La Rosa y La Sombra ~ [Maryeva Aude]

Como cada noche, desde que se había mudado a su nueva casa, Maryeva se preparaba para salir a inspeccionar su nueva zona de caza. Es así que se arregló, dándose primero un agradable baño de inmersión, pasó un rato en la tina hasta que el agua comenzó a ponerse fría, entonces decidió sin muchas ganas que era hora de salir a deambular. Aunque no debía hacerlo se perfumó con su esencia más apreciada - un perfume a rosas negras – que según ella combinaba exquisitamente con su pelaje. La luz de la luna iluminaba su piel desnuda blanca y lozana, reflejándola en el espejo de pie, se movió felina y provocativa. No le molestaba la desnudes, muy por el contrario si fuera por ella estaría así todo el día, caviló. En un segundo en aquel enorme espejo se reflejó una pantera negra, hermosa y majestuosa – una verdaderasombra – se dijo – lástima que no puedo hablar, me gustaría ver las caras de algunosde los hombres que piensan que solo soy una chica bonita, tonta y rica – rió mentalmente – como se morirían de miedo si les hablara en perfecto francés.- no se pudo contener y soltó una carcajada que en verdad se escuchó como un potente, rugido. – Otra vez, deberé encontrar una escusa aestos rugidos nocturnos – pensó – deberé acostumbrame a no asustar al personal de servicio ni a los vecinos.
Con agilidad se trepó a la cornisa del balcón y de allí se lanzó a una rama que casi tocaba su ventana. Le fue extremadamente sencillo terminar en el pasto del jardín trasero y salir por los muros que rodeaban la enorme mansión. Divagó por diferentes callejuelas. Hacía días que no se le presentaba ninguna situación que la llenara de adrenalina, que fuera un reto para ella y hoy quería un poco de acción. Le llamó la atención Unos ruidos como si estuvieran persiguiendo a un individuo o algo así. En todos estos meses en Paris, había descubierto seres extraños y fantásticos, como ella y también a otros que deseaban destruirlos. – ¿Será que hansalido a cazar algún pariente esta noche? – caviló mientras se movía de tejado en tejado siguiendo la dirección de los pasos que se escuchaban. Agudizó su oído y pudo entender que se trataba de la persecución a uno de los ladrones más importantes de Paris, un verdadero héroe para los pobres de la ciudad, ya que era un personaje que les ayudaba a los ricos a no tener que cargar tantas monedas de oro o pertenencia superfluas – algo así como un emisario de Dios – la divertía sobremanera aquella situación y muchas veces habría querido convertirse en algo así pero en beneficio de su especie – lamentablemente a nosotros nos persiguen cazadores e inquisidores y esos son mucho más letales que estos pobres soldados muertos de hambre.-
Pudo ver como un hombre de gran porte se escondía en un callejón, llevaba una elegante capa que le llegaba casi hasta el suelo y algo le cubría el rostro, como si fuera una de esas máscaras que había conocido en el carnaval de Venecia. En un instante lo reconoció, era el célebre “La Rosa”. Unos minutos después estaban allí varios soldados que le estaban dando caza. Se acomodó en el tejado para tener una mejor vista de la situación, cuando intentaron avanzar por el callejón, fueron envestidos por aquel personaje, que fácilmente fue sacándose de encima uno a uno. – si hubiera podido estaría aplaudiendo la destreza y agilidad del intrépido hombre - Desde su sitio privilegiado, Maryeva, pudo ver que se acercaban unos soldados rezagados, - no son más que dos pero se acercanpor atrás y eso no es justo – caviló – lo sorprendieron por detrás y lo fueron arrinconando contra la pared. Sostenían sus espadas de forma amenazadora y si no encontraba la manera de zafar de aquel momento la leyenda se terminaría extinguiendo.
Maryeva se incorporó en el tejado que le había servido de palco para la divertida actuación, aunque para ella esto ya se estaba volviendo fastidioso, pues las luchas desiguales no le agradaban. Se estiró, cual minino y luego de extender sus garras se deslizó sigilosamente hasta quedar en el suelo adoquinado. Caminó unos cuantos pasos hasta quedar a espaldas de los soldados y ser visible para el ladrón. Movió la cola de un lado a otro, de forma nerviosa y sus ojos relampaguearon como siempre sucedía antes de entrar en lucha.
- Bien, pronto daré mi solo de pecho – pensó – mientras con todas sus fuerzas largaba un potente rugido al aire y se agazapaba para lanzarse a los incautos humanos.

