Encuentro Fortuito [Reika, +18]

por **Gazel S. Umbrimber** Jue Sep 27, 2012 1:00 am

Entre y cerré la puerta tras de mí. Miré a mi alrededor, contemplado la suite del Hotel Des Arenes, un lujo en la zona norte de París. La estancia, con paredes de colores suaves, inspiraba un aire señorial muy poco común por esta parte de París. Caminé lentamente, y me dirigí a la ventana. La ciudad de las luces dormía plácidamente bajo una luna en cuarto menguante. Según mi reloj, todavía quedaban aproximadamente ocho o siete horas para que saliera el Sol. “Tiempo de sobra” pensé, mientras giraba mi cuerpo y dirigía mi mirada a la puerta de la habitación, esperándola.

Decidí hospedarme en dicho hotel varias noches porque me encontraba haciendo unos negocios bancarios en la zona, y me resultaba bastante incómodo recorrerme todo París noche sí y noche también. Al final, terminé por buscar hoteles por la zona, y entre todos resaltó este. Ya habían transcurrido dos de los cuatro días de estancia, pero la habitación me seguía resultando extraña y me constaba hacerme a ella. “Estúpideces” me respondí a ese pensamiento. Giré de nuevo mi cuerpo y reposé mi cuerpo sobre la imnesa cama, con sus colchas bordadas en seda acariciando mis manos desnudas.

Esperaba alguien, sí. Una mujer. La había conocido en la recepción. Aunque estaba seguro, apostaría por que fuera una humana, pues no me había demostrado ningún rastro de anormalidad. Sencillamente, dije: “Espera a alguien, madame”. A partir de ahí, comenzamos a charlar y finalmente dije: “Habitación 673, toque tres veces en la puerta”. Me levanté y me fui de la escena. Volví a contemplar mi reloj y el tiempo seguía transcurriendo. “Las buenas mujeres se hacen de rogar”. Y esa mujer era Reika, Reika Roux

Finalmente, oí tres suaves golpes en la puerta de la habitación. Me levanté, y con paso firme y decidido, abrí el suave pomo de la puerta. Esta crujió tras de sí.
-Veo que no se ha echado atrás, madame –comenté, esbozando una seductora sonrisa al verla. Acto seguido, la tendí la mano – Si me permite …

por **Reika Roux** Lun Oct 01, 2012 10:48 pm

Ahí estaba yo, sentada en uno de los sofás de la recepción del Hotel des Arenes, tratando de mantenerme lo más discreta posible oculta en mi abrigo, ese que Alexei me había regalado tras una noche en mi casa con inspección de armario incluida. Me negué hasta el cansancio, pero un día llegó de repente con el paquete, y no pude hacer más que aceptar y agradecer a visibles regañadientes que le provocaron una carcajada al rubio. Odiaba que me ayudaran de esa forma, pero la gente tiene esa manía de hacer justo lo que no quieres que hagan, tal y como ahora.

Sí, me habían dejado plantada. Un cliente me había citado para una “reunión” lejos del bullicio del burdel, y cuando pregunté por él resultó que se había ido. ¡Condenada suerte! Suspiré por la impotencia, y mientras pensaba cómo volver a casa en soledad y casi sin dinero un varón se acercó a mí, quizás por lástima, misericordia, o porque se sentía solo. Desconocía sus motivos, pero empezamos a conversar y a congeniar, tanto así que me invitó a su habitación. Le vi alejarse con una sonrisa y medité un rato la situación: se notaba que era un inmortal con dinero; y podía pasar la noche con él o arriesgarme a un asalto a medianoche. ¡No tenía dónde perderme!

