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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Florence Vekel Vie Ene 31, 2014 2:12 am

"No sé tu nombre, sólo sé la mirada con que me lo dices"
Mario Benedetti

—Sostenme… — dice con un hilo de voz y una risa final que le resta seriedad a lo que intentaba decir. —Sostenme, Holden, o tendrás que cargar con mi muerte en tu consciencia… — su mirada viajó desde el árbol que intentaba trepar hasta él, hasta sus ojos que escondían mucho más de lo que ella misma pensaba. Le gustan los ojos de ese muchacho pero también sus labios, su nariz, sus manos cuando se deslizan por los costados de su cuerpo y su torso desnudo cuando descansan sobre la cama. Le gusta Holden pero decírselo sería perder en el juego que no sabe cuando comenzaron. Ambos están a orillas del bosque y aunque el clima no los acompaña mucho han decidido hacer esa caminata porque pueden conversar mejor lejos de la gente, si es que llegan a tener una real conversación claro. Son casi las tres de la tarde y pese a que el almuerzo ha tenido lugar hace poco, Florence mantiene dentro del bolso que acaba de dejar en el suelo unas raciones de comida suficientes para un ejército pero que conociendo a ambos duraría un par de días si es que decidieran perderse voluntariamente en esos terrenos.

—Holden… — vuelve a hablarle mientras se levanta un poco la falda de ese vestido y se acerca a él. Sus zapatos son bajos y eso permite que la diferencia entre ellos sea mucho mayor, sus labios rozan el cuello de ese hombre que es capaz de ponerla nerviosa sólo con una sonrisa, aún cuando haga todo lo posible para no demostrarlo. —Si subo ese árbol será para demostrarte que también puedo hacerlo… para que no vuelvas a llamarme mentirosa, porque si hay algo que odio en la vida es a los mentirosos… — y aunque deja salir una risa que le resta credibilidad a su reciente declaración, vuelve a estar seria cuando se acerca y le besa suavemente los labios. Tiene las manos ocupadas por lo que sólo es un beso breve antes de volver a su labor, un pequeño gesto de suerte que acaba de inventar. Respira profundo un par de veces y mira la inmensidad que tiene al frente, al menos hay bastantes ramas de las que podrá aferrarse, pero la idea le parece ahora cada vez más equivocada y desearía ser un poco menos orgullosa para poder renunciar a ella.

Cuando pone el primer pie en el tronco, éste cruje bajo su peso y aunque no es mucho eso le hace temer que lo demás arriba no será capaz de aguantarla. Mira hacia atrás y lo ve, puede imaginar su reacción si decide renunciar a último momento. Está claro que otra mujer no haría lo que ella está a punto de hacer pero otra mujer tampoco vendería su cuerpo por entretención ni viviría con un vampiro sólo porque es la única familia que le queda. —Voy a subir, llegaré hasta la cima y no me caeré, no voy a caerme… — susurra para si misma mientras se va moviendo, alcanza una de las ramas más gruesas y se sienta en ella, con la sonrisa triunfante que declara que era ella quien estaba en lo cierto. Florence siente que ha triunfado y esa falsa sensación de triunfo la lleva a querer más lo que por cierto significa arriesgar también más. Es por lo mismo que se alza e intenta seguir subiendo por el tronco, lo intenta hasta que se da cuenta de que su vestido se ha enganchado en algo y que no puede seguir adelante pero tampoco retroceder. No le queda más opción que pedir ayuda, algo que por cierto no hace ni planea hacer.


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Mensaje por Jules Champfleury Jue Feb 27, 2014 12:13 am

Porque te tengo y no…

porque eres mía
porque no eres mía…
- Mario Benedetti


Somos tan vulnerables, tanto que no podemos con nosotros mismos, solos. Las leyes de la naturaleza dictan la unión de dos de la misma especie para procrear. Y con nosotros no es diferente y aun así lo es, nosotros buscamos más, queremos más. Necesitamos más.

Florence, Florence y yo ¿Y quién es Florence Y quién soy yo?

