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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Darío Ciancimino Mar Dic 10, 2013 7:00 pm

"Ho incontrato il tuo sorriso dolce
con questa neve bianca
adesso mi sconvolge
la neve cade, cade, cade pure il mondo
anche se non è freddo"


-Franco, tráeme lo de siempre ¿Quieres?-

Guiño viéndole

  -De acuerdo Darío, dammi un attimo-

Dice el hombre colocando el trapo que usaba para limpiar las copas sobre sus hombros.

-Grazie mi amigo-

La noche avanzaba muy rápido, el sol se había despedido del cielo semi-nublado, como si lo persiguiera la Luna, cual celosa amante de la Tierra, reclamando su lugar sobre el firmamento para levantarse sobre las cabezas de los mortales y decirles: Es mi momento de ser amada.
En esta ciudad de sombras y murmullos, los cuentos acerca de fantasmas y las leyendas urbanas, comenzaban a tomar vida y se materializaban, había pocas personas a esas horas de la noche en la calle, eran prevenidos, respetaban sus vidas y estaban dispuestos a seguir viviéndolas tranquilamente. A Darío solo le preocupaba una cosa… El maldito frio que estaba haciendo afuera. Había bajado la neblina y los caminos se habían cubierto de nieve, aunque era todo visible gracias a las luces de las farolas, de un manto grisáceo y frio que le habría erizado la piel a cualquiera.


-Esta noche me quedo en el hotel-

Aun así, con todo el ambiente tenebroso de esa noche de inicio de semana, parecía tener a su clientela de costumbre, más un par de extranjeros afroamericanos que jugaban al ajedrez en una de las esquinas, ambos degustaban un tarro de la mejor cerveza del lugar y se reían de los demás y de las historias que se contaban. Los borrachines de siempre se encontraban perdidos en sus charlas y juegos de mesa, conquistando a las mismas mujeres de cada noche que les arrancaban hasta el último centavo de los bolsillos (nadie dijo que era un lugar familiar ¿O sí?)

Siempre había uno en la ciudad, uno que los hombres frecuentaban porque creían que eso los haría ver más rudos. Franco, el cantinero y dueño, se alegraba de que siguieran creyendo eso y a Darío, le quedaba de paso.

Franco era un hombre italiano de complexión robusta, de escaso cabello en la cabeza pero con un gran bigote que nos hace pensar en el clásico “pizzero italiano” en su más amplia y estereotípica imagen, sus brazos descubiertos y marcados por algunos tatuajes lo habrían colocado en los ojos de algunos carabinieri, que quisieran hacer famosos atrapando a un miembro de la mafia italiana. París era una gran mezcla de razas solamente.

Todo era tranquilo y rutinario esa noche, no había nada fuera de lo normal… excepto una cosa…


-Franco… ¿Dónde está mi trago? Quisiera irme a casa antes de que salgan las brujas y vengan tras de mi, Darío es sabroso en esta época del año-

-“ Pazientare” Darío, en la habitación del hotel nadie te busca y aquí nadie te ahuyenta ¿Cuál es tu prisa?... ten, sabes que la primera la invita la casa de Franco "¿Se?”-

Darío sonrió y bajo la mirada resignado, tenía mucha razón

-Siempre sabes que decir-

Tomó su trago, Whiskey en las Rocas, y se dedicó a mirar a su alrededor, relajando el cuerpo y dejándose caer sobre la silla y la barra, quedando completamente a sus anchas y con los brazos extendidos, logrando que las muñecas salieran de su chaqueta y rozaran la madera donde se encontraban las botellas y los porta vasos para las mismas.

El aire olía bien…

-*sniff* ¿Es eso perfume?-
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Mensaje por Elene Rossato Vie Dic 20, 2013 10:29 pm

‘’ A veces todo es tan mágico que pareciera que no se puede tocar y es ahí, cuando en la mitad de la nada recuerdas que está maldito…’’
Había cierto aire de intriga, ese día había llegado una invitación a la mansión Rossato. Un sobre color salmón con una cinta mantequilla que hacía juego con las letras doradas le adornaban ‘’D. C.’’ firmaba aquello. Los ojos de Elene se hicieron sonrieron con cierta satisfacción, al saber que estaba siendo invitada a una de las jornadas de actualización sobre los nuevos experimentos en combate con la peste negra que había azotado hace unos siglos atrás  y por orden de los reyes de los países más influyentes de Europa se había pactado hacer cada cincuenta años un día conmemorativo por aquellas millonésimas muertes, crear planes de control entre otras cosas. Un brillo se forjó, desde hace mucho no se sentía tan animada, era como si una ola de calor le llenara de nuevo el alma y con una sonrisa saltó de la cama, como futura aprendiz de médico debía de mantenerse en completa actualidad aunque aquello parecía ser un tabú todavía entre la sociedad parisina.
Las sirvientas comenzaron a vestirle. Un hermoso vestido rosa pastel bien pomposo y un chaleco del mismo color, cabello suelto y unas zapatillas blancas, que hacían juego con sus guantes. Se dio ella misma un remoquete con maquillaje, no mucho, odiaba estar cargada de esos polvos de colores. Y su carruaje le llevó hasta el centro de París. Acercándose al bullicio, su rostro pálido y rejuvenecido miraba por la pequeña ventanilla cuando se volvieron a cruzar pensamientos extraños por su cabeza, recuerdos, heridas. Se negó esas ideas, se había propuestos que ese día sería feliz. No más recuerdos tristes. El carruaje se detuvo, ella releyó la invitación, daba órdenes claras que la jornada sería de ocho de la mañana hasta las cinco de la tarde y que incluía hospedaje en un hotel que estaba a la par del salón en donde se estaría realizando dicho evento. Sorprendida negó, no había ido preparada para quedarse, pero dentro de ella una espina crecía como nudo ahogándole, por una extraña razón se había dicho que pasaría ahí esas tres noches. Se bajó del carruaje y sonriendo se abrió paso a tan importante evento.
Después de horas largas de trabajo, su cuello dolía, su espalda estaba caliente y sentía cierto ardor en sus piernas, viendo a todos lados  giró de manera delicada su cuello dándole un pequeño estirón. —Necesito una copa de algo- dijo con cierto desairé y le preguntó a uno de los cuidadores del salón si había un bar, recordó el hotel donde se había hospedado y un famoso bar italiano que prometía pasar un buen rato, ella solo buscaba una copa antes de dormir. Cruzó la calle y ahí estaba. Se dio paso por las entradas y el chillar de la campanilla sonó dándole la bienvenida. Las voces se oían a lo largo y comenzó a ver el sitio con más detenimiento. Era realmente una belleza, elegante, con muchas cosas italianas, lo sabía porque en su casa habían sólo cosas de su país natal. Cruzó por unas cuantas mesas y uno de los meseros preguntó si deseaba una mesa, ella negó de inmediato —Voy a la barra- murmuró con una sonrisa fingida y exhausta. No se percató de quienes estaban a su par sólo tomó asiento.
—Una copa de licor de anís por favor- sonrió al camarero y posó sus manos sobre la barra, estaba agotada, los modales y la etiqueta podían esperar. Últimamente no dormía bien y estar sentada escuchando a los hombres jactarse de sus inventos sin dar crédito a las damas que los acompañaban le tenía irritada, posó su cabeza sobre sus manos cuando escuchó que su copa estaba servida —Grazie- dijo casi natural con una sonrisa sincera al hombre que le había servido, no usaba su acento muy a menudo pero quizás se sentía como en casa. Respiró suave y de su lado izquierdo sintió como unos ojos se clavaban bordeando alrededor de su cuello y espalda, disimuladamente giró y se topó con una negra mirada.
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Mensaje por Darío Ciancimino Sáb Dic 21, 2013 3:47 pm

