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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Adrik Ivanović Sáb Nov 16, 2013 11:19 pm

Amar es destruir y ser amado es ser destruido

La densa niebla cubrió el Castillo escocés, creando un manto blanquecino alrededor de la enorme figura que se erguía sobre el valle. Aquella portaba la oscuridad que comenzaba a adueñarse del paraje desolado, construyéndose una barrera entre todo aquel que se acercara al Castillo y los dos únicos seres que dormitaban en él. Vampiro y lycan, ambos esperaban a que la esfera del Sol se ocultase completamente, dando paso a una nueva noche en la que ambos tendrían que enfrentarse a lo sucedido la noche anterior.

Para alguien que no hubiera visitado jamás el Castillo, hoy su presencia causaba pavor. No sólo era la niebla que lo rodeaba, o la oscuridad que se cernía sobre él a medida que el Sol descendía. Sino el silencio. Ése incómodo silencio que precedía a las horas muertas. La atipicidad de ése fenómeno, en un colosal edificio que debía albergar miles de almas movientes, preocupados de cumplir los deseos de los dueños de aquel lugar, podría hacer temblar al hombre más valiente. Porque todos sabían que Escocia era un lugar mágico, lleno de seres encantados que ocasionaban diabluras a sus habitantes. ¿Pero hasta el punto de hacer desaparecer a los habitantes de un Castillo?. La duquesa tendría mucho que explicar después de la partida del vampiro, de lo contrario, correría el rumor de que estaba encantado.

Y quizás así fuera. Quizás aquella fortificación no fuera nada más que una ilusión. Un lugar hecho para la tortura psíquica del vampiro. Una prueba más en su vida que debía superar, causándole profundos dolores en el alma. Pues si de algo no entendía él, era de bondad e inocencia. Aquellos sentimientos habían quedado bien atrás. Su transformación se encargó de ello.

Como un poderoso golpe al Gong, el Sol terminó su descenso. Así, cuando el último de sus rayos cayó bajo la tierra, los ojos de Adrik se abrieron. Su pecho se llenó de aire, tomando una inspiración inútil, creada más por la costumbre de aquellos años de humanidad que habían quedado atrás. Y como todas las veces que se despertaba rodeado de la oscuridad, sus labios formaron un grito sordo. Sin pronunciar ningún sonido, movió sus manos frenéticamente hacia su pecho, tocándose una herida que había sanado hacía mucho tiempo. La cicatriz que había dejado la estaca seguía allí, una línea irregular sobre su pecho, marcando el lugar exacto en el que estaba su corazón.

Su boca se cerró, al igual que sus ojos y entonces recordó. Todo aquello ya había pasado. La herida había sanado y el traidor había muerto junto a toda su familia. No, se recordó, toda su familia no. La respiración calmada de la mujer que estaba tendida al lado de él, corroboraba la única excepción. Danna Dianceth, la última descendiente del Clan que una vez casi había acabado con él. Ellos eran la razón por la que continuaba en el negocio de los contratos. Gracias a su horrible demostración de lo peor que habitaba en la raza humana, o más bien lycana, había conseguido numerosas riquezas sobre los cuerpos de numerosos muertos. La sangre de la familia traidora y todos aquellos que durante su existencia se habían atrevido a hacerle daño, lo habían alimentado. Incluso los hijos inocentes de aquellos seres, habían sido su comida predilecta. No dejaría que su semilla se extendiese por el mundo para que continuasen dañando a los demás. Él jamás perdonaba. Él siempre recordaba.

No hay nunca un porqué para un recuerdo; llega de repente así, sin pedir permiso. Y nunca sabes cuándo se marchará. Lo único que sabes es que lamentablemente volverá.


O al menos eso había pensado hasta la noche anterior, cuando todo su mundo se vino abajo. Una venganza inacabada, una mujer inocente entre traidores, unos ojos verdes llenos de pánico y dolor. Las imágenes de todo lo ocurrido la noche anterior, se agolparon en su cabeza. Haciendo que una película de acontecimientos transcurrieran bajo sus párpados cerrados. – Basta- Se gruñó, intentando que su boca le diera una orden a su cerebro. Pero como siempre, su poder de dominación no funcionaba consigo mismo. Él siempre tendría que vivir con todo lo que ocurriera en su vida. Cada uno de sus horrendos actos estaban tatuados bajo su dura piel. Quizás su existencia sólo fuera creada para sufrir.

Con rapidez, se levantó de la cama. Yendo lejos de la mujer que continuaba atormentándolo con su mera existencia. Todo lo que tenía que ver con ella lo hacía sufrir, recordándole una época que no quería revivir. Unos actos que había cometido tiempo atrás con una inocencia que jamás volvería a poseer. Él ya no era ese tonto iluso. Ahora todo tenía más sentido para él, porque cuando hacías daño primero, nunca corrías el riesgo de ser tú el herido.

Una pelea es como el fuego. Crees que lo tienes bajo control, crees que puedes detenerlo cuando quieras, pero antes de darte cuenta, está ardiendo, y no hay manera de controlarlo y fuiste tonta por creer que podrías hacerlo.

Sus pies vagabundearon por el Castillo, llevándolo hasta la sala donde la noche anterior había visto a una duquesa enfadada. Había tenido la valentía suficiente de enfrentarlo, levantando las dagas contra él. Aunque, lamentablemente para ella, él había perdido todo rasgo de paciencia. Como había sentido ayer, el aroma de su padre dominaba la sala. El odio ciego volvió a llenar su cuerpo. Su mente se nubló, llenándose de nuevo con la escena del primer antepasado de Danna, aquel hombre que había clavado su estaca en el corazón de Adrik para quedarse con su fortuna. Aprovechándose de su confianza, lo atacó por la espalda, cuando pensó que éste estaría ocupado saboreando por primera vez el sabor de la libertad. Aquel acto, había sido la última venganza de Anastasia, pues con el, Adrik se convirtió en algo mucho peor que aquella sádica mujer. Su maestra jamás llegaría a ver el monstruo que había creado. Afortunadamente para él, aquella perra estaría ardiendo en el infierno.

Creo que esto necesita una remodelación – Dijo con una sonrisa, mirando su reflejo en el gran espejo que él mismo había roto. Varias variantes de su sonrisa se extendieron por los fragmentos del cristal, creando una monstruosa imagen de la oscuridad que se había adueñado del vampiro. Como un ciclón, sus manos y dientes rasgaron, golpearon y destruyeron todo lo que había a su paso. Todo lo que cayó en sus manos fue reducido a la nada, dejando aquella habitación inservible para la eternidad. Cuando se marchó de allí, hasta el mismísimo techo tenía profundos arañazos de sus manos. Quizás mañana corriera el rumor de un oso libertado en las cercanías del Castillo. Qué casualidad que la duquesa tuviera una habitación tan afectada por algo con poderosas garras, se dijo con una sonrisa mental.

El tiempo es demasiado lento para aquellos que esperan…

Varios minutos después, regresó a la habitación de Danna. Dejando una bandeja con comida, hecha por él mismo, sobre los pies de la cama, se quedó de pie sobre la gran chimenea de la habitación. – Despierta- Le ordenó a la duquesa. Y mientras los ojos de aquella parpadeaban, él se dio la vuelta para avivar el fuego, meneando un instrumento moderno llamado atizador. Nunca terminaba de sorprenderse por aquellos nuevos juguetes que el hombre construía. ¿Cómo harían sus congéneres para no perder la cabeza con tantos cambios?.


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Mensaje por Danna Dianceht Dom Nov 17, 2013 7:15 am

Si le temes a algo, le estás dando poder sobre ti a ese algo.


Se encontraba bajo el yugo del vampiro. Y nada podía hacer. Le había arrebatado su consciencia, ahora aquel cuerpo que era suyo, solo obedecía a Adrik por más que ella en su mente se revelara. En cuanto sintió como el vampiro llegaba a su cabeza, el miedo la embargó, pero este no fue nada comparado cuando realmente se vio como una muñeca que podía ser manejada al antojo ajeno.

Desde que aquellos oscuros ojos la traspasaron llegando a su mente, tirando de ella, se encontró atrapada bajo aquellos ojos y silenciada a ser espectadora de como su cuerpo acataba las ordenes ajenas, por más que en su mente ella se revolviera y luchara con todas sus fuerzas. En su interior gritaba para que dejara de jugar con ella, para que los recuerdos no la atormentasen como amenazaban con hacerlo de ser sobrepasada por la oscuridad del oscuro. Se revolvió en su interior, aún así sus pies la llevaron hacia él. Siendo agarrada por aquellas frías manos al llegar a su lado, se encontró sometida a él, amenazada por romperse en miles de pequeños cristales si no aceptaba su implacable dominio.

Indefensa. Desvalida miró el reflejo de sí misma en el cristal, temiendo convertirse en una sombra de lo que era. Una vez ya había luchado contra la oscuridad de su padre. ¿Lograría resistir una vez más? “No me rompas. No me rompas” susurró en su mente en un intento vano de que sus silenciosas suplicas llegaran hasta él. En aquel momento no podía hablar, no le salía la voz. En la persecución del bosque había creído ver la oscuridad del vampiro, dándose cuenta demasiado tarde, que lo que había avistado en el bosque era su faceta más considerada y hasta dulce si teníamos en cuenta los besos y las caricias que este le había prodigado a su cuerpo. Y que la oscuridad se encontraba en ese momento junto a ella, impidiéndole hablar, expulsarlo de su mente.

