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Una fábula de luna y de sol {Doreen Caracciolo} 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Emerick Boussingaut Vie Dic 07, 2012 11:36 am

"En el bosque de amor, soy cazador furtivo; te acecho entre dormidos y tupidos follajes."
Ramon Lopez Velarde



Un halcón peregrino volaba bajo el claro de luna y por sobre la tenue luminaria de las calles parisinas que a esas horas de la madrugada se cubrían de espesa bruma, llevaba entre sus fuertes y afiladas garras un ato de ropa ligera, listo para cualquier emergencia. Pero esta vez no volaba sobre los montes, ni tampoco cuidaba de un solo licántropo, pues bajo sus alas se daba espacio a una encarnizada persecución.

Tres vampiros volaban casi a ras de los tejados, ocultándose entre las sombras para vigilar de cerca a sus aliados y salvarse así de las estacas de madera que de vez en cuando salían disparadas por las ballestas asesinas de los inquisidores y surcaban el aire con sonidos silbantes y amenazadores. Su función no era luchar, ellos vigilaban y distraían, eran la carnada para la Inquisición mientras los más letales les asechaban desde las sombras, cobijados por la noche. Silenciosos y astutos asesinos que ni siquiera podían controlarse a sí mismos, pues habían perdido toda su cordura y piedad junto con la salida de la luna llena, y eso les hacía aún más letales y temerarios, mas con su inteligencia e instintos lobunos de acorralar en grupo a una única presa para hacerse de ella por absoluta sorpresa.

Nada parecía evidenciar lo que ocurría entre la niebla, el silencio parecía imperturbable, pues hasta las aves nocturnas se negaban a cantar. Era una noche de asesinos sin piedad.

Un breve grito humano, que fue extinguido casi antes de escapar por la desgarrada garganta, rompió brevemente aquel silencio sepulcral. Los vampiros escucharon atentos y fueron tentados por aquel aroma a sangre tan peculiar. Todo indicaba que uno de los licántropos había alcanzado a uno de los eclesiásticos y cínicos enemigos; «Uno menos» fue el pensamiento común de los no vivos, que gracias gracias al azar en la evolución de sus especies, habían logrado mantener su conciencia, sin embargo habían perdido la capacidad de tener hijos y disfrutar de la calidez de los rayos del sol. Ojo por ojo, decía la sádica naturaleza.

Cómanselo — ordenó en un siseo uno de los vampiros, quien bajó a corroborar la identidad del caído.

No hizo falta entenderlo, estaba en sus instintos lobunos, pues los hijos de Lycaon inmediatamente se ensañaron contra aquel cuerpo ya inerte para hacer un festín de su carne de la cual poco dejarían para sepultar. Los vampiros se relamieron tentados de participar, pero acercarse era peligroso incluso para ellos; su tarea en aquella misión no era más que velar que no se metiesen humanos inocentes en el cuadrante de cacería, atacar si acaso tenían el camino libre y arrear a los lobos hacia el bosque antes de la escapada de la luna llena. Todo estaba perfectamente coordinado, pero siempre se podían equivocar.

Un disparo, un aullido...

Una bala de plata había rozado la pata trasera de uno de los licántropos, lastimándole y haciéndole aullar de dolor, antes de que la manada temporal volteara furiosa en busca de su agresor, pero él cazador no estaba solo y, el también trío de inquisidores, comenzó a disparar ciegamente en el nombre de Dios. La niebla jugaba en favor de los sobrenaturales, cegando a los inquisidores que sólo podían guiarse por su oído perspicaz y la agudeza de instinto.

Los lobos se dispersaron, huyendo cada uno en una dirección propia, mientras los vampiros se apresuraban en seguirlos para no perderles la pista, pero un lobo en huida corre aún más deprisa y entre las sombras se pierden con mayor facilidad. Todos, excepto el licántropo blanco que sólo se favorecía por el vaho tupido de la niebla y era vigilado con mas viabilidad.

Aún hambrientos y tentados por el aroma de la sangre que ellos mismos habían derramado, no se alejaron mucho del lugar, mas uno de ellos pronto descubrió a una nueva víctima a quien asechar. Un gruñido gutural se esparció a través de las delicadas ondas sonoras en medio de la neblina, pronto amanecería y el escuadrón de batalla se tendría que retirar. Todos tenían los minutos contados; vampiros, licántropos, inquisidores y aquella dulce mujercita de dorados cabellos. Sólo era cuestión de segundos para ver quien caía primero.

El lobo gris se lanzó a la casería y, sólo al verle correr, el vampiro que le vigilaba se dio cuenta de la presencia de esa nueva humana a quien su aliado perseguía. Voló rápidamente para intentar detenerlo y una nueva carga de estacas le hizo tener que desviar su dirección para ponerse a resguardo y desde ahí contraatacar con un ataque sorpresa.

El licántropo persiguió a la mujer libremente y no fue el único, otro más se unió a la cacería por una calle aledaña de los suburbios, y le hicieron correr hacia el bosque que rodeaba aquel lado de la ciudad como si jugaran con ella, como si fuese la presa matar, aquella que asesinarían solo por entretención y el placer de hacerle sudar con ese aroma tan exquisito del miedo.

La mujer se internó en el bosque, podían sentir sus pasos, oler su aroma, escuchar los latidos asustados y galopantes de su corazón desbocado. Ya casi, ya casi, y de pronto... desapareció. Era como si repentinamente pareciera que se la hubiese tragado la tierra, como si la misma Madre Tierra la hubiese cubierto con su manto invisible para resguardarla de una muerte prematura.

Los frustrados depredadores olisquearon en aire en busca de su presa, pero no encontraban más que el aroma de su entorno; musgo, humus en descomposición, hojarasca y tierra humedecida por el rocío de la noche, madera mojada, el aroma característico de las pinaceas, uno que otro animalejo asustadizo, y de pronto... sangre...

Los lobos se lanzaron de nuevo a la carrera y el tercero también se les sumaba, perseguido de cerca por su vampiro vigía que también fue atraído por el irresistible y peculiar aroma a oxido de tan exquisito afluente humano. Todos corrían y gruñían con fiereza, quien llegaba primero, quien cogía la mejor parte, quien disfrutaba de los últimos latidos de su corazón con el cuello de ella partido entre sus fauces, quien.

Pobre y delicioso postre de aquella movida velada al que demasiado pronto se le acabaría la vida.




Última edición por Emerick Boussingaut el Mar Ene 08, 2013 11:34 pm, editado 2 veces


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Mensaje por Doreen Jussieu Lun Dic 10, 2012 9:46 pm

“Conozco un planeta en el que vive un señor muy colorado.
Nunca ha olido una flor. Nunca ha contemplado una estrella.
Nunca ha amado a nadie. Nunca ha hecho otra cosa que sumas.
Se pasa el día diciendo, como tú: “¡Soy un hombre serio! ¡Soy un hombre serio!”, lo que le hace hincharse de orgullo.
Pero eso no es un hombre, ¡es un hongo!.”
El principito.

No había felicidad sin dolor, la tranquilidad, el progreso, y la armonía que las últimas semanas tenía París, o al menos lo que ella podía percibir, tenía un trasfondo sangriento. Parecía ayer cuando las filas de la revolución se estaban formando, dónde las sonrisas e incluso la esperanza permanecía, sin importar las bajas. Ella siempre preocupada por alimentar a sus hermanos de causa, pendiente de dejar camas cómodas, cálidas y limpias, dispuesta a sacrificar noches de sueño participando en reuniones dónde la mente era la única que se distraía, pues incluso el cuerpo se mantenía al pendiente de un ataque. Su felicidad se había destruido cuando vidas habían partido… ¿A dónde? ¿Al cielo? ¿Al infierno? ¿Acaso existían esos lugares? La joven soñaba que el primero existía, que sus personas queridas vivían en ese lugar lleno de felicidad, prosperidad y paz, pero pensar en lo bueno atrae lo malo, y es cuando sus interrogantes más dolorosas se asomaban. El miedo se apoderaba de su cuerpo, no se necesita ser la mujer o el hombre más listo para percibir el miedo que ella emanaba de la incertidumbre, pero la vida sin un miedo que romper no puede ser llamada cómo tal. Barreras que romper, después de ser cuidada cómo un tesoro, por más de una persona, ahora se encontraba sola, enfrentándose a un mundo lleno de bestias sobrenaturales, y humanas, negar que tenía personas que aún se preocupaban y la amaban sería un pecado, pero esa era la cruel realidad, debía enfrentar su presente y futuro sola, sin importar qué.

Pensar, pensar, pensar… Suele ser un don que todos poseen, pero que en realidad, pocos lo toman en serio, cómo un privilegio. Las ideas son aquellas que no se compran, y nadie soborna, no cuando la sinceridad de un ser existe en su interior. En ella existía tal don, procuraba tomarse el tiempo en el día para pensar demás, y por eso aquella noche no sólo recordaba, también pensaba. Ahora tenía un presente un poco más solido gracias a las regalías que un viejo amigo le había dejado, pero también su futuro podía romperse en cualquier momento sino se encontraba pronto. La rubia era consiente que no se conocía, no del todo, pero quienes se acercaban a ella sabían leerla, comprenderla, y conocerla cómo ella misma no lo hacía. Permanecer encerrada no le venía nada bien, sin importar sus cadenas personales, si espíritu exigía libertad. Ya tenía propiedades para poder vivir con tranquilidad, pero se aferraba a dormir en el molino trasero de una iglesia, ayudando a quienes no tienen esperanza, eso la cerca de aquellos que se habían ido, pues el recuerdo permanecía en los rostros ahora socorridos. Dos meses con exactitud llevaban sin salir de aquel lugar, y ya le pesaban, se sentía ahogar de muchas maneras, cómo cuando recibes un golpe en el estomago, o cuando la presión del pecho no te deja aspirar el aire fresco, la joven sin importar los peligros y riesgos saldría, se asomaría a esa noche maldita, que esconde el amor de amantes prohibidos, pero al mismo tiempo la crueldad de criaturas sedientas.

Ella no perdería una costumbre muy graciosa que tenía. Incluso con ojos vigilando su figura buscaba la manera de escapar entre las sombras, y al hacerlo, una sonrisa traviesa y cómplice la acompaña, cómo un pequeño niño haciendo una travesura inocente, impidiendo que sus padres descubran aquel acto; cuando todos dentro de la iglesia, y también de aquel molino cayeron profundamente dormidos, ella comenzó a caminar con los pies descalzos por el lugar, con eso evitaría el estruendo que los zapatos por lo regular hacían. Tenía dos guardianes desde la conclusión de la revolución, pero dado que ya les sabía las mañas, no serían impedimento para escapar. Aquella noche se colocó un vestido ligero, sin necesidad de corsé, necesitaba comodidad para disfrutar de la naturaleza. Sus zapatos estaban enredados entre sus dedos, aquello parecía un plan macabro planeado de hace mucho tiempo, pero no, sólo había sido pensado desde la mañana, y ejecutado en ese momento. No salió por la puerta principal, eso sería una gran tontería, tampoco por la puerta trasera, o por la puerta de la cocina. Salió de un gran ventanal que estaba en medio de un pasillo. Sólo bastó correr el cristal, arrojar los zapatos al pasto, dar un brinco y atravesar el lugar cómo una delincuente. Del otro lado de la pared, la joven tomó con rapidez sus zapatos, y corrió con toda la rapidez y fuerza que sus piernas poseían hasta adentrarse al bosque.

Después de correr cómo alma que la llevaba el diablo, la joven descansó sobre el tronco de un fornido árbol. Recuperando la respiración. Notando todo aquello frente a ella que la tenue luz de la luna le daba oportunidad de apreciar. Ya no se sentía cansada, ahora simplemente había una gran emoción dentro de su pecho, y su corazón se lo confirmaba con el acelerado palpitar. Aún no se había puesto los zapatos, de cierta manera no los necesitaba, al haber creído en medio del campo, muchas manías de esas siempre permanecían en su persona. Comenzó a caminar de nueva cuenta, pero está vez disfrutando de la brisa fresca del otoño parisino, sintiendo la tierra fresca que en cada paso se coloca entre sus dedos, suspiraba cada determinado tiempo, todo gracias a la comodidad que sentía, pero cómo bien lo pensaba ella, su felicidad siempre se dedicaba a ser un breve rayo de luz en su vida, pues tan rápido cómo comenzó a disfrutar, todo se nubló.

Se llevó ambas manos hacía su boca, interrumpiendo que un grito, o cualquier palabra llamará aún más la atención de esos grandes animales. Si la joven había dejado enterrados algunos traumas y miedos, en ese momento se asomaban, intactos, cómo si nunca se hubiesen desvanecido. Delante de sus ojos se vinieron los recuerdos de aquella noche en que escapó de casa, cuando un lobo la atacó, dándole una condición grave durante varios días, pero dejando en su cuerpo marcas para toda la vida, llenándola de miedos e inseguridad, dejando que ella se hundiera en una baja autoestima que hasta la fecha, nadie había logrado remover. La brisa ocasionó que su olor llegara directamente a las fosas nasales del los depredadores. ¿Cuántos eran? ¿Dos? ¿Tres? Ni siquiera se entretuvo contándolos, del miedo su mirada se nubló, pero eso no la detuvo, dio la media vuelta y sus piernas se movieron incluso más desesperadas, que al escapar de la iglesia. Con sus manos tomó las telas de su faldón, ayudando a que su avance fuera más rápido, y no tuviera tropiezos que truncaran su escape. De manera sorpresiva les estaba llevando la ventaja necesaria para no ser devorada por las bestias, pero estaba consiente que no resistiría mucho tiempo más. La noche estaba por comenzar.

Un dolor punzante en la cabeza la despertó. Su boca y garganta la molestaron, exigiendo un poco de agua, movió la lengua intentando producir un poco de saliva, pero aquello no le fue posible, carraspeó intentando hacer a un lado esa incomodidad, cuando se dispuso a abrir los ojos, la luz del sol la hizo volver a cerrar los ojos de golpe, poco a poco parpadeó intentando acostumbrarse a la luz. Aquello era verdaderamente molesto. Sus ojos por fin se habían terminado de acostumbrar, con eso logró visualizar el lugar donde se encontraba, la rubia estaba atrapada en una especie de poso, notaba raíces de arboles, piedras incrustadas en la tierra, pequeños bichos. Cuando quiso ponerse de pie simplemente soltó un grito fuerte, éste a su vez retumbó en un eco gracias al lugar tan cerrado, volteó a ver su pierna izquierda tenía una aventura grande, desde su muslo hasta llegar al borde de su rodilla. Se llevó ambas a esa zona, se veía muy mal, pues aunque la sangre se hubiera secado tenía una mezcla rara a causa de la tierra. Negó repetidas veces, aquello había terminado muy mal, estaba segura que a esas alturas ya la estarían buscando, y cuando la encontraran la encerrarían, amarrarían y no dejarían volver a salir nunca más.

- ¡Ayuda! - Alzó la voz todo lo que pudo, pero también gritar le fue demoledor. - ¿Hay alguien ahí? ¡Ayúdenme por favor! - Los ojos de la joven se volvieron cristalinos, pronto aquel liquido comenzó a correr por sus mejillas. "No vas a salir de está Doreen", se dijo en su cabeza repetidas veces, pues sabía bien que sus actos a base de impulsos siempre tenían consecuencias. En ese precioso momento recordó lo que en la noche anterior había pasado; se había tomado un descanso después de tanta corrida, pero un descanso de escaso un minuto, y al seguir el camino había caído en ese hoyo en el que en ese momento se encontraba, recordó el ardor de los golpes, y el impacto, había caído boca abajo, pero la ayuda de la adrenalina desatada en su cuerpo la apoyo para ponerse boca arriba, sentándose, estirando las piernas, así hasta que por fin se quedó dormida por el agotamiento. Aquello le había ayudado de una muerte rápida a causa de los lobos, pero de seguir ahí, podría tener una muerte lenta y agonizante.


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del cual no me avergüenzo ni lo oculto. Este es mi camino, ¿dónde está el suyo?”
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Mensaje por Emerick Boussingaut Miér Dic 12, 2012 12:10 am

"Hay que aprender a ayudar a los que se lo merecen, no sólo a los que lo necesitan.
La vida responde al merecimiento, no a la necesidad."

Jim Rohn



Y la doncella corría apetitosa, exudando todo su miedo, con el faldón cogido en ambas manos para orear aún más su piel y lanzar el aroma de la hambruna salvaje y desesperada a los lobos que le seguían, cada vez a menos distancia. Ya casi podían sentirla en sus ansiosas fauces, saboreándola como un apetitoso manjar de vísceras y sueños rotos. Ya casi...

Corrían detrás de ella hasta internarse en el bosque, pero en el bosque los misterios florecen con la oscuridad de la noche y se realzan hacia el nuevo amanecer con el cantar de las aves que en ese momento estaban silenciosas. Sólo podía escucharse el sonido de las pisadas desesperadas en contra de la hojarasca y el resto de los gruñidos y respiraciones pesadas que le seguían, pero de pronto; silencio... desaparición.

¿Dónde se había metido? ¿Cómo diantres es que había desaparecido?

La mujer, única presa equivocada de esa noche, acababa de caer en medio de una trampa subterránea que había sido preparada especialmente para alguno de ellos por mano de los mismos inquisidores que ambicionaban sus cabezas mucho más de lo que les importaba proteger a los pobladores. Sin embargo, la pobre mujer, no estuvo a salvo por más de dos minutos, pues sus heridas comenzaron a sangrar delatando su ubicación y traicionándola con el aroma de su propia existencia.

