Nathaniel Greymark

El hombre es el lobo y del lobo sed mis corderos.

La familia Greymark es una de las familias más notables de Francia debido al linaje militar que los acontecen. Poseen una villa de grandes proporciones en las afueras y diversas tierras y propiedades por más lugares de Europa. Nathaniel, es el único hijo de la familia, a pesar de tener un largo linaje tras de sí, es el único hijo que Marie pudo darle a su esposo. Factor que influyó mucho en la relación de la pareja y en consiguiente con su hijo.

Su padre Lorian Grymark, era un hombre de carácter, de facciones fuertes en su rostro y expresión dura. Su carácter era volcánico y cambiante, azaroso con el juego y dado a la bebida. En más de una ocasión, mientras cenaban. La noche le trajo con las ropas desgastadas, apestando a licor y a perfume barato de mujer. Se puso a gritar como un loco, el serivicio no se atrevía a acercarse y Marie, junto con Nathaniel, se asomaron para ver lo que pasaba. No era más que el deseo mezclado con el licor quien se proyectaba en sus ojos dejando un ápice cruel en su mirada hacia su mujer. Hacía días que no pasaba por casa, hacía días que no se sabía de él. Asi que, Nathaniel con 6 años de edad bajó las escaleras tras su madre para acercarse a su padre, el cual nunca fue especialmente cariñoso- Ramera de tres al cuarto. Ven aquí y abre las piernas- su voz áspera inundó el recibidor y mientras se acercaba desabrochándose la ropa, Marie negaba echándose hacia atrás protegiendo a su hijo, que miraba sin entender lo que pasaba. Su padre ecogió la muñeca de la mujer obligándole a mirarle a los ojos, llorando por el dolor y la situación, la vergüenza frente al servicio- No , por favor- repetía mil veces su madre, con los ojos blancos de terror, el rostro perlado de sudor y una expresión de pánico- Delante del niño no-suplicó de nuevo, pero al decirlo su padre se giró lanzándola al suelo y seaproximó al niño, que quieto miraba la escena de sus padres sin entender lo que pasaba. Le cogió del pelo castaño y le asió mirándole a los ojos, los mismos que su madre- No me mires así- le soltó una torta en la mejilla y le zarandeó del pelo- Vete- le lanzó hacia las escaleras haciendo que tropezara y cayera sobre ellas aún con los ojos vidriosos de llorar. Subió las escaleras sin rechistar y se quedó en su cama llorando.

Aquella noche había tormenta, desde entonces Nathaniel empezó a ver a su padre de otra forma. A la mañana siguiente, su madre no salió de la habitación, la doncella aseaba al pequeño y le curaba el golpe en la mejilla y el labio que marcaba un haz de sangre seca señalando su rotura. Nathaniel, al no tener contacto familiar, se desentendió completamente, pensaba que algo malo había hecho su madre para que su padre se pusiera así, que como cada semana casi se repetía la escena, solo que esta vez, el chico, se quedaba en su cuarto y por la mirilla de la habitación veía como su madre, agarraba a su madre, la violaba mientras ella lloraba.

Los años pasaban, Marie envejecía de forma más notable cada día, la soledad y la agresividad de su marido se hacían patentes, tenía alguna que otra cicatriz que con las visitas debía ser tapado con excesivo maquillaje. En cambio su padre, seguía igual. Quizás más desaliñado que antaño.

Cuando cumplió la edad suficiente y se enroló en el ejército francés, como parte de la tradición familiar su madre se pasó llorando una semana. Pero su padre, entró en la habitación la víspera del viaje y se sentó en su cama, de noche cerrada diciendo:- Ahora, si. Eres un hombre, te forjarás y verás lo peor de cada persona, defenderás no a un país sino a los intereses de unos cuantos, pero tendrás que hacerlo con valor. Y cuando lo hagas tanto si mueres como si regresas. Yo estaré orgulloso-hizo una pausa y miró a los ojos del joven adormilado- Pero si fracasas, si eres débil, si no haces honor a esta familia, Nathaniel- apretó sus labios antes de decirlo sin dudar- Te mataré con mis propias manos. Y dicho esto el hombre se levantó y se encerró en su habitación dejando al adolescente con una carga y una amenaza. Tenía que honrar a su padre. Tenía que salvarse el mismo y por supuesto quería marcharse cuanto antes.