El espectáculo del enmascarado era asombroso y muy entretenido, ver las caras de horror de esos pobres cobardes la hizo reír - si eso es posible en un felino de gran tamaño - y su descuido les había costado una buena paliza de parte de aquel sujeto. Si Maryeva hubiera estado como humana seguramente habría aplaudido y felicitado la rapidez de movimientos y lo preciso del ataque. Pero convertida en una bella pantera negra y enorme poco y nada podía hacer. Le llamó la atención la Rosa Negra, ya que a su mente llegaron recuerdos de comentarios sobre, robos y enfrentamientos con la ley en donde el delincuente dejaba una bella rosa negra.
Cuando los soldados eran un despojo en el suelo de aquel sucio callejón, ella comprendió por la postura en que se ponía el enmascarado, que no estaba para él que ella estaba de su parte.
- ¡Ingrato! - pensó - si estuviera en contra, ¿creerías que te hubiera ayudado con estos mequetrefes? - caviló, como si aquel sujeto pudiera escucharla. Aquel látigo que se mantenía inmóvil en el brazo del extraño, no le gustaba nada, y aunque no pensaba herirlo, el solo hecho de sentir aquel instrumento en su delicado cuerpo la ponía de muy mal humor.
Movió su cola nerviosamente, mientras pensaba cual deberían ser los movimientos a tomar. se fue acercándose, lenta pero segura hacia donde el enmascarado se encontraba, produciendo con su garganta un sonido parecido al del ronroneo de un gato aunque magnificado.
Balanceándose al caminar, como muchas mujeres intentaban imitar cuando se creían atractivas y sensuales, Maryeva, le rodeó analizando a su nuevo amigo - ¿por que no? - pensó - sería extremadamente divertido y podría hacer algo diferente que estar aburriéndose entre las niñas mimadas de la elite y la nobleza.
Le hubiera encantado charlar con La Rosa, pero no podía convertirse en humana, por varias razones, primero, ¿como tomaría este buen hombre que de pronto una pantera se convierta en mujer? Y por otro lado y tal vez lo más importante no tenía ropa cerca y aunque a ella le gustara la libertad no estaba dispuesta a que la viera sin ropajes – rió mientras pensaba en la cara que pondría aquel hombre.
En algún lugar el sonido de un repicar lento y lastimero, de un campanario, le recordó que los segundos pasaban y que tenía que tomar ciertas precauciones, antes de acercarse al muchacho. Tras dar una buena inspección del sitio y olfatear el aire en busca de una posible amenaza. Se hecho a los pies del extraño y cerro sus ojos. - Veremos que haces - pensó - mi intuición me dice que eres lo suficientemente inteligente como para no atacarme, pero si lo hicieras los dos terminaríamos con marcas en nuestros cuerpos.

La ha llamado – Gatita – se sorprendió, a cualquier otro exceptuando sus amados, no podrían decirle de ese modo sin recibir un fuerte zarpazo en sus mejillas, pero en cambio, con ese extraño las cosas no eran iguales – no lo conozco de nada, pero en él encuentro una atracción extraña, – pensó – como si fuésemos amigos desde hace mucho tiempo. Como aquellos que a pesar del tiempo y la distancia, recuerdas con cariño – su espíritu sonrió, ya que en su forma felina hubiera sido imposible. Un sentimiento cálido e inmenso, una sensación de tranquilidad y confianza, se posó en su corazón y cual si fuese en verdad una pequeña gatita se acercó ronroneando y buscando una caricia de aquel que ella había elegido como amigo, impulsada por sentimientos nuevos y poderosos.