Los lobos corrieron nuevamente, ahora sumándose también uno de los vampiros, pero fue un licántropo gris el primero que llegó, frenando justo a tiempo para no caer también y atropellándose con el que venía detrás. Gruñeron y se lanzaron mordiscos al aire antes de retomar su espacio personal y entonces montarse a la carga junto al lobo blanco. Estiraron sus garras e intentaron cogerla sin resultados, por lo que pronto se decidieron a saltar a aquel foso cuando el sonido de nuevos disparos y las estacas surcando el aire, en dirección a los vampiros vigías se hicieron presentes.

¡Retirada! — exclamó uno de los vampiros.

No podemos dejarlos — reclamó otro.

¡Amanece! — zanjó el tercero.

Y sin mas discusiones, huyeron los tres antes de la salida del alba, en donde todos ellos quedarían reducidos a cenizas. No tenían más remedio, los licántropos quedaron a su suerte.

Corrieron, se separaron y estuvieron a punto de volver a atacar cuando los rayos del sol traicionero anunciaron la huída de la luna, y con ella, la dolorosa transformación de sus cuerpos en ese tortuoso y sádico baile en donde todo lo que era se destruía para volver a formarse de la nada; huesos encogiéndose a mayor velocidad de la que soportaban sus órganos, garras retrayéndose al interior de sus cuerpos, músculos tensándose y quemándose hasta hacerse pequeños, pelaje desintegrándose para dejarles desprotegidos, débiles, doloridos... humanos.


*****

¡Buscadlos! ¡Deben estar por aquí! ¡No volváis a la Iglesia con las manos vacías, si encontráis a algún humano, matadlo! Pues ese será un lobo!

La voz implacable de la Inquisición resonaba a contra luz, en medio del bosque, y se fundía con un grito de dolor, proveniente de la humana, antes de que siguiera gritando, empeorándolo todo en su burda y desesperada petición de ayuda.

Se habían escondido bien, y aunque no estaban cerca los unos de los otros, se sabían a salvo, pues su aventajado oído ya les hubiera indicado de lo contrario. Cada uno huyó en una dirección diferente, pero Emerick había escuchado a la mujer y no estaba seguro de si los Inquisidores le habían escuchado también. Quiso dejarla, no era su guerra, pero sería un asesinato más que correría en el peso de su conciencia a sabiendas de que él hubiera podido hacer algo.

Corrió entre los árboles, procurando mantener el mayor de los sigilos, hasta llegar a una especie de bajo en donde pudo desatar el ato de ropa que Gealach había dejado caer sobre su regazo antes de perderse en el horizonte hacía unos minutos atrás. Se vistió rápidamente y volvió a asomar su cabeza con cuidado, antes de correr agazapado entre los matorrales en la dirección de aquella voz femenina.

¡Callaos! — le gritó, procurando mantener un tono de voz bajo, justo en el momento que frenaba al borde del foso, haciendo que cayese un poco de tierra y hojas al interior de este — Lo siento — se disculpó.

Y sus ojos inquisitivos repararon en la herida de la pierna femenina, cuyo vestido, ligero y rasgado, dejaba perfectamente a la vista. También puedo recaer en lo deplorable de su aspecto, aunque por supuesto, el suyo de seguro hacía justa competencia.

Dadme vuestra mano — le dijo sin la intención de seguir perdiendo el tiempo, cuando uno de sus oídos se exaltó, girándose casi imperceptiblemente en la dirección de las voces de sus perseguidores.

Daos prisa — le apremió, pero la muchacha pareció no estar muy convencida con su oferta ¿Acaso le habría reconocido? Se preguntó mirándose a sí mismo en un veloz examen visual, notando que su propia mano, la misma que ofrecía a la chica, tenía algunas manchas de sangre, mas no había tiempo de limpiarlas pues las voces se oían cada vez más cerca — Vamos — le exigió como una especie de soldado de alto rango — Es la última vez que os lo digo y entonces os dejaré aquí hasta que os encuentren los Inquisidores y os asesinen para no llegar a la Iglesia con las manos vacías — repitió lo mismo que había escuchado, y movió su mano para exigirle prisa, pero al parecer no estaba logrando resultados.

Resopló y se puso de pie dispuesto a marcharse, cuando el sonido de un disparo y una bala rozándole la cabeza le hizo agacharse una vez más.

¿Veis? Os lo dije... Última vez — le dijo, ya sin sentimientos de culpa y estirándole la mano una vez más, sólo le daría un segundo. Vivir o morir era ahora su decisión.




Última edición por Emerick Boussingaut el Mar Ene 08, 2013 11:53 pm, editado 1 vez


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Mensaje por Doreen Jussieu Dom Dic 23, 2012 7:33 am

El viento se adentro a aquel hueco profundo, trayendo una corriente acompañada de hojas que movieron sus cabellos rubios. Incluso aquella delicada caricia natural le parecía una gran molestia, bueno, al menos en ese estado, se sentía harta, fastidiada, y confusa al haber terminado de esa manera, se dio cuenta que pocas veces en la vida había estado con ese revoltijo de sentimientos negativos dentro de su cuerpo, pero no era tan malo, pues comenzar a lloriquear le estaba liberando el alma. Su alma había estado oscureciéndose conforme pasaban los días gracias a la soledad, pero no podía permitirse decaer más, incluso en medio de la guerra existe una luz de esperanza, en medio de sus conflictos internos, del problema en el que se encontraba en ese momento, sabía que algo podría hacer que retomara el camino correcto, la vida propia que siempre se le había suspendido. Ella había sido una especie de muerto en vida, por eso debía vivir. ¿Pero cómo podía vivir con tantas desgracias que la acompañaban a su alrededor? Lo único que la mantenía de pie era el amor que tenía dentro de su ser, que aunque no se lo otorgaba a ella, estaba segura debía dar a los demás, pues primero eran todos y al final ella, lo había entendido desde pequeña, que sus deseos, sus intereses, y sus sueños no importaban sino realizaba los ajenos, aquello era tonto, si, pero la educación en aquellas fechas así lo dictaba, y ella no podía hacer algo al respecto, sociedad mandaba, ella se sentaba a obedecer, se sentaba a ver como algunos si podían vivir a costa de los demás.

Como siempre, se encontraba sumergida en sus pensamientos, ignorando los dolores que la nublaron un momento, pero una voz le llamó su atención. Aquel hombre había aparecido cómo un ángel cuando es enviado a rescatar un alma en pena. Frente a ella se encontraba un atractivo joven que la observaba curioso, extrañado y preocupado, o al menos eso era lo que la chica de rubios cabellos pudo captar, quizás simplemente era lo que quería ver para sentirse menos vulnerable y maldita. Alguien se preocupaba por ella, un desconocido la estaba sacando del fondo del abismo, pero nada es perfecto, nada lo podía ser para ella, por esa razón el miedo volvió a acariciar su alma. La rubia reconoció aquella frente, aquellos ojos, si, esa mirada no podía ser de alguien diferente a los animales que la habían intentado matar la noche anterior. ¿podría ser él uno de sus atacantes? Se negaba a creer que su héroe personal también podía ser su verdugo, pero por más que sus corazonadas le dijeran la verdad, se engañaba a si misma dejando que la mentira se apoderara de ella, dejando a un lado la verdad. Los ojos de la joven se llenaron de lagrimas con rapidez gracias a su desesperación, ella se sentía de verdad contrariada, no quería que él la lastimara, no podía dejarse acabar por un lobo… No podía pasarle eso después de haber "superado aquel miedo" ¿Le quedaba de otra? No, no había otras opciones, nunca las había, siempre tendría que hacer sin poder tener más de donde escoger.

- Deténgase por favor, ayúdeme… - La garganta le pareció estaba por partirse a la mitad, no había ingerido ni una gota de agua desde que haba salido del viejo molino, aquello le estaba afectando verdaderamente. - No me deje aquí, no por favor, no quiero morir así, yo no hice nada, se lo juro - Le costaba hablar, le costaba incluso pedirle ayuda a alguien creía su verdugo, pero no le quedaba de otra, además, se dio cuenta que suponer no era una buena idea. Para la joven las suposiciones llegaban a ser cansinas, demasiado porque gracias a ellas se desataban grandes mentiras que terminaban en tragedias, quizás lo mejor que podía hacer era dar el beneficio de la duda a la situación. Suspiró. - Por favor - Volvió a repetir, pero está vez de forma suplicante, humillándose por completo, pero no le importaba, para ella la vida era mucho más importante que una humillación, aunque en realidad el joven se había ofrecido en ayudarle, no tenía porque sentir vergüenza. Algo de lo cual no se había percatado, es que la distancia entre ambos era considerable, y que sería casi imposible sacarla de ahí antes de que los cazadores llegaran al lugar. - Quizás lo más conveniente es que se vaya, que se salve usted - Le dice con una sonrisa tenue, imaginar que alguien pudiera morir por su culpa no era para nada algo grato.

Sólo bastó un simple parpadeo para que lo tuviera a un lado de ella. El saltó que el joven había hecho le resultó impecable, sin ni siquiera lastimarse al aterrizar, su cuerpo estaba envuelto en sus brazos, era alto, y por lo visto muy fuerte, o ella carente de peso, pues con una gran facilidad la saco de la trampa dejándola en la superficie, pronto el hombre salió de ese lugar, y la volvió a tomar con esa facilidad que hizo sentir a la chica sumamente sonrojada, no sabía que hacer, ni que decir, ni como agradecerle tales actos, simplemente escondió su rostro entre el pecho rígido del hombre, pero pronto había acelerado tanto el paso que se tuvo que sostener del cuello, dejando que ella pudiera estudiar su rostro por completo. Su rostro cuadrado, la forma de sus labios, el tamaño de sus mejillas, incluso de sus ojos, y ahí se perdió por unos momentos, la chica siempre había dejado en claro que esa era su gran debilidad. Para ella los ojos representaban las puertas al alma, al ser una artista desde pequeña, podía reconocer detalles en ellos, por ejemplo el enojo, la confusión o incluso la tristeza, pero sorpresivamente la forma de los ojos, la mirada del chico no le decían nada en concreto, por lo que sintió una gran desilusión, pues había deseado ver maldad o bondad en su expresión.

La velocidad aumento, por lo que sus brazos temblorosos buscaban aferrarse a él con la poca fuerza que tenían, iba quejándose a causa de su rodilla chocando contra el cuerpo del hombre, pero no podía hacer mucho, la estaba salvando, se estaban salvando. Lo notó, lo supo, él no podía ser un simple humano con súper poderes, no podía cargarla, correr, y parecer como si nada. Sus sospechas a cada instante se estaban volviendo afirmaciones. Ella no podría permanecer demasiado tiempo con esa incertidumbre, necesitaba saber más antes de entrar en una crisis de nervios. Se movió un poco en sus brazos intentando mirar hacía atrás, la buena suerte los estaba acompañando, pues ya nadie los iba siguiendo, ¿Y cómo iban a seguirle el paso? ¡El chico corría como una pantera, con esa rapidez y gracia asombrosa; esa velocidad no era normal, Doreen tenía más de una pregunta en la cabeza, todas ellas le estaban retumbando por el cerebro, y casi perforando el cráneo buscando la manera de poder salir a la luz. O quizás al aire, para ser pronunciadas, y explicadas para la interpretación del interlocutor. Necesitaba sus respuestas en ese momento, necesitaba escupir todo aquello que poco a poco la estaba carcomiendo.

- Deténgase ya, no nos siguen - Susurró, le asombró aquel lugar, la vista perfecta del lago reflejando la silueta del sol. Se quedó completamente anonadada, aunque sabía que eso no había sido un regalo de "hemos sobrevivido". Doreen había sido depositada en una roca grande, ahí se acomodó volviendo a soltar quejidos a causa del dolor - Me duele - Susurró más para ella que para él, pero no estaba para quejarse por su mala suerte en su primera noche de libertad - ¿Por qué me has ayudado? - Lo dejó salir sin importar demasiado si sonaba "brusca" - ¿Por qué lo has hecho después de lo que pasó anoche? - Ella no necesitaba más señales para poder entender por completo que él había sido uno de los lobos, pero ¿Cuál de ellos sería en realidad? Habían… ¿Tres? ¿Cuatro? No lo recordaba, el miedo le había borrado recuerdos de la noche anterior. - ¿Qué eres? No me vayas a mentir... Dime la verdad ¿Qué eres? - Le dice con firmeza. Doreen había aprendido algunos trucos para detectar a criaturas sobrenaturales gracias a Darcy, no podía pasar desapercibidas algunas de sus enseñanzas. En ese momento le agradeció en su interior, aunque en el momento de haber aprendido aquello le hubiera dado un miedo casi catastrófico.

Reclamarle de la nada no había sido buena idea, ni siquiera ella misma entendía en que momento había sacado el valor de gritarle de forma tan alterada al joven. Su cuerpo desprendía una especie de calor extraño, se sentía avergonzada, pero no podía pedir disculpas, no cuando sentía la gran necesidad de escuchar sus respuestas. Doreen había adquirido un tono rosáceo en sus mejillas por el sentimiento de pena y vergüenza mezclado que sentía en ese momento, pero estaba consiente que no había marcha atrás, por eso desvió su mirada hacía su pierna. Sabia que necesitaba acercarse al lago, pero después de haberle exigido una explicación en cada una de sus preguntas, no tenía cara para pedirle ayuda, por lo que optó por levantarse de forma dificultosa. Doreen soltó varios gritos de dolor, y sintió un liquido caliente caer por su pierna, volteo a verla, notando el liquido blanquecino que salía, no se pudo sostener más tiempo, y cayó a un lado golpeándose con fuerza la cabeza, cayendo inconsciente…


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"Este es mi gusto, no un buen gusto, no un mal gusto, pero sí mi gusto,
del cual no me avergüenzo ni lo oculto. Este es mi camino, ¿dónde está el suyo?”
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Mensaje por Emerick Boussingaut Dom Dic 23, 2012 6:30 pm

"Estamos hechos para concebir lo inconcebible y soportar lo insoportable.
Eso es lo que hace nuestra vida tan dolorosa y al tiempo tan inagotablemente rica."

Arthur Schnitzler



Un segundo pasó y un segundo zumbido atravesó el aire, haciéndole silbar al paso de una nueva bala más lejana, pero lo suficientemente cerca para hacerle decidir el dejarle ahí, a su suerte, mientras él salvaba su propio pellejo. Retiró su mano y se preparó para iniciar su huida, aun cuando estaba seguro de que el peso de su conciencia recaería en dificultarle el avance de su pasos.

Deténgase por favor, ayúdeme… No me deje aquí, no por favor, no quiero morir así, yo no hice nada, se lo juro — dijo la voz femenina que por fin hablaba desde el fondo de aquel agujero.

Emerick miró hacia atrás y pudo ver las siluetas de los inquisidores acercándose a distancia; ya no quedaba tiempo, no quedaba, no podía salvarla sin el riesgo a morir él también, tenía que irse, tenia que hacerlo, quizás los salvajes cazadores de la iglesia si se compadecieran de ella.

Por favor — volvió a resonar la voz, con aún mayor claridad a causa del eco de su conciencia.

Se maldijo a sí mismo con la peor de las maldiciones, y sin detenerse a pensar en nada se lanzó de barriga al suelo para estirar su mano hacia ella con el mayor de sus alcances, dándose cuenta de que era realmente imposible si la mujer no saltaba y al parecer no estaba por la labor, lo que le provocó ganas de dejarle de nuevo. Se había molestado, pues jamás había imaginado que sus heridas tuviesen realmente la gravedad para impedírselo. Una vez más estaba equivocado.

Quizás lo más conveniente es que se vaya, que se salve usted — le dijo ella con la mayor de las ingenuidades mientras el enemigo se acercaba cada vez más.

¡Mierda! — exclamó con rabia e impulsividad lobera, al tiempo que golpeaba el piso y en un dos por tres se dejaba caer a su lado, dentro de aquel mismo foso oscuro y maltrecho.

Le tomó con prisa y sin el menor de los miramientos, tenía miedo, se les estaba acabando el tiempo y, además, tenía rabia, de ella y con ella. Le subió hasta la superficie, o mas bien le lanzó hacia ella, prácticamente sin advertencias previas ya que en menos de un segundo él también estuvo a su lado, desde donde la cogió de nuevo, sin siquiera volverse a mirar a sus atacantes y simplemente corrió en la dirección contraria.

Le hubiese gustado dirigirse hacia el pueblo y perderlos entre la gente, pero los inquisidores habían sido más astutos y prácticamente les habían cortado el paso. Tuvo que cambiar de dirección bruscamente en dos oportunidades y correr, correr, correr como si sus pies en verdad estuviesen poseídos por el demonio. Se internó más aún en el bosque, era su única salida segura, y continuó corriendo; a través de los árboles y la hojarasca, de los arroyos y los animales que bebían de sus aguas y corrían despavoridos al sentir el trote de aquel intruso que sólo corría por salvar su vida y aquella, la que llevaba en sus brazos.

Iba sumamente concentrado en el camino, en perder a sus enemigos, que si bien era consciente de todo lo que les rodeaba, no pudo ser consciente de lo más cercano que tenía; la curiosa mirada de la mujer que descansaba en sus brazos sin saber si temerle o sentirse salvada. Sólo le escuchaba quejarse, pero pensaba que lo hacía de quejica y pronto sus quejidos pasaron a formar parte del paisaje que él mismo catalogaba como poco peligroso y, por ello, también poco importante.

