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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

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Mensaje por Santana López Vie Nov 01, 2013 3:40 pm

Otro día más en este infierno personal que cada vez costaba más seguir, aunque no había mucho que hacer sino seguir adelante buscando y buscando ese lugar al que se pertenece. De momento París tampoco había sido ese lugar, aunque esperaba encontrarlo pronto y que no hubiera más traslados. Para despejarse un poco y salir de la rutina existencial que tenía, se quiso ir de compras, aunque claro a las horas que ella podía salir pocas cosas quedaban abiertas por lo que debería hacerse la ropa a medida y a la hora que le viniera bien, pero no se lo iba a encargar a cualquiera. Callejeando y preguntando a gente que parecía saber pudo encontrar a alguien que le causó buena impresión, y con estas cosas había que dejarse llevar por los impulsos, total qué podía pasar si se equivocaba. No había mucho riesgo en este caso, así que decidió ir a su encuentro con la chica. Hubiera preferido elegir algo alejado del bullicio de la noche, pero tampoco irían a su casa ya que no le gustaba llevar a nadie a ella y muchos menos a una desconocida en la cual no sabía si podía confiar todavía. Al final se decidió por uno de los tantos cafés de la ciudad

Como de costumbre fue antes de la hora, no se había ataviado con extravagancia como de costumbre ya que iba a ser una reunión informal para un simple negocio, por llamarlo de alguna forma. Como sabía que llegaría pronto a la cita decidió inclusive dar un rodeo para llegar hasta el puente que estaba a las afueras, era un sitio tranquilo en el que se podía estar sin que nadie te perturbara las ensoñaciones. Nada más llegar hizo lo que ya había hecho en otras ocasiones, sentarse en el borde del puente a mirar como el pequeño arroyo pasaba por debajo y como las estrellas y los astros se reflejaban en él. La morena cerró los ojos para poder escuchar con atención, y gracias a esos sentidos desarrollados, cualquier pequeño sonido, como el “cri cri” de los grillos o el mismo arroyo que se extendía bajo sus pies.

Cuando lo creyó conveniente salió de su trance y volvió a encaminarse hacia la ciudad para llegar hasta el lugar que habían acordado, pero a paso lento y tranquilo, llegar llegaría a su hora. Conforme se acercaba al centro, más gente encontraba, aunque fuera ya de noche y se supone que debieran estar en sus casas. Pero qué se le iba a hacer, tenía que vivir con la gente le gustara o no. Llegó al café y decidió sentarse en una de las mesas libres mientras pedía al camarero un café con leche o también conocido con el nombre de café español. La latina suspiró ante el sentido del humor de los franceses, y volvió a meterse en sus pensamientos mientras contemplaba como de costumbre el paisaje que le rodeaba pero sin detenerse en nada en concreto. Todo le parecía aburrido e igual, nada le llamaba ya la atención.

No le gustaba esperar bajo ningún concepto y no se equivocaba cuando decía que la otra chica estaba llegando tarde, así que se estaba empezando a impacientar y no le faltaba mucho para pagar e irse. Igualmente decidió esperar y no adelantar acontecimientos, no iba a poder encontrar a otra persona que le diera tan buena impresión así que se esperaría un poco más, sin llegar a algo exagerado pues ya sería herir su propio orgullo. Aunque sonara absurdo para la latina tenía sentido.  Cuando ahora si estaba a punto de irse porque ya no quería estar más entre tanta mirada furtiva de la gente del local, justo entonces llegó la chica con la que había quedado para su transacción. Volvió a sentarse donde estaba y aguardó a que llegara a su lado manteniendo silencio.  No sería ella la que dijera la primera palabra, simplemente la miraba expectante.


