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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

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Mensaje por Malkea Ruokh Vie Mar 15, 2013 11:08 am

- Putain! – blasfemó por tercera vez antes de escupir en el suelo, sin saber concretamente contra quién despotricaba. Quizás estaba cabreado con la mujer que le había metido en ese embrollo, quizás a causa de la leve llovizna que llevaba horas empapando París, leve, pero persistente, o quizás por el tropiezo que había sufrido hacía unos minutos y que, además de mancharle de lodo, le había provocado un dolor en la rodilla que aún perduraba. Lo único bueno que sacaba del entorno era que los nocivos rayos del sol estaban a punto de extinguirse, al menos por aquella jornada.

El puerto fluvial de París se presentaba sombrío a aquellas horas en las que todo hombre, mujer o niño honrado ya se encontraba a resguardo tras los aparentemente seguros muros de sus residencias. Sin embargo, la ciudad no quedaba ausente de trasnochadores, como bien podía asegurar su presencia y las de decenas de malhechores y vividores que se agolpaban en esquinas sombrías o tabernas de mala muerte. Todo parecía tener que ver con lo mismo, con la oscuridad y el mal, pero él, personalmente, no entendía el porqué de relacionar ambos conceptos. O quizás sí tenía una idea y, por eso mismo, la rechazaba. ¿No es en las tinieblas donde todo comienza a perder forma y donde las verdades empiezan a dejar de brillar con la misma aplastante fuerza? Por eso la gente siente desprecio a la sombra, por puro temor; por eso es en tiempo de luna cuando los hombres se ven envenenados por la locura, cuando las leyes de la mente se vuelven débiles y el individuo es más individuo y menos persona; por eso ellos eran ignorantes, o, peor aún, creían saber, y eran otros los que quedaban relegados a un conocimiento que, en horas diurnas, quedaba corroído por la moral y la falsa razón. Hasta que no aceptasen la demencia del mundo, estarían terriblemente perdidos; y él no tenía intención alguna de cambiar aquella situación.

Hacía varios días que había recibido la invitación a un evento único, un trozo de papel que hubiera usado directamente para encender algún fuego de no ser porque Valko, su criado, había tenido la decencia de abrirlo previamente y leérselo, en contra de su voluntad. La misiva hablaba sobre una especie de concurso, quizás una evaluación o, simplemente, el desvarío de una loca, no podía concretarlo con seguridad, ya que las palabras escritas no le decían demasiado. Hubiera evitado perder más tiempo con aquello de no ser porque había obtenido la promesa de información que podría resultar valiosa y fundamental para resolver varios misterios que le rodeaban en ese preciso instante. Entre ellos el del nuevo nombre que había obtenido: Malkea Ruokh. Por eso se encontraba en aquel lugar, porque allí le habían sugerido que buscase a su víctima, sujeto que no tenía ni la más remota idea de cómo identificar, aunque, nuevamente, agradecía la ausencia de gente; o algo similar, ya que él renegaba de usar esta expresión.

Cansado de andar sin saber su objetivo, se frenó y se sentó sobre una de las cajas apiladas en el embarcadero enfrentando las casas que se alzaban frente a él y con el Sena a sus espaldas. Como parte de su descanso, sacó un cigarro previamente liado, que prendió sin necesidad de utensilio alguno, tan solo con un leve susurro que nadie llegó a comprender o siquiera escuchar. Luego, se permitió perderse en su propia mente por unos instantes, olvidándose de la lluvia que le mojaba y contemplando impasiblemente al sol morir.





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Mensaje por Fabrice Laurent Sáb Mar 16, 2013 6:03 pm

Su rostro estaba dirigido al cielo y sus ojos entrecerrados observaban con detenimiento las nubes que dejaban caer sobre él y sobre todo París un llanto leve pero constante; su cara estaba mojada al igual que sus cabellos, su ropa maltrecha y desgastada, y en lo profundo de esta parte de su cuerpo.
Una ligera de sensación de frío hacía que su vértebra temblara de vez en cuando pero a pesar de esto permanecía inmóvil.
Su mano derecha apretaba cual valioso tesoro las monedas que había ganado aquel día en un trabajo miserable que había sido capaz de conseguir en el puerto; pero algo era mejor que nada, o al menos eso era lo que toda su familia solía decir. Un suspiro salió de los labios del joven Fabrice y por primera vez en mucho tiempo sus piernas se movieron buscando el camino hasta su humilde hogar, que se encontraba lejos, muy lejos de aquel puerto. Quizás esa era la razón por la que haber permanecido tanto tiempo bajo la lluvia y estar mojado no le molestaba, porque al final de cuentas acabaría mojado de camino a casa.

La espalda le dolía indicando que su trabajo de aquella tarde aunque pagado de manera mísera había sido muy bueno.
Fabrice llevaba apenas dos semanas trabajando en el puerto como cargador, le hacían llevar cajas de un sitio a otro todo el rato; los primeros días creyó no poder hacer nada más después de semejante labor, pero al pasar los días su cuerpo se acostumbraba a las pesadas jornadas y su mente ya era capaz de ignorar los gritos de sus empleadores para soltarse a divagar en sus propias cosas o para hablar sin parar a los demás trabajadores que parecían ser de las únicas personas que agradecían que no se callara porque así con sus tonterías o cosas sin sentido les mantenía distraídos como para aguantar otras 2 o 3 horas de aquella explotación.
De ser capaz de encontrar un trabajo mejor abandonaría aquel, pero para alguien como él, eso era bastante complicado, no porque fuese inútil, si no porque Fabrice solía enfadar con suma facilidad a las personas que lo rodeaban así que terminaba despedido y reprendido por sus padres que odiaban con todo su ser que él hablara tanto.
"Sí no fueses como eres, seres un gran trabajador porque eres capaz de hacer cualquier cosa"
Esas eran las sabias palabras que su padre le decía con demasiada frecuencia; tanta que ya habían perdido significado alguno en su mente.

Una tras otra sus piernas le dirigían por el puerto que de no ser por el sonido de las gotas golpear estaría en completo silencio; eso no era algo que al joven le gustase por tal motivo comenzó a tararear una canción, primero con sonidos bajos que paulatinamente fueron subiendo de tono sin que él se diera cuenta para acabar prácticamente acallando el sonido de la lluvia por cualquier sitio por el que pasaba.
Iba concentrado en su labor, gastando lo ultimo de sus energías y de sus ganas de hablar antes de llegar a su casa que fue incapaz de ver al hombre que permanecía sentado e inamovible en unas cajas apiladas.



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Mensaje por Malkea Ruokh Sáb Mar 16, 2013 11:18 pm

Por alguna extraña razón, muy extraña sin duda, Aurélien se percató de golpe que, en los últimos meses, había pensado en el pasado con mucha menos asiduidad de la que acostumbraba anteriormente, tan poca que casi resultaba nula. Parecía como si sólo existiese el presente, como si lo que era entonces siempre hubiera sido y que todo aquello por lo que había tenido que pasar nunca hubiera ocurrido. ¿Quién era aquella que le había enseñado las artes ocultas? ¿Quién aquel que le había robado su derecho a una vida normal? ¿Dónde quedaban su hijo o las decenas de personas que habían marcado su vida, ya fuera como una anécdota o constituyendo un punto de inflexión? Y, lo más importante, ¿cómo podía no pensar en Étienne? El que antaño fuera el epicentro de su vida, aún después de muerto, entonces parecía no ser más que un lejano recuerdo; y, sin embargo, permanecía ahí, a la sombra. La remembranza del joven auverno en aquel instante no pareció, a posteriori, una coincidencia.