La acción en ese callejón había llegado a su fin, pero no así la aventura de la noche y para seguir divirtiéndose, debería confiar en el extraño y acompañarlo. Luego de escuchar su monologo y de recibir gustosa las palabras dedicadas para ella. Se puso de pie, se estiró en todo lo largo que era y sus patas mostraron las poderosas garras, abrió su boca en un silencioso bostezo – mmm… como me gustaría echarme un ratito en un como sillón y escuchar esa voz gruesa y protectora relatándome antiguas hazañas realizadas en su país natal – caviló, mientras sigilosamente lo seguía saltando por las mismas cornisas y tapias por donde él pasaba.

Le hubiera gustado que él pudiera escuchar su voz, -… para preguntarle muchas cosas… por ejemplo… ¿por qué dedicarse a esto?, cuando puedo percibir su perfume el cual no es una esencia cualquiera, ni sus ropas son comunes o bastas. Es fácil darme cuenta que en verdad es un hombre que pertenece a las clases acomodadas. Además su forma de hablar también demuestra que es refinado y de gran inteligencia – divagando en todos esos detalles se había retrasado y por un momento pensó que le perdería el paso, pero utilizó su singular olfato y su agudeza visual para captar a su compañero quien se había adelantado bastante – he!!!... espérame!!! – intentó hablar y solo le salió un gruñido extraño entre suplicante y enojoso. Apresuró sus pasos estirando su cuerpo en cada salto para llegar más cerca de él. Poco le importaba a donde se dirigieran, solo deseaba seguir conociéndole, mirar esos ojos sinceros que aun detrás del antifaz dejaban apreciar a un ser genuino y abierto. – Si los ojos son las ventanas del alma, sus orbes, dejan ver un alma fuerte y leal, un espíritu del cual se podrán esperar muchas cosa excepto su deslealtad – pensó mientras lo alcanzaba y volvía a buscar sus manos para una caricia – definitivamente eres un minino muy mañoso – se reprendió mientras el camino proseguía y la noche bañaba a esa pareja extraña y misteriosa a la vez.

Las distancias se acortaban rápidamente, se dirigían por zonas de mayor poder económico, no muy lejos de su propia residencia. Se notaba a las claras que se acercaban a lugares elegidos por la clase alta para hacer de ellos su hogar de ensueño, en poco tiempo llegaron a destino. Maryeva, no reconoció el lugar, porque a pesar de estar próximos a sus dominios, no era parte de sus costumbres, el crear lazos y relaciones con gente tan descaradamente abusiva. Nunca había visitado a ese hombre y la verdad las pocas referencias que le pudieron llegar a sus oídos eran en el mejor de los casos malas. Así que cuando su compañero mascullara entre dientes – Maldito – y luego lo escuchara hablar sobre las injusticias de la sociedad, ella se encontraba totalmente de acuerdo con lo que él pretendía hacer - bueno casi en todo, menos en el método- reflexionó - tal vez podríamos buscar otra forma de hacerle pagar sin tener que asaltar este lugar y herir a sus guardias, que mal que mal, son pobres asalariados – caviló, mientras seguía a paso firme el cuerpo ágil y atlético del bandido. – Aunque sé fehacientemente que la miseria en Paris, como en tantos otros lugares del amplio mundo, es culpa de engendros como el tal Señor Von Velarde- concluyó.

El contacto de la mano de Aldebarán por su piel la hizo estremecerse – que es esto que siento – pensó algo aturdida, se movió suavemente, para que la caricia recorriera todo su lomo –mmm que sensación maravillosa – pensó mientras ronronea. Cuando le preguntó si estaba lista para la acción, se puso frente a él, estirándose como quien se prepara para correr una larga distancia y luego buscó su mano, como una forma de expresar que confiaba en él. Cada vez que él le decía su hermosa felina, una sensación de satisfacción inundaba su ser.