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Mensaje por Nemhain Caomhánach Jue Dic 05, 2013 1:01 pm

Apretaba la carta por debajo de la capa negra que la cubría del frío. Sus dedos pasaban por el lacre roto una y otra vez, a medida que apuraba el paso. En muy pocas ocasiones salía de su hogar, y las pocas veces que lo hacía, intentaba no llegar tarde. Sin embargo, Nemhain no era una joven consciente del paso de las horas, y entre sus pocas pertenencias no se contaba un reloj. Calculaba el tiempo en la costura y con la luz del día. En ocasiones, olvidaba lo que debía hacer, por ello, apuntaba en una libreta sus obligaciones; el problema era que, también, no solía recordar el sitio donde la dejaba, y revoleaba por los aires los pocos objetos que tenía en busca del anotador. Así le había sucedido ese día, había pasado la tarde intentando hallar el lugar donde estaba el pequeño cuaderno de tapa de cuero. Lo terminó encontrando cuando el Sol caía, debajo de unos preciados géneros que había conseguido hacía poco y tiempo y a los cuales trataba como tesoros, pues, de cierta forma, lo eran.

Lo más difícil había sido elegir qué ponerse y, si bien, Nemhain era una costurera excelente, no reparaba mucho en su propia ropa y tenía sólo dos austeros vestidos de colores oscuros. Uno era púrpura y el otro marrón. Para esa noche, optó por el primero, tenía el cuello alto y las mangas largas, y la tela era más gruesa que la del segundo. La noche era helada, y él no había parado de recordarle lo idiota que había sido de no llevar guantes. Había tenido que gastar las pocas monedas que tenía en un carruaje, ya que su casa quedaba bastante lejos del centro de París. Habría deseado persuadir a la clienta de que la visitase, allí podía tomarle medidas y elegir juntas qué tela usar, pero no se había animado a insistir en ese hecho, y aceptó la propuesta de reunirse en un café. Los lugares públicos la ponían nerviosa.

<<¿A qué le temes?>> preguntó la voz, que se había mantenido, milagrosamente, callada durante un par de minutos. El sonido gutural que emanaba de él la exaltaba, siempre había sido así.

A nada… No le temo a nada —respondió en un susurro, como siempre lo hacía. Tampoco le gustaba hablar en demasía.

Como arrastraba los pies para caminar, levantaba nieve, que se metía bajo sus enaguas y traspasaba las medias de lana. Eso la hacía tiritar, y entró castañeando los dientes. El recepcionista la miró de arriba abajo. Él estaba enfundado en su atuendo pulcro y oscuro, la peluca blanca prolijamente empolvada y el lunar ficticio al lado de la comisura derecha de su boca, destacaba en la palidez del rostro. Nemhain agachó la cabeza, y en voz muy baja, le explicó que la esperaba la señora López, con la cual había planeado encontrarse allí. El hombre era muy alto, y había tenido que agacharse para escucharla. Con gesto adusto, le dijo que esperase, que iba a consultar con la anfitriona. Volvió un minuto después, y con un ademán, le abrió paso a través del lugar.

La muchacha caminó mirando el suelo, sin reparar en ninguno de los lujos que la rodeaban. Le era extraño y ajeno, sabía que existían personas con un gran caudal de dinero, pero a Nemhain no le hacía falta. Jamás había necesitado la abundancia, y eso se lo debía a él, que bregaba por su bienestar y le indicaba el camino. La voz le ordenó que observase a su alrededor, y por el rabillo del ojo, miró. Varias personas posaron sus orbes en ella, y no era necesario ser muy avispada para notar que despreciaban que alguien de su calaña irrumpiese en su universo paralelo. La diferencia entre ellos y la bruja era que, a los primeros, su presencia le incomodaba, a la segunda, que los acaudalados existieran o no, le daba exactamente lo mismo. Con más indiferencia que dignidad, continuó su camino con la vista clavada en el suelo, y la carcajada de él azotándole la cabeza. Cuando se detuvieron frente a una mesa, Nemhain alzó levemente el rostro y se encontró con una exótica mujer. Murmuró un agradecimiento al recepcionista, que se alejó tras hacer una leve reverencia.