De golpe, el brujo alzó la cabeza y sus músculos se tensaron, una mera reacción de sus instintos al movimiento frente a él. Sin embargo, no todos podrían contemplar lo que se mostraba claro ante sus pupilas: el ánima de lo que en su día había sido un niño correteó de un lugar a otro, danzando en el aire y desafiando a unas leyes a las que, al no estar constituido de materia, no estaba sometido.

¡Ya está aquí! ¡Ya llegó! – exclamó emocionado con unos gritos que sólo el nigromante escucharía – ¡Levántate! ¡Vamos, vamos! – parecía ansioso, como si pudiera vislumbrar eventos que aún estaban por ocurrir y que ni el propio gascón tenía claros.

Sin embargo, el espíritu, que se evaporó con la misma celeridad con la que había venido, no erraba en lo más mínimo. Por su izquierda y por entre las gotas de lluvia que se precipitaban desde su cabello mojado pudo comenzar a identificar una figura borrosa que, poco a poco, se iba acercando a él. Los últimos rayos del sol apenas lograban a alcanzar a iluminar una escena ya gris de por sí y, por lo tanto, tardó en poder distinguir alguna característica de esa sombra. Se trataba de un muchacho, joven si las apariencias no engañaban, bastante delgado y con unos rasgos ciertamente aniñados. Amenazaba con ser enfermizo, pero no por ello menos atractivo, pues así, contra todo pronóstico, se le presentó al gascón. Por encima de su desprecio, aquel muchacho contra el que estaba conminado a obrar logró hacerse un hueco, atravesar el muro para llamar su atención aún incluso antes de pronunciar palabra alguna. ¿No le recordó aquella sensación de afable debilidad a alguna otra que ya había experimentado? Por extraño que resultase y, aunque ese encuentro distase en sobremanera del que hubiera tenido con el otro, su visión le provocó añoranza y el sabor agridulce inundó su ánimo sólo un instante antes de convertirse en cólera. Sin embargo, logró contenerse, pues, pese a todo, había logrado dotarse de una personalidad fría y distante, sabiendo mantener el control en algunas de las situaciones que lo requerían. Y esa, precisamente, iba a ser una de ellas.

Mientras él se terminaba de aproximarse, el brujo intentó encontrar una excusa para propiciar la aproximación, para evitar que él se le escapase y hacer más sencillo el secuestro. Siempre quedaba la posibilidad de seguirle y, en cualquier estrecho y solitario callejón, noquearle, así como la opción de usar sus poderes para obligarle a acudir a su residencia, pero eso requeriría gastar de energía y prefería no malgastar sus fuerzas en cuestiones que podía resolver de otras maneras. Así pues, cuando el chico se encontraba a unos cuantos pasos de distancia, el aquitano entreabrió los labios pronunciando apenas un susurro y dirigió su mirada a la cuerda que sujetaba en su posición un cargamento. La sujeción se rompió con un chasquido y una o dos cajas debieron de precipitarse hacia el chico. No había podido prever las consecuencias de aquel acto casi improvisado, pero resultó ser lo único que necesitaba para posibilitar avanzar hacia él.

¿Te encuentras bien? – se interesó enarbolando una máscara de fingida preocupación mientras se situaba a su lado.





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Mensaje por Fabrice Laurent Mar Mar 19, 2013 8:44 am

El tarareo continuaba haciendole feliz y hasta por algunos instantes olvidar el cansancio y el dolor para sentirse en paz.
Caminaba cerca de unas cajas cuando esa paz se vio interrumpida por algo que Fabrice era incapaz de comprender; un mal presentimiento se hizo latente en su ser mientras un escalofrío recorría su espalda y se detuvo, mirando hacía atrás buscando una razón para tales sensaciones que dio por finalizadas y tontas cuando no se pudo dar cuenta de nada que significara peligro.
Se río de si mismo dispuesto a emprender de nueva cuenta su camino y en esos momentos fue cuando observo a un hombre solitario que no pudo identificar como alguien que hubiera visto antes por allá.

Alcanzo a dar dos pasos observando con curiosidad a aquel hombre, preocupado un poco por la inmovilidad de este cuando un crujido sobre él, le obligo a levantar la vista solo para ver algunas cajas precipitares en su contra dejando al joven inmóvil en su sitio sin saber que hacer hasta que una repentina oscuridad devoro su consciencia apenas unos segundos.
Cuando comenzó a abrir los ojos el hombre antes inmóvil se acercaba hasta su ubicación, pero por más que intento moverse no pudo hacerlo dandose cuenta entonces de que yacía de pecho sobre suelo húmedo del puerto con el cuerpo más dolorido que antes y con una pierna que le dolía como si fueran a arrancarsela.
Tosió levemente pudiendo finalmente levantar su torso mirando al hombre.
- Sí, gracias me encuentro bien. Aunque eso ha sido algo extraño nunca se había caído nada siempre esta todo muy asegurado para evitar accidentes como este, por suerte no me ha pasado nada y también estaba usted aquí porque… - y ahí estaba de nuevo, Fabrice el parlanchín entraba en acción ante los desconocidos. Hablando como si a aquel desconocido le interesara un mínimo lo que pensara o lo que le pasara.
Movió la pierna entonces para poder levantarse y un dolor agudo que le impidió gritar le hizo caer de nuevo al suelo.

Maldijo su suerte cuando su mente le hizo caer en cuenta de que con la pierna lastimada no podría trabajar en unos días y aparte de eso le costaría muchísimo llegar hasta su hogar.
Se movió para poder sentarse y pensar como hacer para poder irse, y miro a aquel hombre un tanto apenado por la situación tan poco favorable en la que debía estarlo viendo.
- Parece que soy más torpe de lo que pensaba - se río sin dejar de mirarlo - bueno pues muchas gracias por su preocupación pero creo que me quedare aquí sentado un rato en lo que llega alguien que recoja las cajas - aquello que decía era nada más que una mentira, pero eso era mejor que molestar a alguien con sus tontas necesidades - muchas gracias por su preocupación señor puede seguir con su camino - agradeció aun sentando esperando a que se fuera.



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Mensaje por Malkea Ruokh Jue Mar 28, 2013 8:12 am

La mayor porción de la ilusión que se había formado con anterioridad se desmoronó en el momento en el que el muchacho abriera la boca, aunque, de entre las ruinas, aún continuaran en pie los suficientes restos como para perpetuarla, por muy debilitada que hubiera quedado. ¿Qué era aquella verborrea que atoró su entendimiento, más habituado a personas que eran parcas en palabras o, más bien, al más firme silencio? Cualquiera hubiera jurado que el brujo había cambiado de opinión, evitando la treta y decantándose por usar sus energías en arrastrar al muchacho consigo aún en contra de su voluntad. Pero no, no era ese ni su deseo ni su intención, por lo que volvió a recuperar la falsa amabilidad agachándose al lado del chico y tocando su pierna examinando los daños que él mismo había provocado. Así fue su primer contacto físico con él, a través de la tela. Pero incluso así fue capaz de percibir el aspecto de su alma, su aura, casi pura e inocente, algo que conjugaba bien con ese físico enclenque y algo que agradó al brujo, al menos en la medida que pudiera ser agradado. Con la excusa del reconocimiento, levantó la tela del pantalón para tocar suavemente su piel, deleitándose con una sensación más fuerte de lo que ya había recibido un adelanto. En ese instante quedó convencido de que, al final, sería un placer trabajar con él, un placer y una pena, pues, igual que el jugo de la fruta es finito, la resistencia y la vida del joven tenían las horas contadas.