"y es como el sueño que surge de adentro, nada se ve ni se sabe, hasta el momento en que por tu mente el pase"


Entretenido en su actividad cotidiana, pretendiendo ser un humano más en el mundo que disfrutaba del ambiente del lugar, no, no podía pretender que lo estaba disfrutando en realidad, pero era agradable ver como aquellas personas se veían encantadas, esa era la magia que él buscaba día a día, nada podía sorprenderle en realidad, excepto por… más extranjeros. Pero ¿de qué se quejaba? Si él y hasta el mismo barman venian de otro país.

Había más gente entrando y a la mayoría de ellos no los conocía, tal vez era porque en los pocos días que había recurrído a los tragos de aquel lugar, siempre solía perderse en sus propios problemas, nada más le importaba más que su vaso estuviera lleno, en ocasiones, el mismo Franco tenía que llevarlo a su habitación del hotel, lo cual no le agradaba mucho, porque siempre era a altas horas de la madrugada y el señor era un hombre supersticioso, los mismos lugareños y los gitanos que de vez en cuando visitaban la ciudad de París, hablaban sobre aquellos que habían muerto en la oscuridad, fantasmas sin cabeza que deambulaban por las carreteras, imágenes obscenas de los que sufrieron accidentes en la carretera, aullidos de almas penantes que sufrían la misma agonía que tuvieron en vida ahora en la muerte.

Lamentablemente Franco ya había hablado con él y le había dicho que si volvía a ponerse ebrio, sería mejor que estuviera acompañado, porque la siguiente vez no lo ayudaría a volver, tendría que arriesgarse a dejarlo ir solo, aun cuando eso le acarreara problemas con la justicia. Después de todo… era más fácil lidiar “con los de azul”, que “con los de blanco”. Eso decía.

-Ti senti bene Darío, bambino? Luces leggermente introspectivo…-
Dijo Franco…

-Vamos viejo, sabes que me gusta que hablemos tan seguido en italiano… ¿Conoces el idioma de este gran país? Vamos, no me jodas-

Dijo Darío, tan solo ladeando su rostro por un momento, antes de notar que desde fuera del bar, que ya casi se encontraba abarrotado (tal vez por el hecho de que era el único que aún seguía en pie por la zona) se acercaba una chica, era peculiar y completamente ajena al lugar, jamás la había visto por ahí, pero había algo en su andar, algo en la sombra que había en sus ojos que le llamaba su atención y que hasta cierto punto, le causaba inquietud.
Cuando ella avanzo hasta la barra y pidió su bebida, Darío rio en silencio, desviando la mirada mirándole y ahogando una sonrisa  en ese movimiento, dio un trago a su whiskey y lo dejo sobre la madera de la barra. Dirigió la mirada entonces a Franco, que le miraba con enojo, casi diciéndole:”Por algo te di el jodido porta vasos”. Entonces volvió a desviar la mirada hacia ella con una nueva risa silenciosa.

-El alcohol no te ayuda con los problemas, solo los ahuyenta por un rato, deberías ir a una farmacia-
Dijo al fin, tratando de sonar lo menos severo posible, sus palabras no eran precisamente amables, pero tampoco lo eran groseras, a veces solía ser demasiado directo.
Dirigió la mirada nuevamente a la chica, al tiempo que se erguía sobre su asiento, clavando los codos en la barra, para descansar un poco su cuerpo.
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Mensaje por Elene Rossato Lun Dic 23, 2013 10:29 pm

‘’Abraza la oscuridad que oculta el secreto, enreda tu alma, acuna mi cuento…’’


—Sólo un poco más…- se dijo así misma mientras esperaba con cierta impaciencia aquel toque de alcohol que haría más placentero el dolor y cansancio. Mecía sus manos haciendo un círculo en el borde de la mesa con una de sus uñas. Sus manos acobijándole tapaban su rostro. Estaba cansada, sintió aquellos segundos como longevas horas que jamás acabarían. La música sonaba con un clásico ritmo italiano, así la voz del cantante, era exquisito. Sentía cierto fervor por eso, estaba complacida de haber entrado sólo que es estaban tardando demasiado con su bebida.


Alzando la vista sonriendo casi modestamente porque era ella quien ensimismada había perdido la noción del tiempo. Cerró los ojos y olió ligeramente la copa de ‘’alcohol de anís’’ que había pedido, dio un sorbo generoso y sus papilas no pudieron evitar estallar. Realmente era fuerte pero quizás lo que necesitaba para olvidarse de los problemas por dos segundos. La música seguía su ritmo, de una canción algo triste cambiaba de manera seductora a un ritmo más bailable y sus hombros así como sus caderas se mecieron en un ‘’son extraño’’ siguiendo aquella sinfonía. Le creerían loca pero qué no se había dicho que esta noche la etiqueta no valía. Un ardor inminente recorrió su yugular. Giró su vista hasta la derecha y vio a un hombre bien parecido de un extremo de la barra que con sus ojos escrutadores le clavaba la mirada.


Un aire frio le recorrió la parte baja del abdomen como si sintiese que fuese a vomitar el alcohol. Estaba exhorta. Sonrió a esos ojos enigmáticos que prometían más que una copa, un misterio, un secreto. Quizás estaba alucinando y por eso su sonrisa era más de retrospectiva que de cortesía era para ella con sus paranoias. Cuando la voz masculina de quien hace un momento le escarbaba con la mirada, giró levemente y apenas logró escuchar sus palabras, otra sonrisa gentil salió de su rostro  negó su enunciado —En realidad no estoy tratando de ahuyentar nada-  alzó una ceja como si aquel se hubiese metido en territorio de nadie —Estoy pasando un rato para tratar de liberar pensamientos de hombres que creen saber qué piensa o siente una mujer- mencionó con cierto toque de sarcasmo y negación, queriendo ocultar el choque que las palabras de él habían tomado para ella pero era obvio, no le había servido de mucho. Estaba él pagando su molestia por aquella reunión? Trató de rectificar de inmediato Me disculpo… Monsieur, creo que he sido un tanto…- redimiéndose en italiano para mezclarlo con francés y sonrió —molesta, le ruego no haga caso- sintiendo como una mano se posaba sobre su hombro desnudado tras la falta de su abrigo, otro hombre.


