Let me hear your Voice~ |Dago Ravarotto|

Después de haber tomado una, dos o quizás tres tazas de café, Elene había estado observando fijamente el bosque que rodeaba la propiedad de ésta, sentaba en una pequeña mesa de jardín de madera de caoba con acabados barnizados situada en las afueras de la Mansión Rossato. La compañía era la misma, nadie, solo su alma y el recuerdo de Dago, del vampiro que había robado más que su corazón. Se aferraba a la taza y sobre sus labios el borde de ésta, soplando de manera delicada y tranquila, pequeñas ondas se iban formando y el humo por el calor del café podía observarse a su aire suspiraba de vez en cuando y se encerraba en el secreto de su mirada. La paz que interna que reflejaba era solo una distante reconexión de la mente con el alma, de la felicidad con la tristeza.
Habían pasado más de 3 horas y la tarde iba anunciando su despedida, las aves revoloteaban en el aire, hacían danzas las unas con las otras y en medio del cortejo se podía verlas deslizar por los aires siguiendo una sinfonía muda. El rojo atardecer pronto llegó, las chicharras no dejaban de hacer el curioso crujido, el clásico de verano y más cuando se estaba rodeada de una inmensidad boscosa.
La atención de Elene se había roto unos segundos por uno de los mayordomos de apariencia muy elegante, donde le llegaba a entregar un ramo de flores fúnebres que ella misma había enviado a comprar puesto que esa noche quería visitar la tumba de su madre. Entrecerró sus ojos y tomó con suavidad el ramo, dio las gracias al sirviente y se puso en pié dejando la taza de café a medio tomar en la mesa de patio. Caminó por las escaleras dando anuncio al cochero que saldría y que mantuviera todo listo, se cambió de ropa, un vestido negro ajustado a su cuerpo de encajes negros y un sombrerillo pequeño con una malla a traslapar fue lo que decidió colocarse y descendió nuevamente las escaleras, entró al carruaje y con el ramo en manos esperó que el viaje fuese corto así para poder cumplir lo que deseaba, saludar el aposento de su madre.

El cochero se detuvo, el sirviente abrió la puerta y la enlutada Elene bajó de su carruaje, miró a su alrededor y estaba todo tan callado, tan solo, continuó el paso. Una a una iba pasando las tumbas, unas estaban tan deplorablemente en mal estado, parecía que a los familiares no les importara que ahí estuvieran los restos de su ser querido así como también habían otras que estaban muy decoradas y hermosas tal y como todo difunto se merece. Elene llevaba consigo el ramo de flores, posó su vista un rato y de inmediato encontró la tumba de su madre, soltó una lágrima y abrazo aquellas flores, por dentro se sentía destruida, maldecida de no haber podido siquiera tener un recuerdo, una fotografía, una pintura de ella y aunque sea así haberle conocido puesto que la madre de Elene murió cuando ella era una pequeña de dos años. Secó sus lágrimas y deseaba que Dago estuviese ahí con ella, que la abrazase y compartiera ese minuto de dolor, que tan solo le hiciera compañía. Habían pasado ya 3 meses que Elene no tenía noticias del vampiro por voluntad propia pero ella le llevaba consigo siempre. Las últimas palabras del vampiro le retumbaban la cabeza ''Elene, sólo susurra mi nombre y estaré ahí para ti.....'' ¿Podía ser posible? acaso Dago siempre le cumpliría esa promesa, no lo sabía pero sentía dentro de sí que no soportaba más la existencia de no saber nada de él y por más que se hiciera la fuerte no podía soportar el hecho de no estar para él, se negaba a creer que éste también era un vampiro, esos seres que habían asesinado a su madre y familia pero estaba dispuesta a abrirle la puerta a Dago nuevamente. Quiso escuchar su voz.

Junto su manos y las llevó hasta su pecho, cerró sus ojos y abrió su boca para susurrarle --...Dago... ¿dónde estás? Te necesito....- el viento tiró una oleada y meció sus cabellos y el vestido, ella solo esperaba que el mensaje fuese entregado.

Habían pasado ya tres meses, y a pesar de lo sucedido en su encuentro anterior con Elene, no había dejado de hacer lo de siempre, seguirle diariamente en búsqueda de respuestas sobre el hombre que deseaba encontrar, aunque el había dicho que ya no la usaría a ella para conseguir encontrar al asesino de su hermana, decidió continuar siguiendole, ya que parecía ser la única manera de conseguirle, aparte de que el le había dicho a ella que siempre estaría allí para ella si deseaba volver a verle, a pesar del odio que decía sentir por Elene, había desarrollado una especie de apego hacia su persona; esa noche ella había decidido ir al cementerio, y como era lo usual el le siguió, observando todo lo que hacia, escucho su nombre "Dago donde estas? Te necesito", el sabia que ese día llegaría, el día en el que ella le llamaría, dando ligeros pasos para que no sintiese su presencia, se acerco caminando hacia ella hasta quedar al frente suyo, tomando sus manos susurro a su oído.
-Aquí estoy...-
Esperaba que no cambiase de opinión, porque así como podía llamarle en ese momento, podía acordarse de todo lo sucedido y cambiar de parecer, lo que era muy común en ella al ser una persona malcriada.
-¿De verdad me necesitas?-
Pregunto llevando una mano al mentón de la joven, sosteniendole suavemente para dirigir su mirada hacia el.
-Porque si es así...-
Haciendo una pausa prosiguió.
-Si es así estaré por siempre para ti!-