La guerra le sorprendió, los lazos entre oficiales se estrechaban, la comida era de mala calidad pero había abundancia de vino y licores. La moral de los hombres era necesaria mantenerla, cuando sucedía un encontronazo con otro ejército. Logró con intransigencia y dedicación ascender, desde los 16 años hasta los 23. Obtuvo su carrera militar y cuando el permiso de guerra terminó y llegó la paz, de la revolución. Retornó a casa, enfundado con un traje de oficial, con siete estrellas, un bastón y una fortuna a su espalda. Se había convertido en un hombre, había vivido solo al límite, había destacado, había matado y disfrutado de lo que podía y aquel poder, le encantaba. Había diezmado la timidez de Nathaniel. Cuando llegó a su casa, sus padres lo recibieron en el porche. Su madre en una silla de ruedas y su padre sujetando un bastón de marfil y madera con el mismo porte que siempre. En sus ojos había una luz de orgullo y se aproximó hacia el joven al que sonrió por primera vez en su vida- Ahora hijo mío, estás preparado- Anunció en un susurro cuando le abrazó. Su madre elevó las manos con suavidad y lo estrechó entre ellas acercándose para cenar un beso y unas lágrimas de alegría al verle de vuelta.
Una noche de tormenta, moraba la luna llena tras el manto de nubes mediocres. Nathaniel miraba por la ventana , apoyado en el umbral semidesnudo y recordando la noche en la que su padre violó a su madre. Ahora comprendía el rencor que podía guardarla por no poder darle más hijos, el rencor de que su madre le recriminara sus acciones. Una mujer, le dijo su padre, no puede decirle a un hombre lo que debe hacer. Puede opinar, pero no puede ordenarlo. Se debatía que es lo que estaba bien y lo que estaba mal, el estómago le sorprendió en sus pensamientos y bajó la escalera de camino a la cocina donde encontró la puerta que siempre estaba cerrada rebotando por la corriente de aire. Un rayo ilumino el recibidor y las cadenas de la puerta choraban suavemente en el umbral haciendo algo de ruido. Se acercó con curiosidad y cuando alargó la mano para tocarlas algo le llamó la atención- Nathaniel- una voz de ultratumba salió de detrás de la puerta- Baja aquí- ese tono imperativo tan solo podía ser su padre. Así que bajó las escaleras y justo cuando lo hacía una doncella, joven y menuda se dispuso a cerrar con las cadenas la puerta. Nathaniel subió corriendo empujando la puerta- Abre ahora mismo- ordenó pero la doncella parecía haberse marchado- NATHANIEL- volvió a gruñir su padre desde el sótano. Las escaleras resbalaban y el olor a sangre se hacía evidente, casi táctil en el aire. Una visión espantosa surgió en un haz de luz que el rayo proyectó. Desnudo y atado con cadenas estaba su padre y en un acto reflejo, Nathaniel , se lanzó a ayudar a su padre. Que se reía como un demente- Aprende a disfrutar del don y de la vida, eren un Greymark y solo los Greymark pueden doblegarte- dijo y su voz se transformó en un grito de dolor hasta convertirse en una bestia, grande y peluda, los ojos inyectados de ira y la boca salivando por la sed de sangre. Se abalanzó sobre su hijo y le propinó un mordisco en el hombro, un mordisco cruel y severo, casi sus dientes arañaban el hueso y Nathaniel intentó zafarse pero tropezó y se desmayó cayendo de bruces con la espalda en las escaleras y perdiendo el conocimiento por el golpe.
Así fue como Nathaniel recibió su don, al que aprendió a disfrutar, conocer y doblegarse bajo él. Sus facciones se mostraron algo salvajes, su fuerza inevitablemente aumentada y unos sentidos que le hacían disfrutar de cada sensación. Vivia por y para los sentidos, tenía poder, fortuna y posición. Y eso, es lo que le importaba mantener.