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El Camino de la Oscuridad [Matthew Belmont] 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Liv Nordström Vie Dic 06, 2013 3:01 pm

Una noche estrellada se presentaba ante mi vista, algo que no solía darse tan frecuentemente como antes especialmente en la ciudad de Paris donde la Revolución Industrial se encontraba en pleno apogeo y el humo de las fábricas no escaseaba añadiéndose, no se sabe si por coincidencia o no, el hecho de que las estrellas se mostrasen más tímidas que antaño, cosa en la que probablemente la mayoría de los parisinos no gastarían su tiempo reflexionando ya que se encontraban más embebidos en sus propios asuntos. Tampoco para mi significaba mucho encontrándome como me encontraba interesada en otros temas, mi mente ya no se fijaba tanto en los pequeños detalles de la vida como solía hacerlo cuando era más joven.

En aquel entonces una noche como esta solía llamar enormemente mi atención, impulsándome hacia la recámara de mis hermanos o a cualquier lugar de la casa adonde se encontrasen para persuadirles a que salieran conmigo a observar el cielo nocturno y disfrutar de él desde la blancura de nuestra tierra nórdica. Pero aquellos recuerdos parecían a veces más un sueño que hechos reales, tratándose de imágenes que a veces acudían a mi mente en medio de mi sueño diurno para inquietarme al traerme de vuelta las figuras de mis dos hermanos, cuyas voces escuchaba con tanta claridad que parecía real, para luego ser arrebatada de su lado y encontrarme encerrada bajo tierra en un ataúd durante siglos, encerrada de por vida, sintiéndome abrumada por el pánico e incapaz de respirar hasta que finalmente abría los ojos sobresaltada y me daba cuenta de que me encontraba en mi propia cama. Entonces temblaba como una niña, no tenía un corazón vivo pero mi mente me hacía creer que este latía en mi pecho disparado y tenía que recordarme que debía calmarme y apelar a mi cordura, que me encontraba a salvo.

Poco a poco el ajetreo de la gente que se encontraba en el corazón de la ciudad parisina (no en balde se le conocía como la ciudad que no duerme) fue quedando atrás al adentrarme en calles menos pobladas, particularmente cerca de un callejón adonde mi fina audición escuchó los pasos de varias personas, cuatro para ser más específica. No tardaron los personajes en formar una especie de semicírculo frente a mi mientras uno de ellos, probablemente el que solía llevar la voz cantante me dirigió unas palabras.

-Si quieres pasar por aquí tienes que pagar por el privilegio de continuar, no es cierto muchachos?- Escuché como los otros tres reían, uno de ellos asintiendo mientras los cuatro me veían como si se tratara de depredadores alrededor de una inesperada presa que les brindaba gran entretenimiento. Los observé en silencio, no era sorpresivo para mi el encontrarme en las calles con un grupo de gandallas que deseaban atracar a algún desventurado que pasaba por lo que ellos consideraban "su calle", así que me limité a esperar y observar que harían a continuación.

-¿Qué pasa muchacha, eres sordomuda? Ey Gilles, que te parece, es sordomuda.- A lo que él otro respondió. -Tal vez es retrasada como la del otro día, se acuerdan? A la que tuvimos que enseñarle a que nos referíamos. Chillaba como cerdo pero ¡la pasamos bien con ella! - Los cuatro se carcajearon. El de la voz cantante volvió a hablar. -Pero esta es más bonita con ese cabello tan claro, no parece de estos rumbos. Dime de dónde eres muchacha.- Avanzó unos pasos hacia mi y esperó una respuesta pero al no recibirla abandonó su sonrisa burlona. -Así que no me vas a responder eh. Seguro te estás creyendo que eres demasiado buena para dirigirnos la palabra, o eres una puta y por eso andas por aquí a estas horas, pues bien yo te haré hablar y tus nos enseñarás como gritas cuando te revuelcas.- Se acercaron a mi pero antes de que pudiera hacer cualquier cosa tomé al que me hablaba por el cuello y lo levanté sobre el suelo apretando fuertemente su garganta hasta que paró de respirar y mis dedos sin soltarle provocaron un chasquido que evidenciaba la rotura de su tráquea después de lo cual lo lancé lejos, el segundo pretendía lastimarme a su vez pero cuando se acercó le rompí el cuello desprendiendo su cabeza la cual conservé en mis manos, el tercer y cuarto hombre se detuvieron en el acto observando mi rostro, mis alargados colmillos sobresalían de mi boca logrando que me viesen aterrorizados.

Aún no se movían de lugar cuando se escucharon nuevos pasos, giré lentamente mi rostro en esa dirección. Alguien más se aproximaba, probablemente otro de la banda, patética escoria. El nuevo sujeto no tardó en aparecer revelando que era alguien muy joven, a primera vista parecía incluso menor de edad, al vernos se detuvo y por un momento pareció sorprendido.
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Mensaje por Matthew "Matt" Belmont Lun Dic 09, 2013 4:01 am

-Voy demasiado tarde…- dijo en voz alta mientras avanzaba a pasos apresurados.

La prisa que tenía era debido a que una joven inglesa quería verle en una zona de los suburbios de la ciudad. La chica era representante de la logia masónica, especialmente al servicio de los Belmont, de bajo rango pero buena reputación y una lealtad respaldada por varias generaciones de sus antepasados. Él iba tarde, quería terminar su nuevo invento el cual después de días y semanas de fracasos por fin había logrado, por esa razón había salido hasta entrada la noche del palacio de Louvre. Para su desgracia no había carruajes disponibles que lo llevaran a esa hora de la noche, y para colmo debía cargar con un pesado bolso de cuero.

El gran bolso de cuero que llevaba Matthew cargaba sus últimos inventos fabricados, unas esferas mecanizadas que lanzaban un destello cegador y otras con un gas capaz de paralizar por unos minutos a quien respirara la mínima cantidad de este. Se lamentó al recordar las pruebas accidentales que le hicieron descubrir tal efecto cuando su amigo Deisler quedó paralizado por unas esporas de la extraña planta del Amazonas.

-Tendré que compensarle a ese perro de alguna manera—no lo dijo en forma despectiva, Deisler era actualmente un perro, y era su mejor amigo.

Decidió acortar camino evitando las aglomeradas calles principales y comenzó a tomar atajos a través de algunos callejones conocidos. Pronto se alejó de los escandalosos clubes nocturnos y llegaba a una zona más tranquila y fría de la ciudad. Con suerte la chica sólo estaría furiosa de haber tenido que esperar por horas su llegada. Apresuró un poco mas su paso y se desvió por una diagonal a un callejón más silencioso que el anterior. Al avanzar logró percibir un peculiar olor a hierro oxidado.