Giró el cuello y con cierta molestia por la descortesía del hombre al tocarle de esa manera alzó l vista. El ebrio insistió que ella debería de bailar alguna pieza con ella a lo que ella negó de inmediato de una manera tranquila —No, muchas gracias ahora no deseo bailar- mentía pero tampoco es que fuese a hacerlo con un borracho —Pero mademoiselle sólo una pieza, no quiero usar la fuerza…- mencionó el hombre presionando sus dedos sobre la piel de ella haciendo que su cejo se frunciese y soltara un leve quejido —Dije que no- la desesperación le invadía. Comenzó a ver hacia todas direcciones en busca de algún guardia de seguridad pero no vio a nadie entonces alzó aquella copa media vacía de alcohol y se la tiró encima, rompiéndola en mil trozos. El hombre le tironeó del brazo y ella sin hallar qué tomar tiró levemente del traje del otro hombre con el que estaba hablando hace un par de minutos, como si con aquello le pidiera a gritos un auxilio.
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Mensaje por Darío Ciancimino Lun Dic 23, 2013 11:08 pm

"Nada suaviza más la noche que la melodía de su dulce voz"

-Mmm… yo solo decía-
Dijo al final, devolviendo la mirada hacia los ventanales que daban hacia la calle, le dio un gran trago a su vaso y termino con su contenido, entonces la dejo en la barra, pero antes de que siquiera pudiera llamar la atención de Franco para que le sirviera otro, el italiano ya había llegado con la siguiente preparada, no cabía duda de que el servicio en ese lugar era por demás excelente.

No conocía mejores lugares en Francia, que superaran lo que ese bar era, no era un sitio para todo tipo de público, pero era acogedor sin lugar a dudas, siempre había algo nuevo que ver, y con anterioridad, cuando se llevaban actos musicales al escenario, la cosa se ponía mucho mejor, pero por falta de público a esas horas de la noche, y la superstición, había tenido que cancelarlo. Era una lástima, había talento en esa pequeña y tenebrosa ciudad.

Poco a poco se fue concentrando, perdiendo la noción del tiempo y del espacio, sumiéndose en las imágenes que pasaban frente a sus ojos, recordando su pasado, todo lo que tuvo que vivir siendo aún un niño, todos aquellos experimentos que hicieron con el y con su cuerpo, hasta el momento en el que se escapo de los magos que le tenían prisionero justo en el momento en el que ponían un pie sobre el otro lado del campo, un grito descontrolado por parte de una pequeña disputa frente al bar, le hace saltar por un momento de su asiento y logrando descontrolarlo de mala manera.

Miro hacia todos lados, y se encontró con la mirada de la chica, que se disculpaba por su manera de responder…
-Descuida-
Dijo rápidamente, mientras recuperaba la serenidad tras el impacto de los fantasmas de sus temores
-Sé que no fue intencional-
Tomo su trago y lo bebió de un sorbo. Ya se encontraba mejor, mentalmente se repetía que solo estaba cansado, que todo estaba bien, que la noche aún empezaba a nacer y nada pasaba.

Mientras los dos platicaban un hombre en estado absoluto de ebriedad se le acerco a la joven y queriendo sacarle a bailar forcejeo ante su negatividad tironeándola del brazo hacia el mismo.
-Anda que…-
Exclamo rodando sus ojos al ver tal escena, y levantándose se acerca al ebrio colocándose al frente suyo.
-Si escucha bien, la señorita le exige que le deje tranquila-
Tomando de la mano de ella le hace a un lado y le sitúa tras de él, colocándose como un escudo.
-Puede ir a contratar a alguna cortesana si tanto es su deseo de bailar.-

Al ver la negatividad del sujeto observa como intenta lanzarle un golpe sin mediar palabras, por lo que lo esquiva y le toma por el cuello apretándole.
-Intentar resolver los problemas por las buenas no es tu fuerte cierto?-
Lanzándole contra una de las mesas de lugar cae el cuerpo del individuo rompiéndola.
-Franco mi dispiace, te lo pagaré!-
Sonriendo le dice al bartender, para luego dirigirse a donde yacía el cuerpo del hombre ebrio y colocadose de cuclillas le dice.
-A ver, podemos resolver esto de dos maneras, por las buenas o…-
Dejando mostrar sus colmillos
-O por las malas…-

Dicho esto último el sujeto emprendió veloz carrera saliendo del lugar como alma que lleva el diablo.
Levantandose y volviendo a la barra donde estaba nuevamente sentada la joven, se acomoda su traje y se sienta a su lado.
-No te preocupes… eso suele pasar muy a menudo-
Dijo tras el suceso, como tratando de suavizar el impacto
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Mensaje por Elene Rossato Mar Dic 24, 2013 12:49 am

‘’A veces las cosas preciosas están soterradas bajo un mármol impenetrable que no permite la llegada de luz pero una vez que se encuentran brillan como si su destello te pudiera despertar del duro invierno…’’

Era claro que ambos bailaban una sintonía diferente, Elene por un momento sintió la incomodidad en los ojos ajenos tras haberse perdido en el limbo, no sabía si regresaría pero estaba segura que por los gestos inexpresivos y aquella mirada fría no era algo bueno lo que se estaba transportando en aquella cabecilla, era como una música terrorífica de funeral, ella ladeó el rostro para ver el ambiente con más ánimo de lo que ella sentía en ese momento y con un trago más casi vaciaba su copa.

Sus ojos se clavaron en una pareja que bailaba de manera formidable una pieza de ritmo italiano con clase de manera que arrancó un suspiro inmediato del pecho de Elene y sus vellos se erizaron sonriendo de manera pasiva y casi de resignación. Se miró ella haciendo aquello pero dejó que la sonrisa se borrara por si sola mientras recordaba que no estaba sola y con vergüenza de que su compañero se haya percatado de sus pensamientos volvió en sí de una manera rígida y sus ojos se deslizaron por encima de su cuello con sutileza para clavarse de nuevo a él pero por suerte no lo había notado, al menos eso era lo que él creía.

