Odio aparecer de la nada si haber sido invitado, pero no podía estar apartado, no podía evitarlo[annette]

Las luces se proyectaron un momento sobre el vaso de cristal, reflejando su amarillento color en el líquido ambarino que había dentro. El aroma que desprendió lleno un instante las fosas nasales de cada uno de los presentes, abarrotados de tanto licor como les era posible. Di un sorbo, sintiendo como la bebida caliente se deslizaba por mi paladar, ardiendo en llamas, quemando las paredes de mi garganta hasta asentarse en mi estómago con una sensación ardorosa y sólo fue cuestión de segundos de que fragor se convirtiera en lava líquida e hiciera entrar en calor todo mi cuerpo, relajando los músculos en tensión. Dejé el vaso sobre la mesa pulida, de rica madera, echándole un vistazo al lugar y llevando mis manos para masajear mis sienes contraídas por el dolor.

— ¿Algo más, Señor Boehm? —Una de las camareras preguntó con voz ronca y seductora mientras se inclinaba sobre mí con un brillo en la mirada que me resultó familiar. Una risa torcida se dibujo en mi rostro, negando con la cabeza mientras lo veía deslizarse de forma excitante hasta otra mesa sin dejar de quitarle la mirada de encima. Tamborileé los dedos sobre la mesa. Me alegré de poder haber encontrado un lugar que pudiera mantener un poco de mi cordura, no era de los lugares que frecuentaba pero al menos me distraía la mente de los problemas del trabajo o bien el desorden de su vida cotidiana.

Aburrido como estaba, fruncí el ceño, sin poder hacer nada más que observar como las bailarinas movían su cuerpo de manera sensual, llevándose todas las miradas de los espectadores. Sonreí, llevando hasta mis labios el vaso de cristal y me bebí de un solo trago el licor.

-Ponme otra copa.-Le dije en un murmuro distraído a la camarera que minutos antes se me había insinuado, alzando la mirada busque a mi alrededor algo con que entretenerme pero no había nada. Resoplé con fuerza para demostrar su agobio, aunque no hubiera nadie cerca de mi para poder notarlo ya que, el joven camarero que hasta ahora se habia quedado con él se habia ido al otro extremo de la larga barra para atender a una muchacha morena que ya llevaba varios minutos allí.

Aquello habia despertado mi curiosidad, entonces agudice la mirada hacia ella, conocía aquella melena castaña...¿pero era ella? ¿Que hacia ella allí? Sin duda, cada vez la entendía menos
-¿Echando de menos el escenario, Annette?-Le dije colocandome a un lado suyo con un tono divertido. aquella noche, y sin duda lo estaba consiguiendo. Pero habia algo extraño en ella y no terminaba de verlo con claridad...

Había conocido a esa muchacha una tarde, para ser exactos el día que cumplía años, que hermoso regaló había recibido, conocer a la amante de mi padre, prefería no entablar platica con ella, era muy hermosa, a sus ojos y a los de cualquier persona que supiera apreciar la belleza humana, pero aquella mujer despertaba en mi cosas que las demás no habían conseguido entre ellas un odio que consumía mi alma ¿por qué una mujer quería ocupar el lugar de otra que ya no estaba? Pregunta estúpida, el dinero movía montañas… y claro, su padre no era tan buen mozo como cuando era un joven a causa de la vida tan liberar si es el término adecuado, en un pasado mi vivo retrato, era como estarse viendo a un reflejo cada vez que me paraba en medio de la sala a beber mirar hacia el cuadro que adornaba el centro de la pared principal, a mis padres, esa misma noche que él viejo había fallecido, no pude evitar estar contento ante su muerte, por fin mis problemas terminarían las presiones de ser un ser frío y sin sentimientos, por que los tenía, pero había tenido que morderme el corazón para jamás flaquear, los negocios siempre iban a ser primero antes de que todas las patrañas ¿por qué? Por que el amor caduca, la belleza se marchita la felicidad tiene un precio… - estampo el vaso lleno de whisky contra aquel cuadro haciendo que este cayera justo en medio del rostro de aquel hombre y las lagrimas de felicidad no tardaran en salir, por fin podría ser alguien…

