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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Deiran Chassier Miér Ene 15, 2014 10:48 am

El tiempo saca a luz todo lo que está oculto y encubre y esconde lo que ahora brilla con el más grande esplendor.
Horacio 
El viaje que desde hace mucho había planificado a Italia estaba echando frutos, no es que sonase entusiasmado, no me gustaba dejar cosas pendientes de Camelia Vinn en París por vanidades.  Ángelo, un viejo italiano de buen porte, con una trayectoria de servicio impecable de más de treinta años de servicio era mi gerente de Italia me lo había dicho, muchas pequeñas empresas  se abrían paso arrasando a gran altura, claro, ellas nunca fueron de mi atención, no consideraba ninguna competencia, yo era un tornado a su par.  Cerré mis ojos molesto por tener que estar tantas horas en el carruaje, hubiese sido tan fácil como alzar mi paso solo camino hasta mi antiguo y desvanecido hogar, arreglar los asuntos que tenía que hacer y después devolverme como alma judía a París pero no, había que guardar apariencias, aparecer el mismo día de haber anunciado mi partida hasta Palermo sonaría loco pensarlo, demasiado ilógico y fuera de razón. Tenía que aparentar que era un humano más en un viaje más. Llevaba tres días de viaje y la irritación era lo que me molestaba más, había contratado a un par de mujeres cambia formas a mi servicio, para que enterraran mi cuerpo por las mañanas y de noche me sacaran de mi sepulcro, llevando ropa decente limpia, asearan mi cuerpo y me alimentaran, era un trato justo por evitar que sus crías murieran bajo mis colmillos. Sonreí a la idea, las muy crédulas pensaban que les dejaría vivir una vez que cumplieran su cometido ‘’Hasta dónde llega la inocencia y qué caro cuesta’’ pensé con una sonrisa cínica y tomé un trago de vino como si con eso ahogara las ideas. Después de todo me sentía orgulloso, había amenazado a esas mujeres con lo que de su vientre había salido; sus hijos.  ¿Cuánto es suficiente? Nunca lo sería, siempre quería más, aquellas vidas iban a pagar, todos morirían a mis garras, siempre fui tan maldito que no me daba ni una pizca de vergüenza mostrarlo ahora, era un aberrado con la sangre y el dolor, era mi placer.
Tomé otro sorbo de  vino, se deslizó perfectamente bien por mis labios, cayó en mi boca, se conjugó con mi garganta y yo estaba enfermamente extasiado, pronto llegaríamos a Palermo, desde hace cuánto no pisaba esas tierras. La idea de dormir de nuevo en la mansión de mis padres me hizo colocarme tenso, estaba renuente a ir hasta ahí, ese lugar tan vacío, tan lleno de  recuerdos de mi humanidad, no quería volver.  El informe que Ángelo había mandado era preciso,  cifras de ganancia, de pérdida y una gráfica en donde se detallaba la escala de ascenso de las pequeñas y medianas  empresas, había una en especial, una que crecía con gran soltura barriendo con las pequeñas y haciéndose una de las más prominentes en la mediana inversión, su propietario era alguien de apellido ‘’Di Bella’’ sonreí, viendo el papel de nuevo, no me interesaba conocerlo pero sí necesitaba saber qué decía el ergo popular acerca de su mercancía y qué la hacía especial después de todo yo era un perfeccionista de la técnica de los vinos, debían de tener algo que me pudiese interesar.
Los caballos comenzaron a ralentizar su  paso, era una señal para mí, una muy dulce, habíamos llegado. Los caballos siguieron el sendero, en las afueras de Palermo por alguna razón eso explicaba mi gusto por la paz de las inmediaciones de la ciudad, daba lugar para hacer cualquier tipo de infames actos sin que nadie pudiese darse cuenta. Finalmente el carruaje se detuvo, bajé sin mirar a las dos cambiaformas y aceleré el paso haciéndoles una seña con las manos para que me siguieran. Las mujeres asintieron sin rechistar y todos en la mansión me daban la bienvenida ignoré a cada uno de ellos y las hice pasar directo al despacho. Les ordené cerrar la puerta y me quedé parado frente a un cuadro pintado hace tantos años de una mujer, la que fue mi madre y que tuve el infortunio de no conocer. —Soy un hombre de palabra y por ello las juntaré con sus hijos- dije con frialdad ante los ojos llorosos que asentían con felicidad. Llegué hasta una de ellas y mis garras se clavaron en su garganta, sus ojos casi salieron de su órbita, su sangre se escurría por mi muñeca, las manos de aquella mujer quisieron alcanzarme pero el ahogo era lo suficientemente fuerte para matarle mientras la otra cobardemente quería huir, negué ante su actitud tan deplorable y con agilidad volé hasta ella con una mano cerrándole la puerta —Eso ha sido muy cobarde- susurré a su oído mientras le tomaba de la cintura y una mano atravesaba su espalda arrancándole el corazón —Pronto sus retoños verán la luz así como ustedes - sonreí en su cuello y dejé que su cuerpo se desplomara, quizás eso había sido lo último que había escuchado.  No dejaba cabos sueltos y ellas no serían mi excepción.
Había ordenado a Ángelo  días antes entregar invitaciones específicas,  con nombre y apellido a los dueños de las empresas de vinos y licores blancos de Palermo citados con la fecha de hoy, diez de la noche, una fiesta de traje. Mis músculos se tensaron en pensar en la idea, no me gustaba ser anfitrión y centro de atención pero en los negocios se tiene que sacrificar algo más que el anonimato.  Vestí con traje negro con una camisa blanco hueso de fondo, una fina corbata italiana de color rojo oscuro que de una manera u otra resaltaban el blanco de mi piel y el picante verde de mis ojos, peiné mi cabello perfectamente enderezado y estaba listo. Recorrí la sala de estar con una copa de  vino en la mano y la fiesta era en el jardín. Tras las enormes plantaciones de rosales de colores rojo y blanco y un laberinto verde adornado en el centro con una fuente de un ángel  sosteniendo el cuerpo de una mujer, decoración blanca, largas mesas con comida, postres, vino, licores de todo tipo, música bailable ejecutada en vivo y una perfecta pista que en mi opinión me incomodaba porque la madera pisoteaba el césped. Lámparas que guindaban con velas para alumbrar y una cantidad exorbitante de personal  para atender a los invitados. La gente comenzó a llegar y tuve que iniciar la tertulia de dar la bienvenida mientras mostraba de manera superficial la mansión pero mi objetivo era sólo uno, llegar hasta el dueño de la vinería Di Bella así que ordené a Angelo advertirme para cuando tal empresario llegase. Dejé a cargo a mi gerente de las presentaciones y bienvenida, con mis manos en los bolsillos comencé buscar un cigarrillo pero antes de encenderlo cerré los ojos tirando la cabeza hacia atrás en dirección a la luna. Su luz me atravesaba la piel era lo más cercano a calidez que podía sentir, mordí mis dientes y una sonrisa se dibujó a mis ojos cerrados, los abrí de inmediato y ladeé el rostro, una tés morena, ojos como los míos, cabello largo de color caramelo y labios rosas captaron mi atención. Parecía demasiado inocente al estar en medio de toda esta farsa de viejos  empresarios, Ángelo se acercó a diciendo que ella era la hija del dueño de las empresas Di Bella, quise arrancarle la cabeza al viejo gerente de manera brusca ¿Por qué no había asistido él? En cambio había mandado a su hija a la boca del lobo. Asentí en agradecimiento por la información y miré el cigarro negándome a la idea. Comencé a deslizarme entre la multitud de manera sutil y pasiva hasta llegar a ella. Le analicé de pies a cabeza y una sonrisa se dibujó en mi cara —Bienvenida Mademoiselle Di Bella- susurré a su espalda esperándome encontrar con sus ojos espejo a los míos y me preguntaba si esta noche verde azabache pintaría algo más que su delicado cuerpo.


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Mensaje por Elisse di Bella Jue Ene 16, 2014 6:19 pm

Inocencia en el genio y candor en el poder, ambas nobles cualidades.
Germaine De Staël

Siempre he crecido rodeada de todo tipo de flores y esencias. Del perfume de la rosa más común hasta la exótica orquídea que crecía allá muy lejos de mi Italiana y soleada tierra. Con verdes campos por doquier donde mi vista se extendía, yo corría entre ellos siguiendo a los pajarillos que me sobrevolaban y a los que en mi inocencia soñaba algún día con alcanzar. Ahora veo la vista atrás y miro con ojos melancólicos aquellos tiernos años en que la felicidad era mi meta y mi sonrisa la salida a todo problema. Aún me acuerdo del prensado de las uvas, la vendimia, donde de pequeña con mis pequeños pies procedía a aplastarlas, sacando todo el jugo de ellas, hasta que mi padre me sacaba al verme agotada, sin poder dar un salto más sobre ellas. Así fue mi infancia, siempre entre campos y viñales, recorriendo y cuidando junto a mi padre los futuros racimos de uvas, que en algún momento nos debían de dar las mejores cosechas de aquellas tierras. Nunca éramos los mejores, las tierras familiares que poseíamos no eran ni para empezar las mejores. Eran demasiado secas, y aquello perjudicaba el crecimiento de las viñas. Aún así nos la arreglábamos, y nunca nos faltó de nada, más si no quizás un poco de éxito, no nos quejábamos nunca y aún tampoco lo hacemos. Nuestras viñas son lo más preciado que tenemos y el cariño y el empeño que ponemos en cada bidón, para nosotros es lo más importante. No lo hacíamos para lucrarnos, lo hacíamos por amor a la afrutada uva y a la naturaleza que siempre nos rodeaba. El sueño de niña había sido quedarme siempre allí, eternamente en aquel cuadro de perfumes, donde pudiera disfrutar de mis flores y mis uvas, pero como todo sueño, en algún momento hay que despertar.

