación - “Acaso, era lo que estaba pensando, era verdad lo que estaba ocurriendo y aquel hombre estaba dispuesto a unir su vida a la de ella”… -
Vio la caja abrirse ante sus ojos un joya, una anillo ante sus ojos, una joya fina, delicada y sin duda de los mejores joyeros de Europa, era sencillo, pero que demostraba todo el amor que un hombre podía profesar a una mujer y se lo estaba ofreciendo a ella, una cortesana, una bruja.. una mujer.. suspiró sin poder terminar la idea en su mente…

Un tenso silencio cay entre ambos, hasta que ella retiro la mirada de la joya y clavo sus ojos en los de él - Argus.. yo… - su voz temblorosa y sus ojos brillosos por las lagrimas que amenazaban por salir, maldita sensibilidad que la embargaba - Argus, no creo que sepas todo de mí, pero debo ser sincera contigo antes que escuches mi respuesta y seas tú quien decida si estás dispuesto a aceptarme en tu vida - Por dónde empezar, confesar que era una hechicera o confesar lo ocurrido en el Sacro imperio. Camino hasta un roca que estaba a pocos pasos de ella y tomo asiento, para tomar valor- El Sacro Imperio, mi vida allí dio un giro un cambio que no me esperaba, pero ocurrió y no se puede regresar el tiempo atrás - suspiró y su mente voló a aquella última noche en el Imperio, dios como olvidar todo aquello y empezar de nuevo cuando, en su vientre llevaba un eterno recuerdo de aquel encuentro - En mi estadio en el imperio conocía un hombre, con tuve un aventura, su nombre ésta en él pasado, pero su vida será parte de mi presente y mi futuro - llevo una mano a su vientre, hace ya unas semanas que lo sabía, pero no había decidido que hacer - ¡Por Dios Argus! Te quiero, y se que con el tiempo podre amarte - se confesó antes de proseguir con las siguientes palabras - ¿Pero acaso tu estarás dispuesto a estar junto a una mujer como yo? Una cortesana, una cortesana embarazada de otro hombre - concluyo con una lagrima rodando por sus mejillas, si era la verdad, iba a tener un hijo de un hombre de quien no tendría noticias nunca más, pues el mismo se había encargado de abandonarla sin dacir palabra alguna.

Un tenso silencio volvió a caer entre ellos y ella alzo la vista a los ojos de él y a su rostro tenso, el hombre aun sostenía la caja frente a ella - Argus ¿Estás dispuesto a aceptarme así? -




Vendo el inventario de recuerdos de la historia más bonita que en la vida escuche
Vendo el guión de la película más triste y la más bella que en la vida pude ver





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Mensaje por Argus Berthaneon Lun Dic 05, 2011 9:49 pm

Yo, como hombre, viejo y experimentado que era, como hombre que siempre me había asegurado de ser a pesar de los violentos fantasmas que iba caminando a la par de mi sombra, como hombre que fui entregado al imperio, no pude evitar sentir que aquel frio que tenía en la cicatriz, en la piel muerta, se extendiese por el resto del cuerpo. ¿Embarazada? ¿Aquella joya de mucho valor fuera de cálculo? ¿Esa joven de ojos de color del cielo?...

-Bueno…yo… –Comencé a titubear, pero aun no cerraba la caja, mire hacia el lago durante un momento y mi mano subió hasta mi mentón, pensativo, bueno…era momento de pensar en que pasaría, que pasaría entonces si aceptase al hijo que ella tendría de otro hombre…era momento de poner la moralidad de un lado, el orgullo de otro y de hacer salir algo que no me esperaba de forma tan precipitada y anticipada: La Paternidad…

Lejos, en mi mente, se vino un momento en que mi familia perdió su prosperidad, otro momento que lo tenía grabado en aquel profundo sitio, escrito sí, pero no tan exactamente como lo había vivido, solo estaba escrito por encima. Mis pies entonces fueron los que me llevaron y mis piernas me hicieron arrodillar frente a la joven, mis brazos que antes bajaron apenados, desanimados, sin aquellos ánimos que antes había ganado a la propuesta que pediría, subieron y se posaron en el regazo de la mujer de ojos azules y profundos y por ultimo…mis ojos fueron directamente a los de ellos, invitando a mis labios a formar una sonrisa, algo nerviosa, pero segura…