Cuando las cosas comenzaron a calentarse, unos corrientazos de adrenalina le endurecieron las piernas, al tacto del hombre que apestaba a alcohol le enfureció tanto pero  a la vez se sentía indefensa que lo único que se le vino en mente fue tirarle la copa de alcohol cuando su mano fue tomada por el otro caballero del cual no sabía ni su nombre. Un momento más tarde ella se sentía protegida, hundida en la anchura de la espalda ajena que servía de barrera entre ella y el tipejo borracho. Todos sus músculos se tensaron y con una mano se aferraba al saco de tela de seda ajeno ocultándose tras él. Sus manos se juntaban contra aquello y sentía como expelía de su cuerpo el frío. —E-Espera- apenas y balbuceó cuando el otro hombre estaba por los aires volando y quebrándose la mesa que le había recibido con las manos abiertas.

Miró con intriga al barman, como esperando a que él hiciese algo, que detuviese aquello cuando aquel se separó para ir tras él. La gente enardecida, una corría hacia la salida, otra alentaba la lucha y ella parada en medio de la nada pues era su primera vez en una revuelta. Sus manos se fueron hacia su boca y sus ojos salieron de su órbita esperando que nada pasase pero algo muy malo debió de haber salido de la boca de su ‘’héroe’’ que lo había ahuyentado  haciéndolo correr despavorido.  Su cuerpo reposó en la barra y se sintió acalorada, quizás era el alcohol. Sus ojos se aguaron un poco y rápidamente resopló viendo como el otro venía a su respectivo asiento. Miró l suelo y no supo verle.

—Gracias...- dejó salir un leve susurro y tragó con dificultad —Pagaré por todos los daños- su voz sonaba un poco quebrada a lo cual aclaró de inmediato —Me llamo Elene… y ¿tu?- alzó la vista dándole su mano que aun temblaba por lo que recientemente acababa de presenciar.
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Mensaje por Darío Ciancimino Mar Dic 24, 2013 4:47 pm

"Quítale a un hombre lo que quiere más, y ya no tendrá nada que perder."


-No te preocupes, no tienes culpa en lo sucedido, así que no debes preocuparte por nada, y mucho menos por pagar algo que no- dijo viéndole de reojo, y continuando con lo suyo. Realmente no tenía muchas ganas de platicar con nadie y más pensando en la visión que había tenido hacia unos minutos atrás, de lo más aterradora. Pero era difícil perderse por esos rumbos, más teniendo en cuenta toda la acción que había esa noche.

Al poco rato de salir a perseguir a unos clientes que no pagaron su consumo, los chicos de Franco regresaron con los billetes en las manos, con una sonrisa ladina, y le entregaron el efectivo al dueño, quien en ese justo momento recogía la paga de la bebida que Darío había consumido

Estirando una mano para saludarla de la manera más cordial posible, regalándole una sonrisa rápida antes de pedir un nuevo trago -Es un gusto, Elene- Parecía que iba rápido esa noche, y sin embargo no era nada un tercer trago para él, por eso no temía ir a ese bar en ocasiones, pues el dinero solía rendirle lo suficiente como para lograr sus objetivos y hasta mucho más.

Como era de esperarse, Franco ya le traía el nuevo trago, y mientras lo pagaba aprovecho para presentarse -Me llamo Darío, nací en Sicilia pero por motivos de negocios me tuve que establecer aquí en París, así que me mude- dijo dándole otra pequeña y rápida sonrisa a la chica.

No pudo evitar notar lo agradable que le resultaba su rostro, era sin duda una chica bonita con un toque misterioso de algo que llamaba la atención, probablemente eran los rasgos de su rostro, que combinados con la forma y condición de su cabello, hacían que fuera difícil quitarle la mirada de encima. Darío no era el único que se había dado cuenta de eso, la chica ya había formado un club de admiradores, apenas toco la madera del piso del establecimiento, uno de ellos fue el ebrio escandaloso de hace un momento.

-Entonces…- continuo la plática para tener pretexto de seguirle viendo sin incomodar demasiado -…Tratar de liberar pensamientos de hombres que creen saber qué piensa o siente una mujer?  Debe ser algo frustrante- concluyo, antes de darle un nuevo trago a su nueva bebida.

De vez en cuando llevaba la vista hacia afuera, donde buscaba insistentemente el reflejo de algún persecutor suyo plasmado en los ventanales, esperando por una nueva atrocidad o forma de lograr que sus nervios se destruyeran por completo. La mente humana es algo que en ocasiones resulta fácil de manipular…
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Mensaje por Elene Rossato Miér Ene 01, 2014 5:07 pm

No hay melancolía sin memoria 
ni memoria sin melancolía.

Marcel Proust

La música comenzaba a suavizarse, ya no era aquel tango rápido, era una melodía tan seductora como la pareja que había tomado asiento para descansar. Elene en aquella silla perpleja ante sus ojos ignoraba algún detalle que a su alrededor ocurriese, estaba encerrada en un escenario en donde su vista se fijaba únicamente en el hombre desconocido que había defendido su honor. Cerró sus ojos y sus mejillas estaban ardiendo, sentía el aire faltar y tomó un trago de alcohol de anís para tratar de tranquilizarse y su boca tembló, metiendo un mechó de cabello detrás de su oreja tomó valor para juntar su vista con la ajena —Es que yo… - murmuró y suspiró dedicándole una sonrisa, lo que hizo que retomase la confianza —Yo jamás había estado en un alboroto de esta clase, es más siempre supe que venir a un bar sería algo riesgoso- confesó de manera natural aunque aquello podía verse como un acto arrogante de su parte, el lugar era elegante pero no solía frecuentarlos quizás lo mencionó por el miedo. —El gusto es mío- soltó con suavidad.

Después de la extraña presentación su vista se dirigió a la mujer, que seguramente era la mesera, recoger los destrozos del sitio y tiraba miradas malditas hacia el hombre que las había causado, como si fuese común en él causar alborotos —Creo que ella no está feliz- hizo una seña al hombre para que observase que de la boca de ella no era precisamente halagos lo que salía aunque a la distancia que estábamos era imposible escucharle, lo que hizo pensar con qué fuerza sobrehumana él había lanzado al borracho para caer hasta tal distancia. Su complexión no era tan fenomenal pero quizás sí escondiese algún tipo de secreto como que fuese deportista para lograrlo, entonces escuchó su nombre. —Darío…- lo dijo en voz baja para grabarlo en su memoria y sus ojos se vieron sorprendidos —¿Sicilia?- no entendía por qué él le había confesado de donde era pero quizás lo decía por su acento —Entonces esto es una casualidad Darío, soy de Sicilia también, aunque…- hizo una pausa por no estar segura si continuar pero tomó aire —Pero no conozco mucho Italia, apenas y tengo memoria parte de toda mi vida he vivido en París y claro el acento, cómo perderlo- esbozó una cálida sonrisa. Notó la avidez ajena por el alcohol —No debería tomar tanto, no es muy buen compañero aunque quizás sólo cuando huya de las costumbres parisinas- refutó para sí misma por su frustración en la jornada de actualización.

