Nothing in life is set in stone [Sean O'Rouke]

La esbelta y ágil figura se movía con una lentitud impropia para su especie. Su vestiduras denotaba rasgaduras y su cabellera oscura estaba suelta, revuelta y sucia. Grandes manchas de sangre apelmazadas eran visibles en la tela, de por si clara, con la que se había confeccionado el vestido que le cubría. Sin embargo los pendientes y el majestuoso collar con el que había decidido adornarse esa noche permanecían en sus lugares, como abierta ostentación de su rango en la absurda escala de sociedades. Corría a la velocidad de un humano común, internándose en los callejones oscuros y solitarios de la ciudad mientras con sus sentidos aumentados sondeaba el entorno en busca de cualquier indicio de sus atacantes. Finalmente se detuvo y buscó apoyo con una mano ensangrentada en la pared más próxima. El dolor inundaba su cuerpo preternatural y, aunque podía sentir como las múltiples heridas se cerraban segundo a segundo, la pérdida de sangre había sido tan intensa que se encontraba muy débil. No era la primera vez que se sentía así de vulnerable, y confiaba en contar con la suerte suficiente como para que tampoco se tratase de la última. Hacia algunas calles que no escuchaba a sus perseguidores pero en ese momento desconfiaba incluso de la fiabilidad de su oído. Haciendo un esfuerzo se alejó del muro y continuó corriendo con un paso tan ligero que ni los felinos que se agazapaban en los rincones le sintieron.

La noche había iniciado como cualquier otra. Un despertar apacible, una charla corta pero amena con algunas de las almas que residían en su hogar. La tortura diaria de decidir qué hacer con las horas nocturnas que se extendían ante sus pasos, como vestirse, hacia donde dirigirse. El día anterior se había distraído lo suficiente como para permitirse no alimentarse por lo que esa noche se encontraba especialmente sedienta. Así su primer objetivo era saciarse. No tardó en encontrar una mujer de mediana edad que decía incoherencias en mitad de una calle oscura y desolada. Parecía ser la victima perfecta por lo que en poco tiempo la tenia atrapada en su férreo abrazo. La sangre tibia y espesa invadió sus sentidos y se encontraba en medio del éxtasis que solo aquella ambrosia podría proporcionarle cuando sintió el primer proyectil. Otros le siguieron sin darle tiempo de reaccionar, agujereando tanto sus ropajes como su piel y carne. El cuerpo de la mujer desquiciada se desplomó hasta el suelo. Estaba muerta pero no se debía a la sangre succionada sino a un enorme agujero que le permitía a la vampiresa ver limpiamente a través de su cráneo. Era evidente que el objetivo era acabar con ella a toda costa, incluso sacrificando a quien debieron salvar en primer lugar. Moviéndose con rapidez alcanzó a uno de aquellos humanos y le envió al olvido rompiendo su cuello con un movimiento limpio y certero. Sin embargo eran demasiados y estaban ubicados estratégicamente para que mientras ella se encargase de alguno los demás le tuvieran, a su vez, como un blanco fácil. Era una trampa pensada y planeada meticulosamente. La ira latía con fuerza en sus venas, afortunadamente el tiempo le había enseñado a sobreponer la razón al sentimiento por lo que, en lugar de batirse en una lucha de la cual posiblemente no saliera vencedora, se inclinó por la opción del cobarde: huir.