-Bueno, he dicho que he venido hacia aquí, y te he dicho que no me iré durante mucho tiempo…te puedo dar dos opciones, una de las cuales no se me ocurriría hacerlo si fuese mi propio hijo, pero como es tuyo y con otro hombre –Tomo aire profundamente, los gritos de mi padre hacia mi madre sonaban demasiado fuertes, mi hermano ebrio…todo dando vueltas y un cadáver fresco en el jardín de la casa, el mal olor del ambiente pequeño que se encontraba algo lejos del camino llegaba a mi nariz pero no podía nublar mi pensamiento ahora…no…no en este momento –Podemos entregarlo a un monasterio una vez haya él, o ella, nacido…o puedes optar por conservarlo y si optas por ser mi pareja de aquí a la eternidad, dejando que te proteja por el resto de los días hasta el Armagedón, lo criaremos juntos, protegeré a tu semilla hasta que el sol se apague y luego podremos tener al nuestro propio, obviamente si así lo deseas mi querida jovencita –Me levante entonces, dejando la caja elaborada y fina y camine hasta la orilla del lago, abrochando la camisa y luego el chaleco.

Vaya…ahora si me sentía mareado, con un profundo hoyo en el pecho y algo era como si sintiese, frio, extraño, incluso podía escuchar la risa del Yeti en mi mente, pero no, aquello frio era mi padre descargando sus broncas contra mí y mi hermano, obviamente luego de haber terminado con mi madre…pero estaba muerto, había dejado una flor en su tumba…ya nada mas podía hacer por el que recordar las violaciones que todos en la familia sufríamos por que el, perdedor y patético hombre, nos daba…

-Por un momento pensé Alizee…por un breve momento –Espera…espera, si, espera ¿seguido? Yo no he seguido nadie, solamente intente ganarme un alto rango en el clero, un alto rango en el Vaticano y ahora que lo había conseguido, ahora que todos los meses me llegaba una cuantiosa suma de dinero procedente de Roma…
-Alizee…quédate con el nacido, críalo conmigo, te lo suplico por el nombre del santo dios que lo conserves…y…vayámonos a Italia, a Florenzia, donde me he criado…viviremos como reyes oh…no, espera, tu de seguro tienes a alguien más…al padre del niño tal vez –Estaba volviéndome viejo, eso era, ¿no había mencionado que el padre le había abandonado? Oh no, no lo menciono, pero seguro que el padre era muchísimo más joven que yo…sí, eso era…

Camine lentamente hacia Zaarim, mirando al caballo y este pareció comprender mi tristeza, me había quedado en callejones sin salida y no sabía qué hacer, voltee a mirar una vez más a Alizee y acaricie el cuello de mi corcel, intentando relajar todo el torrente de pensamientos que ahora tenía en la cabeza…suspiro entonces y carraspeo.
-Soy viejo, tengo cuarenta y cinco años, y he vivido cinco años más de lo expectativo que tenemos los que son como yo, inquisidores o cazadores…mi cuerpo no es el mismo, comienzo a perder agilidad, me comienza a faltar el aire, y la cicatriz que porto ahora, fría y muerta y quemada, es una prueba de ello –No me separe de Zaarim, me sentía algo…triste, solo, abandonado y sobre todas las cosas: Viejo.

-Soy tan viejo que ni siquiera sé si podría complacer a una joven como tú en los placeres carnales, porque tú eres una mujer Alizee, una joven mujer que debe de recibir algo digno en el lecho y dudo mucho que yo sea capaz de dártelo…soy un hombre el cual comienza a ver su cabello teñido de blanco, un hombre que comienza a familiarizarse con las arrugas…mi cuerpo no es el mismo que cuando comencé con esta vida que llevo…Alizee, eres joven, yo soy viejo, pero…¿Podrías entregarme la oportunidad de darte un cambio a ti y a tu hijo? Aceptare lo que sea que suceda, así sea tu disconformidad, puedes estar con otro hombre, si lo necesitas algún día por que yo no puedo darte lo que necesitas…solo espero que comprendas que he vuelto por dos cosas. Una eres tú, siento que eres tu…la otra es que, aunque mucho menor medida, la soledad me está ganando terreno y por eso también he cambiado de ser…toda el aura que yo antes poseía, la he cambiado porque me di cuenta que al mirar a mi lado, en mi propia cama, se siente fría y vacía…y he recordado la sensación de ser un sucio cazador engreído y temerario, pero también el verte a ti a mi lado cuando despertaba y…me he acostumbrado a eso…solo soy un viejo tonto, disculpa por haber vuelto a buscarte…debo de imaginar que tu estas con el padre de ese retoño -.

