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AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Lo que para vos es un mercado, para mi podría ser la muerte. [Aetos]
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Lo que para vos es un mercado, para mi podría ser la muerte. [Aetos]
por Dilshâd N. Boulak Dom Ene 29, 2012 12:11 pm
"Diles a todos aquellos
que la vida es como un brote que crece por entre
las raíces secas del invierno."
que la vida es como un brote que crece por entre
las raíces secas del invierno."
No, no, no y no!! Definitivamente no se iba a dejar cuidar como si fuese una niña o si impedida estuviese. Si, podía enfermar con casi cualquier cosa pero de ahí a tenerla en una especie de burbuja era llegar muy lejos.
Dilshâd, provista de una cesta de nea, dinero y un pañuelo de seda bordada, tomó camino hacia el mercado de la ciudad. Al parecer estaba un tanto lejos por lo que por el camino se paró en una panadería en la que el solo olor de los bollos recién hechos le abría el apetito.
Su rostro era hermoso, sus cualidades heredadas eran envidiables pero lo que no tenía era el poder hacer una vida normal. Enjuiciada por su propia familia ella no tenía el menor reparo o rencor hacia ellos, es más los comprendía y comprendía igual que ella no estaba hecha para el matrimonio o el tener hijos ya que simplemente con el roce de una fruta podía enfermar de nuevo, y así el círculo era el mísmo de siempre, pero ella se había resignado hacía mucho, incluso cuando era aún pequeña había sido lo suficientemente madura como para renegar de la línea sucesoria.
Sus pasos la llevaron hacia el mercado, un tanto concurrido para lo que ella creía, todo tenía una pinta verdaderamente deliciosa, los colores los olores las especias hacían que todo fuese algo así como una obra de arte.
De la nada, apareció una mujer, ansiosa por vender con unos melocotones entre sus manos y casi se los puso en la cara.
- Muchacha, toma, huélelos verás que ricos están!!
Lo próximo que logró recordar era como caía al suelo, desvanecida entre tantas personas. Aquella mujer no había hecho nada con mala intención, pero no sabía que aquella muchacha enfermaba con el simple rozar de la piel de melocotón.
Dilshâd, provista de una cesta de nea, dinero y un pañuelo de seda bordada, tomó camino hacia el mercado de la ciudad. Al parecer estaba un tanto lejos por lo que por el camino se paró en una panadería en la que el solo olor de los bollos recién hechos le abría el apetito.
Su rostro era hermoso, sus cualidades heredadas eran envidiables pero lo que no tenía era el poder hacer una vida normal. Enjuiciada por su propia familia ella no tenía el menor reparo o rencor hacia ellos, es más los comprendía y comprendía igual que ella no estaba hecha para el matrimonio o el tener hijos ya que simplemente con el roce de una fruta podía enfermar de nuevo, y así el círculo era el mísmo de siempre, pero ella se había resignado hacía mucho, incluso cuando era aún pequeña había sido lo suficientemente madura como para renegar de la línea sucesoria.
Sus pasos la llevaron hacia el mercado, un tanto concurrido para lo que ella creía, todo tenía una pinta verdaderamente deliciosa, los colores los olores las especias hacían que todo fuese algo así como una obra de arte.
De la nada, apareció una mujer, ansiosa por vender con unos melocotones entre sus manos y casi se los puso en la cara.
- Muchacha, toma, huélelos verás que ricos están!!
Lo próximo que logró recordar era como caía al suelo, desvanecida entre tantas personas. Aquella mujer no había hecho nada con mala intención, pero no sabía que aquella muchacha enfermaba con el simple rozar de la piel de melocotón.
Dilshâd N. Boulak- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 29
Fecha de inscripción : 20/11/2011
Edad : 31
Localización : Kemet, Egipto.
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