Pasaban ya mas de las once casi era media noche. El viento estaba en constante danzar con las hojas de aquel tétrico cementerio, las manos frías de Elene que guardaban la esperanza de que el viento llevara su susurro hasta los oídos de Dago y éste llegase con ella. El cuerpo delgado y un poco tieso de Elene esperaban, no tardó ni más de un segundo para que su silencio se rompiese. Su cuerpo comenzó a sentir corrientazos de energía, sus pies, que apenas y podía sentirlos trataban de sostenerse, el corazón de Elene palpitaba una y otra vez, más y más fuerte y su respiración se había aumentado pero no quería desfallecer, la máquina bombeaba sangre lo más que podía esperando no colapsar. Soltó una y otra vez el aire, afinó su voz internamente y suspiro dos que tres veces esperando que no fuese un engaño de su cabeza, que realmente Dago era quien estuviera ahí, que fuera su cuerpo, su pálido rostro, sus ojos, sus rosados labios y su auténtico acento italiano el que mirase cuando los abriera. Tragó saliva con un poco de dificultad, no podía concebir nada estaba perpleja y paralizada.

-D-Dago.....- dijo con mucha dificultad y sus ojos se abrieron, estaba ahí, estaba frente a ella, entre la oscurana noche, hundido en esa oscuridad, sumergido entre el dolor de las almas de aquel cementerio, frente a la tumba de la madre de Elene. Ella recordaba a Dago mientras le había conocido, esperaba que este jamás se volviese a ir, los tres meses que ya habían pasado habían sido enormes, los sentía como años, la agonía de no estar con el hombre que amaba, que hacía que su corazón mendigara no estaba con ella pero en realidad él siempre había estado ahí.

Escuchó como Dago había escuchado cada una de sus palabras y le contestaba, su mente retumbaba dentro de sí, no podía entenderlo pero se imaginaba que estaba habilidad Dago la tenía por su condición de no humano, su condición de vampiro. Con voz quebrajosa y apenas audible, Elene le contestó -Sí... Dago, es así, te necesito al lado mio.... Fui una tonta, una ingenua..... Me dejé llevar....- con la voz entrecortada y soltando lágrimas Elene sollozaba en la mano que Dago habñía puesto en su mejilla.

Sin dudarlo ni una tan sola vez, Elene se abalanzó contra Dago y le abrazó -Por favor no te vayas nunca, nunca.....- le decía entre lágrimas y un poco de llanto -Prométeme que jamás me dejarás de nuevo, Dago, ni aunque yo así lo quiera, así te lo insinúe o quiera... prométemelo le apretó contra sí y se quedó escuchando el crillar de los grillos. Solos ellos dos, en ese enorme universo.

Pudo sonreír al escuchar lo que le pedía Elene, sabia que le extrañaba, pero no sabia cuanto le necesitaba consigo, a una parte de el le gustaba saber que ella deseaba que siempre permaneciera a su lado, aunque su otra parte se negaba a sentir tal cosa dentro de el, pero a pesar de ello decidió seguir su primer sentir, el del agrado y el gusto de estar con ella, aunque ese le desviara de su objetivo principal.
-Elene-
Acariciando su rostro borraba cada rastro de lágrima que caía de la joven.
-Yo te prometo que siempre estaré contigo, pero si llegas a pedirme nuevamente que te deje, te dejaré, ya que debes estar consciente de lo que deseas, ya no eres una niña, y tienes que saber lo que quieres y lo que no! Sin cambiar de parecer una y otra vez, ya que toda decision, toda acción tiene sus consecuencias-
Abrazandole, se quedo así por un momento con ella.
-Hacía mucho tiempo que no sentía tu cuerpo, tan suave, tan delicado-
Oliendole suspira con sus ojos cerrados.
-Tan... Tan.-
Estaba despertando en el la necesidad de saborear su sangre, ya hacia mucho tiempo que no se alimentaba de un humano, pero debía calmarse, ya que no debía estropear sus avances nuevamente.
-Tan dulce-
Beso su frente y susurro a su oído suavemente.
-Estare a tu lado por siempre Elene Rossato, por siempre.-

Abrazada a su cuerpo, Elene se sentía protegida, podía calentarse en el frío cuerpo del vampiro y meditar sobre cada una de sus palabras y apreciar cada uno de los momentos junto a él. Su llanto cesó puesto que Dago la consolaba ahora y eso le hacia feliz podía pasar una eternidad con él. Suspiraba despacio, respiraba lento y cauteloso, estrujaba a Dago y le daba uno que otro beso en su mejilla, sus labios fríos, rojizos y tiernos le llamaban.
-Dago.... Lo sé, sé que de ahora en adelante te prometo pensar más cuerdamente...- sonrió y le miró a sus ojos - No quiero estar lejos de ti nunca más....- le volvió a abrazar así como cuando un niño no deja que su madre parta y llora desconsoladamente porque no se vaya -Estos tres meses sin ti han sido de lo peor... No he dejado de pensarte, de querer saber de ti, de cómo estarás...Me da tanta felicidad escuchar eso de ti, que te he hecho falta así como tu a mi.. pensé-calló su boca aún no era tiempo para que Elene dijera eso, se acercó a sus labios y le besó suave y lentamente, quería atesorar esos recuerdos para ella, ¿Cuándo había comenzado todo? ¿Cuándo aquella niña malcriada y arrogante había cedido? ¿Cuándo?.