Un escalofrío le recorrió la espalda al escuchar sus comentarios, quizás él había deducido que por su comentario que a eso se refería cuando mencionó lo anterior pero aun así no era suficiente la información que había dado, quiso darle caso omiso aun así despertó su inquietud —¿Qué dijo?- asintió de inmediato al barman cuando reponía su bebida y dio un trago ostentoso que ahogó con un resoplido por lo fuerte que calentó de inmediato su estómago —Sería fácil si las personas dejasen de pensar en los prejuicios y las subestimaciones, todos tienen capacidades- fue lo único que admitió porque no quería entrar en debate de ese tema , antes con otros hombres lo había hecho y su mente cerrada les había sellado la cabeza sin permitirles ver su punto. Así que quiso cambiar de tema rápidamente —¿A qué tipo de negocios se dedica Darío?- dijo casi natural ahogando un quejido y dio otro sorbo a la bebida, cerró los ojos y pensó en emborracharse con esos dos tragos pero negó, no podía ser tan mal.
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Mensaje por Darío Ciancimino Sáb Ene 04, 2014 1:50 pm

"La naturaleza de los hombres
soberbios y viles es mostrarse insolentes en la prosperidad
y abyectos y humildes en la adversidad."
Nicolas Maquiavelo

Darío asintió con la cabeza -“Tienes razón”- parafraseo -Ya lo creo que si- dijo de manera irónica, mientras se burlaba de sí mismo, para luego ver a la mesera que con miradas fulminantes hacia él le insultaba entre murmullos –Ya me encargaré de ella- Dijo acomodándose en la barra dejando de ver a la mesera –Luego le remunerare por el trabajo extra que le cause- Viendo a la joven ahora –Creo que me pase con la fuerza-  dijo  para sí mismo negando con la cabeza por no haber controlado su fuerza esta vez, él quería permanecer bajo perfil, ese era un día en el que deseaba alejarse de los alborotos, y de las peleas, sin más hincapié en el asunto prosiguió tomando.

El murmullo de la gente en las mesas y la música de fondo, una especie de mezcla con los éxitos de la temporada no eran sino una especie de complemento ante el ambiente que, si bien el lugar no debería sugerirlo como tal pero tampoco negarlo, se notaba animado y lleno de risas, aunque no precisamente de alegría. Eran carcajadas de orgullo, llenas de altanería y perversidad, muchos en el bar se dedicaban a hacer sus negocios, y los más jóvenes hacían lo mismo que los de edad, que llamaban la atención en la barra, platicar.

-Si! Sicilia- Dijo esbozando una sonrisa al escuchar que ella también era de allí, rara la vez conocía a alguien en París que provenía de la misma ciudad que él, el ultimo había sido Franco, pero para él no contaba como sujeto, más bien era como un expendedor de bebidas nada más, aunque no podía negar que se sentía mucho mejor en ese momento sabiendo que la procedencia de la chica era la misma que la suya, ahora había algo más en lo que coincidían ambos.

-Solo diré que tienes razón en ello, aunque me gustaría hablarlo mejor, pero veo que no estas receptiva a ello-  Levantando su trago a manera de brindis por lo que había dicho sobre lo de que sería fácil si las personas dejasen de pensar en los prejuicios y las subestimaciones  dio el último trago a su tercera bebida, para darle fin a esta y dejarla sobre la madera de la barra.
Fue justo en ese momento cuando Franco le ofreció el trago a la chica que había pedido y uno extra. Esta acción produjo una sorpresa en Darío, incluso se sintió un poco ofendido, y es que la chica jamás había ido y le regalaba una segunda bebida, cuando él que era un cliente podría decirse que asiduo y jamás podía contar ni con un vaso de agua gratis, todo era contado.

Sin embargo, cuando especifico que se trataba de un presente de alguien más, Darío volvió la mirada junto a Elene, para admirar al tercio de alegres conquistadores -Envidia sin lugar a dudas- pensó y guardo su risa para sí mismo pero sin poder evitar esconder la sonrisa que en su rostro y en su interior, a manera de mucha gracia se había formado. Era cierto, no había chicas como ella por ese sitio, no muy seguido, y cuando solían darse una escapada por ese sitio, eran bombardeadas como el enemigo en la guerra. Regalos, tragos, invitaciones a reunirse con ellos en su mesa. Muchos aplicaban la regla:

“Donde pongo el ojo, pongo la bala”

-Estoy seguro de que aquellos chicos no serían los únicos de verte más seguido por este sitio-  dijo, como incluyéndose en ese comentario, así pues, dedico su mirada al trago que le habían enviado a la chica, sin duda era un licor aún más fuerte, quien sabe que intensiones tendrían los chicos, pero eso era algo que Darío no aprobaba ni en lo más mínimo -¿Qué harás? Te vas a tomar eso? Podrías ponerte ebria en un santiamén con ese trago- dijo mientras lo levantaba de la barra.

Cuando la chica se distrajo un poco, se volvió hacia los chicos y les mostró la bebida, con una cara que  expresaba una pregunta y una represalia, los miro, y los chicos solo se encogieron de hombros y negaron con la cabeza, guardando sus risas cómplices para más tarde.
Volviendo a colocar el trago en la barra con sigilo, lo empujo con el brazo para tirarlo sin que ella se diese cuenta, derramando todo su contenido –Lo siento!- Exclamo llamando a Franco para que le trajese otra bebida a la joven, pero de la misma que estaba tomando ella.

-Bueno, ya te traerán la otra Elene, disculpa, es que esta barra con la poca iluminación no permite ver bien a los que estamos sentados aquí- Sonriendo, ignora las miradas fulminantes del trio de conquistadores, observando a la chica prosigue respondiendo la última pregunta que le había realizado –En realidad ahora estoy en el campo de las innovaciones y tecnologías, sirvo de sustento para nuevos proyectos que ayudan a la existencia del ser humano- Dijo esto último sin dejar de verle fijamente a los ojos.
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Mensaje por Elene Rossato Mar Ene 07, 2014 7:38 pm

Cerrados los ojos al bullicio, solo queda perder el control y girar con ira.

