Tres regalos

por **Melchior Wagner** Sáb Abr 13, 2013 10:38 am

n Me encontraba sumamente deseoso de adquirir nuevos objetos que me ayudaran a mejorar como cazdor, pero lo que de verdad me habia arrastrado a la zona comercial de Paris, era que debia conseguir regalos.
Regalos para mi padre, como muestra de respeto, para mi madre que me extrañaba, y para Nerissa, quien seria mi esposa.

Estaba de mas decir que no tenia ni idea de por donde comenzar, y ningun vendedor me habia resultado de utilidad, puesto que o se reian de mi manera de hablar, o intentaban venderme las cosas a precios exorbitantes.

Es decir, de ninguna forma soy tacaño, pero no pagaria quinientos francos por una botella de arena, que supuestamente eran las cenizas de una sirena, y de nuevo, en medio de un mercado parisino, me encontre extrañando Alemania, porque quizas no fuesen mas amables que aqui, pero alli al menos sabria que hacer. Quizas la verdad era que nunca se me habria ocurrido nada decente para regalarle a ninguno de mis amigos o conocidos, pero habria podido decirle a alguno de mis sirvientes que consiguiera regalos para la ocasion.

Tome la desicion de que a la primera oportunidad que se me presentara, contrataria servidumbre, pero mientras tanto estaba atrapado, con los bolsillos llenos y sin una sola idea util rondando por mi cerebro

Me acerque a un puesto de comida y sabiendo que de ninguna forma encontraria un spaetzel que tanto añoraba me dispuse a ver el menu.

-¿Que serrra bueno?-

Dije en voz alta, sin dirigirme a nadie en particular, para despues resoplar frustrado. Ni siquiera sabia que comer en este pais.

por **Kairi Ireland** Lun Abr 22, 2013 8:47 pm

Con el sol ya desaparecido, decidí salir a pasear al mercado tal vez encontrase alguna "oferta", estuve andando observando como mujeres de clases inferiores se peleaban por una lechuga mohosa y un vestido ya usado y un poco andrajoso que mas tarde se pondrían para aparentar lo que no eran...
Mi paseo me llevó hasta una terraza en la que la gente tomaba un te o una bebida refrescante para la época, un joven solo, dijo en voz alta: "que serrra bueno", me pareció gracioso el comentario, ya que el camarero mas cercano estaba en la otra punta y con lo cual no le oiría, me acerque a el sigilosamente y cuando lo tuve en frente dije con plena confianza- Yo estoy segura, pero es una pena que no este en el menú- y mostré una de mis sonrisas tranquilizadoras- ¿esta este lugar ocupado caballero?- dije señalando una silla vacía que estaba en frente de aquel hombre.

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