La irreverencia y el vicio, al fin vencen la razón [Libre]

por **Félice Moulin** Miér Feb 27, 2013 12:13 am

¿Qué era ameno y expuesto a la vez? Tener a una jovencita de trece años bailando en solitario, de noche y bajo la pérgola central de la plaza. Por supuesto que la jovencita tenía conocimiento de aquello y no era como si le asustara, sino al contrario; el peligro la alegraba al punto de hacerla reír pueril y desordenadamente como cachorro de hiena. No había muchos transeúntes esa noche y era lógico el por qué, pues de madrugada poca gente decente deambulaba sin un fuerte motivo que los obligara a enfrentarse a la bestia noctámbula.

Nadie obligaba a Lolita. En efecto, nadie podía siquiera ordenarle que comiera todo su desayuno; su tutora ya lo había intentado y le había costado dos líneas de expresión bien marcadas en la frente y en la comisura de sus mejillas. Bailar sola como una ebria bajo el techo de la pérgola se había convertido en la mejor idea de Paris por sólo desearlo y con eso bastaba. Ni la fusta ni las reprimendas lograrían convencerla de que el riesgo que allí corría podría costarle mucho más que un severo castigo, porque para ella una noche de diversión total bien valía una danza despreocupada como una forma de decirle a Paris y a su tropa de clérigos que no valían un Franco.

—Oh, compórtate hombre bruto y toca a tu mujer, que se oxida en castidad —cantaba sin pudores ni temores. Conservaba esa irreverencia de niña gozadora— Si supieras cuánto vale llenar esa cama vacía y de caricias colmarla. Vos, que tanto la descuidas. — Por suerte a esa hora no paseaban las monjas, porque un buen tirón de orejas hubiera soportado y ellas, a su vez, se hubieran cuestionado acerca de la inocencia de los niños.

Repasaba entusiasmada lo que la cortesana Beatrix le había enseñado esa noche, como si fuese dueña de un nuevo vestido, pero con la diferencia de que las cosas materiales no le daban ni la mitad de placer que las personas en sí. Cualquiera que la viera, se daría cuenta de que había algo que no andaba bien en esa escena; estaba mal, desde luego, que una niña viviera de esa forma, pero lo que veían los pocos caminantes que por allí no era nada más ni nada menos que el resultado de una criatura sin padres presentes y sin autoridad. Desde ese punto de vista, podía hacer lo que quisiese, ya que ni sus orígenes la sosegarían.

Daba una vuelta sobre sí misma, apoyada sobre el único pié que vestía calzado; para variar había perdido su otro zapato mientras jugueteaba por ahí, pero no importaba, porque siempre podía chantajear a su muy acaudalado padre con revelarle a media Francia que tenía a una bastarda por hija si no le conseguía escarpines de calidad. Ladeaba su cabeza con los ojos entrecerrados, adquiriendo el similor de un felino estirándose de la comodidad, porque así era; estaba muy cómoda con ella misma por mucho que los moralistas la tildaran de “pobrecilla”. Apostaba que se divertía más que esos viejos pudriéndose en el dinero que con tanta ambición habían ganado y no sabían en qué gastar.

Dolores no tenía más dinero que el que llegaba por parte de su temeroso padre una vez al mes, pero tenía juventud y vida. Gastaría su vida para ganar lo que la casa estuviera dispuesta a repartir al ganador.

—¡Viajemos a Venus, hijos de Marte! ¡El que no viaja es perdedor; el que no viaja es un tristón! —giraba cada vez más deprisa sobre su pierna calzada sin dejar de cantar, aunque lo hiciera cada vez peor.

La velocidad la hacía inestable e imprecisa en sus movimientos, pero no por eso perdía por completo la noción de su alrededor. Fue justamente en una de sus vueltas en que divisó una desconocida figura por la esquina del ojo, rompiendo con su insociable coreografía. Realmente no era difícil tomar desprevenida a Lolita y eso quedó demostrado con su forma de reaccionar: tropezando torpemente con sus propios tobillos y aterrizando sobre su trasero en el piso.