“Sangre…”

No fue necesario dar un paso más, a la distancia podía ver a dos hombres en frente de una chica; por la apariencia y el olor de los sujetos sabía que eran de la clase baja, ladrones y violadores. La sangre le hirvió en un instante pero su instinto se detuvo al percibir algo más, un aura pálida en la chica, un olor más desagradable que la sangre coagulando.

“Una vampiresa”

Analizó todo en una fracción de segundo, el cadáver de un sujeto, el cuerpo decapitado de otro, la cabeza en la mano de la chica. No se estaba alimentando, probablemente fue provocada. No había razón para enfrentarse a los sujetos, los miserables eligieron a la chica equivocada, pero no era razón para matarles; por otra parte, la chica podía defenderse sola. Sin embargo, debía aprovechar tal oportunidad debía interrogarla y ser precavido dado que no había luna llena que le diera poder para defenderse. Tendría apenas unos segundos antes de que ella se diera cuenta de que él era un licántropo, debía actuar con precisión, debía actuar con rapidez.

“Creo que llegaré aún más tarde a mi reunión…”


Y vaya que lo haría. Caminó al mismo ritmo que llevaba antes de detenerse, casi como si estuviese ignorando la presencia aterrada de los otros dos sujetos; metió su mano izquierda al bolso y dejó rodar una esfera de cobre por el callejón que se detuvo junto al cuerpo del cadáver decapitado. Flash. Un destello emblanqueció la escena, y un segundo después un olor amargo inundó esa área del callejón. Matthew esperó unos segundos a que se disipara el gas esperando que hubiera hecho el efecto esperado.

Cinco, seis, siete segundos, todo era visible ahora, ocho, nueve diez; los hombres estaban tiesos como rocas sobre el suelo, pero la joven vampiresa parecía no ceder del todo ante los efectos del gas. Matt corrió rápido hacia la joven, saltó ambos cadáveres y cargó a la chica sobre su hombro, era más ligera de lo que aparentaba a simple vista.

“Con Deisler el efecto duró cerca de diez minutos, a ella probablemente le dure uno–con suerte dos—debo darme prisa”

Corrió hasta un segundo callejón, iluminado y cerrado: un buen lugar para esconderse. Bajó a la chica y le recargó con delicadeza en la pared sentándola sobre un cajón de madera. Odiaba a los vampiros, pero incluso en esos momentos procuraba tener modales, por momentos se sentía patético al comportarse de esa manera. Sabía que eran enemigos naturales, pero era su primer encuentro directo con una de su especie.

-Siento haber hecho algo tan atrevido-se disculpó mientras recuperaba el aliento—pero necesitaba alejarla lo más pronto de la escena. Quisiera dejar en claro que no pienso hacerle daño, solamente quiero hablar con usted. Después hablaremos del desastre que tiene que limpiar en el otro callejón.

La chica le miró con un frio silencio, probablemente un deseo asesino a punto de estallar, o simple desconcierto de por qué un licántropo no le quería matar. No había luna llena, no podía lastimarla, quien quiera que fuera el (aparentemente) joven licántropo era inteligente, pero ingenuo.

-Solo quiero saber si reconoce este rostro-sacó de debajo de su abrigo una pequeña pintura enrollada, era la imagen de Jessica Belmont.

La mujer no dio respuesta, seguía en silencio.

“Treinta segundos Matthew—pensó—, se moverá en menos de treinta segundos…”


-Mi hermana fue asesinada por un chupasangre hace unos meses—comenzó a hablar ignorando su silencio—, sé que no fue usted porque la mordida era de un vampiro hombre, pero quien quiera que haya sido me quitó a la única persona que amaba de mi familia. No sé si usted ha perdido algún ser amado, ni si quiera sé si los vampiros tienen sentimientos reales… o alguna empatía por la vida de los humanos, ellos no son alimento ni bolsas de sangre andantes. Mi hermana no lo era…

“Felicidades—dijo para sí—, solo has podido balbucear unas cuantas palabras.”

Matthew metió su mano al bolso de cuero nuevamente, si la chica le intentaba atacar usaría una de sus esferas de luz para escapar corriendo. No había pensado lo arriesgado que fue el acercarse a un vampiro estando él en desventaja, no tenía mucha experiencia. Sin embargo, algo le hizo actuar, algo le hizo creer que lo correcto era ayudarla –ella no necesitaba ayuda, idiota—, estaría en graves problemas si la vampira lo atacaba. Tres, dos, uno… ella comenzó a erguirse.


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Mensaje por Liv Nordström Jue Dic 12, 2013 5:02 pm

Mi mirada se fijó un momento en el nuevo personaje exáminandole a pesar de la escasa luz del callejón, resultaba mucho más sencillo para un vampiro el ver en la oscuridad. Siendo esta precisamente la acompañante eterna de sus días pareciera hasta cierto punto lógico el que, al negársenos volver a ver el sol, se nos brindase el poder manejarnos con desenvoltura en medio de la penumbra, así que fue fácil para mi el que mis ojos se ajustasen a la escasez de luz para observar al sujeto que había irrumpido en la escena.

No tardé en notar dos cosas acerca de él, la primera fue ese olor que distinguía a los de su especie, olor que jamás me pasaba inadvertido habiendo éste golpeado mi olfato desde aquel momento maldito en que por primera vez se habían cruzado en mi vida, era ese olor que en el presente parecíame nauseabundo y que había quedado incrustado en mi psique hasta tal punto que jamás le olvidaría durante toda mi existencia, le sentía en ese momento impregnar fétidamente mis fosas nasales sin importar que el sujeto se encontrara aún a cierta distancia de nosotros. Lo segundo que noté fue su aura lo cual solo me confirmaba lo que ya había distinguido, que se trataba de uno más de aquella raza a la que solían denominar con ligereza hijos de la luna, un nombre con cierta connotación romántica para aquellos que únicamente se dejaban llevar por las leyendas y que nunca les hubiesen conocido de frente. Me hubiese gustado ser una de ellos porque hubiera significado que jamás me había cruzado con esa raza, la ignorancia hubiese sido bienvenida, pero la vida había guardado diferentes planes para mi.

Zap.