Pasé años yendo de tutores en tutores, maestros de los más selectos e importantes de quienes se lo podían permitir, mis padres lucharon por darme los conocimientos que me pudieran ofrecer un mejor futuro. Les concedí la gracia de ser una excelente estudiante, siempre y cuando me dejaran asistir regularmente a mis campos y pudiera ofrecer mi mano en la ayuda de las uvas y sus cuidados. Poco a poco la niña fue creciendo, convirtiéndome en toda una joven, y si mis conocimientos se perfeccionaron al paso de los años, mis sueños siguieron intactos. Algún día yo heredaría los viñales y las tierras, convirtiéndome en la nueva Di bella al mando y entonces crearía cada uno de mis sueños en forma de rosales y uvas. Pensé que faltaba mucho para aquel momento, pero me equivoqué. Tras la caída de mi padre a lomos de su corcel, su salud se resintió y lentamente fui yo ocupando su lugar, hasta la actualidad en la que mis padres veían como desde mi entrada crecíamos entre nuestro sector. Nunca superaríamos a los Camelia Vins’s, pero los Di Bella no nos rendíamos, y apenas los retoques en los vinos empezaban a dar su fruto. Pero si en algunas partes se decía que queríamos competir contra ellos, se equivocaban. Mis pensamientos solo se centraban en mejorar nuestros racimos y así nuestros vinos, disfrutando al máximo y dando todo de nosotros a cada botella, para que en un sorbo lo disfrutaran los demás.

Por ello me sorprendí cuando un día mi padre recibió una invitación de los viñedos de Camelia Vinn, a una fiesta de traje. Nunca antes habíamos tenido trato con ellos y aquella invitación nos pilló a todos desprevenidos. Al principio tal y como indicaba la misiva, debía de ir mi padre al evento, y aquella había sido la idea inicial, pero justo en la misma tarde del día de la fiesta, mi padre en su terquedad, volvió a caer tras intentar subir de nuevo a lomos de un caballo, dañándose de nuevo la rodilla, impidiendo así su presencia en la fiesta. Nuestra única oportunidad quizás de conocerlos. Parecía que aquella noche se había vuelta corriente, cuando se me ocurrió que bien podría también suplantar a mi padre en aquel evento. Bien en otras ocasiones, ahora era yo la que me ocupaba de las visitas y reuniones de la vinería, mostrando un excelente temple y dulce carácter. ¿Qué tenía que salir mal? Yo podría ser el enlace entre mi padre y el señor Chassier, pues bien la vinería en un futuro no demasiado lejano, seria definitivamente mía. Si ahora cada orden, era mía, en los papeles y asuntos importantes seguía saliendo mi padre como máximo representante de nuestra firma. Y así lo acordamos. Yo iría a la fiesta en nombre de mi padre y pediría disculpas por su ausencia.

Madre…y este?- Dije volteándome de nuevo sobre mi misma con un vestido blanco vaporoso. Era el quinto vestido que me probaba y parecía el acertado, pues al verlo mi madre sonrío y con un asentimiento con su cabeza me dio su aprobación. – Serás miel para ellos, pequeña. – Sonreí y negué con la cabeza. No había forma mortal de que mi madre dejara de llamarme pequeña, por más que fueran pasando los años ella siempre me vería así. Tras unos arreglos y retoques, ya lista fui hacia el carruaje que ya me esperaba y salí con destino a la mansión familiar de los Camelia Vinns, sin saber que me encontraría y que era lo que me esperaba en aquel lugar.

El camino se hizo relativamente corto, en mi fuera interno había esperado que fuera más largo, por lo que al sentir los caballos disminuir el ritmo me sorprendí. Ya había llegado a la gran mansión y apenas me sentía preparada. ¿Cómo sería el anfitrión de la fiesta? Apenas se dejaba ver muy a menudo por Italia, y que al fin pudiera verle, para mí era un autentico placer. Al salir del carruaje, mi corazón tartamudeó. ¿Era aquello cierto? Tanta belleza no podía ser. Sin duda alguna, el jardín de la mansión, hacia juego con el renombre de la familia. Pedí al cochero que me esperara, ya que no pensaba quedarme más que unas horas y lentamente, ondeando el vaporoso vestido, de espalda descubierta y corte largo, me encaminé hacia de donde se oían los músicos ya tocando sus instrumentos. Sonreí admirando cada parte de aquel jardín. – Realmente precioso…-Susurré encandilada sin darme cuenta que llegando hacia la fiesta, hacia los demás empresarios cuando una voz a mi espalda me hizo sonreír. No se parecía su voz a cualquier otra que jamás hubiese escuchado, por lo que solo se podía tratar de una persona en concreto, y aquel no era más que de quien me moría de ganas por conocer. –Monsieur Chassier, el honor es todo mío. – susurré dulcemente antes de darme la vuelta y encontrarme con un joven apuesto. Le miré y sonreí. No habría creído encontrarme jamás al dueño actual de Camelia Vinns tan joven, como así nadie imaginaria que yo era la que actualmente se ocupaba de la vinería de mi familia. Era un verdadero alivio para mí el encontrarme a alguien, si no exacto a mi edad, más joven de la mayoría de los de allí reunidos. – Mi padre os envía sus saludos y condolencias, Monsieur. Sufrió esta misma tarde una severa caída y no ha podido asistir, es por ello que he venido yo en representación de mi familia. – Busqué su mirada y sintiendo el rubor extenderse por mis mejillas, le sonreí al encontrarme con aquellas orbes oscuras y mirada intensa. – Espero que no le importe que haya acudido yo en su nombre. Ha sido un gran golpe el no haber podido asistir hoy a su fiesta, aún así me rogó por hacerle enviar su petición de que acuda alguna noche a nuestro hogar, a las afueras de Palermo. Allí será siempre bien recibido.– Puse en mis labios las palabras de padre, impregnándolas de mi calidez y dulzor características, encontrándome tras unos instantes seducida por la música que tocaba la banda musical en aquel jardín sacado del paraíso, desviando mi mirada de la ajena, hasta que al darme cuenta volví hacia sus ojos, con una ligera sonrisa disculpándome.

- Perdone, mis malos modales. La fiesta me abruma… es todo tan perfecto. Debo darle mi enhorabuena por esta fiesta. Es sencillamente bellísima. – Todo atraía mi soñadora y dulce mirada. Las luces, el laberinto apartado, los rosales… No obstante si había algo más interesante que todo aquello, lo tenía justo delante de mí. Frente a frente. – Soy Elisse Di Bella. Podéis llamarme Elisse… -Añadí sonriéndole esperando que se presentara y que no hubiera errado al pensar que era el señor Chassier, porque de no serlo, habría hecho el ridículo más grande de toda mi vida.


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Mensaje por Deiran Chassier Vie Ene 17, 2014 4:41 pm