La imagen que devolvía el espejo roto sobre sí misma no tenía nada que ver con la realidad. Esparcida su imagen en los diferentes trozos que se había roto el material. La mirada que el espejo le devolvía era una mirada sumamente inexpresiva, pero por dentro aterrorizada yacía escondida en su mente. ¿Que sucedería a continuación? Miró a Adrik, buscando su reflejo en el espejo y allí estaba él, amenazante, erguido sobre ella, dominante, con una risa y cruel mirada que la hacían sentirse insignificante. “No me mires así. Me recuerdas tanto a él...” Su padre también la había mirado de aquella forma, como si fuera solo una hormiga en su camino, despreciándola en cuanto le devolvió una mirada asustada, riéndose de ella diciéndole que como no fuera mejor licántropa, él se encargaría de matarla, como hizo con su madre. Y aquella revelación finalmente fue la que lo llevó a la muerte, a manos de quien consideraba su débil hija. ¿Que diría Adrik de saber que aquel que iba a ser su víctima, había sido muerto a manos de su propia hija?



Todo lo que sucede una vez puede que no suceda nunca más. Pero todo lo que sucede dos veces, sucederá, ciertamente, una tercera.



Absorta y asustada por las palabras del vampiro, dio gracias a todo dios que estuviera en el cielo por que su cuerpo no expresara lo que pasaba en su interior o seria la eterna burla de aquel vampiro.

En silencio su cuerpo siguió las ordenes del vampiro, siendo llevada hasta su cama, donde sin darse ni cuenta terminó tumbada bajo el calor de las mantas. Agradeciendo lo que parecía un respiro, se relajó. Pero la calma duró poco y el vampiro que la siguió en todo momento, llegó hacia el lado contrario de su cama. Frunció el ceño cuando noto que él también entraba junto a ella a la cama – No... – se quejó, antes de que su cuerpo se estremeciera cuando fue encarcelada por sus brazos y llevada más cerca de él, de forma que se encontrara sin escapatoria. – Que haces...? – Su voz apenas era más que leve mormullo débil, cuando incapaz de no verle a los ojos, le miró encontrándose de nuevo atrapada bajo su poder y antes de ni siquiera darse cuenta su cuerpo obedeció a su orden. – No despertarás hasta que yo no diga que lo hagas. Duerme. – su fría voz entró en su mente y con una fría determinación no le dio tiempo ni a replicar que su cuerpo comenzó a relajarse contra él y sus ojos a cerrarse. No despertaria antes de que él se lo ordenase, hasta entonces dormiria a su lado, hasta que nuevamente despertara.

Por un momento le odió. No quería ser su muñeca y le costaba tan poco hacer que le obedeciera... En contra de sus deseos, sus ojos terminaron de cerrarse y la inconsciencia se la llevó lejos de allí, cayendo en un sueño protegido de pesadillas, al lado de quien bien podía ser su más gran pesadilla.



[...]


La noche pasó y junto los rayos del sol, su organismo acostumbrado a andar despierto bajo la luz diurna, se reveló. Su mente también intentó hacer fuerza y derivar aquella sensación de obediencia máxima que invadía su ser para con el vampiro que sentía a su lado. Todo intento era inútil. El poder del vampiro se erguía como una pared impenetrable que impedía todo movimiento. No podía abrir los ojos, ni siquiera moverse y alejarse de aquella cárcel de piel con que la mantenía sujeta el vampiro, con sus férreos brazos alrededor de ella.

Furiosa consigo misma por no ser capaz de plantarle cara al vampiro, aún ahora cuando andaba dormido y más débil se encontraba, se frustró. Intentó sin cesar despertar. Cuando dormía más de la cuenta, las pesadillas eran más comunes en sus sueños y ya le parecía vivir suficiente en una, como para también soñar con ellas. Debatiéndose hasta el cansancio, finalmente agotada dejó de luchar y nuevamente se rindió a Adrik y a aquel extraño sueño que la vencía. Dejándose llevar por la oscuridad de la inconsciencia, volviendo a quedar dormida a su lado.



La oscuridad que me asfixió la noche que una bestia mató el alma inocente que habitaba en mí, la creía pérdida,
Pero en esta oscura noche volví a sentirla.



Por primera vez sentía el frio calar sus huesos. Un intenso frio rodeaba su cuerpo que pese a ser licantropa y encontrarse dentro de su cama bien protegida por mantas, se colaba en cada parte de sí misma. Se sentía destemplada, como si aquel frio congelara su alma, condenándola al vacio. Como aquel frio que había rasgado su ser la noche de su conversión en licantropa, cuando la oscuridad de su padre se adueño de ella y la condenó a aquella salvaje existencia, hubiera vuelto para adueñarse de nuevo de ella. Pero esta vez era algo más intenso, más amenazante lo que se erguía sobre sí misma, que la amenaza de su cruel padre.

Sin saber cómo, sus ojos empezaron a entreabriese. La cabeza le dolía, tras intentar resistirse a la orden de él en la noche gracias a su propia terquedad de liberarse de su influencia, su rostro había adquirido así un tono más blanquecino de lo normal. Confundida abrió los ojos, cayendo en las suaves sombras que cruzaban la habitación creadas por las llamas del fuego que alguien avivaba. ¿Quién está allí? Se preguntó sintiéndose fuera de lugar y atemorizada por algo que aún no venía a su memoria.



Tras el vivir y el soñar, está lo que más importa: el despertar.



Se empezó a remover en la cama despertando de su sueño. Lo hizo lentamente, sintiéndose segura bajo esa calidez, cuando inconscientemente olió, llegándole a ella un aroma que la alteró cuando le vino a la memoria cada suceso pasado en su mente. Su corazón se aceleró y se contrajo de miedo, por unos segundos en los que se incorporó mirando al frente temerosa. Y allí estaba. El culpable de su malestar. El oscuro. Aquel vampiro que había asesinado a toda su familia desde tiempos innombrables, siendo ella la única descendiente de aquella rama de sangre.

En silencio le miró. Parecía completamente absorto en avivar las llamas con el atizador, pero bien sabía que aquello era falso. De seguro se encontraba rebosante de felicidad y bien consciente del latido temeroso de su corazón, y de su respiración entrecortada. Porque ahora que había sido testigo del poder que tenia, le temía. Y lo peor era que desconociendo todos sus poderes, algo en su mente le decía que solo había visto una de sus partes, que aún podía ser mucho peor de lo que había sido con ella. ¿Cómo si no habría matado a toda su familia?

-Adrik... Q-que haces con eso? – Preguntó al verle con el atizador y cayendo en que bien podía estar haciéndolo arder por cumplir alguna de sus amenazas. ¿Quizás grabar su piel con el instrumento? O solo hacía que avivar el fuego para que ella entrara en calor? Negó con la cabeza sin saber que planeaba con ello, aumentando su confusión al ver una bandeja con comida recién hecha a los pies de la cama.

Frunció el ceño y le miró con ojos cansados, acercando más su espalda contra la pared en cuanto él se dio la vuelta y la miró fijamente. Tragó saliva y le devolvió una mirada desconcertada. No quería lidiar con más oscuridades, y tras haber luchado contra su padre casi pereciendo en el intento, conocía cuando una batalla se le presentaba como imposible. Y en aquella lucha, por el momento quien tenía el control era él. Aún así ella nunca se rendía y aquel miedo, aquellos sentimientos que sentía, la volvian loca de tal modo que su lengua atacaba replicando, haciendose la fuerte, exigiendo respuestas, por que nadie jugaba con ella de ese cruel modo.– ¡Como te atreves a usarme como si fuera una simple muñeca! Mi mente es mía, mi consciencia es solo mía. No tienes ningún derecho en mandar sobre mí, en meterte en mi cabeza y doblegarme. Ante todo soy una duquesa, no una mascota y menos de ti.– Espetó con odio y desesperación de no saber que esperarse de él. Su terca lengua la metía en muchos problemas. Este momento sin duda alguna, era uno de ellos. Pues aunque su cuerpo se encontrara ligeramente preparado para huir de la cama si se le acercaba con aquel instrumento al rojo vivo, su innata terquedad volvía a hacer acto de presencia, enfrentándose a él por más que su cuerpo temblara de pavor y el cansancio fuera visible en la melodía de su voz.

Nadie dijo que fuera fácil enfrentarse a la oscuridad.


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Mensaje por Adrik Ivanović Jue Dic 12, 2013 10:15 pm

“No importa que hagas o a dónde vayas para distraerte, yo siempre estaré allí”.



Movió las brasas con el atizador, escuchando cómo el corazón de la licántropa se aceleraba cada vez más. Creaba junto al crepitar de las llamas, una melodía interesante y satisfactoria para él. Porque por fin ella había comprendido quién era él y quién era ella. Las criaturas que vivían de la noche, no se alimentaban de la luz. Tomaban los llantos de sus víctimas entre sus dedos, admirando las heridas profundas que podían abrir en la carne ajena. Ése era él. Algo cruel y destructivo. No podía volverlo a olvidar. A partir de ahora, no la protegería de su oscuridad, pues eso sólo había hecho que creyera que podía manejarlo como uno de sus sirvientes. Le enseñaría su verdadera esencia, su personalidad autodestructiva y desagradable. La misma que habían visto sus antepasados antes de perecer.

Se giró, enfrentándola mientras ella lucía una expresión asustada. El miedo que llenaba sus ojos hizo que le correspondiera con una sonrisa feliz. Como si todo su dolor fuera lo más hermoso que había visto jamás.   Y lo era. Esa expresión de mártir, con sus manos temblorosas aferrando las mantas de la cama contra su cuerpo, como si eso pudiera protegerlo de él. Su pelo convertido en un amasijo de rizos castaños revueltos sobre sus hombros, dándole el aspecto de una niña traviesa que se negaba a levantarse aún de la cama. Y esos labios, pétalos temblorosos del tono más sonrosado que había visto jamás.- ¿Qué hago con qué?- Preguntó con actitud arrogante. Sus ojos analizaban la palidez de su rostro con indiferencia, escuchando el latido de su corazón como única guía de su verdadero estado de ánimo.