Aquel lugar era el quejares de las almas en soledad, lleno de dolor, de intensidad, de pequeña Elene se juntaba con sus compañeras escuchar historias tenebrosas de fantasmas que rondaban y penaban, humanos que, ya habían dejado su cuerpo terrrenal y se habían unido al mundo espiritual sin querer hacerlo y por eso se condenaban ellos mismos a vagar por el mundo sin sin vistos u oídos.

-Dago, esta es la tumba de mi madre....- señaló Elene aún en sus brazos y suspirando meditó -...No tengo ni siquiera un recuerdo de ella Dago, ni uno....- saltaron sus lágrimas nuevamente de sus ojos y ésta las oculto llorando en el pecho del vampiro sintiendo una especie de consolación de su parte -Dago.... hoy es el aniversario de su muerte...- apenas y podía respirar -Estoy tan feliz que estés conmigo, siento que ella se ha ido y tú, tú has venido conmigo...- le miró y se acomodó nuevamente en él.
El tiempo acortaba los minutos, el viento carecía de gracia, puesto que estaba quieto, estático sin ningún movimiento alguno. Los pájaros nocturnos hacían uno que otro ruido y se espantaba de vez en cuando el silencio.

-Dago, ¿Qué significo yo para ti?- alejándose un poco y quedando el silencio.

Esbozando una sonrisa al escucharle acaricia su cabello aun en sus brazos, pensando por un momento en lo que podía ayudarle a la joven, esperaba que funcionase, ya que al principio, en el primer encuentro de ambos sus habilidades no lograron hacer efecto en ella, por alguna extraña razon, pero tal vez ahora que esta abierta a el, no exista ningún problema con ello, así que colocando sus manos en ambos lados de su mejilla le pidió a Elene que cerrara sus ojos.

-Elene, cierra tus ojos un momento, si?


Usando su habilidad para manipular su memoria en busca de los recuerdos de la madre de Elene que yacían escondidos dentro de ella, se los devolvió a ella nuevamente, logrando mostrarle desde su primer día de nacimiento, los momentos en los que le cuidaba, cuando le cantaba y le arrullaba para dormir, cada momento que podía considerar hermoso para ella se lo mostraba, solo hasta el día anterior a su muerte, ya que de enseñarle que el estuvo allí ese día, le arruinaría todo.

-Ya veo porque le amabas mucho-

Susurro besando su frente y abrazandole.

-Espero que no te haya molestado el que haya hecho eso... Pensé que tal vez necesitabas esos recuerdos en ti, para cuando vinieras a visitarle-

Desvío su mirada hacia la tumba de la madre de Elene y luego le miro a ella, viendo que de sus ojos salían pequeñas lágrimas, borró con sus manos suavemente cada rastro de ellas.

-Para mi significas algo grande, se que puede sonar inverosímil, pero a pesar del tiempo, has pasado a ser una persona importante para mi-


Dándole un pequeño beso en su mejilla prosiguió

-Tal vez no sea bueno con las palabras para decir lo que significas para mi, pero se que con cada acción que hago demuestro que es por ti y para ti, aunque... Aunque eso no pueda ser suficiente-

Sonrió acariciando su rostro suave y delicado.

Suspiró dos segundos, quedó sin aire y ahora sí, la marejada de lágrimas caían una tras otra y no parecían cesar, Elene se había quebrado. Tragaba poco a poco y se aferraba aún más a Dago, estaba reviviendo el recuerdo de su difunta madre, ahora sí sabía que ella realmente la amó hasta el último momento. Cerró sus ojos y sonrió mientras una lagrima le recorría el borde de los labios y el recuentro de imágenes y momentos vividos se acabó. Besó a Dago en la mejilla y sintió a todo lo que él le decía, estaba tan agradecida con él por haberla hecho vivir ese momento único y especial.

El viento retomó vida, había comenzado a soplar y a dejar caer las hojas secas de los restos de árboles que aún se conservaban en aquel ''santo'' recinto. Elene comenzaba a titiritear de frío y Dago al parecer lo notaba, ella se sonrojó de la pena.
-Dago... eres tú el primero en todo de mi...- le dijo sonrojándose aún más y viendo al suelo casi jugando con sus pies con las pequeñas piedritas y arenilla de la tierra suspiró y le vio sin poder contener su mirada, ladeo la cabeza, era una palomilla en su boca, estaba a su merced, él era su dueño.

-Quiero que vayas a mi casa..... Antes de que amanezca..- sonrió y se frotó las manos para tratar de calentarse - Claro, si a ti no te molesta y no tienes nada mejor que hacer....- tomó valor y le sostuvo la mirada, esperaba ansiosa un sí.

...Me he convertido en tu propiedad
has tomado el control
y no puedo negarme, me he atado a ti
Soy tuya.....

El apego a el, las lagrimas, el abrazo y su beso, cada acción de ella le hacían sucumbir a su encanto, Dago era fuerte frente a todo, pero con ella toda esa fortaleza se convertia en debilidad, auque no pudo evitar dudar ante su propuesta, pero tal vez esto le ayudaría a encontrar pistas que podrían llevarle a el encuentro del padre de Elene.

-¿Que tan lejos queda de aqui?-

Pregunto metiendo ambas manos en sus bolsillos, para luego voltear su mirada hacia el horizonte.