Dos calles más adelante se detuvo nuevamente. No había pasos tras de sí, ninguna carrera que le indicase peligro en las cercanías. Suspiró pensando que hacer. No se arriesgaba a encaminarse hacia su hogar, lo último que deseaba era guiarlos hasta allí y poner en peligro, no solo su propiedad, sino la vida de quienes dependían de ella. La opción más lógica sería dirigirse hacia algún lugar poblado, donde las miradas de los parisinos persuadieran a aquel grupo de fanáticos a reanudar su ataque. Observó con desgano el estado de sus ropajes y de inmediato descarto aquella alternativa. No podía salir a una calle abarrotada de gente en la lamentable condición en la que se encontraba. Pensarían que estaba herida y no faltaría el buen samaritano que quisiere ayudarla llevándola con asistencia médica ¿Cómo explicaría entonces la sangre sobre sus ropas cuando casi no quedasen heridas sobre su cuerpo? Rió para sí misma por tan inusual situación. Solía ser más precavida. Desde que había llegado a Paris se había percatado de la inusual congregación de inquisidores y cazadores  la cual muy seguramente se debiese, a su vez, a la nuevamente inusual congragación de criaturas sobrenaturales que habitaban la ciudad. Parecía que no se podía caminar tranquilamente sin toparse con algún congénere de maldición. La conclusión  era simple, la culpa de todo ese desastre era suya, estaba sobre aviso de los peligros y no debía haber bajado sus defensas.

La única opción que le quedaba era encontrar alimento sin salirse de los callejones y, por supuesto, sin permitir que la atrapasen de nuevo. Era más sencillo pensarlo que hacerlo. Completamente agotada permitió que su cuerpo se desplomara en el sucio suelo, solo un segundo, se dijo, nada más que para reponer un poco las fuerzas. Enterrando la cara entre sus manos permaneció allí tumbada, esperando el milagro que le otorgase una pequeña ventaja para poder contar la noche como anécdota en los siglos venideros.

La vampiresa permaneció enroscada sobre sí misma mientras los minutos pasaban tan lentos como inexorables. A la par que sus heridas se cerraban poco a poco una furia fría se instalaba en su mente. A pesar de la sorpresa había contado con la oportunidad de ver con claridad algunos de los rostros de sus atacantes. Eran humanos, hombres y mujeres dispuestos a morir y sacrificar lo que fuera solo por darle caza. No era la primera vez que se topaba con tales extremistas pero no creía recordar ninguna ocasión en que un puñado de humanos le causase tanto daño. ¡Oh! Pero no tenían idea de lo que habían desatado en su intento. Realmente no se consideraba una criatura netamente maliciosa, al menos no en la actualidad. Disfrutaba de la compañía de otras criaturas, incluyendo a los humanos. Sin embargo, si lo requería, también podía echar mano de toda la oscuridad que había aprendido y practicado en sus primeros años de inmortal. Y ahora lo requería. Una vez que los encontrara desearían no haberse cruzado en su camino.

El sonido de unos pasos ligeramente tambaleantes le saco de sus cavilaciones de sangre y venganza. Oteando el aire confirmó su sospecha: un humano se acercaba. El aroma a licor que percibió le aclaraba la razón de tan poco común caminata. Deseo abalanzarse sobre aquel desdichado ser, sorber su esencia y saciar la sed que la atormentaba. Su cuerpo herido clamaba por aquella sangre pero no sería tan estúpida como para cometer el mismo error dos veces en una misma noche. Concentrándose esperó agazapada justo donde estaba hasta que la figura masculina hizo su aparición. Ningún otro sonido le acompañaba, ningún otro aroma se interpuso entre ella y su víctima. Al parecer ya no había trampa alguna y su intento por evadir a sus perseguidores había sido un éxito. Suspiró aliviada antes de empezar a incorporarse con lentitud. Tan débil se encontraba que requirió buscar apoyo por un segundo. Esto avivó la  furia que ya sentía. Iba a gozar cazando y despellejando a aquellos humanos pero ahora debía enfocarse en recuperar la fuerza y retornar a su hogar antes de que el mortal amanecer le alcanzase.