¿Cuánto tiempo tardaría en romperse?. Algunos de sus antepasados habían tardado varias semanas antes de lanzarse a sus pies, suplicándole por un perdón que sabían no iba a llegar. No le importaba que ella no fuera como ellos. Ni que su labio temblase como preludio de un llanto que por orgullo no dejaba libre. ¿Si le dijese que su llanto quizás la ayudase con él, lloraría?. ¿Si mintiera y le hiciera creer que esa postura inocente realmente servía con él, la usaría en su beneficio?. No, no lo haría. La duquesa no se doblegaría tan fácilmente, mucho menos por unas migajas de alguien como él. Ya lo sabía.  Los hombres como “El Oscuro” jamás eran deseados por las mujeres como nada más que  un simple objeto más en su Mansión. Bien podría servirle de amante, de cocinero o protector. Niñas malcriadas que lo querían todo y a todos. Pero él le enseñaría que no había nadie más malcriado y astuto que él. La haría suya de forma rápida. Rompiéndola todas las veces que fueran necesarias para calmar la roja furia que aún seguía dominando su ser. Hasta que su vacío se llenase.



“La vida real no está confinada por dimensiones exactas. Se extiende más allá de los límites. Viene con defectos. Las cosas nunca son fáciles, en especial cuando tú esperas que lo sean. Como cuando las personas te decepcionan porque resultan ser completamente diferentes de quienes pensabas que eran”.




Escuchó todas sus palabras. Cada una de ellas lanzada con más furia que la anterior. Sus cejas se juntaban hasta el punto de crear una pequeña arruga en su entrecejo, y sus mejillas se teñían de rojo al estar enfurecida. Pero lo que más le atraía, era el mechón rebelde que se balanceaba encima de sus labios cuando hablaba. Sin poderlo evitar, dio un paso hacia ella, notando cómo su corazón respondía a su avance con un incontrolado latido.


Pum- pum. Pum- pum.



Inclinó su cabeza y la miró con interés. Como experimento, avanzó otro paso. Su respuesta hizo que él sonriera como un gato que ha encontrado un pajarito revoloteando en el suelo con el ala rota.


Pum-pum-pum. Pum- Pum- Pum.

Su corazón volvía a acelerarse con su sonrisa. Todo su cuerpo femenino parecía cantar para él. No importaba lo que hiciera. Cada uno de sus movimientos era tenido en cuenta como una amenaza. Pero lo más divertido, era que sus ojos no se apartaban del atizador que tenía todavía entre sus manos. Quizás pensando que tenía algo planeado con el instrumento. ¿Una tortura tal vez?.

Vamos, duquesa. Creo que ya demostré antes que tú eres mucho menos que una muñeca. – Amplió su sonrisa y se acercó dos pasos más, dejando que la tela de sus pantalones tocara el borde de la enorme cama. Un gran y mullido colchón, soportaba el peso del cuerpo de Danna, adaptándose a cada una de sus curvas. Un lujo sólo al alcance de la alta clase, quizás sólo de la realeza. Y eso le recordaba que a pesar de todo, él seguía siendo el hijo de sirvientes, un esclavo. Un hombre hecho de la dureza de la vida que se extendía para todos los pobres sobre los que ella gobernaba. Y ella, su víctima, su pequeña muñequita, era la señora del destino de numerosos infelices. ¿Qué importaba que ella fuera amable?. Un solo gesto de su mano y un sirviente podría perder una mano o algo mucho peor, quedarse sin el trabajo del que subsistía su familia.

Eres un mero papel. Fácil de romper. Fácil de destruir. No lo olvides.- Levantó el atizador y deslizó un dedo por el extremo que se encontraba completamente rojo a causa de estar bajo la influencia del calor de las llamas. Sus ojos brillaron, llenos de diversión y posesividad, ignorando el olor de la carne quemada que salía de su propia mano. – Si lo deseo, tu cuerpo se moverá hasta la chimenea y meterás cada parte de tu cuerpo dentro de las llamas. Puedo hacerte conocer el infierno con sólo una palabra mía. – Separó la mano del atizador, mostrándole la quemadura que comenzaba a curarse con una rapidez capaz de sorprender a cualquiera. Una habilidad que tenía su especie y que mejoraba conforme a la edad del vampiro.- No me provoques. Eres mía y jugaré contigo como desee.- Le guiñó un ojo y con el atizador, acercó la bandeja de comida hacia ella. Sin decir una palabra más, se fue al balcón que se hallaba cerrado.

Sus pasos rápidos, se asemejaban más a una huida, que al caminar arrogante del que tiene en su poder a su presa. Tenía la imagen de ella, aterrada por sus movimientos, bien grabada en su mente. ¿Cuándo se había convertido en la misma criatura que una vez lo trató de la misma forma?. Aquel pensamiento lo perturbaba más de lo que quería admitir. Por ello abrió las puertas del balcón, dejando el atizador apoyado contra la pared, y ató las cortinas para dejar que la luz de la luna se adentrase dentro de la habitación e iluminase todo con ella. Se apoyó contra los barrotes fríos de metal, inspirando con fuerza aire limpio y libre del aroma viciado de la habitación. La fragancia picante de Danna lo gobernaba todo, enfureciéndolo y excitándolo en la misma medida.

- No te oigo comer, pequeña.- Se dio la vuelta y la miró. Sus codos se apoyaron en la barandilla del balcón, esa fina barra de metal que impedía que su cuerpo cayese desde una altura considerable. Desde allí se veía casi todos los dominios del ducado. Pero ahora, le daba la espalda al paisaje para observar uno mucho más interesante.- ¿ Deseas que vaya allí a darte la comida, cucharada a cucharada?. – Sonrió con ansias. Deseando que le diera un sí, sólo para descargar la frustración que iba acumulándose en su interior.



"El tiempo es demasiado largo para aquellos que sufren…."


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Mensaje por Danna Dianceht Lun Dic 16, 2013 7:10 am

Ni aún permaneciendo sentado junto al fuego de su hogar, puede el hombre escapar a la sentencia de su destino.

Aquellas sonrisas desataban el miedo en el corazón de la duquesa, la que cayó sin remedio en los recuerdos de su padre en cuando el vampiro impregnó de oscuridad las palabras que le dedicaba, haciéndola sentir alguien inservible con quien él jugaría hasta cansarse de ella.

Te pareces tanto a él... —Susurró sin querer en voz baja pensándose que solo lo decía en sus pensamientos. Chocando con la espalda contra la pared de la cama se encontró de cara con el avance de Adrik y aquel instrumento al rojo vivo, del que temía más que el propio oscuro, quien en una de sus facetas le había mostrado que podría tenerle consideración alguna, como cuando sus labios la besaron y jugaron con ella sin llegar a hacerle daño. — No me destruirás. No lo harás. Si quisieras lo habrías hecho la noche pasada o en cualquier momento de mi sueño. Si me quieres viva es por algo. — Su voz tembló al pensar seriosamente en lo de que quisiera que fuera su muñeca, solo una posesión que atormentar cuando le diera en gana. Si de verdad así fuera, buscaría el método de terminar con él o con su propia vida. Si de algo un vampiro no podía controlar era la muerte de una licantropa, y en ese caso ella conseguiría su propósito. No pensaba vivir bajo el yugo de quien era peor que su propio padre, y su propia fallecida familia, la que nunca jamás conocería.

Bastardo, pensó mil y unas veces ante cada palabra que dejaba ir el vampiro. Con una mueca asqueada tembló al oler y ver como Adrik deslizaba uno de sus dedos bajo el fuego del atizador, quemando su piel, la que rápidamente gracias a su poder sanaba en cuestión se segundos. Parecía alardear de su propio poder. Ella también tenía la sanación acelerada, quizás no tan rápida como el vampiro, pero aún así la tenia. No era fácil terminar tampoco con ella. —No dejaré que juegues conmigo... —Susurró en apenas un flojo hilo de voz, sin poder contener aquel temblor que recorrió su cuerpo en cuando el atizador se acercó a ella, solo que para su suerte fue hacia la bandeja acercándosela.

Al verlo irse, darle la espalda, suspiró. Y recorriendo con  la mirada la bandeja de comida, sin centrarse apenas en ella, miró la espalda del vampiro, quien dejó el atizador y abrió las puertas del balcón, atando las cortinas dejando que la luz de la luna incidiera en el cuerpo de la joven que lucía vulnerable en la cama que ambos habían compartido. En cuanto el se giró por un instante vio en é, el dolor que había visto en sus oscuros orbes en el bosque la anterior noche. Quiso levantarse e ir hacia él, pero la sonrisa que este le dirigió la frenó. ¿Donde se encontraba aquel joven que había visto en el bosque?

No…— Susurró simplemente frunciendo el ceño ante su petición. ¿De verdad quería darle él la comida? O en su defecto lo que quería era atormentarla todavía más? No quiero nada de ti, agregó en sus pensamientos centrando la vista en la bandeja de comida que hasta ahora apenas le había dedicado más que una mirada rápida.

Sorprendida se dio cuenta de lo que parecía ser comida casera. No obstante en el castillo no había nadie, ningún cocinero que pudiera haberse tomado la molestia en hacérselo. Soltó un suspiro en cuando el aroma del caldo llegó a su olfato, degustándolo en su paladar sin haberlo todavía ni probado. Mirando de reojo a Adrik confundida y atemorizada por su vista fija en ella, finalmente cedió agarrando la cuchara y aún sin hambre, empezó a alimentarse.

Al principio le costó asimilar el caldo. Desde la llegada de la carta del Oscuro, de los nervios y miedo que se habían adueñado de sus días, no había asimilado bien la comida y aquello mismo parecía pasarle ahora. Su estomago se encontraba cerrado y no ayudaba que se encontrara aterrorizada por las palabras del vampiro, quien había jurado poder hacerla caminar por el fuego y matarla con solo una sola palabra de sus labios. Tras las primeras cucharadas su palidez fue desapareciendo al tiempo que sus mejillas se sonrojaban. La comida le estaba sentando bien. Haciendo entrar en calor a su cuerpo, cual se encontraba helado tras permanecer en brazos del vampiro todo el día que duró su encarcelamiento en aquel sueño inducido.