-Aún quedan muchas horas para el amanecer-

Tomando de su mano le dio un beso en su mejilla y sacando una rosa de su abrigo, la paso rozando por la frente de Elene para luego colocarla sobre la tumba de la madre de ella.

-Tus recuerdos estan en ti, y ahora en esa rosa... Cada vez que el viento deshoje un petalo de esa flor, será un recuerdo que este se llevará y lo impregnará en el aire que respiras, para que cada vez que salgas y este te roce, puedas sentir como vuelve ese recuerdo a ti.-

Besando su frente toma de nuevo su mano y empieza a caminar junto a ella.

-¿Es por aqui, no?-

Observandole fijamente en espera de su respuesta.

-¿Es por aqui el camino a tu casa, no?-

Ella casi podía saltar de la alegría pero mantenía la compostura porque no quería que Dago fuese a pensar mal de ella. Soltó una enorme sonrisa y le tomó de su brazo y entrelazó sus dedos con los de él, se apegó tanto a su cuerpo que el brazo de Dago se entre hundían en sus senos haciéndolo sin ninguna maldad o provocación.

-Aún queda tiempo para que estés conmigo...- susurró Elene para si misma esperando que Dago le hubiese escuchado -¡Qué felicidad..!- presionó su cuerpo aún más al de él comenzó la marcha con su amado. Le escuchaba hablar y decir una que otra frase cuando se detuvo a pensar -¿Cómo es que sabes dónde vivo, Dago?- y sus inusuales pensamientos fueron interrumpidos por éste.

-Sí, es hacia esa dirección..- le observó y señaló con su frío dedo hacia el norte -No queda muy lejos de aquí, además de que el cochero está esperando afuera del cementerio, si quieres podemos irnos con el.- le miró y luego se sonrojó un poco -A menos que tengas alguna otra idea de como llegar a la Mansión...- arqueó una ceja y sonrió mientras jalaba su mano no sabía que esperar de Dago pero de algo sí estaba muy segura de que todo lo que él soltase serían interesante y divertido.

-Tengo tanto por mostrarte, quisiera que me acompañaras esta noche, que arrullaras mi sueño y te quedaras ahí conmigo para siempre..- se acercó a él aún con su mano tomada y le observó detenidamente -P-Perdón... No quiero sonar tan abusiva Dago- llevó su rostro hacia el de el y chocó suavemente su frente con la de él, juntando su mirar, sus respiraciones, sus latidos -Dago.....- suspiró moría por besarle.

Estaba decidido a ir con ella, así que continuo asintiendo a todo lo que le dijese, aunque sintió que había cometido un error al señalar por donde podría ser el camino hacía su casa, Dago no debía dejar ver lo mucho que sabía de ella.

-Podemos ir con el, o podemos caminar mientras disfrutamos de la vista que tienen estas calles, la de las ideas de como llegar a tu hogar eres tu, yo solo indique hacia donde era porque te vi llegar por allí, aunque...-

Hace una pausa y observa como se sonroja frente a el.

-Aunque si tienes pensado enseñarme algo en tu hogar, o hacer algo en el, debemos tomar en cuenta el tiemp......-

No pudo terminar la oración cuando fue jalado por ella, corriendo tras suyo logro observarle llena de felicidad consigo, lo que llevo a sentirse igual, hacía ya mucho tiempo atrás que no se sentía de esa manera.

-Elene!!!-

Deteniéndose frente a ella, le escucho completamente cerca de el, sintiendo su respiración, sonriendo detuvo sus palabras con un pequeño beso.

-No molestas en nada Elene, ni eres abusiva tampoco, así que me sentiré completamente a gusto acompañándote esta noche, arrullando tus sueños y estando allí contigo para siempre, aunque....-

Observando hacia ambos lados, le susurra al oído.

-Yo siempre he estado contigo a pesar de que no te has dado cuenta de ello-

Sonríe y le da un beso en su frente, para luego mirarle fijamente y abrazarle con fuerza y suavidad, besandole y acariciando su rostro.

-Entonces pequeña Elene, ¿Como vamos a tu hogar?

Cada cálido y suave beso era como un manglar lleno de ilusiones, Elene jamás había experimentado sentimientos tales como el que Dago le despertaba, se sentía como niña desprotegida, tan susceptible a todo lo que él hiciese o dijese, él podía tanto edificar como derrumbar a la Señorita Rossato. Se derretía como cuando se funde el hierro en el fuego al escucharle susurrar en su oído y la teletransportaba a otro mundo, ella era feliz y Dago se lo hacía sentir. Estaba dispuesta a fugarse inmediatamente con él, es sus brazos, perderse nuevamente en el bosque y jugar a los desconocidos, revivir el momento y ser suya, la presa había mordido el anzuelo de su cazador, Elene se había enamorado. Después de todo aquello la pequeña y engreída Elene Rossato, la rebelde sin causa, la triste y disimulada Elene Rossato, codiciada por muchos y ninguno sin éxito la había persuadir había dado su brazo a torcer y esa podría ser su perdición.