Una luz resplandeciente iluminó el callejón de manera sorpresiva anonadándome un instante pues había surgido de la nada, justo en ese momento vi a los dos hombres restantes caer al suelo cual inmóviles monigotes de expresión distorsionada. Sus rasgos se habían torcido otorgándoles una expresión forzada y antinatural, sus ojos agrandados miraban al vacío, por un momento volví a sentir el mismo desprecio, deseaba acercarme a ellos y arrancar esos ojos de sus cuencas, ojos que nunca volverían a ver durante el resto de sus días en los cuales no volverían a atracar a nadie nunca más en los callejones, ese sería el pago que recibirían de mi esta noche, siendo ellos mismos quienes me habían exigido uno.

Un frío mortal me invadió al darme cuenta de que me encontraba paralizada, mis músculos se negaban a obedecer la orden de mi cerebro, un extraño gas llenaba el callejón. Me sentía como una muñeca de trapo, sin estar muy segura de como me mantenía en pie, sentía mis pies y mis manos increíblemente pesados, me costaba mantener mis ojos alerta, el abotargamiento se adueñaba de mi. Me sentí alzada y cargada sobre el hombro de alguien como si en efecto me hubiese transformado en una inútil muñeca o peor aún, un saco de patatas, de todas maneras era mejor que haber caído al piso de forma tan indigna como lo habían hecho los dos hombres, ahora caía, pero al parecer sobre una caja de madera. Mis piernas adquirían un ángulo extraño, mis brazos caían a mis costados, ya sé donde había visto esa posición antes, mis labios intentaron sonreír al recordarlo pero no se movieron ni un ápice. Hace ya tantos siglos, alguna vez tuve un corazón más humano que disfrutaba con los pequeños muñecos de madera, títeres que movidos por un par de hilos me hacían reír durante todo el tiempo que durase la función, solía observarlas en alguna plaza, en diversas lenguas dependiendo de donde me encontrase, a veces me acompañaban mis hermanos, a veces acudía yo sola.

Puaj.

El olor del licántropo me invadía otra vez. Mis ojos se fijaron en él con pasmosa lentitud. Un torrente verbal fluía de su boca, si hubiera podido moverme no hubiese escuchado ni una palabra, hubiera preferido escuchar chillidos. Recordé una escena no tan lejana en la cual un par de cuerpos colgaban de sus pies amarrados a las ramas de un árbol, la sangre goteaba sobre la grama. Alguien había asesinado a un par de esa especie y los había dejado a la vista de cualquiera que atravesara el bosque. En su momento pensé que quizás era la obra de un vampiro, la inquisición solía utilizar métodos más discretos aunque no menos letales, sin embargo esto parecía ser la obra de alguien más, alguien que se deleitaba en infringir dolor y dejar la evidencia a la vista, quizás como una advertencia...

Ahora mis ojos volvían a moverse para observar el retrato frente a ellos, solo que esta vez se movieron con menos lentitud fijándose en el rostro de una chica. La historia que escuché no me interesó. Había perdido a alguien querido y ahora el licántropo buscaba despertar en mi algo de empatía, pero a mi no me interesaban las pérdidas de los demás, solo la mía. Tenía que continuar mi propia búsqueda y si me distraía con alguna otra podía pasar algo por alto, y perder la menor pista era algo que no me podía permitir.

Me dí cuenta entonces que podía mover un par de dedos de mi mano. Observé como el sujeto llevaba su  mano a su bolsa, esa esfera que había rodado por el suelo antes de que todo se llenara de gas, seguramente él la había lanzado. Tenía más en su bolsa seguramente. Lo miré con detalle, se veía muy joven. ¿Sería posible que las esferas fueran su creación? ¿Qué era? ¿Un brujo también?

Logré mover mi mano, sentí como la movilidad volvía a fluir por mis venas. Tic. Tac. Los segundos avanzaban a medida que me daba cuenta de que podía levantarme sobre mis pies. Podía lanzarme sobre el joven, desgarrar su cuello, pero jamás para probar la sangre del licántropo, eso hubiera sido repulsivo. Odiaba a su raza con cada fibra de mi ser, pero decidí que algún valor tenía el que siguiera vivo, aunque sólo fuese por esas esferas que poseía, me interesaba saber de dónde las había sacado y estaba segura de poder obtener esa información de él.

Me levanté y fijé mi mirada en la de él. Jamás vuelvas a utilizar ese truco conmigo fue todo lo que le indiqué en silencio. -Nunca vi a esa mujer en mi vida.- Respondí antes de girar de regreso al previo callejón. Le indiqué con el dedo de mi mano que me siguiera. -Pero hay alguien en París que ha estado asesinando licántropos y posiblemente a sus familias.- Dirigí mi mirada a ambos lados cerciorándome de que el lugar siguiera desolado y carente de testigos. -He encontrado evidencia al respecto. Cadáveres de los tuyos desollados o descuartizados. Usualmente ocurre en lugares desolados, puedo decir que no ha sido a causa de mi. Al menos no esta vez o en esta ciudad.-

El hecho no me importaba lo más mínimo excepto en que no estaba segura de que se limitara a los licántropos, y si era cierto lo que sospechaba, que también cazaban vampiros, tenía que encontrar al causante, llegar al fondo del asunto.

-¿Qué era esa esfera? ¿Algún tipo de magia?- Lo miré de soslayo mientras entrábamos en el previo callejón adonde mis pasos se acercaron a los dos hombres que seguían inmóviles, ambos me observaron con terror al no poder moverse.

-¿Dónde la has obtenido?- Los oscuros ojos del licántropo seguían mis movimientos. Tenía un rostro joven, en sus ojos no se veía maldad sino algo de inocencia. Tal vez no era joven solo en apariencia sino que había sido convertido hace poco tiempo. -No sabía que los licántropos recurriesen a ese tipo de artilugios.- Sonreí de medio lado y luego torné mi expresión más seria. -Si no quieres ver este es el momento para que te des la media vuelta.- Dicho eso me acerqué al primer hombre, precisamente hacia sus ojos, al parecer el efecto del gas comenzaba a desaparecer porque sus gritos hicieron eco en las paredes del callejón. Tan solo me tomó un par de segundos privarle de su vista y luego continué con el segundo hombre...


Última edición por Lynnae Nordskov el Vie Dic 13, 2013 3:22 am, editado 1 vez
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Mensaje por Matthew "Matt" Belmont Jue Dic 12, 2013 7:00 pm

-Nunca vi a esa mujer en mi vida—Respondió.