¿Dónde aprendiste a cocinar tan bien? —Preguntó al caer en la cuenta que solo se lo podía haber hecho él. Que él se hubiera esmerado en hacerle de comer confundía su mente, sin saber que pensar. La amenazaba, la trataba peor que a una muñeca y luego le preparaba alimento. ¿Por qué molestarse en preparármelo? Se preguntó sin encontrar una sola respuesta a los tantos interrogantes que tenia sobre él.



Compréndeme si la noche se comprende, comprende mis sentimientos. Y tócame, tócame si las estrellas pueden ser tocadas.



Su corazón lentamente se normalizó, cayendo en una apacible melodía rítmica al tiempo que terminaba en silencio el caldo. Solo algunos instantes su corazón tartamudeaba, dándose esas ocasiones en las que la duquesa volvía a mirar al vampiro de reojo, asegurándose de que aún permanecía en el balcón observándola sin representar un inminente peligro, aun que este tuviera una sonrisa satisfecha en su rostro que la hacía ponerse nerviosa. Centrándose en que su estomago asimilara todo, tras unos minutos de un incesante silencio, en donde solo se oía su corazón, sin poder terminar el caldo y aún menos probar la carne, dejó la cuchara en la bandeja sintiendo que su cuerpo se había llenado, que no podía tolerar más. — No puedo más. —Se excusó aborreciendo al acto de que hubiera sonado como una niña que pide permiso a su padre para dejarse medio plato. —La comida esta exquisita. Aún así llevo unos meses en los que mi estomago no lo asimila bien. No…No puedo comer más. — En su mente volvió a recriminarse a sí misma aquella actitud. Una parte de ella quería seguirle el juego, mostrarse sumisa a él, intentando así que aquel retorcido juego le cansara y decidiera terminar con ella sin hacerle sufrir, pero otra parte de ella, le recriminaba dejarse dominar por él cuando lo que tenía que hacer era oponerse.

Una de cal y otra de arena, pensó volviendo la mirada a Adrik, mientras con sus manos apartaba la bandeja de delante de ella, en un claro movimiento de que no iba a probar más. Podía estar asustada, podía temerle, pero no bajaría la cabeza ante él. Estirándose en la cama, alegrándose de sentirse algo mejor se levantó. El castillo se encontraba tan silencioso que la embargaba llena de tristeza recordando cómo fueron los días tras el fallecimiento de su madre, en los que el castillo como sus gentes permanecieron en silencio. Tal y como ahora se encontraba el castillo Dianceht y sus alrededores, solo que en esta ocasión todo era producto de un vampiro oscuro.

Voy a encender el fuego de las demás plantas. El castillo no puede permanecer así para la llegada en dos noches de sus gentes. —Dijo mirándole fijamente esperando que él se opusiera o no le dejara ir, para así poderse volver contra él. Una bestia amenazada era la más peligrosa, ya que sin mucho que perder nada importaba y la duquesa ya lo había perdido todo gracias a él.

Sin poder seguir mirando a aquel vampiro que tanto le recordaba al cruel de su padre, desvió la mirada unos segundos intentando no mostrar aquel miedo que sentía ante su presencia. Porque si en algo coincidían los dos aparte de la reinante oscuridad de ambos, era en la sensación de angustia y ahogamiento que le provocaban al intentar hundir la luz de su alma en un abismo lleno de sombras y crueldades oscuras de las que una vez logró escapar, pero temía no poder repetirlo una segunda vez y esta vez sí quedarse finalmente en las garras de aquel ser. ¡No! Pensó una voz en su cabeza, dándole ánimos para seguir. Ninguna sombra puede permanentemente ocultar la luz en sus brazos. Tarde o temprano será la oscuridad que caerá sin remedio ante ti.



“Hasta la estrella más pequeña brilla en la oscuridad”


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Mensaje por Adrik Ivanović Dom Mar 09, 2014 5:33 pm

Tienen que ocurrir tantas cosas para que dos personas se conozcan...


Las tierras de la duquesa eran más extensas de lo que parecía a simple vista. Desde aquel balcón, todo parecía una extensión verdosa y oscura de boscaje y tierras expectantes por ser plantadas. El mero olor que percibía aún a la altura en la que se encontraba, le decía que aquellos terrenos eran fértiles. Se podía distinguir un terreno muerto, dañado o fértil por aquel aroma dulzón que desprendía la tierra. Es cierto que su textura y forma ayudaba también a adivinar el estado que tenían aquella para los futuros cultivos. Pero cuando alguien como él había pasado tanto tiempo con los criados, sabía todos los trucos que lo convertían en un experto en aquellas labores. Podrían haber pasado varios siglos desde que él tuvo que plantar alimentos, pero sólo necesitaba tomar una azada y volvería a sus raíces humildes. Aunque ahora, cuando ya no necesitaba el sustento de los frutos u hortalizas, su esfuerzo sería contraproducente. Ahora sus tareas eran mucho más difíciles que antes. Su vida se había complicado desde el mismo instante en que su corazón dejó de latir, y aun así, él siguió existiendo.

- Una vez fui humano. También necesitaba comer, cocinar era sólo un requisito para subsistir.- Respondió mientras se giraba hacia ella y se pasaba una mano por el pelo, revelando una mancha de harina en su manga de la chaqueta. Durante unos segundos observó aquel polvo blanco, rememorando su niñez. Su madre volvía a aparecer en sus recuerdos. Tan joven, tan hermosa con su sonrisa creando arrugas en los extremos de sus labios. Aquella piel enrojecida y quemada por pasar mucho tiempo bajo el frío de las nevadas rusas. Una piel que se marchitaba rápidamente por las numerosas preocupaciones que la embargaban al no poder darle al Señor la cantidad de verduras necesarias para evitar los impuestos. Un dinero que jamás recaudaría y por el que tendría que vender la única joya que había tenido en su vida, su anillo de bodas.
La rabia lo golpeó, haciendo que sus ojos volvieran a brillar con aquel toque oscuro de su existencia. Toda su existencia estaba llena de recuerdos felices bañados en tristeza. Nada había sido sencillo. Nada se le fue entregado sin un sacrificio a cambio. Incluso su muerte había tenido un precio.

Antaño la comida era un lujo que no todos tenían, y el dinero, un mero sueño para las mentes jóvenes. Agradecía a su Señor por haber visto en él algo y separarlo de sus padres. De lo contrario, lo más seguro es que hubiera muerto. Su vida sirvió para que su madre recibiera algunas monedas para comer, pero sentía no haber crecido lo suficientemente rápido como para otorgarles a sus padres una compensación por esos cinco maravillosos años. La peste se encargó de barrer sus existencias. Era todo tan lejano y a la vez cercano, que podía jurar oler la desesperación de los enfermos, mezclado con el sudor rancio de los trabajadores que los cuidaban.

Todos los recuerdos son surcos de lágrimas.


El golpe que la cuchara hizo sobre el plato de porcelana, con algunos dibujos de flores y bordeado con oro, provocó que sus ojos volvieran a centrarse en la realidad que lo miraba de reojo con la forma de una dulce mujer. ¿Qué había de diferente entre ella y su madre?. ¿Qué la hacía a ella merecedora de ser libre de aquellas preocupaciones que sólo su madre podría comprender?. – No puedo más-. Le dijo con aquella vocecilla agridulce para su alma. Vio cómo su boca seguía moviéndose, hablando de algo que no le interesaba. ¿Se atrevía a decirle que no iba a comerse aquel plato de comida?.

Se apoyó en la barandilla del balcón y echó hacia atrás su cabeza, riendo por aquella provocación estúpida. Cada una de sus carcajadas hacía que sus ojos brillaran con odio. No había nada divertido en su rostro, a pesar de la sonrisa que le brindó mientras se quitaba la chaqueta y la lanzaba con la que cayera sobre el fuego de su chimenea. El chisporroteo de las llamas coincidió con el movimiento rápido de su cuerpo. Se lanzó hacia Danna, atrapándola a los pies de la cama. – Te dije que lo comieras todo.- Le espetó con un empujón de sus manos. Sus ojos la observaron caer sobre la cama, haciendo que los platos de comida saltaran sobre la bandeja, derramando la copa de vino y de agua que él había llenado mientras ella dormía. Pero la comida que había dejado en el plato seguía allí, inmóvil y esperando por el siguiente movimiento del vampiro.

Una de sus rodillas tocó la fina tela de su camisón cuando él se colocó sobre ella, sus dedos recorrieron las sábanas que se amontonaban alrededor de su figura y su cabeza se situó encima de ella. – Eres una malcriada. Muchos mueren de hambre mientras tú rechazas un plato de alimento. – Gruñó sin contemplaciones, mientras una de sus manos le agarraba el rostro y se lo levantaba hasta que su nariz tocó la suya. – No tienes derecho a rechazar aquello de lo que carecen otros. Te paseas por el Castillo como si tus sirvientes fueran tus amigos o familiares. ¿Alguna vez has comido con ellos en la mesa?. ¿ Le has vestido con esas sedas que adornan tu cuerpo de niña egoísta?. – Se rió sobre su rostro y la soltó. La brusquedad de su movimiento hizo que su cuerpo rebotase contra el colchón. – Tienes quejas de dolor de estómago, pero no sabes nada del dolor. Jamás has sentido el aguijón del hambre perforar tus entrañas, no puedes comprender lo que es querer llorar sin tener lágrimas que derramar por tu malnutrición.
Le dio una sonrisa dulce, una expresión tan aniñada que podría haber sido dibujada en una capilla por toda la santidad que expresaba. Pero su interior era sólo un eco de ideas cada vez más oscuras, todas clamaban por un castigo a la dulce muchacha. – Me das asco. Tú y todos los de tu calaña. Deberías morir de hambre y sed. – Pinchó un trozo de comida y se lo llevó a los labios de ella. Rozó la suave piel de aquellos pétalos con la comida.- Come- Le ordenó con su poder, viendo cómo sus labios se abrían y tomaban el alimento. Masticar y tragar. Y de nuevo oro trozo. Y otro más. La alimentó hasta que terminó toda la comida. Después tomó una servilleta y le limpió los labios sin mirarla a los ojos. – Nunca más vuelvas a compararte con aquellos que te sirven. No conoces nada. Pero yo te enseñaré, niñita malcriada.- Se rió de nuevo y dejó el tenedor sobre la bandeja, apartándose de ella como si fuese algo vulgar y asqueroso. Ni siquiera se molestó en disimular su expresión de asqueo.