-Dago… si no se te ocurre un mejor idea, estaría encantada de que me llevaras a pasear por la ciudad…- tomó su mano y le hizo una seña de que era hora de irse, le jaloneó suavemente y sonrió dando tres pasos para detenerse -A menos que a ti se te ocurra llevarme de otra manera…- se acercó a él para abrazarle -Mencionaste anteriormente que siempre habías estado conmigo aunque yo no lo supiera, si es así deberías de saber que soy muy fantasiosa y me encantan las cosas que parecen imposibles, este es tu momento para demostrarme tu poder, Ravarotto…- arqueando una ceja, queriendo desafiar a Dago, ella tenía conocimiento que él no sabía que ella por las noches leía una famosa novela que desde niña la conservaba , una historia de una señorita la cual se había enamorado de un Ángel… y éste le mostraba el cielo por las noches, la llevaba a cualquier sitio donde a ella se le viniera en mente y contemplaban juntos las estrellas, por un momento se esfumó pensando en ello.

Dago sabia ya sobre lo fantasiosa y soñadora que era Elene, todos los días tras ella le hicieron conocerle mejor, tener conocimiento de sus gustos y demás, así que con su sugerencia sobre llevarle de otra manera a su hogar ya tenia en mente a lo que se podía referir la joven Rossato, así que tomándole en sus brazos comenzó a caminar para indicarle lo que debía hacer mientras hicieran ese viaje que ella deseaba.

-De acuerdo pequeña Elene-

Dijo Sonriendo mientras seguía caminando con ella en sus brazos.

-El viaje a tu hogar comienza ahora, solo descuida que nada malo te sucederá conmigo, ¿De acuerdo? yo te sostendré, y contigo siempre... estaré!-

Diciendo esto ultimo comenzó a levitar ligeramente para emprender su vuelo por los oscuros y tenues cielos de las calles de París, volando junto con ella, veía como se encontraba un poco nerviosa.

-Te dije que no debías preocuparte-

Sonriendo prosigue.

-Imagino que le dijiste a tu chofer que te irías aparte, y que debía irse solo, ¿no? ya que luego irá diciendo por allí que un guapo y apuesto caballero de aspecto palidecido se robo a la persona que se suponía debía cuidar-

Rió sarcásticamente, para luego mostrarse serio, no podía ser tan obvio e ir directamente al hogar de Elene, debía dar vueltas al rededor, y volar por un lugar cercano a este preguntando hacia donde debe dirigirse, para que ella solo le señale el lugar y baje.

-......-

Permaneciendo en silencio siguió surcando los cielos nocturnos junto a su amada, hasta llegar a un sitio próximo a su mansión.

-Amada mía, he dado vueltas sin que me digas hacia donde dirigirme, creo que es momento de que me digas a donde debo ir para llegar a tu cálido hogar-

Pregunto aún sabiendo que se encontraban a pocos metros de allí, pero debía hacer parecer que no sabía donde quedaba el lugar, y aparte de ello, debía hacer creer que el estar tan cerca de allí solo fue casualidad, y así lo hizo ver con su comentario anterior.

Hacia uno que otro movimiento en los brazos de Dago, sentía un poco de miedo pero luego le miraba a los ojos y su paz le llenaba de tranquilidad, le hacia sentirse segura. Nunca antes había estado tan alto, se sentía intocable, se aferraba aún más a él y sentía que desde su vientre el amor le salía hasta sus labios. Quería besarle con infinita intensidad pero no quería distraer a Dago y provocar que cayeran. Asentó y le mostró la mansión desde una de las colinas que desde ahí podía observarse. -Pues creo que saldrá en primera plana del diario, la noticia que un joven, hermoso de buen aspecto ha secuestrado a la millonaria hija de los difuntos Rossato's...- sonríe y le da un pequeño beso en la mejilla, limpiando un poco de brillo labial que había quedado en la mejilla ajena, sonriendo por su mal chiste le ve -...Dago, date prisa, tengo tanto por mostrarte..- se aferra aún más a su cuerpo porque sabía que podía aumentar la velocidad y Elene le tenía miedo a las alturas.

Mientras el aire le rozaba la cara sentía que se perdía en la inmensidad del cielo, Dago acababa de ganarse aún más su atención y su corazón, había dado en el punto con Elene, el romanticismo y la cursileria era lo de ella, puesto que aparentaba ser dura y egocentrista, por dentro era frágil y delicada como una flor en semejante huracán. Eso le recordó, cuando estaba en el monasterio y que recibía clases con sus compañeras, se hablaban las unas a las otras, se pasaban las horas pensando en cómo sería el amor de sus vidas y qué harían cuando lo encontraran, Elene miraba estúpido todo aquello puesto que no quería demostrar la verdadera mujer que era.

Cuando menos pensó estaban en la parte trasera de la Mansión, los sirvientes estaban un tanto extrañados porque la vieron entrar por la parte posterior de la casa y acompañada de alguien, pero notaron en su rostro una paz y felicidad eterna. Le hizo una seña a uno de los sirvientes y le advirtió que el cochero aún continuaba en el cementerio que lo fueran a buscar para que no pasase la noche ahí. Subió las escaleras de la mano con Dago y se dirigieron al despacho.-Quiero mostrarte unas fotos mías y de mi familia.... si no te molesta.. - abrió la puerta y entraron, Elene se cercioró que la puerta estuviese bien cerrada y le vio -Pero antes.... - se acercó a Dago y le vio fijamente, se abalanzó contra el y le pegó un poco a la pared, moría por besarle, se le quedó viendo y respiró su mismo aire -...Dago, te amo.....- le susurro entrelabios.

Te lo he dicho, te he dicho que te amo,
¿Qué haras? ¿Qué me dirás?,
Mis oídos mueren por escucharte....