Toda mi vida la he visto frente a mis ojos, cada paso, cada salto, cada parte de mí la vi antes, mucho antes de que fuera mía. Mucho antes de ser lo que soy, yo sabía lo que quería ser. Y aun así, con toda mi certeza me falta algo. Hay algo que no he visto, que no puedo ver. Se presenta como el obstáculo más pequeño que he osado en enfrentar, como el más pequeño, sí, pero como el más esquivo. Y me obsesiona, y me hace sentir tan incompleto. Aquella plenitud que se me niega, aquella última pieza del rompecabezas es la que siempre me evita. Sueño, sueño con nunca alcanzarla, no importa lo mucho que lo intente. Y la veo, como una luz en el horizonte, tan distante. Tan, no-mía.

Me he arrepentido de venir con ella. Desde cuándo somos así. En qué momento ¿Y sí es sólo temor lo que siento? No, yo sé quien soy y quien es ella. Nuestra relación no es de este tipo. Qué se piensa, que iré a rescatarla. Tengo cosas más importantes que hacer. No entiendo por qué he venido.

—   ¿Pero qué haces, Florence?  — Lo quiera o no, y no lo quiero. Comienzo a cabrearme — ¡Baja de ahí, vamos, tenemos que regresar! Tengo cosas que hacer, cartas que escribir, personas que ver  — “Tengo mejores cosas que hacer que estar contigo” pero eso último no se lo digo. No me atrevo — Estás quedando como una tonta. Nunca me han gustado demasiado estas “caminatas improvisadas”. Nunca me han gustado mucho las mujeres que piensan así. Tengo mejores cosas que hacer. Caminar por ahí ¡claro! como si eso sirviera de algo ¿Y cómo llegue aquí de todas formas? ¡Maldita sea!

—  ¡Florence! ¡Florence!  — Pero qué demonios piensa, le he dicho que era una estupidez. Como esta caminata  — Espera, no te muevas. Sostente, Florence — ¡Malditos zapatos!  — Ya estoy muy cerca, voy a desenganchar tu vestido y tomaras mi mano. Luego te atraeré hacía mí. Tranquila. Ya estoy aquí — No pasa un segundo después de que rasgo su vestido para liberarlo de la rama y tomo su mano cuando la ésta cede y caemos. El suelo es blando pero aun así duele. Para mi suerte ella cae encima de mí. Aunque espero que también haya recibido su parte de dolor.

¿Qué haces Florence? — No estoy enojado pero no la miro a los ojos. Le he hecho una pregunta que en realidad quiero que responda — ¿Qué estamos haciendo? — Preguntas que parecen responderse solas  — Yo no soy éste y tú tampoco eres ella. No lo somos.

Y no éramos. Yo no la veía así. Podía verla con unos ojos diferentes que a los demás, sí, pero no así. Y yo lo sabía. Lo he sabido toda mi vida. Ella no es “ella” y si no lo es yo tampoco soy su “él” ¿Qué habrá pensado? ¿Qué señales vio? ¿Por qué tiene que arruinarlo así?

—  No volveremos a hacer esto si te comportas así. Florence. Éste soy yo. Esto es lo único que puedo ofrecerte. Esto de aquí. Yo. Aquí me tienes. Mi cuerpo, mi mente. Me gustas Florence. Hace mucho que dejaste de ser mi cortesana favorita, ni siquiera recuerdo cómo te decía, chica- “algo”, tampoco recuerdo cuándo comencé a llamarte por tu nombre, o cuándo te di el mío pero… — "Pero nunca seremos más que eso" —   Vamos, levántate. Tenemos que irnos.


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Mensaje por Florence Vekel Mar Mar 04, 2014 1:04 am

Hasta aquí había hecho y rehecho
mis trayectos contigo
hasta aquí había apostado
a inventar la verdad
pero vos encontraste la manera
una manera tierna
y a la vez implacable
de desahuciar mi amor.

Mario Benedetti.