Deténgase ya, no nos siguen — ordenó ella como si acaso fuera su ama, mas Emerick se detuvo de todos modos.

El paisaje era realmente propicio para una parada y pensaba dejárselo en claro, de que no se había detenido porque ella lo había pedido sino porque él realmente pensaba detenerse, era parte de su orgullo inmaduro aún no controlado. El lago, por su parte, brillaba esplendoroso, con el reflejo de los rayos luminosos que el Astro Rey les regalaba en los meses de verano.

Dejó a la joven descansar sobre una roca plana y le dio la espalda para acercarse un par de pasos a la orilla del lago, con la intención de beber de sus aguas, cuando ella volvió a quejarse. Se detuvo y se giró sólo un poco, lo suficiente para mirarle de soslayo sin demasiada atención, pero ella se la arrebató de todos modos, focalizándola en ella y en sus luminosos ojos verdes.

¿Por qué me has ayudado? ¿Por qué lo has hecho después de lo que pasó anoche? — le dijo ella, haciendo que al Duque se le abrieran los ojos de par en par, como si la mujer acabase de decir el peor de los improperios — ¿Qué eres? No me vayas a mentir... Dime la verdad ¿Qué eres? — le exigió ella con total decisión.

Lo sabía, ya lo sabía y no había duda de ello ¿Qué hacía entonces? ¿Lo negaba y le dejaba ahí sola, a su propia suerte y sin ningún tipo de ayuda? No, aquello era tan brutal como entregársela a los Inquisidores y por tanto era algo que no estaba en su naturaleza. Él, por muy licántropo que fuera jamás podría asesinar a conciencia sin motivos de supervivencia de por medio, ni aún cuando fuese de ese modo tan sutil y poco certero como que la suerte se encargara de ella.

Apenas había abierto la boca para responder, cuando la muchacha observó su pierna y él lo hizo con ella, cayendo por primera vez en real cuenta de la gravedad de sus heridas. Le contempló alarmado, e iba a acercarse para examinarla más de cerca y tomar así una resolución, cuando ella comenzó a levantarse por sus propios medios para acercarse tambaleante al lago. Emerick dudó, quería ayudarle, pero ella parecía temerle y con motivos irrefutables, mas no hubo tiempo de discutir nada, pues gritos le apremiaron en su ayuda, pero antes que pudiese llegar a su alcance, la chica cayó al suelo y se golpeó la cabeza.

Un segundo hubo en el que el hombre quedó helado, mirándole expectante por si en verdad había una reacción, pero nada pasó. Se acercó a ella lo que le faltaba por llegar y lo primero que hizo, antes de arriesgarse a moverla siquiera, fue tomar el puso de su cuello y comprobar que aun respiraba. Soltó un suspiro de alivio y se arrodilló cercano a su cabeza para moverla con cuidado y revisar el costado que había recibido aquel duro golpe.

«Tan frágiles» pensó al ver su herida, refiriéndose específicamente a toda la raza humana en general, pues ese era su mayor trauma, la fragilidad de sus cuerpos y la facilidad con la que podían llegar a morir sin ser capaces de oponer la menor de las resistencias. Los odiaba y temía por ello, tanto como se odiaba y temía a sí mismo por saberse capaz de asesinarles sin siquiera tener la intención.

Le observó entera, intentando adivinar sus golpes y revisando cada uno de los huesos que pudieron tener oportunidad a fractura, corroborando que al menos por ese lado estaba todo en orden. Sólo entonces se creyó capaz de tomarle en sus brazos y acercarle al lago para lavar sus heridas con agua directa, mas pronto le llevó a la sombra de los árboles y él regresó al estanque al tiempo que se sacaba la camisa y le miraba con detenimiento para calcular su mejor uso posible, pues no estaba dispuesto a seguir cediendo parte de su ropa; bueno, siempre que no hubiese emergencias. Troceó la prenda en los trozos que creyó pertinentes y empapó dos de ellos para regresar hasta la dormida mujer y aprovechar su inconsciencia de la mejor manera. Sabía que aquello dolería y poco lo soportaría si estuviera consciente, y por ello fue que tampoco se apresuró en despertarle.

Se acomodó a un costado de su rodilla lastimada e infectada, y tras respirar profundamente, comenzó a presionar los bordes de la herida, para hacer salir el pus de su interior y dejarle lo más limpia posible. Apretó una y otra vez hasta sacar sangre limpia y le limpió cono uno de los trozos de genero antes de vendarle con uno seco, y entonces dedicarse a limpiar la herida de su cabeza, cuando el chillido de un halcón le hizo levantar la mirada y sonreír.

Gealach les había encontrado y al parecer no venía sola. El ave aterrizó a un par de metros de distancia y se encrespó peleando con su presa que aún pataleaba e intentaba zafarse a costa de rasguños, patadas y mordiscos.

Buena chica — volvió a sonreír Emerick, que también se puso de pie para acercarse y ayudarle con captura.

Rápidamente agarró al conejo de las patas y lo alzó para azotarlo contra el suelo y golpearle la cabeza. Demasiado salvaje para alguien proveniente de su real cuna de oro, pero era parte de las cosas que había aprendido en sus años de huída, tras haber asesinado a su esposa y escapar de sí mismo sin nada más que su fiel plumífera compañera.

El conejo inmediatamente dejó de moverse, la vida se había escapado de su cuerpo tan pronto como el lobo se había hecho de la presa y ambos depredadores le observaron con atención. Emerick buscó entre su piel, los tajos que de seguro había dejado el halcón con sus garras e introdujo sus dedos en éstos para rajar su piel y a sangre fría comenzar a desmembrar sus partes, dándole al ave todas las entrañas y aquellas zonas que los humanos poco podían aprovechar. Pronto tuvo un par de presas limpias y listas para cocinar, por lo que se lavó las manos y dejó la carne sumergida en el agua y sujeta por un par de piedras para que no la robasen otros animales ni tampoco se acercasen los insectos.

Cuidadla — le dijo al halcón mientras apuntaba a la chica.

No se alejó mas de diez metros a la redonda en busca de leña seca y pajilla suelta para poder improvisar una fogata. Todo sea por el respeto a las damas, pues bien sabía él que era capaz de comerse la carne cruda, pero esa tarde había una invitada para cenar. Así alistó el fuego, a la sombra y cerca de la chica mientras hacía girar una rama sin parar sobre una roca horadada y con un poco de paja seca sobre su superficie. Pronto tuvo la yesca encendida y la avivó cuanto pudo con su propio aliento, hasta que comenzaron a formarse las primeras llamas de la hoguera y sonrió satisfecho.

Cogió otro par de palos, con forma de Y y los puso a ambos extremos de la fogata para poder sostener ahí la rama más larga, que llevaría la carne ensartada.

No tenemos sal, cabeza de pollo — le dijo al ave que le observaba atenta, como si todo aquel ritual fuese uno de sus espectáculos favoritos — Hoy comeremos sano.

Fue entonces cuando la rubia se movió por primera vez y Gealach chilló y aleteó del susto, haciendo que Emerick le hiciera callar con un imperativo arrullo. El hombre le observó y giró el madero de la carne una vez más, aunque sin quitarle los ojos de encima mientras ella parecía recobrar la conciencia.

Buenos días, cielo. La cena está a punto — rió brevemente por su propia ironía y se levantó para ponerse de pie e ir al lago a recoger agua limpia entre sus propias manos, que bien apretadas con su fuerza lobera podrían contener el agua por más tiempo, pero no así una eternidad, por lo cual se apresuró en regresar y volver a arrodillarse junto a la mujer — Bebed... Vuestros labios están secos.




Última edición por Emerick Boussingaut el Mar Ene 08, 2013 11:53 pm, editado 2 veces


"El hombre es un lobo para el hombre."
Thomas Hobbes

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Mensaje por Doreen Jussieu Dom Dic 23, 2012 10:06 pm

La obscuridad se apodero de ella, sintió que caía por una especie de caída sin fondo, pero había llegado al final, golpeando su cuerpo cual costal de papas, en medio de la oscuridad podía observarse a ella misma, corría de su casa, corría con fuerza, sus lagrimas caían mientras avanzaba, escuchando a lo lejos la voz de su madre arrepentida, y su padre enfurecido, pero ella ni siquiera volteaba hacía atrás, simplemente seguía. De un momento a otro pudo notarse cansada en medio del bosque, y después siendo rondada por una criatura de cuatro patas y mucho pelo alrededor de su cuerpo. Doreen en medio del desmayo estaba recordando su peor pesadilla, aquello que le daba miedo, y no la había dejado descansa por mucho tiempo, algo que creía superado pero que sin duda ahí estaba, oculto y dispuesto a salir; El lobo no esperó más tiempo, le cayó encima, y comenzó a morderle a un costado, dejando cicatrices grandes en la piel nívea de la joven. Casi a punto de morir el animal volvía a su forma humana, y la llevaba a un lugar apartado, curando sus profundas heridas, vigilando sus letargo, cuidando de su salud, y dándole sorbos de agua para mantenerla hidratada, en ocasiones la joven se ahogaba en medio de la inconsciencia, otras veces balbuceaba cosas, que nadie entendía, pero al final, pudo regresar en si misma, notando todo aquello que estaba a su alrededor, atando cabos, y adentrándose al mundo extraño de los seres sobrenaturales, conociendo que existía, y que podía ser peligroso. Ahí los demonios de Doreen también se desataron, creando a una joven insegura, creyéndose una completa débil, e inútil que ni siquiera se podía cuidar ella misma.

En medio del desmayo, las lagrimas se hicieron presente en su rostro, dejando que corriera el liquido transparente por su mejilla, eso fue un incentivo para hacerla despertar, la chica comenzó a moverse muy contrariada, sintiendo mareo, llevó ambas manos a su rostro para sostenérselo, pues ella creía no podría aguantarlo sola. Incluso aunque aquello fuera natural. Su garganta le ardía un poco más que en el amanecer, parpadeó para acostumbrarse a la luz. La voz, aquella voz se le hacía lejana, pero la conocía, si, debía conocerla. La chica por fin se acostumbró a la luz del sol, se quiso mover pero le fue imposible, así que mordió su labio inferior evitando soltar un grito. Observó al joven, quien parecía muy primaveral con la falta de su camisa. Parpadeó de nuevo sin poder creer que aquello era cierto, su sueño se había vuelto realidad otra vez, la noche anterior no sólo había sido una pesadilla, había pasado de verdad, de nuevo lobos la habían atacado, de nuevo había estado a punto de perder la vida a causa de esas criaturas. La palabra "cielo" la hizo sentir nerviosa, mucho en realidad, y verlo acercarse provocó que quisiera salir huyendo, pero cuando su cuerpo se quiso ir hacía atrás, el tronco del árbol la detuvo. Lo tenía a su altura, y sin embargo desvió la mirada imposibilitada de verlo directamente a los ojos, mucho menos con aquella falta de prenda, dejando ver un cuerpo muy bien trabajado, pero no estaba estudiando eso, sólo lo notó por la simple vista que le estaba dando.

- ¿Por qué haces esto? - Preguntó de forma entrecortada, aún muy nerviosa y contrariada por la situación. El rostro de ambos se encontraba a la altura, la mirada de Doreen estaba sumergida en los ojos del humano, quien parecía bastante tranquilo. Desvió entonces la mirada al pequeño poso de agua que había hecho el chico con las manos. Frunció el ceño, y primero dudo lo que estaba viendo, pero pronto acercó sus labios para beber de manera acelerada, se sentía muy necesitada, pronto se la termino toda, y relamió sus labios dándole un poco de ese liquido vital. Sintió que su cuerpo tembló relajado, y emocionado por recibir algo que le diera un poco de energía. Le miró sonriendo de forma tímida, bastante agradecida por la acción, pero no dijo nada, simplemente se limitó a sonreír de forma tenue. Recargó su espalda en el tronco del árbol, ella se sentía cansada, mucho, incluso después de esa "siesta". Quizás las emociones que acababa de experimentar la noche anterior la habían terminado dejando de esa manera. - Gracias - Susurró muy suave, sólo lo había hecho por que le habían dado agua, no sabía todo lo de más que había acontecido. ¿Le habría respondido las preguntas que anteriormente le había exigido responder? Quizás si y no recordaba, o quizás no por haber caído desmayada.

- ¿Qué ha pasado? - Preguntó tímida, con un tono de voz ligeramente curioso y sensual. Lo último no a propósito, más bien, por naturaleza comenzaba a brotar. Quiso mover su cuerpo para ponerse de pie, pero el dolor de la pierna volvió, dejando no tan fuerte como antes, pero había vuelto. Suspiró ya pudiendo soportarlo - ¿Cómo hemos llegado aquí? - Volteo a ver su pierna, notó el dobles, y recordó la playera del chico, sintió cómo se sonrojaba un poco, ¿El le había tocado la pierna? Pensar en eso la puso a hiperventilar, desvió la mirada con el deseo de no sentir tan de cerca su rostro, aquella cercanía no era conveniente - ¿Lo hiciste para mi? ¿Tú me curaste? - Le miró, Doreen estaba teniendo una escena parecida a hacer mucho tiempo, pero notó que tenía cosas que le hacían sentir segura, por ejemplo, que la hubiera salvado, y también que la hubiera cuidado. - Aún no entiendo cómo has hecho eso si estabas por matarme… ¿No es así? - Más valía que dejarán las cosas claras en ese momento, Doreen necesitaba saber si estaba luchando contra sus miedos, relamió sus labios deseando beber un poco más de agua. - Gracias de todas formas, por cuidar mis heridas. - Le sonrió y se movió intentando alejarse de él nerviosa.

- ¿Tú hiciste la cena? - Observó al cielo, notando que la luz del sol comenzaba a ocultarse. Suspiró y se tomó de su cuello para levantarse - Perdón - Dijo tímida y se puso de pie como podía - ¿podrías llevarme al lago? Necesito mojar mis prensa, y mis brazos, siento que voy a quemarme - El calor de su cuerpo estaba demasiado elevado, estaba por quemarla en realidad, necesitaba refrescarse, distraer su cuerpo de aquello que le estaba causando un mal. El joven la ayudó a moverse - Lamento ser una molestaría - Le repitió mientras avanzaban hacía el lago, la joven lo abrazaba con fuerza, pero sentía ligera vergüenza por la cercanía, por la falta de prenda de él, y por las ropas ligeras que ella poseía. Doreen sentía la temperatura caliente desbordar del cuerpo del hombre. Suspiró - ¿Eres un licántropo, no es así? - Soltó de la nada, soltándose cuando llegaron a la orilla del lago. Se dejó caer en el agua con cierta torpeza, pero no se lastimó, lo había calculado bien - Lo sé por tu temperatura, lo sé porque que me encontraste después del ataque, lo sé por tus manías… - Le voltea a ver - No eres el primero que conozco, por eso te he descubierto - Suspira - Eres uno de los que me atacó anoche - Terminó por decir con el animo bajo.


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Mensaje por Emerick Boussingaut Mar Dic 25, 2012 10:53 am

"No se debe juzgar a los hombres por su fisonomía, sobre todo, sin ponerlos a prueba."
Napoleón Bonaparte



Quiso sostenerle de la espalda para ayudarle a soportar su propio peso mientras bebía del agua, pero le faltaba una tercera mano para hacerlo y por ello tuvo que valérselas por sí sola. La mujer parecía incómoda, no era difícil predecir que era a causa de su escasez de vestimenta superior, pero había sido por su culpa y tampoco pensaba darle explicaciones, o al menos no aún.

¿Por qué haces esto? — preguntó ella, aún resistiéndose a beber.

Porque lo necesitáis — le respondió breve y directo — Bebed — le apresuró acercándole el agua a la boca.

Le regresó la mirada cuando ella lo observó y esperó con paciencia hasta que finalmente bebió, apurando el líquido transparente a su boca tal y como él lo había pronosticado. Estaba deshidratada y le hacía falta el agua, por eso mismo fue que cuando ella acabó y volvió a mirarle para sonreírle, él separó sus manos y le mojó el rostro con la humedad que quedaba sobre sus palmas y se puso de pie nuevamente, ignorando por completo aquel “Gracias” tan escueto.

Quería llevarle otro poco más de agua, pues sentía que la joven lo necesitaba, mas su pregunta hizo que se detuviera y volteara hacia ella nuevamente, sin siquiera haberse alejado demasiado. Ella intentó incorporarse y por ello se obligó a regresar tras sus pasos para ayudarle a sentarse sobre el suelo, pero se detuvo al ver que podía sola, mas permaneció agachado a su lado, esperando a ver si deseaba levantarse. Parecía que tuviese los labios sellados y se negara a dar respuestas a menos que fuesen necesarias; si ella desconfiaba de él por sospechar que fuera un licántropo, él también sospechaba de ella porque sabía que era una frágil humana que por creer que así se salvaría el pellejo y haría un gran bien, podría develar su verdadera identidad a los cuatros vientos sin que él siquiera se sintiera capaz de hacer nada en su contra.

Ella siguió preguntando y él desvió la mirada, como si quisiera transmitirle de eso modo que no estaba dispuesto a responder sus preguntas, mas volvió a mirarle con el entrecejo fruncido cuando ella le explicó que no entendía su ayuda cuando había sido él quien por poco le mataba.