Miró sonriente desde su posición. Podía ser que la fiesta unipersonal hubiera terminado, pero el añadir otro sabor al empedrado era el ingrediente ideal para renovar el cielo oscurecido.

por **Hauser Baskerville** Jue Feb 28, 2013 3:31 pm

Me da igual. Que el mundo y su corrupcion irrumpan mi mente. Tenia en mis recuerdos a una inocente muchacha sin poderla arrancar de alli, y luego a un sensual hermanastro que rompia la dignidad de lo obvio, una vida de carestias, de dolor... solo la pasion sanaba aquel desastre. Solo violar lo sensato lo hacia. Fumaba un cigarro oscuro, chino, de un tabaco puro y contaminante, aspiraba el humo con la cadencia de un muerto en vida, acomodaba el estuche que se deslizaba por mi hombro.

Habia bebido algo, no mucho, mis sentidos no estaban embotados, fue por ello que percibi un canturreo estridente, casi infantil, pero magnetica, que irrumpia la tranquilidad de la madrugada... senti como un estremecimiento y me dirigi hacia ella.

Era como el canto mortal de una sirena, tan cautivador, pero algo me decia al instinto que debia tener cuidado. No habia sogas ni mastil para atarme, mis pies ya no tenian voluntad.

Alli de repente, una criatura fascinante, con esa mezcla inaudita de niña y mujer, en ese punto en que aun es un boton de rosa, pero con un perfume sofocante, ligera y libre. Era una niña y no lo era.

Me acerque con cautela mientras giraba, cantaba como una ebria como una mujer de mundo. Apague el cigarrillo con mi bota, pero aun aspiraba su venenoso humo... Mi cautela se rompio y al verse sorprendida cayo aparatosamente al suelo...

- ¿ que hace una criatura como tu sola en la noche...?

por **Félice Moulin** Dom Mar 03, 2013 5:04 pm

Con una catarsis desalmada, acabó por llegar el peligro bajo la pérgola de la plaza central de Paris, sólo que no era el peligro que todos esperaban. Cierto era que la mayor amenaza se había convertido en ellos mismos, pues ninguno de los dos podía decirle que no a sus impulsos, al igual que fieras desatadas en una carnicería salvaje. El humo del cigarrillo no servía ni como cortina ni como barrera; a quienes rodeaba no impondría jamás condición alguna, pues el viento alimentaba al fuego y viceversa.

Lolita analizó por unos momentos el rostro del desconocido desde su asiento en el empedrado y se alegró con lo que halló; ese hombre tenía cara de haber probado los diversos ángulos de la pasión y de haberle gustado con ambos lados de la moneda. Se trataba de alguien quien amaba la sensación, por lo que pertenecía a todas partes y a la vez a ninguna, al igual que ella. Si sus corazonadas resultaban ser verdad, no tenía por qué malograr nada y esto era relevante para ella porque perder nunca estaba en sus planes, pero se complacía jugando y ese era el fin de todo. Esa era la razón por la cual mantenía sus tobillos expuestos sin pudor ante que señor que perfectamente podía doblarle la edad. No importaba, ella seguiría festejando que compartieran esos vicios abyectos y él, quien volaba sin dominio cual abeja hacia la miel y sus cadenas, quería saborear en su boca el tacto de la paradoja viviente que era este volcán precozmente despierto.

“Criatura”, así la había llamado y por ese mismo motivo la muchacha no hizo esfuerzo alguno en reprimir una corta y sutil risa infantil, ya que no le había pasado desapercibido el hecho de que no la hubiera llamado niña ni mujer. Era fácil saber el por qué cuando te dabas cuenta de que el rostro de una chiquilla de tan corta edad albergaba demasiada información en su mente y bajo sus coloridas faldas, pero no en su cuerpo. Un diablillo mortífero estaba suelto en la plaza.

Con las mismas características que la volvían una paradoja, Lolita sujetó con uno de sus brazos su rodilla derecha, esa que servía de camino hacia sus lunares y gracias a la cual se había tropezado.