Lo había encontrado, poco tiempo atrás, de ese tipo de encuentros que son casuales y que no tienen una explicación mayor pese a que siempre intentemos buscarle una. Tenía el cabello levemente más corto y ella también. Lo miró a los ojos y no existía en ellos la misma llama lujuriosa que en todos los demás. Sí, había lujuria, pero esta lujuria lucía real y era sincera. Florence se hundió en los rincones profundos de una cueva no antes explorada, sin luz, sin recovecos secos que den amparo, sólo llena de esquinas afiladas que duelen y el piso húmedo similar a las tantas lágrimas que ha derramado desde que lo conoció. Ella nunca llora de tristeza, siempre lo hace por la rabia que siente, por ira acumulada que no es capaz de soltar de otro modo. A menos claro que lo haga por medio de la violencia, en cualquiera de las formas en que esta se presente. — ¿Qué estoy haciendo? — se pregunta, con el rostro marcado por el horror que le provocan todas las palabras que escucha, sumergida también en el hielo que la paraliza, que no permite que se mueve. No comprende o quizás no quiere comprender porque es mejor seguir haciéndose la idiota y pensando que todo está igual que hasta hace cinco minutos atrás. Todas esas cosas las sabe, las sabía desde antes pero dichas en voz alta las hacen reales. Dolorosamente reales. — ¿Es todo mi culpa? — ella también pregunta y lo hace en serio, porque no tiene idea de dónde está, aunque sea metafóricamente hablando.

No se levanta. No es un gesto de rebeldía, es sólo que las piernas no le responden porque las siente entumecidas, igual que sus manos, sus labios, todo el resto de su cuerpo. Comienza a temblar levemente y mantiene la mirada fija en cada pequeña hoja que adorna el suelo. Hermosas, frágiles, inútiles. Como ella. — ¿Cómo me estoy comportando? ¿Hago algo distinto a lo que he hecho desde que me viste por primera vez? Sólo ha cambiado el escenario, los protagonistas y la historia siguen siendo los mismos… ¿Por qué insistes en engañarte, en engañarme? Yo no espero más de ti, Holden, nunca lo he esperado porque conozco a los hombres de tu tipo… de tu calaña… te conozco y sé de dónde provienes… deberías callarte… — ojos grandes ¡enormes! como un cervatillo asustado frente a su cazador. Ella es a la vez víctima y victimaria, depredador y presa. Su boca se mueve rápido y escupe las palabras tal como con el veneno lo hacen las serpientes. Se lamenta por ser pequeña, una simple humana, alguien que debe sentir tanto y no puede hacer daño del modo en que le gustaría. Se siente atada y prisionera. De si misma.

— Vete, Holden… Te ofrezco la oportunidad de que te deshagas de mí, puedo volver sola… no es primera vez que estoy acá… ¡Sorpresa! No eres el primero… — no necesita mentir pero lo hace y es notorio. Cada letra va disminuyendo su edad y ahora vuelve a ser una niña, no más de quince años y tiene al frente al muchacho que acaba de decirle fea, que no quiere bailar con ella, que le enrostra que ni sus padres la quisieron y por eso la abandonaron. No puede culparlos de ser crueles, ella también lo es, siempre lo ha sido. Está rota y casualmente también su ropa, parece una imagen dantesca de una muñeca hecha trizas, esparramada por el suelo a medio vestir y con la suciedad cubriéndole el rostro y cada parte de ella aunque no sean visibles. ¿Qué más sucio que una puta rechazada? “Hace mucho que dejaste de ser mi cortesana favorita” Ahora deben existir otras, mejores que ella, más hábiles, capaces, menos usadas, siempre hay muchachas nuevas dispuestas a abrir las piernas. Las odia, las odia a todas. — Chica Lista, así me llamabas y puedes volver a hacerlo si lo deseas… pero vete. Vete Holden o quédate y aceptas lo que eres, lo que soy y lo que somos. Yo no lo quiero, tú tampoco, pero no tenemos más opciones. — finalmente se pone de pie — Soy tu puta… ¿quieres que me desnude? —