- Seguramente esté rota. – sentenció él, no estando seguro de si había acertado en su exageración, pero, al menos, teniendo fe en que, si el veredicto era peor, mayor sería la probabilidad de que su estrategia saliera según lo planeado – No puedo dejarte en ese estado; serás presa de algún delincuente. – se mostró como buen ciudadano, cuando el criminal precisamente era él – Sé de tratamientos físicos, así que puedo aliviar el dolor y curarte la fractura, pero tenemos que ir a mi residencia, aquí no tengo el material necesario. No acepto un no por respuesta. – y arqueó sus labios en una cordial sonrisa que, en circunstancias normales, nunca hubiera hecho aparición y que sólo se presentaba entonces por quedar carente de cualquier traza de sinceridad.

Pasando una mano tras la espalda del muchacho, hizo fuerza para que éste se pusiera en pie a la vez que él, antes incluso de que pudiera replicar. Su plan era sencillo, por lo que no debían de presentársele demasiadas complicaciones, pero era mejor forzar que el río siguiera el cauce marcado que dejarle a su libre albedrío, pues fácilmente podía caer a un sendero tan errado como indeseado y, aunque eso pudiera resultar una divertida distracción, en esa circunstancia, cuando debía cumplir con determinado cometido, sólo se mostraría como un engorro.

- ¿Está bien? ¿Puede caminar? – preguntó buscando en un abstracto repertorio mental de nombres de entes aquel al que debiera convocar para paliar la molestia del varón, aunque prefiriera no tener que gastar más energías de las necesarias – Y perdone mi falta de modales; soy el señor Halkias. – el gascón no estaba acostumbrado a ser cordial, por lo que el formalismo se le había pasado por alto. Decidió presentarse como la identidad que había usurpado, pues, si bien el nombre de Aurélien Fournier pudiera ser fácilmente reconocido, ¿quién era Deimos Halkias? En ese instante nadie y, por lo tanto, podía serlo todo.





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Mensaje por Fabrice Laurent Mar Abr 02, 2013 12:33 pm

Torció el gesto a una mueca de dolor cuando el hombre se inclino a tocar su pierna, Aquel hombre debía ser sumamente amable porque no cualquiera se quedaría a revisar a alguien si bien se sintiera culpable de provocar un accidente como aquel y aquel hombre, no tenía culpa de lo que ocurrió, todo era nada más que un desafortunado accidente que decidió hacer presa al joven Fabrice.
- Descuide, que estoy bien, de verdad que puede irse solo necesito descansar un poco y después podré irme a casa.
Se sentía avergonzado por su torpeza y de que alguien le revisara incluso más preocupado de lo que podría estar cualquier miembro de su familia, pero su familia era un asco y de eso no podía escapar, él sabía que le quedaban muchos años de aquel martirio familiar.

- Ro… - sus ojos se enfocaron en los del desconocido, boquiabierto ante aquellas palabras que su cerebro no quería asimilar, se negaba a escuchar algo como aquello que implicaba dejarle inútil un tiempo, en el cual se vería en la penosa necesidad de pasar el tiempo en casa, escuchando solo cosas negativas sobre él, deseando desde lo más profundo de su ser que las cajas le mataran y no solo solo le lastimaran como había ya ocurrido - …ro…ta… rota…- de manera lenta su cerebro acepto aquellas palabras, no había más opción que esa. Continuaba con la mirada enfocada en el hombre, y sin saber a donde iría a parar asintió a lo que le decía; estar en casa de un desconocido era la peor idea que pudo pasar por la mente de cualquiera, pero era Fabrice así que no existía mejor idea que esa, más si se podía hacer algo que evitara que su pierna le mantuviera en casa - No pensaba dar un no - afirmó - creo que lo mejor ahora es que este en manos de alguien que sabe lo que sería mejor y… usted parece ser alguien que sabe a la perfección lo que se debe hacer en situaciones como esta - seguía asintiendo, esperando que todo saliera bien.

Un movimiento inesperado lo llevó a mostrar de nuevo aquella mueca de dolor y como no aparecería si estaba siendo levantado prácticamente y la pierna le dolía mucho, pero estar de pie incluso con el dolor era mejor a permanecer tirado todo el tiempo en aquel sitio hasta que la mañana siguiente llegara y alguien pudiera darle auxilio.
- Me duele un poco, pero estoy seguro de que a pesar de eso puedo caminar, así que no necesitara ayudarme tanto porque vera creo que estoy más pesado de lo que aparento… - se mordió la lengua para obligarse a callar y mejor dar unos pasos que aunque dolorosos fueron exitosos.
Se volvió al amable señor e hizo una leve inclinación de cabeza - Fabrice Laurent es mi nombre, y estoy a sus ordenes… siempre y cuando mi pierna este bien o en estos momentos me lo permita, así que un placer conocerlo señor Halkias y espero no serle una molestia.
Encontrarse con gente tan amable era sumamente extraño, y por eso Fabrice estaría agradecido eternamente; el detalle es que la palabra eternamente equivale a mucho tiempo y eso es demasiado...



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Mensaje por Malkea Ruokh Mar Abr 09, 2013 10:38 am

Fabrice Laurent. El nombre quedó grabado en su mente, resonando en ella y eclipsando cualquier otra palabra que el joven hubiera podido decir después de ello. Fabrice, un nombre que terminaba de dar forma a aquel muchacho que había aparecido de la nada y que, de pronto, se había configurado como el sujeto de los estudios que debía realizar. Pero, ¿y si se equivocaba? ¿Y si la víctima que le tenían destinada era otra? En realidad el miedo al error sólo afloró por un instante en su mente para, inmediatamente, ser aplastado por la certeza de que, aunque no estuviera acertando, no cambiaría de cobaya. De buenas a primeras había desarrollado una especie de interés por el escuálido chico, una atracción cuyo origen sólo lograba intuir y que conseguía sobreponerse incluso a la molestia que suponía que no fuera capaz de mantener cerrados esos atractivos labios.

El brujo sujetaba firmemente al joven contra él, quizás para impedir que, de llegar a cambiar de parecer, se escapara o quizás como un intento inútil de adivinar más sobre él. En cierto modo le intrigaba el chico, ya que había llegado a llamar su atención meramente con su físico y porque tenía que experimentar con él, algo que, seguramente, resultaría más fructífero si llegaban a empatizar.

- ¿Y qué hacía por estos lugares a estas tardías horas, monsieur Laurent? ¿O puedo llamarle Fabrice? – aún a riesgo de que el tratamiento familiar provocara que su lengua se soltase más, consideraba que era un peligro que debía asumir si quería lograr su objetivo.

Entonces volvió a hacer uso de una treta para facilitar el desarrollo de su argucia. Se separó un momento del lado de él para forzar un estornudo y, justo a continuación soltó un murmullo que susurrase ”Gaèlbridtza Kamlahaj-Lüg äp”. Esas palabras debían atraer a una divinidad o demonio, pues él sabía que ambas cuestiones se referían a una única realidad, cuya misión en ese momento fue aliviar la aflicción de su pierna. Podría haber extrapolado su voluntad para lograr dominar al ente sin abrir la boca, pero ese era un proceder con un riesgo a error más elevado, lo cual se traduciría en la oportunidad de que el método paliativo se transformase en agravante y que, donde antes hubiera una extremidad rota, después sólo quedara el hueso; y no quería más complicaciones.