Lo siguió a muy corta distancia, no quería separarse de él, ni un solo segundo, pues pretendía protegerle de cualquier peligro y si se diera la oportunidad y lograra encontrar la valentía necesaria, le gustaría mostrarse
ante éste, tal cual eran sus formas humanas. - Pero no era, ni el lugar, ni el momento para hacerlo – caviló mientras lo seguía a la saga, acercándose cada vez más a los guardias que custodiaban la entrada de la mansión.

En el último momento, decidió desplazarse, escabulléndose entre las sombras, para tomar otra posición y poder saltar sobre algunos de los soldados – espero que él, no piense que lo he abandonado, pero es mejor caerles por dos flancos que solo por uno - . Se acomodó agazapada, lista para saltar sobre uno de los hombres de Von Velarde, más próximo a ella. Desde donde se encontraba, los reflejos que proyectaban las grandes teas encendidas, le daban a su pelaje un brillo amarillento, solo visible para un ojo entrenado, como el de su compañero. Esperaba paciente que su cómplice hiciera el primer movimiento. – Vamos… ¿a que esperas?…

Maryeva, se fascinó de la agilidad de aquel enmascarado y de cómo se las ingeniaba para defenderse y atacar, desbaratar a los ingenuos soldados que pensaban que solo era un simple bandido. Se rió mentalmente, con el pequeño discurso que él le daba a uno de sus oponentes y cerró los ojos instintivamente tapándoselos con una pata como si de un pequeño minino se tratase - eso debe haber dolido – pensó mientras, rodaba en el suelo como una gatito que se esta divirtiendo. Observaba como se sacaba de encima todos los guardias apostados para la vigilancia de aquella mansión. – ¿Cual sería el verdadero interés de el enmascarado con ese lugar? – caviló mientras seguía de cerca los movimientos del hombre. Cuando pensó que ya el espectáculo había terminado, comprobó que se abalanzaban sobre él, un nuevo número de hombres y le daba un golpe que lo dejaba aturdido, lanzándolo a una pared y aunque él se reia una angustia se apoderó del alma de la felina.

En sus entrañas algo ocurrió, esa angustia se apoderó de todo, de su cordura, de su razón, de sus movimientos y como un paño que se desgarra, como una contención que se quiebra desbordando lo que ocultaba, sus movimientos se volvieron por un momento erráticos, hasta que se incorporó, lentamente con la cabeza aun agachada u gruñendo fue alzando su enorme cabeza, sus ojos brillaban con una luz extraña, como si en verdad no estuviera consiente de donde se encontraba. Entonces se sintió transportada a otro lugar, otro espacio, otro tiempo, otro compañero, aquel que había sido parte de su vida, a quien le debía el haber conocido el amor y al que nunca pudo defender. Aquel que en una lucha desigual, como esta, fuera vilmente asesinado. Los ojos de Maryeva se abrieron de forma desorbitada, de sus fauces surgió un aterrador gruñido y sin pensarlo se abalanzó a los oponentes del enmascarado, en un segundo agarró a uno de los hombres que intentaba herir con un arma de fuego a su compañero, aunque ella veía que al que trataban de asesinar era a André y en su desesperación lo tomó por la pierna y sin saber si apretaba y trituraba el miembro inferior del hombre lo arrojó a la pared contraria, el cuerpo pesado sonó fuerte al golpear contra la materia sólida y ella dio otro rugido aterrador y se lanzó hacia los otros que todavía quedaban. El gusto a sangre, el olor a pólvora, los gritos e insultos hicieron que su mente se nublara, y si no fuera que los hombres desaparecieron eso se hubiera convertido en una carnicería.

