Birkoff Seymour

1. Hechicería. Habilidad para hacer que cosas sucedan, ya sean a favor o en contra de alguna persona, por medio de conjuros, hierbas y pociones. Esto incluye altos conocimientos de herbolaria que les permiten hacer también curaciones. 2. Percepción del aura. Habilidad para ver las auras de otros seres, cuyos colores indican su humor, identidad y nivel de hostilidad, de este modo saben si están bajo amenaza. Este poder les permite reconocer a licántropos y cambiaformas cuando no están transformados e identificar a los vampiros gracias a su aura pálida. 3. Tirititero. Capacidad para adherir un alma errante a un objeto inanimado y controlarlo a voluntad. 4. Nigromancia. Habilidad que consiste en la adivinación mediante la consulta a los muertos y sus espíritus o cadáveres. Permite controlar temporalmente a alimañas y criaturas muertas para sus propósitos. (No controla a Vampiros). 5. Dominación. Capacidad para controlar la voluntad de otro mortal, obligándolo a hacer cosas sin que pueda evitarlo a pesar de resistirse.


Imagina que tienes el poder de destruirlo todo. ¿Atractivo, no? Ahora imagina que solo basta con querer algo – lo que sea – para tenerlo. ¡Alucinante! Ese es Birkoff. Un déspota que no respeta ninguna ley, ni siquiera aquéllas que él mismo juega a imponerse. Si dice blanco aunque sea negro, es blanco, ¿por qué? Porque detesta las contradicciones de cualquier tipo. Él siempre, siempre tiene la razón. Algunas veces fingirá que se divierte porque éstas dándole tu punto de vista en algo, - cualquier tema -; seguramente seas tú quien esté en lo correcto, quizás no, ¿qué importa? En su dialecto todos excepto él se equivocan, así que hacerle ver sus errores es firmar una declaración de guerra. Una guerra que él ganará sin importar qué tenga que hacer, a quién tenga que matar, comprar y/o contratar. Black es un jugador sucio, quien hace trampas mientras todos observan, deleitándose en la ignorancia de sus contrincantes antes de lanzarse. Odia ensuciarse las manos, nadie es lo demasiado “bueno” o lo demasiado “malo” para que se moleste en tratarlos personalmente; son sus súbditos quienes se encargan de seguir paso a paso cada una de sus órdenes. Autoexigente. Perfeccionista. Estricto. Para Birkoff no existen puntos intermedios. Es todo o nada, bueno o malo. Califica los errores como fracasos por lo que siempre tiene un plan en mente para evitar cometerlos.

Te tratará como quiera tratarte y si tienes un problema con ello, no te preocupes, lo hará desaparecer al instante. Su tono de voz siempre es despectivo. En cuanto abra la boca – algo que no suele hacer con frecuencia – lo hará para señalarte que en su cadena, eres el último eslabón. Confía solo en sí mismo. Nadie es capaz de ser el guardián de toda esa oscuridad que deja tras su andar. Birkoff es el comandante de los laberintos, el lugar al que el enemigo ingresa con la esperanza de salir cuerdo o vivo. Lo que no saben es que él ya conoce todas las posibles salidas, que respira sobre sus cuellos para desesperarlos, bloqueando los caminos para arrinconarlos, satisfaciendo su libido con la esperanza que crece cuando lo ven aparecer. Ruegos. ¡Ah! Son la nana para sus demonios, quienes lo han incapacitado para sentir piedad o remordimiento. Es cruel, tan malditamente cruel que haría que empuñes la daga para matar aquello que más amas antes de obligarte a mutilarte. Seymour es el felino que juega con su presa antes de darle caza. En el juego del gato y el ratón, siempre es el gato. No hay juego con el que más disfrute que ese. Puede pasar su tiempo manipulando y elogiando antes de quitarse la máscara y revelar que, mientras él tiene siete vidas para malgastar, la tuya se ha terminado. La traición es su firma. Tiene muchos enemigos por esa razón. Una vez que has sido todo lo útil que puedes ser, Birkoff se lava las manos dejándote atrás.

Todo lo ve, todo lo escucha y todo lo archiva. Nada y lo que es mejor, nadie, se le escapa. Si te dejo ir mira sobre tu hombro. ¿Nada? Vuelve a mirar. ¿Aún nada? Ah. Ahí está. Has chocado de bruces contra él. Exacto. No hay sitio lo demasiado seguro donde puedas esconderte. Teme del aire que te golpea, del sol que te calienta, de las sombras que te cubren. Una vez en su lista negra no hay forma de que salgas de ella, al menos no con todas tus extremidades en su sitio o peor aún, vivo. De sangre fría, se sentará sobre el charco de sangre que él mismo ha provocado al lastimarte para ser el invitado especial mientras la muerte te ronda. Birkoff es una trampa andante. Caminas al lado de ella sin saber en qué momento cederá bajo tu peso. Descuida. Para ti, por ti, él no da ningún paso en falso. Recuerda. Es extremadamente perfeccionista. Si te sonríe, si te habla, si te engaña es por que hay una razón tras ello. Si caes es porque así lo ha decidido. Al final son sus manos las que pueden evitar que caigas después que te haya empujado.