… El día del testamento había llegado, aquella noche esperaba que todo volviera un poco a la tranquilidad de París la que había disfrutado antes de la llegada de su padre, le daría una parte de la fortuna que le correspondía y no volvería a verla en su vida, la idea de que al fin podría alejarla de su vida le hacía sonreír… “pobre e iluso Kyllian”, su padre había hecho una clausula que su hijo nunca podría recibir toda la herencia que le correspondía hasta que tuviera un hijo varón que ocupara su lugar en los negocios familiares y aun así jamás recibiría la herencia completa puesto que la mitad le correspondía ahora a mi futuro hijo varón, además de que aquella muchacha, que era parte de la herencia me pertenecía, era de mi propiedad… una esclava, ¿qué haría yo con una muchacha? Y mucho menos no se esperaba que ella fuera un regalo a cambio de las deudas que el prostíbulo tenía con mi padre, se sintió mal por un segundo, no fui capaz de echarla de casa, lo que si hice más por salud mental que por ella, mandar a cerrar aquella habitación donde ambos habían dormido, y ponerla en una habitación más cómoda, ella no podría irse de casa pero al menos a sus ojos era una cualquiera pero no una esclava.

Encontrarla en aquel bar, mirar sus ojos cafés cansados y con dolor, ¿acaso era tan igual su mirar?, no estaba de muchos ánimos de discutir con ella, simplemente me senté en el banco a lado suyo, había sido el mismo quien había empezado a molestarla asi que él sería ahora quien ¿pediría disculpas?, empezaba a creer que era a causa del alcohol que había ingerido – vine a buscar a quien llevar a casa, quien sabe tal vez en un futuro se convierta en la amante de mi hijo – dijo algo grosero. - pero ¿para que buscar? tengo a la mia en casa, justo en la habitación a un lado de la mia

Igual que a su padre… peor insulto no podría haberle lanzado y estuvo a punto de soltarle un revés pero eso lo convertiría en un hombre cruel y el al final hacía sido criado por una mujer, no podía permitirse comportarse como un patán, suspiro apretando el vaso entre sus manos… de cierto modo tenía razón aquel hombre también era causante de cómo era él, el que el trabajo fuera mil veces importante que cualquier cosa, que se sintiera tan vacío, que a su corta edad se sintiera entre dos etapas muy diferente no podía ser un hombre de su edad pero tampoco entraba en la imagen del hombre adulto.

No podía compararlo con su padre porque tampoco le conocía para tacharlo de ese modo, él si tenía sentimientos, podía compararlo simplemente se le hacía estúpido que lo hiciera, apretó la mandíbula en un simple gesto de molestia, tomándola del brazo la jaló hacia si mismo susurrando cerca de su oído – jamás vuelvas a decir eso si realmente deseas conservar tu rostro tal y como esta – era un imbécil hecho y derecho, la chica tenía razón era igual o peor que su padre, se separó algo brusco de ella caminando hacía la entrada principal, había sido un error haber ido aquel lugar y mucho peor haberle hablado de ese modo, ahora se sentía el peor hombre del mundo, fuera de aquel lugar el aire frio que arrasaba las calles lo hizo entrar en razón, aunque de cierto modo también había causado que él efecto del alcohol lo mareara, había bebido más de lo que recordaba y estaba seguro de ello ahora que le costaba con mayor dificultad mantenerse erguido totalmente, recargó su cuerpo contra la puerta regresando con un poco más de dificultad, parpadeaba constantemente, volvió hasta la barra tomándose de esta, un camarero se le acercó y este le susurró en el oído, puesto que la música había empezado y sus palabras no serían entendidas a la perfección, pero seguro que por la condición en la que se encontraba seguramente entendería, a los pocos segundos le trajeron un café cargado, agradeciendo al mesero con la mirada, aunque parecía no causarle efecto, tomo un trago más de aquel café, pero en vez de mejorar sentía que el piso se movía más, dio otro trago, lo mismo, apenas veía las cosas con claridad, y sin embargo ahí estaba ella, lo único que podía ver con claridad, se acercó hasta ella a rastras, le pediría ayuda incluso pensaba en suplicar pero que lo llevara a casa, en esas condiciones no podía irse solo, pero sus movimientos no eran controlados por si mismo, le toco un hombro haciendo que girara, cuando estaba a punto de hablar su mirada se clavó en aquellos labios… rojos, que hermosa se veía esa noche.