Sus ojos no eran de ayuda, tan fríos como un pedazo de hielo, como perdido entre el limbo y un lugar que jamás ella pudiese conocer.  Estuvo un rato pensativa, recordando de nuevo su noche, lo dentro de unos minutos se había suscitado y el ruido de la mesa le rezumbó en los oídos sin piedad alguna. —No todo se compra con dinero Darío- dijo en un tono suave para no sonar ruda pues su comentario le sonó algo altanero —Pero sí a la mayoría de las personas- susurró bajo casi imperceptible para ella misma, desconociendo si él había sido capaz de escucharla. —Pero no pensé que usted tuviese tanta fuerza- sonrió amablemente y llevando una mano a su boca cubrió un tanto con sorpresa sus facciones que era alargadas —No me malinterprete,  no niego que pueda tener mucha fuerza pero parece que se excedió un poco- sin pensar por qué lo hizo le palmeó levemente el hombro y cuando se dio cuenta de lo que hacía  retiró su mano de inmediato con una leve ruboriza mejilla.

Sus ojos se conjugaron con los de él unos minutos y sintió un leve fuego en la parte alta de su estómago y tragó con pericia viéndole —Quien iba a decirlo, nacimos en el mismo país y la misma provincia, es agradable eso… La verdad conozco a muchas personas provenientes de Italia más no de Sicilia, me dijeron que el dueño de este lugar era de allí lo que hizo que me animara a venir, sentirme un poco en ‘’casa’’- repitió sincera siempre con una sonrisa en el rostro y viendo los ojos de él —Lo que creo que no fue una buena idea, solo quería despejar un poco la cabeza y mire en lo que ha terminado, me siento fatal- apoyando uno de sus codos en la barra ve como arrasaba con el alcohol a su paso y siente una leve admiración, no llevaba ni terminada la segunda bebida y ya se sentía un poco volátil en el viento.

Después de un rato pareció confundida y le miró con el ceño fruncido que poco a poco fue relajando y negándose a la idea de que a ella le parecía que él le estaba leyendo la mente, eso no tenía lógica aunque después de un poco de tiempo en París le había enseñado que nada es lo que parece. —No es que esté renuente a hablarlo, simplemente no deseo más problemas, no quiero salir volando- bromeó con una leve sonrisa mirándole las facciones que eran un poco duras pero llamaban de manera persistente su atención, una ola de calor le inundó el aliento al dar un sorbo a su bebida, cada vez podía menos pero en su cabeza sólo pensaba en emborracharse hasta dormir. Un trago llegó hasta ella su nariz fue directamente a él, ni siquiera podía terminar con el segundo y ya tenía otro miró al barman y él le señaló a tres hombres, su cejo se frunció y lo dejó puesto en la barra sin cobrarle interés, volvió a la vista a Darío cuando le escuchó hablar —Oh no, yo no suelo salir por estos lados de la ciudad pero hoy era casi necesario escapar de mi mundo- dije media desahuciada rodando los ojos al ver a los tipos de nuevo, negó de inmediato a su propuesta —No, claro que no beberé eso- señaló con su vista el trago —Alguien un día me dijo ‘’Jamás tomes alcohol de nadie a menos que sean de manos confiables- sonrió —Aunque hoy mi meta es olvidar hasta mi nombre- asintió dándose la vuelta para ver con cautela hasta la ventana a unos hombres extraños en trajes negros, sus vellos se erizaron y de repente escuchó el líquido desparramarse por encima de la madera —¿Q-Qué?- murmuró confusa y negó  acercándose a él para susurrarle —Gracias- quizás si había sido un accidente y él después de oírle decir aquello la vería como loca o quizás había sido a propósito y de nuevo le había hecho un favor. Negó a su propuesta y suspiró —Aún quiero tener una conversación coherente con usted Darío por favor por ahora alto al alcohol- y sonrió, su humor estaba a flor de piel.

Cuando él mencionó sobre sus proyectos e intereses se sorprendió —Qué bien… Realmente es asombroso- soltó un gran suspiro al viendo y estiró las piernas acomodándose su vestido —Yo soy una aprendiz de médico- sonrió muy orgullosa, siempre era lo que había deseado ser pero por ahora solo  era inversionista en pequeñas empresas de París para mantener activa sus cuentas acrecentando su economía. Terminando con su segundo miró al barman y pidió un tercero, el que Darío le había ofrecido —Pero aquí todo es tan difícil- murmuró dando un trago arrugando la cara —Sabes Darío, en estos días ¿has practicado tu italiano?- alzó una ceja —Porque se me da muy bien cuando el alcohol hace efecto- sonrió diciendo otra broma aunque por dentro sintió calidez besarle de nuevo y negó —Tú, si que no deberías de tomar más!- miró al barman y preguntó —¿Qué cree usted?- el hombre solo alzó los brazos y siguió limpiando los vasos y ella suspiró.
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Mensaje por Darío Ciancimino Dom Ene 19, 2014 7:33 pm

"Nada es justo.
A lo maximo que se puede aspirar
Es a que sea lógico..."
Carlos Ruiz Zafon

Pensativo y mostrándose un poco receptivo le miraba, le escuchaba decir cosas, las cuales el no veía de esa manera, toda su vida había conseguido todo con dinero y lo que no, lo obtenía a base de manipulación mental, claro, pero esto ultimo no se lo podía decir ya que se colocaría en descubierto frente a ella, y en esos momentos se sentía bien platicando a su lado, tanto así que no quería que el encuentro se viese afectado por una revelación de tal magnitud -Te sorprendería saber la cantidad de personas a las que he comprado con dinero, en realidad no ha existido alguna que me haya dicho que no, pero en fin, que son cosas que la vida nos muestra en su cotidianidad- Esbozando una sonrisa toma un ultimo trago de su bebida y la coloca sobre la barra indicándole a Franco que debía traerle otra.

Escuchó mencionar algo acerca de su fuerza y como hacía una broma jocosa acerca de su apariencia con relación a su fortaleza física, rió siguiendo su comentario, preferiría dejar en pie sobre la mesa lo dicho por ella que intentar aclarar lo de su extraordinaria fuerza -Descuide, nadie puede saber lo que un hombre guarda dentro de si, y eso incluye también la fuerza que este puede tener- Dijo tomando el nuevo vaso que le había traído Franco y bebiendo de el señaló a la joven queriendo indicar que ese sorbo iba por ella.

Colocando nuevamente el vaso en la barra prosiguió sintiendo como Elene colocaba una mano sobre su hombro palmeandole, sonrió observando como se había ruborizado por aquella acción, y tomando otro sorbo de su trago le susurro -No te preocupes por ello- desviando su mirada a su alrededor se había percatado que eran pocas las personas que quedaban en el lugar, aunque esto no era producto de preocupación para el, solo que no sabía si aquello le haría sentir insegura a la joven, por lo cual decidió ignorar el asunto y seguir hablando con ella.