Disculpe la demora —su voz era tierna, en contraste con sus acciones. No había sido necesario preguntar la naturaleza de aquella distinguida dama. Se quedó parada a su lado, con sus pupilas verdes asentadas en las facciones del bello rostro.


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Mensaje por Santana López Vie Dic 06, 2013 5:19 am

Aquel lugar era, inclusive para ella, un tanto demasiado refinado, no tenía claro por qué había escogido precisamente ese lugar, pero eso ya daba igual. El recepcionista le preguntó si estaba esperando a la chica que acababa de entrar y la morena le respondió con un gesto afirmativo pero tedioso, sin mucho agrado de comunicarse con el joven, y en parte era cierto. Suspiró por puro aburrimiento y medio sonrió cuando por fin la chica se acercó hasta la mesa y le pedía disculpas por la demora. Negó ligeramente con la cabeza con amabilidad y le indico que se sentara en la silla justo en frente suya. Rio ligeramente entre dientes al darse cuenta de que ni la chica era cualquier persona, ni se le había pasado desapercibida la naturaleza de ella misma.

No es que sea de mi agrado esperar, pero me dijeron que merecías la pena, espero que así sea —alzó la cabeza para poder mirarla frente a frente. Para ser una costurera no tenía mucho cuidado con su vestuario, aunque ya se sabe, en casa de herrero cuchara de palo. Dejó dibujada una sonrisa más amable en el rostro, lo cierto es que la chica le daba buena impresión, porque no había que basarse nunca en lo que te habían dicho de una persona ni en sus vestimentas, nunca se sabe quién puede haber debajo. Llamó a camarero para que le volviera a servir otro café y volvió su mirada a la joven— ¿deseas algo? Invito yo —esperó a la respuesta de esta sin dejar de observarla. Se aprende mucho del lenguaje corporal. Cuando el camarero se hubo ido, se quedaron ambas en silencio por unos minutos, al parecer a ninguna le resultaba incomodo el estar observándose mutuamente.

Y dime, ¿desde hace cuánto te dedicas a esto? —la morena había decidido romper ese silencio, quería preguntas más directas ahora que intuía algo especial en la chica pero había que ir poco a poco o a lo mejor se asustaba la chiquilla. Su edad no iría mucho más de 20 años, así que era bastante joven, aunque como en todo hay que buscarse la vida si se quiere seguir en ella. —Siento si te ha causado alguna molestia venir hasta aquí, pero prefiero sitios neutrales para un primer contacto, espero que lo entiendas. Una nunca sabe con quién se puede encontrar, hay mucho ser malvado por el mundo—sin poder evitarlo, saltó su ironía tan característica de la latina y terminó simplemente con una sonrisa en la que dejo entrever sus dientes blancos como la nieve que había en las aceras de la ciudad.

Aunque para mi gusto, los peores seres se encuentran aquí mismo, a unas mesas de distancia—susurró inclinando la cabeza a los demás personajes que se encontraban en el café, con sus trajes pomposos destilando riqueza y menospreciando a cualquiera que estuviera ligeramente por debajo de su capacidad económica. Puso los ojos en blanco por un momento y volvió a centrar su atención en la chica. —Bueno, digamos que no estoy acostumbrada a este tipo de transacciones, aunque suene mimado o algo parecido estoy acostumbrada a que mis personas de confianza se encarguen de esto, así que no se bien qué es lo que necesitas…—normalmente le costaba reconocer su propia ignorancia acerca de las cosas pero esta vez no había más remedio si quería que todo fuera bien. Ahora que lo pensaba bien, no sabía para qué quería exactamente un vestido nuevo si no salía de casa nunca y si lo hacía no iba a ni mucho menos a elegantes recepciones, pero bueno si se puede ayudar a alguien con un trabajo pues que mejor forma que dándose un capricho a ella misma.

Mientras esperaba las contestaciones de la muchacha y la escuchaba con atención, le daba sorbitos a su café, el cual estaba demasiado caliente, pero con la condición de la latina no se iba a quemar la lengua precisamente; por el contrario, sentía bien el sentir algo caliente bajar por su garganta. Dejó la taza en su platito correspondiente y se relamió los labios.