Dago notaba como todos en el lugar mostraban respeto y deber a la joven, pero podía observar como algunos en su interior sentían cierto desdén hacía ella, por lo que únicamente pudo reír cabizbajo sintiendo pena por ellos, sino fuese porque tenia sentimientos por Elene, y porque ella era la llave para poder llegar a su enemigo ya se encontraría muerta, las principales victimas de Dago eran individuos de la alta sociedad, personas con problemas de egocentrismo y maltrato hacía los desposeídos, se sentía como un vengador, aunque en realidad solo era un asesino buscando justificar las muertes que causaba su sed de sangre.

-Vaya...-

Susurro a lo bajo negando con la cabeza al entrar al despacho con la joven, sonrío observando como cerraba la puerta con llave, esperándole recostado en la pared se fijo como venia hacía el con una mirada de deseo.

-Esta noche no Dago!-

Dijo para si mismo en sus pensamientos, pero siendo presa del deseo no pudo hacer más que sucumbir a ella y al acercarse susurrándole a el, cerro sus ojos.

-Elene... Amada doncella, yo también te amo-

Desembocando sus labios en los cauces de los suyos comenzó a besarle suavemente, aumentando la intensidad de sus besos al grado de lanzarse sobre uno de los divanes del despacho junto con ella, con intensiones de llevar sus besos a algo más empezó a acariciar su cuerpo con cada beso que le daba.

-Oh Elene-

Susurraba a su oído deseoso de poseerla nuevamente, metiendo la mano sobre su vestido, cuando de repente logra observar a su izquierda en una mesa una foto algo familiar y peculiar, era la imagen de un hombre de tez blanca, cuerpo fornido, perfil semi aguileño, era la foto del hombre que tanto buscaba, la foto del asesino de su hermana, cerrando sus ojos por un momento tuvo que contener su respiración.

-No... No-

Dijo negando con su cabeza y queriendo llevar sus manos al cuello de la joven, pero antes de llegar a tocar su cuello se detuvo y se levanto de allí, volviendo su semblante serio y con su mirada perdida, sin decir nada permaneció inmutado viendo la foto reposando sobre la mesa.

Su cuerpo comenzaba a arden junto con los labios de Dago, podía sentir el fuego que anteriormente él le había hecho sentir, estaba ardiendo de deseo por intimar con su amado de nuevo, quería quitarse la ropa y que la poseera de nuevo pero parecía que su deseo se vería truncado, después de haberle escuchado de los labios de su amado decirle Te amo podía allí mismo morir si éste lo quisiese . Entre beso, caricia, el rozar de sus cuerpos y de su lengua Dago se había distraído y había dejado de besarle a Elene, ella extrañada acomodó su ropa y le vio fijamente y toda ella retomó la postura de toda una señorita.

-¿Pasa algo Dago?- le vio con una cara media molesta por haberle dejado en tan penosa situación y después de meditar que quizás no era e lugar más apropiado habría logrado tranquilizarse ella sola, cuando notó peculiarmente que Dago se fijaba intensamente en la foto familiar de cuando Elene era una bebé de dos años, su padre el que jamás había visto en persona y su difunta madre. -Ellos son mi familia...- tomando la retratera se dispone a mostrale, soltando una pequeña sonrisa -Él es mi padre, Dago.... El gran Monsieur Rossato..un gran empresario y.... ¿un gran padre?- dice con todo de ironía y un poco de sufrimiento puesto que ella jamás a sus diecinueve años de edad le había conocido y le daba por muerto puesto que no se había tomado el tiempo para que se conociesen. Notó una cara extraña la de Dago y le entregó la retratera para que le observara, suspirando se va a una de las gavetas de la mesa y saca una cajita llena de cosas de cuando ella era bebé, una pequeña pulsera, otras fotografías de sus padres, un pequeño zapato de encaje y su ombligo de recién nacida.

Tocaron la puerta y esto rompió la tensión, era el mayordomo avisando que el cochero había llegado y que si a la Mademoiselle y al Monsieur se le ofrecía algo. Ella negó y quedó viendo a Dago fijamente.-Te noto tenso, amor ¿pasa algo?- posando su mano en el hombro ajeno y viéndole.

Tomando el porta retratos lo aprieta mientras entrejunta sus dientes tratando de contener la ira, cuando observa las otras fotografías de sus padres, sus recuerdos vuelven a el nuevamente, aquella marejada de momentos, el cadáver de su pequeña hermana, la risa sarcástica de su asesino...
-Maldito!-
Dijo susurrando próximo a partir el porta retratos, cuando de repente entra el mayordomo, rompiendo el momento de tensión, le observo, y pudo notar que se había dado cuenta de la ira que llevaba encima de el.
-Hmmm-
Al irse el mayordomo cerro sus ojos, y sintiendo las manos de la joven sobre sus hombros se aparto inmediatamente luego de haber escuchado la pregunta de Elene.
-Nada... No me pasa nada!-
Dijo dándose vuelta y colocándose frente a ella, podía ver en sus ojos el rostro de aquel hombre, cada vez que le observaba aquella rabia desbordante comenzaba a cubrir y a llenarle de ira, llevo una mano a su boca caminando de un lado a otro por todo el despacho, tirando el porta retrato al suelo, comenzó a registrar todo el lugar, en búsqueda de algo que le llevara a el, sin conseguir nada más que solo fotos, desapareció del lugar, transportándose a cada habitación de la mansión , sin importar que los sirvientes de la joven intentaran detenerle, a cada uno que se le acercase les abalanzaba hacia la pared dejandolos inconscientes.
-Maldita sea!!!!-
Dijo volviendo a aparecer en el despacho, colocándose frente a Elene, le dijo observandole con desprecio.
-Dime donde esta! Dime!!! Dime todo lo que sepas de el!-
Siendo incapaz de poder colocar un solo dedo sobre ella para atacarle decidio desaparecer y aparecer nuevamente pero esta vez con una de sus sirvientas.
-Dime donde esta, o en este lugar correrá sangre-
Rozando sus uñas por el cuello de la joven sirvienta, clamaba una respuesta para poder calmarse y saber de una vez por todas donde encontrar al asesino.