   Cuando la mujer habló por primera vez hizo lucir su voz dulce y melodica, Matthew sintió un escalofrío en parte por no haber sido atacado, y otra por sentir el frio en el aura de la vampiresa. Se sintió aliviado al no tener que recurrir de nuevo a sus mecanismos de ingeniería avanzada, y por la mirada penetrante de la chica, sabía que ella no quería que las volviera a utilizar. Sentía la frialdad de la mujer en el aire, no mostró empatía alguna por lo que pudo decir momentos atrás.

“¿Acaso no tienen sentimientos? Sabía que eran crueles y despiadados, pero no estaba tan seguro de la clase de seres sin alma que eran en realidad.”

   La joven comenzó a hablar, le daba información interesante, pero había algo que no encajaba. Quien quiera que fuese el asesino de Jessica había sido un vampiro, podría haber sido cualquiera, un vampiro alimentándose o alguien que buscara causar tormento en la familia Belmont. No era ella… ¿Entonces, quién?

“No es posible, si la inquisición está involucrada el problema es mucho más grande de lo que creí… ella ya me ayudó mucho con eso, quizás pueda confiar en darle información útil. Si está al tanto de los asesinatos de licántropos puede que esté realizando alguna búsqueda, sea cual sea, le interesan mis inventos.”


   Matthew siguió en silencio a la joven, su cabello rubio brillaba como hilos de plata bajo las estrellas, la luz era escasa pero sus sentidos desarrollados le permitían ver lo suficientemente bien como para distinguir cada una de sus expresiones. Se maldijo a sí mismo por no haber tenido tiempo de una segunda  ducha ese día, había notado que la vampiresa se mantenía a unos pasos de él, era evidente que ella no toleraba su esencia. El sentimiento era mutuo.

   Ella seguía hablando mientras volvían a donde inicio todo. Volvió a preguntar algo mientras le miraba por encima del hombro al andar, se veía muy interesada en las esferas de luz y de gas que Matthew había manufacturado. Si supiera todo lo que él había inventado o intentado fabricar pensaría que es un demente sin vida social, la verdad para él era un pasatiempo, un juego de niños.

“Un juego que quizás hoy me salvó la vida.”


   La vampiresa se acercó a los hombres que la habían atacado y levantó a uno de ellos, Matthew vio lo que ella hizo con el primero, sintió que la piel se le erizaba más por sorpresa que por miedo. No le asustaba ver sangre o cuerpos desmembrados, sentía más empatía por los animales que por los humanos. En lugar de darse la media vuelta caminó junto al cadáver sin cabeza para recoger las corazas de cobre de las esferas que utilizó minutos atrás. No debía dejar evidencias.

   Intentó ignorar los gritos de terror y dolor de los hombres, pero su agudo oído podía percibir mucho más. A un par de calles de ahí había unas mujeres se acercaban a paso lento a donde ellos se encontraban, debían alejarse pronto del lugar.

-No creo del todo en la magia—respondió por fin—, muchas veces todo tiene una base científica o un engaño enmascarado por alquimia barata. Te explicaré  mejor si me acompañas, debemos irnos de aquí ya.

   En esta ocasión no quiso tomar de la mano a la vampiresa, aun podía recordar lo fría que era su piel cuando la llevó al otro callejón. Sin embargo, le llenaba de curiosidad lo suave y agradable que era al tacto, se sentía casi como seda. Por mucho tiempo creyó que los vampiros tenían la piel escamosa o dura como el mármol, pues había leído que era casi impenetrable.  Decidió creer que la suavidad que percibió fue efecto de los gases paralizantes, tenía cosas más importantes por las cuales preocuparse.

   Avanzaron rápido por el callejón hasta salir a una calzada más iluminada y menos penumbrosa. Para fortuna de ambos estaba prácticamente despoblada, a excepción de una anciana limosnera que se acercaba a pedirles ayuda. Matthew se apresuró a darle unas monedas para que se alejara y asi siguieron caminando, notó que la chica observaba atentamente cada movimiento que él hacía.

-No puedo evitar sentir compasión por los ancianos, me hacen recordar que maté a mi abuelo—guardó silencio un momento mientras retomaban curso hacia el noreste, después continuó hablando—. Las esferas que viste yo las hice, la de luz se activa con un botón, este tiene una aguja que rompe un cristal que contiene agua, al rodar se combina con unas pequeñas piedras de sodio metálico creando una flama interna. El calor hace que las sales de magnesio y fósforo del núcleo ardan y por la presión se abren los seguros de la esfera liberando la luz cegadora…


   Paró de hablar al notar que la vampiresa estaba sumamente interesada en su explicación, era joven y hermosa, pero eso no quería decir que tenía poca edad, podría tener décadas, quizás cientos de años. No le preguntó si entendía todo aquello que estaba explicando, considero que sería un insulto.

-La de gas funciona con el mismo mecanismo, pero el núcleo contiene esporas de una flor del Amazonas, es la primera vez que las utilizo en humanos, o en vampiros.

“Bueno ya le dijiste lo que quería saber, es hora de convertirte en detective… y enfocarte en la razón por la cual te atreviste a acercarte a ella”

-Mi nombre es Matthew Belmont, por cierto—recordó sus modales y se presentó—.Tengo varias preguntas y no sé por cual empezar, ¿Quién esta asesinando a los licántropos?, ¿Cómo sabes de ello?


La vampiresa meditaba sus respuestas, aun no confiaba del todo en él y  quizás no le daría respuesta alguna. Con suerte solamente se marcharía, pero si decidiese hablar podría ser el inicio de una búsqueda que no tuvo resultado o sentido alguno en los meses anteriores.


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El Camino de la Oscuridad [Matthew Belmont] Empty Re: El Camino de la Oscuridad [Matthew Belmont]

Mensaje por Liv Nordström Sáb Dic 14, 2013 11:29 pm

Después de terminar con lo que estaba haciendo (siempre me aseguraba de no dejar mis asuntos inconclusos) devolví parte de mi atención a lo que comentaba el licántropo, froté mis dedos para limpiar algo de sangre que tenía en mis yemas. No sentí el impulso de probarla, habían transcurrido siglos y aquellos tiempos en los cuales me descontrolaba con facilidad ante el mero olor de la misma, cuando no hacía distinciones entre la sangre de uno o de otro, habían quedado atrás. Al menos en este momento no sentía la necesidad de saciar mi sed, y aún si ese hubiese sido el caso, contaba ahora con un sistema diferente para proveerme de la misma.