«No hay de que, sería incapaz de comerme una presa herida» estuvo a punto de soltarle cuando ella le agradeció por curar de sus heridas, pero se calló la boca. Aún a pesar de todo lo borde que deseaba ser, había algo en ella que le provocaba cierto sentimiento defensor, era como si su fragilidad y timidez se entremezclaran para hacer una pasta de ingenuidad extraña y desconocida, que poco se asemejaba a la ingenuidad de los niños, pero que del mismo modo que ellos, despertaban en él aquel espíritu protector que aún no estaba dispuesto a revelar.

Enarcó una ceja al escucharle mencionar la palabra cena. ¿En verdad sería una cena para ella? Él sólo había estado bromeando al respecto y ahora ya no entendía si ella había adoptado aquel apelativo para ser cortés, porque en verdad para ella lo fuera o porque era de las que satisfacía con tan poco. ¿Quién era la mujer que tenía en frente? Sin duda alguien muy diferente a todo lo que había conocido hasta ahora y por ello comenzaba a resultarle sumamente curiosa.

Ella se sujetó a su cuello y aquello bastó para que él se acercara aun más, como si ese lenguaje mudo no necesitara de palabras para entender que debía ayudarle a ponerse de pie. Le tomó de la cintura y le ayudó a pararse con el cuidado de un enfermo a quien sabe que le duele todo. Lento y pausado a su propio ritmo y sin apresurarla a soportar algo para lo que aún no estaba preparada. Le miró mientras le molestaba, con su rostro aún más cerca del suyo y memorizó en su cabeza cara poro, cada recoveco y marca imperceptible a los ojos humanos. La mujer era dueña de una belleza muy particular, aquella que no se veía en las altas clases de donde él estaba acostumbrado; su belleza era sumamente natural e imperfecta, como si fuese tallada por el propio tiempo en ayuda de la madre tierra, no por cremas ni otros secretos femeninos, sino por la misma evolución de sus vivencias. Tenía el aspecto suave de la fragilidad, pero a la vez la misma firmeza de una vida llena de altibajos, el rosado de la falta de experiencias y el brillo de la pureza.

Claro — respondió de forma breve, pero hablando por fin, cuando ella le pidió ayuda para llevarle al lago.

De pronto se había olvidado de su desconfianza, pues parecía demasiado ocupado analizándola como un verdadero lobo curioso que quiere entender porque una cosa tan insignificante como ella se le hacía tan atrayente.

No lo sois — volvió a responder cuando ella se disculpó por ser una molestia.

Sus respuestas eran breves, pero ahí estaban, saliendo curiosas de sus escondites como si pensaran de pronto que el peligro ya había pasado: cautelosas y desconfiadas, saliendo a poco de forma natural para mostrarle a él como realmente era. Pero bastó solo una nueva pregunta para hacerles esconder por segunda vez:

¿Eres un licántropo, no es así?

Emerick la miró perplejo, acaba de desnudarle por completo, dejándole ahí, bajo el foco con toda su verdadera esencia y sin más protección que su propio silencio. Prácticamente no se dio ni cuenta de su caía, probablemente en otras circunstancias se hubiera reído de ella y hasta le hubiese tirado un poco de agua por la cara, pero no ahora, no cuando estaba aún helado de la impresión y el no saber como actuar ni el que decir, y es que ¿qué hacía ahora? ¿Se lo negaba y trataba de engañarle de algún modo?

Lo sé por tu temperatura, lo sé porque que me encontraste después del ataque, lo sé por tus manías… No eres el primero que conozco, por eso te he descubierto. Eres uno de los que me atacó anoche — le dijo ella, arrancándole de cuajo todas sus posibilidades de evasión.

Sabéis tanto y tan poco — le respondió secamente y con el ceño fruncido antes de empuñar una de sus manos como si de ese modo se aguantara la rabia de decirle tantas cosas hasta hacerle ver como una verdadera ignorante — No tenéis idea de lo que somos realmente — agregó por fin aceptando ante ella, de manera directa, su licantropía — Juzgáis a todos como las criaturas que son: “Vampiro; asesino”, “Licántropo; asesino”, “Brujo; asesino”... ¿y el humano? ¿Qué acaso no es también un asesino?... Ni siquiera os dais el tiempo de conocer la clase de personas que podemos llegar a ser: “¿Por qué haces esto? ¿Lo hiciste para mi? ¿Tú me curaste?” — repitió sus propias preguntas — ¿Tan difícil os resulta creer que alguien como yo es capaz de hacer algo por vos? — le preguntó con desagrado y negó con la cabeza — No, definitivamente vos no tenéis idea.




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Mensaje por Doreen Jussieu Mar Dic 25, 2012 4:06 pm

El silencio puede ser el cómplice de dos amantes jugando a las escondidas para nunca ser vistos, pero también suele ser la cachetada, el miedo, la incertidumbre a lo desconocido, y aquello por el cual no se tiene idea, eso si causa pavor. Toda serenidad que la joven había adquirido se había ido por la borda, sus pequeñas manos se hicieron un puño delicado, no por desear golpearlo pues el gesto es el que mayormente se utiliza dejando en claro esa necesidad, en realidad lo había hecho para contener esos temblores del cuerpo, para poder sentirse tranquila en medio de ese silencio. Ella no podía hacer nada para obligarlo a hablar, pero sentía la gran necesidad de pedir que le dijera algo, aunque sólo fuera correcta. La intranquilidad de Doreen por ese pequeño detalle comenzó a jugarle malas pasadas, su cuerpo empezó a temblar, si su mal estado la tenía mal, el emocional siempre llegaba a rematar las cosas con ella, ¿Quién era él? ¿Por que ahora sus silencios se estaban volviendo necesidades para ella? No quiso parecer desesperada, así que mordió el labio inferior buscando tranquilidad, una que estaba segura no obtendría hasta poder volver a escuchar la voz ajena. Suspiró, y se limitó a desviar la mirada en busca de algún destructor. Al final volvió su mirada a él, analizando sus rasgos, conociendo el rostro de su héroe personal. Ese detalle no podía pasar desapercibido, su salvador debía recibir una recompensa, aunque lamentaba profundamente no tener la salud y las herramientas para darle una muestra de gratitud, si salía con vida de esa, y se volvían a ver, sin duda le compensaría todo aquello que había hecho por ella.

Doreen reconocía que la mayor parte del tiempo su torpeza era grande, su inocencia mezclada con la forma tan borde de decir las cesas la llevaban a tener problemas descomunales. Estuvo consiente que no era la forma de decirle a alguien sobre esa naturaleza, quizás para ella era algo natural, pero para él podía ser el pecado escondido bajo su piel. Tirada frente al lago, reconoció que se había pasado de la raya, sintió una punzada en el pecho, y quiso correr a disculparse, pero no podía. Recordó a su amigo Galen, quien una vez le enseñó aquella vida incluso en luna llena, quien le pidió guardar el secreto porque suele ser una peligro catastrófico. Seguramente aquel amigo suyo la estaría bien con desaprobación, pero soltando una risita traviesa, de orgullo al verla tan autentica como cuando la conoció. Fue entonces que tras percatarse de aquella torpeza, y por lo agradecida que se sentía por seguir con vida, que se levantó. ¿Cómo? Ni ella misma está segura de cómo hizo aquello, pero lo hizo. De lo que si estaba cien por ciento segura, era de haber pasado un dolor que le caló hasta los huesos, y que lagrimas brotaron de sus ojos, haciendo un camino de dolor y arrepentimiento en su mejilla. Le dolía como nunca antes algo, pero le siguió importando poco, Doreen era débil, frágil como una pieza única que no deseas tocar por miedo a romperla, a perderla, pero no por eso se quedaba quieta, rompiendo así los pensamientos de muchos, ella si podía hacer lo que algunos guerreros. Se acercó a él, escuchándole aquellas palabras que terminaron por golpear su tranquilidad, no podía verlo a los ojos porque se sentía indigna, pero lo hizo para que el notara la sinceridad de su alma con lo que estaba por decir.

- Shttt - Dijo con torpeza cuando estuvo frente a él. Estuvo a punto de caerse, pero pudo sostenerse de él. Notando que no la había empujado, que la dejaba seguir ahí, le enredó el brazo detrás de la nuca, dejó de ejercer presión en la pierna herida, sintiendo alivio. Doreen estaba por desmayarse de nueva cuenta gracias al dolor, pero se mantuvo firme, ahí cerca de él, sintiendo el calor del pecho masculino. En otro momento ni siquiera le habría volteado a ver los ojos, temerosa de desear conocer toda la figura masculina, pero ignoraba ese detalle, ignoraba lo juntos que estaban, todo lo ignoraba para qué el supiera verdaderamente lo que pensaba, y claro, para mostrarle su arrepentimiento.

- No, no te confundas - Dijo de forma muy suave, colocando el dedo indice en la comisura de sus labios para interrumpirle. - Lamento mucho mis preguntas, no fueron las correctas, nunca digo lo correcto, ¿Lo sabias? - Se disculpó, soltando una risita nerviosa, sonrojándose de nuevo. - Mis preguntas salieron del miedo, no te conozco, por eso quise saber ¿Por qué ayudar a una desconocida? Hago mal en juzgar a todos al haber tenido… - Lo iba a decir, ¡Doreen hablaría con un desconocido de su miedo! De ese ataque años atrás que la había marcado para siempre, pero se sentía tan arrepentida y en deuda, que era lo mínimo que podía hacer por él. - Un ataque por causa de los tuyos, me vi en esa situación, por eso no comprendía que te hizo frenar… - Se encogió de hombros, antes de que el joven volviera a hablar, llevó de nuevo su mano a los labios ajenos, pidiendo que guardara silencio. Se soltó de él, colocándose frente a frente, necesitaba la ayuda de sus dos manos en lo que estaba por hacer. Estiró las manos hasta su rostro, las detuvo a medio camino, la figura de él joven seguía estática, lo cual le dio luz verde para seguir su cometido. La rubia colocó ambas manos en las mejillas masculinas, sintió su calidez desbordante, y en vez de parecerle algo incomodo, lo sintió reconfortante, claro, al ser tan friolenta aquello le parecía demasiado conveniente, se guardó las ganas de darle un fuerte abrazo y absorber su calor corporal, Doreen aún no entendía que, lo que cosas cómo un abrazo para ella son detalles inocentes, para otros podría ser abrir puertas a lo prohibido.

- No te estoy juzgando por ser un licántropo, lo he preguntado por el encuentro de anoche - Subió una de sus manos, llegando hasta la frente, el rostro fruncido del lobo le dejaba hacer una perfecta explicación - Está parte - Descendió, pasando la yema de los dedos entre ambas cejas. Dio un masaje delicado, que podía parecer erótico y provocador, pero que sólo era parte de su explicación - Es tan similar a la de aquel lobo blanco, esa criatura que te domina esa noche de luna llena, pero que en el interior eres tú - Sus dos manos está vez acariciaron sus mejillas y pómulos, pero no siguieron más. - Por eso te reconocí, no por querer juzgarte, tienes razón, poco conozco de ustedes, pero también poco conoces de mi, a mi no me importa lo que seas… - Se mordisqueó el labio inferior curiosa - Conozco personas cómo tú, que han hecho cosas maravillosas, tú le has salvado la vida a una desconocida, después incluso de un ataque ¿Acaso no te das cuenta que necesito saber si de verdad lo eras? Lo necesito porque sabré que tú corazón es el doble de puro y bueno que los demás, del arrepentimiento de tus noches de bestia - Esa palabra la hizo titubear, pero sabía que él entendería que se refería al animal, y no a su persona - Un arrepentimiento así, es como encontrar un la luz de esperanza, de reconocer que vale la pena seguir viviendo en este mundo que poco a poco se marchita - Se encogió de hombros, dejó sus brazos caer. Doreen estaba siendo sincera, lo que le tomó por sorpresa es notar que su corazón se aceleraba por completo al confesar aquello, se dio cuenta que estaba nerviosa porque de ese aparato acelerado habían salido esas palabras tan sinceras.

- Para mi, eres tan igual a otros incluso en luna llena, te estoy agradecida, y te debo mi vida… Pero tienes razón... No se nada...- Susurró, dándose la vuelta para darle espacio, ya había atravesado esa línea personal muchas veces, no se atrevería a volverlo a hacer, al menos ya no lo haría sin consentimiento del otro. De nuevo con torpeza volvió a dar la vuelta, suspiró, el saber que dar el paso la volvería a hundir en un dolor profundo la hizo temblar, pero había valido la pena ¿O no? Para ella lo había valido, dio ligeros brincos en dirección al lago. ¿Hambre? No, no tenía hambre, tenía vergüenza, y por primera vez en mucho tiempo se detuvo al ver el cielo despejado "¿Dónde has estado todo éste tiempo? ¿Por qué me has dejado sola? ¿Por qué me lo has mandado a mi vida?" Doreen quien fue educada en un núcleo familiar católico, lo había olvidado todo desde que escapó de casa, y aunque sonara extraño, deseó sentir que su "Dios" no la había abandonado, y que en realidad tenía algo maravilloso para ella, estaba cansada de sufrir, estaba cansada de llorar y saberse parte de nada.


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Mensaje por Emerick Boussingaut Mar Dic 25, 2012 6:43 pm

"La suprema felicidad de la vida es saber que eres amado por ti mismo o, más exactamente, a pesar de ti mismo."
Victor Hugo



Le observó levantarse con dificultad, pero aún así no le ayudó ni se cayó la boca. Si se caía de nuevo, que le doliera y se le levantara, tal vez ahí sí le ayudaría, pero por ahora tenía rabia; con ella, con el mundo, con todos por pensar de esa manera, porque la mayoría les discriminaba aún antes de conocerlos, tal y como lo hacía él mismo cuando aún era un humano. Ni siquiera sus lágrimas en sus mejillas pudieron ablandarle, o al menos externamente pues en su e=interior había una parte que sí se rasgaba dolorosa y que, tal vez como un padre, le dolía tanto como tener que castigar a uno de sus hijos.

Sólo le sujetó con sus manos, cuando fue ella quien buscó su refugio, su ayuda, afirmándose de sus brazos para evitar la caída. Era orgulloso, muy orgulloso cuando se trataba de defender a la que ahora era su propia raza, aquella que la había cambiado por completo, haciéndole ser quien era ahora, haciéndole ver desde abajo mismo el como funcionaban las cosas, como se formaban las sociedades y como había sido él cuando se creía una persona importante y mil veces superior al resto. Había aprendido a costa de una dolorosa maldición con la que cargaría por el resto de su vida, pero había aprendido.

Ella le pidió que no hablara, que no reclamase y se mantuviese en silencio, probablemente para darle la oportunidad de explicarse, mas sus repentinas acciones nuevamente le hicieron caer en el desconcierto, pues la mujer se colgó a su cuello, con una mano por detrás de su nuca, como si fuesen dos personas demasiado cercanas para lo que en verdad eran hasta ahora. Le miró confundido, y estuvo a punto de hacerle retroceder para dejar en claro sus límites, para decirle que no le gustaba la cercanía de las personas salvo contadas excepciones y casi todas difuntas, pero ella nuevamente le ganó la jugada y comenzó a hablar, haciéndole recordar que antes le había pedido que guardara silencio.

Le miró a los ojos, sin poder quitarse esas arrugas de la frente, producto de la desconfianza y la precaución con la que aguardaba en esos momentos mientras ella le rozaba la comisura de sus labios. Le confundía, realmente le confundía con sus actitudes tan cercanas y poco pudorosas, pues sus palabras no calzaban con ellas; sus palabras eran sinceras, profundas y sin caretas, tan transparentes como las aguas de aquel lago que habían limpiado incluso su sangre y ahora refrescaba la parte baja de sus pies.

¿Un ataque por causa de los suyos? ¿Otro, diferente al de la noche anterior? Se preguntó algo confundido, mas no exteriorizó sus pensamientos; ella le había pedido silencio y aún lo exigía con sus dedos suaves posados sobre su boca, como un verdadero sello imposible de profanar. Pero ya no sólo fueron sus labios los sellados por sus dedos, pues ahora se ubicaba más cercana y con su mirada le hacía entender que necesitaba de ayuda, pero Emerick, aun desconfiado, sólo le sujetó de los codos y parte de sus brazos, dejándole hacer y manteniéndole firme al mismo tiempo, pero sin llegar a tocar su cintura, sin dar aún esa confianza de cercanos como ella parecía reclamar, pues él, a pesar de todo lo humano que reclamara ser, siempre había sido más semejante a un lobo, aún antes de ser mordido, aún antes de ser convertido. Después de todo, la vida siempre ha sido una ironía, y su licantropía no había hecho más que exteriorizar parte de sus rasgos más profundos e íntimos, y lo lobos siempre habían sido solitarios y desconfiados; pues dejar que le tocara de esa manera, ya era mucho decir.

Entrecerró los ojos; ella le había reconocido como el lobo blanco de la noche anterior, ese mismo lobo que otros ya le habían descrito sin que él nunca pudiese almacenar esa imagen en su memoria para poder corroborar, pero aún así sabía que bien la rubia estaba en lo cierto, mas sus siguientes palabras, aquel cántico divino que tan pocas veces escuchaba de “No me importa lo que seas” hizo que se le encogiera el estómago y el corazón le brincara de la emoción, pero ella tampoco se detuvo ahí y siguió con sus palabras agradecidas, haciéndole sentir que por primera vez para alguien parecía importarle más por sus actos como humanos que por sus títulos o su maldición.