- Sé bastante sobre el cuerpo humano, no se preocupe, no me costará demasiado hacer sanar esa fractura – aunque, realmente, no necesitaba conocimientos de anatomía, materia en la que pocas personas en París sabrían tanto como él, porque su intención era hacer soldar el hueso por medio de los espectros y no por métodos tradicionales; eso sí, una vez no pudiese emplear esa pierna para huir corriendo -. Y no se preocupe, tengo la suficiente fuerza. Creo que sería capaz de llevarle en brazos si me pidiera – era un ofrecimiento, porque sabía que, de esa manera, el tiempo que les restaba hasta su residencia sería menor. La musculatura de ese cuerpo no era algo derivado de un entrenamiento, al menos no de uno que él realizase, pues, al parecer, el Deimos original debía de haber estado habituado a la actividad física, a juzgar por el estado en el que se lo había encontrado, una característica que contrastaba con la de su recipiente original, raquítico como el que ahora tenía contra sí -. Pero cuénteme más sobre usted; al menos así se hará más amena nuestra marcha – en realidad, una buena parte de él se arrepentía de esas palabras y conocía las altas probabilidades de acabar irritado, pero también era consciente de que nada llega sin un precio a pagar.





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Mensaje por Fabrice Laurent Jue Abr 11, 2013 7:07 pm

¿Puedo confiar en él?, ¿Será tan amable siempre? o ¿Tendrá intenciones ocultas? Preguntas que cualquiera se generaría ante una situación como aquella no pasaban por la mente del joven, cualquier atisbo de desconfianza que pudiera generarse en su ser era acallado por motivos misterioso, de los cuales era incapaz de darse cuenta. Quizás no era algo suyo, tal ves el destino se encargaba de mantenerle de aquella manera porque algo mayor estaba escrito para él, solo que no todas las grandes cosas predestinadas para todos son siempre lo mejor o cosas agradables.

No quería ser una molestia e incomodar al amable señor Halkias, mantenía su pierna medianamente apoyada en el suelo aunque la mayor parte de su peso se encontraba recargado en el hombre que le sostenía. Hasta esos momentos no había caído en cuenta de la apariencia de aquel que de la nada apareció para ayudarle; su cuerpo era evidentemente más fuerte que el suyo, a su lado lucía flacucho y débil justo como lucia al lado de la mayoría de los hombres, su piel era pálida pero a pesar de eso se notaba saludable… él por el contrario se veía enfermizo, como siempre a pesar de que sus trabajos le hacían estar al sol mucho tiempo y no lucir pálido, pero su aspecto enfermizo se debía a la fatiga que le causaba todo aquel ritmo de vida.

Había asegurado que podía caminar y que se encontraba lo suficientemente animado como para eso, pero le era impedido alejarse del cuerpo ajeno, no por sus ganas si no porque quien le sostenía se negaba a dejar de sujetarlo.
- Si, que me llames Fabrice esta bien por mi no hay problema alguno - tantas formalidades no eran su estilo de llevarse con los demás. Precisamente esa forma de tratar con tanta familiaridad y confianza a otros le volvían molesto e irritante, pero era su forma de ser y nada podía hacerse al respecto. Fabrice en el fondo aún era un niño que confiaba plenamente en la humanidad - De hecho me gusta más que me llamen así, mi apellido me recuerda a mi familia y no son personas que me guste recordar todo el tiempo porque son bastante molestas… al menos conmigo lo son, pero no se como los vea otra gente. - se había salido del tema con una facilidad impresionante, pero al recordar que algo le habían preguntado volvió abruptamente - Lo olvide; lo que hago por aquí es sencillo. Trabajo justo aquí, en el puerto y no me mal interprete es un buen lugar para trabajar y me soportan bien pero a pesar de eso es muy cansado y agotador. No puedo ir a ningún otro sitio, porque de todos me corren - entre aquel sermón el hombre se giro a estornudar - Salud - aquello fue lo único que le hizo callar lo suficiente como para que le ganaran la palabra.

Abrió los ojos como platos y negó, que alguien le cargara sería de lo peor, de esa manera seguro que causaba molestias.
- No, puedo caminar, en serio - dio unos pasos que contrario a lo pensaba no le dolieron tanto, pero si la pierna estaba rota tampoco podía hacer gran esfuerzo - Sobre mi… - una amplia sonrisa apareció en su rostro - pues, mi familia no me quiere mucho. Dicen que hablo demasiado aunque creo que siempre podría hablar más; lo de mis trabajos ya se lo he dicho… bueno no todo porque sabe, estoy buscando un nuevo trabajo, uno en el que no deba estar matandome tanto aunque extrañare a mis compañeros, han sido muy amables conmigo, tanto como usted… - pedirle que dijera más de él era darle rienda suelta a su lengua y perder el sentido del tiempo; por eso continuo hablando, ahora no importaba que tan lejos estuviera a donde debían ir.



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Mensaje por Malkea Ruokh Sáb Abr 13, 2013 8:55 pm

En un principio no supo bien cómo interpretar la mala relación que llevaba con su familia. ¿Era un hecho continuado o quizás era una etapa? No había que olvidar que el muchacho debía de estar en la adolescencia, una época que, según decían, era bastante violenta, en especial en el hogar. Él no podía contar con dicha referencia, pues sus parientes murieron para él aun siendo un infante. Sea como fuere, debía de verlo como algo positivo pues, a causa de ese trato desgastado, era más sencillo achacar la ausencia del chico a una huida de la ciudad. Pero, de todas formas, si había familia y había ausencia, ¿no se preocuparían por él? No conocía madre, por muy desalmada que fuese, que no buscara conocer el paradero de su hijo, aunque tan sólo fuese porque su falta se tradujese en una disminución de los ingresos en la casa. Aunque aquello resultase obvio para cualquiera, para Deimos no se le había presentado así, pues había supuesto que Ascarlani se habría esmerado en encontrar una víctima solitaria, una que no dejase rastro; en su lugar, le había otorgado un problema. Por suerte, era de noche y los callejones que ahora transitaban no estaban plagados de personas, pero siempre existía el riesgo de que algún conocido los viese y que, cuando el debilucho desapareciese, le delatase; y no sería difícil dar con el hombre que tenía dos grandes agujeros en las orejas. Por lo tanto, el brujo volvió a hacer uso de sus habilidades para trastocar la situación hasta volverla favorable. Llevó la mano libre a su bolsillo derecho para sacar de él un frasco de vidrio negro, del tamaño de la palma, del que casi nunca se separaba desde haría, al menos, ocho años. Se trataba de un dusklak, del checho duše klec, jaula de almas. El brujo se las ingenió para abrir la tapa y liberar una de las ánimas contenidas – y amaestradas – que, sin dejar que nadie más la viese, se les adelantó, atada a su dueño por una correa invisible e intangible por la que éste le transmitía la energía que iba a necesitar para realizar el encantamiento. Cualquier persona que dirigiese la mirada hacia a ellos sería víctima del toque del espíritu, que llevaría su etérea mano a sus ojos, haciendo que sus párpados cayesen como si el sueño los hubiese invadido de pronto. Así fue como el nigromante logró despejar su camino hacia la rue de Saint Antoine, donde se encontraba su residencia.