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Mensaje por Nemhain Caomhánach Sáb Ene 04, 2014 10:55 pm

Nemhain tomó asiento y estuvo a punto de negarse a aceptar el ofrecimiento, pero recordó que hacía tiempo no bebía un rico té, y pidió uno con canela. El sabor de aquel manjar aún le hacía agua la boca. <<¡Qué delicia!>> pensó con una sonrisa que no demostró, y a cambio, una risotada de él fue la respuesta. Se estaba burlando de sus gustos, como siempre lo hacía, y frunció levemente el ceño, esa actitud le enojaba. <<Es lo que a mí me gusta…>> se quejó, y él respondió riendo con obscenidad, aturdiéndola. Estuvo a punto de taparse los oídos y salir corriendo, la atormentaba, la atosigaba, la acosaba, no la dejaba disfrutar. Había ido allí por trabajo, la voz sabía perfectamente que cuando de su labor se trataba, no debía meterse, ni intervenir, ni siquiera respirar; pero allí estaba,  como siempre, conspirando en su contra, acompañándola incansablemente, sosteniendo un diálogo mudo. La bruja era consciente de que no debía espantar a su clienta, y estaba haciendo un esfuerzo increíble para mantenerse serena.

Beberé un té con canela. Gracias, señora —respondió, finalmente.

<<La niña beberá té con canela>> el sonido gutural la sobresaltó. Él estaba serio, lo había desobedecido.

La joven mantenía sus manos ocultas en el regazo, y tiraba suavemente de su falda para contener la ansiedad. Él comenzaba a colocar horribles escenas en su cabeza, le hacía ver cosas que no quería, que no debía, y Nemhain terminó lamentando haber salido de su pequeño hogar. Allí tenía sus agujas, sus telas, entre ellas, él no se inmiscuía, y podía tratar a las señoras con comodidad, tomarle sus medidas y escuchar sus exigencias. El color claro del mantel la trasladó a aquel primer vestido de novia que hizo, jamás se había sentido tan satisfecha con una pieza. El cabello se le había caído en gran parte, pues los nervios por no encontrar la cantidad suficiente de perlas cultivadas, casi terminan acabando con ella.

Desde niña, señora —contestó sin mirar a la mujer. La intimidaba, lo mismo que la voz interna. Nemhain no recordaba, exactamente, cuándo había desarrollado su talento —No se preocupe, no me ha molestado. El lugar es muy bonito —de reojo volvió a observar el elegante sitio, sin deslumbrarse.

Estaba acostumbrada a las clientas que no tenían idea sobre lo que querían, ni el color, ni el diseño, sólo buscaban algo lindo, que les luciera. Y a pesar de que algunas le gritaban, la insultaban y hasta había recibido algún que otro golpe de alguna desesperada, jamás se quejaron del trabajo final. Las peores eran las casamenteras que iban en su búsqueda para su atuendo de presentación en sociedad. Ellas estaban desesperadas por lucirse, y exigían detalles que, en ocasiones, no encajaban con su cuerpo o con el estilo de vestido elegido. Nemhain, a pesar de siempre querer dejar gustosas a las damas, consideraba cada pieza como una obra de arte, un pedazo de ella misma, y no permitía que nadie la arruinara. Por ello, aceptaba las reprimendas y los agravios con dignidad, pero terminaba haciendo lo que ella consideraba mejor. Y por ese motivo, seguía teniendo muchas clientas.

¿Usted desea un vestido para algún evento en especial? ¿O sólo para uso cotidiano? —eran las preguntas de rigor cuando, quien la convocaba, era la clase de señora que dejaba en manos de los otros sus asuntos menores. No se había dado cuenta de que habían dejado el té en la mesa, y el aroma se impregnó en sus fosas nasales, haciéndole olvidar el mundo por un instante. Fue maravilloso, celestial, y una emoción inusual le aceleró las palpitaciones al tiempo que se llevaba la taza a los labios. La infusión le llenó la boca de aquel gusto jamás olvidado. Se relamió los labios, para no desperdiciar ni una gota de té.