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Mensaje por Jules Champfleury Jue Mar 27, 2014 11:28 pm

porque te pienso…

porque tu boca es sangre
y tienes frío…
- Mario Benedett


Había muy pocas cosas que podían disgustarle a Holden mucho más que otras tantas. Una de ellas era que lo cuestionaran. No porqué fuera un mentiroso, no en la medida de lo evidente, pues toda su vida y su origen eran un misterio para la mayoría de las personas que se lo preguntaban. Muchas historias se inventaban y cada una de ellas era más absurda que la anterior. Él siempre lo había ocultado y cuando era necesario “adornaba” tal realidad. Y eso lo convertía, aunque no del todo, en un mentiroso. Pero como una mentira existe sólo si se descubre, él permanecía intacto. Así pues, odiaba que le dijeran lo contrario, porque entre otras cosas, eso lo hacía cuestionarse aquello que había dejado en su pasado. Y que a fin de cuentas era sólo eso, su pasado.

Otra de las cosas que lo hacían decir aquellas frases o palabras que se dicen cuando se está enojado y de las cuales siempre se arrepentía, era que lo presionaran. Que le dijeran qué hacer. Que pretendieran conocerlo, entenderlo. Para alguien que había planeado su vida mucho antes de siquiera comenzar a vivirla, aquello era no más que una puñalada en el corazón.

Escuchaba con atención lo que le decía Florence, le parecía que en un momento ella dejaría de hablar y lo abrazaría, pero en otro instante sentía que ella saldría corriendo y jamás la volvería a ver. Más de una vez quiso hacerla callar, responder a las preguntas que le hacía y debatir lo que creía estaba sintiendo, sin embargo decidió que era mejor dejar que terminara. Él había hablado todo lo que había querido y para ser justos lo que le dijo lo había dicho de golpe, todo junto. Registraba todas sus palabras, cada una de ellas y cómo estas formaban frases, sentencias.
Quería poder hablarle con tanta certeza, tanta que al final ella resolviese que él tenía razón y que lo que tenían ahora, así, sin este tipo de conversaciones, era mucho mejor que no tener nada. < Sólo ha cambiado el escenario - ella había dicho >. Sí, exactamente, porque el escenario no era aquel bosque o el paseo, el escenario era lo que los rodeaba, y lo que ese día había percibido era muy diferente a la imagen que tenia de ella, de ellos. La llamaba por su nombre porque quería, pero Florence tenía la misma connotación que “chica lista”. Le había dicho que ya no era su contestana favorita porque “la paga” había quedado muy atrás en ellos, sin embargo, él, gustoso, le pagaría.

< ¿Qué estoy haciendo? ¿Es todo mi culpa? ¿Cómo me estoy comportando?  > Todas, preguntas de ella. Todas, con la misma respuesta. Ellos se habían conocido como cortesana y cliente. Ahora no eran precisamente lo mismo, no con exactitud, no con todas las palabras, no del todo...  pero tampoco dejaban de serlo.

Holden habría querido explicarle lo que él sentía, pero no podía. Hacerlo significaría traicionarse a sí mismo. Y muy seguramente al hacerlo le daría las armas, a ella, para atacarlo. Para atacar sus sueños, para atacar todo lo que él había planeado y conseguido. Florence no era parte de su plan, aquel plan que se formó en su cabeza mucho tiempo atrás, y que con seguridad habría incluido a Florence desde un principio, mucho antes de conocerla, en él. Pero no, Florence no era parte del plan. Con toda la certeza con la que Holden había sentido que sus sueños se iban haciendo realidad uno a uno, aquellos que contemplaba su plan, él habría reconocido a Florece desde un principio si ella fuera la indicada. La verdad era que no, había sentido muchas otras cosas por ella, y las seguía sintiendo, disfrutaba de tenerla cerca, disfrutaba de pensar en ella, pero nunca, hasta ese día había sentido eso, aquello tan “especial” que necesitaba y que anhelaba con tanta desesperación, pues era lo ultimo que le faltaba a su plan, a él . Y pudo haberle dicho todo eso, sí, pero decidió no hacerlo así como decidió guardar silencio hasta que ella terminara. Craso error.