Subí cubriéndome el “trajecito” con el abrigo y toqué la puerta las tres veces, siendo recibida por él y su sonrisa de conquista. Yo tenía la mía, así que no dudé en usarla cuando extendí mi mano hacia la suya – No suelo echarme atrás ante ninguna situación, monsieur. No va conmigo. – Terminé dándome algo de amor propio con un guiño.

por **Gazel S. Umbrimber** Mar Oct 02, 2012 3:37 pm

Observé a Reika con la mirada clavada, intentando analizarla, recorriendo con mis ojos su cuerpo de arriba abajo. Ella no era una mujer demasiado alta, quizá llegaría al metro setenta y cinco, o quizá incluso menos. Poseía un cabello moreno oscuro, con un peinado informal y corto, que hacía que varios mechones le cayeran de la cabellera en varias trayectorias. Sus ojos, marrones oscuros, tenían una mirada penetrante y seductora, transmitiendo una gran fortaleza. Intuía que Reika no era de esas chicas que se derrumbaban con facilidad, ya fuera por su oficio o por su lenguaje corporal. Iba ataviada con un abrigo bastante amplio e indiscreto, por lo que suponía que llevaría algún otro tipo de vestimenta debajo de este. Sus pies acababan en unos prominentes zapatos de tacón. A decir verdad, la chica infundía seducción y lujuria, era realmente bella. Llevaba el erotismo a flor de piel, en sus ropas, en su mirada, en sus movimientos, en la manera en la que sus labios se mueven al hablar. Todo. Y, por lo que había sabido comprobar, valor no le faltaba.

Con la mano de la señorita Roux entrelazada con la mía, la invité a pasar. Vi como entró con sutiles y provocativos movimientos y me dedicó un guiño de su ojo izquierdo, mientras mantenía una sonrisa valiente y una manera seductora, que veía reflejada en mis propios ojos. Mientras mantenía su mano en mi poder, no pude evitar usar ese contacto para entrar en sus recuerdos, saber más de su vida de una manera totalmente discreta. No me encontraba muy concentrado, por lo que no podía llegar a zonas como su infancia o sus años de adolescencia, pero su podía acceder a sus memorias más recientes. Recorrí como un ser etéreo el camino que había hecho desde el burdel donde supuse que trabajaba hasta el hotel a pie, unos diez minutos de camino. Comprobé los momentos anteriores a que yo me encontrará con ella, cuando su cliente, al parecer le había dejado plantada. Ella soltó un suspiro de impotencia, y después, se encontró conmigo. Después, todo era una carretera lineal hasta este mismo instante. Salí de su mente, y solté con suavidad su mano.

-No lo dudo, madmousielle. El valor es uno de los valores más importantes, sobre todo en una mujer –respondí, con voz melódica- y sinceramente, lo prefiero así -. Me di al vuelta y abrí un pequeño cajón del escritorio, sacando una botella de champagne que supuse que era una muestra de cortesía. A su lado, dos copas, totalmente acordes y acertadas con la situación.

-Desea un poco, señorita Roux –pregunté, con la pesada botella en la mano- parece un Dom Perignon del 92. Confió en que sea de su agrado.

Volví a perderme en su mirada, y la dediqué media sonrisa mientras me apoyaba contra la pared de la sala y servía las dos copas con habilidad. Sin separar la mirada de las dos copas, continué hablando

-Dígame, Reika, si me permite llamarla así; ¿qué la ha traído hasta este hotel? –fingí interesarme, aunque ya había recorrido esos recuerdos yo solo, con mi don -. No creo en las casualidades.

por **Reika Roux** Jue Oct 04, 2012 8:00 pm

Al parecer aquel varón sabía como tratar a una mujer: movimientos sutiles, miradas al filo de la inocencia, sonrisa seductora y una combinación de gestos y léxico que se acoplaban con perfección a su porte, cuerpo y rostro. Era un galán y sabía aprovechar sus virtudes, por lo que se podía notar. Suerte que yo también tenía lo mío y lo usaba, convirtiéndose aquello en un desafío y un desfile al mismo tiempo. Era intrigante, y a medida que pasaban los minutos me intrigaba aún más.