La escena de amor se había convertido en una de horror, Dago había enloquecido pero qué demonios le pasaba. Elene se había petrificado como un cubo de hielo, estaba aún procesado todo lo que había sucedido, no lograba encajar todos los elementos y se decía así misma por qué, por qué. Su respiración comenzó a agitarse y observaba como el vampiro registraba cada uno de los espacios del despacho de la Mansión tiraba las cosas y se movía a la velocidad de la luz que, a los ojos de Elene era casi imperceptible.

-D-Dago ¿qué haces?- apenas y podía balbucear Elene un tanto sus labios temblaban de miedo, su príncipe azul se había transformado en un demonio.

Dago aparecía y desaparecía de la habitación, arriba de ellos en el piso, se escuchaba el revuelo y la búsqueda de algo que para Elene era totalmente desconocido, seguía desconcertada.

Sonó el reloj en la sala, las doce de la noche había marcado, comenzaron a sonar las doce campanadas y es ahí donde viene el dicho que dice: ''Llegan las doce de la noche y los demonios y sucubos salen de cacería..''. La algarabía en los pasillos de la mansión era evidente, Dago andaba como león desatado, apareció frente a ella con una de sus sirvientas, la mantuvo en sus brazos amenazando con matarle, Elene aún seguía sin reaccionar. Los gritos de aquella mujer la hicieron despertar de su letargia y escuchó claramente las palabras de Dago: ''Dime dónde está o en este lugar correrá sangre''.

-¿Está? ¿Quién? ¿D-De qué hablas?- le dijo Elene con miedo a ser atacada por él, quien decía ella que era su amado -¿Qué tienes Dago, Por qué haces todo esto?- tomando valor desde sus adentros le grito y su desconcierto no la dejaba pensar bien -¡SUELTALA! No sé de qué me hablas.... ¿A quién buscas?- meditó y no entendía nada esperaba que él fuese quien le diera las respuesta y le aclarase todo aquello.

''Me estas quemando, Qué haces?
No destruyas lo que en mi has cosechado....''

Lleno de coraje y de ira escucha como desconcertada la joven le preguntaba sobre la persona a la que el se refería, parecía desconocer del hombre de quien le preguntaba, era más que obvio, ya que no decía a quien se refería, así que señalando con su dedo la foto que se encontraba en el suelo del padre de Elene.
-El.... Elene... El!!!!-
Dijo con rabia para luego lanzar a un lado a la sirvienta que tenía en sus brazos.
-Elene, ambos sabemos que tu conoces el paradero de ese hombre, así que para que todo vuelva a la normalidad es mejor que me lo digas de una buena vez...-
Hace una pausa y comienza a caminar en círculos alrededor de ella.
-Por el bien de nosotros y de nuestra relación, es mejor que esto termine, y que mejor manera que me digas donde puedo encontrarle-
Sentándose en el diván negó con la cabeza y soltando un pequeño respingo observó hacia el techo y sin verle prosiguió.
-Hay muchas cosas de el que no sabes, y créeme cuando te digo que no te las quiero ni puedo decir-
Volviéndose a levantar camino nuevamente hacía ella, y tomando sus manos le miro fijamente a los ojos, el sabía que no podía usar ningún truco de control mental con ella, no tenía conocimiento del porque no influía eso en ella, pero ya había intentado anteriormente controlar su mente fracasando completamente, así que lo único que quedaba eran las palabras, solo eso y nada más... Aunque podía usar algo más, pero tal como lo había dicho hace un momento, no quería que ella supiera el porque el buscaba con esa intensidad a su padre.
-Debes confiar en mi...Lo único que puedo decirte es que necesito saber donde se encuentra, solo eso!!!-
Apretando sus manos con suavidad y firmeza le miraba a los ojos rogándole una respuesta rápida, una respuesta que le ayudara a acabar su búsqueda, una respuesta que le permitiese culminar su antigua y duradera venganza.

Después de aquello todo era tan claro, los cabos se ataban por si solos, no se necesita se un físico para saber que existen las estrellas, un pintor para observar la belleza, Dago no amaba a Elene o al menos eso era lo que ella por esos momentos creía. La ira que el vampiro aquejaba estaba guardada por años, acogida por los sentimientos de odio y rabia,-¿Qué es lo que te pasó?- es lo que se decía Elene una y otra vez, su cabeza hacia recuento de cómo se habían conocido, de que cómo se había desarrollado la manera, de como éste se había presentado y... se le comenzó a rodar una lágrima, como Elene inocentemente se le había entregado en cuerpo y alma, le abrió su todo y le permitió vivir ahí en ella, comprendió que Dago había sido capaz de construirle pero también de derribarle y en este momento sus cimientos estaban destruidos, comenzaba la paloma a echarse en el suelo esperando ser devorada.