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Mensaje por Santana López Lun Mayo 12, 2014 3:14 pm

En parte le divertía la reacción que tenía la muchacha, pero por otra le parecía algo muy extraño, algo que parecía pasar dentro de ella aunque intentara no mostrarlo. El diablo sabe más por viejo que por diablo. Sin embargo volvió a la normalidad tras mirarse el regazo durante un buen rato mientras estaba como manteniendo una lucha interior. En cuanto llegó su té ni se inmuto, no hasta que el aroma de la canela ascendió hasta sus fosas nasales y entonces volvió al mundo real para deleitarse con el sabor del té. La morena sonrió al ver como la chiquilla disfrutaba de un placer simple, pero que parecía no haber probado desde hace mucho.

-Pues voy a encargarte uno para uso cotidiano y como me parece que me va a gustar tu trabajo, puede que después te encargue uno de gala, nunca se sabe cuándo va a venir una ocasión especial –dio el último sorbo a su café y llamó al camarero con una mirada para que se acercara- una copa de su mejor vino tinto por favor –aunque los nutrientes no fueran acogidos por su cuerpo, el sabor afrutado del vino siempre le había agradado.  Con una mirada de desagrado del camarero ante la muchacha, la latina no hizo más que mirarle con la ceja alzada- ¿algún problema caballero? –por el fin el señor se marchó para volver al rato con la copa de vino que había pedido, le lanzó una mirada gélida para que se fuera igual que había venido y volvió a dulcificarse para entablar conversación con la chica.

-Bueno, ¿qué me propones? ¿Alguna idea en mente? –alzó la copa para vislumbrar el color que poseía el líquido que contenía y se lo llevó a las fosas nasales para comprobar el aroma, tal y como le habían enseñado en España, y cuando la bebida tocó sus labios no le convenció mucho el sabor. Mucha pomposidad y mucho lujo pero el vino no era lo mejor de Francia desde luego, como el español ninguno. Volvió a dejar la copa sobre la mesa y se quedó mirando a la chica con cara de póker mientras cruzaba las piernas y descansaba las manos sobre las rodillas. Las miradas de las personas del lugar no hacían más que incomodarla, de cierto modo estaba acostumbrada pero llegaba un momento que se cansaba- hipócritas...-susurró contra las personas del loca en su idioma natal, pero por respeto a la chica se mantuvo en su postura correcta sin decir nada más, aunque en su cara se denotaba cierto enfado.

-Disculpa mi descortesía, aun no me he presentado, mi nombre es Santana López, y tú si no me han informado mal has de ser Nemhain Caomhánach, siento si no lo he pronunciado bien –los modales debían seguirse ante todo, tal y como le habían enseñado sus padres, no como todas estas personas que aparentaban ser las más educadas y refinadas del reino cuando en realidad eran todos unos hipócritas ostentosos que tal solo querían ascender de categoría social. Pero prefería no ofuscarse con esas cosas, había otras mejores para ocupar su cabeza, como la belleza del mundo, mejor dicho de las mujeres, por mucho que fuera inmortal o solo hubiera tenido un amor en su vida, seguía siendo de carne y hueso.

Se acicaló un poco el pelo hacia atrás para despejar su rostro y tras tomar un poco más de su bebida se relamió los labios sutilmente sin mirar un lugar concreto- por el dinero no habrás de preocuparte, te pagaré lo que pidas y lo que necesites para los materiales que consideres oportunos –susurró mirando al mismo punto fijo en el horizonte y volvió de su ensoñación recordando que estaba en un lugar con diversas personas y que no debía evadirse del mundo, porque por mucho control que tuviera sobre sus dones a veces se le iban un poco de las manos.