No puede ser hermoso lo que es grave.
Antón Chéjov
La noche apremiaba con un sutil viento frío, era lo único que podía percibir desde hace tanto tiempo, era mi único aliento de vida después de la luna. Mis ojos por alguna razón estaban oscuros pero aun así dejaban ver destellos del esmeralda característico, era un poco lejano a un verde como el del laberinto que tenía al frente. Me puse a pensar que en el centro de aquel laberinto aparte del hermoso monumento del ángel sosteniendo a la mujer  había una plantación de Camelias, únicas en Italia y he ahí el secreto del por qué el nombre del viñedo y vinería aparte de otorgárselo en honor a la difunta madre que jamás conocí. Esas flores, hace tanto que mis ojos no miraban alguna eran extrañas encontrarlas en nuestro medio y menos en París parecían inexistentes pero por cierta razón sentía desprecio hacia ellas a pesar de ser una flor menos dañina que la rosa pues no contaba con espinas. Comencé a caminar escuchando los susurros de una voz femenina, alguien que parecía asombrado ante la fiesta. Me detuve una vez más a ver de nuevo la decoración, el servicio impecable del personal de servicio, la atención brindada de Ángelo a los demás y asentí a su afirmación todo estaba yendo bien pero por qué tanto asombro para mí esto no era más que una noche más rodeada de un montón de oportunistas queriendo captar mI atención para ver si me animaba a invertir en sus deplorables empresas y pensar que toda esta algarabía había sido por una sola persona, ‘’Di Bella’’. Claro  no podía reunirme con él personalmente porque eso sería darle demasiada importancia, de la noche a la mañana que uno de los más imponentes empresarios de los vinos llegue a su mediana empresa no sería bien visto en el mundo de los negocios, tanto por él como por mí misma integridad moral debía mantener esto no tan abierto. Además su pequeño secreto del éxito aún parecía permanecer oculto porque según mis informantes nadie más se había interesado por su empresa antes, era mi oportunidad.
—Gracias… - dije en un leve susurro a su apreciación por el jardín y la mansión —Veo que eres amante de las flores- le hablé aun de espaldas y ella parecía estar petrificada porque aún no se giraba. En mi rostros se dibujaba una sonrisa, me sentía molesto por no haber tratado directamente con el Señor Di Bella pero ella sería mi pase para llegar hasta él. Asentí al escucharla pronunciar mi nombre lo que me causó gracia, yo a ella la desconocía por completo ¿Cómo sabía que el sonido de mi voz pertenecía al nombre que acababa de pronunciar? Fue muy descuidada en ese aspecto. Observé su figura, esbelta, piel cuidada y cabello espectacular. Sus ojos se cruzaron con los míos y una leve sonrisa se dibujó haciendo un gesto de educación —El placer de verle será mutuo-  repetí con voz gruesa y segura de mis palabras mientras trataba de leer qué me decían sus ojos. Ella era tan trasparente, tan pura, su alma despertaba cierta molestia a la mía porque era todo lo que no tenía; vida.  Su rostro fino me miraba con soltura y yo pendiente de sus facciones parecía pintarle en arte a su belleza. Escuché sus palabras prestando atención parece que su sonrisa había desbaratado mis planes, ella misma estaba dictando el nuevo camino que tomaría. —Qué pena me causa esa noticia, es una lástima que su honorable padre no nos haya podido acompañar hoy en esta sencilla velada por tan penoso accidente, espero se encuentre pronto muy bien de salud y pueda conocerlo personalmente- dije con fingida preocupación en mi rostro maldiciendo tal accidente que le había imposibilitado llegar a este ’’ festejo’’ organizado únicamente por él.  Su piel canela mostró un leve colorete en el rostro mientras nuestros ojos se intensificaban casi desnudándose yo sonreí aún más podía  obtener lo que quería de ella en cualquier momento era una presa fácil en manos del demonio. —Por favor, es un placer tenerla por aquí, la belleza que galardona la noche es usted definitivamente- asentí con una sonrisa observándole de manera más detenida tanteando su cuerpo. Ella vestía de una manera sencilla pero realmente hermosa. En París, la capital de la moda había visto un sinnúmero de mujeres parecer payasos de circo ella con un poco de maquillaje y su ropa de costura modesta parecía brillar o quizás era algo más era realmente muy agradable incluso podría apostar que también al gusto. —Lastimosamente este viaje es algo corto- respondí a su propuesta de visitar su casa, quería cortar de inmediato la idea ya que después me vería en la incómoda situación de inventar una mentira del por qué no podría llegar a almorzar a su aposento —Creo que con la hija del dueño me basta y me sobra- agregué casi de manera posesiva tratando de no sonar pretencioso en mis palabras o ella quedaría asustada de mi comportamiento y tendría que recurrir a medidas poco decentes para obtener lo que quería.  -Tendremos que aprovechar el tiempo- sonreí cínicamente pero a la vez con recato tomándole de la mano y negando.
—Quisiera haber preparado algo mejor…- miré a mi alrededor tratando de sonar natural —… Algo más grande y excelso, digno de toda su atención, aunque no puedo negar que el jardín ha jugado un papel importante es una de las partes más hermosas de toda esta mansión claro dejando de lado ese hermoso lugar- señalé con un dedo al laberinto de grandes muros hechos de rosales florecientes y después negué recordando que mi mano seguía tomada a la ajena la cual besé de inmediato quedándome unos segundos más en ella percibiendo la suavidad de su piel. Esa piel era tersa pero a la vez me daba el conocimiento exacto de ser manos de una mujer trabajadora, alguien con sueños, metas, ambiciones, un alma pura y cálida con la capacidad de hacer lo que fuese por sacar adelante a su familia, otro punto más, presioné mis labios y mis ojos siguieron su vista —Elisse, qué hermoso nombre- enderecé mi espalda de nuevo para estar frente a su cuerpo que en altura era tan pequeño y frágil. —En ese caso puede decirme Deiran, odio el ‘’Señor’’ y todos esos nombres que son sólo de negocios, por hoy la velada invita a otras cosas- me centré en sus labios y después en sus ojos era muy cálida, me sentía abrazado por un ángel.
Ofrecí mi mano de nuevo esperando a que ella la tomase y proseguí —¿Caminata? Me estoy enfermando entre tanta conversación sin sentido- le dediqué una vista a los hombres viejos gordos que nos miraban con cierto asombro, quizás celosos de no haber podido lograr captar mi atención como ella —Si esto le pareció bello querrá ver qué esconde ese laberinto…- le jalé un poco la mano para acercarla a mí —¿Se anima?- presioné un poco sus dedos contra los míos y esbocé una leve sonrisa esperaba que no se negara pues las rosas dentro de poco saldrían de sus capullos.


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Mensaje por Elisse di Bella Lun Ene 20, 2014 5:35 pm

La sonrisa embellece lo que es bueno.
J.C Waldl

Todo llamaba la atención de mis ojos, que vivaces recorrían lado a lado aquel hermoso jardín. Las flores, los diferentes decorados que alumbraban en bonitos faroles aquella velada, el servicio y el papel que tenían como servidores en la fiesta, trayendo de un lado a otro las bandejas con copas de vino, pensé que sin duda servirían el vino de la misma vinería Camelia Vinns y por los complacidos rostros de los invitados que bebían de su copa así me lo demostraban. Sonreí y justo en aquel instante un mesero pasó por mi lado ofreciéndome una copa a lo que educadamente me negué dejando que siguiera su camino hacia las mesas donde se reunían los invitados. Yo primero prefería, antes de verme rodeada por aquellos hombres, deleitarme en aquella vista que era el jardín de los Chassiers. Todo estaba perfecto, aunque fruncí el ceño al ver como la madera de la superficie en que habían puesto las mesas pisaba aquel verde césped tan buen cuidado. Es una pena, me dije. Si tuviéramos un césped tan bonito como aquel en mi hogar, antes hacíamos la fiesta en la casa, que dañar de aquella forma la naturaleza. Suspiré al aire y proseguí encandilada por las flores y el bello paisaje que oferian, logrando que sus esencias se mezclaran con el ambiente, creando un perfume único, como los mismos vinos, los que cada uno tenían un olor bien diferente e irrepetible, única.

En ningún momento, si soy sincera, me imaginé que podría encontrar en el dueño de Camelia Vinns alguien de aspecto, si no tan joven como yo misma, tampoco alguien tan grande como todos los demás del mismo gremio de Vinerías y viñedos de Italia. Porque allí si bien no contábamos con la vinería Mar’s, los que tuvieron que cerrar por problemas familiares y una herencia escandalosa, todos los demás nos encontrábamos y de allí, mi especie desconocida, con quien de ser sincera no sabía cómo hablarle, era justamente él. Quien justo tenía delante, acaparando toda mi atención, ya que si alguien realzaba la belleza de aquel lugar no era otro más que él, aunque él me regalara el puesto y dijera con una suave sonrisa de aquellos labios, que la más bella de las flores, era yo. Por aquella al oís su voz, no podía más que sonreírle dulcemente. Seguramente mucho de los hombres allí invitados, bien sabrían que no era de sonrisa fácil cuando se debía a una situación de trabajo, o por lo menos no de sonreír de aquella manera, pero me nacía, y no pude contenerme con sonreírle y dejando las formalidades, me juré ser yo misma, se me hacía imposible poder contenerme delante de él. Algo en sus ojos tiraba de mi hacia él, deseando poder ser partícipe de cada sonrisa que sus labios esbozaran, por más suaves que estas fueran.

Como era de esperar al saber de la ausencia de mi padre, le deseo una pronta recuperación. Agradecida asentí a sus palabras, sin dejarle de sonreír. – Seguro en menos de lo que el gallo anuncia la mañana ya se encontrará mucho mejor, y apenas en unos pocos días volverá a dar guerra… como es costumbre en él.  –Dije acordándome por unos segundos de cómo siempre se levantaba el más temprano de todos y lo hacía siempre con aquel espíritu emprendedor y fuerte, como el que yo había heredado de él. Reí suavemente y le miré sonrojada tras alabarme. — No dejemos de lado sus flores, y el jardín señor. Debo deciros que nunca nadie me había encandilado tanto con apenas un jardín, como lo habéis hecho con el suyo. Y hacedme caso… me he criado entre flores y viñas, y este jardín es simplemente maravilloso. —Mi dulce voz ponía palabras a todo lo que sentía, aunque apenas se acercaba suficiente a la realidad.

Cuando le di el mensaje de mi padre y ahora también el mío, de que podía venir algún día por nuestro hogar, se negó y verdaderamente lo sentí, ya que me habría gustado poder enseñarle nuestro pequeño jardín y quizás nuestros viñedos, que aunque no fueran gran cosa seguramente en comparación a los suyos, el olor de ellos y su estado eran impecables, no por nada me levantaba muy temprano para poder regarlos con tranquilidad y paciencia. – Es una pena que deba de ausentarse tan rápidamente tras su vuelta. –Le confesé con una suave sonrisa de mis labios viendo la suya. Me tomó de la mano y enrojecí al mismo tiempo que me estremecí ligeramente. Su piel estaba fría al contacto, pero tras unos segundos en que mi piel se adaptó solo sentí su suavidad y fuerza, eran las manos de un hombre. - ¿Algo mejor, señor? No creo que lo hubieseis conseguido, y de seguro que de haber puesto más decoraciones y maderas, habría resultado pesado que admirar. A mi parecer más perfecto no os podría haber quedado. — Dije yo, mirando un momento hacia el laberinto. Le sonreí y le miré. — Sin duda el laberinto es uno de los fuertes del jardín, ya que cuesta mucho poder crear uno de ellos y más, uno ya tan alto. —Alabé sus esfuerzos para con el laberinto y acordándome de que aún seguía tomándome de la mano al mirarle, él me besó la mano. Suspiré silenciosamente, sintiendo aquellos labios contra mi piel.