Apartando la mano de la pared caminó con pasos decididos hacia la figura y, sin detenerse a observarle, le atrapó en un férreo abrazo. Podía sentir la sangre corriendo por sus venas, su corazón latiendo desbocado debido a la sorpresa, sus pulmones expandiéndose en busca del aire que le permitiera protestar o tal vez gritar. No lo sabía y tampoco le importaba. Descubriendo sus colmillos los clavó en la porción de cuello descubierta del hombre. Un gemido de su propia garganta acompañó en primer sorbo. Ah, que gratificante y delicioso. Sus tejidos lo absorbían como si de una esponja se tratase. Tragó durante algunos segundos antes de retirarse ligeramente y observar el rostro del hombre. Una acción por completo innecesaria, solo tenía que continuar bebiendo hasta que él expulsara el último aliento, pero ahora, sintiéndose un poco restablecida no podía ignorar el hecho de que algo en el aroma del hombre le resultaba vagamente familiar. Y sus sospechas no eran infundadas pues tan pronto como fijó los ojos en aquel rostro el reconocimiento la golpeó de manera instantánea. Qué ironía que justo tuviese que ser él quien caminara a esa hora por ese callejón. Parecía como si de una mala broma se tratase el que hubiese tenido que alimentarse justo de un hombre al cual le habían presentado solo algunas noches atrás. – Monsieur O'Rouke – susurró antes de poder contenerse. Fue algo muy estúpido, por supuesto, ahora él le observaría con atención y seguramente intentaría recordar al monstruo que después de alimentarse de su cuello le había llamado por su apellido.

Las rodillas del hombre se aflojaron a la par que la resistencia natural de su cuerpo también cedía. No luchaba ahora, solo se entregaba. Si bien ella podría haberle sostenido con facilidad, debido a la sorpresa que sentía por que fuese un conocido, en lugar de aguantar su peso, permitió que se deslizara hasta el suelo. Una palabra entrecortada confirmó sus temores, él la había reconocido. Por estúpido que sonara guardaba una minúscula esperanza de que, por alguna buena carta del destino, simplemente él no recordase su rostro ni el entorno en el cual les habían presentado. Sin embargo algo no estaba ocurriendo tal como esperaba, dada las circunstancias. En lugar de terror y asco lo que vio en los ojos del hombre fue reconocimiento y ¿gratitud tal vez? ¿Cómo era posible aquello? Sin apenas esfuerzo de su parte le incorporó y le llevó hasta la acera. Al parecer, por algún truco de su mente él no la estaba asociando con el ataque que recién había sufrido. Era esta una suposición arriesgada y de ninguna manera podía permitirse el dejarlo ir sin estar completamente segura de lo que él sabía o presumía.

Por poco suelta risa cuando le preguntó por su estado. – Si, estoy bien. O más bien mucho mejor ahora que me encuentro con usted, Monsieur, gracias por preguntar – y era verdad, gracias a su sangre sentía como recuperaba las fuerzas segundo a segundo, pero, por supuesto, no podía entrar en aquellos detalles. Debía prepararse además para las preguntas que vendrían tan pronto se le aclarara un poco la mente. -“Mátalo ahora”- el pensamiento la asalto sin aviso y la golpeo con fuerza. Era lo lógico, lo que debía hacerse. Cuando él empezara a hacer memoria comprendería lo ocurrido, además no existía ninguna excusa creíble que justificara el estado de su ropa ni porque se encontraba en aquel lugar sola y en tan altas horas de la noche. Se limpió la poca sangre que aún tenía sobre los labios con el dorso de la mano. Su sed estaba lejos de ser saciada, su cuerpo se recuperaba rápidamente pero con lo poco que había ingerido no era suficiente. Al menos tenía que reconocer que él sabía muy bien, incluso con el sabor y el aroma del alcohol enmascarando parcialmente su esencia. La sangre era sangre pero, así como el vino era vino, cada una tenía un sabor distinto, un encanto particular. De igual manera, los de su especie tenían gustos específicos hacia cierta clase de victimas, tal como un amante de los vinos tiene predilección hacia un bouquet especial.