- Quizás yo pueda ayudarle a encontrar una nueva ocupación, parece un joven bastante agradable. Sinceramente, no entiendo cómo su familia puede pensar que habla demasiado, siendo usted tan encantador – el brujo casi se tuvo que morder la lengua para no expeler veneno después de haberse forzado a soltar semejante patraña. Aquel muchacho no se callaría ni aunque le fuese la vida en ello, casi podía estar seguro, y el gascón ya se debía de estar preguntando si necesitaba que él usase la lengua más adelante, o sería lo primero de lo que el joven se vería privado. Desgraciadamente, lo más probable era que no pudiera silenciarle de ese modo -. Pero primero debemos arreglarte esa pierna; no estamos ya muy lejos – estimaba que, a lo sumo, a cinco minutos andando, por el ritmo que estaban llevando.

Él no le dijo su nombre de pila y no se lo daría a menos que se lo pidiese expresamente, pues ”Monsieur Halkias” le resultaba más imponente que simplemente “Deimos”. De igual manera, ni él mismo sabía con qué denominación se identificaba más: si con su nombre de nacimiento, si con la falsa identidad que adoptó hacía una década, si con el apelativo del cuerpo que usaba o si con el pseudónimo que utilizaban los muertos para referirse a él. Aquello resultaría un verdadero rompecabezas de no ser porque no le importaba en lo más mínimo; bueno, todos menos el de Malkea Ruokh, que resultaba un misterio que se le resistía.

- ¿Y pagan bien en el puerto? Si es un trabajo tan cansado, seguro que se lleva unas cuantas monedas a cambio – preguntó él, centrando todo su interés en mantener al muchacho en hablar de sí mismo y no en su insulso salario: cuanto más lo hiciese, menos indagaría acerca del hechicero -. Y, dime, ¿tienes hermanos? Seguro que a ellos no les molesta que ”hables demasiado” – fingió burla por esas palabras, citándole y con el ánimo de reafirmar la idea de que su presencia le resultaba amena, algo que, de alguna sorprendente manera, no era falso del todo.





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Mensaje por Fabrice Laurent Dom Abr 14, 2013 9:17 pm

De no ser porque cada cierto tiempo le dolía la pierna, en ningún momento se hubiese fijado en el camino que llevaban recorrido y en lo extrañas que eran las personas por aquel lugar, algunas personas habían dirigido su mirada en dirección a ellos, llenas tal vez de curiosidad porque aunque deseaba caminar lo mejor posible cojeaba un poco y ciertamente ver a alguien caminar de esa manera siempre atraía miradas, pero los que les miraron después parecía como si el sueño los invadiera, aunque no podía estar del todo seguro ya que de su boca no paraban de fluir palabras, sin mencionar que la mayor parte de su atención estaba en el hombre que caminaba a su lado.
- ¡¿En serio?!, pues la verdad es que yo le agradecería mucho que me ayudara en eso porque de verdad que necesito cambiar de ambiente un poco. En algunas ocasiones pienso que ya huelo demasiado a agua y a marineros, no es bueno sabe, porque eso la gente lo asocia con pescado y el pescado ciertamente huele horrible; no quiero oler así. Imagine si ya estoy comenzando a guardar ese aroma llegara el día en el que cuando ya no trabaje seguiré oliendo así - hizo una mueca de terror al pensar en oler de esa forma por siempre, como si aquel olor fuera de lo peor. Desconocía a donde era donde le guiaba aquel hombre y lo que en aquel lugar encontraría pero de haber sabido algo de todo eso, sus creencias sobre las cosas horrible serian muy diferentes. - Pues mi familia tiene unas ideas muy definidas sobre casi todo y parece que el hecho de que sea como soy interfiere con las ideas familiares de conseguir riqueza - rió un poco - Esperamos ser ricos, pero desde que tengo memoria esperamos lo mismo y por más que parecemos esforzarnos eso no llega; aunque creo que nuestro momento de riqueza debe estar cerca y en esos momentos entonces me dejaran hacer lo que yo desee y nadie podrá decirme que soy un inútil o una molestia - esperaba poder librarse de todo aquello que le decían y le molestaba, pero en dado caso de no lograrlo podría seguir como hasta ahora, siendo positivo e ignorando todas aquellas palabras.

Hasta que no escucho mencionar nuevamente su pierna fue cuando recordó que estaba rota. - Tiene razón, lo primero es que me concentre en cuidar mi pierna y en hacer todo porque sane lo antes posible - empuño la mano derecha dando de esa manera más fuerza y sinceridad a sus palabras. - ¿Tan pronto llegaremos?, el camino me ha parecido bastante corto aunque la verdad es que siempre que camino acompañado las distancias se vuelven más cortas, ¿no le pasa lo mismo a usted? - preguntaba para conocer algo más del hombre y para esperar no enfadarlo simplemente con su conversación, pero le era inevitable no abrir la boca para mencionar algo por más sin sentido que esto fuera.

Si su atención fuera más centrada a las cosas importantes y no vanas se hubiese percatado de que los lugares a los que ahora se adentraba eran desconocidos para él, que si les había escuchado en algún momento de su existencia había sido a través del mero nombre o una mención de ellos, pero las calles que pudieron brindarle seguridad ya estaban muy lejos de esos caminos.
- Mmmm, en el puerto… pagan bien, creo que podrían pagar mejor pero usted sabe, luego las cosas no les convienen a los empleadores. - Suspiro, muchas veces soñaba inútilmente que se convertía en alguien importante, alguien que podía contratar gente y no hacer nada más que supervisarles pero no era nada más que un joven iluso que nunca alcanzaba nada de lo que añoraba, ni siquiera atención. Asintió a la pregunta, sus hermanos formaban parte de su familia y justo como sus padres pensaban que era un inútil - Ellos también lo creen, si no estuviera en casa dicen que todo sería mucho más tranquilo y eso que casi no hablo con ellos. Usted Monsieur Halkias ¿Tiene familia? - Le gustaba saber que las demás no eran como la suya, eso de alguna manera le volvía feliz.
Con lo que habían caminado debían están e por llegar en cualquier instante a su destino, pero lo positivo era que como aquel amable hombre le atendería podría responder su pregunta y continuar con la charla sin temor a dejarla a la mitad, situación que odiaba con gran intensidad.




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Mensaje por Malkea Ruokh Lun Abr 15, 2013 12:59 pm

- Sí, precisamente; cuando ando acompañado las distancias se me hacen terriblemente cortas – repitió sus palabras, pero tiñéndolas de una ironía oculta, sin la cual le hubiera resultado imposible pronunciarlas. A Aurélien la única presencia que le hacía ameno un paseo era la suya propia, sus pensamientos, en los cuales tendía a perderse muchas veces; cualquier otra le resultaba un verdadero incordio, sobre todo si se trataba de alguien que no le permitía abstraerse en temas de cierta importancia.

El brujo no lograba ver el momento en el que la calle terminase por presentar su vivienda, permitiéndole dar por finalizada esa parte del plan en la que tenía que mostrarse amigable, algo que, por descontado, no era. Sin embargo, Deimos no era insensible y esa aura de pureza que mostraba el joven lograba imbuirle levemente una sensación de calma, que no lograba contrarrestar el incordio que resultaba su apego a la conversación, pero que, al menos, le permitía aislarse de la molestia y evitar perder los estribos. Además, su plan para evitar a cualquier posible futuro delator estaba resultando fructífero y el sentimiento de autosatisfacción elevaba un poco más su ánimo.