Tenía lo que algunos solían llamar esclavos de sangre, personas que a cambio de algún favor importante consentían en que me alimentara de ellos. Algunos lo hacían por avaricia o ambición, deseando subir de nivel social o salir de la pobreza, otros por deseos de protección o simple desesperación, y existían aquellos que veneraban a los vampiros como si fuésemos dioses, llegando algunos de ellos incluso al fanatismo. Luego existían quienes soñaban con alcanzar nuestro favor deseando llegar a ser uno de nosotros.

Por supuesto yo les compensaba bastante bien dependiendo del caso pero siempre con dinero y otras comodidades, no era yo una vampiresa que convertía a un humano con ligereza... De hecho habían transcurrido siglos sin que me hubiese detenido crear alguno, aunque me hubiera sido fácil el hacerlo si hubiese deseado terminar con mis días solitarios y proveerme de algo de compañía de esa manera. Tampoco escogía a cualquiera para alimentarme de él, mi selección siempre era cuidadosa, aunque tampoco era algo escrito en piedra, de vez en cuando se presentaban ocasiones al azar en las cuales podía alimentarme de alguien más de forma inesperada.

Me detuve  en mis pensamientos al observar al licántropo mientras éste le entregaba unas monedas a una anciana, ese pequeño gesto no me paso inadvertido ni tampoco el que mencionara que había acabado con la vida de su propio abuelo. Aunque no fuese demasiado obvio le vigilaba mientras caminábamos, sabía que él no pasaba por alto el hecho ni tampoco dejaba de observar los movimientos que yo realizaba.

Ninguno se fiaba del otro y hubiese sido estúpido el olvidar que eramos razas enemistadas en principio por naturaleza y después por los mismos eventoss que me orillaban a odiarles. Pero había algo más con respecto a los licántropos, les aborrecía por su misma esencia, por la manera en que muchos de ellos habían llegado a ser lo que eran, por el escaso control del que muchos hacían gala. Estaba convencida de que los vampiros éramos superiores a ellos en muchos aspectos y además éramos mucho más astutos.

Sin embargo capturó mi atención la larga explicación que me brindó el licántropo acerca de las esferas, mostraba dominio sobre lo que estaba diciendo, aunque sonreí de medio lado al escuchar su comentario sobre la magia recordando todo aquello de lo que había sido testigo durante todo el tiempo en que había visitado tantos lugares diferentes en innumerables tierras. ¿Pensaría lo mismo si hubiera visto lo mismo que yo?

-Entonces eres una especie de inventor...- Rompí mi silencio al observar el joven rostro del licántropo y sus oscuros ojos, que de haberme encontrado en diferentes circunstancias o en un tiempo completamente diferente, cuando aún era humana, habrían llamado mi atención. Reflejaban estos una serena inteligencia al igual que lo hacía su rostro y parecía saber de lo que hablaba al explicarme el mecanismo del funcionamiento de las esferas.

Volvió a mi el interés por las mismas, mis ojos se desviaron unos segundos hacia su bolso de cuero, por la manera en que caminaba concluía que cargaba cierto peso, así que aún debía tener algunas allí, pero lo más interesante no era precisamente eso, sino el determinar cuales podrían ser otras de sus invenciones.

-Asumo que tienes algún laboratorio, taller o un lugar adonde te dedicas a trabajar. Ladeé mi rostro observándolo bajo la tenue luz que ahora nos iluminaba al caminar por en medio de los callejones alejándonos de esa manera de aquel en el que habíamos estado y en el cual no perdería mi tiempo en recordar.  

Por su pregunta parecía bastante interesado en lo que acababa de informarle, a la mejor imaginándose que tenía alguna relación con la muerte de la joven del retrato. Me encogí de hombros. -Llevo algunos meses indagando al respecto. Al principio parecían hechos al azar, especialmente porque París cuenta con su propia dosis de desquiciados que se aprovechan del alcoholismo de algunos y la prostitución de otros para acabar con la vida de esos miserables.- A decir verdad, el destripamiento de jóvenes hombres y mujeres en los barrios bajos de París, la existencia de algunos asesinos en serie, era algo que sucedía mayormente por las noches.

-Pero luego comencé a notar la relación entre uno y otro. Algunas marcas, ciertos métodos de tortura, el que se tratase frecuentemente de licántropos...- Suspiré, retirando con mis dedos un mechón de cabello rubio que la brisa se empeñaba en colocar frente sobre mi rostro y fijé mi mirada en la de él. -Ya que te tomas la molestia de presentarte, podrías enseñarme tu lugar de trabajo.- Caminé lentamente, dándole tiempo de pensar en su respuesta, si le interesaba lo que yo sabía por qué no estar dispuesto a enseñarme sus creaciones.

-Tal vez puedas ilustrarme un poco más enseñándome otros de tus inventos.- Lo tomé del brazo para jalarlo conmigo hacía la oscuridad de un callejón y de esa manera resguardarnos en silencio un momento entre las sombras mientras unos cuantos guardas de la fuerza policial pasaban corriendo a unos pasos de distancia. Alguien habría escuchado los anteriores gritos seguramente y habría alertado a las autoridades locales.

Me mantuve en silencio unos minutos escuchando las indicaciones que se daban unos a otros sin moverme en lo absoluto, notando únicamente la acompasada respiración del licántropo que se encontraba a un lado mío y cuyo pecho realizaba un movimiento tenue al subir y bajar. Le indiqué con un movimiento de cabeza que me acompañara subiendo por la escalerilla lateral de una de las casas contiguas al callejón para colarnos en medio de algunas de ellas y saltar un par de bardas, cosa bastante sencilla de realizar para un par de seres sobrenaturales con los sentidos y la agilidad desarrollados como los nuestros.

Al encontrarnos ya más alejados de la zona lo contemplé frente a frente esperando una respuesta de su parte. -Sería un mejor lugar para continuar la conversación en lugar de continuar deambulando por la calle.-
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El Camino de la Oscuridad [Matthew Belmont] Empty Re: El Camino de la Oscuridad [Matthew Belmont]

Mensaje por Matthew "Matt" Belmont Miér Dic 18, 2013 12:33 am

Cuando la mujer tomó del brazo a Matthew fue capaz de sentir la fuerza sobrenatural que poseía, su abrigo amortiguó la presión de la mano, pero era casi perceptible el filo de sus uñas afiladas como diamantes. Se ocultaron en el callejón, los policías estaban a unos metros bajo la luz de la calzada, se dirigían al sur.

-Debí utilizar el ácido carbónico—susurró mientras subía unas escaleras detrás de la chica vampiro—habría evaporado la sangre del callejón en un minuto.