Se dirigió a la puerta de su habitación y la abrió, haciendo una reverencia ante la mujer que yacía en la cama como una muñeca lanzada caprichosamente por una niña. – Ven duquesa, hay algo que quiero enseñarte. Hay una historia que debo revelarte antes de que vuelvas a dormirte. Prometo arroparte después… - Levantó sus ojos hacia ella, dándole una mirada retadora.- Eso si no cometes una estupidez y me obligas a matarte.

Con corazones fríos no hay que jugarse nada, porque no entra en ellos ni un rayito en la mañana.



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Mensaje por Danna Dianceht Dom Mayo 18, 2014 12:05 pm

En tiempos antiguos la tierra estaba inmersa en oscuridad y caos


Aún ni supo cómo era que se le había ocurrido preguntarle aquello. Todo vampiro, todo inmortal antes de serlo había sido humano, con sus pros y contras. Con sus vidas y problemas, y para muchos, como en esos instantes, la existencia había sido realmente mala, nefasta y cruel. No como con ella, que relativamente su vida había sido todo felicidad y bendiciones, hasta que la maldición asoló su alma. Por unos instantes viéndole, se lo imaginó como un chiquillo correteando por el bosque, con una espada de madera o ayudando a su madre en la cocina, y no pudo evitar sonreír. Imaginárselo de aquel modo, de cierta forma se lo hacía menos oscuro, más accesible de lo que aparentaba. Los rayos de sol alumbrándole, jugueteando con darle más color a sus castaños cabellos despeinados. De pequeña ella también había sido despreocupada, y como toda niña había salido a correr por los bosques, a esconderse de sus padres y sirvientes, jugando con sus amigas, hasta que la realidad de su puesto y título que heredaría le pararon los pies y la hicieron volver a la realidad, terminando así con sus días llenos de vida y de los rayos de sol.

Distrayéndose, siguió comiendo hasta que el estómago le rugió. Demasiada tensión y miedo llevaba acumulado en su menudo cuerpo, el que llevaba algunos días ya sin probar alimento. Así que simplemente dejó de comer y dejando a un lado el caldo, se levantó de la cama quedándose clavada en el suelo al escuchar las oscuras carcajadas del vampiro que provocó que su corazón latiera apresurado en su pecho. Se giró hacia él, mirándole, temblándole por unos segundos los labios, los que se mordisqueó al ver en los ojos ajenos el rastro de odio… el mismo que en los ojos de su padre había visto antes de que este muriera en sus fauces.

Cerró los ojos, calmándose unos segundos, hasta que al abrirlos se encontró con que Adrik se le había acercado en apenas un movimiento de su cuerpo y que de igual forma, la empujó sin que pudiera hacer nada para huir, a la cama de nuevo. Los platos de comida se revolvieron, sin llegar a caerse ni un poco d su contenido. Solo los vasos terminaron mojando su cama. Jadeó con miedo cuando el vampiro se colocó sobre ella, inmovilizándola en aquella cama, bajo él, aun así sus ojos seguía fijos en Adrik, orgullosos y dignos, sin amedrentarse a quien quería someterla, por más que su cuerpo y su tembloroso corazón le ofreciera la victoria a él. No dijo nada cuando él le habló, más sintió que podía tener razón, solo de sus labios salió un quejido cuando le agarró del rostro y se lo levantó hacia él.

Danna se sintió incapaz de mirarle, cerró los ojos y esperó que se cansara de ella, hasta que aquellas palabras hirientes salieron de los labios masculinos, hiriéndola en lo más hondo de ella. Negó con la cabeza y abriendo los ojos completamente molestos y abatidos, volvió a negar con la cabeza. Ella no era así y sus criados eran como su familia. Lo único que les quedaba. —  Sí que lo he hecho…no sabes como soy oscuro. – No había otra forma  de llamarle en aquellos instantes, en que parecía querer consumir cada aliento de su cuerpo, cada esperanza y sonrisa de ella. Arrebatarle cada sueño que tuviera —  No lo sabes. — Volvió a insistir tras que la soltara bruscamente y encontrara el suficiente aliento para replicarle nuevamente, decidida a no dejar así las cosas. Porque ella jamás había sido así con sus sirvientes, ni con los demás, ni los menos desfavorecidos. Tampoco lo era con los que trabajan sus tierras. Ella era una duquesa amable y bondadosa, que desde que tomó el control de su ducado y de sus responsabilidades, apenas siendo una jovencita, decidió hacerlo desde la cercanía y la comprensión. Y así había sido desde entonces. Los oscuros tiempos de tiranía de su padre, habían terminado con su muerte.




No maldigas la oscuridad, sólo prende una vela.


Intentó al verse libre de nuevo, levantarse, sin embargo las palabras de los labios ajenos y aquella sonrisa del vampiro, conseguían paralizarla, rompiéndole el corazón en pedazos, hasta hacerlo irreconocible. ¿Se vería de aquella forma de las paredes del castillo a afuera? ¿Ella siempre había sido una buena duquesa, no? La inseguridad turbaba sus emociones, la que solo podía atender a negar con la cabeza ante cada fría y mordaz palabra que le era dirigida. Apretó sus manos contra las telas que cubrían su cama y viendo a Adrik volverse hacia ella con el plato de comida y pincharlo, alzándolo hacia ella, volvió a negar. ¿SI tanto quería que muriesen los que eran como ella… por que alimentarla? —  ¿Por qué lo hacéis? Yo… — Fue a replicarle para cuando por sorpresa, sus labios se abrieron permitiendo acceso a la comida que le iba dando, tras su orden, silenciándola. Con los ojos angustiosos, intentó moverse, alejarse de él, permaneciendo como la muñeca que se sentía bajo su dominio, desde la noche anterior en la escena del cristal. La comida entraba y masticando, tragaba casi sin darse cuento, lo que pareció servir. Ya que como más distraída se encontrara intentando desobedecer la orden del vampiro, menos se fijaba en su estómago, el cual lentamente y tras costar un poco los primeros trozos, fue asimilando la comida como si el poder del vampiro, hubiera terminando haciendo efecto en él. Obligándole a retener la comida y asimilarla, lo mejor posible.

Tras el último bocado de comida, cansada de luchar contra el poder de él, que la manipulaba a su antojo, le devolvió una mirada de las más resignadas y vencidas desde el encuentro de ambos. Tras verse un segundo a los ojos, él le apartó la mirada con asco, riéndose de ella. Y ella en cierta forma le dio la razón, solo era una niñita malcriada, ya que si hubiera hecho caso a su padre y haber sido fuerte desde un principio, podría haberle vencido en el bosque y encontrarse libre de su influjo y de la amenaza de muerte que pendía sobre su cabeza, cada vez más cerca en la cercanía del oscuro.

No voy a moverme de aquí, este sitio es tan bueno como cualquier otro lugar del castillo para que me cuentes la historia que deseas revelarme. —No quería que el vampiro envolviera con su sombra oscura cada rincón de su hogar, no quería verle destrozar cada recuerdo, cada feliz momento de su vida en aquel inmenso lugar con sus oscuras risas y amenazas. Restó unos segundos observándole atentamente, con la atención fijada en él, hasta que al verle empezar a mover los labios y viéndole las manos hecha puños a ambos lados de su cuerpo, rápidamente se levantó y acudió a él, temerosa, con miedo de saber que querría enseñarle, donde le llevaría. — Te acompañaré si juras no volver a usar tu poder. A entrar en mi mente y a manipularme. — Le miró de forma retadora y firme. Por sí sola sus pies no se volverían a mover, de no obtener aquella promesa de sus labios. —  Eres tu quien deseas matarme, quien solo hace que hacer que cada segundo que pasa, sea un segundo doloroso en el que bien puede ser mi último aliento…No me habléis de estupideces que pueda cometer, cuando lo haréis con razón o sin razón. —Al sentir su mirada tan cercana a la suya enmudeció y solo reparó en lo cerca que estaban, en lo que sus manos estaban por rozarse, cuando se sintió atrapada en la oscura promesa de aquellos ojos.


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La luz de la oscuridad ( Danna)  Empty Re: La luz de la oscuridad ( Danna)

Mensaje por Adrik Ivanović Mar Jun 10, 2014 1:10 am



¡Oh muerte! ¡Muerte cruel! Ley fatal que la Naturaleza debe reprobar, puesto que no tiendes más que a su destrucción.

Giacomo Casanova



Inspiró con fuerza, intentando recordar que su placer era causarle un dolor mucho más intenso que la mera muerte. Pues, una vez su cuerpo cayera inerte sobre el suelo, con aquella adorable melena castaña, revuelta a su alrededor, no tendría más que su propia presencia. La idea le era tan repulsiva, que quizás alargase su estadía en el Castillo. La mera imagen de sí mismo, siendo una sombra hacedora de oscuridad, sin ningún objetivo sobre el que derramar su odio y desidia, era desoladora. Quería más, mucho más de aquel juego infernal que había comenzado con una traición y ahora, parecía terminar bajo la mirada inocente de la Duquesa. ¿No era el Destino un ente cruel, pero a la vez, teniendo en cuenta todos los elementos que poseían para representar la obra final del réquiem de aquella familia, un artista de talento inusitado?. Quizás fuera cierta la idea de aquel párroco que escuchó una vez maldecir en una de las calles de Rusia, al final, todos los artistas eran los hijos del demonio. De la más atroz de las atrocidades; el destino mismo.