—¿Es muy… tarde, honorable señor? —preguntó traviesa, con una mano en su mejilla izquierda y sonriendo grajuna. De más estaba decir que era tarde, pero para ella no significaba lo mismo que para los demás. Por Jesucristo, ¡su juventud no duraría mucho y no la pasaría recuperándose del sueño! Eso lo juraba. Pronto su expresión cambió a la de una mocosa en problemas, pero aún así aduladora— Oh, no le diga a mi tutora; ella siempre se encarga de dejar mis muslos enrojecidos y adoloridos. ¿Ya lo vio? Ni siquiera pude dar una boba vuelta sin arruinarlo todo. Y yo que quería quedarme bailando en este escenario que me inventé;

Hauser era más que cazador; un músico era su ocupación más amada, por lo que presenciar algo tan contradictorio que funcionara como un todo, debía o confundirlo o intrigarlo con la misma fuerza que la sexualidad urgía a los púberes. ¿Podía ser que una sinfonía fuese su propia medicina?, ¿o que los instrumentos de viento bramaran contra los de cuerda sin desarmar la orquesta? La mayoría contestaría secamente que no, que la música debía ser perfectamente dibujada como un círculo, pero estaba viendo todo un desastre de fémina y no le causaba repulsión, sino un magnetismo similar a los que se describían en sus lecturas del seminario.

Un brinco de Dolores para reincorporarse hizo que Hauser saliera de esa nube de dudas y se posara de nuevo en la tierra. Veía maestra y alumna en un solo cuerpo y se comenzaba a cuestionar si acaso era normal que estuviese viendo esas cosas.

Lolita se acercó medio cojeando al señor, arrastrando el único calzado que llevaba cual mendigo acarreando sus restos y porquerías. Quedando a sólo dos pasos de él, finalmente confirmó que prácticamente le llegaba a la altura del pecho y que las manos del cazador eran igual de grandes que la del chico con el que durmió su primera vez, con la diferencia que las que vislumbraba eran más delgadas. Era algo que le fascinaba de los hombres, esas extremidades que te envolvían sin ahogarte y te atrapaban con libertad, porque no había nada más placentero que dejar pasar las cosas menos planeadas.

—Por cierto, llámeme Lolita con toda libertad. No hay testigos que puedan molestarlo si llega a hacerlo y yo no me aburriré de que me llame niña o algo así. Aunque si lo prefiere me puede seguir tratando de... ¿“criatura”, fue? —sonrió entusiasmada, esta vez mirando hacia el resto de la plaza y dándole la espalda a Hauser. Quería trazar su camino antes de recorrerlo— Déjeme ver si encuentro mi otro zapato en lo que queda de su camino. Me he cansado de bailar; quiero jugar algo más emocionante. Ocasiones como éstas no deben desperdicierse, ¿no os parece, Monsieur?

Uno de los focos de la plaza comenzó a parpadear y a chorrear luz intermitentemente. Algo se quebraría o sencillamente se agrietaría, pero no permanecería igual, pues el significado de la razón se borraba a pasos agigantados con cada verbo enunciado.

por **Hauser Baskerville** Dom Mar 03, 2013 6:20 pm

Era un incendio en un cuerpo muy pequeño, cada movimiento estaba sometido a una sensualidad inaudita como si actuara en un juego, ella era la mujer fatal y amaba ese papel. Sonreí cuando su boca se desato en un risilla burlándose abiertamente ante la manera como la llame... " Criatura" ¿ pero acaso no lo era?, un ser híbrido entre la niña bonita y la mujer llameante, con su piel tersa, impecable, y esos labios rojos como cerezas. La mire manejarse con tanta habilidad que por un instante me cohibí. Era un peligro desear su piel lisonjera, ajar su vientre con una arruga mas, y madurar sus pechos a punta de caricias y magulleos. El alcohol me hacia perder la vergüenza y aceptar que fantaseaba con una mujer que aun no lo era. Malvada, jugaba conmigo, y yo aceptaba su jugueteo.