Por un instante intercambiaron miradas observándose como si se dijeran algo con las mismas, desde ese momento sabía que había algo en ella que le gustaba, no podía decir con exactitud lo que era, pero nacieron ansias de el y deseos de querer averiguarlo, si algo imperaba en Darío era la excelsa curiosidad que le caracterizaba siempre -Si! Quien iba a decir que ambos somos procedentes de tan hermosa provincia, con razón veía en ti un aire un poco familiar, tal vez hayamos coincidido hace unos años allí- Sabía que esto no podía ser cierto, ya que la ultima vez que piso suelo siciliano fue hace mucho tiempo atrás, podría decirse que hace siglos, pero de igual manera dijo aquello para que ella se sintiese más en confianza con el, sin motivo o razón aparente alguna, ya que no necesitaba nada de ella... Por ahora.

-Algunos dicen que el alcohol es la salida a todos nuestros problemas!- Tomándose todo lo que le quedaba en el vaso de golpe para luego observarle -Tranquila que para que me haga efecto y me deje inconsciente debería tomarme todo el licor que hay en este bar, y mucho más!- Sonriente coloca el vaso nuevamente en la barra a la espera de que se lo reemplazasen con otro lleno. -De igual manera con hablar de los problemas a veces nos desahogamos y soltamos todo lo que llevamos dentro, liberando toda aquella presión que pudiera tenernos mal...- Hace una pausa para tomar el vaso nuevo que le habían traído, guiñándole un ojo a Franco. -Pero si lo único que deseas es beber hasta olvidar tu nombre puedo ser la persona que cuide de ti hasta ese entonces, ya que después de ello no creo que estés en condiciones para regresar a donde te estas quedando, y mucho menos estarás como para andar sola por allí- Observando a su alrededor, entre las pocas personas que quedaban se encontraban hombres que miraban con deseos a la joven, por lo cual lo único que hacía el era bufarse y sonreír viéndoles, a cada uno de ellos.

Volviendo a posar su mirada sobre sus ojos continúo escuchándole -Aprendiz de médico?- Pregunto sonriente mostrando cierto interés en ello, Darío estaba en búsqueda de un profesional de la salud que trabajase para el, ya que el ultimo con el que el contaba yacía muerto, por traición, este había sido encontrado sustrayendo una fuerte cantidad de dinero de la caja fuerte de su mansión -Sino fuese porque se que eres una persona adinerada ahora mismo te hubiese ofrecido trabajar para mi como mi medico de cabecera- suspira tomando un sorbo de su bebida -Aunque acabas de mencionar que aquí todo es tan difícil, así que considera mi propuesta, vale?-

Sin dejar de verle ríe por lo bajo y le responde -Non parlo molto italiano qui bella, perché nessuno parla questa lingua, solo Franco- Eran muy escasas las personas que le preguntaban a Darío acerca de su acento y su idioma, en realidad eran muy pocas las personas que llegaban a tener una charla tan personal y amena con el debido a que este no lo permitía. Observando luego como le decía que no debía seguir tomando más no puede evitar reír, inclusive cuando veía como le preguntaba a Franco sobre ello, quien solo se encogía de hombros sin decir nada -Nunca te dirá que si a ello, el sabe que yo soy su mejor cliente y si dejo de consumir aquí este lugar se vendrá abajo- Diciendo esto ultimo lanzando una mirada jocosa a este

Non è vero Franco?- Preguntó obteniendo solo un bufo y una sonrisa de parte del bartender quien se decidió luego a atender a otros clientes que permanecían al final de la barra y que extrañamente no dejaban de ver a Darío y a Elene.

-Entonces Elene, como te comentaba hace un momento, deberías pensarte el trabajar para mi, de esa manera aumentaría tu cuantiosa fortuna, aunque sea por un tiempo, y luego decides si permaneces en ello o no- Sin dejar de verle perdido en su mirada esperando una respuesta positiva de su parte.


Última edición por Darío Ciancimino el Miér Feb 12, 2014 11:27 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Elene Rossato Vie Ene 24, 2014 11:23 am

Por un momento se sintió molesta por aquellas palabras pero estaba el en la razón todo en este mundo tiene su precio y el dinero lo puede comprar casi todo. Casi porque ella a pesar de nunca haberle faltado nada sentía enormes huecos en su vida, unos que no sabía cómo explicar o cómo dejar de sentir el vacío, los cuales pretendía llenar con comprar irracionales por las tiendas parisinas, reuniones sin sentido y demás hasta que creía haber encontrado la vocación para algo. -No dudo de eso Darío, en nuestro mundo todo gira alrededor del dinero- miró como arrasaba de nuevo con otro vasos y sus ojos se clavaron en él de manera malcriada y simplemente se limitó a escuchar jactarse de su fuerza, después de todo era un hombre y esas eran las cosas que hacían, parecer el más invencible frente a una mujer era moda popular lo que hizo que Elene sonriera ampliamente y asintiera para que eso le hiciera aumentar el ego.
La noche se hacía espesa y se percató de la hora porque ya casi nadie quedaba en el lugar, un par de personas y ellos dos, los desconocidos haciéndose conocidos. Cerró sus ojos y suspiró tranquila, vio el líquido ámbar deslizándose por el vaso con hielo y tomó un sorbo arrugando la cara, era tan mala para el alcohol, sonrió de nuevo para tratar de ocultar su reacción y ladeó el rostro resoplando por el calor del trago al bajar su garganta -¿Qué estoy haciendo?- dijo paras sí misma y enlazó su mira con la ajena. Se había convertido en una especie de juego extraño, compartir miradas y no decir nada, era como si de esa manera se comunicaran aunque de él no podía decir nada, era tan duro, como una gran pared, se preguntaba qué conclusiones estaba sacando él de ella y sintió cierto ''temor''.
Le escuchó hablar de Italia como un buen recuerdo, ella no había vuelto desde hace tanto y negó -No creo que nos hayamos visto antes por allí, apenas y viví unos años en Sicilia, estuve confinada como monja en un convento por casi toda mi vida aquí, por suerte la lengua materna no se olvida- asentió con una sonrisa orgullosa de eso aunque no hablaba italiano a menos que estuviese pasada de copas. -Me imagino las cosas estarían muy cambiadas en nuestra patria- torció un labio.
Miró sus facciones enfrascándose en una en especial y después quedó con la idea que él era un poco extraño aun así muy agradable -No suelo desahogar mis problemas con alcohol muy a menudo- rió por eso -Y menos en un bar así que no se preocupe, estaré consciente para cuando se tome el bar completo y más no perderé la noción de quien soy para guardarle bien el secreto- guiñó un ojo y rió por la broma pero en parte así como él iba creía que sí era capaz de tomarse el bar entero ella había desistido de la idea porque la noche era tan grisácea.
Asintió a sus palabras sintiéndose muy orgullosa de lo que estaba consiguiendo por sus propios medios, sin dinero, sin que alguien le fuese a restregar su posición -Gracias Dario, por ahora me interesa el apoyo hacia la caridad- dijo casi natural habiéndose sentido ofendida por su propuesta de trabajo, ni siquiera lo conocía. -Cuando mencioné que estaba difícil el campo es porque no hay muchos aprendices mujeres y bueno como verás aún reinan muchas reglas que son estúpidas- murmuró molesta recordando la jornada de actualización y se relajó dedicándole una suave sonrisa -Pero está bien, puedo soportar esa altanería- sonrió.
Le escuchó hablar italiano y quiso hablar de la misma manera pero se sintió cohibida por una razón que no sabía cual era así que se dedicó a ver la platica entre el barman y él sonriendo por la altanería del compañero de bebida y su orgullo por tomar como un alcahuete sin escatimar en gastos o gotas. Negó de nuevo su propuesta -Veré qué pasa más adelante Darío, si termino con un pequeño proyecto que tengo en manos será interesante ser una consultora para usted- dijo de manera tranquila con una sonrisa y miró a la puerta después a la ventana. -Es muy tarde, me estoy hospedando aquí a la vuelta de esa calle, creo que estoy lo suficientemente sobria para poder llegar.... además no quisiera encontrarme con algo no deseado y hablar como una desquiciada- sonrió y levantó su cuerpo de la silla estirando sus piernas y acercó su rostro al de él, por un momento se sintió tambalear pero se agarró de la barra y tomó firmeza -Fue un gusto, pasa buenas noches- besó su mejilla recordando que así eran las despedidas italianas pero quizás jugó un poco con esa costumbre disfrazada de intención. -Grazie Franco- colocó el dinero en el mostrador de lo que había tomado y dedicó una sonrisa una vez más a él sin decir mucho -Espero encontrarnos pronto- caminó segura hasta la puerta y cruzó la salida, París estaba muerto.
Abrazó su cuerpo con sus brazos y caminó más rápido sintiendo como si la siguiesen, eso la alarmó un poco pero continuó hasta girar y ver la puerta del hotel donde se estaba hospedando. Sonrió al recordar el rostro del joven que acababa de conocer y negó sus pensamientos viendo en su mente aquel beso. Corrió a través de la calle y llegó hasta la puerta, recorrió dos pasillos y abrió su habitación, se tiró en la cama con todo y ropa y abrazó su almohada, cerró los ojos y vio de nuevo la cara de Darío, frunció el ceño y sonrió quizás después de todo había sido una muy buena noche.
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Mensaje por Darío Ciancimino Miér Feb 12, 2014 11:22 pm