- Deja de comportarte como una necia y mueve tu cuerpo hacia el mío. – Sus ojos la enfrentaron, adueñándose del silencio que parecía mantener aquella caprichosa mujer. No entendía qué la impulsaba a luchar tan fervorosamente contra él. Parecía que cada una de sus palabras tuviera que ser discutida por aquellos labios, húmedos aún por el momento en que él la había obligado a alimentarse. A veces la piel humana, más cuando se trataba de una mujer, era tan sensible que parecía capaz de arrugarse bajo el pesado roce de sus dedos, llenándose de unos pliegues rojizos y tensos, antes de fracturarse bajo los mismos.

Finalmente, cuando su pequeño cuerpo se movió con prisa hacia él, esbozó una plegaria hacia el santo Nicolás, agradeciendo que no tuviera que ir a buscarla. Su autocontrol iba desapareciendo. Cuanto más tiempo permanecía junto a la duquesa, no sabía si deseaba más torturarla o simplemente cortarle la lengua para no tener que escucharla nunca más. Porque dentro de él, una parte inocente que aún no había sido destruida, quería creerla. Pensar que realmente era diferente a todos los que habían vivido en aquel lugar, años atrás. Pero no podía hacerlo. Si flaqueaba, se daría cuenta de que ella sólo era como el resto de su calaña. Calculadores mentirosos dispuestos a hacerlo fallar. Esta vez no. No perdería tan fácilmente.




El infierno está dentro de ti, así como el paraíso.

Osho





- Entendedlo de una vez. Ya no sois Duquesa, el que os trate como tal es tan solo una muestra de cordialidad que desaparecerá en el mismo instante en que mi paciencia se vea agotada. Lo cual, si me permitís advertíroslo, está próximo a suceder.- Sus ojos brillaban con oscura diversión, mientras alzaban una ceja al encontrarla inusitadamente callada bajo su presencia. Aquello era algo nuevo, quizás realmente había aprendido cómo comportarse ante él.

- Sea como sea,  seguidme. Sois mi títere. Mi muñeca, hermosa y cálida, pero a la vez frágil y predispuesta a sufrir un horroroso accidente. ¿Qué dirán vuestros amados (cursiva) sirvientes, cuando lleguen al castillo y se encuentren …- Su mano tomó la suya, tirando de ella para acercarla a  su cuerpo con brusquedad, haciéndole sentir la diferencia que yacían entre ambos. Con un movimiento calculador tocó su mejilla con un suave roce de los dedos de su otra mano, al tiempo que le daba una sonrisa cruel.-.. La cabeza de su adorada Duquesa, colgando del Gran Salón Central?

Se inclinó sobre ella y dejó que su aliento le rozase el oído antes de separarse y continuar su expedición por el castillo. – Tenéis razón, hagáis lo que hagáis, yo os traeré la muerte. Aunque podéis alargarla, si jugáis bien vuestras cartas.-




Nada poseemos en el mundo –porque el azar puede quitárnoslo todo–, salvo el poder de decir yo. Eso es lo que hay que entregar a Dios, o sea destruir. No hay en absoluto ningún otro acto libre que nos esté permitido, salvo el de la destrucción del yo.

Simone Weil




Sus piernas viajaron alrededor del Castillo, recorriendo sus pasillos con un conocimiento perfecto de dónde se encontraba cada cosa. A pesar de haber estudiado durante mucho tiempo cada uno de aquellos rincones, no dijo nada mientras caminaba junto a ella.  Prefería que la mente de aquella jovencita viajara hacia los rincones más fantasmagóricos de su mente, hallando un escenario mucho mejor que el que iba a mostrarle.

La imaginación es nuestro peor enemigo. Más cuando vas de la mano del mismísimo demonio que os ha jurado muerte. Pero eso era lo que le había tocado vivir a Danna, los pecados de los padres siempre ataban a los hijos. Una y otra vez, los pecados que había tenido que soportar sobre su carne, azotaban su ya frágil mente. Las cuerdas a veces eran asfixiantes, tirando de él hacia delante, guiándolo por los oscuros y nada alumbrados pasillos. Ansiaba llegar a la habitación que había destruido, a su propia sala del Caos. Una escenificación de lo que transcurría en su corazón, arañado y destruido por todas las veces que había sido traicionado.

Cuando llegó a la sala en la que él la había atrapado la noche anterior, se detuvo frente a la puerta cerrada, empujándola hacia el marco de la misma, colocándola frente a él para ello. Disfrutó durante unos instantes del aroma que desprendía su cabello, apoyando su frente sobre su cabeza, mientras con una de sus manos la obligaba a girar el pomo de la puerta.

A pesar de su ayuda, la puerta no cedió ante el mero hecho de girar el pomo, sino que necesitó un suave empujón para abrirse, con suma lentitud, con un quejumbroso crujido. Una vez se abrió, la madera cedió sobre las bisagras, cayendo hacia atrás y dejando a plena vista de ambos lo que había ocurrido con lo que estaba en su interior.

Los muebles habían sido destruidos, llenando el suelo de astillas y trozos de diversos tamaños. Los cristales brillaban bajo la luz de la luna que se filtraba por la ventana también destruida. Sólo quedaban algunos pequeños pedazos de cristales de colores, incrustados contra la madera que constituía el suelo. Las páginas habían sido arrancadas de los libros y todos los instrumentos decorativos de la habitación, yacían en el centro de la misma, en un montón de cenizas y montículos de hierro que habían perdido su forma originaria, haciendo imposible su identificación. Bien podían ser los restos metálicos de alguna lámpara, las herramientas para poder medir y trazar los ángulos de los mapas, o cualquier otro elemento común como las plumas que había en aquel despacho. Hasta las paredes gritaban con dolor, bajo las marcas irregulares de unas garras que habían arrancado el papel de ellas. No quedaba nada de lo que había sido. Sólo la más negra nada.

- Hermoso, ¿no crees Duquesa?.- La empujó para que entrara y pudiera ver todo de cerca. Los restos de los cristales crujieron bajo la suela de sus botas, mientras se adentraba en ella y suspiraba con placer, cerrando los ojos.

- Para entender el porqué de tu muerte, es necesario que veas esta habitación. Admírala, acaricia la tragedia que la cubre ahora, pues es idéntica a la obra que realizaron tus antepasados conmigo. – Mientras hablaba, se quitó el chaleco, dejándolo caer al suelo junto a su camisa blanca. Sus dedos acariciaron la cicatriz de su pecho, la que tenía sobre su corazón. – Esto es sólo el final de mi tragedia.- Elevó sus ojos hacia ella, antes de darse la vuelta y dejarle ver la marca que había dejado el látigo sobre él, dos marcas profundas que aún después de la muerte, marcaban su fisionomía relatando el doloroso castigo.- El arte mezclado con sangre. El odio avivado con el dolor. Dime, Duquesa. ¿ Podéis decirme que entendéis la vida de vuestros sirvientes?.


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Mensaje por Danna Dianceht Mar Ago 12, 2014 9:20 am


El miedo no existe, solo está en tu mente.

La oscuridad gobernaba aquellas horas en un implacable y firme mando, ahogando todos los recuerdos bajo la presencia de la noche, y de su mejor amante; el vampiro. Adrik había nacido en la oscuridad. Había sido amamantado, cuidado, doblegado y revivido en aquella escena agónica. El mal le había sido impuesto y él lo había aceptado, acostumbrándose a él, haciéndolo parte de su cuerpo y alma y los ojos de la duquesa, observadores y curiosos. Dos perlas verdes a la búsqueda de una salvación lo habían sabido con solo ver las orbes masculinas. ¿Qué tenía en mente? Se preguntaba echando a caminar con él, viendo por cada puerta, habitación y pasillo, creándose en ella una sensación de malestar como más tiempo pasaba recorriendo el castillo. Ya no podía ver nada feliz, los recuerdos parecían haber sido borraos y solo existía la más profunda de las sombras acechando el castillo.

No me interesa alargarla, si he de seguir con el alma mortificada. Más vale muerte pronta que muerte agónica. — Le replicó en un susurro dejando que él la guiara por los pasillos y habitaciones, subiendo y bajando pisos sin un orden establecido. Parecía querer cultivar en el pequeño cuerpo de la duquesa el miedo y así lo conseguía. Segundo a segundo su corazón no dejaba de latir acelerado, tembloroso en su pecho. Finalmente tras unos minutos, el aroma de piedra y de polvo la embargó y por unos instantes pudo reconocer de donde provenía todo ello. El despacho y la sala de armas que su padre había tenido en vida. Cuando al fin fue detenida ante aquella puerta que parecía contener tras ella un infierno cruel, gruñó temblorosa al sentir el roce de la barbilla masculina sobre su cabeza. No le gustaba sentirle tan cerca, no obstante todo pensamiento de su roce, de su fría piel contra la propia más cálida que la de un mortal, quedó ataviado bajo la visión que al caerse la puerta hacia atrás le fue revelada.

Siendo empujada por la mano fuerte del vampiro, entró en la estancia ahora destruida y observándolo todo con ojos horrorizados y asustados de la violencia que en aquel cuarto había desatado contra cada elemento, oyó las palabras de él a medias, sin saber que decirle, como contestarle o que hacer. Seguía sin entender por qué aquella maldad y aquella naturaleza oscura, hasta que aún sin querer hacerlo terminó por ver la cicatriz de su corazón y sus propios latidos titubearon. — Las almas más débiles acostumbran a usar el dolor para mostrarse superiores. Mi padre en su momento lo fue… hasta con su propia hija. Pero lo que te hicieron es cruel. No tienen perdón de nadie. — susurró con voz afligida. Negó a sus siguientes palabras con fervor y horrorizada que aún pudiera pensar eso de ella. — Yo jamás provocaría daño ni dañaría a mis sirvientes. No entiendo la vida de ellos, pero como soberana de mis tierras me preocupo por ellos, como ningún noble haría por ellos. — Eran su familia, aquellos que la habían ayudado a levantarse tras la muerte de su madre y después la de su padre, de la que aún en cierto sentido cargaba con la culpa en su alma. Su naturaleza salvado había arrebatado una vida y aquello, por más que lo negara, se merecía la muerte por ello. No era tan inocente como se creía pensar o hacía ver, por más que intentara exculparse de ello.