Su nombre también es bello y me atrevería a deciros que único. De donde proviene? —Le sonreí viéndole enderezarse frente a mí. — Le confesaré que es el primero que conozco con ese nombre y claro, olvidase de las formalidades. Si quieres que te llame Deiran, Deiran os llamaré. – Susurré acariciando su nombre con mis labios, mientras mis ojos volvían a los ajenos quedándose allí, hasta que uno de sus movimientos me hizo desviar la mirada y ser consciente de aquella mano que me ofrecía para tomarla. Sin dudar la tomé, riendo suavemente al escuchar sus palabras, dirigiendo sin poderme contener unos segundos mi vista a los demás empresarios, algunos los cuales me observaban celosos por acaparar a quien tanto querían impresionar. Sinceramente poco me importaba impresionarle o no. Mi vinería había subido en el mercado, si… era cierto, pero también era cierto que no buscábamos grandes beneficios. Tal como estábamos nos iba bien. Debo admitir que mi padre sí que muchas veces habla de abrir nuevas fronteras, de buscar aliados, pero se nos hacía difícil confiar en nadie más y más desde que estoy yo al frente y como mi padre siempre decía, soy la flor de la suerte para todos ellos, la inigualable uva de la vinería.

Gustosa aceptare ir a pasear con usted. – dije con una sonrisa en los labios, imaginando por unos instantes lo que aquellos hombres pensarían. Daba la impresión que los Di Bella iban a tener mala propaganda tras quitarles la opción a conocer al dueño de Camelia Vinn. La verdad, era que importaba bien poco. Gracias a mis dotes de habladora y negociadora, teníamos una gran cartera de clientes fijos, cuales nunca nos abandonaban. —Acostúmbrese a las conversaciones sin sentido me temo. Usted no reside aquí todo el tiempo, pero si os vinierais un verano y os invitaran a todas las reuniones y eventos que hacen, os doy mi palabra que desearíais no haberos enamorado de Italia antes de caer en sus manos. – Los últimos años había sido yo la que había asistido a muchas reuniones y eventos que hacíamos a veces todo el gremio conjunto y había echado enormemente alguien con quien poder reírme y ser naturalmente yo misma y no estar allí sentada oyendo como cada cual habla de su negocio, alzándolo por encima de los demás.

Me jaló de la mano acercándome más a él, hasta poder sentir su cuerpo moverle al lado del mío, rozándose ambas pieles. Le miré y asentí apretando también mis dedos en torno a su mano, devolviéndole el apretón. —Será todo un placer para mí que me enseñe el laberinto y poder ver con mis propios ojos que esconde en él. —Le miré y reí encantada, plácidamente relajada junto a él, siendo yo misma. – Sabe me gusta su presencia. No es como los demás, siento que con usted no debo fingir en ningún momento y eso es bueno y más en este mundo de los aromas y los sabores, donde el paladar nunca debe fingir así como todos nosotros. — De su mano caminé casi al unísono de sus pasos, alejándonos lentamente de los demás, encaminándonos hacia el laberinto. Desde la posición de antes no parecía tan alto pero al llegar delante de él, me sorprendí de lo alto que era. —Es impresionante…no nos perderemos verdad, Deiran? En la noche no parece ser el lugar ideal en el que perderse. - Me acerqué mas a él, tocando piel con piel y le tomé también del brazo. Siempre me habían dado miedo los lugares oscuros y un laberinto en tan oscura noche no parecía el plan perfecto. – Vayamos… quiero descubrir que esconde en él. –dije decidida y sonriéndole le miré, cayendo en lo cerca que lo tenia de mi, en lo que nuestras pieles se encontraban y como pese a la diferencia de altura y sentirme a su lado tan pequeña y femenina como nunca antes me había sentido, era consciente de que con solo que bajara un poco su cabeza, nos encontraríamos a la misma altura, y aquello hacia acelerar mi corazón. Ni el laberinto era tan bello, como el brillo de sus brillantes ojos y su rostro suave y esculpido como el más fino marfil.


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Mensaje por Deiran Chassier Mar Ene 21, 2014 9:48 pm

La naturaleza obra sin maestros. 
Hipócrates
Los murmullos de las conversaciones eran un poco insoportables, podía escuchar desde lejos, desde donde ella y yo estábamos parados lo pretenciosos que ellos querían ser pero no contaban con que estaría siempre un paso delante de ellos, es más esta reunión ni siquiera era por ellos, era por los Di Bella y la representación de ellos le tenía justo frente a mí, en mis ojos, sólo para mí. No había querido perder el tiempo viendo como alguien más robaba su atención por eso había llegado casi de inmediato directo a ella. La música se hacía más fuerte y más bailable, los invitados había comenzado a bailar moviendo sus pies de un lado al otro siguiendo aquel compás y yo estaba de pie frente a aquella mujer que parecía una tierna infante observando con sus grandes ojos esmeraldas su alrededor, por un momento le imaginé descalza corriendo por este verde jardín tratando de alcanzar los rayos del sol y yo viéndole del otro lado con una enorme sonrisa, eso era tan efímeramente imposible, me reí ladinamente ante la idea y observé una vez más a nuestro alrededor.
El ángel es más encantador de noche- pensé de manera tranquila y busqué las distraídas pupilas de Elisse que una vez que se fundieron con las mías era como si no se pudieran separar, no daba tregua. Ligeramente sentí la brisa calarme la piel, comenzaba el aire de la noche a helarse y la algarabía de la fiesta estaba en su apogeo. Sus ojos al hablar de su padre se iluminaban casi de manera inmediata, era como si luces nacieran de sus adentros —Espero que se recupere pronto, debo de conocerlo- volví a recalcar aquella parte de manera especial sin sonar muy arrogante y continué —Veo entonces que los mozos hacen bien su trabajo- asentí —No suelo venir mucho por  Palermo pero la parte en donde me siento yo mismo es aquí- dije viendo el paisaje y luego a ella, era tan parecida a esas flores, inocente. —Espero más con el tiempo pueda acceder a cenar aquí de manera más personal - volví a hacer énfasis especial en esas palabras, como si poco a poco le revelara mis secretos —Espero que acepte- susurré con una sonrisa dibujada a mitad de la mejilla tratando de ignorar la música.
Me quedé observando sus facciones, eran tan delicadas, cuidadas y a la vez por su frente parecía haber recorrido sudor de trabajo, ¿Por qué? Me cuestioné una y otra vez mientras ella inyectaba en mis venas curiosidad, un poco de su energía, me daba un poco de temor por lo que fruncí el ceño al sentirme medio vulnerable, no había percibido una bondad así de sincera. Asentí a sus palabras tratando de acortar el tema del por qué no estaría en Palermo por mucho tiempo pero ella le puso más atención de la que yo quería —Sí, por ahora mis estadías por aquí deben de ser cortas, no puedo dejar Camelia Vinn – París por mucho tiempo a solas, no confío en nadie más que mis manos para hacer las cosas como se debe- alcé una ceja —Este negocio es más atrapante que ningún otro y más cuando se siente la satisfacción de hacerlo- le dije entre sonrisas, me entusiasma hablar de vinos, es una de las pasiones más ‘’sanas’’ después de todo. Le escuché llamarme señor de nuevo y casi sentí como mi cejo se juntó de nuevo y se suavizó al instante —Soy amante de lo sencillo- alcé la ceja para verle de manera sutil el cuerpo, quizás la referencia iba para ella también —En París todo debe de ser ostentoso, llamativo, tosco y pesado, ellos son muy diferentes a nosotros- dije tratando de ocultar mi acento con una sonrisa y asentí viendo de nuevo el laberinto, ese que era tan peligroso si nadie conocía el camino de vuelta, esperaba con ansia ver qué había ahí, en el corazón  de esa serpiente de rosas.
Negué al cumplido, una vez más no era de los que gozaba porque alabaran alguna de mis acciones y mucho menos muestras de cortesía —Para nada Elisse- volví a pronunciar su nombre con cierto encanto, me gustaba cómo se deslizaba en mis labios —Mi nombre es muy común- no estaba seguro de eso pero quise sonar casual —Sé que mi madre fue la autora de ése- dije con una mueca de sonrisa, odiaba hablar de eso con tanta naturalidad para , mí esos días de humano se habían muerto hace tanto, junto con ellos. —Lástima ya no cuente con su presencia para preguntarle la procedencia de mi nombre- fingí una sonrisa incómoda. Sus ojos eran insistentes y yo jugaba entre sus labios y ellos eran como hechizos. Los murmullos se hacían más fuertes en tanto mi tiempo con ella se alargaba y yo estaba tan complacido, siempre amé llevar la contraria y hacer purgar a los demás con mis acciones y más con ella que no estaba atenta o quizás sí a lo que causaba a los demás en general, estaba realmente disfrutando esto lo que me hiso enseriarme de nuevo.
Ofrecí mi mano y ella la tomó de inmediato aunque no estaba seguro si nos habíamos soltado después de que besé la misma —Entonces vamos…- dije bajo mientras seguía de su agarre para bajar las escaleras blancas mármol hacía lo más profundo del vasto jardín y seguí con ella escuchándole negando a sus palabras. Ella desconocía mi pasado, desconocía si quiera mi condición pero yo realmente odiaba Italia, odiaba Palermo, esta mansión y todo lo que me llevara a recordarme a alguno de mis padres, la moza que me crio y la sencilla razón por la que me encantaba este jardín era porque no tenía ningún recuerdo de humano con alguno de mis antiguos allegados, siempre fui yo aquí, solo y ahora ella sería la primera en pisar este camposanto. —Verá Elisse, no soy muy participe de la vida social aunque en nuestro ámbito es casi necesario, lo cumplo más como un mandato pero creo que su compañía aligeraría esa carga- asentí sincero —No creo encariñarme de Italia nunca a pesar de haber nacido aquí- confesé cerrando ese tema.
Tiré de manera sutil su delgado cuerpo y su cuerpo impregnó el mío de su calor. La caminata seguía más tranquila y yo escuchando sus palabras que parecían ser sacadas de un cuento. La diferencia de estatura era clara, era algo muy imponente. —¿Mi presencia?- negué, si realmente ella supiera mi esencia moriría de miedo, quizás intentaría correr, qué se yo, ella no sabía nada de mí y estaba tan confiada. —¿Fingir? Oh Elisse, agradezco su fina sinceridad detesto la hipocresía- susurré de manera fina mientras mis pasos le llevaban más hacia adentro —No se puede ocultar a simple vista quien no se es, en usted veo solo una fina capa de humildad, es realmente tranquilizante- le miré por un rato y después el camino. Sonreí por sus palabras si nos pudiésemos perder, para mi suerte no pero para la de ella, negué quizás —Elisse, soy un buen guía, recuerdo estos caminos como la palma de mi mano- tomé su mano y la giré para dejar su palma a la vista, con un dedo le dibujé el laberinto de manera superficial y señalé el centro —Lo más importante es el corazón de este sitio- al rozar sentía como si un leve dolor en el pecho naciera y junté de nuevo mi mano con la de ella sintiendo como se aferraba más su agarre en mi brazo —Tranquila que yo la protegeré- sonreí y mi voz gruesa se abrió paso asintiendo a sus últimas palabras apreciando su valentía, estaba abrazando al demonio.
El paso se hizo más constante, casi se sentía ligero, solo los pequeños tacos de mis zapatos y los de ella al chocar con el piso es escuchaba y la lejanía de la música era un aviso casi designal que nos estábamos alejando. —Debe ser duro Elisse, trabajar para su padre- dije de manera tranquila —Sus manos están cargadas de trabajo pero a la vez de amor por lo que hace- le miré —He escuchado que sus vinos son muy exitosos, espero tener el placer de degustar uno muy pronto- acerqué mi cuerpo un poco más al de ella después de sentir el aire golpearle la espalda y ver cómo se erizaba. Miré hacia atrás y me solté de su agarre y comencé a tirar de la chaqueta del traje y dejarme en camisa de cuello y le coloqué la tela sobre su espalda. —Creo que así estará mejor- comenzamos a girar en una de las curvas del inmenso muro de rosas, las flores olían tan bien pero no como su perfume, era exquisito. Volvimos a girar y los caminos comenzaron a abrirse paso a nosotros parecía como si los giros y las sendas se cerraban a nuestro andar, el laberinto nos daba la bienvenida yo me sentía cuidado bajos las alas de ese ángel.