- Se lo agradezco, monsieur – Podía haber sido perfectamente un cumplido para acercarme un poco más, o podía haber sido una apreciación totalmente sincera dependiendo de lo que estuviera pensando de mí, pero no dejé escapar la oportunidad de agradecerle, que era el gesto mínimo y lógico consiguiente a tal intervención, repitiéndose esto después de verle sacar un vino de finísima calidad que servían también en el burdel, y que estaba haciendo furor en las tiendas de alcohol. – Es de mis vinos favoritos – le comenté con toda sinceridad, obviando el motivo del por qué. No soy alcohólica, pero el probar tantas veces aquel brebaje terminó por hacer que me gustara, como funcionaba con casi todas las cosas en la vida.

Sirvió las copas con una habilidad que no parecía natural (o que más bien parecía querer impresionarme nada más) y le oí con atención, a lo que me senté en el borde de la cama para esperar la copa y poder responder con la mayor comodidad posible – Pues…tenía concertada una reunión aquí hace más o menos media hora…-dije mirando el reloj que se encontraba clavado en una de las paredes, viendo que la tarde-noche estaba bastante avanzada ya – Pero mi comensal no se presentó, se marchó y no me avisó antes – Comenté con algo de leve resentimiento contra el susodicho, en un suspiro resignado. No le iba a revelar que trabajaba de prostituta, ¿Qué pensaría de mí?

por **Gazel S. Umbrimber** Lun Oct 08, 2012 12:47 am

Queriendo ser frío, me derrito nada más rozar tu piel.
Francisco Gómez de Quevedo (1580-1545) Poeta y Dramaturgo castellano

- Se lo agradezco, Monsieur –dijo Reika Roux, con una voz suave y melódica, con bastantes agudos por encima de la que había usado en momentos anteriores; mientras yo servía con habilidad dos copas de Don Pernigón del 1792. Ha decir verdad, era un champagne especialmente caro y especialmente raro. Estaba seguro que el hotel solo daba ese tipo de regalos de bienvenida a personas como un altísimo poder adquisitivo, pues si no, el esfuerzo no rentaría demasiado. Aunque era uno de los hoteles más prohibitivos, en cuanto a precios, de todo París, había bastantes plantas dedicadas a clases medias, lo que también era un negocio, pues era un buen lugar para pasar una o dos noches si está de paso en la ciudad parisina. Aún así, el sitio tenía bastante estilo, si daba presentes de cortesía como esos. Giré cuidadosamente la botella hasta ver la etiqueta. Escrito en cuidada letra de imprenta decía: 55% Chardonnay y 45% Pinot Noir, con 7g/l promedio. Obsequio del Hotel Des Ardennes, París. Deslicé la botella por mi mano y la dejé sobre la mesa, algo apartada. El vidrio verde emitió un leve destelló cuando pasó por la lámpara.

-Me permite –dije cortésmente, mientras le ofrecía a mi acompañante su copa, esbozando una seductora sonrisa. Ella comentó que este champagne era de sus vinos favoritos. “No me extraña” pensé, irónico. A saber cuántas veces alguien, de la clase y del poder adquisitivo que fuera, tiene entre sus manos una copa de un brebaje tan codiciado. Me llevé mi copa a la boca y caté ligeramente el champagne. La bebida produjo primero cierta aversión en mi paladar, pero después este se acostumbró a su efecto burbujeante. Este champagne, aunque resultaba suave, producía un burbujeo bastante fuerte, una seña de identidad de la marca, que causaba diversas opiniones por todos sus consumidores. A mí, sin embargo, me gustaba, era una bebida que tenía fuerza, y el alcohol que llevaba hacia efecto con una rapidez impropia.