Le observó a los ojos, por primera vez perdiéndose en ellos, sin ganas de querer ver nada más, sólo quería saber, encontrar algo en su mirada que le dijera que hablaba en serio, que era real, que no le tomaba el pelo. Se sentía feliz, muy bien y en paz consigo mismo; era increíble como esa mujer, esa desconocida, había logrado por primera vez en su vida, hacerle sentir que en verdad estaba bien, que era bueno y que realmente existía para él la esperanza del perdón, que no importaba toda la mierda que había hecho, que podía remediarse, que su mujer podía perdonarle, que podía olvidar y volver a vivir en paz.

Quiso llorar, llorar con una mezcla de alivio y alegría que jamás había imaginado alcanzar. Era como morirse y ser llevado por el mismo Dios hacia las puertas del Cielo, como ser recogido en sus brazos con el cobijo de una nueva esperanza; por primera vez se sentía como en su hogar. Pero todo lo bueno, lo demasiadamente bueno, siempre debe acabar.

Te estoy agradecida, y te debo mi vida… Pero tienes razón... No se nada... — le dijo ella, dándose la vuelta, arrebatándole con aquellas palabras todo aquel confort que había logrado sentir y llevándose también el calor con su partida.

Esperad — le dijo con una nueva voz, completamente desolada, y de un un solo tranco le dio alcance para sujetarle por detrás, por primera abrazando de la misma cintura y sólo por querer tener cerca — Esperad — repitió de nuevo, en un susurro con el rostro apoyado sobre su hombro y el aliento filtrándose por los cabellos femeninos en donde suspiró, aferrado a ella como quien deseara absorberla hasta volver a sentir ese alivio que segundos antes había sentido.

Lo siento — se disculpó con sinceridad — No quería decir eso... o sí, no lo sé, pero no lo diría ahora... Lo siento — volvió a suspirar, quedándose por un par de segundos más en esa postura absorbente y suplicante, y entonces aflojó su abrazo, sin llegar a soltarse, pues sólo lo hacía para darle la vuelta y ser él quien esta vez le mirase a los ojos.

Disculpadme, no debí apresurarme en juzgaros de esa manera, no debí juzgaros de ninguna manera en realidad, pues si algo en verdad no sabéis es el como me habéis hecho sentir ahora — sonrió tenuemente — No tenéis idea de como me he sentido todo este tiempo, cuanto he buscado sentirme así; feliz, aceptado y sin culpas — rió y alzó su mirada al cielo, como si él mismo fuese incapaz de creerse lo que estaba diciendo — ¿Qué más puedo decir? Gracias por existir... así, tal como sois.

Rió, extrañamente rió. Se sentía ridículo y cursi, y ni siquiera se entendía a sí mismo, no comprendía como era que había llegado a eso, simplemente que lo estaba dejando fluir y que en verdad no habían explicaciones. Era lo que sentía, lo que no ocultaría y no necesitaba comprenderlo para saber que era real.




Última edición por Emerick Boussingaut el Mar Ene 08, 2013 11:56 pm, editado 1 vez


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Mensaje por Doreen Jussieu Mar Dic 25, 2012 10:07 pm

Liberar tu alma siempre suele ser un respiro, un pronto alcance a la felicidad, ella pocas veces decía aquello que en su interior albergaba, siempre se lo guardaba para no importunar a nadie, para no hacer sentir, ni bien ni mal a las personas, porque creía que toda palabra proveniente de sus labios no era tomada en cuenta, desde su hogar le habían inculcado que aquello que pensaba no importaba, que el único valor que podía llegar a tener, era el valor relacionado con las riquezas que podría obtener en un matrimonio arreglado, todo aquello se le quedó gravado, pero aunque le resultó muy arrojado el soltar su lengua, se sentía bien, sentía que podía respirar aire puro, limpio, y que este entraría a sus pulmones pero renovaría su esencia. No se sintió mal por el reproche que segundos atrás había recibido, lo comprendió, porque juzgar sin conocer es el peor de los pecados, si se habla de pecados en realidad, por eso lo comprendía, y en realidad las ganas de abrazarle seguían acompañando su figura, pero dado que no habían empezado bien, no terminaría hundiendo más las cosas. Se limitó a avanzar cómo podía al lago, decidió tararear una nana distrayendo sus pensamientos, y así lo hizo, dejando salir su delicada y abrazadora voz en un susurro, esa canción la recordaba porque su madre le quitaba los miedos con ella de pequeña, era cómo sentirse en esos tiempos donde no tenía idea de como el mundo se iba pudriendo, y sólo creía en la bondad, el amor, y la unión. Se sentía tranquila, si su herida no se sanaba, si su hora de morir fuera ese momento, seguramente terminaría por irse tranquila, inhaló el aire del lugar, la pureza de la naturaleza era reconfortante, era como estar en un paraíso prohibido y que ellos lo habían alcanzado.

Se sobresaltó al sentir unas manos envolver su cuerpo, cerró los ojos con fuerza, seguramente el hombre terminaría lo que la noche anterior no pudo, eso fue lo que imaginó, pero su sorpresa fue grande al notar… Que nada de eso podría ser, él la estaba abrazando, presa de una necesidad sumamente extraña, ella simplemente suspiró, de forma profunda, de esas donde el corazón se llena de regocijo y no sabe cómo liberar más que con este gesto. La cercanía de ambos la puso nerviosa, sentir la calidez de su pecho en su espalda un poco más, su rostro cerca de su oído, todo aquello le pareció sumamente extraño, pero sabía que estaba ocurriendo, ella misma había tenido un arranque al acercarse tanto a él hace unos momentos atrás. Cerró los ojos de manera sincronizada con él, su mano derecha se estiró, se dobló y ocasionó que sus dedos se enredaran en su cabello, la otra se colocó sobre la unión de los brazos gracias al agarre firme. No lo interrumpió, se quedó en silencio dejando que el apuesto joven sacara todo lo que su alma necesitaba, se sintió identificada, y le dio ese espacio, pocas veces Doreen se siente cómoda con abrazos tan posesivos con personas extrañas, en realidad nunca se había sentido cómoda, pero ahí, en ese momento, sintió que estaba protegida, que nada ni nadie le podría hacer daño porque él estaba para cuidarla, extraño después de casi matarla, salvarla y luego reclamarle.

- Shutt- Volvió a callarle, pero está vez sonreía más confiada, más convencida que era lo correcto, y que el destino estaba siendo por primera vez uno de sus fieles amigos. - No necesitas darme explicaciones, si yo estuviera en tú lugar, probablemente habría hecho lo mismo, de cierta manera creí eras igual a aquellos que me han lastimado, pero no tengo porque etiquetarte, no a ti - Ya de frente, mirándose de la manera más profunda a los ojos, frente a frente, le tomó el rostro con delicadeza, y soltó varias risitas traviesas - Aunque debo confesar, eres un licántropo muy hermoso, tú pelaje incluso brillaba bajo la tenue luz de la luna, nunca había visto a uno así, y eso que he visto un par de ustedes - Le sonrió, guiñándole el ojo de forma cómplice, solo estaba la joven buscando la manera de confortarle, de que no se sintiera tan mal por el arrebato. Doreen sin importar las situaciones, siempre buscaba que quien estuviera a su lado (aunque la trataran mal), se llegara a sentir de una manera cómoda, ¿Lo estaría haciendo bien? Suspiró, porque el agarré le pareció muy tierno, sintió que él joven tenía miedo a soltarla, y de cierta manera ella también tenía miedo a ser soltada. Se quejó entonces al recargar de nuevo su pierna, sus piernas flaquearon, la hicieron doblarse, y se sostuvo con fuerza de los brazos del chico, intentando contener los quejidos de dolor, pero nu pudo, el dolor invadió su cuerpo, sus pensamientos, su corazón, incluso sus sentimientos, y no pudo más, cayó de rodillas frente a él - Esto es demasiado - Le dijo entre jadeos, con la frente notoriamente sudada a causa de los estragos de la herida.

- Lamento tanto esto, quizás sea buena idea si me dejas en la entrada del pueblo, hay una iglesia, una en la que pudiera quedarme, ya no tendrías que lidiar conmigo - Le dijo con las mejillas enrojecidas, se acomodó en la tierra, estirando las piernas para no hacerlas ejercer presión. La chica no lo podía soltar, estaba contrariada - ¿En serio te he hecho sentir bien? - Preguntó como no queriendo la cosa, la sola idea de poderle hacer un bien a alguien le hinchó el pecho de orgullo, la emocionó demasiado - Si pudiera hacer eso por ti todo el tiempo, lo haría sin importar nada - Le soltó, sin atadoras, pero sin miedo a que le juzgaran por sus palabras - Pero sé que no soy capaz de lograrlo, apenas termines de conocerme, saldrás huyendo - Le bromeó, cada que se sentía así de nerviosa, o descubierta en palabras sinceras y comprometedoras, buscaba salidas, escapatorias. Un olor a humo le llegó a las fosas nasales, su rostro se volteó apresuradamente, incluso de forma brusca, observando la procedencia de aquel humeante y casi insoportable olor - Lamento lo de tu cena - le informó, señalándole el animal que ya parecía más leña negra que otra cosa. Doreen se llevó las manos al rostro, aparte de tener que lidiar con ella, tuvo que perder su cena, de nuevo sintió que ella era una maldición, y que nadie que estuviera a su lado, por más feliz que le dijeran los hacía sentir, sabia que eso no era cierto, que en realidad sólo era un estorbo - Lo compensaré, prometo hacerlo como usted me pida. - Susurró desesperada.


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Mensaje por Emerick Boussingaut Mar Dic 25, 2012 11:46 pm

"Ayuda a tus semejantes a levantar su carga, pero no te consideres obligado a llevársela."
Pitágoras



Un escalofrío le recorrió la espalda cuando ella acarició su nuca, pues era una sensación tan reconfortante y agradable, que no tan sólo significaba reconocimiento, sino que también era ese el punto débil para cualquiera que tuviera el orgullo de reconocerse como un can.

Mas tarde, cuando se miraron de frente y ella le hizo callar con una sonrisa, Emerick sintió sus mejillas sonrojar, aquella era la prueba que esperaba de que su su comportamiento había sido un poco tonto y estúpido, pero había sido honesto, con él y con sus propios instintos y valores. Ella le tomó el rostro con delicadeza y él jamás le soltó, mientras ambos parecían reírse el uno del otro, de ellos mismo y de la propia vida; ambos despreocupados, ambos alegres.

Fue su comentario respecto a su pelaje, el que le hizo soltar la primera carcajada del día y culpa de aquel, fue también su descuido que finalmente facilitó la caída de la joven, sin poder darle tiempo a sostenerla firme y por intentarlo hasta el último momento fue que acabó en el suelo con ella y de rodillas. Le miró preocupado, al parecer la pierna estaba mas lastimada de lo que él había examinado; tal vez un tendón o algunos de los nervios, un músculo o la misma infección contra la que antes había luchado. Supo entonces que no podían seguir esperando, que tendrían que arriesgarse y regresar por donde habían venido sin importar que aún pudiesen andar tras sus huellas.

Lo sé — respondió aún mirándole preocupado, luego de que ella mencionara que la situación ya era demasiado.

Lamento tanto esto, quizás sea buena idea si me dejas en la entrada del pueblo, hay una iglesia, una en la que pudiera quedarme, ya no tendrías que lidiar conmigo — sugirió ella, como si fuera esa la mas brillantes de las alternativas, pero Emerick rió.

¿Y no queréis que os compre el ataúd también? — mencionó haciéndole saber lo fatalista que había sonado — Y sí, por supuesto que me habéis hecho sentir bien, más que bien — contestó a su pregunta al mismo tiempo que también respondía a las caricias de su mejilla.

Volvió a reír cuando ella le habló de su huída y negó con la cabeza, iba a responderle que hasta ahora no era él quien huía, pero al verle fruncir la nariz se dio cuenta del aroma a quemado que salía de la carne de conejo, por lo que miró hacia la orilla al mismo tiempo que ella lo hacía. Evidentemente aquello había sido un golpe verdaderamente bajo para su tan desarrollado sentido olfativo, una humana le había igualado en reconocimiento del aroma, y lo que es peor, él mismo se había tardado demasiado para ser quien era. ¿Tan distraído le había tenido ella? Pensó sorprendiéndose de la respuesta y al mismo tiempo, temiendo por ella.

Era vuestra — le rebatió cuando la rubia habló de su cena, y cuando volvió a mirarle, le sorprendió con las manos sobre el rostro como si en verdad estuviese aterrada de lo acontecido, pues además juraba compensarle de cualquier manera posible.

¿Cómo yo os pida? ¿En serio? — le preguntó en medio de una sonrisa, pues en su cabeza pasaban muchas ideas, cual de todas más descabelladas y embarazosas.

Quedaos aquí — le indicó soltándose de su agarre, aprovechándose de que ella estaba sentada y con las piernas estiradas.

Se acercó hasta la fogata y sacó la carne para dejarla a un costado por si algún animalejo hambriento se la comía de todos modos, ya que ni siquiera su halcón, que les observaba desde uno de los arboles, parecía con ganas de deleitarse con ella. Sacó también los soportes y echó tierra al fuego para apagarlo de forma segura. No estaba en sus intenciones el causar algún incendio.

Gealach — llamó a su ave anteponiendo uno de sus brazos desnudos para que la emplumada mascota se posara en el lugar y, cuando lo hizo, Emerick le acarició las plumas y se dio la media vuelta para acercarse de regreso a la chica, ante la cual se arrodilló para quedar ambos a la misma altura.

Os presento a Gealach, ella es mi mejor amiga — le sonrió a la chica y la sostuvo ante ella por si se animaba a tocarle, pero sin llegar a sugerirlo en voz alta, pues sabía que a muchas de las personas, las aves rapaces les ponían de los nervios. El ave, por su parte, se notó ligeramente arisca, pero aún así dispuesta a ser tocada antes de soltar un aleteo que significaba incomodidad.

No es muy amigable con aquellos que no conoce — le explicó y alzó su brazo para hacerle volar antes de que le siguiera enterrando las garras en la piel desnuda de sus brazos. — Volad por delante — le indicó a su halcón y sin esperar mucho más, volvió a acercarse a la mujer para cogerla sobre sus brazos.

Sujetaos bien. Regresaremos al pueblo a donde vos me indiquéis que puedan sanaros, y no intentéis que os deje en una iglesia o en cualquier lugar a vuestra propia suerte, o me ayudáis o mas me tardaré en encontrar la ayuda. No voy a dejaros sola hasta que me paguéis aquel conejo — bromeó divertido y, tras echar una última mirada a las huellas dejadas, se echó a correr por el mismo lugar por donde habían venido.

Una vez más los árboles pasaban por su lado a la misma velocidad, pero a pesar de todo parecía un paisaje diferente. Era aún de día y la luz directa sobre el bosque entregaba un panorama realmente hermoso y relajante. Gealach les seguía de cerca, a veces adelantándose y otras siguiéndoles el tranco, avisaba a través de sus chillidos cada vez que se encontraba con alguna novedad en el camino; ciervos, conejos y uno que otro animal que huía al sentirlos pasar. Sólo hubo un momento en que su chillido fue realmente agresivo y escandaloso, y Emerick supo que se trataba de humanos, que si bien no estaba seguro, podían ser parte de los Inquisidores. El ave giró hacia la derecha y entonces él siguió el mismo rumbo, confiaba en su ave ciegamente, pues sabía que nadie podía entender sus señales mejor que él y que por ello nadie más podría hacerle aprender unas nuevas o modificarle el entrenamiento que ya tenía.

Pronto divisaron el pueblo por otras de sus entradas, y tras mirar hacia todo alrededor, entró con ella aún en sus brazos, procurando pasar por las calles menos transitadas posibles, ya que después de todo, un hombre paseándose sin camisa y con una mujer en sus brazos era, en aquella época, el más escandaloso de los escándalos.

¿Por dónde? — le preguntó a la mujer, esperando de que tuviera algún lugar a donde llegar a recibir la atención pertinente o tendría que llevarla derechamente hasta la Corporación en donde quedaría en evidencia quien y que era aún antes de saber a quien y que llevaba hasta su hogar y base secreta de la Alianza.




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Mensaje por Doreen Jussieu Miér Dic 26, 2012 6:30 am

De cierta manera se podía decir que se notaba mucho mejor, se le veía por el rostro enrojecido a causa del sol, se notaba porque sus labios habían tomado el color rosáceo de siempre, pero se sabía que aquello era momentáneo, pues de no curar esa herida de manera correcta, probablemente terminaría con una infección que podría llevarla a la muerte. La chica se limitó a pensar de forma positiva, no había llegado hasta ese punto para morir, no se lo permitiría, y su ímpetu de guerrera no le removería la idea de permanecer en el mundo de los vivos. Notó entonces que él hombre estaba verdaderamente preocupado por ella, lo notaba a cada segundo que pasaba, era muy atento, muy suave, delicado, y observador, encima, le sonreía, aquello le pareció un gesto en demasía bueno, pues le llamaba para seguir a su lado. Tenía dudas, muchas que rondaban en su cabeza, por ejemplo su nombre, su procedencia, en realidad estaba segura que deseaba saber todo de él. ¿Habría tiempo para saber todo aquello? No se sentía segura, estaba consiente que quizás esa hermosa burbuja que estaban viviendo (hermosa con sus buenos momentos), terminaría por reventarse, de nuevo ella con el pesimismo, le era casi imposible pensar que todo llegaría a salir bien, incluso pensar en una simple amistad le parecía absurdo, no, nadie podría permanecer en su vida, todos aquellos que se acercaban terminarían mal, con la muerte, como Milo, Darcy y Sybelle. Pensar en ellos le oscureció la mirada, pero no era el momento, mucho menos el lugar para recordarles, quizás algún día se desahogaría, no en ese instante.