- Todos desean ser ricos, pero no muchos lo logran – le contestó él, no incluyéndose entre ellos, pues, gracias a su habilidad para dominar el piano, y otros eventos de los que no estaba al tanto, había elaborado una fortuna que, si bien no podría considerarse como una de las más cuantiosas de Francia, sí le permitía vivir más que holgadamente y dedicarse en exclusividad a sus investigaciones. La consecuencia había sido que su indiferencia hacia la sociedad se había multiplicado -. Y, generalmente, la riqueza no va de la mano de los escrupulosos – a punto estaba de perderse en sus propios pensamientos, algo que podría delatar la sombra que se adueñaba de sus concavidades oculares, pero logró sobreponerse y volver a mostrar otra sonrisa simulada para darle falsas esperanzas -. Pero uno nunca sabe, la suerte puede sorprendernos cuando menos lo esperamos – lo que no podría entender él era que el azar tiende a presentarse de forma negativa.

Deimos estaba a punto de regocijarse en algún otro comentario con un significado completamente opuesto al sugerido cuando, de pronto, llegó a él aquella pregunta que le dejó anonadado. Frenó en seco y tragó saliva. De todas las cuestiones sobre las que podría haberle interrogado tenía que haber sido precisamente esa, la familia.

- Tenía. Están todos muertos – su tono fue sombrío. No le gustaba hablar de sí mismo ni de sus vivencias, pero particularmente no le gustaba mencionar a aquellos seres a los que, o bien había tenido aprecio, o bien le habían herido. ¿Quién era él para traer a su mente a aquellos que debía dejar atrás? Su madre, su padrastro, quizás incluso Étienne, Anna o su difunto hijo. Todos ellos eran pasado y no quería recordarlos; ¿o quizás no era así? - . Ya casi hemos llegado – informó entonces, de manera cortante, y retomando el paso cuando la sillería de piedra se les presentó al lado.

El Hôtel de Sully, o Amuot Bayta, la Casa de los Muertos, como la llamaban los espíritus. Era un palacio barroco, cuya fachada a la calle presentaba dos torres que enmarcaban una gran puerta de madera maciza y que escondían tras de sí el patio delantero que llevaba a la estructura principal. Las ventanas del primer piso estaban tapiadas para evitar que ningún curioso indagase lo que había en el interior, aunque no se encontraría más que habitaciones desordenadas y repletas de polvo, pues el único lacayo que le servía, el joven cambiaformas húngaro, era incapaz de mantener toda la residencia en condiciones. Tampoco podía decirse que fuese una cuestión que le robase el sueño al propietario.

- Es aquí – y el brujo sacó una gruesa llave que introdujo en la cerradura, sin dificultad alguna, a pesar de que la oscuridad ya se les había echado encima, para abrir el pasadizo que conducía al interior. Al fondo, las dos esfinges que flanqueaban la puerta principal clavaron su mirada en ellos.

Valko no tardó más de diez segundos en aparecer con un candil en la mano, seguramente al haber escuchado el portón girar sobre sus goznes, y aguardó, sin pronunciar palabra alguna, a que Aurélien le diese órdenes. Era un muchacho tímido y dócil, que había logrado preservar su ternura pese a los horrores que había vivido, tan sólo con la práctica de aceptarlos como necesarios y negándose el pensar, al menos influido por su humanidad, sobre esos sucesos.

- Prepara la sala de operaciones; tenemos una pierna rota – le ordenó, refiriéndose al habitáculo en el sótano que había escogido para mantener encerrado a su cautivo. El criado desapareció al instante, adelantándoseles, mientras él seguía ayudando al convaleciente a avanzar sin prisas -. Y, dime, Fabrice, ¿hay alguna muchacha que haya despertado algún sentimiento en ti? – nuevamente, el nigromante intentaba distraer su atención, en el momento en el que dejaban las dos estatuas atrás y accedían finalmente al inmueble propiamente dicho, acogidos por la luz derivada de los quinqués. No era que hubiera podido encontrar mucho de lo que extrañarse, pues había mandado al húngaro cerrar todas las puertas posibles y adecentar el camino por el que debían pasar para evitar el aspecto de deterioro y abandono que usualmente presentaba el lugar. Y, sin embargo, había resultado imposible evitar el hedor a putrefacción que ya comenzaba a llegar a ellos – Disculpa el mal olor, es a causa de unos experimentos fallidos; no hemos logrado deshacernos todavía de esta peste – y aún no habían llegado a la peor parte. En cuanto abriese la puerta que se encontraba al fondo del pasillo, la que guardaba las escaleras descendentes, se encontrarían con una acentuación de la fetidez, mezclada con el propio aroma de la humedad presente en cualquier subterráneo de París. Y esos eran uno de los más extensos de la ciudad.

Hôtel de Sully:





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Mensaje por Fabrice Laurent Dom Abr 21, 2013 3:43 pm

Tener compañía de ese estilo le encantaba. Era de las pocas ocasiones en las que tener a alguien cerca era agradable; todo se debía a que no fuera una molestia por una ocasión en toda su vida; esto no quiere decir que Monsieur Halkias fuera el primero con quien se sentía tan cómodo, per si era era el primero que de manera tan rápida le había aceptado, o al menos eso era lo que pensaba.
- Permita que le diga monsieur Halkias que su compañía me es sumamente agradable - sonrío -este incidente que me ha ocurrido es una de las mejores cosas que me pudo haber pasado - era algo típico de él terminar viendo tal incidente como una situación positiva y en cierta manera le era absolutamente inevitable no verlo de esa manera después de todo lo que le estaba sucediendo ese día - Me creerá si le digo que ya ni siquiera siento dolor en el pie, aunque como dice usted que esta rota… igual y lo que pasa es que esto es tan agradable que se me olvida que me duele… - guardo silencio pues ante esas palabras se sintió torpe, aunque claro la paz del silencio fue solo por breves instantes pues su naturaleza parlanchina no le permitía estar callado por mucho.

- ¿Usted cree en la suerte?, porque yo no se en que creer… si todo es parte del esfuerzo, un designio divino, la suerte o meras casualidades - levanto su vista al cielo, como si la respuesta a su duda fuera a llegar de aquel sitio - puede que sea un poco de todas -hablo din darse cuenta de que decía eso, y luego volvió su mirada al hombre - nosotros no lograremos ser ricos, no sabría decir porque lo sé pero… lo sé - ese presentimiento era de las cosas inexplicables que algunas veces se tenían, de hecho era de los pocos presentimientos que lograba tener o en determinado caso a uno de los pocos que les prestaba atención y no evadía con sus platicas o que no se le olvidaba.

Se mordió la lengua haciendo que esta le sangrara un poco, aquella pregunta había sido muy inadecuada tanto que incluso se vio en la necesidad de detenerse bruscamente esperando a su guía. Él se quejaba de la familia que tenía muchas veces pero eso era mejor que estar completamente solo en el mundo - Lo siento mucho - entonces si se callo, quería evitar preguntar alguna otra tontería que solo lastimara a Deimos o le hiciera escuchar aquel tono sombrío que en un instante hizo que su piel se erizara dando una advertencia, que interpreto como que callara, pero que en verdad traía consigo un mensaje para que huyera.
Asintió de manera leve al escuchar que ya llegaban, su pierna volvía a doler y su cabeza se orientaba a mirar el suelo; en algunos momentos ahora sus labios se curveaban cada que sentía una punzada en su pierna, pero estaban por llegar y todo estaría perfectamente bien ¿verdad?.

