¡El fuego, niña, el fuego!

por **Cynthia Dalma** Mar Jul 31, 2012 11:02 am

Es curioso como los recuerdos de toda una vida pueden perderse con tanta facilidad cuando la conciencia se apaga, cuando la muerte viene a buscarte así, de repente, cuando menos te lo esperaba. Cuando la destructora de las Delicias viene hacia ti con sus pasos silenciosos y elegantes y te abraza, te invita a venir con ella con la promesa de que el sufrimiento acabará. Y eso es así aunque tenga que arrastrarte. Es curioso como nada más irte con esa dama oscura los recuerdos desaparezcan, de golpe.
Incluso tras huir de una luz que ni siquiera ha aparecido ante mi presencia. Y sé muy bien el por qué. Y me alegro.
No recordaba nada tras mi muerte. Ni siquiera tenía forma concreta. Tras salir del sitio oscuro al que fui a parar, cuando las luces volvieron a encenderse, no vi otra cosa más que niebla. Niebla a mi alrededor bajo una luz oscura que se iba iluminando más y más, señal de que el alba estaba cerca, y también podía oír. Oía el crepitar de unas llamas que se iban apagando, y unos pocos lamentos que procedían de la misma dimensión en la que yo estaba. Que tarde o temprano terminaban desapareciendo. Dejándome sola...completamente sola.
Y luego se hizo el silencio. Un silencio total que fue roto por el llanto de un único hombre, un llanto desgarrador que me hizo querer desaparecer de allí cuanto antes. Pero...¿adónde ir? Ni siquiera sabía dónde estaba...o lo que era. No sabía nada.
Este estado fue desapareciendo de forma natural pasados dos años de vagar por ahí como niebla, a veces como una silueta difusa de mi forma humana. Y entonces fui tomando conciencia de lo que pasaba. De lo que había ocurrido. O más bien recordé quién era y dónde estaba. Pero nada más.
Porque, aunque salgas de un estado como el mío, hace falta una buena dosis de fuerza de voluntad para escapar y hacerse más fuerte. Para recordar todo lo demás. Hay otros fantasmas que permanecen para siempre en ese estado de niebla.
Y luego un recuerdo. Un único recuerdo que no sabía si era sueño o pesadilla, o si había ocurrido realmente, pero que me persiguió durante muchos años hasta que logré recordar todo lo demás. Todo lo demás.

Era de noche. Estaba en un bosque oscuro, pero bello. En el claro de un bosque. Iba con un vestido rojo muy sencillo y el pelo suelto y mucho más largo de lo que tengo ahora, que cuando estaba viva. Miraba a una anciana marchita, vestida de negro, que me señalaba y que me miraba con todo el odio del mundo, como si fuese el mismísimo demonio. No recordaba quién era aquella mujer. Sólo recordaba que era mala. Que me odiaba. Y no recordaba el por qué.
-¡El fuego, niña, el fuego!-me decía una y otra vez.-¡El fuego acabará contigo!-dijo como si fuese una sentencia.-Procura no acercarte al fuego, pequeña, porque será quién cumpla mi maldición...¡morirás bajo el fuego e irás al infierno! ¡El fuego, niña, el fuego!