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Mensaje por Elisse di Bella Dom Ene 26, 2014 4:41 pm

El secreto mejor guardado se esconde en la sonrisa de una mujer.
Maryn M.

Me encantaría y seria todo un placer venir aquí a cenar con usted, más en privado, sin la música que atesore nuestros oídos. —Dije en una radiante sonrisa, pese a que me agradaba la idea de tener una cena privada con él, mi corazón latía apresurado en mi pecho, nervioso. Me mordí el labio y desvié unos segundos mi mirada de la ajena, perdiéndome en la fiesta, escuchándole. Asentí a sus palabras volviendo a verle. — Entonces tenemos más que los vinos en común. Yo también soy más de lo sencillo, y creo que por eso mismo fue que me quedé aquí y no fui a la gran ciudad. ¿Para qué lucir vestidos apretados, si tienes una buena figura que no hace falta resaltar? La moda, los lujos... supongo que nunca estuvieron en mi lista. Y estoy segura que no lo estarán. – Agregué con una sonrisa, aunque siempre existía ese dicho de “nunca digas nunca” pero sencillamente yo no era así.

Asentí a sus palabras, siempre con mi dulce sonrisa en mis labios. En verdad me asombraba de lo común que teníamos, obviamente con alguna otra excepción como la del don de gentes. Yo para eso, era excelente, me gustaba rodearme siempre de diferentes personalidades, y todo y que disfrutaba más en pequeñas veladas, no tenía ningún reparo en asistir a las grandes reuniones, como las que yo y mi padre empezábamos a hacer para dar a conocer a los clientes las novedades. Una vez tomados de la mano, que en verdad nunca separamos el contacto del ajeno, me dejé llevar hasta el laberinto, empezando a oír la música lejana, hasta apenas oírla. En aquel lugar sus ojos parecían brillar, noté enseguida. Reí y asentí a sus palabras, sonrojándome en cuanto alababa mi persona. — Gracias por verme con tan buenos ojos, pero hasta yo podría ser la piedra en el zapato de alguien o ser un “mal bicho”— sonreí. — Mal bicho era como me llamaba mi madre cuando escapaba en la noche y jugaba a pasear y correr entre las viñas... —comenté esperando que no se pensara que aquel adjetivo iba por qué e la realidad era una mala pieza.— Y en todo caso, es usted también muy tranquilizante y parece tan tranquilo, como si la noche fuera su vida y pudiera moverse en ella como quisiera, siendo el rey del mundo...—Reí suavemente, odiando ser a veces demasiado soñadora quizás, pero cuando le veía moverse con aquella seguridad e impunidad en el laberinto, era la sensación que me provocaba. Asentí de nuevo a sus palabras, mirándole todo el rato menos cuando el laberinto robaba mi atención. Tomada de su brazo y más cerca de él, empezamos a adentrarnos en el laberinto desapareciendo de miradas curiosas y del ambiente que reinaba. Pues en el otro lado del jardín seguía la fiesta en su máximo esplendor. — No hace falta que lo diga. Con usted me siento a salvo de quedarme atrapada en este gran laberinto. —Dije sonriéndole.

Escuchándole de nuevo, negué ante sus palabras con una sonrisa. Para nada era duro, quizás si sacrificado y más ahora que era yo la que llevaba la gran parte de la vinería. No obstante nunca realmente había sido duro, desde pequeña había crecido entre ellas, las viñas y sus tantas fragancias y sabores. Estaba acostumbrada y nada amaba más que dedicarme a ellas, preocupándome más que mi padre cuando una plaga las dañaba. — Todo lo contrario señ...Deiran —Rectifiqué a tiempo nada acostumbrada a llamar con tanta confianza a alguien apenas conocerlo. Pero resultaba agradable, así como la forma en que sus labios acariciaban mi nombre como si saboreara cada letra del mismo. — Para mí nunca ha sido duro trabajar para él. Desde pequeña fue mi sueño y crecí con ellas junto con nuestra vinería. No podría ser más feliz que tratando las viñas. —Dije mirándole a sus ojos con una dulce sonrisa. — Y sinceramente no creo que haya nada más bonito como ver que tus esfuerzos sirven para algo, la dedicación, el trabajo, el amor... —Reí al aire desviando un momento la mirada de sus orbes y exhale un suspiro. Tantas ideas y sueños que aún quedaban por conseguir, entre ellas poder poner en práctica mis nuevas averiguaciones y lo que mi sexto sentido me indicaba para comercializar, pero por el momento toda la vinería se centraba en tres tipos de vinos y hasta que no creciéramos sería imposible poder probar nuevos sabores y licores. Y nosotros crecíamos humildemente, lentamente...todo y que hubiéramos subido apenas estos últimos años más de lo que jamás había soñado mi padre, aún nos encontrábamos lejos de poder agradecer nuestros vinos, con nuevas mezclas y por el momento, únicas, me atrevería a decir.

Al oírle de probar nuestros vinos, sonreí y volví la mirada a la de él, mostrándome curiosa a sus ojos. — Para nosotros será un placer que pueda probar nuestros vinos. Pero debo deciros que sin duda alguna, Camelia Vinn es la mejor, y vuestros vinos no pueden compararse a los nuestros. Nuestra pequeña empresa es más sencilla que la vuestra.—Dije humildemente casi horrorizándome de que él los probara, ya que de todos siempre se había dicho que era el dueño de Camelia Vinn el de mas olfato y gusto para testar los vinos, criticándolos o alabándolos según su parecer siempre acertado. Inmersa en nuestra conversación, olvidaba que mi vestido no era tal cálido como un abrigo, y que con la espalda al descubierto, sería demasiado fácil que el viento penetrara en mi piel, helándome y más en aquella temporada, que pese a no hacer frio, el viento era todo menos cálido. Así que al sentir que mi piel se erizaba, y un escalofrío bajaba por mi espalda, agradecí en silencio el gesto de Deiran, quien se puso más cerca de mí, protegiéndome del viento que venía a dar contra mi espalda. Sin previo aviso tras su atenta intervención se soltó de mi mano, frunciendo el ceño me giré a él. — Sucedió algo? Os molesté con mis palabras... si es así... —Quedé callada al girarme y ver como se quitaba la chaqueta del traje y quedaba solo con una camisa de cuello. Antes de que pudiera decir nada más, me coloco la tela sobre mi espalda, protegiéndomela así del viento y del frío de la noche. — Gracias...eres muy atento. —Le sonreí agradecida, apretando la tela mas contra mi piel, viniéndome a mí el olor de su propietario, de Deiran a mi olfato acostumbrado a entender de aromas. Suspiré, su perfume era tan atrayente como sus ojos y sonrisa, pensé sonrojándome, para después mirarle, esperando que no fuera consciente en la oscuridad solo rota por la luz de la luna del color de mis mejillas, y le miré preocupada. — Pero seguro no tendrá frío? No se ve esa camisa de cuello, muy cálida tampoco. —Dije frunciendo el ceño levemente, volviendo a tomar su mano de vuelta, en cuando tras su respuesta que me hizo sonreír, volvimos a emprender camino entre giros y más giros de aquel bonito y mágico lugar.