Cuando se le indico que habían llegado a su destino levanto lentamente la cabeza y su boca se abrió ligeramente al ver el lugar en el que estaban. Un sitio muy alejado de lo que él esperaba que la casa de aquel hombre fuera. El lugar era por lejos el más impresionante al que Fabrice alguna vez fue invitado a entrar.
No presto atención mientras la puerta aquella era abierta, su atención estaba en memorizar cada una de las cosas que veía en aquel lugar. Siguió al hombre, mirando de un lado a otro. En ningún momento de su vida espero poder entrar a un lugar como aquel. Era un lugar demasiado grande, y eso le parecí o algo triste, aquel hombre debía tener sirvientes por como era su casa pero si no tenía familia debía sentirse muy solitario.
- Su hogar es grande y es un lugar hermoso… - menciono solo para poder volver a hablar y dejar atrás la conversación anterior sobre su familia.

De la nada, al menos así le parecía apareció un joven y Fabrice sonrío. Aquel joven se desapareció tan rápido como llego al escuchar las instrucciones que tenían para él. Estaba por preguntar algo más sobre el joven porque no quería que el silencio reinara en aquel lugar, más pareció que sus intenciones fueron adivinadas y monsieur Halkias le gano la palabra.
Aquella pregunta era sencilla de responder - Pues existe una, pero solo he sido capaz de verla de lejos y ni siquiera conozco su nombre - una sonrisa apareció en su rostro al recordar la primera vez que sus ojos se posaron en la bella joven que hacía que su corazón latiera con fuerza. No había sido un encuentro de lo más sorprendente ya que estaba en el mercado atendiendo un mandado y fue cuando la vio, cargaba un pequeño gato en sus manos mientras caminaba mirando todo, como si buscara algo. Fabrice se había quedado inmóvil ante la visión de una joven tan bella; su piel era blanca, su cabello castaño con destellos rojizos y una sonrisa hermosa. En un instante que no supo como paso, ella lo miro y le sonrío para después seguir con su camino. Sus encuentros eran frecuentes pero jamás se había atrevido a acercarse a ella - algún día se lo preguntare, solo que necesito tomar valor para hacerlo.

Para cuando volvió a la realidad de su recuerdos, ya habían avanzado un tramo de un lugar al que no supo como llegaron, pero eso le pasaba por distraerse en cosas como aquella cuando estaba con alguien a quien debía toda su atención.
Un olor poco agradable llegó hasta sus fosas nasales, quizás había hecho una mueca al percatarse de eso pues el dueño de aquel lugar se disculpaba con él.
- No, descuide es solo que el olor me ha tomado por sorpresa pero no hay problema, ya he olido peores cosas. -eso era cierto de momento- pero… ¿Qué experimentos hace? - pregunto de manera curiosa mientras llegaban a una puerta al fondo del pasillo por el cual caminaba, el olor ahí era un poco más fuerte que el que sintió pasos más atrás - Vaya, usted debe experimentar mucho… - sonrió para demostrar que el olor por más nauseabundo que fuera no le molestaba, al menos no por ahora.
Era probable que sus pensamientos cambiaran cuando aquella puerta fuera abierta, pero no por olor, si no por el destino que le aguardaba allá dentro.



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Mensaje por Malkea Ruokh Sáb Abr 27, 2013 7:53 pm

El positivismo que Fabrice presentaba sin duda resultaba una sorpresa para el brujo, siendo extraño, a su parecer, pero de ninguna manera una contrariedad, pues bien le podría resultar útil en los próximos días. Sin embargo, y Aurélien era bien consciente de ello, también existía la probabilidad de que fuera otro adepto a aquella cortés hipocresía que se había hecho dueña de los modos de los europeos en general y de los parisinos en particular o que sólo estuviera tratando de halagarlo como una forma de mantener su boca ocupada y su lengua en movimiento, dado su manifiesta afición a hablar sin dar cabida a pausa alguna. No comentó nada al respecto, como tampoco pronunció ninguna contestación a su pregunta sobre la suerte, algo que no pareció preocupar al muchacho, enfrascado en su cuasi-monólogo. Tampoco se había detenido nunca a pensar acerca de ese tema trascendental, no al menos desde hacía una década, pues le parecía una mera pérdida de tiempo, un intento infructuoso de llegar a algún destino al transitar un camino que carecía de él. Y, pese a negarse a opinar, sí tenía una idea formada acerca de ello. No, no creía en el destino, no al menos entendiendo el concepto como ese camino ineludible y determinado por una fuerza superior que rige la existencia, sino en casualidades y en eventos dados a consecuencia de intenciones de seres comunes, cuyas pretensiones bien podían contradecirse y llegar a evitarse. Él lo intuía así y daba esa sospecha como una realidad tan básica que ni siquiera hacía falta aceptarla, aunque algunos ignorantes quisieran ver cometidos divinos en los resultados de proyectos terrenales. Un claro ejemplo era lo que había sucedido hacía unos cuantos minutos, el cual debía de aparentar ser un incidente fortuito para el joven mientras que el mayor era consciente de que era todo obra suya; o, al menos, en mayor medida.

El esclavo etéreo, una vez hubiera cumplido su cometido y sin más víctimas a las que tocar en aquella noche, se había colocado justo detrás de su dueño, siguiéndole cual manso animal de compañía o, más bien, como un ánima cuya voluntad había sido subyugada a la propia de su maestro, que precisamente era su caso. Su presencia le ayudó a regresar por completo al presente, olvidando ese lacerante pasado, y a las personas con quienes lo compartió alguna vez, desterrando de su pensamiento esos recuerdos que el muchacho le había obligado a recordar.

- ¿Y dónde has visto a esa chica? – preguntó él para mantener su mente ocupada mientras avanzaban por el pasillo, por mucho que, a esas alturas, ya fuese consciente de que no iba a escatimar en detalles al responderle -. Los experimentos que realizamos son principalmente con productos químicos, por eso es normal este olor – mintió sin dudar ni un segundo, ya habiendo elaborado con anterioridad excusas para algunas de las posibles variantes que pudieran presentarse en esa velada. La realidad era que apenas sabía algo de química, por no decir nada, ya que no era una disciplina que le resultase interesante. Su trabajo iba más allá de la mera materia –. Prepárate – le advirtió justo al detenerse, posando la mano en el pomo de esa puerta. Al abrirla, la pestilencia les golpeó de lleno.

El nigromante ni se inmutó, bien acostumbrado al olor de la carne en descomposición, y atravesó el quicio para comenzar a descender por ese angosto espacio que enmarcaba las escaleras de piedra, conductoras hacia los sótanos. La iluminación procedía de antorchas que el húngaro debía de haber encendido con anterioridad y que parecían ser la única fuente de calor con pretensiones de combatir los niveles de humedad, que allí eran levemente más elevados. El gascón estaba impaciente por llegar y dar por concluida esa farsa, pero intentó con todas sus fuerzas armarse de la paciencia necesaria, pues bajar peldaño a peldaño les resultaría complicado teniendo en cuenta el estado del muchacho. El subterráneo que comenzaba bajo el palacio tenía su inicio en un pasillo escavado en la roca en cuyas paredes se presentaban las entradas a las salas laterales, debidamente cerradas, y el cual se perdía en algún punto donde la anaranjada luminosidad moría engullida por las tinieblas. Desde el frente llegaba el sonido del agua discurriendo, un riachuelo subterráneo que quedaba más adelante; a parte de por aquello, el silencio no era roto más que por sus propios actos.

Le condujo hacia la cuarta puerta a la izquierda, cuyo interior ya estaba a la vista, una mera antesala que procuró que cruzaran con prisa para llegar a la estancia que era su destino. Amplia y de techos altos, hechos de ladrillos pétreos, apenas contenía un puñado de muebles: dos sucias mesas, cuatro arcones vacíos repartidos sin orden aparente y un modesto catre al fondo, casi sumido en la falta de luz; el resto de mobiliario – estanterías y más armarios – los guardaba en la habitación que habían dejado atrás.