Reika, en respuesta a mi pregunta, me respondió todo lo que yo ya había averiguado por mis propios medios. Cuando ella entró a la habitación, nuestras manos hicieron contacto, y fue lo único que necesite para introduciré en sus recuerdos más cercanos. Si hubiera estado plenamente concentrado, sabría absolutamente toda su vida, pero al ser un momento tan fugaz solo conseguí llegar a la parte externa, a los recuerdos recién procesados.
– Pues…tenía concertada una reunión aquí hace más o menos media hora… -comenzó a entonar ella-. Pero mi comensal no se presentó, se marchó y no me avisó antes.
“¡Que sorpresa!” pensé, irónico y picante. Evalué sus palabras y me di cuenta de que su versión no coincidía con la mía. Reika había pasado por alto el detalle de decirme que era cortesana. Sinceramente, lo comprendía. No sabía lo duro que podía ser, o de lo que la gente te podía tachar, pero no debía ser agradable. A mí no me importaba lo que fuera; una vez yo también estuve en la ruina, así que comprendía la situación de la mayoría de las prostitutas. En mi caso había sido diferente, pues yo había sido pobre hacia 800 años y en mi casó, me alisté al ejercito, lo que casi me provocó la muerte en bastantes ocasiones.

-¿Quién falta a una reunión y deja así a una mujer como usted? –pregunté, retórico y seductor, con una intención bastante clara.

-Y bueno, dígame, ¿Qué tenía pensado hacer en esta noche que le estoy robando, madmouiselle? –dije con voz melódica mientras le dedicaba una mirada traviesa, mientras volvía a recorrer todos sus rostros faciales. Me percaté de nuevo en su abrigo, que tapaba cualquier parte de su cuerpo mínimamente provocativa-. Por favor, póngase cómoda. No es necesario que lleve esa gabardina aquí.

por **Reika Roux** Vie Oct 12, 2012 10:38 pm

¿Por qué al verlo me importó repentinamente el hecho de que trabajase de cortesana, si por lo general no tenía problemas en revelar mi profesión? No podía estarlo mirando con otros ojos, y tan pronto… ¿O si? ¡No, no podía ser! ¡Reika, tienes que enfocarte! ¡Que no te ganen las sonrisas seductoras y la actitud coqueta de aquel hombre! Me dieron ganas de darme una cachetada para estabilizarme pero seguro aquel caballero me vería como alguien rara y se iría…y me dejaría sola en medio de la noche. Pero…¿Significaba que aquel hombre me provocaba cosas? ¿O era únicamente por lo contenida y estresada que estaba por haber perdido a un cliente? Sí, seguro era eso. No podía deberse a otra cosa.

El delicioso champagne ya estaba deslizándose por mi garganta cuando escuché aquel halago indirecto en ejecución pero bastante claro en intención, dejando ver una sonrisa sensual y agradecida, la cual desapareció sólo un poco con su par de preguntas capciosas, de las cuales pude atreverme a inferir segundas intenciones. Aparte, su mirada rozaba en el descaro, como queriendo abrir mi abrigo con los ojos. Reí haciendo girar suavemente la copa para ver moverse el blanquecino contenido y le contemplé con bastante más confianza que antes, no tenía que tener miedo; de todas formas, me estaba quedando con él para no quedarme sola, aprovechar de pasarla bien y quizás, y sólo quizás, ganar algo de dinero. - ¿Qué tenía pensado? – Me hice la que se lo estaba pensando, fingiendo alguna duda que era inexistente. – Ganar algo de dinero en lo que hago mejor – Dije con seguridad y me incorporé para acercarme hasta el escritorio y dejar la copa allí y tener mayor comodidad para desabotonar el abrigo y dejar ver aquel conjunto de tonos carmesí solicitado por mi anterior cliente consistente en un corset amarrado por la espalda, una diminuta tanga para cubrir lo evidente y una blusa de seda delgadísima, que en su conjunto dejaban muy poco a la imaginación. Me quedé contemplándole mientras me quitaba el abrigo y lo sostenía en uno de mis brazos, venciendo esos infundados temores iniciales que me habían hecho renegarme de mi persona, de lo que soy.

Ropa:

Spoiler:

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