Con mis ojos no dejaba de recorrer aquellos caminos, sin entender cómo podía él caminar con tanta seguridad entre aquel laberinto. Yo apenas recordaba los últimos tres giros y él seguía caminando confiado hacia el centro del laberinto. Pasamos por un muro de rosas, en el que no pude más que detenerme un instante para poder grabar el aroma del aire, de la fragancia de las flores. Eran tan bonitas y el perfume que de ellas emanaba, cautivador y dulce. Siguiendo a Deiran, entre sonrisas y sonrojos y miles de muros de rosas más nos hicimos camino. — Aún no entiendo cómo puede acordarse del camino. Este lugar desde fuera parece más pequeño, pero una vez dentro te das cuenta de la magnitud y trabajo que tiene que haber sido mantenerlo y crear una preciosidad así. —Comenté finalmente siendo incapaz de seguir en silencio, solo admirando y sonriendo a Deiran cuando nuestras miradas se encontraban. — Es demasiado bonito este lugar... —Dije cuando volvimos a pasar por una pared de rosas, quedándome contemplando sus blancos pétalos unos segundos, hasta que nuevamente tras un apretón de mi mano seguimos el camino, hacia donde fuera que quisiera llevarme. El jardín, aquel precioso laberinto, parecía mágico, pero no tanto como de quien iba agarrada y seguía, que con sus ojos parecía alumbrar el camino y mis mejillas cuando entrecruzábamos la mirada. – Sabéis? Tenéis una bonita y profunda mirada... —Confesé sin poderme resistir al impulso que nacía de mi corazón que se encontraba hipnotizado por él. Me mordí el labio, avergonzada de mis palabras, sintiéndome una enamoradiza adolescente cuando a lo lejos vislumbré un claro de luz  y un aroma exquisito, a flores que nos rodeó. Sonreí y le miré esperando llegar hasta allí y que me mostrará el secreto de aquel jardín.


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Mensaje por Deiran Chassier Miér Ene 29, 2014 1:51 am

El arte es la perfección 
de la naturaleza.
Thomas Browne
La calidez de su mano bajo la mía era algo que sin dudar pasivo y agradable. Jamás había caminado de la mano de una mujer con tanta soltura, mis confesiones eran sin duda verdades absolutas aunque ella no lo creyera. Mi paso seguro se afianzaba mientras y el viento no daba tregua ante nuestros cuerpos, lastimosamente yo era incapaz de sentir alguna sensación desagradable, simplemente iba rompiendo el silencio. Nuestros pies hacían un hueco en el suelo al unísono como una especie de marcha y yo complacido de haber escapado del bullicio, de la gente y más aún teniéndola  a ella cerca para lograr mi cometido. Ella era tan buena, su pureza me dolía en cada una de mis articulaciones quizás calmaba al demonio colocándolo a sus pies porque hasta el momento ninguna idea sádica o pretenciosa se habría cruzado por mi cabeza, solo enseñarle lo que ocultaba el centro de esta enorme fortaleza. —Sabe, Elisse, hace un tiempo, se habían inventado una leyenda en este laberinto, unos hombres habían querido entrar a la mansión llevándose consigo una fuerte cantidad de dinero pero perdieron el norte al cruzar esta muralla, nunca más fueron encontrados y se dice que por las noches ellos como pena por sus actos de bajeza se dedican a resguardar este sitio- sonreí narrando con un tono macabro aquel relato, me encantaba manipular las situaciones a mi conveniencia y  con ella estaba seguro podía lograrlo —Quizás los encontremos- susurré bajo añadiendo con algo de asombro y a la vez chantaje.
Los pasadizos se hacían más estrechos entre el uno y el otro. Un camino abría dos senderos más y esos dos unos cuatro y sí sucesivamente, era todo una secuencia, un completo martirio. Le escuchaba hablar y asentí a sus palabras, guardaba para mí lo que consideraba importante y me podía servir. Definitivamente las ideas que antes me había dado sobre ella eran completamente ciertas. Sus manos contaban historias verdaderas sobre su trabajo en casa de sus padres no era una muñeca de adorno, realmente era una mujer con facultades excepcionales valía la pena proteger su corazón. Pero había cierto aire de inseguridad en ella como si diera tres pasos hacia el frente y retrocediera uno, si no se colocaba firme y llegaba más alto, sus alas se despedazarían yy quedarían inservibles para alzar el vuelo cosa que no era de mi incumbencia pero estaría pendiente en el transcurso de esta noche. —¡qué va! El comentario popular de París es que son muy buenos. Será un placer que mañana pueda mandar a un criado por una botella- sonreí y continué mi paso —¿Quién está tras esas fórmulas Elisse? ¿Quién las elabora?- solté de manera espontánea lo que desde que le vi quise saber, necesitaba conocer esa master piece  detrás del triunfo de los di Bella. Agradeció por mi chaqueta y negué con una sonrisa viéndole de pies a cabeza —No ha sucedido nada, simplemente vibraba más que molino en pleno azote de ventorral- bromeé y continué con mis brazos aferrados a los de ella así como mi mano —Y mire, me debo atrever a decir que luce bien en usted esa prenda- delineé su cuerpo con mis ojos y tiré de su mano, quería llegar lo más pronto porque el tiempo sabe apremiar. —No tengo frío, no se preocupe, vivo constantemente en heladas- solté con cierto aire de nostalgia.
—Me acuerdo del camino porque de niño me perdí aquí y tuve que encontrar por mí mismo la salida- sonreí recordando aquel pequeño espacio de tiempo de mi vida como humano y fruncí el ceño —Desde entonces no se me olvida- miré a la luna —Este lugar es misterioso- añadí con cierto agrado pero contando verdades. Un giro más  llegaríamos, mi paso tranquilo bajo la mano de ella era como un arrullar —¿Mirada?- me detuve y le vi completamente compenetrado a ella, inclinándome a sus verdes orbes —No soy del que alaba los halagos Elisse, no me gusta- murmuré suave y mis pies fueron yendo hasta su cuerpo para dejarle acorralada detrás de un enorme muro verde. Sabía que mi chaqueta le protegía de alguna rama suelta que quisiera romper su piel entonces me acerqué aun más, hasta oír, como su cuerpo se presionaba contra el matorral y agaché mi mirada para estar más cerca de sus ojos —Los suyos son una ventana amplia, tan pacífica y llena de calma. Un hermoso bosque así como este- miré alrededor y corté una enorme rosa roja, de mi color preferido y se la coloqué enfrente —Compiten- sonreí y sentí como sus manos se aferraron a aquel tallo qu pinchó sus dedo de inmediato. La sangre brotó deslizándose por su dedo y yo agarré el mismo y besé untando su sangre en mis labios para después saborear ese néctar —Cuidado, Elisse- advertí casi simultaneo y ladee el rostro limpiando su dedo contra mi camisa dejando una leve mancha —Todo lo hermoso siempre tiene algo con qué cortar- murmuré y tomé de su mano, su sangre ya había coagulado.
Haciendo el último giro estábamos en el epicentro del laberinto. La enorme fuente despampanante con sus aguas cristalinas era bellísimo. La luz de la luna se conjugaba plateándose con el agua y creando un semi arcoíris y en el centro de ella estaba la estatua del ángel, que siempre había apreciado con mucha sutileza sosteniendo el cuerpo de la mujer que yacía en su regazo, solté su agarré y avancé. El nuevo escenario era diferente. Lleno de flores rojas grandes y otras apenas en capullos; las Camelias. —Esta es la mejor parte de esta fortaleza natural- añadí tranquilo —Pero sin duda se aprecia más con la compañía- le miré de vuelta y me alejé de su vista —De niño solía jugar a las escondidas… Elisse, Elisse…- dije en un susurro apenas audible y desparecí por completo detrás del agua que ocultaba mi presencia , iba a jugar las escondidas con ella esperando un poco más cazar algo más que mi enmarado encuentro.


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Mensaje por Elisse di Bella Jue Feb 20, 2014 3:58 pm

Cuando el misterio es demasiado impresionante,
es imposible desobedecer.

Antoine De Saint Exupery
Era increíble como nuestros cuerpos parecían encontrarse en sintonía, hasta como su mano se sentía tan bien entre la mía. Estaba frío, muy frío y en ocasiones seguí deseando que la calidez de la mía ayudara a caldear la suya. En todo momento mis ojos seguían los ajenos, como también sus gestos. Era enigmático, incluso más que aquel laberinto en el que paseábamos. Con una alegre sonrisa le escuche y ante sus palabras, mis ojos se mostraron curiosos, cayendo de lleno en la trampa de su voz y su narración. — Estáis seguros que son ellos? Y no os da miedo internaros en este lugar tan de noche y oscuro? — Mis ojos brillaron y sonreí. — Os imagináis que siguen y nos persiguen? Confío suficientemente en usted como para sabe que me protegeríais… pero si son fantasmas, sus almas, no sé como podríamos pararles los pies. —  Susurré con el ceño fruncido, recordando que había oído de gente afirmar que existían tales historias, por lo que sin saber si solo deseaba asustarme o decía la verdad, opté por no decir nada más, pero al pensar en encontrárnoslos temblé apenas perceptiblemente en su brazo. —Sois malvado y ruin, por desear asustar a una pobre doncella como yo. —  dije sonriendo, dándole un ligero empujón hacia un lado.