Y sin darse cuenta su mano rodeo su cintura atrayéndola hacia el besando aquellos labios con necesidad como si estuviera esperando años a que aquello pasara, si eso era verdad parte de él deseaba besar a esa mujer, pero de un momento a otro no recordaba lo que paso después, su vista se nubló, lo último que había probado esos labios…

… Despertó en su habitación, le dolía bastante la cabeza, maldito alcohol, pensó mientras posaba la mano en el reloj que tenia en su buro, pasaba del medio dia, se estiro aun traía la ropa de un día anterior, no recordaba mucho de lo que había pasado, solo la recordaba a ella, seguro que hizo una escena, pero al menos habían vuelto a casa, le costó bastante trabajo levantarse, aun sin cambiarse bajo las escaleras para el comedor – un poco de café por favor y fruta… solo eso o vomitare – le dijo al mayordomo cuando este se acercó - ¿Dónde… donde esta la señora? – preguntaba por Annie, siempre le había llamado así a sus espalda en plan broma pero en ese momento lo hizo por simple costumbre

Apenas podía tragar aquella fruta, su cabeza descansaba sobre la mesa, le dolía muchísimo, fue cuando la taza vacía que se encontraba descansando a un lado del plato fue llenada, el olor a café que tanto le gustaba en ese momento le causaba repugnancia, apartó la taza con el brazo tirando un poco de su contenido caliente sobre el brazo, gimió, se había quemado – quítame eso de aquí en ese momento – estaba de mal humor, la cabeza le iba a estallar, y el olor le recordaba lo que había pasado anoche… claro! El café! Lo había pedido cargado… pero para bajarse aquella borrachera, no más alcohol en su cuerpo, camarero incompetente.

Pero señor… usted lo pidió – giro el rostro una voz de mujer, ¿una nueva sirvienta? ¿quién rayos era ella? – no me importa que yo lo haya pedido, quítamelo de enfrente y tráeme un poco de jugo – sonrió aunque tal vez un poco más macabro que de costumbre – anda preciosa mueve ese precioso culito y tráeme lo que te pedí – si, estaba molesto, muy molesto, siempre era educado, o intentaba serlo, pero no controlaba sus acciones, ni nada en ese momento, botó el plato haciendo que este se estrellara contra el suelo y dejara un reguero de fruta y porcelana por el comedor, subiendo las escaleras de dos en dos, hasta su habitación, estaba a punto de abrir la puerta cuando miró hacia el pasillo la habitación de ella estaba a un par de puertas frente a la suya, giro la manecilla del cuarto propio ¿sería buena idea ir a verla?, no, sería mejor intentar recordar que cosas había hecho anoche, eso era la conclusión a la que había llegado pero su cuerpo parecía no responder a sus acciones, caminó hasta la puerta de la cortesana, tocando un par de veces, oyó su voz contestar pero no se atrevió a entrar, como había llegado hasta ahí, fue como se retiro entrando a su propia habitación azotando la puerta hasta que cerró, comenzó a desnudarse dejando todo regado, “¡estúpida ropa!” pensaba conforme se quitaba el pantalón el cual casi lo había hecho caer, claro el pantalón era el culpable, que idiota más grande estas hecho, completamente desnudo entro a la tina dejando que el agua caliente calmara aquella rabia que sentía, sin motivo, se comenzó a sentir mal por el trato con la sirvienta, y como había destrozado aquel plato, el desastre que había causado como un niño pequeño por no saber o ser responsable con sus errores, se fue resbalando hasta quedar sumergido en la tina mientras el golpeteo del grifo llenando aquel recipiente continuaba, mentalmente repetía los pasos de anoche, la calma lo hacía pensar con más claridad… un beso, salió de golpe del fondo de la tina, tal vez por la impresión o por la falta de aire a esas alturas.

¡Se había atrevido a besarla después de tantos años!, siempre quiso hacerlo, ahora se estaba sincerado consigo mismo, recordaba la primera vez que la vio, caminaba por las calles de parís, igualmente borracho, últimamente era su costumbre, y ella estaba ahí saliendo de un hotel limpiando las lagrimas mientras se dirigía de nuevo hacia el burdel, por su vestimenta era claro que era una cortesana pero… ¿por qué las lagrimas? La mayoría de las cortesanas con las que se había cruzado, eran felices con su estilo de vida… no pudo olvidar ese rostro, cuando estuvo a punto de olvidarlo, vino a su casa… pero pertenecía a alguien más.

Puso una toalla para cubrir la parte de debajo de su cuerpo y salió de su habitación camino hasta la suya, esta vez no tocó, simplemente entro, la miró, la miraba como la primera noche que la vió, no espero contestación ni reclamo, se acercó hasta ella y la besó con fuerza aun empapado, sin pedir disculpas, sin explicaciones sin nada, la beso, por que simplemente tenia la necesidad de hacerlo.