De sus labios escucho todas, o la mayoría, de las palabras que hacían a Holden explotar. Nada, nada era más importante para él que sus ideas, sus sueños y su plan. Cuando alguien le decía que hiciese algo que él no tenía contemplando en su plan, le decían que estaba equivocado, que su plan no debía ser como él lo había diseñado. ¿Dejar de engañarse? ¿aceptar lo que era, lo que ellos eran? Aquellas palabras no fueron más que catalizadores para que el Holden que él nunca quería ser, saliera a la luz.

Hazlo, desnúdate


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Mensaje por Florence Vekel Miér Mayo 07, 2014 12:53 am

A los 9 años, Florence descubrió por primera vez que no sería capaz de conseguir todo lo que quisiera. Hasta entonces, sus aires de grandezas eran enormes y bien justificados, su mundo era una imagen reluciente que la proveía de lo necesario para ser simplemente una niña feliz. Pero luego de la primera decepción, la cadena comenzó a crecer y cada golpe veía seguido de uno peor que le escocía la piel y dejaba marcas visibles sólo para quienes tuvieran la intención de mirar un poco más allá. Cuando encontró a Holden y cayó en el pozo profundo y peligro que significaba dejar de recibir un pago monetario por sus servicios, creyó siempre que aquellos golpes llegarían pero nunca a tan corto plazo. Sabía que con él todo sería un constante dolor agravado por su humana cabeza que insiste en pensar demasiado y que al mismo tiempo la hace débil de alma y espíritu. Pero nunca, jamás, creyó que él sería capaz de dañarla de ese modo, sobre todo porque siempre creyó que ese hombre sería más del tipo de omitir cosas que lanzarlas de esa manera. No le extraña haberse equivocado, tiene un ojo pésimo cuando se trata del género masculino y cada vez que intenta creer que esta vez su intuición serviría y no volvería a llevarse un mal rato, el destino se encarga de abofetearla y luego reírse a carcajadas de su inusual ingenuidad. La muy puta suele tener esos arranques de niña que terminan molestándola incluso a ella, ni pensar en los otros.

Fue así, incluso sintiendo que en cualquier momento caería de rodillas sobre la tierra húmeda, que comenzó a despojarse de cada prenda hasta quedar casi desnuda, apenas cubierta por la ropa interior cuya función actual era protegerla del frío. Un frío que no siente aunque sus miembros continúan moviéndose como si estuviera realmente al borde de la hipotermia. — ¿Así está bien? Me quitaré también esto apenas usted lo diga… podemos hacerlo sobre mi vestido para que no manche su traje, no me gustaría incomodarlo… — por esta noche es una mala actriz a propósito, busca que él note su intento de ser irónica porque de cierto modo aquello también es un método para expresar su propia molestia. — Espero que traigas algunos francos contigo, es así como tú lo quieres… que volvamos a ser puta y cliente, yo no tengo inconvenientes en dar unos pasos atrás… tú tienes un buen rato, yo recibo algo a cambio y todos felices ¿no? — pero si dice estar tan feliz entonces ¿por qué no sonríe? ¿Por qué le tiembla la mandíbula mientras habla y se parece más a un cachorrito enojado que a una cortesana a punto de trabajar? ¿Por qué ahora da media vuelta y se aleja cada vez más si lo que en realidad quiere es abrazarlo?

—Disculpe mi comportamiento… — detrás de la burla está escondido un real sentimiento de arrepentimiento que bajo ningún motivo podría revelarle. Suficiente es que él ya conozca muchas de sus debilidades y por sobre todo, que él en sí ya sea una de las más grandes. Florence le da la espalda y ocupa esos minutos para pensar en lo que está haciendo. Mirando por sobre su hombro se atreve a poner los ojos en su rostro pero nunca directamente. No tiene miedo, tiene terror de que esto sea uno de esos episodios en que ya no se puede dar marcha atrás, que ya está perdida. Alzando las manos, se quita lo último que quedaba y finalmente se muestra desnuda a él. Con los brazos a los costados está quieta, como una estatua a la que han moldeado con esfuerzo. El cuerpo de la chica es como el de tantas chicas de su edad, ella tiene claridad que de no ser por su personalidad probablemente no destacaría de entre las cortesanas que habitan el burdel. Quizás por eso es que ha decidido trabajar sólo en la calle. Le toma la mayor cuota de fuerza de voluntad que posee el tener que girarse para ir hasta él y finalmente mirarlo a los ojos. —Ya estoy lista —