por **Cynthia Dalma** Sáb Sep 29, 2012 10:27 am

La oscuridad la invadía por momentos. Invadía la muerte, invadía la vida, lo invadía todo. Y por esos primeros años no sabía casi ni dónde estaba, ni lo que podía hacer. Ni siquiera recordaba por momentos quién era o lo que era, a pesar de que poseía ya un dominio bastante aceptable de mis nuevos poderes fantasmales. Pero eso no quitaba que la tristeza que cargaba sobre mis hombros me abrumara, y con ella la oscuridad, la rabia.
Aún recuerdo esos pequeños vagabundeos por el mundo. Ese deslizarle suavemente como si no formaras parte del mundo, ese reconocimiento de un mundo al que se supone que no perteneces, y esa curiosad que te embarga casi tanto como la curiosidad...algo que puede resultar ser como los restos de la luz o del amor. Sí, estoy hablando de nuestra curiosidad por el destino de nuestros seres queridos.
¿Pero qué seres queridos me quedaban a mí? Todos a los que amaba fueron quemados conmigo en ese infierno trepidante, en esa noche de pesadilla en la que muchas almas abandonaron la tierra. Mis mejores amigos, el amor de mi vida...(¿de veras lo era? No lo entiendo, nunca lo entendí, pero le quería) algunos de mis más fieron enemigos, parte de mi familia y otro amor. Y un montón de criaturas sobrenaturales.
Fue una carnicería bestial. Algo que de no haber sido arrojado a las llamas del olvido por la Inquisición habría sido recordado incluso con cierto temor. Sí, con temor. Pero tampoco puede hablarse de una eliminación total.
Porque me quedaba gente, sí. Unos pocos familiares viejos. Mi propia abuela, y mi madre. Mi abuela, en parte culpable, a pesar de ser bruja también. Y mi madre, que no pudo hacer nada y que murió en una vejez bastante atormentada.
Pero no antes de mi abuela. Me encargué de atormentar a mi propia abuela durante lo poco que le quedaba de vida. Logré que su nívea piel perdiera el poco color que le quedaba, que aparecieran en su rostro las marcas de una vejez que no la habían tocado hasta entonces, en los ojos, en su cabello, rojo como el mío, y en su mirada, antes tan firme y tan fría, que se tornó aún más culpable.
Pero sobre todo me quedaba mi hija. Mi hija, mi única hija, mi pequeña, que fue la única que sobrevivió a aquel incendio, gracias a que la escondimos en un rincón perdido del mundo.Un lugar horrible, pero no había tiempo para nada. Era el único sitio dónde pudimos dejarla para salvarle la vida. Porque en otro caso la habrían cogido también y habría muerto con todos nosotros. Y quizás se habría marchado con los demás. Aunque quizás si se hubiera ido yo también estaría en la luz...o en otro sitio. O quizás no. Eso es algo que jamás sabré, ya que ni siquiera sé si cruzaré algún día, si permaneceré el resto de la eternidad en el mundo de los vivos, hasta que el mundo llegue a su fin.
A veces, por aquella época, pensaba incluso que lo mejor hubiera sido que se hubiera ido con nosotros. Porque...¡qué vida más miserable llevó! Criada en aquel orfanato, casada con aquel hombre apuesto pero horrible, aquel cerdo que la pegaba, sobre todo cuando se enteró de que mi hija se quedó embarazada de otro hombre (decisión sensata, la verdad) ya que él no podía tener hijos. No tuvieron hijos hasta que no apareció en su vida Gabriel. Ese romance fue una de las pocas cosas buenas que tuvo en su vida. Pero por lo demás...
Estuve rondándolos durante mucho tiempo, nada más tomé plena conciencia de mi nuevo estado, pero aún no tenía poderes suficientes para ayudarla, no había dominado estos poderes espectrales ni me había recuperado, para mejorar un poco su vida, para hacer que por lo menos aquel imbécil la dejara en paz, para evitar que matara a Gabriel y para hacer aún más desgraciada la vida de mi hija, que terminó muriendo a los trainta y dos años de una paliza.
¿Que qué hice entonces? Maté a aquel tipo. Cuando adquirí los poderes suficientes para hacerle daño a los mortales fui a por él y le congelé por entero, le congelé tanto que saqué su alma de su cuerpo. A partir de ahí no podía hacer nada. Esperaba de todo corazón que las sombras se lo llevasen al infierno.
Pero quedó ese pedacito de ella que creció y se marchó de casa nada más quedarse huérfano, aquel niño rubio que tanto me recordaba a Zacharías pero que tenía mis ojos verdes, los ojos que mi hija no había heredado. Aquel nieto mío que se hizo cazador y que llevó una vida sencilla, muy sencilla, pero algo más feliz. Formó una familia, se enamoró de una campesina encantadora tuvo hijos, y fue medianamente feliz. Una vida normal. Esto fue algo que me consoló un poco. Y luego esos hijos tuvieron más hijos, y muchos se fueron dividiendo por el mundo.
Pero, a pesar de que esa descendencia terminó siendo lo único que me ataba a la realidad, que me aferraba a un poco de felicidad, no disipó la oscuridad de mi corazón, ni mis deseos de venganza. Esa oscuridad era tan latente...¡tan tangible! Hasta el punto de que no pude eliminarla, seguí atormentando al resto de los mortales que me apetecía y aún hoy me acecha, amenazando con convertirme en una criatura demoníaca que disfruta como un vampiro del dolor de lo mortales.. Del todo.