El tiempo iba pasando. Mareada de tantos estrechos pasadizos, observé como cada vez se acortaban más y se separaban todavía más. Tras las primeros giros, me había perdido y él aún seguía en calma por aquel lugar, irradiando una fuerte seguridad en si mismo, que por unos instantes deseé también para mi. Así, quizás si fuera más segura de si misma, podría hacer extender más rápido a mis vinos, y aunque nunca llegaría al nivel de los Chassiers, quería y debía luchar por los sabores y fragancias de mis creaciones. — La clase media popular de París, no puede permitirse comprar normalmente de los mejores vinos y acuden a nosotros. No deseo que se lleve una decepción al probar uno de los nuestros, debe de estar muy acostumbrado a los suyos y a su exquisito sabor. Déjeme decirle, que  a veces es mejor quedarse con la curiosidad que probar y descubrir que no ha llegado a sus expectativas. — Dije con total sinceridad. Mi padre se habría mostrado orgulloso de que un Chassier deseará uno de nuestros vinos, en cambio yo quizás por tener en demasiado alza a sus vinos y licores y por preservar el secreto de mis vinos, el que él deseará conocer los sabores de los di bella, no lo veía apropiado. En parte en este mundo, si a él no llegaran a gustarle mis vinos, solo un comentario suyo podría hacernos caer en la más absoluta ruina. Él debía de saberlo. Le sonreí y negué. —Si es su deseo, podré ofrecerle el mejor de nuestros vinos…en ningún caso por eso, os podré desvelar el secreto, la creación de los nuevo di bellas. Solo espere y quizás mañana cuando tome del vino, solo con su sabor, podrá adivinar quien esta detrás de las viñas y las uvas. — Miré al suelo y sonreí, si él supiera quien era quien se encontraba detrás de la vinería no se lo iba a creer. Nadie se creía que una mujer pudiera estar en lo mas alto, ni ser una de las estrellas en un negocio, que todos consideraban de hombres aunque las mujeres estuviéramos bien predispuestas a los olores y fragancias, como a reconocer mejor los toques de sabores de cada preciado sorbo de vino en nuestro paladar.

El viento cada vez mas frío a mi espalda, fue la razón por la que de un momento a otro me encontrará bajo la protección de su abrigo. Su sonrisa y la mía no abandonaban nuestros rostros, y continuando aferrada a él, tomándolo del brazo, me vi en la obligación de apartar la mirada al sentir su mirada en mi silueta. No obstante un tirón de su mano me hizo alzar la mirada y acelerar el paso en lo que él me llevaba mas adentro del laberinto. —Yo también me  perdía, en mi caso por los viñales, hasta que finalmente terminaba escondida, esperando que vinieran a por mí para rescatarme. — Reí al acordarme de aquello, y me recosté más contra su brazo. — Este lugar es como usted…—

Ruborizada fue que le vi detenerse, deteniendo mi paso quedándome a su temple, protegida por él. Asentí mirándole todavía, tragando saliva en lo que inclinó su mirada hacia mí. —Yo no dije nada mal… — Atiné a susurrar en lo que viéndole venir, acercarse a mi cuerpo, retrocedía camino hasta llegar a una de las paredes del laberinto. Un enorme muro verde. Sin dejar de mirarle, cerré los ojos un instante en lo que sentí como mi figura se hacia hueco entre aquel muro y sentía las ramas contra el abrigo que cubría mi piel. De no haber estado protegida las finas ramas habrían arañado mi tersa y blanquecina piel. Volví a abrir los ojos y me lo encontré a escasos centímetros de mis ojos, agachado mirándome directamente. Suspiré incapaz de apartar mis ojos de los ajenos. Sentía en mi pecho el retumbar de mi corazón extrañamente seducido por aquellos orbes. — Gracias por tus palabras, pero mis ojos nunca serian mas bellos que este laberinto… — Le dije mordiéndome el labio, agradeciendo que apartara su mirada de mí unos instantes en lo que pudiera calmar mi sonrojo. En cuanto volvió hacia mi sonreí al ver la rosa, volviendo a sonrojarme al escuchar sus palabras. Sin pensar siquiera que hacer, tomé el tallo de la rosa, quería oler su perfume, siempre me habían gustado las rosas y siempre mi habitación olía a ellas. Al tomar la rosa, no pude no jadear de dolor al sentir como uno de mis dedos se pinchaba con el tallo de tan bella flor y antes de que pudiera hacer algo, ni siquiera poder limpiar la sangre que broto de inmediato bajo mi sorpresa, vergüenza y estopor, Deiran agarró mi dedo y besándolo limpió la sangre de la herida. —Deiran…— Susurré con una voz dulce observando con un gesto contrariado que limpiara mi dedo en su camisa. —No hagáis eso, no deseo ensuciaros el traje. — Dije sin llegar a tiempo de aquel hecho. Suavizando mi mirada, enternecida por sus gestos y la atención que me deparaba, sonreí. — Usted no corta. — Comenté en apenas un susurro de mis suaves labios, esperando que no lo hubiera oído si quiera, por lo que disimulando y bajando mi mirada unos segundos, volviéndome a ver mi dedo, sorprendida de que tan rápido hubiese coagulado la sangre, fruncí el ceño. Deseaba mejor la herida ya sanada, pero mi mano entre las ajenas, me resultaba imposible hacerlo, por lo que sonriendo suavemente me volví de nuevo a él y sin dejar de mirarle, tomándome de las manos terminamos de recorrer lo que quedaba para llegar a aquel mágico lugar.

Giramos y la sonrisa que hasta aquel momento no había dejado de dibujarse en mis labios, desapareció unos segundos, abrumada por completo de aquel recóndito escondite tan bello. —Increíble… teníais razón, parece mágico. Realmente, lo és. — Dije con ojos brillantes contemplando extasiada el pequeño arcoiris y su reflejo en el agua, custodiada por la bella obra de arte del ángel sosteniendo a una mujer. Ni cuenta me di de su avancé ni de que me hubiese soltado de la mano, hasta que mi mano se encontró agarrando aire, solo entonces desvié mis verdes orbes del ángel, para volverme a quien lograba con solo una de sus miradas, calmar los latidos que en mi pecho bombeaban el elixir de la vida. Le oí y miré hacia su dirección cayendo en las camelias. Sentí la necesidad de acercarme a ellas, nunca antes había visto de tan bellas. — Este es vuestro secreto? El nombre de vuestra vinería proviene de ellas, de vuestras camelias. Cierto? — Dije deteniéndome a medio camino de él y las camelias al verle mirarme y sonrojarme. —Yo también solía jugar a las escondidas, en nuestras viñas. — Confesé apartando mi mirada de él unos segundos, y allí fue que le perdí de vista, hasta que oyéndole llamarme le miré y al encontrarme que ya no se encontraba donde antes lo recordaba, le busqué sin encontrarle. — ¿Deiran? — Mi voz casi sonó asustada. Me giré hacia la fuente, buscándole. Y nada, no se encontraba. Aún así sentía su presencia, alguien me observaba y era él. Le busqué extrañada por los alrededores más próximos, sin encontrarle. Finalmente volví a donde se encontraba la fuente. Me mordí el labio y tras una nueva mirada al ángel y a la mujer cuyo rostro extasiado lucia en la noche brillante junto el arco iris, sintiendo en mi alma miedo, pero también un sexto sentido, como aquel que de pequeña sentía al esconderme de mis padres entre las viñas, eché a correr por uno de los pasillos asombrecidos del laberinto, esperando que el juego cambiara, y ahora fuera yo la escondida. Esperando tomar por sorpresa al escondido Deiran y que este, acudiera a mi llamada.

Al sentir el aire acariciarme la mejilla, y jugar con mi pelo, reí suavemente al aire, sabedora de que cada ruido que de mí saliera, serian mas pistas que él podría seguir hasta encontrarme, pero justo aquello quería yo. Que me encontrara.—Deiran… Deiran. Encontradme. — Le llamé divertida yo también antes de desaparecer por completo en las paredes verdes del laberinto, dejando atrás la luz del ángel y la mujer. Sentí la adrenalina en mi cuerpo, y sonreí. Hacia mucho no me divertía tanto, no me encontraba tan excitada con algo tan inocente como jugar a las escondidas. Giré por muchos pasadizos, hasta que paré y al no oír los pasos de nadie corriendo tras de mi, me asusté. ¿Y si ahora no sabía encontrar la salida? Me abracé a mi misma, envolviéndome aún mas en aquel abrigo de él y le esperé en silencio, esperando que me encontrara y a poder ser no me asustara, por que de hacerlo me aterrorizaría. Mis ojos no veían nada, solo mis manos me iban guiando entre las sombras de los arbustos que daban forma al laberinto. Y así lentamente fui perdiéndome todavía más en aquel laberinto.