Aún tenía esa confusión en su mente, aun buscaba a los enemigos que en su cabeza se escondían tras las sombras. Se dio vuelta, enfrentando a su compañero, no lo reconocía, no podía escuchar con claridad su voz. Aquel hombre no se daba cuenta de lo peligrosa que era si estaba en aquel estado de inconciencia. Sin pensarlo dio un gran salto y estuvo a pocos centímetros de morderle el cuello, parada en dos patas, aprisionando con su cuerpo el del hombre y lista para desgarrarlo. Pero una chispa de conciencia atravesó el
abismo de locura, que fue desapareció de apoco dejando tomar conciencia de lo que estaba a punto de hacer. Se separó de él gimiendo como si fuera un gato o un felino herido. Se arrastró hasta la entrada iluminada del edificio y con una de sus patas descolgó de un zarpazo un estandarte que calló sobre su lomo. Sintió que sus fuerzas desaparecían y la transformación se invertía, muy poco antes que su conciencia se apagara del todo, su cuerpo se había vuelto el de una delicada mujer de rubios cabellos y completamente desnuda, a merced de su suerte. Maryeva no quería volver a ser nunca más la asesina que por venganza había despertado en los grandes territorios de la corona española.

Cuando recobró el sentido, Maryeva sintió un peso en sus hombros, estaba cansada y no sabía dónde se hallaba. Se miró y se dio cuenta que solo la cubría una capa negra, de fino paño, debajo de ella solo su desnudez. No recordaba nada, lo último que venía a su mente, era el instante en que en medio de gritos y espantos, fijó sus ojos en unos orbes color café tostado, escondidos tras un antifaz, recordarlo le hizo sentir algo especial.

Se movió y trató de incorporarse, entonces vio a ese sujeto, vestido de negro, sus cabellos largos sostenidos por una coleta, prolijamente acomodados, su barba y bigote recortados exquisitamente, con el antifaz que le ocultaba sus ojos y partes de sus facciónes – pero no todas – pensó mientras grababa en su mente la forma sensual de su boca, el tipo de mandíbula y el aroma que ese hombre tenía, a una humana podría haber engañado pero difícilmente a una cambia forma, ya contaba con esos datos valiosos para identificarlo la próxima vez que se encontraran en la calle, en el teatro o donde el azar decidiera.

Sonrió tímidamente, estaba en franca desventaja, una por estar en lo que se notaba era la guarida de aquel… ¿héroe? ¿Delincuente? – Artista – se dijo cuándo vio todos esos instrumentos. Podía entender los objetos de valor y hasta las obras de arte, ¿pero instrumentos? Solo alguien que amara la música los atesoraría así. – Otro dato más – caviló mientras, calculaba si podría convertirse nuevamente en felino y escapar. Observó posibles rutas de escapes pero en ese momento su cabeza estaba muy aturdida.

Escondió sus piernas debajo de la capa y dirigiendo su vista a la del enmascarado, lo escrutó – sería tan gentil de prestarme algo más… - no supo cómo decirle – ¿alguna prenda para vestirme? – Le sonrió de forma aniñada – es que aunque le agradezco me haya prestado su capa, necesitaría algo más… - cayo, frustrada por no saber qué decir, que hacer, solo sentía esa mirada posada en su cuerpo.

Se retrepó en aquella cama y parte de su desnudez se vislumbró entre las sombras proyectadas de la capa, lo notó por el relampaguear de esos ojos. Intentó concentrarse y volverse un animal pero era inútil las fuerzas no eran suficiente y por hoy la función había terminado.

Tenía un poco de miedo, no sabía qué tipo de persona era ese hombre, si había comprendido bien y su intuición felina no le fallaba – aunque de un tiempo a esta parte… vaya intuición la mía – pensó tristemente. Su obrar era en favor de los pobres, sus modales no eran pertenecientes a la clase humilde y en su forma de hablar, en versos y de excelente dicción le daba a entender que era un caballero. ¿Pero que hace un caballero en un sótano, en cerrado con una mujer y ella semi desnuda? ¿Dónde estaban los modales del señor que no le ayudaba a cubrir su desnudez? o ¿cuál era en verdad la intención de aquel hombre? Tuvo miedo, no tanto por ella sino por su secreto.