por **Cynthia Dalma** Dom Sep 30, 2012 10:37 am

¡El fuego, niña, el fuego! D54ac9771cd559098de428e050dd08e6

¿Se puede añorar tanto una vida? He oído que hay fantasmas que se pasan el resto de la eternidad lamentándose por la vida que perdieron, algo que también pasa con muchos humanos que se arrepienten de alguna de las decisiones más horribles que tomaron y que terminaron sus vidas por un camino lleno de miseria y de dolor, o por algo a lo que tampoco podría llamarse vida. La muerte en vida es casi peor que la muerte.
Así pasó mi abuela el resto de su vida. No sé si habrá cruzado, pero si lo ha hecho estoy segura de que ha acabado en lo más profundo del infierno, si es que existe. Mi abuela era una señora curiosa. Bastante interesante. Era la única persona en la familia que guardaba cierto parecido conmigo, y eso hablando en términos físicos. De ella heredé mi piel blanca, el largo y sedoso pelo rojo y probablemente habría heredado su capacidad para envejecer tarde; a los cincuenta años aún no tenía ni una sola arruga. Claro que no por algo era una bruja.
Por lo demás era una hipócrita. Buscaba la ambición y el poder y lo perdió todo. No sé si se arrepintió, yo creo que sí. Ojalá lo haya hecho. Se lo merecía. Quizás lo esté haciendo ahora mismo, si es que está en alguna otra parte.
¿Y yo? ¿Me lamento por todo lo que he perdido? Se supone que sí. Pienso en la vida y me pongo triste, muy triste.
Pero ya no ando lamentándome por ahí como antes. Si lo pienso bien sólo estuve haciendo eso durante unos pocos años, y el resto del tiempo lo pasé tratando de dominar mis poderes. Luego, después de perderle la pista a mi descendencia anduve de un lado para otro en esta locura, en este atormentar a los mortales y viajar por el mundo, pero una locura que tiene en cierto modo algo de normalidad, al menos para mí. ¿Acaso no ando muy a menudo bajo forma corpórea?
Quizás sea porque debo cumplir con una misión, aunque no sepa cuál es esa misión completa. ¿Venganza? ¿O debo vigilar a los hijos de mi hija, a mis nietos y tataranietos? Entonces quizás deba quedarme aquí por el resto de la eternidad. Pero no sé si es eso lo que quiero. Nunca quise acabar así. ¡Nunca quise esta vida! ¿Pero quién la quiso, de todos modos?
¡Esto es lo malo de ser fantasma! Ya no perteneces al mundo, no puedes cambiar las cosas realmente. Cuando eres brujo, vampiro u otra cosa puedes...bueno, si eres humano puedes nacer al mundo de la oscuridad y si eres brujo o algo por el estilo, te mueres y punto. En cambio los espectros no podemos morir. Como mucho, podemos cruzar. Y nadie sabe si eso es cómo morir o avanzar.
Morir, avanzar. Puaj. La luz no exite, al menos no para mí. ¿Qué es lo que dicen esos fantasmas? ¿Qué más me da si hay una luz o no? Qué vayan adónde quieran. Yo no me iré. Ni me lamentaré por esta vida que he perdido, nunca lo he hecho y nunca jamás lo haré, por mucho que la recuerde. Porque los lamentos forman parte de la muerte. El mundo de los muertos no es tan complicado, de todos modos.