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Mensaje por Deiran Chassier Jue Mar 13, 2014 1:56 pm

Las más bellas rosas son las que crecen de entre los escombros…
DC.
Era un juego. Un pacto con el diablo. ¿A qué estaba jugando esta mujer? Claramente no se daba cuenta de quién era yo y qué era ella. Hacía muy bien mi papel de joven cauteloso, cordial y caballero, después de todo mi conversión y mis casi quinientos años de vampiro no significaba que debería de perder la decencia y tratarla como tal. Era una de las pocas cosas que le agradecía  a Linzather. El camino por aquella arboleda se hacía cada vez más extenuante para ella, quitando claro, el viento  que nos azotaba constantemente, era necesario que me moviera rápido, esto se estaba alargando y yo necesitaba pasar al siguiente nivel.
Avanzamos de manera más amena disfrutando de la noche, la fiesta que yacía tras nosotros seguramente marchaba bien, había instruido a mis empleados de qué hacer además no se me había olvidado que todo este jolgorio era en honor a la dama que llevaba de mi brazo que parecía cómoda en ese lugar. Me cuestioné si ella realmente no sentía que mi piel estaba más fría que el mismo aire vengador. Esbocé una sonrisa pensando con ingenua era y la verdad fue aquello lo que le mantuvo con bien porque su alma tan pura no merecía que fuese a descoserse por las garras de un demonio. La plática fue tomando forma. No me gustó la idea que saltara de lado quien estaba tras esas esencias de su compañía ¿Qué me estaba ocultando? -No, no Elisse, ese no es el camino correcto- me dije para mí mismo tratando de ser paciente pues de cierto modo estaba satisfecho con la dulzura de sus palabras que por ratos me hacían perderme de mi objetivo inicial.
Todo estaba pasando como en cámara lenta, el sabor de su sangre en mis labios fue exquisito por un rato quise aventar todo por la borda y dejar llenarme de su jugo pero no, tenía que mantenerme enfocado aunque puedo estar seguro con una precisión casi de un cien por ciento que ella era tal cual a mis víctimas con placer las elegía.; jóvenes y virginales. ¿Sería capaz? Volví a sonreír quizás por lo que decía ella pero más por mis pensamientos interinos y enfermos. Pensé en su posición al catar uno de sus vinos, más lo que ella no sabía era que yo ya lo había hecho y realmente eran buenos, claro, con las correctas modificaciones y las nuevas técnicas de viticultura parisina serían todo un éxito. A mí no me interesaba hacerle la quiebra a los di Bella, simplemente quería su producto como parte de mi empresa, como un plus extra para mí pero de una manera civilizada, la inmortalidad me había enseñado que en los negocios se debe de ganar limpiamente aunque a veces se usen trucos sucios; la miré a ella aprisionando su mano más dentro de mi brazo asegurándome bien de que no se enfriara.
Llegamos hasta el centro de la fortaleza verde, todo era tal cual lo había recordado de niño cuando solía ser ‘’normal’’ no me gustaba esa definición pero no podría usar otra más, cruzamos un par de palabras y asentí cuando mencionó que si por las Camelias del laberinto se había llamado así la empresa, el hecho es que indirectamente sí pero la idea original había sido de mi difunta madre y no quise sacar a flote tal aclaración porque eso sería rememorar cosas de muchos años, recuerdos que no estaba dispuesto a desempolvar, que quería que se quedaran enterrados, así como muchas cosas más que no valía la pena traer a colación en un momento como este, quería concentrarme solamente en ella, sin excepción alguna.
El juego comenzó. Me sentí con ánimo para hacerlas una vez más al gato y al ratón. –Oh mi Elisse, una vez más, no sabes a qué estás jugando- Oía sus pasos y yo encima de uno de los enormes muros de flores le observaba desde arriba sin que ella pudiese notar que yo le estaba mirando. Cuando sus pasos corretearon cual niña dulce traza un espacio de tiempo y no se le puede olvidar descendí hasta el piso pero a la velocidad con la que me moví para no ser detectado parecía que levitaba, ni mi sombra me delataba.
Detrás de ella haciendo crujir unas ramas a propósito quería asustarla. Mordí mi sonrisa porque no pensé que esto fuese a ser tan excitante y pensar que no podría probar de ella ni una tan sola gota lo hacía mejor aún, eso significaba que ella no era sólo alimento. —Elisse, no huya de mí- apareciendo justo detrás suyo, sin explicar cómo, tomé su cintura y le giré para verle a los ojos —¿Estaba asustada?- abracé aun más su cuerpo contra el mío y bajé mi cabeza para observar sus ojos primero y luego sus labios —Espero no haya tenido una mala experiencia- me acerqué aun más a ella y pude rozar con mi boca su mejilla para hablarle al oído. —Es hora de irnos de aquí- susurré tan bajo pero con una voz clara y firme y tomé su mano tirándole. En ese preciso momento de cercanía leí sus pensamientos y todo sus secretos fueron revelados, era ella. Ella, la master piece de Vinos di Bella, la quería, la necesitaba conmigo y entonces besé sus labios sin pensarlo dos veces, necesitaba saber más con mucha más claridad de lo que me había transmitido en ese momento y uniendo nuestros cuerpos de esa manera sabía que obtendría hasta imágenes pero algo bloqueó lo que quise saber y entonces mis labios se despegaron de los ajenos y observé sus ojos.

—Venga conmigo, a París, a trabajar para mi- propuse de inmediato una vez saliendo de aquel armazón natural —La necesito en mi equipo, piénselo, mis empleados podrán aprender de usted y usted de ellos, así todos ganaremos, tengo un pequeño y lujoso condominio en una zona exclusiva parisina, podría ocuparlo usted, piénselo, Elisse, sería un enorme placer - tomé su mano de vuelta y besé el dorso notando que ninguno de los invitados se encontraba, quizás había pasado más tiempo de lo que creí. Pedí a Ángelo que le acompañase hasta su carruaje y sabía que dentro de ella, una semilla que pronto daría fruto había quedado sembrada.


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Mensaje por Elisse di Bella Miér Mar 19, 2014 9:52 am

Los besos robados son los más dulces.
J. Rappeneau

La adrenalina que por los primeros instantes atravesó mi cuerpo, alejándome de la seguridad del centro del laberinto, desaparecieron dejando tras de sí a mis sentidos desorientados como ciegos en aquella oscuridad. Nada de esto se parecía ya a lo que tanto me gustaba jugar de pequeña entre mis viñales, en las oscuras y frescas noches de otoño. Ya no sentía aquella felicidad. Quizás fuera por que no conocía el lugar en el que me encontraba jugando a aquel juego. La risa desapareció de mis labios en lo que susurraba el nombre de Deiran llamándole, mientras mis manos me iban guiando por aquel lugar del que apenas llegaba la luz. Agradecí la chaqueta de Deiran que me protegía del viento y frío, como de aquella humedad que se colaba en mi cuerpo y que reinaba entre aquellos pasadizos.

Volví a llamarle cuando logré oír un crujido de ramas que me alertaron. Quedándome quieta temblé. Debía ser el viento o cualquier pequeño animal que viviera entre la vegetación, sin embargo mi sangre se heló dentro de mi. Giré mi cabeza viendo a los lados, sin encontrarme nada más que la oscuridad del laberinto. Volví a oír el crujido y con el corazón acelerado de temor bajo mi pecho, empecé a correr de nuevo cuando la voz de Deiran me paró y deteniéndome, miré hacia atrás encontrándomelo. ¿Pero como? Como había aparecido detrás de mí? Le miré con demasiadas preguntas en mi mente, las que no importaron mucho. Volví a encontrarme a salvo y tomada por su cintura, demasiado cerca de él, tanto que sentía mi pecho contra la tela de su camisa, me dejé rodear por sus brazos. — Si. Jamás volveré a alejarme en un lugar como este. Pensé en ocasiones que no saldría. —Balbucee intentando relajarme para que así mi corazón dejara de latir apresurado. Suspiré. — Ahora que me ha encontrado, todo se ve de forma distinta. —Cerré los ojos al sentir sus labios en mi mejilla, soplando sus palabras en ella, su frío aliento contra mi calida y sonrojada piel. Me estremecí placidamente y asentí sin opción alguna a dialogar. Él parecía de aquellos a los que una vez decían con voz clara y firme lo que harían, no admitían una respuesta diferentes a sus deseos, y no deseaba negarme a su demandas, aunque aquello significara perder la magia de aquel lugar, la verdad era que me encontraba aterrorizada y solo deseaba salir de allí y envolverme entre las luces de la fiesta, que debía estar a terminar.

Me tomó de la mano y tiró de mí. Yo le seguí, solo que en apenas unos segundos algo sucedió que se detuvo y sin poder preverlo, sin esperarme su movimiento se giró y sentí sus labios en los míos. Entreabrí los labios dejándole paso sintiendo la caricia de sus labios contra los míos. Suspiré placidamente al encontrarme de nuevo contra su piel y tal como hubo empezado aquel momento terminó, encontrándome con sus ojos en los míos nuevamente, solo que esta vez una luz especial brillaba en ellos. Me mordí el labio y tras una efímera sonrisa de él que rápidamente devolví volví a saberme tomada de la mano por él, alejándonos finalmente del laberinto, encontrando la salida tan ansiada, dejando atrás todo lo ocurrido, incluyendo a mi pesar aquel contacto de nuestros alientos, que habían aturdido mi alma por completo.

Con visible consternación me di cuenta solo salir del armazón natural que cubría nuestras espaldas que la fiesta había concluido y el tiempo pasando demasiado rápido, hacia llegar la velada a su cumbre, a la culminación. ¿Y que había hecho yo? En vez de hablar de negocios, de saber que se tramaba la casa Camelia Vinn o que había intentado con aquella reunión, solo había obtenido un primer beso que recordaría si no eternamente, me encontraba segura que dormiría muchas veces reviviéndolo. Inocentemente sonreí suavemente en lo que volvía a mi memoria el beso y veía a Deiran que de pronto igual que el beso, me dejó atónita con sus palabras, hasta no saber que decirle.

Yo no podría dejar a mis padres…irme de mis tierras, mis viñas. —Mormuré confundida por el hechizo que tejían sus palabras en mí. Terminé asintiendo, prometiéndole que lo pensaría. Sonrojada como cada vez que sus labios rozaban cualquier parte de mi piel, le sonreí y tras un breve abrazo, ya que tras lo que había pasado con él no pude no contenerme, Ángelo me llevó hacia mi carruaje meditabunda, viendo a ratos en los que me giraba como Deiran desaparecía del jardín y finalmente las puertas de mi carruaje se cerraron. Iba a casa, volvía a ella… con el presentimiento de que en apenas un instante mi vida empezaba a cambiar irremediablemente.

¿Qué iba a ser de mi, ahora?

TERMINADO


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