Tomó el líquido ambarino de manos de aquel hombre, lo olfateo disimuladamente y le dio un pequeño sorbo, hizo un gesto de dolor al quemarse los labios, pues no se había percatado de que este podría estar muy caliente. Dejó la tasita en una pequeña mesa auxiliar y lo miró mientras él le decía –Venga guapa que te pusiste menudo golpe y por si fuese poco llegas con ánimos de arrancarme el cuello de una mordida justo después de salvarme el pellejo varias veces…- no puedo contener la sonrisa, era cierto, se había comportado como una gata rabiosa y si en el último momento la razón no hubiera iluminado su cabeza, ese hermoso hombre sería un despojo en aquella mansión.

La simple imagen de lo que pudo ser la hizo temblar, pero es que solo ella podía comprender que ya había vivido momentos así de estrés y que esa vez como en ésta llevaba en sus entrañas un tesoro. La vez anterior, no había podido defender ni al padre, ni a su hijo, pero esta vez lo único que importaba era su secreto.

Mientras ella cavilaba, el enmascarado le decía que se veía mucho mejor casi desnuda que con cualquier cosa. Aquellas palabras atrevidas la hicieron salir de su ensimismamiento y sonrió, esta vez con malicia – acércate un poco, vuélvete insolente y te dejaré tu ropa hecha girones y veremos quien se ve más apuesto -, lo vio salir nuevamente de su campo de visión y volver con una bata negra – me parece que ama el negro – especuló mientras recibía la prenda.

Se quedó esperando que él se alejara o al menos se diera vuelta para poder sacarse la capa y vestirse, enarcó una ceja - ¿podríais al menos daros vuelta para tener un poco de privacidad mientras mudo mi ropa? – al ver que no había contestación y dándose cuenta que ya la había visto totalmente desnuda, dejó escapar el aire de sus pulmones e inspirar de nuevo dándose valor.

Sentada con los pies retraídos sobre sus piernas, y la bata en su regazo, soltó el seguro que la capa tenia y cayó deslizándose como una caricia que le puso la piel de gallina, sus pechos generosos por la futura maternidad quedaron expuestos a la vista del hombre y su vientre aunque bastante plano daba signos de una mínima pancita. Tomó la bata entre sus manos la hizo girar por encima de su cabeza y las mangas cayeron por entre los brazos y volvieron a ocultar la belleza de la desnudez de Maryeva, cruzo las partes delanteras y con un cinturón anudó el cierre. Acomodos su pelo dejando que cayera libremente por su espalda, extremadamente largo y sedoso que cubría hasta sus caderas y glúteos como si fuera el manto de una virgen.

Lo buscó con la mirada, sus ojos eran hermosos y no podía apartar los suyos, tenía muchas preguntas y ninguna respuesta. Cuando iba a preguntarle por su gracia, él le dijo su alias de “guerra”, se sonrió maliciosamente – no creo que sea ese vuestro verdadero nombre. Si queréis que sea franca deberéis seros vos primero – se incorporó y aunque descalza, y algo insegura todavía, comenzó a acercarse a su anfitrión.

Miró nuevamente el lugar y le sonrió con dulzura – a ver dejad que intente adivinar – dijo mientras pasaba a su lado y percibía el aroma de su perfume – no creo que seáis un hombre de pocos recursos, más bien diría que sois de clase alta o noble, pues vuestro aspecto es refinado, elegante, tenéis casi buenos modales – dijo mirándolo a los ojos y con eso pretendía decirle que no le había gustado que la viera desnuda – os gustan las obras de arte y la música – se acercó aún más a él y le tomo la mano la giró e inspeccionó los dedos – mmm… diría que sois músico, las marcas que deja la ejecución constante en vuestros dedos os delatan… mmm debe de ser … de algún instrumento… - elevó su mirada al techo y como si hubiera atrapado la respuesta en el aire volvió a mirarlo a los ojos – de cuerda, como una guitarra – rió divertida, siempre le gustaban esos juegos.