- Esta bien Lolita, bonito nombre, yo soy Hauser, y si es de madrugada- rei- no te preocupes no me interesa acusarte, seria muy cruel que marcaran tus muslos- ¿ bailas sin musica? podria ayudarte con ello...

Escucha cuando Lolita habla de no desperdiciar la noche. Alza una ceja, lo provocaba la diabolica chiquilla, empezo a sentir, que seria placentero penetrar, aquel cuerpo de mujer con una carita angelical. Pervertido, a causa de una muchachita, caliente.

por **Félice Moulin** Sáb Mar 09, 2013 4:03 pm

La sonrisa de Lolita cuando todo iba viento en popa, no tenía precio. Las comisuras de sus labios hacían una ronda en su cara y arqueaban sus cejas como si fuera una mujer completa viviendo la edad física equivocada. ¿Realmente importaban los nombres de ambos? Sólo por esa noche o tal vez dos que el destino eligiera al azar se acordarían del nombre del otro, pero daba igual. Un momento de esos en los que podían entrelazar las piernas para estimularse mutuamente bien valía la pena. Después de todo, no era que valorizaran a la persona que tenían al lado como si fuera una pieza de oro preciada, sino a las sensaciones que podían brindarle.

—Oh, vaya si es un mozo considerado —ronroneó Lolita, bailando con la idea de terminar esa noche no en su cama. Se puso en puntillas para acercarse al rostro de Hauser e inhalar el aire a su alrededor. Sabría entonces qué pasos había dado antes de toparse con ella— Aunque… a cualquiera le mejora el genio con ese exquisito licor que impregnó sus labios, ¿cierto?

Rió coquetamente, inconsciente del gran tabú que significaba su sola existencia. Ya lo había decidido: quería pasar la noche en los brazos del improvisado compañero que había traído la sombra nocturna. Estaban en la plaza, un lugar no muy agradable ni tampoco discreto como para hacer lo que se le ocurriera, pero aquello no quería decir que no pudiera hacer que las cosas ocurrieran “espontáneamente”. Eso era lo que habían estado trabajando Lolita y Beatrix, ¿verdad? La miel se daba mejor para atrapar abejas que el vinagre.

Fue así como comenzaron a caminar fuera de la plaza, ambos sabiendo qué querían hacer; pues callar el deseo de ojos fogosos como los suyos resultaba una tarea imposible para cualquiera. En medio de un arrebato, Dolores hizo uso de su agilidad y ligereza para subir a la espalda del masculino cazador. Colgaba de allí como lo hacía un mono demasiado novato como para brincar de corrido sin cansarse, así de inocente se veía, insultando a la naturaleza, pero sus intenciones eran muy diferentes a las de una chicuela con afanes de sentirse grande en la espalda de alguien alto. Con su característica feminidad, llegó a besar la mitad de la boca de Hauser, haciendo uso de la ventaja que su posición. Con su gesto quería transmitirle un mensaje. Era muy directa incluso para temas tan sensibles como la sexualidad.

—Os diré una cosa, Monsieur. Sé a lo que cuerpo le ordena y su mente le incita —se lamió los labios la muchacha al mismo tiempo que susurraba al oído derecho de su acompañante— No lamento notificarle que no es nada difícil cumplir con sus caprichos. Yo también los tengo y no soy de esas muñequitas que dejan insatisfechos sus deseos. Háganos un favor y no los deje intactos, ¿quiere?

Luego de ese contacto indecoroso, la chiquilla se bajó de la espalda de Hauser como si nada. Solo la risita chillona que tenía delataba que estaba haciendo una de sus travesuras otra vez, aunque no tuviese parecido alguno con las travesuras que cometían las otras niñas de su edad, esas que con suerte escondían la muñeca de su hermana por los celos que le provocaba. No, Lolita había dejado de jugar con muñecas para divertirse con los muñecos, esos de carne y hueso.

—Así que… ¿dónde pensáis que puedo haberse caído mi zapato? —preguntó Lolita mientras chupaba su dedo índice. El ángel se volvía el mismísimo demonio.