Cuando comenzaron a saltar las bardas y el helado viento invernal chocaba en sus rostros  el joven licántropo comenzó a disfrutar de la caminata nocturna, se estaba convirtiendo en algo menos aburrido que una cita con una mensajera de la logia masónica inglesa. Matthew seguía enfocado en llegar al punto de encuentro indicado por la carta, pero la información que estaba recolectando de la vampiresa era cada vez mayor y más útil. Mientras corrían al otro callejón y brincaban la segunda barda se enfocaba en analizar todo lo anteriormente mencionado por la vampiresa.

“Asesinatos en serie, generalmente licántropos. La policía de Paris nunca me informó de los casos que ocurrieron a las afueras de la ciudad. Por lo que veo hay corrupción dentro de la misma policía, probablemente algún mandatario está relacionado con los homicidas o cómplices… debe existir alguien interno cubriendo sus masacres…”


La pareja llegó a un sitio más al norte, casi llegando a los límites de la ciudad, se habían alejado lo suficiente del bullicio causado por la vampiresa. En otras circunstancias la aventura pudo haber sido más tranquila, pero no por ello menos peligrosa. Ella le propuso ir a un lugar tranquilo para conversar, quería saber cuáles eran los otros inventos de Matt, pero revelar todas sus invenciones lo dejaría en desventaja, comenzaba a confiar en ella como una útil informante, pero el recelo instintivo era superior a su candidez. Debía ser cauteloso.

-Podría decirse que soy un inventor—le dijo sin voltear a verla—, soy un alquimista y trabajo en el palacio de Louvre. Si quieres ver otros de mis inventos tendrás que acompañarme a una parada urgente. Voy demasiado tarde… andando.

Fue la segunda ocasión que sintió la helada piel de la vampiresa, le tomó de la mano unos segundos para guiarla a un par de cuadras al noroeste, estaban muy cerca del lugar donde él se tenía que encontrar con Angelique. El aire comenzó a fluir en brisas gélidas del norte atiborrando las nubes y ocultando las estrellas, apenas transcurrieron unos minutos cuando los primeros copos de nieve descendieron sobre las calles de los suburbios. Alcanzaron a refugiarse en un edificio de dos pisos que aparentaba carecer de cualquier cosa especial, pero tenía el símbolo de la logia grabado sobre el picaporte de la entrada principal.

-Mi tatarabuelo introdujo a la familia Belmont a la logia masónica hace mas de cien años—le explicó mientras cruzaban el umbral del pórtico—, el me convirtió en licántropo, yo se lo pedí, y después lo asesine… no fue a voluntad, yo apenas era un adolescente.


Matthew notó que la joven no fue completamente apática ante su breve historia, él era consciente de las razones por las cuales existían muchos licántropos. La mayoría habían sobrevivido a ataques, se reproducían como una epidemia, pocos o quizás nadie accedía a voluntad propia a la maldición de la luna. Avanzaron por el penumbroso vestíbulo hacia un pasillo, daba la impresión de que el edificio estaba vacío.

-Recibí una carta de la logia Inglesa, mandarían a una joven llamada Angelique Blunt con un mensaje importante a esta locación. Una vez me sea entregado te ensenare el rezón impulsado a vapor, los cristales aturdidores  y otros inventos que he creado.

Cuando un mensaje era alta confidencialidad se pasaba solamente de forma verbal a través de mensajeros secretos de la logia al servicio de las familias de alto rango como los Belmont. La joven Blunt descendía de una familia dedicada al servicio militar, sin embargo carecían de un alto prestigio dentro de la logia.

Avanzaron por un pasillo más oscuro que el vestíbulo hacia la parte posterior del edificio. La penumbra era tétrica combinada con el crujir de la madera por debajo de los finos tapetes Turcos con los que estaba tapizado el suelo. Llegaron a una puerta con paneles enmarcados y Matthew se detuvo antes de abrirla.

-Todavía no me has dicho tu nombre—le sonrió mientras devolvía la mirada antes de pasar a la habitación.

Si la vampiresa iba a responder no lo pudo saber en ese instante. Cuando la puerta se abrió un sonido aturdidor les activó  los reflejos al máximo nivel. Una ventana se quebró en mil pedazos mientras una silueta salía huyendo en las sombras de la noche. Había muebles destrozados y un piano partido a la mitad en el otro extremo del cuarto, y encima del piano estaba el cuerpo de Anquelique. Estaba inconsciente.

Matthew corrió a revisar su pulso mientras su acompañante cubría la ventana con una cortina gruesa. Quien quiera que causo todo ese destrozo ya estaba lejos, pudieron escuchar una carrosa alejándose a todo galope de ahí.

-Quizás tenga algunos huesos rotos, sobrevivirá—alzo la mirada para observar a la vampiresa—, alguien no quería que recibiera el mensaje. No estamos en un lugar seguro, quizás debamos ir a mi taller.

Probablemente lo mejor era salir corriendo como el demonio de ese lugar, si era un asesino a sueldo quien atacó a Angelique no cumplió con su trabajo, y quien le contrató no tardaría en mandar más matones a limpiar terminar con la tarea. Tenían solamente unos minutos para actuar.

“El asesino era un novato, dejó demasiada evidencia de un ataque. No dudo que la chica se defendió bien, él no se fue limpio. Lo mejor será atenderla rápido para que recupere la conciencia, debemos ir a un lugar seguro… a uno verdaderamente seguro”

Matthew se dispuso a cubrir con su abrigo  el cuerpo de Angelique para después cargarla sobre su espalda. Debían tomar una decisión  pronto, el lugar no era seguro. Antes de que comenzase a avanzar a la puerta para regresar al pasillo notó que la joven vampiresa se acercaba a los vidrios rotos de la ventana. Había un objeto brillante entre los cristales y astillas del suelo que llamó su atención. Se agachó a recogerlo mientras lo observaba con asombro, despues de eso miró en silencio a Matthew.


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El Camino de la Oscuridad [Matthew Belmont] Empty Re: El Camino de la Oscuridad [Matthew Belmont]

Mensaje por Liv Nordström Lun Dic 23, 2013 9:49 pm

No me agradaba recibir órdenes, fuese de quien fuese, por lo que el tono imperativo del licántropo produjo que en mi rostro se dibujase una mueca, cosa que él no alcanzó a ver al encontrarse ya en una marcha acelerada hacia quien sabe adonde. Tampoco me interesaba averiguar que asuntos le ocupaban a estas horas de la noche, me limité a seguir el mismo trayecto y escuchar sus palabras, volvía a mencionar a su abuelo. El que lo trajese a colación frecuentemente me indicaba que dicho tema debía inquietarle bastante a pesar del tiempo transcurrido, no me extrañó que me hiciese dicha confesión, a veces resultaba más fácil hablar con un total extraño que con alguien que veías todos los días, también me indicó que tal vez el licántropo carecía de amigos cercanos.