Arisco. Inteligente. Intenso. Hipócrita. Egocéntrico. Misterioso. Altanero. Cínico. Perfeccionista. Déspota. Frío. Sombrío. Violento. Mortal. Temerario. Calculador. Perseverante. Malévolo. Misterioso. Vengativo. Rencoroso. Manipulador. Creativo. Sarcástico.


Adrik era el espíritu de un niño de alrededor de seis años que había muerto en el hogar que ahora pertenecía a los Seymour. Los rumores decían que el padre del pequeño se había convertido en vampiro y los había atacado - a él y a su hermana de ocho años -  mientras jugaban a las escondidas. Adrik no podía recordar qué había pasado después de eso, solo sabía que cuando su padre lo había encontrado todo se había acabado. Había aparecido en la habitación de Birkoff la primera noche que éste había llegado, preguntándole si sabía dónde se encontraba su hermana. El pequeño brujo solo se había encogido de hombros y le había preguntado, de forma grosera, si no prefería jugar con él que perder el tiempo buscando a una hermana que le había dejado. Por raro que pareciera, Black - como solían llamarlo sus padres por toda esa oscuridad que arrastraba consigo - , no temía a los espíritus. Desde que podía recordar podía verlos y hablar con ellos. Akim y Mavra, ambos brujos nigromantes, estaban orgullosos de las habilidades con las que su hijo había sido dotado. No perdían la oportunidad de decirle a Birkoff lo especial que era, las grandiosas cosas que llegaría a hacer cuando desarrollara todo su potencial. Ellos mismos habían erigido su fortuna practicando magia. Incluso los que no creían en esas “tonterías” terminaban acercándose a los brujos deseando, siempre deseando algo. Como era de esperar, todo eso solo sirvió para que Birkoff comenzara a pensar en sí mismo como un ser poderoso e invencible. Y aunque la presencia de Adrik nunca le había gustado realmente, fingía ser agradable con el espíritu. Para su suerte, no tenía que hacer mucho, Adrik se sentía solo. Había aceptado, a su manera, que su hermana no regresaría y que Birkoff era lo único que tendría.

Fue a la edad de nueve años que Mavra anunció que había quedado embarazada. Adrik, quien comenzaba a temer los cambios repentinos de humor de Birkoff, no dijo nada. Sabía lo que éste pensaba sobre el anuncio. Más tarde adivinaría cuán profundo le molestaba. Habiendo sido hijo único durante tantos años, habiendo sido el centro de atención, aborrecía la idea de pasar a un segundo plano. Black había felicitado a sus padres, les había dedicado una sonrisa radiante, incluso había prometido ser el mejor hermano del mundo. Todo eso mientras pensaba la mejor forma de deshacerse de la amenaza. El primer mes lo dedicó a buscar los libros en los que sus padres tenían escrito los hechizos. Adrik se limitaba a observarlo con disgusto. El, que había perdido a su hermana no podía entender porque Birkoff no deseaba tener un hermano o una hermana. Era entonces cuando el joven brujo le amenazaba con encerrarlo en un objeto inanimado - habilidad que aún comenzaba a controlar -. Fue cuestión de tiempo para que a Black se le ocurriera que el espíritu podía ayudarlo en su forma no corpórea. Le explicó lo que tenía que hacer para averiguar dónde escondían los libros pero éste simplemente se había negado. - ¿No lo entiendes? Le había gritado enojado. – Lo hago por ti. ¿Quieres ser reemplazado? En cuanto nazca mi hermano me olvidaré de ti. Ya no te necesitaré. Tendré con quien jugar. Había visto con regocijo, cómo el pequeño fantasma abría los ojos desmesuradamente. – Estarás solo. De nuevo. Las palabras claves habían escapado de su boca, lo supo al instante, porque Adrik asentía desesperado con la cabeza. – Lo haré. Lo haré. Tres días después, Birkoff tenía en su poder el libro de hechizos.

Darle a beber a su madre el veneno que acabaría con su vida y la de la criatura que aún se gestionaba en su vientre fue fácil. Mavra había sentido algo raro en el té, pero cuando comprendió lo que su hijo había hecho era demasiado tarde. Birkoff se había quedado observando cómo la vida de su madre se desvanecía lentamente ante sus ojos. No dijo nada, ni siquiera pidió perdón. La pregunta que su madre no había dicho en voz alta bailaba en el aire. Cuando Akim llegó a casa, encontró a su hijo durmiendo. Lo zarandeó. Le cuestionó y, cuando éste abrió la boca para confesar, lo golpeó hasta casi matarlo. Y lo habría matado, si Birkoff no lo hubiese controlado. Enterraron a Mavra en el terreno que les pertenecía. Adrik decía que su cuerpo también se encontraba en ese lugar. La relación con su padre se volvió un infierno. Akim lo odiaba por lo que había hecho y Birkoff, que tenía una vena rencorosa y vengativa, le devolvía el favor con más fervor. Se trasladaron a Francia días después de esa tragedia.


■ Lo que Black quiere, Black lo obtiene.
■ Atrapó a Adrik en el anillo que pertenece a su estirpe. Cuando lo necesita lo libera.
■ Su padre murió “misteriosamente”, heredó toda su fortuna hace un par de años atrás.
■ Sí. Es un maldito loco obsesivo.
■ Siente una terrible fascinación por los dragones.