Finalmente, el monologo que había comenzado lo había terminado, mis ojos se volvieron a posar en los de ella pero algo me hacía que estuviese aun pegado a Zaarim, que me mantuviese cerca de su crin, cálida y de tacto suave, este corcel era el primer caballo que alguna vez realmente pude aceptar, lo quería como tal por que nunca me había abandonado y de un modo u otro, sabia donde llevarme, y algo decía en mi mente que si tenía que ser rechazado por la joven que estaba frente mío, me llevaría tan lejos, pero bien lejos, allá por donde el sol se ocultaba en la lejana línea del mar y para no retornar…morir en paz tal vez, o bajo las garras de criaturas desconocidas.
-Retomando tu pregunta, si…estoy dispuesto a aceptar todo lo que sea de ti si tu estas dispuesta a aceptar a un viejo como tu pareja, joven Signoret -¿Por qué me atreví a pronunciar su apellido? ¿Acaso aquello haría más fácil la nueva despedida? No, en absoluto…no quería irme, ahora mis ojos estaban clavados en los de ella, demostrando cuan débil me dejaba mi vejez cada vez mas aparente.

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Mensaje por Alizée Signoret Mar Dic 06, 2011 1:31 pm


Finalmente se había sincerado, confesado a alguien el secreto que en su vientre se escondía, el secreto que sí por ella fuese lo hubiese llevado a la tumba, pero ante ella se presentaba una salida, una salida que la sacaba de aquella desesperación, un hombre que con su mirada la desarmaba y otorgaba la confianza suficiente para poder revelarle, aunque sea una parte de su verdad - Argus - su voz era apenas un hilo de voz, pero pronunciar su nombre le daba fuerza, la fuerza necesaria para pensar y liberar la mente de aquellos tormentos - Tu honor, su honra, tu fe… ¿Olvidaras todo aquello? -Tenía ante ella una oportunidad, una demasiado valiosa como para dejarla ir, deseaba aquel hijo- Deseaba dar a luz a aquel niño, que sin duda sería la imagen de su padre, pero más allá del recuerdo de aquel hombre que llegó a amar, era una parte de ella la cual no podría jamás deprenderse. Pero antes de aceptar a Argus en su vida, debía estar segura, segura que no le recriminaría haber abandonado sus creencias su moral por ella.

Como no llegar a amar aquel hombre que se presentaba con convicciones ideales tan firmes, tan claros, con tal seguridad de aceptarle a pesar de su pasado, si, su pasado, pues si estaba dispuesta ser madre a ser esposa, dejaría atrás su vida como cortesana. Eso era algo que Jaden, jamás comprendió y que siempre le reprocharía, siempre que podía me encararía que cobraba por dar placer a los hombres, pero Argus le demostraba ser diferente. No podía evitar comparar ambas historias e imaginar la reacción de Jaden si él hubiese estado en el lugar del inquisidor, seguramente le hubiese condenado sin dejarle hablar y hubiera renegado de su existencia.- Nuestro hijos - Susurró, segura que él podría oírle, hablaba de nuestros hijos, no solo estaba dispuesto a dar su apellido al hijo bastardo de una cortesana, sino también proyectaba un futuro con aquella cortesana , al parecer Dios no le repudiaba, por el contrario le estaba ando una esperanza.

Lo observo alejarse hacia el lago y perder su mirada allí, se encontraba derrotada, derrotada ante aquel nuevo hombre, ante la hidalguía y caballerosidad de aquel nuevo Argus que le ofrecía ante el mundo, una familia y una nueva vida, una vida que se alejaba de todo lo que ella antes hubiese imaginado- Como no respetarte, como ver la bondad de tus ojos, como quererte - pronunció cuando se encontraba aun a cierta distancia de ella, la había derrotado con su gesto con aquella delicadeza en que tomo las manos femeninas entre las suyas y bajo el cielo a sus pies. Que importaba ahora si tenía o no el perdón de Dios, si tenía el perdón de un hombre que conocía la vida y la muerte aún mejor que el mismísimo creador, que importaba ahora que Jaden hubiese desaparecido, si la fortuna movió los hilos del destino y puso ante mí a aquel hombre maravilloso a quien estaba dispuesta a entregar mi vida y mi corazón, incluso mi alma.