Existen recuerdos por los que uno se sacrificaría.
Por los que sin ellos, nadie eres...
ni nada existe [...]
Hojas deshojadas - A.D


Los movimientos ajenos de nuevo la llamaron y sus ojos fueron a las marcas de su espalda, horrorizándose aún más de ver las señales que relataba un castigo insufrible y cruel. Sus ojos se humedecieron con las primeras lágrimas que amenazaban por salir, cuando viendo por primera vez lo que se encontraba justo detrás del vampiro, sus piernas amenazaron con hacerla caer al suelo.

Madre… — Susurró centrándose en lo que había más allá del vampiro y sus recuerdos oscuros de su familia. Aún de espaldas a él, las primeras lagrimas mojaron sus rosadas mejillas y mientras el parecía celebrar el miedo y el dolor de la duquesa, ella de un momento a otro se dirigió hacia aquel lado de la pared en que anteriormente había habitado su más importante recuerdo de su madre, del que ahora solo quedaba trozos de piedra. Años atrás, cuando ella había sido pequeña y se había arreglado aquella parte del castillo, tapando ciertas irregularidades en sus piedras, Melina – se madre- había aprovechado para crear en un rincón de la sala donde quedara constancia de ella como de su hija. ¿Cómo? Habían dejado la huella de la mano de ambas en la pared, inmortalizándolas para siempre. Y ahora la mano de su madre había desaparecido en las uñas y la maldad de aquel ser.

La desesperación se adueñó de ella. Con las manos empezó a remover las piedras que había en el suelo buscando en ellas el relieve de aquella mano, de aquel recuerdo que ahora yacía perdido. De espaldas al vampiro, le importo poco si sus lágrimas corrían hasta perderse por el cuello, si sus hombros temblaban al contener el llanto. Poco le importaba aquella sala, lo único de valor para ella. Donde siempre se había refugiado y pedido consejo a su madre… había desaparecido. Y con ello, su alma se rompía en tantos pedazos como las piedras que cubrían sus pies.

¿Por qué? — Exigió sin comprender los motivos reales que lo habían llevado a querer destruir todo lo que era de ella.. La familia de su madre no había sido culpable de ello, solo lo había sido de la familia paterna y por lo que ella sabía, de parte de su padre solo quedaba ella. Ella la única licantropa de su familia, la única superviviente… si es que al final sobrevivía. — ¿Por qué ella? ¿Por qué yo? No os habéis parado a pensar en lo que unas simples huellas, marcas de manos en la pared, podían significar? El único recuerdo vivo de mi madre ha desaparecido bajo el yugo de la oscuridad, como así termino yéndose su vida a manos de mi padre. Él, la mato en vida, y en la muerte, la remataste. — Las palabras dolían, sin embargo más que el dolor la duquesa sentía rabia, un odio intenso para aquel que había destruido lo más preciado. — ¿Por qué? — De nuevo aquella misma pregunta, la que mil veces más pasaba por su mente. Levantándose del suelo, se volteó quedando frente a él. Y allí estaba él, tan cerca que dolía. — No os compadezco, solo hacéis que sienta pena por vos. Habéis matado a inocentes, a dulces criaturas que nada tenían que ver con vuestros demonios personales… Y acaso la víctima es menos culpable por matar? Os abrazasteis a la oscuridad y al mal y sin embargo terminasteis fallando. — Esta vez sus ojos se volvieron fríos, ausentes de sentimientos hacia él y aquella habitación. —  Mi padre escapó de vuestras manos y a la niña de dieciséis años le disteis más años de vida. ¿Y sabéis que? Aún podéis enmendarlo… matar de un tiro a dos pájaros. ¿No os gustaría matar a quien se os adelantó impunemente? — Una sonrisa cruzó sus labios, no de la forma en que solía suceder en ella, todo lo contrario. Su mueca era más de la que ya no tenía miedo, de la que guardaba un as bajo la manga.

Cansada de verle, de ver a la oscuridad a la cara, le dio la espalda quedándose estática al oírle acercarse. La duquesa ya no reaccionaba, lo había perdido todo y ahora que esperaba perder la vida tan pronto como sus palabras la delataran ante su verdugo, la muerte no le daba tanto respeto. Ella seria quien de nuevo volvería a unirla con su madre. Y ella la quería ver, una vez más. Acariciar sus mejillas y abrazarla contra ella, rodearse en la luz, que ahora tanto la abandonaba ante el oscuro. Había visto el horror en todas sus máscaras y ya no deseaba seguir de aquel modo. Iba a morir irremediablemente a manos de aquel vampiro. Entonces si así era… ¿por qué no morir cuando ella lo quisiera?


"La muerte juntó sus labios con los míos y sentí miedo, y por el miedo sentí frío, pero al mismo tiempo sentí el calor de las llamaradas del infierno recorriendo cada rincón de mi asustado cuerpo..."

Con una de sus manos acarició la piedra donde anteriormente había estado la huella de su madre. Cerró los ojos y saboreó las que pensó que serían sus últimas palabras en aquella noche antes de morir. En un intento de hacerlo más fácil se peinó el cabello hacia un lado, dejando parte de su cuello vulnerable y completamente a manos del ser que buscaba venganza. Suspiró y se mordió el labio que temblaba bajo aquella apariencia de indiferencia. Por qué bajo aquella fachada, sentía miedo como toda niña que desamparada, fuera echada a los lobos en su última noche. — En mi primera luna llena, mi loba se vengó de aquel desgraciado. — Y tras aquellas palabras respiró hondo y esperó, a que la muerte arremetiera contra ella, llevándosela lo más rápido posible de aquella vida que tantas veces dolía. — Mi padre asesinó a mi madre y yo, señor oscuro… yo fui la responsable de su muerte. — Añadió haciéndose entender, y la verdad como redentora juez que era a veces, definitivamente la condenó a los ojos de la bestia.


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La luz de la oscuridad ( Danna)  Empty Re: La luz de la oscuridad ( Danna)

Mensaje por Adrik Ivanović Lun Oct 06, 2014 4:42 pm

“- Mira en lo que ha quedado nuestro paraguas de payaso de circo - dijo el coronel con una ambigua frase suya. Abrió sobre su cabeza un misterioso sistema de varillas metálicas - ahora sólo sirve para contar las estrellas.

Sonrió, pero la mujer no se tomó el trabajo de mirar el paraguas. "Todo es así", murmuró. "Nos estamos pudriendo vivos.”

Gabriel García Márquez  





Ignoró sus palabras, nada le importaba de ella, ni sus mentiras dichas con  una voz horrorizada por él, ni ese silencio que sólo denotaba una pausa necesaria para contener las lágrimas antes de ser derramadas. No, él era indiferente a todo. Porque sabía que las mujeres podían ser perfectas actrices, unos recipientes hechos en el mismísimo infierno sólo para atormentar a los hombres. ¿Qué habría pensado Dios cuando las creó?. No sabía si eran una prueba de autosuperación, o quizás una penitencia por los pecados realizados en otras vidas. Lo único que podía afirmar con certeza, aún a sabiendas de que ella no había actuado como esperaría de alguien cuyo padre era una criatura odiosa y digna de ser asesinada, era que debía morir.


Sus oídos se llenaron con el sonido de las lágrimas de ella deslizándose sobre la piel de sus mejillas. Podía saberlo a pesar de estar de espaldas a la Duquesa, porque sus sentidos estaban alerta, despiertos ante cualquier movimiento que ella hiciera. Le sorprendió durante unos segundos el saberse tan centrado en una mujer que odiaba, como si cada uno de sus sentidos sólo despertara con su cercanía y se convirtiera en alguien que apenas podía percibir nada más que no fuera ella.


El susurro del nombre de la madre de Danna lo hizo vibrar en su interior, su dolor lo afectaba, llenando partes de él que no sabía que estuvieran vacías. Su boca salivaba imaginándose el sabor de esas lágrimas que olían como gotas traídas del océano. Su piel se erizaba con el sonido que creaban sus pasos, arrastrándose por el suelo con dificultad, sobrecogida por algo que había hecho. Eso lo hizo buscarla en la habitación, quería saber qué era lo que la había consumido totalmente, convirtiéndola en la sombra de aquella joven rebelde que él había estado escuchando tan sólo unos instantes posteriores a que comenzara a llorar.



La observó remover los escombros que habían quedado después de que él hubiera destrozado la habitación, llevándose con sus manos todo aquello que odiaba, marcando aquel lugar con toda la rabia que rugía en su interior. Un sentimiento que jamás conseguía calmar, independientemente de qué hiciera para calmarlo.


- ¿ Por qué?- Le respondió con una ceja alzada a aquella mujer que lo miraba como si fuera un monstruo que hubiera hecho algo horrible. Por la forma en la que aferraba un pedazo de piedra, podía decir que había roto algo que era importante para ella, pero no entendía el motivo por el que le preguntaba. ¿Acaso necesitaba un motivo para ser cruel?.


La miró con un rostro lleno de calma, una figura hermosa que la observaba con la misma curiosidad con la que un niño miraba a una mosca antes de arrancarle una ala para ver qué ocurría con ella. Su cabello desordenado, derramado sobre su rostro, pegándose a su mejilla y cuello al ser mojado  constantemente con aquel río de lágrimas que no cesaba de bajar por su rostro. El temblor de sus hombros sacudiéndola por completo como si fuera una hoja sacudida en medio de un vendaval. Nunca había visto nada más hermoso como ese vacío en los ojos verdes, tanto dolor lleno de incomprensión ante la persona que se reflejaba en su iris; él mismo.





Cuando odias a una persona, odias algo de ella que forma parte de ti mismo. Lo que no forma parte de nosotros no nos molesta.