Al llegar a destino me introduje junto con él en el oscuro edificio, estuve a punto de revelarle mi nombre, parecióme que podía satisfacer esa curiosidad o simplemente me resultó más conveniente ya que el intercambio de nombres facilitaría cualquier contacto si en algún momento volvía a presentarse la ocasión, lo cual bien podría suceder si llegábamos a realizar algún acuerdo relativo a sus inventos.

El estruendo del cristal roto desvió mi atención abrúptamente, mi primera reacción fue creer que nos encontrábamos bajo algún tipo de ataque pero no tarde en darme cuenta de que más bien se trataba de una fuga. Me acerqué al marco de la ventana justo en el momento en que escuchaba los cascos de los caballos que anunciaban que fuese quien hubiese sido se alejaba ahora a toda velocidad. Todo este asunto resultaba bastante enigmático, ¿para qué tomarse tanta molestia para interceptar un mensaje a menos de que se tratase de algo importante?

-¿Y esa logia masónica tuya es pacifista?- Una semisonrisa cargada de ironía curvó mis labios, recelaba de cualquier tipo de organización que operara en las sombras, especialmente las que solían proclamarse progresistas y buscadoras del bienestar común.  Mi mirada se detuvo entonces en algo brillante que destacaba en el suelo, me incliné y lo tomé en mi mano haciéndolo girar pensativamente, era un indicio que podía llevarnos de vuelta al intruso.

-Un anillo...- No era un anillo corriente sino bastante antiguo y por su aspecto, de bastante valor. Sonreí al pensar que podría rastrear su procedencia y tras mostrárselo a mi acompañante lo guardé en uno de mis bolsillos. Vestía yo algo masculinamente para los estándares de Paris adonde la época imponía a las mujeres el uso de corsets y largas enaguas. Quebrantando esa tradición había realizado mi salida nocturna enfundada en un par de pantalones similares a los que usaban los mozos de cuadras, los cuales quedaban bastante ocultos bajo el largo de mi capa cuya capucha llevaba baja dejando suelto y a la vista mi rubio cabello, vestuario que me permitía llevar cuando salía sola de noche y no anticipaba encuentro social alguno.  

-Será mejor ponernos en marcha.- Tiré del codo del licántropo en dirección a la ventana, la misma que acababa de utilizar el intruso y ágilmente nos escabullimos por la parte posterior del edificio justo en el momento en que una serie de carruajes se estacionaban frente a él y varias figuras descendían de los mismos corriendo hacia el interior. Refuerzos seguramente.

-¿En qué demonios me has metido?- Le indiqué con el índice sobre mis labios que no me respondiera aún y usando nuestras habilidades trepamos al techo de una de las casas. Se encontraban en este barrio una pegada a la otra de manera sucesiva por lo cual fue sencillo proseguir el camino usando ese método. -Será mejor que me des algunas respuestas.- Lo tomé de la mano un momento haciéndolo parar, lo cual hizo de una forma un tanto brusca por lo que un ligero gemido brotó de la garganta de la mujer que llevaba sobre su hombro, seguramente tenía algunas costillas rotas.

-¿Estás seguro de que no tienes idea de cual era el contenido del mensaje?- Fijé mi mirada en sus oscuros ojos aguardando una respuesta, si me mentía lo intuiría y lo vería en ellos, aunque de pie bajo la luz tenue de los rayos de luna, algo había en su juvenil aspecto que volvía a inducirme a creer que no había habido más que honestidad hasta el momento.

-Llévame a tu taller.- Señalé hacia la chica con un leve movimiento de mis dedos. -A lo mejor algo podrá decir ella de todo esto.- Resoplé algo molesta por el desvío ocasionado por el incidente y por olvidarme hasta ese instante de que no debía interesarme en los asuntos del licántropo sino en los míos propios siempre y cuando no me involucrase a mi misma en algún lío.

El silbido de un objeto que seguía una trayectoria directa en nuestra dirección alcanzó la fina percepción de mis oídos, empujé al licántropo fuera del alcance del mismo, escuchando el sonido que producía al caer y golpear una teja. Una bala de plata. Volví a escuchar el mismo sonido, los disparos se incrementaron. Giré sobre mi misma y eché mano con ambas manos a un par de revólveres y comencé a disparar en la dirección de su procedencia. -Por cierto, mi nombre es Lynnae Nordskov.-
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Mensaje por Matthew "Matt" Belmont Mar Dic 24, 2013 3:08 pm

-Mi nombre es Lynnae Nord…. ¡Zum!

Los disparos en respuesta al atacante que los seguía por las cornisas no le permitieron a Matt escuchar el resto del nombre de la chica, al menos sabía que su nombre de pila era Lynnae, escandinava, o siberiana, definitivamente era nórdico. Se veía muy molesta por la situación en la que se encontraban, no era la única, atacaron a Angelique y Matthew estaba furioso.

“La policía llena de corrupción, asesinos seriales en busca de licántropos, la inquisición estará en guerra con los masones o un cazador se ha percatado de nuestra presencia… sea quien sea dudo que haya sido el mismo que ataco a Anguelique… quisiera tener más respuestas y menos deducciones.”

-Por aquí—indicó Matthew al ver una calle despoblada a la que podían descender—debemos alejarnos de los disparos.

Al saltar una bala paso entre los cabellos de Lynnae, la vampiresa estaba tan llena de sorpresas como el mismo Matthew, él se agradeció a sí mismo de no haber confiado del todo en ella, pues pudo fácilmente ser derrotado por alguien así. A menos que el tuviera unas cuantas sorpresas también.

“¡Las esferas de luz!”

Al descender al callejón Matthew bajó un segundo a Angelique para usar su mano izquierda y tomar una granada. Con la mirada indico a Lynnae que debían doblar por el recodo del callejón, quería sorprender a su atacante pero más que nada quería saber su procedencia o la razón por la cual les estaba atacando. Era obvio que para matarlos, ¿pero qué habían hecho ellos?

-Creo que te he metido en asuntos familiares—le dijo en voz baja a Lynnae sin quitar la mirada de la cornisa por la que bajaron.