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Mensaje por Nemhain Caomhánach Miér Mayo 28, 2014 10:38 am

Huir. Lo único que su cerebro le ordenaba a su cuerpo era escapar de ese sitio, irse en ese instante. El sonido de las voces, el peso de las miradas, los aromas tan distintos que se mezclaban sin armonía, sólo lograban acelerarle las pulsaciones. Ya el momentáneo efecto relajante del té se había esfumado como el humo que emanaba de la infusión. Ese no era su sitio. Había hecho muy mal en aceptar la cita en un lugar como ese. Prefería la tranquilidad de su hogar, el suave ruido de la tela, de los tacones en su maltrecho piso de madera, el chirrido leve de ésta en los días de lluvia, el olor de la naturaleza, de la humedad, del moho acumulado en los rincones y en el exterior; el aullido de los lobos en la lejanía, las pisadas de otros mundos acumulándose en sus oídos, las agujas tintineando, y su voz. Hasta él la había abandonado en aquel lugar tan ajeno a su existencia, hasta él prefería la profundidad y soledad del silencio a mantener un diálogo bajo aquellas inauditas condiciones. Las manos le sudaban frías, e intentaba concentrarse en lo que la dama le comunicaba con aquella particular tonada. La escuchó pronunciar en un idioma desconocido, y por el tono que implementó, supuso que no era algo bueno. Se cuido de no mirarla fijamente, todo en aquella mujer intimidaba, y no sólo la condición sobrenatural que la rodeaba. Claro que Nemhain no sentía temor de los vampiros, ni de ningún ser que poseyera cualidades especiales, ella misma era una especie de experimento de Dios. Jamás entendería el por qué de los dones otorgados, aunque no era algo que se preguntara con frecuencia. Sólo cuando él se esmeraba en recordárselo, era consciente de aquellas bondades que le habían sido dadas al nacer.

Lo ha pronunciado bien, madeimoselle —susurró. A pesar de que no lo había hecho perfectamente, la joven no era la clase de muchacha que gustara de corregir a los demás o que le afectase que su nombre no fuera pronunciado de la manera correcta. Era difícil, lo sabía, y también el terrible significado que poseía. Nemhain era una de las facetas de Morrigan, la diosa celta de la muerte y la destrucción; representaba el pánico, era la encargada de confundir a los ejércitos y sembrar el caos. Aquella connotación se contradecía con el aspecto frágil, delicado y juvenil de la irlandesa, sin embargo, cuando se desataba su verdadero indómito espíritu, nada quedaba de la muchacha de aparente tranquilidad que era en su cotidianeidad. Y aquella dicotomía, si bien era su gran condena, también le otorgaba grandes ventajas cuando daba rienda sueltas a las órdenes de él.

Permítame tomar nota —del bolsillo de su capa sacó una diminuta libreta forrada de cuero negro y un carboncillo que había especialmente preparado para tomar nota. Una pluma era algo que prefería no sacar de su hogar. Escribió en la quinta hoja el nombre de la morena, deseando haberlo hecho bien, pues le parecía de origen extraño. —Uso cotidiano… —se mordió levemente el labio inferior mientras con diestros movimientos, bosquejaba un diseño. Aquel talento natural, tanto para los bocetos como para la costura, era lo que la abstraía. Su ceño, otrora fruncido, se relajó lentamente, otorgándole a su rostro, nuevamente, aquella expresión que rozaba lo infantil. Un brillo que sólo en momentos de placer, apareció como por arte de magia en sus ojos claros. —Éste es un modelo que marca la figura, pero que es muy cómodo, para que use en su hogar —extendió el anotador para mostrarle el pequeño dibujo. En su mente ya había armado los detalles, había visto a la vampiresa con su traje de entrecasa, con aquel porte de reina que quitaba el aliento a quien posase su mirada en ella. —Su tonalidad de piel no es común, habría que buscar colores que la realcen, pero sin que la hagan parecer una adolescente… —se tomó unos instantes en pensar. —Sugiero un tono bordó o magenta. Siempre y cuando usted esté de acuerdo —que la joven hablara tanto, era un fenómeno que sólo ocurría en la primera reunión con sus clientas.

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