– aunque no me digáis vuestro nombre os revelaré el mío, de que me sirve esconderlo si sabéis mi secreto, ¿verdad? – le extendió la mano para presentarse como si estuvieran en una velada de gala, se inclinó en un reverente saludo para la nobleza – Soy Maryeva Aude, súbdita de la Corona Española en tierras americanas – aun con la cabeza inclinada alzó la vista mirándole de una forma sensual, que no estaba en su intensión hacerlo pero como su espíritu era felino la sensualidad emanaba por sus poros.

Maryeva sintió que hacía muchísimo tiempo que se sintió estimada de aquella forma. No debía olvidar que según parecía esto era un simple juego de seducción, pero se dejó llevar por lo que su instinto le decía, pero en un segundo recordó que no debía, - como decirle que llevaba en su vientre un niño - se puso a pensar - en su corazón todavía estaban sellados a fuego los labios y las caricias de aquel traidor que la había abandonado – como haría para borrarlo. Entornó sus ojos porque no quería que Rosa Negra viera su desconcierto. Que estaba sucediendo, ¿quería acaso sentirse amada nuevamente?, ¿dejar atrás a ese italiano que ya ni siquiera estaba en Paris? La palabra sencilla y franca llegó a su mente como un rayo - si – merecía volver a sentirse querida, amada y aquel enmascarado le estaba ofreciendo una oportunidad, pero no podía estar encerrada allí todo el tiempo, era como vivir en la jaula de un zoológico o en una cárcel aunque la rodeara una montaña de oro y plata.

Sonrió cuando sintió que tras cada palabra, el abrazo en su cintura, se tornaba apremiante, lo miró a esos orbes, que la llamaban a dejarse querer, dudó, puso sus manos en los fuertes hombros masculinos y luego de pensarlo un instante las dejó correr por el cuello y la nuca del enmascarado. Como una felina que era, inclinó su cabeza y se dedicó a oler el agradable aroma de su piel, la calidez de ésta, rosó con sus labios aquel cuello y luego se acercó a milímetros de los labios del enmascarado – enséñame como ser tu droga, porque no sé cómo serlo – entornó sus ojos mientras apenas dejaba que la piel de sus labios rosaran la del hombre – estoy siendo infiel – recapacitó por un segundo y estuvo tentada por alejarse de él, pero las palabras crueles, que el cazador le dijo la última vez que se vieron la incitaron a dejarse llevar por lo que en ese momento sentía. El animal que había en ella se estaba despertando y la sexualidad aparentemente dormida iba inundando su cuerpo.

Trató con el poco de cordura que le quedaba, de pensar en lo que el Caballero de La Noche le pedía, le exigía saber de ella, para de ese modo bajar las sensaciones que la acercaban demasiado al abismo de la lujuria. Colocó sus brazos en el pecho del enmascarado y arqueando la columna para apartarse lo más posible de aquellos labios tentadores, miró para su alrededor tratando de encontrar las palabras justas, para ir respondiendo sus preguntas, Intentó zafar del abrazo pero era apretado, fuerte y seguro.

- Creo que ya sabes lo que soy… una cambia forma felina, un ser que puede mutar a voluntad en diferentes animales – sonrió cuando vio un atisbo de curiosidad – en estos momentos no puedo divertirte con los cambios, estoy exhausta, ¿sabes? – Rió divertida entre sus brazos – porque perseguí toda la noche a un hombre con antifaz – se permitió acariciar el rostro del hombre por primera vez, sin intención de quitarle su máscara pero si de sentir su piel.