por **Cynthia Dalma** Miér Oct 10, 2012 3:49 pm

16 de junio de 1550

¡El fuego, niña, el fuego! 21noche

El castillo estaba lleno de vida a aquellas horas de la noche. Por fuera no lo parecía, pero cuando entrabas...un auténtico mar de luces te envolvía, una música exquisita y bella te recorría por todas las venas de tu cuerpo, endulzando tu alma, y la vida rezumaba como algo bello, que parecía que fuera a durar eternamente. Risas, bailes, calidez y frialdad, nada de hipocresía, nada de mentiras. Sólo alegría, fiesta y noche.
En la sala de baile era dónde había más gente. Yo estaba aquella noche bailando como nunca, con aquel vestido negro con el que morí, pero nuevo, reluciente, sin aquella capa que el tiempo le ha dado. El pelo era mucho más largo, me llegaba hasta la mitad de la espalda y no tenía la palidez que me caracteriza hoy en día cuando tomo cuerpo. La piel bronceada por el sol, los ojos verdes deslumbrantes y mi pareja de baile. Mis parejas de baile.
¿Qué decir de ellos? Eran mis amigos, mis hermanos, mi vida. Y muchos de ellos eran criaturas sobrenaturales. Muchos de ellos eran lo que hoy se le llama como demonios. Es más...se decía de Aquiles, aquel vampiro pelirrojo, que estaba salido del mismísimo infierno, que ni siquiera había sido humano. Que se había escapado del mismísimo infierno, contaban. Pero...no podía ser cierto. ¿Cómo pensar algo de alguien cómo él? Era un joven cálido, a pesar de su palidez, con su palidez, sus risas, sus bromas y la copa de sangre que siempre llevaba en la mano. Era más humano que la mayoría de los que hoy gozan de una vida que no merecen.
Le conocí desde que era niña y aún recuerdo todo lo relacionado con él. Jamás lo olvidaré. Aquella noche bailé mucho con él. Nos movíamos por la pista como auténticas criaturas de la noche, siervos de la muerte y del mismísimo infierno.
Pero no sólo le recuerdo a él, a quién probablemente quise también. También recuerdo a otros como Génevieve. Aquella hermana bruja tan pequeñita que había creado tantas cosas. Tan sensata y ese aspecto de muñequita, bajita, con el cabello dorado cayéndole hasta el suelo, pero con el mismo deseo que yo por encontrar la verdad y por hacer lo que le daba la gana, por encontrar la libertad.
Hermana bruja. Vieja amiga. También estuvo enamorada de él. Aquella noche, con su vestido de color blanco, bailando con Aquiles, con aquel cuyo nombre no quiero recordar y con varias mujeres. Sí, con varias mujeres.
Y también aquel joven y encantador traidor. Kevin. El hermano de aquel cuyo nombre no quiero recordar, y que tanto se parece a aquel caballero que conocí actualmente. Y también...Thalía. Una de mis hermanas brujas con quién compartí más de un idilio y de un baile. Y de una canción. Le gustaba la música aún más que la magia, y junto a mi tía tocaba duetos de piano que convertían la velada en algo aún más exquisito de lo que ya era.
Y no nos olvidemos tampoco de los fantasmas.
Sí. De los fantasmas. De los muertos que se unían a nosotros, algunos invocados, otros viniendo por su cuenta, atraídos por aquella fiesta prohibida y tan a escondidas del mundo entero.
La frialdad y la calidez que invadía la sala lo convertían todo en algo mágico. Sí, mágico y espectral.
Y luego estaba lo que sucedía después de la medianoche...

por Contenido patrocinado

¡El fuego, niña, el fuego!

¡El fuego, niña, el fuego!

Re: ¡El fuego, niña, el fuego!

Re: ¡El fuego, niña, el fuego!

Re: ¡El fuego, niña, el fuego!

Re: ¡El fuego, niña, el fuego!