Por supuesto que no se refería a su zapato. Por Dios que no. Era una forma más juguetona de preguntarle al treintañero cazador adónde podría llevarlos a ambos para desatar sus instintos enfermamente animales. Piel madura y piel prematura, juntas, libres.

por **Hauser Baskerville** Jue Mar 14, 2013 12:47 pm

Chiquilla endemoniadamente hermosa y traviesa. Buscaba placer sin tapujos de tiempo ni edad, era una sexualidad despierta y atractiva, la plaza sola y la madrugada aun no habia parido el dia. Su agilidad me tomo por sorpresa y mas cuando la lengua de miel de Lolita me impregno de sus deseos. La mire de hito a hito, para verla fingir que buscaba su zapato. Ella queria dominar y yo ser dominado, por la muchachita hecha de lava de volcan. Mi mirada se convirtio en una luz lasciva que buscaba adivinar sus formas entre la tela del vestido, antes de aquel inminente contacto... sus indirectas desvergonzadas me hizo sonreir, que ella ponga las condiciones y que su vocecita de niña se llene se sensualidad... era una fantasia inaudita hecha carne.

- Pues deberia andar descalza Lolita... como una ninfa ¿ sabe lo que es?...- rei con picardia- solo no se preocupe por su zapato... sus pies deben ser tan seductores como el resto de usted.- la mire y guiñe el ojo- aproveche que unos tragos me hacen mas alegre y hagamos una tonada ya que ha practicado mucho su baile- ajuste el estuche del Cello a mi espalda- vamos Lolita que aun es oscuro... con calma, si sigue corriendo asi no disfrutara nada en la vida, no hay prisas inmediatas... dejeme desear- sonrei dirigiendome lentamente a una banqueta al final de la plaza, como si estuviera olvidada, en penumbra, cubierta por un arbol frondoso, fui lento para que me siguiera Lolita...

Mientras caminaba, mi mente se embotaba, con la imaginacion y la deshinibicion producida por el alcohol, en que un hombre deseara poseer de una forma tan perversa a una niña. Pero no ella no era una niña, era una ninfa, solo queria sexo, deseo, sujecion a su vientre... lamer cada una de sus fuentes, y encontrar el deseo que la satisfaciera.

Pero parecia dificil, para ella y para mi.

por **Félice Moulin** Vie Abr 05, 2013 11:33 pm

Sólo quien hubiera visto a un dibujante embobado con la figura de una musa desnuda, hubiera sentido lo mismo que Hauser con Lolita. No era como si lo golpeara en el pecho un deseo de protegerla o estar siempre con ella —porque ese rincón ya tenía una vela que lo alumbrara— sino porque lo dejaba en un estado casi imposible justo entre una pieza de música y su desalmada inspiración. ¿Quién lo entendería? Solamente él… por el momento. Lolita tampoco sería empática con él, porque las razones que la llevaban a actuar de una determinada manera muy poco tenían de similares con las de Hauser. No obstante aquello, supo que se trataba de un artista al cual había que dejar un camino libre frente a él para que pudiera manifestarse del todo. Se tomaría las cosas más pausadamente, desde luego, pero Dolores lo aceptaría con tal de que le mostrara algo interesante. Podía aprender de lo que fuera que le enseñara; materia vital.

Lolita podía decir que era un caballero con solo escucharlo; decía de manera elegante lo grato que era para él verla mostrar un poco más de piel. La mayoría de los chicos hubieran hecho precisamente lo contrario, algo como ir a la acción sin rodeos y hablar después para decirle qué tal había estado o que no habían yacido con una piel tan joven desde sus años mozos. ¿Sería eso lo bueno de pasearse una noche con un desconocido emocional y carnal a la vez? La respuesta a ello estaba por averiguarla. Si todo salía bien, le contaría a Beatrix y a Tania sobre su hallazgo y si no, prometería llamarles “Adonis” a los que vinieran después de Hauser.

