Jugando en el parque

por **Alyssa Beethoven** Miér Abr 03, 2013 7:03 am

Aquella tarde habían llevado a la pequeña a dar un paseo, centrándose en llevarla a un parque bastante grande con la esperanza de verla sonreír y divertirse. Pero, desde la muerte de sus padres, Alyssa era completamente incapaz de hacer aquellas cosas. Hacía mucho que no reía, que no pronunciaba palabra para comunicarse con el resto. Porque era así y no podrían cambiarlo. No pensaba hablar por nada del mundo.

La dejaron jugando con un montón de niños más, viendo como todos estaban con las personas que les habían dado la vida. La mayoría con sus padres jugando con ellos, cogiéndolos y alzandolos al aire, abrazándolos con fuerza y dándoles suaves besos en aquellas pequeñas mejillas y redondas. Alyssa se sintió extremadamente triste, así que gateo hasta esconderse tras un árbol y luego siguió cominando, alejándose un poco más hasta quedarse sentada mirando a su muñeco.

Ella tan solo se puso a acariciarlo, jugando con el pelaje del aquel objeto creado para entretenerla, aunque realmente no lo conseguía. Echaba de menos su libro de cuentos, el cual se había dejado en casa, junto a la cama. No sabía leerlo, pero dormir abrazada a él la ayudaba a pensar que su madre seguía con ella y que, algún día no muy lejano, volvería y le diría que estaban él y su padre bien, aun cuando tenía la certeza en el fondo de su corazón de que ambos habían muerto aquella noche. Sino, ¿por qué se pegó dos días sola y escondida?

Bajó la mirada hasta su peluche, observándolo aunque no le gustaba del todo. Era nuevo, uno de estos que le habían regalado en la casa de su tío. Pero el problema es que, aunque probablemente fuera el único con el que realmente quería estar, no era su padre ni su madre. Y, aunque fuera con el más fácil tenía relacionarse, seguía sintiéndose extremadamente triste y asustada.

por **Castalia Birdwhistle** Vie Mayo 10, 2013 1:24 pm

La vida era extraña, en ocasiones estaba demasiada agitada como para pensar y luego se volvía una tranquilidad tan aterradora para Castalia que comenzaba a desear tener aquel movimiento, aquellos momentos que solamente la dejaban respirar, pero no, no tenía nada de eso, estaba todo tranquilo, como la marea cuando descansa después de una tormenta, se había cansado de estar en aquella habitación sin hacer nada productivo con su vida, no había encontrado muchos francos en sus bolsillos así que se disponía a ver a quien podría robar sin crear mucho revuelos y así fue como con su vestimenta poco ortodoxa –una falda que por debajo tenía unos pantalones y una camisa blanca pegada a su cuerpo- salió hasta un lugar lo suficientemente concurrido para hacer lo que estaba dispuesta a hacer.

Había muchos niños, no le gustaba mucho aquellos mocosos, no podía merodear tranquilamente porque los padres como bestias estaban más atentos a todo lo que pasaba a su alrededor como para poder robarles algo, por suerte un vendedor de manzanas estaba lo suficientemente distraído con un berrinche de alguna niña que quería más de una manzana como para que ella pudiera sujetar dos sin ningún problema y sin que nadie se diera cuenta, guardo una en un bolsillo oculto, mientras a la otra la mordía mientras seguía observando a todas aquellas familias felices, ella nunca había tenido algo así, tampoco sentía que lo necesitaba. Su madre una esclava, su padre un pirata, no era la familia que muchos esperarían, estaban destinados a estar separados. Mordisqueo la manzana mientras encontraba una sombra en un árbol apartado de todo aquella dulzura que le provocaba caries.

Al parecer hoy estaban en todos lados, cuando se sentó giro su rostro y encontró a una pequeña niña sentada al otro lado del tronco, la observo mientras ladeaba la cabeza, bueno al menos esta no parecía muy feliz del todo. No era muy buena con los niños, pero no deseaba ver aquella cara triste en su rostro, la única que podía tenerla era ella así que saco la manzana de donde la tenía guardada y se la extendió sin mucho protocolo o dulzura -¿Te gusta los cuentos de piratas?- pregunto ella mientras miraba el cielo azul –Una vez un gran hombre se enfrento con más de veinte marinos en una pequeña isla lejana y venció a cada uno de ellos con solamente una espada de madera- siguió hablando sin importar si la mocosa le estaba poniendo cuidado –Era mi padre…- dijo por fin con una sonrisa amplia y orgullosa en sus labios mientras miraba a la niña a su lado.

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