Alcanzaron a ver la silueta del atacante, la sombra de su sombrero no permitía que le vieran el rostro, era evidente que no pertenecía a la inquisición, no poseía ninguna insignia ni uniforme típico de ellos. Además Matthew estaría informado al respecto, no tenía muchas amistades, pero si de una red de contactos que le permitían saber si algún inquisidor estaba rondando la zona. El cazador saltó y mientas descendía Matt activo la granada y la dejo rodar hacia donde caería.

¡Flash! La luz les daría tiempo de alejarse y perder el rastro, solamente necesitaban un distractor. Corrieron hasta una calzada principal que por las altas horas de la noche estaba casi vacía. Pero había ambiente, transeúntes y luces por doquier, no era tan oscuro como los callejones, estaban entrando al centro de Paris, unas calles más y llegarían al palacio de Louvre.
Matt le entregó la ultima granada de luz a Lynnae, en caso de que el cazador les siguiera hasta ahí deberían utilizarla como último recurso.  Entonces él se acercó a unos montones de basura y se agachó con Angelique aun en brazos, había un par de perros a los cuales miró fijamente como si tratara de comunicarse con ellos.

“Hola Kaiser, necesito que traigas a tus amigos, hay un hombre malo que nos quiere hacer daño. Huele a aserrín y trufas, quiero que le ladren y corran a su alrededor de forma desquiciada. Si hacen bien todo mañana tendrán un banquete a la orilla del rio.”

En ese momento el perro ladró a Matt y se fue con su perro acompañante perdiéndose entre las calles contiguas. Lynnae le miró interrogativamente, queriendo saber que acababa de hacer en los segundos que miro al perro, por un momento parecía que le miraba como si fuese un demente.

-No estoy loco—le dijo mientras reanudaban su carrera a Louvre—, estaba pidiendo refuerzos.

Unos segundos después se pudo escuchar una docena de ladridos provenientes de los callejones al este. Una jauría de perros callejeros venían en camino, y ellos se perdían en las sombras hacia el palacio de Louvre.

-O descubrió lo que hiciste horas atrás en los callejones, o piensa que estamos secuestrando a mi amiga. Dudo que tenga algo que ver con el ataque de Angelique…—sonrió al ver la codiciosa mirada de la vampiresa sobre la granada que le entregó momentos atrás—, si no la llegamos a necesitar puedes conservarla.


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El Camino de la Oscuridad [Matthew Belmont] Empty Re: El Camino de la Oscuridad [Matthew Belmont]

Mensaje por Liv Nordström Vie Dic 27, 2013 3:26 pm

Mientras corríamos abrí mi capa y devolví ambos revólveres a sus fundas a ambos costados de mis piernas. Los disparos habían cesado y no había rastro del sujeto del sombrero. Me resultaba frustrante el no haber podido ver su rostro aunque la conjetura de Matthew acerca de la posible identidad del sujeto sonaba más que razonable, todos los indicios apuntaban a que se trataba de un cazador. Sea como fuere no me agradó la idea de tener a uno de ellos tras mis pasos y tuve la seguridad de que no sería la última vez que me toparía con él, sólo que la próxima vez estaría mejor preparada y seguramente él también.

Miré de soslayo a mi acompañante cuando me indicó que podía conservar la granada que llevaba en la mano y ni corta ni perezosa la guardé bajo mi capa, apreciando el regalo. Observé pensativa al joven licántropo mientras avanzábamos encontrándonos ya a tan solo una calle de distancia del palacio de Louvre. Se había manejado bien con los recursos de los que disponía, nuevamente las granadas habían cumplido su objetivo en el momento preciso y tenía la sospecha de que lo que sea que hubiera hecho tenía que ver con los ladridos incesantes que aún se escuchaban en la lejanía.

Rodeamos el palacio hacia el norte y nos dirigimos a una de sus áreas laterales, adonde uno de los centinelas uniformados se acercó a nosotros, noté que reconocía a Matthew por la manera en que lo saludó pero antes de que hiciera cualquier pregunta con respecto a la mujer que él aún cargaba en su hombro me apresuré a acercarme y clavando mi mirada en sus ojos de manera que la intensidad de los mismos ejerciera su influencia sobre él, le ordené:

-No digas nada, ni alertes a tus compañeros, el sr. Belmont ha venido a continuar su trabajo en el taller por lo que permanecerá allí unas horas después de las cuales los tres nos marcharemos. Olvida que me has visto y que has visto a la mujer que viene con nosotros.-

Tras escuchar mis palabras el centinela asintió y se hizo a un lado permitiéndonos el paso.

-Tal parece que el destino no quisiera que vea tu taller.-

Comenté con una media sonrisa, avanzamos por una serie de corredores, a estas horas de la noche se encontraban estos vacíos. Podía apreciar que esta era una zona más restringida por lo que imaginé que se limitaba la entrada a las personas que como Matthew tendrían alguna función en especial. El se movía ahora más rápidamente probablemente preocupado por la dama que aún llevaba consigo la cual comenzaba a quejarse un poco más en un estado algo más despierto pero aún en la semiinconsciencia. Pronto habría que atenderla porque esas fracturas que tenía le provocarían un dolor intenso.

Entramos finalmente en una estancia adonde observé un par de sillones en uno de los cuales podría él depositar a la mujer. Coloqué mi capa en el mismo para que la mujer pudiese cobijarse con ella, para un mortal el frío invernal de estas horas sería más aquejante. Llamó en ese momento mi atención el sentir algo pegajoso en mi pecho y al bajar la mirada observé una mancha rojo sangre en mi camisa blanca de franela, desabotoné los dos botones superiores y observé una herida muy cerca del lugar adonde se encontraba mi corazón.

-No tendrás de casualidad un cuchillo por aquí o si?-

Uno de los viciosos proyectiles me había alcanzado y aún se encontraba enterrado en mi carne, me sentí un poco aturdida. Para un vampiro una bala de plata no era tan nociva como para un licántropo para quien resultaría mortal si alcanzaba el corazón, me había pegado a unos centímetros del mismo. El cazador no tenía tan mala puntería, sonreí al pensar en eso, al menos por una vez me encontraba con alguien digno del título, podía sentir la bala y la incomodidad de encontrarme herida, no era una sensación agradable.

-El cazador ha de haber pensado que era una licántropo, no sabía que lucía como una de los tuyos.- Intenté bromear y miré a mi alrededor exhalando, deseando algo de paz en medio de esta noche agitada, y esperando que toda esta molestia valiese la pena y pudiese descubrir pronto los inventos de los que él me había hablado, comenzaba a perder claridad de las cosas, los objetos a mi alrededor perdían su forma tornándose un tanto borrosos.
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