—¿Qué lleva dentro de ese estuche, Monsieur? Me muero de curiosidad —ronroneó la muchacha aun sabiendo que se trataba de un instrumento, aunque no tuviera la certeza de su tipo— Quiere que lo deje desear, ¿no es así?

Se bajó entonces la denominada ninfa de la espalda del fornido cazador y brincó hacia la banqueta más cercana, cruzando las piernas para sentarse. Qué imprecisos eran sus movimientos; aun así, estaban llenos de vitalidad y demostraban más intención que muchos ademanes dirigidos y era por la multiplicidad de sentimientos extremos que la llenaban. Que Hauser tocara su canción y entrara en calor a partir de los acordes que pudiera darle lo que fuera que cargara en su espalda, porque mientras el hacía eso, ella quemaría el ambiente con su fuego interno hasta que él quisiera sacarlo del horno de barro.

—Guarda ahí su otra mitad, mi Monsieur Hauser —afirmó la muchacha dándose cuenta de la conexión que mostraba el cazador para con el estuche que transportaba en su espalda— Quiere que lo deje desear… pues desee. Abra ese estuche que me tiene tan pendiente. Eso causará un efecto en usted y quiero ser testigo de ello, ver aquella región de su alma que solo se presenta cuando la melodía sale a la pista.

Mucha diferencia no había entre un buen músico y un buen amante… si sabía usar sus manos. Ella podía desatar los nudos de su cuerpo y pronto sabría si él podía hacer lo mismo con sus instintos latentes.

por **Hauser Baskerville** Dom Abr 21, 2013 3:15 pm

- Pues no estas lejos de la verdad Mistress Lolita, aqui esta la mitad de mi vida... y de mi supervivencia- recuerdo en ese momento, que en el fondo falso guardo las armas de urgencia, pero para escapar de la agil, joven e incendiaria ninfa, sera imposible... la carne clamaba con una urgencia ensordecedora, que solo yo puedo escuchar, pasiones bajas que no me abandonan de un dia para otro, aunque una parte de mi lo desease y me quedara con la bellisima de ojos azules de verano... y la otra desea ser un corrompido, que quiere juguetear con lo que Lolita ofrecia aun oculto entre sus faldas y enaguas.

Se comportaba como un infante a veces y otras era una experta seductora y era esa mezcla que ejercia un influjo tan atrayente sin permitirle a mi razon reaccionar. me sente en la banqueta, abri el cuello de la camisa pues sentia que me asfixiaba, y me quite la gabardina dejandola colgada en el respaldo de la banca mientras abria el estuche de su otra pasion: la musica.

- El Cello es mi amante permanente... o algo asi... no se queja, no reclama, no se encela... es perfecta- sonrio mientras la miro lentamente desde los pies hasta los ojos claros y picaros- estoy dispuesto a tocar la tonada que quiera, por el placer de verla bailar otra vez...

Sonrio ¿ que demonios estoy haciendo con una niña... buscando seducirla? eso mismo estoy buscando eso... que su cuerpo palpite, se estremezca, tiemble... suena terrible pensarlo pero suelo ser engreido. Ella parecia no ser de las que huia a los retos y tal vez yo sea eso un experimento para sus ganas desbordadas, para sus fantasias sin cauce, yo era un requisito necesario para su historial, para sus memorias... no en recuerdos si no en sensaciones....

- Hay muchas maneras de sentir placer, tocar un instrumento, bailar, besar a alguien... la vida es placentera si lo deseas... aunque el placer que buscas no esta en este instrumento... por ahora... baila... quiero verte bailar ¿ aqui no hay nadie que te juzgue?, una chica hermosa contoniandose provoca un incendio- sonrio de lado y subo una ceja de forma inconsiente- para ser complacida debes complacer...

Toco su rostro y quito los mechones castaños que surcan su rostro, su cara blanca y placida, con mejillas como unos duraznos maduros, una piel de melocoton, una boca tan sensual que no necesita adornarse de maquillaje, acaricio esa boca con mi dedo pulgar y con una fingida indiferencia vuelvo al Cello.

- ¿ lista para bailar?

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