"Los que sueñan de día
Son conscientes de muchas cosas
Que escapan a los que sueñan sólo de noche."
Edgard Allan Poe

La cruda opacidad de la noche estaba llegando, el pudor se podía ver dentro de aquel pequeño bar, ya era la hora de las meretrices que abordaban a cuanto ebrio quedaba semi somnoliento, Darío podía notar que la joven ya se había percatado de lo tarde que se había hecho, si es que entre ambos a pesar de ser un par de desconocidos el tiempo conversando se iba tan rápido como feroz, quien pensase en Darío jamás le imaginaría como un vasto conversador social, por lo general este culminaba sus platicas tras pasar un corto tiempo en estas, pero la joven tenía algo interesante para él, cuestión que no terminaba de comprender dentro de sí, pero que de igual manera no le prestaba ni el más mínimo detalle.

Sonriente al escuchar su respuesta sobre si habían coincidido negó con la cabeza y pensó para sí mismo que su pregunta yacía más sobre lo irracional debido a que nunca pudo haberse dado un encuentro anterior por las situaciones geográficas que los dividía en ese entonces, para el tiempo en el que ella pudo haber estado en Sicilia él se encontraba en otra provincia Italiana, pero un segundo después este tema pasó al olvido y decidió tomar un poco más de su bebida para seguir escuchándole.

“Un convento” Elene había estado en un monasterio para mujeres, viéndole su manera de ser nunca había podido imaginarlo, por lo general aquellas mujeres que pasan un buen tiempo en estos terminan siendo féminas predicadoras fervientes de la fe de Dios, solo pensó en Elene hablándole de la palabra del señor en esos momentos y esbozo una sonrisa, para continuar comedido a lo que decía, parecía estar entrando en calor con la joven, ya que le veía un poco más animada que antes y bebiendo con un poco más de prisa que al comienzo.

La conversación se torno un poco incomoda con la confusión de Darío frente a la propuesta que le había presentado sobre el trabajo, era muy extraño que el tuviese esos errores de malinterpretación de palabras, pero siempre existe una primera vez, aunque esta falla se la atribuía a la ausencia del uso de la lectura de mente, ya que este siempre para saber lo que las personas con las que conversa desean indagaba en la mente de estas y se evitaba todo el rollo de malinterpretaciones, aparte de que se ahorraba el tiempo de saber lo que en realidad las personas querían, al fin de cuentas buscaba con esto minimizar el tiempo de las conversaciones y llegar al punto de la misma con rapidez absoluta, solo que esta vez decidió no usar esta habilidad con Elene por lo cómodo que se sentía platicando con ella.

A pesar del momento desagrado, este sentimiento de incomodidad desaparecía al escuchar que podía tomar en cuenta su oferta en un futuro, por lo cual sonrío y termino de beber en un sorbo entero su trago.
Al escucharle que se despedía Darío pensó en acompañarle para que se sintiese segura, pero decidió no hacerlo, ella había mencionado que su logar de hospedaje quedaba a la vuelta de la esquina, por lo cual no existía peligro alguno. –De acuerdo… El placer fue mío querida Elene- Correspondió a su saludo con un beso en su mejilla, cuando de repente observa cómo se tambalea queriendo tomar equilibrio, por lo que pensó nuevamente en la idea de acompañarle, pero esta vez sin que ella se diese cuenta, no quería quitarle ese sentimiento de independencia, ni que pensase que con este acto él le estuviera viendo de menos, podría pensar que le trataba como a una niña

–Espero igual que nos encontremos pronto! Buona notte!- Se despidió observando cómo salía del bar caminando con un poco de dificultad buscando el equilibrio perfecto. Colocando el dinero de todo lo que le debía a Franco por las bebidas, y un plus extra se levanta y comienza a seguirle sin que ella se diese cuenta, para cuando la joven entraba al hotel Darío empezaba a sonreír, parecía una sonrisa de felicidad, la cual fue borrada al instante, no podía sentir algo así por nadie, y mucho menos por una mortal, dando media vuelta toma su rumbo al lugar donde se estaba quedando él, colocándose nuevamente el saco que llevaba sobre su hombro comenzó su ruta caminando taciturno bajo la luz opaca de la noche.
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