Le miró alejarse, pero pronto lo hizo miró a su pierna, se veía mal, seguramente le quedarían otras marcas cómo la de sus costados. Otra marca más para que Doreen se enroscara en su inseguridad, en su mundo lleno de dolor, en esas formas de evitar ser vista, porque odiaba sentirse así, tan poca cosa. Pronto el rostro de ella se encontraba a la altura del chico, sintiendo que el calor no podía ser más abrazador, porque pasar algunas lineas podría ser contraproducente. Doreen no deseaba pasar esa linea entre lo sincero y lo atrevido, no era ni se consideraba una chica arrojada, se tenía profundo respeto, se amaba de cierta manera, quizás por eso permanecía inmaculada, no solo por sus inseguridades, también porque era consiente de que aquello que creía puro y único no debía darse a cualquiera, aunque en ocasiones se sintiera peor que cualquiera. Se dio cuenta que sus pensamientos se habían ido demasiado a las nubes, hizo una gran mueca, y luego se sonrojó, de nuevo tenía los pensamientos muy fuera de lugar, negó repentinamente, sin haberle puesto demasiada atención al chico, pero pronto lo hizo, y le sonrió de forma amplia al ver a aquella hermosa ave. La rubia estiró su mano, intentando acariciar al animal, pero le fue casi imposible al verla arisca, suspiró, de verdad tenía ganas de acariciarla, pero parecía ligeramente celosa, lo cual le pareció gracioso.

- Mucho gusto, Gealach - Dijo de forma suave, haciendo una pequeña inclinación de cabeza - Mi nombre es Doreen - Eso último lo dijo en un susurró, imaginando que solo el ave podría escucharla con complicidad, pero sabía que quizás el licántropo la escucharía, lo cual no le desagradaba, en tan poco tiempo habían pasado muchas cosas, extrañas cosas, de todo, y ni siquiera sabían sus nombres, eso si que era extraño; cuando el joven la tomó entre sus brazos, la chica se aferró a su cuello, sosteniéndose como él lo había ordenado. En el trayecto sintió golpes en su pierna, y en ocasiones soltaba quejidos, pero no le pidió que parara, estaba bien así, deseaba poder terminar de una vez por todas con todos aquellos problemas de salud, no ser esa carga que se creía ser. Podía ver el cielo como una especie de cámara lenta, en ocasiones caía presa del sueño por algunos instantes, se dejaba llevar por la obscuridad, y después seguía intentando estar consiente, estaba segura debía poner atención a las cosas, al camino, pero ella no podía. Reconocí al poco tiempo la entrada de Paris, las pequeñas y hermosas casas clásicas de la zona, ¿hacía donde estaba el molino? No recordaba la ubicación. Le volteó a ver sin poder comprender cómo algo tan importante cómo eso se le podría olvidar, pero quizás era su estado. Si, podía echarle la culpa a su estado de salud.

- Yo… No recuerdo hacía donde dirigirme - Le mira con los ojos llenos de un liquido transparente y cristalino. De nuevo las lagrimas comenzaron a correr - ¿Qué me está pasando? Por favor dime que es lo que me ocurre - Le volteó a ver de forma suplicante. Doreen movió uno de sus brazos, logrando que el rostro del chico la mirara - Llévame a donde tu quieras - Le pidió, y entonces sintió como el chico (quien seguía sin camisa) avanzó, sin importar las miradas que las personas de su alrededor le llegaran a dirigir, avanzó dándole un agarre firme a la forma en que la cargaba, parecía incluso que la estuviera abrazando, cómo si ella fuera una especie de tesoro. Ella por su parte, no duró más de cinco minutos despierta, está vez se perdió en un sueño profundo, se dejó llevar en la oscuridad, para su buena suerte, sin sueños.

- Uhmm - Musitó cuando comenzó a cobrar la conciencia, su cuerpo se sentía bien, demasiado cómodo. ¿Dónde estaba? En realidad no lo sabía, y tampoco le importaba demasiado, lo que si le importó fue saber si estaba o no aún con el joven. Sus ojos se abrieron con rapidez, ella se sentía alarmada, sus manos tentaron la pequeña cama en la que se encontraba. No había rastro del chico - ¿Hola? - Preguntó de manera aterciopelada a causa de la modorra de su sueño - ¿Lobo? - Preguntó con inocencia, torpe por sus palabras, gracioso para cualquiera que lo mirara - ¿Alguien ahí? - Se sentó como pudo, dejando colgar sus piernas. No reconocía el lugar, pero aquello era un cuarto amplio, agradable, y hermoso, clásico, con una cama muy amplia, y con muebles de madera, la luz del sol entraba por los grandes ventanales, las sabanas eran tan cómodas que pasó sus manos de un lado a otro disfrutando de la textura. Dio un pequeño brinco con apoyándose en la pierna buena. Mientras avanzaba detenida de una cama, pudo notar su reflejo en un espejo. Abrió los labios con sorpresa. Sus cabellos estaban peinados, y su rostro estaba limpio. Notó que su figura tenía un vestido distinto, uno completo de color blanco, se mordisqueó el labio inferior ¿Quién la habría cambiado? - ¿hay alguien aquí? - Preguntó comenzándose a desesperar. "¿Dónde te has metido Doreen?" Se preguntó de nuevo.


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Mensaje por Emerick Boussingaut Miér Dic 26, 2012 12:01 pm

"El ojo ve sólo lo que la mente está preparada para comprender."
Henri Bergson



Mi nombre es Doreen

Aquella frase, sin duda, quedaría grabada a fuego en su memoria para cada vez que recordara a la chica de apariencia dulce que le había hecho volver a sentir persona por al menos el tiempo que estuvo con ella. Podía decirse que no había nada morboso en sus pensamientos y aún cuando se hubiese sorprendido a sí mismo acariciando su rostro, su cabeza se negaba rotundamente a pensar en algo más allá con aquella mujer, incluso si hablaban simplemente de una amistad. Ella era humana y él no se acercaba a las humanas, él era como el niño travieso que va a la cristalería y que, tras años de copas rotas y castigos imborrables, había aprendido por fin a no jugar con ellas ni pasar muy cerca de las repisas; Doreen era la copa, y Emerick el niño de las manos destructivas.

Yo… No recuerdo hacía donde dirigirme... ¿Qué me está pasando? Por favor dime que es lo que me ocurre — le suplicó ella entra lágrimas antes de tomar su rostro y obligarle a mirarla a los ojos — Llévame a donde tu quieras — le dijo por última vez y el escocés asintió ¿Qué más podía hacer? Ni siquiera tenía otras alternativas y por ello se maldijo por lo bajo. Llevarla a ella hasta la Corporación era, precisamente, acercarse a las repisas.

No quiso seguirla mirando, no porque perdiera su piedad o estuviera molesto con ella, simplemente no quería verla llorar, le dolía en lo más profundo de su corazón, pero se negaba absolutamente a aceptarlo. Él tenía límites, él vivía bajo mil corazas de las cuales sólo dejaba traspasar algunas y se negaba a permitirle el paso más allá de lo que ella había conseguido traspasar. No le miraría, no le consolaría, suficiente ya había hecho por ella y, llevarla a su casa, era un exceso que de algún modo debería equiparar.

Pensó en no verla más, en pedir que le atendieran y olvidarse del asunto, como con cualquier indigente de los que recogía en la calle para darles atención, pero la verdad era, que incluso a ellos se acercaba después para saber como estaban, y si no hacía lo mismo con Doreen, de seguro levantaría sospechas y daría cabida a nuevas habladurías, pero ¿qué le importaban a él las habladurías? Se estaba enredando con nada y le estaba dando demasiada importancia a un asunto que en verdad no la requería. Después de todo, Doreen no era nadie, sólo una simple mujer a la que le había salvado la vida sólo por mera coincidencia, es lo que habría hecho cualquiera... «Sí, eso es lo que era» se dijo a sí mismo, mirándole de soslayo con exceso de desconfianza.

La joven, por su parte, yacía en sus brazos profundamente dormida, una vez más se había desmayado y por tanto, inevitablemente, rodó los ojos: «Menuda debilucha» pensó con fastidio, auto convenciéndose aún más de lo negativa que podría ser su cercanía ante un ser tan frágil como esa mujer.

De pronto, uno de los carruajes públicos se cruzó en su camino y le hizo detenerse, no era como si lo necesitara, pero su espíritu de auto protección ya le había hecho bajar la velocidad a una humanamente normal desde el momento en que habían entrado al pueblo y, si seguía corriendo a ese ritmo, se lo pasaría así toda la noche además del gran espectáculo que daba al atreverse a cruzar París sin sus ropas superiores. El camino en carruaje se hizo más llevadero, sus pies habían dejado de pisar el suelo cubierto de polvo y la mujer dormía en los asientos del frente, a un metro de distancia. Emerick le observaba concentrado, le gustaba verla dormir a pesar de todas las cosas, tanto que incluso podría convertir aquello en uno de sus pasatiempos favoritos, ya que ni siquiera se dio cuenta de como pasó el tiempo para llegar a la Mansión.

Enseguida le pago — le dijo al chofer y él mismo se encargó de bajar a la joven y llevarle hasta una de las camillas de atención en uno de sus sanadores se dispuso a revisarla. Indicó, por otro lado, que uno de los criados le pagara al carruaje que aún esperaba afuera, y que otro par de matronas se encargara de limpiar a la chica y atenderla, pues no, no quiso que lo hiciera un hombre. Sólo entonces, cuando ya estuvo todo destinado, se marchó a sus aposentos para darse un buen baño de tina y vestirse de manera mucho mas apropiada para la sociedad y su respectivo estrato social.

Cuando Doreen despertó, Eustace —el brujo curandero—, esperaba del otro lado de la puerta, con una oreja prácticamente pegada al biombo divisor, cuando le escuchó hablar. Él había sentido curiosidad, era inevitable después de que Emerick mismo le hubiese impedido de ser él quien atendiera a la chica, y por ello esperó. El brujo golpeó la puerta y entró para mirarla de pies a cabeza, a ella, ahí parada frente al espejo.

¿Lobo? — le preguntó el sanador — Yo que vos no usaría esa palabra delante de cualquiera — le sugirió, e iba a decirle algo más cuando la puerta se abrió nuevamente, dejando ver a una de las matronas; muy alta, bien robusta y de piel oscura — Ah, habéis despertado — dijo la mujer antes de bajar su mirada hasta su pierna — Y estáis pisando bien, Lord Boussingaut de seguro se alegrará de saberlo, id a avisarle — le dijo a Eustace, quien le miró con mala cara antes de obedecer.

Subid a la camilla, por favor — le pidió la mujer de manera amable y, hay que decir, que Clodette —la nana personal de Emerick, misma mujer que le había criado de pequeño— rara vez era amable con gente que desconocía. — Vamos a examinar esa rodilla — le informó acercando una silla para sentarse frente a ella y proceder a lo ya dicho.

Le observó y le retiró la venda para dejar ver una herida totalmente limpia y extrañamente cicatrizada, tanto que ya no era necesario el uso de vendas puesto a que ni siquiera sangraría, y es que era esa una de las muchas ventajas de tener brujos y curanderos dentro de un mismo bando.

Creo que ya podéis caminar y hacer vuestra vida con total normalidad — le informó la mujer con una amplia sonrisa que se vio interrumpida con un nuevo llamado a la puerta a la que ella misma se acercó a abrir.

Milord — hizo una leve reverencia y sin decir nada más, se despidió de la chica con una sonrisa antes de salir por esa misma puerta.

Emerick apareció entonces dentro de su marco visual, vestía de manera impecable, totalmente diferente a lo que ella había visto hasta ahora y por su expresión, puso suponer la sorpresa que le significaba verle de ese modo. Sonrió y sin decir una sola palabra avanzó hasta la silla que antes había dispuesto su propia criada y se sentó en ella para, de manera inexplicable, tomar la mano de Doreen y sonreír.

Y así es como el sapo se transformó en príncipe... Por supuesto que un príncipe bestia, pero príncipe de todos modos — rió brevemente de si mismo y acercó la mano femenina hasta sus propios labios para depositar un beso sobre ella y dejarle ahí consigo, como apoyo de su propio rostro — Me alegra mucho que ya estéis mejor.




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Mensaje por Doreen Jussieu Miér Dic 26, 2012 5:07 pm

En sus ojos existía una gran confusión, pocas personas se acercaban a ella, encima la llevaban a un lugar tan… ¿Elegante? Ni siquiera Doreen sabía como describirlo, le recordó a aquellos lugares tan costosos en los que Darcy terminaba por llevarlos, pero sin duda ese lugar tenía un aura diferente, incluso ella misma se sentía diferente, el lobo no sería capaz de dejarla en un lugar peligroso, ella intentaba dejar eso en claro a su mente, de igual forma su pecho se inflaba de forma acelerada, nerviosa, temerosa por la incertidumbre que le costaba en un lugar así. Sus ojos se abrieron en varios parpadeos, dio un saltito hacía atrás muy asustada por ver a un hombre diferente ¿Dónde se había metido? Apenas se dirigieron unas palabras, ella sintió una mirada analítica dirigida por el desconocido, y sintió un poco de vergüenza. Al poco tiempo una mujer nueva, quien la miraba con tranquilidad, se volvió a sentir segura, y aceptó todo aquello que le mandaba. Se acomodó en la camilla. Ahora Doreen era la que no dejaba de observar a la mujer, quien esporádicamente le regalaba sonrisas tranquilizantes. Se asombró al notar su pierna casi cómo si nada, hizo una mueca sorprendida, estiró su mano para acariciarse ella sola, ni siquiera le dolía, se sentía como nueva. Después de haber visto semejante curación ¿milagrosa? giró el rostro para dedicarle una sonrisa amplia, sincera, y llena de agradecimiento, quiso decirle gracias, y preguntarle mil cosas más, pero la mujer se fue, dejándola en medio de esa habitación con aquel que había salvado su vida.

Ella no podía creer lo que veía, lo que en un principio le había parecido un encantador hombre salvaje se había quedado atrás, Doreen quedó maravillada con el porte del joven, con aquel atractivo que le resaltaba al estar tan impecable. Pudo notar entonces lo alto que era, la forma de su cuerpo, el color de su piel, la forma de sus ojos, la manera en que sus cabellos estaban peinados, y por último sus labios con esa encantadora sonrisa. Se sintió otra vez insignificante, aquel hombre la había sorprendido, la había dejado boca abierta por decirlo de alguna manera, aunque su rostro permanecía sereno, tranquilo, incluso mostrando una mueca de descontento. Estuvo a punto de ponerse de pie, de hacerle una reverencia al ver a todos aquellos que bajaban la cabeza frente a él, pero de nuevo se había quedado tan quieta, tan aterrada que su voz, y un delicado beso en el dorso de su mano la trajo de nueva cuenta a la realidad. Hizo una mueca en vez de una sonrisa. ¿Por qué el joven tenía que tener un rango de realeza? ¿Qué pecado estaba pagando? Quiso gritarle, gruñir un poco, y salir corriendo, pero ella no lo haría, no sería descortés, no después de deberle su propia vida.

- ¿Me ha cambiado usted? - Preguntó con un rubor notorio en las mejillas, sus primeras palabras habían sido una tontería, incluso ella misma soltó risitas nerviosa - Espero que no... - Mencionó volteando su mirada para que no notaría el nervio que eso le causaba. - ¿Lord Boussingaut? - Le dijo sin verle, soltándole la mano de forma delicada, se puso de pie, ella estaba increíblemente nerviosa, no había más, era el nervio quien la estaba manejando, por eso mismo no podía mirarle. Se volteo a ver de nueva cuenta frente al espejo. Notó que la tela del vestido era hermosa, fina, y la prenda se ceñía demasiado a su cuerpo. ¿Se vería presentable para él? Esperaba que si, de verdad lo esperaba.

- ¿En dónde estamos? - Se giró ya con un poco de valor para poder verle a los ojos. Camino para colocarse frente al chico, acariciar su rostro era algo que había aprendido a apreciar, por eso la yema de sus dedos ahora viajaban por su rostro, aquello lo hacía para memorizar con sus manos (Si, aquello era extraño) el rostro ajeno, eso era un impulso extraño que tenía. Doreen amaba la pintura, incluso tenía su propia galería de arte, un regalo que tiempo atrás le había dado de cumpleaños Darcy y Milo, ella dejaba salir sus emociones simplemente de esa forma, sin que nadie pudiera hacer al respecto. Tenía ganas de hacer un retrato del joven que tenía enfrente, por eso buscaba la manera, de que si no lo llegaba a ver de nuevo después de ese encuentro, de guardar cada detalle de él en su memoria, y hacer su retrato cómo un auto regalo. - ¿Así que un lord? - Chasqueó la lengua sin poder pronunciarlo sin sentirse incomoda. Le soltó, y de forma protocolar, tomó las puntas de su vestido para hacer una reverencia recatada, dulce, y ligeramente sensual, aquello último de forma natural, para nada sería a propósito.