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Mensaje por Jules Champfleury Dom Mayo 18, 2014 11:36 pm

“If you have ever contemplated the curious points of contact between eros and thanatos…”
- Supervert



Había resuelto dejarse llevar por aquel otro Holden al que muy poco conocía y que al contrario, aquel parecía saber todo sobre de él pues se esmeraba por no ser nada parecido al Holden de siempre. Incluso si todo lo que lo había orillado a tal momento hubiese sido mucho menos meritorio, nada hubiera cambiado, Holden había modificado su postura, la forma en la que la veía, sus gestos, su voz e incluso su sonrisa. El Holden de siempre, el que era cuando la vio por primera vez, el que le pago por sus servicios, no era nada parecido al hombre que personificaba ahora.

Mientras la miraba inmóvil disfrutaba de la forma en la que ella se quitaba la ropa, sin embargo, aquella sensación estaba muy lejos de asociarse a la lujuria pues no era la primera vez que la veía así, en su lugar, aquella visión era equiparable a la total y completa sumisión. Pensó, por un momento, que de esa forma debía de sentirse matar a otro hombre. Docilidad, obediencia, fidelidad; todo aquello estaba recibiendo de Florence, o creía recibir. Quería recibir. Lo quería con todas su fuerzas.

Gozaba con todas y cada una de las acidas palabras que acompañaron el acto. Incluso pudo, cual si fuera un animal despiadado, percibir las emociones que despedía su cuerpo y regocijarse con ellas.

No dijo nada ni dejo escapar en su rostro o en su cuerpo cualquier gesto que lo delatase de todo eso que estaba disfrutando. Aguardo hasta el final. Con la última de sus frases, Holden la tomo de la mano y la hizo caminar detrás de él mientras la dirigía a través del bosque rehaciendo el camino que habían recorrido para llegar ahí. De vez en vez giraba la cabeza y la veía a los ojos, no para decir algo sino que volteaba para comprobar que aún siguiera ahí, que aún fuera ella, que aún fuera su mano la que sostenía. Ella pudo haber intentado soltarse, pudo haber intentado detenerse, resistirse y Holden no lo había notado. Caminaba en silencio, aunque no precisamente para escuchar. Se encontraba inmerso en sus propios pensamientos pero seguía sosteniendo su mano con firmeza. Iba a llegar hasta el fondo, no había vuelta atrás.

A un costado del camino estaba el carruaje que los había llevado hasta ahí, el resto lo habían caminado hasta el punto que ahora abandonaban para regresar al coche. Tan pronto el chofer, que esperaba impaciente a un lado del carro advirtió que regresaban fue interrumpido en su intención de recibirlos pues Holden le indico con una seña de la mano que se retirara. No paso mucho para que éste obedeciera después de ver a Florence. No era la primera vez que le pasaba.

Una vez solos y frente del carro, Holden le soltó no sin antes mover su mano hasta un costado y hacerle pararse derecho. Giró y le dio la espalda mientras buscaba algo en el interior del carro. Para cuando se volvió hacia ella en el suelo del coche había colocado una hoja de papel y a un costado, tintero y pluma.

Vas a escribir. Te inclinaras sobre este coche y escribirás una carta. La dirigirás al Duque Charles Moquin y le explicaras porqué no he podido asistir a nuestra reunión, le dijo. Luego puso una de sus manos en su espalda y la otra sobre una de sus manos. Lentamente hizo que ella se inclinase sobre el suelo del carro mientras dirigía su mano hacía la pluma y le tintero. Cuando él retomo su postura a su lado la visión que tenia de ella incluía sólo su espalda, desde la nuca hasta las nalgas.


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