Por fin – murmuró soltándose de él y retirándose un paso, rompiendo definitivamente el contacto. Y, por unos segundos, no hizo nada más, tan sólo le miró fijamente, con la mente en blanco sin saber bien qué decir a continuación. Por mucho que se esforzara o que renegase de ello, Aurélien no era alguien inamovible y aquel muchacho había despertado algo en él, algo acallado mucho tiempo atrás, pero tampoco podía dejarse controlar por esas emociones -. Estás secuestrado, Fabrice – terminó por explicar, de manera seria y tratando de ser lo más escueto que le fuera posible -. Te aconsejo que descanses lo que puedas; o no lo hagas, es tu decisión – señaló al lecho con tono indiferente, quizás incluso cansado -. Valko te traerá comida y yo regresaré mañana. Hasta entonces.

Acto seguido, abrió de nuevo el frasco de vidrio negro que había vuelto a tomar mientras hablaba y pronunció unos fonemas que casi amenazaron con rasgar su garganta para liberar a un par de espíritus y recoger el que había empleado antes. La misión de los nuevos sería impedir que el muchacho lograse alcanzar las puertas, permitiendo al criado y al señor entrar y salir a voluntad. Con paso firme, se dirigió hacia la puerta y, pese a todo, al salir del lugar, la cerró con llave por mera precaución. En ningún momento miró atrás, pero, pese a la prohibición que se había impuesto sobre el pensar, le resultó imposible que los eventos acaecidos, tanto en las horas precedentes como en largos años atrás, no regresaran a perturbarle.

Putain! ¡Maldito Étienne! ¿Es que jamás vas a permitir que viva en paz? – su retórica pregunta jamás tendría respuesta.





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Mensaje por Fabrice Laurent Mar Abr 30, 2013 11:10 pm

De tanto vomito verbal que llevaba no se dio cuenta de que en ningún momento pareció haberse topado de nuevo con el sirviente de Deimos; era como si aquel hombre fuera semejante a una sombra, un escalofrío le recorrió la columna entera. Sí el fuera rico nunca contrataría a alguien de servicio tan raro como aquel sujeto, era de esa gente que aunque uno intentara tratar de manera amable parecía como que en cualquier momento iba a acabar enloqueciendo y matando… una sonrisa apareció en Fabrice; cualquier persona podría matar claro pero bueno existían algunas que eran más probables que otras. Pensó que incluso sería más probable que él matara a alguien, pero del que jamás dudo ni un segundo de que hiciera algo malo era de Deimos… vaya que era ingenuo.

Sus pensamientos sobre la muerte y la gente que enloquecía de manera repentina le distrajo de nuevo hasta que Deimos le hablo.
-Ah… yo… - sacudió la cabeza y lo miro, volviendo a pensar en aquella chica - Pues la vi en el mercado, me mandaron a comprar unas cosa y pues de casualidad la vi eso es todo. Pero de verdad que soy muy cobarde y aunque la he visto más veces es imposible aun que me anime a acercarme hasta ella, presentare y preguntarle su nombre - suspiro - seguramente debe tener uno de los nombres más hermosos que existan en esta tierra porque una mujer tan hermosa debe tener un nombre hermoso, sus padres no le pondrían uno feo, eso sería como una maldición para ella, cuando sepa como se llama se lo diré y entonces espero me diga que opina usted de el nombre de ella - miro a Deimos sonriendo, le estaba brindando una importancia mayor a la que esperaba darle pero su amabilidad seguía ganando el afecto inocente del joven.

Escuchó la explicación al olor que existía en aquel lugar, él no conocía mucho de eso que se llamaba química pero al parecer debía ser algo importante y algo nauseabundo por el aroma pero cada quien se dedicaba en lo que podía. Aquel hombre no olía mal como aquel lugar, muy al contrario de Fabrice que siempre olía a pescado o a mar últimamente por el trabajo en el puerto.
- Deben ser experimentos importantes, yo jamás me había topado con alguien que hiciera esta clase de cosas lo cual lo vuelve todo un honor para alguien de mi clase - asintió entonces ante la advertencia de preparación, estaba listo para lo que viniera.
El olor que de manera repentina le llegó hizo que los ojos le lloraran, aquel aroma proveniente de detrás de la puerta era algo que no se esperaba de aquella manera. A su mente le llegó la imagen de perros muertos en descomposición o algún animal, se mordió la lengua para no hablar y decir alguna tontería al respecto pues sería una terrible degradación del trabajo de Deimos en aquel lugar.

- Vaya, el olor aquí es más fuerte… - tosió un poco y se limpio los ojos, hizo acopio de toda su fuerza tanto física, como mental; ambas por motivos diferentes para comenzar a descender pos las escaleras con cuidado.

La pierna le dolía un poco con cada peldaño que bajaba y la vista se le dificultaba ya que el olor continuaba haciendo de las suyas debiendo entrecerrar los ojos para continuar con el descenso. Entre su parcial ceguera y el dolor se hizo tiempo para observar aquel lugar que resultaba todo lo opuesto que había visto en un inicio de la casa; allá la humedad, la oscuridad y la piedra le daban un aspecto tétrico al sitio.
- No me esperaba algó así en un lugar tan hermoso como su casa, pero dicen que esta clase de cosas son normales en las casa de la gente adinerada… aunque claro que yo no lo sé porque pues no tengo una casa muy lujosa y eso… - al llegar a la parte más baja de aquel lugar observaba con curiosidad las puertas debido a que sus ojos y su nariz se encontraban más acoplados al pestilente aroma. El silencio se hizo presente, Fabrice intentaba descubrir que clase de experimentos y cosas maravillosas podían estar sucediendo detrás de cada una de las puertas de aquel lugar, nada más alejado de la realidad que escondían las paredes del hogar del nigromante.

Entonces de manera veloz cruzaron una puerta la cual conducía a una especia de cuarto con algunos muebles pero que no parecía ser para nada un lugar en el que pudieran curar a alguien herido com él, pero que podía saber, después de todo no era más que un pobre diablo mal querido por su familia y por muchas de las personas que lo rodeaban. Escuchó por fin como se rompía el silencio y observo a Deimos.
- Hemos llegado… - sonrió justo antes de que aquel rompiera el contacto con él. Fabrice esperaba que le indicara que hacer para curar su pierna pero contrario a lo que él pensaba las palabras siguientes le dejaron estupefacto en el sitio donde se hallaba parado - Esto… es una broma ¿verdad? - se rió mientras el nigromante le explicaba algunas otras cosas para caminar hacia la salida - Estos juegos no son agradables ¿sabes? - decía sin dejar de reír - Esta clase de bromas son de mal gusto señor Halkias… - el brujo salió cerrando tras de si la puerta, sin mirarle.

Fabrice se mantuvo estático en el lugar donde Deimos le soltó, estaba esperando a que regresara y le dijera que todo había sido un juego o a que volviera con las cosas para curar su pierna herida, pero después de un buen rato parado se rindió… había sido secuestrado y no había nada más que hacer, total las cosas no podían ponerse peor que eso.
Caminó hacía el catre con calma y cuidado, tirando su cuerpo sobre el. Le parecía increíble que alguien le hubiera secuestrado a él… a ÉL… que no tenía nada de valor, ni nada capaz de llamar la atención de otros; claro que aun desconocía su destino pero él en el fondo aún esperaba que todo aquello solo fuera una simple broma.



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