Ella comprendía que no se trataba de ella o de la sirvienta que yacía en el suelo, se trataba de la figura desconocida de su padre, del hombre que ella no había conocido y que por ella lo hacia por muerto, jamás se había dignado a buscarle.
Sus lágrimas seguían rodando, parecían una cascada de supremo dolor que nacía de lo más adentro, se sentía traicionada, apenas y podía seguirle la vista a Dago ese fue él era el punto de quiebre, así como éste había destruido a la niña caprichosa y volviéndola en una santa, devota de su religión, siendo él el objeto de estudio, siendo este su dios. Ladeo la cabeza y observó el portaretrato que estaba todo roto y echos pedazos, observó los cabellos de su madre, la sonrisa, su tez blanca y como le sostenía en brazos, evocó los recuerdos que Dago le había hecho vivir, le soltó una pequeña sonrisa, siguió de frente y observó la sombra de su padre, el hombre que ella jamas conoció, agarró fuerza, limpió su rostro y encaró la vampiro.
-¿Nosotros? ¿De qué nosotros hablas? Ahora lo entiendo todo.... y no sabes la impotencia que me da.....- quitándose de donde estaba, soltandose suavemente de las manos que le tomaban y viendo al suelo para después respirar hondo y lento -Yo no se nada de él y tu lo sabes, para mi el siempre ha estado ausente, no le conozco ni le quiero conocer y ahora... Tu formas parte de ese grupo también.... Estás igual que él, ¡MUERTO!- le dijo con voz suave, quebrajosa y pacífica.

La sirvienta que con anterioridad había quedado inconsciente se levantó del suelo, vio aquella tertulia y desorden y no pensó en dos veces, corrió despavorida dejando la puerta del despacho abierta. Elene se le quedó viendo y camino hacia al frente, en dirección a la salida. Se detuvo casi de inmediato a un metro más o menos de distancia de Dago, siempre de espaldas ya con un tono más repuesto y siempre sereno -Te agradezco que te vayas, desaparezcas y que jamás vuelvas, Haz lo que tengas que hacer con él, en lo que a mi respecta, ya nada mi importa... - se le destrozó todo con decir eso pero no tuvo de otra, se quedó unos segundos ahí yse dispuso a salir.

Sonriendo al escuchar sus palabras, pero con una sonrisa no de felicidad por más raro que pudiera parecer, sino con una sonrisa de demencia, se situaba frente a ella, el pensar que había pasado todos estos años detrás de ella en vano, no podía aceptarlo, por lo que se encerraba mentalmente y se decía a si mismo que ella debía saber algo, aunque fuese una pequeña cosa que le ayudase a avanzar en su búsqueda.
-Elene... Elene-
Cambiando su semblante a uno con aires de tenebrosidad, ya se había cansado de ser flexible y gentil con ella, nunca había sido tan suave con nadie, por lo general siempre actuaba sin pensar en su victima... Si, victima, eso era en lo que se había convertido ahora Elene, por más amor que sintiese por ella, su venganza estaba primero, su sed de sangre, su necesidad de asesinar a su enemigo más implacable, estaba por encima del amor que sentía por ella.

-Escucha detenidamente lo que te diré-
Camino hacía la joven con la mirada fija por unos momentos en ella, para luego detenerse a escasos centímetros de su cuerpo.
-Tu diste abertura a mi paciencia, pero así como le diste abertura, también fuiste autora de su obturación... Un poco raro, no? no le digamos raro, mejor poco peculiar.-
Aún con su sonrisa de demencia, y su mirada perdida pero fija en ella, tomo de su rostro con una mano suya, por su quijada, no de forma brusca, sino de forma suave, pero afincando sus uñas en su rostro susurrandole al oído.
-Yo no me iré de aquí hasta que me digas lo que deseo saber-
Dándole un suave y corto beso, soltó su rostro y le dio la espalda por un momento, en su mirada veía el miedo que sentía dentro de si, aunque por fuera intentase reflejar fortaleza Dago podía ver el miedo que realmente se escondía en su interior, y no era para menos, ya que el que se suponía era su protector, termino convirtiéndose en su posible asesino.
-No debes temerme-
Suspiro y camino hacía la puerta de la habitación abriéndola de par en par.
-Así como podrías ver que me voy, también puedes ver que me quedo, tu eliges!-

Se detuvo un momento, y al observar su negatividad, cerro la puerta con completa delicadeza, para luego dirigirse hacia ella... una de las cosas que le gustaba a Dago de los mortales, era como algunos se hacían los valientes frente a el, no por sentirse desafiado, sino porque el mismo podía respirar y sentir el miedo que ellos emanaban de si mismos, le gustaba jugar con ellos, ver hasta donde llegaba esa fortaleza mental y psicológica que fingían tener ante el, y derribarles por completo, sin usar la fuerza, y esto sin lugar a dudas era lo que sucedía en estos momentos allí entre ellos dos.
-Querida Elene, si aprecias la vida de tu personal acompáñame para decirle a todos que tenemos algo que anunciarles-
Dándose la vuelta nuevamente hacía ella, estiro su mano esperando a que se la tomase, dispuesta a bajar e ir con el.