Si en tus ojos yo me miro
Si las palabras de tu boca, adivino…
¿por qué no estar contigo?




- Te acepto - su voz resonó suave en el silencio de la noche acompasado por el suave movimiento de las aguas del lago, tomo la caja ente sus manos y contemplo la joya con ternura, se notaba era una joya familiar. - Si Argus, te acepto - con una nueva serenidad apoderándose de ella, de sus pensamientos, volviendo a sentir parte de su seguridad habitual, hasta ponerse de pie con la delicada caja entre sus manos. Pero a pesar de sentir el alivio en su interior, no podía dejar de percibir la tristeza del hombre que le estaba regalando el mundo, y un nuevo sentimiento la invadió, la urgencia de aliviar aquella tristeza. Camino con paso lento y seguro hasta apoyar una de sus manos en su hombro, lo escuchaba a él mismo atormentarse con sus propios temores, destacando sus debilidades, debilidades que para ella no existían y si existían eran tan solo nimiedades, pues ella solo veía en él a un hombre cargado de honor y bondad, aunque se escondía tras aquella mascara de frialdad.

Tan iguales, en tantos aspectos ella misma se solía esconder ante la imagen de cortesana y mujer de la vida, a quien las emociones no le afectaban, que los sentimientos fluían alrededor de ella, sin anidarse, ni si quiera la muerte de su padre le había afectado tanto. Quizás fuese su embarazo, aquella nueva conexión con el mundo y la sensación de engendrar vida en su interior, que los sentimientos estaban a flor de piel. Por eso sentirle así, sentirle triste la angustiaba, deseaba que el fuese feliz, que olvidase sus temores y darle cobijo. Acaricio la mejilla de él, fue una caricia delicada y suave, cargada de ternura, él volteo a verla, sus miradas se cruzaron y ella no pudo más que rendirse a besarlo, un beso delicado y tierno. Con suavidad recorrió los labios de él, rozándolos apenas con los suyos, aspirando su aliento y disfrutando de aquella caricia tan intima que transmitía todo lo que ella sentía por él - No digas más - le invito a parar aquella fanfarrea de descalificativos por su edad y esas palabras que ahora sonaban a despedida, acaso él creía que ella lo rechazaba.

Tomo una de las manos de él y puso la caja en sus manos - Argus, el padre de mi hijo ya no existe en mi vida y no existirá más - explico con serenidad, mientras su otra mano se entrelazaba en los cabellos de él - No es a un hombre viejo al que acepto en mi vida - susurro en sus labios, con voz suave sin dejar de pasar sus delicados dedos por los cabellos de él, acariciando su nuca - Mi estimado Monseniur Berthaneon, yo Alizée Signoret, acepto como mi esposo a Argus Berthaneon, un hombre renovado, un hombre que ha cambiado y nació de nuevo. El hombre que vino por mí, y sin importarle mi pasado y mi presente, me acepto en su vida- pronuncio aquellas palabras con calma si alejarse del rostro de él y verlo a los ojos. Bajo la mano a su vientre, dio un largo suspiro antes de regresar aquella mano a la de él, donde aun sostenía la joya - Quiero ser tu esposa Argus - y espero a que él reaccionase y le pusiese en anillo en su mano, antes de volver a besarle con delicadeza - No me importa la edad - repitió, para que no hubiese lugar a dudas - Te quiero Argus -




Si me das tu luz
puedo ver la eternidad
Me olvido del tiempo y su final





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Mensaje por Argus Berthaneon Miér Dic 07, 2011 8:03 pm

-Siento como si en este precioso momento –Luego de dejarme llevar como siempre por esta mujer, le hice levantar su mano, la que posaba sobre su vientre, la izquierda, y abriendo la cajita de finos rasgos y dejándola abierta en la crin de Zaarim, sacar el anillo y sonreír a la joven, tome un respiro largo y pronunciado, mire sus ojos una vez mas y el anillo se deslizo perfectamente por su dedo fino y largo como los de una pianista.