Estaba besando aquellos labios que muchos años atrás quería besar, debía estar loco, después de todo se supone que la odiaba y ella correspondía al mismo beso con la misma intensidad, con la misma necesidad, la misma pasión, era como si hubieran estado practicando, nacía, aquel modo de besar nacía, comenzaba a creer que aquellas ridículas enseñanzas sobre el destino, sobre el karma y el amor de las cuales vio pasajeramente cuando era joven y estudiante existían, si comenzaba a creerlo, entonces aquel rostro femenino, perfecto, esos labios carnosos que sabían a miel, esos ojos cargados de dolor, de pesadillas le pedían a gritos que la ayudaran, eso podían transmitirle esos sentimientos, esas ansias de querer retenerla entre sus brazos para no dejarla ir… ¿hasta que punto esos pensamientos eran aceptados en un hombre como él? Atrapado entre el tiempo y entre los deberes…

Aquel rostro femenino… sus ojos se fueron abriendo lentamente para deleitarse con la belleza natural de su acompañante, una ráfaga de viento que entraba por una de las ventanas causando que la piel chorreante de su abdomen se contrajera a causa del frio, gotas cristalinas brotaban de sus mechones de cabello castaño, recorriendo su espalda masculina, grande, algo tosca natural en un hombre, esas manos masculinas sobre los delicados hombros femeninos, podría lastimarla si lo quisiera la diferencia de sus cuerpos era notoria pero no, no era eso lo que quería hacer, no podía creer que era el quien estaba compartiendo ese beso entregándose a una cortesana, no, no era una cortesana, tampoco era la mujer de su padre ya, ese viejo había muerto ahora ya no tendría que compartir a la mujer de sus sueños… pero que idioteces piensas Kyllian, de golpe se separo de sus labios ante sus propios pensamientos.

- Será… será mejor que me vaya – sus ojos cerrados, la cabeza girando hacia otro lado, ¿Por qué no se quedaba? Tenía miedo, uno de sus miedos más grandes era enamorarse, perderse por una mujer que tal vez, solo veía en él un signo de pesos, ideas que claro, el no creía pero aprendía y repetía después de tantos años de golpes y grabados con sangre, todo se aprende a golpes… pero a su vez le era imposible alejarse de esos labios, tenían una cierta atracción hacia el volvía apoderarse de ellos saboreándolos… aprovechado, ¿Cuándo volvería a besar algo tan dulce como eso?... nunca. - Annie.. - trago saliva debia separarse de sus labios, debía salir de esa habitación o no podría salir más... ¿a quien queria convencer? si no era ella quien lo retenía era el mismo, quien se aferraba a ese menudo cuerpo y se apoderaba con más insistencia de esa boca tan tentativa - Annette - volvia a repetir ese nombre, pero su cuerpo no respondía necesitaba seguir besandola..

“no te vayas…” la simple petición que ella le había hecho, no le pedía otra cosa más que se quedara con ella ¿entonces por qué no lo hacía? Porque quería salir corriendo de esa habitación, porque era un cobarde, de esos que no le importaba herir con tal de proteger su podrido corazón ¿tenia uno en realidad?, comenzaba a creer que no era así, una simple petición, después de todo lo que esa bella mujer había pasado, de todas las torturas que había soportado… ¿Por qué no le cumplía un deseo tan simple? Permanecer a su lado.

No hablo en ningún momento, sintió ese cálido cuerpo amoldarse al propio en un abrazo, su voz aterciopelada entrando por su oído, sus brazos automáticamente rodearon la cintura de Annette atrayéndola así mismo, no te vayas repetía, pedía, suplicaba….- N- No – solo pudo repetir, aun cuando le había preguntado más cosas antes, aun cuando le había dicho muchas cosas, es que, ¿que podía contestar? Ella había acertado en todo, no se quería ir, tenía miedo de aceptar la realidad, siempre había luchado contra sus propios sentimientos, no podía amarla, ella le pertenecía a alguien más.

Busco la línea de su mandíbula los labios se paseaban por esta hasta su barbilla, no se atrevía a besarla de nuevo, no porque no quisiera, o lo necesitara, sino más bien, que su primer beso había sido demasiado posesivo, si, de cierto modo Kyllian había fantaseado un millón de veces con la idea de atraerla así mismo, de besarla, pero tenía miedo, era correspondido ¿entonces cual era el miedo?, todo aquello era nuevo para Kyllian, era un robot, estaba acostumbrado a un estilo de vida diferente sus sentimientos y pensamientos no importaban, como aquella cortesana que su trabajo era despertar en el, libido, deseo, lujuria, pero despertaba en él, además de eso… amor, cariño, necesidad, no sabía hasta que punto podía ser correcto aquello.