- Muchas gracias por las atenciones, estoy con una doble deuda con usted - Se encoge de hombros, sonriendo de forma torpe - ¿Ahora si me dirá su nombre? Si, quiere por supuesto - Le sonrió a medias, levantando la mirada, encontrándose con aquellos bellos ojos. Doreen mordió su labio inferior con mucha fuerza, intentando dejar de lado aquel nervio, intentando concentrarse en la situación. La rubia creía que de cierta manera habían expuesto parte de sus almas, que habían dejado la verdad, la esencia, incluso desde su encuentro en la forma lobuna del hombre, pero quizás sólo eran alucinaciones suyas, cosas de su mente, esas malas pasadas, su necesidad imperiosa de sentirse unida a alguien, Doreen no comprendía que en realidad había pasado algo, que ellos no estaban teniendo un simple encuentro, pero su miedo era grande, tan grande que quizás se cegaría en ese momento.


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Mensaje por Emerick Boussingaut Miér Dic 26, 2012 11:43 pm

"No debemos juzgar a las personas por la cima a la que han llegado, sino por el camino que han hecho para llegar."
Henry Ward Beecher



De todas las respuestas que había esperado, la que menos imaginó fue la que llegó hasta sus oídos. Rió brevemente y meneó la cabeza con expresión divertida. ¿Cómo podría él haberle mudado para que quedase vestida de aquella manera? De seguro se vería como un verdadero estropajo pues atar corset y ajustar los falsos de los vestidos femeninos, definitivamente no era lo suyo.

No, por supuesto que no. Ordené explícitamente que sólo fueseis atendida por mujeres, si acaso eso os hace sentir mas tranquila — le explicó esperando haber acertado con aquella deducción respecto a su sonrojo y sus posteriores palabras.

Ella le mencionó con cierto grado de inseguridad que hizo que el escocés alzara una ceja, mas dejó de prestarle atención a su nombre cuando ella se soltó de su agarre para ponerse de pie. Sólo entonces cayó en cuenta de lo que había hecho; había besado su mano en un gesto de saludo y cariño que no supo explicar, pero Emerick jamás, jamás de los jamases besaba la mano de la mujer. Sólo la Reina de su propio reino poseía esa ventaja, pues si no lo hacía era probable que le cortara la cabeza, pero al resto... el resto de las damiselas sólo debía conformarse con un buen estrechamiento de manos, del mismo modo como saludaba a los hombres. Si ella le había mirado antes con descontento, ahora él el disconforme por sus propios e indiscutibles actos.

Doreen se miraba al espejo, contemplando lo hermosa de su vestimenta, y Emerick que pensaba reprocharle, le miraba ahora también. Limpia, ordenada y con buena ropa, se veía realmente hermosa. El blanco hacía resaltar la pureza de su mirada y lo radiante de sus cabellos limpios. Era curioso recordar en las condiciones en que ambos se habían conocido; ella sucia y herida, él a medio vestir y ensangrentado. Sin duda sería una buena historia para recordar.

¿En dónde estamos? — preguntó ella de pronto, sacándole inmediatamente de sus cavilaciones.

En el ala médica de la N-Corporation — respondió alzando la mirada hasta depositarla sobre sus ojos que ahora le miraban de frente, mientras que las manos femeninas comenzaban a recorrer su rostro de manera tan natural que a él ni siquiera le molestó — Es una organización no gubernamental que se dedica a la ayuda de personas en riesgo social a través de la entrega gratuita de nutrición y cuidados médicos — le explicó cerrando los ojos mientras los dedos femeninos recorrían la parte superior de su rostro — También es mi hogar, al menos mientras esté en Francia — le miró nuevamente y asintió con la cabeza ante su nueva pregunta.

Observó su reverencia, mas el chasqueó de su lengua no pasó desapercibido, haciendo que le mirara con curiosidad y se preguntó si sería una de esas personas que tenían prejuicios con la realeza, después de todo no sería la primera de ellas que conocía desde su llegada a Francia, al parecer la realeza francesa no era muy bien vista y no había hecho muy buenas labores, por lo cual era de imaginar que la gente acabase por mezclarla toda en el mismo saco y sólo esperaba que esta vez fuera la excepción, o al menos que le diera la oportunidad de explicarse, la cual llegó precisamente con la petición de su nombre.

Mi nombre es Emerick Boussingaut, Duque de Escocia — le sonrió y negó con la cabeza — No pertenezco a vuestra realeza y tampoco tengo que ver nada con ella, si estoy aquí es sólo por la Corporación — explicó desviando la mirada mientras pensaba si sería apropiado el contarle que es lo que había detrás de todo esto, pero la respuesta era demasiado simple para ser siquiera pensada; no le conocía, era humana y ya sabía demasiado — Espero que si ya os habéis prometido no juzgarme por mi raza, no lo hagáis ahora por mi propia sangre — le miró directamente — Si soy lo que soy es gracias a mis padres y eso en verdad me enorgullece, si vais a juzgarme haz que al menos sea por mis actos. Sólo soy lo que podéis apreciar y lo que vos conocéis... ¿No sois ya feliz con eso?

Ni siquiera supo el porque había hecho aquella pregunta, sólo esperaba que la respuesta fuese favorable. Ser juzgado o seguido por cuanto tenía era algo a lo que ya estaba acostumbrado y que de cierto modo también le tenía cansado. Le hubiese gustado haber tenido otras posibilidades, haberle llevado a otro lado y esconderse de su realidad al menos por un tiempo, hasta que ella aprendiera apreciarle por lo que realmente era, pero sus heridas le habían jugado en contra y ahora debía luchar contra su propio apellido para lograr que ella y el resto pudiesen ver más allá de su ducado, para que pudiesen verle a él.




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Mensaje por Doreen Jussieu Jue Dic 27, 2012 9:15 am

Después de todo lo que le hizo pasar, después de haberla cuidado, de traerla a su casa, Doreen se sentía excesivamente consentida, cómo si se tratara de una princesa regresando de un largo viaje. Sus cabellos brillaban de una forma extraña, cómo si los rayos del sol fueran cómplices de ella, haciendo que iluminara aquella habitación, aquella que la hubiese peinado tenía habilidades, y quizás después de terminar con aquel encuentro le pediría consejos, aquel vestido parecía que había mandado a hacer para ella, pues la ceñía a su figura. Le resaltaba su belleza, la chica siempre había tenido problemas con esa autoestima, la que se menosprecia ignorando su belleza, de manera extraña se sentía tan cómoda en ese momento, llegó a creerse linda, pero no sólo eso, de verdad lo estaba sintiendo. ¿Él la pensaría bonita? Su pensamiento fue un arrebato, una curiosidad infinita, pues nunca antes le había importado que un desconocido la catalogara de esa forma, pero en ese momento quería que él la viera así, que se quedará con un recuerdo, aunque en recuerdo se esfumara, de una Doreen linda, impecable, no en medio de una crisis de nervios, tristeza y miedo. La joven dejó de ver su reflejo, se dedicó a pensar que todo ya estaría bien. Incluso la pierna ya cedía, pues dejaba que se recargara sin necesidad de ayuda, y no le afectaba, lo cual, también le hizo sentir curiosidad, por qué la hubiera atendido.

Ella se sentía sorprendida. Ambos cedían, él por su parte contestaba todas sus preguntas, y ella se dejaba llevar por su corazón, y actuaba sin ataduras, lo cual le parecía encantador, y de cierta manera único, cómo todo. Sabia bien que él era uno de los causantes de su dolor y desgracia en la noche anterior, pero también estaba consiente que no era una mala persona. Doreen lo veía en su mirada, la bondad le brotaba por los ojos, aunque estaba segura no podía dejarse llevar por lo que veía, sino aprender de lo que el joven le mostraba con sus acciones; Caminó solo un poco dejándose caer en la camilla en la que había sido recostada, aunque eso no parecía una camilla, más bien parecía una gran cama de lujo. Se colocó a su lado y descansó su mano sobre su brazo. Esto como un gesto de agradecimiento, y muestra de confianza, le estaba teniendo confianza, lo que no había logrado tener ni siquiera con sus padres. Se sentó a escuchar, a deleitarse con la voz ajena, masculina, firme, y llamativa, para Doreen aquellas palabras eran valiosas, las explicaciones, los secretos revelados, algo que guardaría en el fondo de su corazón, que no compartiría con nadie más.

- Yo sé algunas cosas relacionadas con las curaciones, los remedios, quizás podría venir a ayudar, hasta que creas haya saldado mi deuda contigo, a fin de cuentas te debo mi vida ¿No lo crees? - Mencionó de forma muy suave, sonriendo cómo toda una súper heroína por intentar y desear contribuir con aquella hermosa causa - Encima que defiende a una solitaria alma en la calle, es quien ayuda a otros que no pueden - Se llevó la mano al pecho, pues se sentía excesivamente emocionada. - Quizás por esa razón mi corazón no deseaba juzgarle por su forma animal, quizás me decía que habían más maravillas de las que puedo ver de forma superficial, usted es de esas personas, que si el mundo tuviera más, no existiría la pobreza, ni la maldad, ni las guerras - Le dijo de forma muy sincera, y después suspiro. "Al menos mientras esté en Francia". Eso si que había sido un golpe bajo. La rubia volteó a ver al techo, pero en realidad miraba cómo pidiendo una respuesta de su Dios, que hasta esa mañana había recordado. "¿Por qué siempre tienes que traerme personas y al mismo tiempo arrancármelas?" Le preguntó con una mueca de completo reproche, suspiró, quizás él le dejaría una huella de enseñanza, quizás por eso se habían cruzado sus miradas.

- No quiero que dejes París - Soltó, sin ni siquiera haber entendido demasiado de dónde había sacado eso. Sus mejillas se encendieron, carraspeó y dejó que las coas fluyeran con la platica normal. - No… No le estoy juzgando, aunque debo confesar… - Susurra muy bajo lo siguiente - Conocí a la princesa de Francia, un buen amigo mío era de su familia, y ella, vaya que no me daba buenos tratos, por venir de una cuna no tan sagrada - Le confesó con una sonrisa - ¿Cree acaso que el titulo me ha hecho más dado que la caída de anoche? Oh, claro que no, no podría juzgarle, ni siquiera quiero hacerle, lo que deseo es conocer lo que hay detrás de esos ojos transparentes - Le dijo con sinceridad, pero pronto Doreen notó que había pasado desapercibido un gran detalle, uno que estando en casa ajena no es permitido hacer a un lado.

- ¿Señor? Acaso a su familia no le molesta adentre mujeres de está manera? - Doreen sintió una especie de presión en el pecho, no estaba segura si en realidad quería escuchar una respuesta. - Su mujer por ejemplo no debe estar muy contenta - Le comentó, mientras desviaba la mirada de forma torpe hacía la puerta, quizás estaba escuchando todo detrás de la puerta y ella comenzaba a cometer imprudencias con las palabras sueltas que estaba dando - No quiero causarle más problemas, espero me sepa disculpar, y si lo cree conveniente, puedo marchar - Le dijo en un susurro, como queriendo que nada, ni nadie pudiera escucharle sólo él, por eso se había inclinado hasta llegar cerca de su oreja, y ahí sin poder evitarlo, estiró la mano para darle un delicado abrazo, se quedó ahí, escapando de su mirada, doblada, pues permanecía sentada en la camilla, y estirada para abrazarle, pero sólo eso, intrigada por la respuesta que quizás, si deseaba escuchar para despejar su mente y deshacerse de ideas demasiado buenas. - Emerick - Se atrevió a pronunciar su nombre, como su igual aunque sabía de lejos que no lo era - ¿Debo marchar? - Volvió a preguntar pero de forma entrecortada, muy avergonzada.


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Mensaje por Emerick Boussingaut Jue Dic 27, 2012 12:36 pm

"No conoceré el miedo. El miedo mata la mente. El miedo es el pequeño mal que conduce a la destrucción total. Afrontaré mi miedo. Permitiré que pase sobre mi y a través de mi. Y cuando haya pasado, giraré mi ojo interior para escrutar su camino. Allí por donde mi miedo haya pasado ya no quedará nada, sólo estaré yo."
Frank Herbert



Simplemente se limitó a sonreír y desviar la mirada cuando la joven ofreció su ayuda para con la Corporación, era para él una forma rápida y eficaz de salirse por la tangente sin quemarse con una respuesta definitiva. Aún habían muchas cosas que en esa situación, ya que la Corporación en sí guardaba demasiadas cosas por detrás.

Y volvió a sonreír al escucharle decir que el mundo sería mucho mejor si hubieran más personas como él, lo que de pronto le recordó a la Baronesa Salieri, quien hace un tiempo atrás le había dedicado prácticamente las mismas palabras que, acababa de darse cuenta, ahora parecían tener mucho más peso que la vez anterior ¿Por qué? Se preguntó a sí mismo ¿Por qué se lo tomaba más en cuenta ahora y antes no?

No quiero que dejes París — le soltó ella de pronto, sacándole a él de todos sus pensamientos para hacer que le mirarse con cierto asombro.

La chica se sonrojó de manera fulminante, como si acabase de descubrir que había dicho un disparate de los grandes. Ella carraspeó y desvió enseguida el tema para responder a sus preguntas y defender sus propios argumentos de el porque no le juzgaba como él había creído, pero eso no fue todo. También le preguntó por su familia y por la molestia que pudiese provocarle el trajera mujeres «¿Mujeres?» se preguntó pensando en aquel plural para concluir finalmente que; o le creía un mujeriego ó era esa una pregunta subliminal. Y por primera vez en su vida había deseado ser un vampiro, o al menos tener esa capacidad de algunos de aquellos para leer la mente y saber que es lo que estaba pasando por la cabeza de la mujer, mas nuevamente no tuvo tiempo de seguir sacando conclusiones, pues ella se acercó a él, una vez más acortando las distancias para susurrar a su oído y abrazarle de manera inexplicable, como si en verdad rogase por quedarse un rato más.

Se quedó completamente mudo y con los ojos muy abiertos, parecía que los ratones le hubieran comido la lengua y de paso le hubieran llevado hasta el aliento. Cualquiera, que no fuese él mismo, había pensado que se hubiese muerto sino fuera porque su corazón había comenzado a palpitar descontrolado en respuesta a sus nuevas cavilaciones que ni siquiera su mente se atrevía a especificar. Era una mezcla extraña de miedo y emoción que le atacaban por partes iguales; emoción por sus señas y cercanía, y miedo por saberse emocionado. Un miedo bastante particular ya que no era de cobardía, sino de la perdida de su propia preservación, pues se negaba a creer verdaderamente todo lo que ella le decía tanto con sus palabras como con sus acciones; era demasiado bueno para lo que él realmente merecía y a su vez demasiado repentino para lo que estaba preparado a aceptar.

Emerick estaba completamente descolocado y fuera de lugar, parecía que ni siquiera su cabeza encajara con su cuerpo en aquellos momentos, pues sentía —repentinamente— que esa mujer comenzaba a ser una amenaza para su fortaleza personal en donde había invertido años de trabajo, de comportamientos ariscos, de palabras retenidas en el silencio, de lenguajes ofensivos y miradas amenazadoras. Todo para sentirse protegido en su propio mundo dentro del cual no quería a nadie cerca, y Doreen, Doreen llegaba envuelta en su mundo de bondad, cantando con las aves y jugando con los conejitos, montada sobre un corcel blanco, para venir a echar abajo todas sus barreras sin siquiera preguntar su opinión, pero ¿qué podía decirle cuando su sola sonrisa suya iluminaba todo su corazón? ¿“Vete de aquí, eres demasiado adorable para mi”?

Francamente había tardado un poco en reaccionar, pero cuando lo hizo, se puso de pie de un salto, al mismo tiempo que sus manos le soltaban de aquel abrazo y sus ojos le miraban asustados.

Sí... quiero decir, no — respondió deseando que se fuera, pero arrepintiéndose tan de prisa como había pronunciado sus palabras — No quiero que os vayáis, pero... — resopló y desvió la mirada hacia el cielo mientras de la repentina desesperación se acomodaba el cabello de forma poco prolija — No soy un buen tipo — le dijo de pronto al volver a mirarle mientras sus manos en movimiento comenzaban a acompañar el sonido de sus palabras — Y sí, ya sé que os he pedido que no me juzgarais por la bestia que soy durante Luna Llena, pero Doreen, hacedlo. Hacedlo, por favor. No soy una buena persona para vos, ni para nadie, y si en verdad hubieran más como yo: Sí, tienes razón, no existiría la pobreza, pero no porque los recursos se ocupasen de mejor manera, sino porque nos comeríamos a todos aquellos que no tuviesen un hogar en donde refugiarse durante la Luna Llena... Doreen, soy un asesino — agregó con la voz temblorosa y los ojos brillantes — Vos me visteis, sabéis que la sangre que tenía en mis manos no era mía, así que dejad de creer de una vez que soy una buena persona, dejad de ver lo no soy, dejad... — apretó entonces sus labios y se dio la media vuelta, mirando por un par de segundos hacia la puerta, antes de atreverse a salir por ella.