» Hermann Hesse






- ¿Acaso necesito un motivo, niña estúpida?. - Le dijo con una sonrisa vacía de sentimiento, una mueca llena de hastío por verla romper el momento mágico que estaba teniendo al verla desmadejada sobre el suelo, partida en miles de pedazos por un golpe asestado por él. Dios, qué bien se sentía saberse el dueño de su propio martirio, de haberla marcado para siempre con su presencia. Eso era lo que había estado buscando durante tanto tiempo, sólo ahora entendía el porqué de todas sus horrendas acciones. Todos los momentos que había destinado planeando la muerte de su familia, todas aquellas torturas que puso en práctica sobre los cuerpos de sus antepasados, todo lo que les había dicho lo guiaban hasta ella. La última descendiente.


- No busco compasión, ninguna palabra vuestra podrá cambiar el hecho de que tú, mujer débil, estás ahí.- Señaló con su cabeza su cuerpo en el suelo- Y yo, estoy aquí. - Sus ojos brillaron con un toque rojizo, respondiendo al odio de sus palabras. Él sabía perfectamente cómo se sentía, pues ella sólo comenzaba a probar la comida que él llevaba engullendo durante siglos; llenándose con el odio y miles de preguntas para las que jamás hallaría respuesta. Era casi como verse en un espejo, y eso, la certidumbre de que él entendía qué pasaba por su mente y corazón, lo divertía. Porque no habría jamás nadie que la entendiera mejor que él, ni siquiera buscando en todo el mundo, porque él se había asegurado de marcarla, tan cruel y egoístamente, como Cora lo había marcado a él. Eran seres idénticos, con heridas que sólo podrían sanarse el uno al otro. Lástima que no quisiera hacerlo. Era hora de que alguien más se pudriera con el mismo veneno que corroía su alma.


Ódiame, Danna, con toda la fuerza de tu alma. Lánzame toda esa rabia, consúmete en ella, muere por su veneno y revive entre las cenizas. Justo como yo lo hice, como deberás hacerlo si realmente quieres sobrevivir. Esos pensamientos llenaron la mente de Adrik, justo cuando ella comenzaba a bombardearlo con una de las preguntas que sabía que deseaba conocer su respuesta.


- Adelante, dime quién es el asesino.- Sonrió y se acercó a ella, atraído por aquella muñeca rota por su caprichosa actuación. Se detuvo a su lado y la escuchó con atención. No hizo nada salvo oírla, hasta que con la última de sus palabras su boca calló dejándolos con un pesado silencio entre ellos, como dos entidades idénticas separadas por un espejo que separaba dos mundos diferentes y a la vez idénticos.





No se puede deshacer lo que ya ha sucedido; no se puede retirar una palabra que ya ha sido pronunciada





Caminó hasta ella y la agarró de la mandíbula, levantando su rostro para ver esos ojos llenos de los mismos sentimientos que brillaban en los suyos propios. Un cuarteto de ojos verdes, de distinta edad e intensidad, con una mezcla de colores tan diferentes como los motivos de su rabia.


- No apartes tu mirada de mí, pues no hay nada en este momento, por muy extraño que pueda parecerle, que desee ver. - Tiró de ella con un movimiento caprichoso de su otra mano, dejándola justo debajo de su mirada intensa, sintiendo su aliento sobre su garganta, quemándola con sus ojos para que ardiera de la misma forma en que lo hacía él.


- Asesina – Susurró sobre ella, ofreciéndole una sonrisa mientras acunaba su rostro entre sus manos como si fuera algo precioso y frágil, dispuesto ante él sólo para ser admirado.- Estás condenada y rota.- Siguió diciéndole con una voz suave y cálida, tan libre de ironía que parecía estar  halagándola. - Reflejo de toda mi fealdad hecha mujer.- Rió y la abrazó, pegando su cuerpo al de él. Su mano ascendió por su espalda, recorriéndola hasta llegar a su cuello para acunar la parte posterior de su cabeza.


- Voy a matarte, dulce niña, pero no será hoy, ni siquiera mañana. - Le acarició la nariz con la suya, deleitándola con un gemido lleno de una pasión que comenzaba a despertar con su maldad. - Porque tú, Duquesa, ya estás muerta - Besó sus labios con un movimiento fugaz y después la soltó y se separó de ella con un movimiento rápido que lo llevó al otro lado de la habitación. Buscó sus ropas y comenzó a vestirse de nuevo, tapando sus cicatrices físicas, sonriendo al saber que ella no podría esconder jamás sus cicatrices emocionales de él.


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La luz de la oscuridad ( Danna)  Empty Re: La luz de la oscuridad ( Danna)

Mensaje por Danna Dianceht Vie Ene 09, 2015 9:29 am

La oscuridad no existe, lo que llamamos oscuridad
es la luz que no vemos.  


Se estaba desmoronando, a cada respiración, a cada soplo de oxigeno que pasaba a sus pulmones, su espíritu se decaía como hoja seca en otoño. Se quedaba inservible, sumisa a aquella oscuridad que cada vez más se apoderaba de todo lo que antaño le pertenecía, inclusive de su propia vida. El odio llameaba en sus ojos como una intensa llama y como más perduraba la oscuridad alrededor de ella, de más odio se llenaba su cuerpo. Aún sin entender porque la castigaba a ella por los pecados de su familia y con el recuerdo de la visión del pecho desnudo del vampiro y la herida en su corazón, sintiéndose desprotegida buscó una mínima de fuerza con la que enfrentarse a él y no perecer en el intento.

Sus lágrimas tiñeron sus mejillas y con el recuerdo de su madre en la mente, dejó a un lado la piedra con la huella de su mano y se llenó de valor. Fuera como fuera, tenía que terminar con aquella pesadilla o hacer que  él la terminara. ¿No se moría por matar al último descendiente de aquella familia que lo había herido? Entonces que lo hiciera rápido y allí, sobre los escombros de su hogar y de los recuerdos maternos. Quizás así pudiera salvarse de ir a los infiernos a hacer compañía al asesino de su padre.


La verdad no es más que la expresión dolorosa del corazón.


Jamás podréis entenderlo, jamás lo haréis por que las llamas os han consumido y la oscuridad os ha hecho a juego con ella. —Dijo conteniendo las lágrimas preparándose para lo que iba a decirle. Una información que prácticamente la condenaría a morir al acto o aquello esperaba la duquesa que tras hacer oídos sordos a todo lo demás empezó a delatarse, reviviendo aquel pasado tormentoso en el que por primera vez en su vida se había llevado con sus propias manos una vida ajena; la de su padre.

Cada noche todavía en sus sueños surcaban pesadillas alrededor de la figura paterna y su asesinato. La noche en que él la mordió y sus gritos, siempre la despertaban abruptamente con lágrimas en los ojos acordándose de aquel intenso y desgarrador dolor al sentir sus colmillos en su tierna piel. Las cicatrices habían sanado al cabo de muy poco tiempo gracias a sus nuevos poderes, excepto la mordida de su padre que jamás terminaba de irse de su piel, quedando como una marca permanente. Un signo de identidad de quien ahora era. Aquel hecho hacia que cada vez se fuera a la tina a darse un baño, en el espejo se viera reflejada la mordida y recordara el ser que habitaba dentro de ella. Jamás podría olvidarse de su padre, por que como Adrik lo tenía en su corazón, ella tenía a su padre en la piel.

Yo fui la culpable de la muerte de mi padre. — Añadió tras su confesión y un incómodo, cruel, casi violento silencio cayó sobre ambos. La culpable se habia destapado, dejaba de huir y ahora era el turno del vampiro decidir que hacer con ella, como actuar de juez en aquel particular caso, en el que ya no tantas cosas los separaban uno del otro. Ambos eran diferentes, pero también muy iguales.


¿Miedo a la muerte? Uno debe temerle
a la vida, no a la muerte.
Marlene Dietrich


Danna apretó los labios y con los ojos cerrados esperó por su muerte, por el beneplácito descanso de su alma. Solo que esta tras unos segundos está no llegó, si no que en su lugar el infierno fue a ella y la atrajo contra si. Los ojos asustados de Danna y los ensombrecidos de Adrik se afianzaron en una mirada y la licantropa gimió de dolor al ser tomado con demasiada dureza de la barbilla para encararlo hacia él.

Como él le dijo no apartó su mirada de la suya, sino que se dejó atrapar por sus pozos oscuros. Su cuerpo tembló bajo su presencia altiva y en un intento desesperado de sobrevivir a su fuerza, cerró los ojos mientras su respiración acariciaba el cuello ajeno. — No soy una asesina. — Replicó mintiendo en lo que de nuevo era obligada bajo el yugo del oscuro a mirarle a los ojos y a luchar contra él, aunque sus fuerzas ya menguadas poco podían ya hacer.— Yo solo me descontrolé y me vengué por la muerte de madre. ¡Fue la luna llena la culpable! Mi padre era un monstruo. — Murmuró negando ante las palabras del oscuro que en cada silaba la mantenía más y más derrotada, exactamente como la quería ante él; Desecha.

Se estremeció ante su cercanía y sus caricias viéndole horrorizada y con culpa en la mirada. Quizás no se considerase una asesina, pero si lamentaba haber terminado con una visa. Aún fuera su padre, ella siempre sería una joven de hacer el bien como su madre le había enseñado desde pequeña y no al contrario. Ella jamás podría ser como Adrik.

Entre lágrimas amargas se dejó besar y al ser liberada cayó al suelo como si de verdad fuera una muñeca rota y no pudiese sostenerse en pie. Se recogió protegiéndose y acurrucada se sentó a llorar haciendo caso omiso a las nuevas órdenes y mofas del oscuro, obligándolo a agarrarla él mismo tras perder la paciencia y a levantarla de aquel lugar por la fuerza, llevándosela de nuevo a la habitación donde la obligó a dormir, durmiéndose al acto sin oponer resistencia ¿Cómo podría resistirse?. Que Dios la ayudara, por qué ahora más que nunca Danna se encontraba a merced de Adrik. Y este solo era gobernado por la fiereza y el sabor agridulce de la venganza.


TERMINADO


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