Maldita fuera su suerte, encima tenía que resultarle atractivo como aperitivo. Sin estar muy segura de cómo obrar a continuación se sentó en el suelo, junto a él, presta a sostenerle si las fuerzas le faltaban nuevamente. Los ojos de la vampiresa se movían constantemente en todas direcciones en busca de cualquier indicio amenazante mientras con sus manos intentaba aplacar y organizar un poco el terrible estado de su cabellera. Al menos el hombre empezaba a respirar con un poco más de normalidad aunque se le veía mortalmente pálido. Se había detenido justo a tiempo - ¿Puedo preguntarle qué le ha ocurrido? – preguntó intentando hacer conversación. Debía saber que tanto recordaba él. Sin quererlo su mirada voló del rostro a los dos agujeros en el cuello de los cuales aún manaba un hilo de sangre. Sí, bueno, sería mucho pedir que hubiese alcanzado a cerrar las heridas ¿verdad? Esto era inaudito ¿Cuántas estupideces podía cometer en una sola noche?

las manos de la vampiresa se separaron finalmente de su cabellera (el trabajo hecho en ésta resultaba por mucho decepcionante) mientras sus ojos ascendían al oscuro y encapotado cielo nocturno. Las opciones que se abrían ante sí resultaban tan sombrías como la noche misma. Sabía que matar al hombre que ahora le acompañaba no era una alternativa, de serlo ya estaría muerto y ella estaría buscando un nuevo cuello que le ofreciese la sangre que tanto necesitaba para recuperarse de sus heridas. No estaba muy segura de en qué momento había tomado tan necia decisión y, gracias a ella, a hora tenía solo dos caminos: o descubrir su naturaleza ente el mortal o permitir que la reputación de su fachada como mortal fuese seriamente cuestionada. Si tan solo se tratase de sí misma no tendría ningún problema, poco le importaban los rumores o las apreciaciones de aquellos que no tienen mejor ocupación para su tiempo que dedicarse a criticar a quienes les rodean. Sin embargo, debía considerar a su familia mortal, especialmente a la joven Melissa, quien podría verse afectada y dolida por habladurías de esa índole. Forzó una sonrisa tranquilizadora – Oh!, lamento la confusión, Monsieur, debo haberme ensuciado con algo de su sangre al haberme aproximado – respondió evasivamente mientras limpiaba con su mano lo que suponía eran restos de sangre en sus labios. Dos factores le resultaban favorecedores en ese momento: por una parte no tenia herida alguna en su rostro, por lo que tal vez podría refutar el pensamiento manifestado por él, por otra los niveles de alcohol en la sangre de Monsieur O'Rouke le servirían para desmentirle públicamente en el caso de que llegasen hasta ese extremo.

Él le observaba de manera inquisidora ¿Qué estaba pasando por aquella mente? permaneció sentada en el frío y duro suelo mientras el hombre hacia esfuerzos por ponerse de pie. Ayudarle no habría requerido mayor energía pero ya había cometido suficientes imprudencias como para demostrar abiertamente su fuerza una vez más, aunque si se incorporo tan pronto como él le tendió la mano. Apenas apoyándose se colocó a su lado – Tiene usted razón con respecto a que nos podemos encontrar en peligro pero, antes de que nos alejemos, quisiera asegurarle que no debe usted temer ni cuestionar el que mi estado se deba por venganza alguna. Menos aún por maltrato consentido. En ninguna vida permitiría que nadie cercano me lastimase y saliese impune. Mi maltrecha apariencia se explica de una manera muy sencilla. Un simple descuido, una pequeña insensatez, que me llevó a caminar por el lugar inadecuado a la hora inadecuada. Una presa fácil para una banda de pequeños ladrones. Unos rufianes que intentaron robar las pocas pertenencias que traía encima pero de los cuales conseguí escapar – que sencillo sería para alguien observador desbaratar los cimientes de tan frágil mentira. La vampira esperaba, y confiaba en algún grado, en que las capacidades deductivas del hombre se vieran afectadas por el licor que corría por sus venas. – Quisiera pedirle que este “incidente” permanezca entre los dos… odiaría que algo tan vulgar como un intento de robo, en mi caso, o un momento de debilidad con el alcohol, en el suyo, se convirtiera en la comidilla de nuestros queridos amigos – una petición sincera y una amenaza más directa que velada, suavizada gracias al tono meloso y la dulce sonrisa de los carnosos labios. – ¿hacia donde cree que deberíamos dirigirnos? – preguntó finalmente sin poder evitar que sus ojos se movieran compulsivamente entre el rostro del hombre y la herida sangrante en su cuello.