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Mensaje por Doreen Jussieu Jue Dic 27, 2012 3:38 pm

Es ahí cuando su temor se vuelve presente, cuando el cielo despejado se torna gris, y llovía, aunque para ella incluso la lluvia en un picnic suele ser una bendición, pero es en ese momento cuando todo se arruina, cuando ella se da cuenta que quizás la maldita de cierta manera es su persona, y que nadie será caz de ver más allá de su cuerpo frágil. Doreen estaba cansada de irse, estaba cansada de tener que partir porque la consideraban alguien tan delicado y hermoso que no se podía mancillar. La joven estaba cansada de tener que llenar su corazón de un sentimiento puro, pues después le cortaban las alas, y también aplastaban ese órgano que la hacía sentir viva y un ser humano que valía, se sorprendió por todo ese cambio tan brusco, desde la manera en que él se acercaba, hasta la forma en que se alejaba, desde ese rostro tranquilo, hasta ese rostro de… ¿Desesperación? No, ella no estaba dispuesta a irse, no por que fuera su deseo, pero aquel si, esa primer respuesta, la que había roto el silencio cómplice de ambos, le había pedido con patadas de ahogado, que lo dejara en paz, que no perturbara su mundo, y que se fuera de la misma manera con la que había llegado. Sintió pesar, sintió dolor, sintió unas ganas desesperadas de salir corriendo y no volver a verle jamás, sintió ganas de borrar su nombre, y esa manera tan delicada de cargarle en sus brazos para rescatarla del dolor, y la soledad, todo lo iba eliminar de su memoria, y también de su corazón, porque el dolor la estaba cegando, pero no estaba dispuesta a obligar a nadie en su presencia, y mucho menos hacerlo infeliz, para ella nadie merecía cargar con su presencia, no empezaría a perturbar a un hombre que de cierta forma, le había vuelto la esperanza en si.

Todo ese progreso que Doreen había dado en tan solo una noche se pisoteó, salió por la ventana huyendo como ella misma lo estaba haciendo en ese momento, pues su mente solo volaba con preguntas absurdas, y su corazón se había escondido entre sus órganos. Mientras Emerick hablaba, mientras le escupía todas esas dagas, la joven se limpió a quedarse parada, y verle cambiar de expresiones, por primera vez desde que había levantado sintió el dolor de su pierna volver, todo eso era psicológico, una proyección de como su corazón estaba siendo lastimado por un verdadero monstruo de la noche, sintió los caninos enterrarse en el sentimiento. Lo que había sido un rostro sereno e inexpresivo, lo que él había visto como un rostro perturbado y adolorado, lo que él había conocido como una sonrisa cálida y sincera, todo eso que había conocido ya no estaba. Los ojos de la joven dejaron de mostrar luz, dejaron de mostrar vida, y se hundieron en la sombra de la tristeza y agonía. Doreen comenzó a asentir de forma acelerada, comenzó a darle la razón a sus palabras, pero estás solo eran un susurró lejos que estaba intentando descifrar de forma desesperada. No entendía nada, y la verdad es que a esas alturas, pocas ganas tenía de entender, en realidad no era mucha ciencia todo aquello. Cada palabra lejana que el licántropo le dedicaba era una bofetada más grande, incluso una daga clavada en su cuerpo, pero a diferencia de lo que el mundo creía, ella soportaba, era fuerte, una guerrera. Doreen se iría si, pero antes le diría un par de cosas, para luego marchar.

- Pare, pare de una buena vez - Le dijo mientras avanzaba de forma torpe por detrás de él. Le había dado encima la espalda, pero el dolor no dejaba ver a la rubia el trasfondo de las palabras del chico, no la dejaba ver lo que verdaderamente estaba pasando, y es que no lo deseaba ver, no en ese momento que le dolía demasiado. - Usted manda, mi señor, usted es quien ha decido, usted es el que me ha pedido con sus palabras que marche, y lo haré, lo haré porque no deseo perturbarle de esa manera, pero antes, escúcheme a esta su agradecida servidora - Se aclaró la garganta, no deseaba le viera de una verdadera forma frágil, la de su corazón llorando - ¿Acaso no es el hombre un asesino por naturaleza? Caza animales, los mata, y los prepara en la cena, ¿acaso ellos no sienten, sonríen y forman también familias? Quizás su vida se cree en las calles, ¿Pero acaso no el ser humano también hace todas esas cosas? No, mi señor, se ha confundido, usted no es más, ni menos asesino, usted cayó en una gran maldición, una que apuesto de conocer antes no habría aceptado, ¿Cómo juzgarlo cuando sé que no tuvo más que elección? Y que seguramente en la luna llena ni siquiera, aunque usted quisiera, detener esos impulsos e instintos - Suspiró, cerrando los ojos, y buscando que de verdad la viera. Se movió, y logró con la ayuda de sus manos, que ambas miradas se volvieran una, como formando una necesidad extraña - He vivido con verdaderos asesinos, he sentido manos que han deseado terminar mi vida, pero jamás, jamás había visto en una mirada las ganas de evitar el dolor… Jamás había visto la desesperación de ser un asesino por no cometer de nuevo el mismo acto, y… Yo no lo considero como tal, para mi se volvió una esperanza - Le dijo eso último de forma muy suave, pero de manera sincera, con la seguridad de que él hombre la entendería, pero era tiempo de marchar.

- No deseaba perturbar su tranquilidad, tampoco que me hubiese salvado para romper ese patrón de vida, no deseaba ver desesperación en su mirada, no deseaba ser un mal en su vida - Eso último la hizo sentir una nueva punzada ¿Por qué ella tenía que ser el mal? ¿Por qué ella era la plaga que dañaba todo? Lo era, estaba segura que lo era, porque de no ser así él chico que tanto le había insistido en no juzgarla, no habría terminado por pedir que se marchara; la rubia examinó con una mirada aquella habitación. Por primera vez la sintió pequeña y asfixiante. Soltó una risita nerviosa, y analizó cada detalle, hasta que encontró su pequeño vestido maltrecho en una silla del fondo. Doreen comenzó a caminar de nuevo con esa torpeza a causa de la herida, pero se acostumbró, estaba segura que lo haría. Llegó hasta la silla, se inclinó, y tomó la prenda, o lo que quedaba de ella para doblarla de forma delicada, hasta tener un perfecto cuadro esponjoso de tela. Volvió a girar para acercarse, pero está vez no a él, sino a la puerta. Estaba consiente que se encontraba en la casa del hombre, y lo correcto era salir primero que él - Mandaré su vestido, lavado, planchado y perfumado, y también un presente por las atenciones, a fin de cuentas, le debo mi vida - Jamás en la vida Doreen imaginó que tocaría parte de la fortuna que Darcy le había dejado por haber sido una real revolucionaria, pero quizás era momento de hacer mover aquel dinero, así se evitaría ver a ese hombre de nuevo - Le agradezco de verdad lo hago, Emerick - Y decir su nombre fue costoso, doloroso y abrumador.

- Por favor, cuando vuelva a salvar a una chica, cuando la saque del medio del pozo, cuando ayude a todas esas personas gracias a este lugar, cuando encuentre a alguien que le haga sonreír, por favor no le diga que lo juzgue, permita a esa persona que entre en su vida, no se cierre por ese dolor que cargan sus hermosos ojos, no se permita vivir en la soledad y la amargura, no lo haga, usted mi señor, merece más, sólo depende de su corazón dejar pasar amistades no destruyendo sus barreras, sino creándoles una puerta principal - Se encogió de hombros y le dedico una sonrisa humilde, dulce y sincera - Ahora debo yo de marchar - Se acercó a la puerta y giró la perilla - ¿Podría indicarme la salida? - Le pidió, sabiendo que ese recorrido hacía el final sería largo, tortuoso, y poco grato.


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Mensaje por Emerick Boussingaut Jue Dic 27, 2012 6:38 pm

"Que el cielo exista, aunque nuestro lugar sea el infierno."
Jorge Luis Borges



Pare, pare de una buena vez.

Fueron aquellas las palabras más esperadas y más temidas de toda aquella conversación, una sola frase que tuvo tantos sinónimos sin que pudiera decir cual era más terrible que el otro; pare, deténgase, no huya, no se escape, de la cara, no sea un cobarde.

Se detuvo en la puerta, helado, a medio camino de su huida y con ganas de azotar la puerta con todas sus fuerzas hasta arrancarla de cuajo para desquitarse de algún modo. Tanta rabia, tanto miedo, todo era consigo mismo, todo contra su persona —si es que podía llamarse de ese modo—. Incluso el respirar se le hacía costoso, era como respirar un veneno mortal que poco a poco le raspaba la garganta hasta horadar en lo más profundo de su pecho y envolver su corazón apretado y falsamente endurecido que ahora y era incapaz de defenderse del dolor. Podía sentirlo en su voz, el sufrimiento y la agonía de la voz femenina que también se hacía suya... si tan sólo se hubiera detenido a tiempo ¿Por qué ahora? ¿Por qué? ¿Por qué tenía que haber esperado tanto y haberle hecho sentir de esa manera? No era su culpa ni se merecía ese dolor del rechazo, del exilio, pero tampoco se merecía a la bestia, al asesino.

Vos sois una mujer — dijo en un susurro tan suave y diminuto que ella no le escuchó, para los humanos no había sido más que aire salir de su boca, pero era ahí la causal de todos los pecados femeninos: Ser mujer, ser humana.

Tragó saliva y cerró los ojos por el momento necesario para tomar la valentía necesaria para poder volver a mirarle a ella, a esos ojos tristes y desolados que ya no parecían creer ni siquiera en la esperanza. Y no supo que era lo que sentía con mayor intensidad, si la rabia hacia sí mismo o el dolor. Volteó, le enfrentó.

¿Por qué? ¿Por qué lo hacéis? — le preguntó con la voz endurecida — ¿Por qué habláis de ese modo? ¿Por qué os empeñáis en hacerme sentir bien? — insistió entrecerrando los ojos y clavándole la mirada directamente sobre sus pupilas tristes — ¿No os dais cuenta que estáis defendiendo a un asesino? ¿Creéis de verdad poder compararme a mi — se apuntó a su propio pecho — con un hombre que caza animales? — rió con una ironía demasiado falta que se consumía a pasos agigantados por la agonía de sus sentimientos.

Negó con la cabeza y se movió de la puerta para ir a sentarse de regreso a la camilla que ella había abandonado. Se quedó con la cabeza gacha y ambas manos posadas sobre sus rodillas en un gesto demasiado derrotado. Estaba cansado, cansado de la vida, de la falsedad, de ser y no poder ser, de luchar, de reír, de pedir perdón, de creer, de sentir.

Un par de lágrimas se escaparon de sus ojos sin poder ser retenidas y se revelaron contra sus propios deseos, mostrándole al mundo lo débil y cansado que se sentía. Ni siquiera se molestó en secarlas, ignorarlas era más fácil, pues si les consideraba, era probable que corrieran unas cuantas más en su favor.

Vos no lo entendéis — volvió a menear la cabeza — Llegáis y preguntáis por una señora por una Señora que ni siquiera existe; llegáis y me pedís aceptar otras personas cuando sabéis que para mi es imposible; llegáis y me llamáis esperanza cuando en verdad soy oscuridad ¿Qué más pruebas necesitáis para juzgarme? De verdad me obligáis a confesaros mi verdad — respiró con dificultad y se mordió los labios como si se negara a hablar — Fui yo el asesino de mi familia, de esa señora por la que preguntáis y ese hijo que nunca nació... mi primera Luna Llena... ocho años atrás — bajó la cabeza y por primera vez se atrevió a limpiarse la cara, ya había sacado lo peor, ese peso horroroso por el que cualquiera tendría derecho a juzgarle y lapidarle sin que él opusiera resistencia.

Espero que os entendáis ahora el porque no te podéis quedar, no permito que nadie a mi vida a menos que sea lo suficiente hábil para asesinarme en el caso de que llegara la hora de mi ataque. Ni vos ni nadie tenéis la capacidad de luchar contra el demonio que se apodara de mi esas noches, y yo... yo no sería capaz de soportar el volver a matar a otro ser querido, prefiero no tener a nadie — le miró una vez más — Vos ya estáis mas cerca del cielo de lo que yo jamás estaré, no hagáis que vuestra vida se convierta en un infierno por quedaros a mi lado...




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Mensaje por Doreen Jussieu Jue Dic 27, 2012 7:49 pm

¿Irse? ¿De verdad iba a irse? Ella no sabía si irse era la mejor solución, pero él le estaba pidiendo eso de forma encarecida, casi poniéndose de rodillas porque lo dejara en paz, de cierta manera se sentía mal por eso, se sentía rechazada, dolida, y de nuevo insignificante, ya no era la Doreen que por escasos momentos se había visto en el espejo y se había sentido hermosa. La joven soltó varios suspiros, y se congelo, volteándolo a ver de forma preocupada. Dejó caer su vestido en el suelo, y apresuró el paso para poder tenerlo de frente. Notó entonces que por primera vez él baja la mirada, notó que un liquido cristalino corría por su mejilla, notó que su tristeza se volvía suya, y entonces no entendía porqué, si él le pedía que se fuera, se sentía permanecer en ese lugar. Como si algo le clavara las piernas para no moverse más, cómo si la simple idea de marcharle le diera un golpe que lograra arrancarle alguna extremidad. Si Doreen se iba, seguramente perdería parte de su ser, porque esa noche había desnudado su alma y su corazón al confesar cosas y experimentar sensaciones que nunca antes había hecho. Se había quedado estática, sin saber que era lo conveniente por hacer, simplemente sentía que tenerse cerca podría aliviar dolores, penas y futuros tormentos, pero aquello estaba por verse, Doreen haría el ultimo intento por borrarle esa mirada amarga del rostro ajeno, como pudiera aliviaría ese dolor que había infringido, todo aquello antes de irse, porque a pesar de todo, no podría irse como si nada, pues la huella ya estaba plantada en su interior, y nadie jamás de los jamases sabría removerla.

Delicadamente estiró las manos, una de ellas se colocó bajo el mentón del licántropo, con tantita fuerza le movió la cara, buscando que la mirara. Doreen sonrió de forma tierna, y bajó su rostro hasta quedar a la altura del joven. Sabia que lo que estaba por hacer no sería bien visto, pero también estaba consiente que eso después nadie se lo reprocharía, pues estaban solos, y después de esa tarde no se volverían a ver. Acercó de forma delicada y pausada sus labios, depositando ligeros besos en sus mejillas, los besos no iban al rostro solo porque si, de hecho se quedaban en las zonas donde las lagrimas estuvieran truncadas, así hizo un camino de besos hasta llegar a sus ojos, con la ayuda de su mano libre le cerró los parpadeos y dejó dos besos sobre cada uno de ellos, soltó un suspiro suave, pues el joven le había dejado hacer, se había quedado quieto con tal de darle la libertad para que ella se moviera a su antojo, aquello había sido hermoso, un acto de intimidad, de unión y de sanidad.

- Las lagrimas son nuestras mejores amigas, estás son las que nos liberan del dolor, pero las lagrimas interrumpidas con besos, suelen buscar otro propósito, otro sentimiento, y espero te ayuden a tomar otro sentido a las cosas, espero que sonrías, porque lo mereces sin importar el asesino que se encuentre dentro de ti - Se encogió de hombros - Te voy a repetir las cosas, aunque me vaya, para mi eres luz, esperanza y paz, me has llenado de confianza, y de confort, no te digas esas cosas por favor - Soltó su rostro, y se acercó a abrazo. ¿En qué momento habían llegado a eso? ¿En que momento habían llegado a confesarse un paso trágico, Doreen suspiró, intentando contener el dolor, las lagrimas y el vacío, no sabía que decirle en realidad, pero lo diría desde el fondo de su corazón.

- Una vez conocí a un joven licántropo, que regresaba de un largo viaje, venía encobrado, con el cuerpo golpeado, y con la cara llena de un dolor casi inexplicable, no sólo había matado a su mujer, y a sus hijos de diez y ocho años, también había matado a la aldea en general, se notaba devastado, se notaba querer terminar con su existencial, pero al final pude notar una sonrisa en su rostro… - Le abrazó con fuerza, intentando que no se vieran a la cara, pues le ponía nerviosa - Sonreía porque estaba agradecido con la vida, sonreía porque había tenido el privilegio de amar… no solo a una mujer, también a un hijo, sonreía porque había aprendido demasiado de todas esas personas… - Suspiró - Ese hombre aceptaba que lo había hecho mal, pero no había sido su culpa, lo había hecho el animal - Susurro. - Y ahora, cada día que viviera, buscaría no compensar sus actos, porque esos no se revertirían, pero al menos los recordaría, y haría justifica a su memoria - Finalizó su historia y se separó.

- Un corazón como el tuyo - Colocó una mano sobre el pecho del joven - No debe cargar con ese dolor, no porque hayas errado hace un tiempo lo harás ahora, tienes conocimiento, tienes ayuda… - Se encogió de hombros - Y sé, que en tu corazón ya no existiría posibilidad de dañar a nadie, no al menos de forma intencional - Comenta decidida. - ¿Acaso crees que tu mujer y tu hijo se sienten felices al verte así? ¿Acaso crees que sus almas podrán descansar en paz cuando sólo sufres su recuerdo? - Le preguntó, está vez mirándolo a los ojos - No me iré, no me iré porque crees que me harás daño sin ni siquiera haberlo hecho antes, no me iré porque no soy aquella mujer que se ha ido, y que crees poder volver a dañar, no me iré porque quiero verte sonreír antes de irme, no me iré porque deseo quedarme aquí… ¿Me dejarás entonces quedare? ¿O de verdad quieres que me vaya? - Le comentó intentando animarlo, intentando que comprendiera sus palabras, intentando que al menos se diera cuenta que tenía una esperanza.


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