-¿Has pensado ser pianista? -Sonrió ante la imagen de ver a esta mujer frente a un piano y beso sus labios con extrema suavidad, parecía que todo el tiempo se había detenido de repente y no hubiese algún reloj funcionando, solo estaba la laguna, Zaarim, ella y yo, nadie más, todo parecía indicar que hasta el clima se había vuelto perfecto, tanto para ella como para mí y para el pequeño que crecía dentro de su cuerpo.

-Siento en este mismo momento lo que un joven seguramente –Volví a besar aquellos carnosos y sensuales labios, sentí como correspondían y sentí las manos subiendo por mi espalda y por mi nuca y mis brazos respondieron de la misma manera, rodeando todo su cuerpo y cerrando los ojos, respondiendo claro que el sentimiento de amor se habla con el corazón, y nuestros corazones se encontrarían mejor con los ojos ciegos…
-Siento lo mismo que un joven, creo…deseos de hacer el amor contigo, Alizee, hasta que el sol renazca nuevamente, hasta que trine el primer zorzal y hasta que el primer rayo acaricie tu piel desnuda –Mire hacia todos los sitios, era más que obvio que no era un buen lugar para llevar a cabo lo que le proponía para hacerle, también sentía raro en mi cuerpo ¿me cobraría por ello? De hecho, yo no tenia intención que ella cese sus actividades personales por un viejo como yo, así que simplemente volteando a ver sus ojos del zafiro nuevamente una sonrisa se dibujo por mi rostro, dándome cuenta por primera vez lo hermosa que era –Eres delicada, como una flor tallada en una pieza de diamante o cristal, Alizee, te veo tan hermosa bajo la luz de la luna…tanto como puede ser hermosa una mujer bajo la luz del astro nocturno…-

Me desvivía en halagos por esta chica y mi cuerpo se dejaba llevar por lo que mi corazón sentía, olvidándose de que el cerebro era quien trabajaba y entonces así fue como lentamente, mis manos se iban deshaciendo de los nudos que sostenían el vestido de la joven que tenia frente a mis ojos, con una sonrisa parecida a la de un púber, tal vez. Solo había algo que podía distraerme, traerme a la realidad, y exactamente como lo esperaba el relincho de Zaarim alejándose entre los árboles me hizo comprender que seguíamos frente a la laguna ¿y si tomábamos un baño? Le mire entonces riendo cómplice sin poder evitarlo.

-¿Quieres tomarte un baño? Quizás el agua este algo fría pero…te puedo dar mi capa a la hora de volver a tu hogar y allí quizás poder tomar un buen desayuno y hablar más tranquilos…claramente, te ofrezco esto ahora, pero no como falta de respeto –Intentaba sonar lo mas caballeroso posible, ya que hacía demasiado que no hablaba de esa forma, sabiendo que todos mis años de soledad habían terminado tan solo hacia cinco minutos, ahora debía de comportarme como todo un hombre de familia y no como un animal salvaje –No, amada mía, no te sientas en falta de respeto, solo intento preguntarte tus deseos, saber que deseas, la noche es joven, como tu, y falta para que el sol vuelva a nacer en el horizonte y sus rayos acaricien tu piel al atravesar tu ventana, entonces mi amor ¿Qué deseos sientes ahora mismo? –.

Solo quedaba un hilo por desatar de su vestido y este caería al suelo, dejando su cuerpo medio desnudo, en interiores y por lo elegante que ella solía ser, sabía que serian unas prendas muy finas y dignas de ver, aunque…como había pensado durante un rato largo, no fuese un buen momento el de hacer aquello en este lugar del bosque, tan desprotegidos, pero…sus deseos estaban primeros, y no me ante pondría por meros caprichos o sospechas o dudas a ellos.
-Por cierto y si no te lo he dicho todavía en esta bella noche que te envidia, yo también te quiero, y te he extrañado, agradezco que hayas sido de aquellas primeras personas en las que haya pensado cuando estaba moribundo en Italia por culpa del yeti –Deje un pequeño beso en sus labios y luego me separe sonriéndole abiertamente, algo raro y extraño que se sentía en mi rostro por las cosquillas de los músculos contraídos, pero totalmente sincero y plenamente comprometido al amor.
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