-No me voy… - al fin pudo completar una oración, una pequeña oración, pero no se había quedado completamente callado, su frente descansaba en la contraria, acariciando suavemente su mejilla al atreverse a subir una mano, el pulgar se paseaba por la piel tersa de su mejilla – Pero debería – y tenía razón, el aire nuevamente había entrado por la ventana abierta haciendo que una brisa contrajera su vientre, de a momentos veía el agua resbalar por sus brazos, movió inconscientemente la cabeza al sentir que el agua nublaba su vista recorriendo su propio rostro.

Pero aun así se quedo quieto con aquella mujer entre sus brazos, no queriendo soltarla, sintiéndose también, había nacido para tenerla así, cerró los ojos, por un momento se olvido de todo aquella circunstancia, una conversación en silencio de dos amantes, de dos personas que se querían, recordando todo lo que habían atravesado juntos, la primera vez que se vieron, las peleas constantes, las risas divertidas de su padre, los comentarios fuera de lugar, el beso de anoche, el beso de ahora… era momento de regresar a la realidad, no quería abrir los ojos y encontrarse solo en su habitación y ella a unos míseros pasos… - si abro los ojos ¿seguirás a mi lado? -

Y si por si fuera poco el miedo que creciente de Kyllian parecía estar en una montaña rusa: con giros de momento, con curvas peligrosas, con elevadas precipitaciones, asi se sentía, su corazón taladrando dentro de su pecho con tal fuerza que dolía, su respiración agitada, su cabeza a punto de explotar buscando un razonamiento lógico, y es que no se lo veía, bien era cierto que sentía por la cortesana algo nuevo, algo que nunca antes había experimentado, eso le daba confort, aquel menudo cuerpo se acomodaba entre sus brazos con una elegancia y perfección que parecía que había nacido para estar ahí.

Pero de un momento a otro sus labios se vieron moviéndose con sincronía sobre los de ella, sus ojos que permanecían cerrados se rehusaban a abrirse, seguía teniendo miedo de que todo fuera una broma cruel, que despertara y su padre continuara con vida y tuviera que volver a verla como la señora Boehm, pero no su mujer, si no su madrastra, todo parecía tan complicado, la vida parecía divertirse mucho con la gente como él…

Se afirmo a su cintura para apegarla más a su torso, cuando ella le prometió que estaría a su lado, internamente el pequeño Kyllian se negaba a abrir los ojos, pero lentamente los fue abriendo y para su sorpresa ella seguía ahí, tan hermosa como siempre, sus ojos cansados y tristes tenían un poco de brillo, quería ser él, quien pusiera ese brillo sobre sus ojos ¿podría ser posible?, tragó saliva apretando su cuerpo contra el contrario nuevamente, sin ninguna duda, aunque aun se encontraba un poco mojado no le importó, con una mano en su nuca la atrajo de vuelta, atrapando entre los suyos esos labios que gritaban por ser besados ¿Cuáles tenían más ansias del otro?, ninguno, ambos tenían la misma sed, se notaba por la forma en que ambos se iban acoplando.

El silencio se hizo presente, solo se oían las respiraciones agitadas y faltas de aire, puesto que Kyllian apenas había permitido que ambas bocas se separaran para coger lo justo de aire, mientras las manos de ella que recorrían su espalda lo estaban volviendo loco, cuando alcanzó por tener un poco de fuerza de voluntad, la separó lo justo tomando sus manos entre las suyas para no cortar el nexo, en ese mundo perfecto que estaban creando juntos.

Kyllian se sentó en la cama atrayéndola asi mismo para que se sentara a su lado, y luego lentamente recostarla en la cama, el verdugo personal de Kyllian aparecía en su mente reprochando su conducta, recordándole a quien pertenecía esa mujer – no pertenece a nadie, es una mujer no una cosa – susurró en voz alta, pero sin percatarse de ello, estaba tan centrado en ella que no había notado nada.

Se recostó a un lado suyo, la toalla se había soltado un poco varios centímetros por debajo del vientre, volviendo a pasar su mano por la delicada mejilla de ella – no me voy a ir a ningún lado ni te pediré que te alejes de mi, mientras este sueño dure – añadió, al fin, rompiendo el silencio entre ambos - ¿de verdad sientes algo por mi? – no era que dudara de ella, al contrario dudaba de sí mismo, su autoestima estaba por debajo del promedio, no podía aceptar que una mujer tan perfecta se fijara en aquel hombre que lo único provechoso que había hecho era tal vez, haber dado unas monedas a algún gitano durante su camino al trabajo – Pídeme lo que quieras… yo te pertenezco a ti, no al revés