Al ladrón le cortaron las manos

Repleto de gente como siempre, el lugar estaba abarrotado de mercaderes ambulantes y de pobres intentado conseguir algo de alimento que poder llevarse a la boca, los críos correteaban por la zona en busca de algún despistado al que poder robar algo de valor, por pequeño que fuera. Dann quedó plantado en mitad de la calle, con ambas manos en los bolsillos y la cabeza en alto mirando el cielo azul sobre Francia, podía notar la suave brisa acariciando sus mejillas y su pelo rubio. Volvió a tierra segundos después tras respirar profundamente, el barullo causado por el griterío de la gente hacía eco en la calle. Prosiguió su camino, esquivando a aquellos pobres desgraciados.

Vestía de traje negro, como de costumbre, y no es que fuera el rey pero destacaba mucho sobre el resto de la gente, sus ropajes eran caros y elegantes, aunque no demasiado formales, odiaba parecer un duque al que le sobraba el dinero, y no era cierto. Buscaba su próxima víctima, no era por necesidad, era mas bien por capricho ya que en esos momentos no necesitaba hacerlo. Robar, robar algo es lo que quería, si es cierto que en esos lugares de la ciudad no había demasiado que poder coger prestado como el decía, pero si había algunas veces que los ricos cruzaban las calles en busca de pequeñas tonterías que solo podían encontrarse allí. Aún así, Dann ya había echado el ojo a alguien desde hacía unos minutos. Una mujer joven, rubia y bastante agradable de ver, por no decir que era todo un honor poder deleitarse la vista con ella. Miraba cada tenderete relajada, típico de una mujer, Dann cada vez se acercaba mas a ella, un collar de oro relucía en el cuello de la chica, demasiado llamativo, demasiado inocente creer que podría llevarlo en un lugar así, sin duda una idiotez muy común cometida por los ricos, seguramente podría quitárselo en las narices y ella sacaría otro sin mas, tan grueso o mas que el anterior, seguro que le darían un buen precio en el mercado negro por eso.

Finalmente el chico terminó por ponerse tras ella, haciendo como que miraba el tenderete por encima del hombro de la chica, podía oler su cuello, ese olor tan fuerte a perfume que su olfato felino detectaba a kilómetros de distancia. El rubio asomó un poco mas la cabeza por encima del hombro ajeno, y con la mano derecha alcanzó la muñeca de esta con delicadeza, mientras que con la otra le apartaba el pelo de la nuca en busca del cierre del collar. - Estoy convencido de que le quedaría genial esa pulsera señorita... - Susurró a su oído mientras acariciaba la suave piel de su brazo derecho. Le sobró tiempo, un segundo después de decirle aquello ya andaba mezclándose entre la gente con el collar de oro de la rubia en el bolsillo, y si, era bien extraño que alguien se acercara a ti de esa forma, pero cuando ella se diera cuenta Dann ya estaría en casa, tumbado sobre su lujoso sofá y roncando sin preocupación alguna.

Las miradas tanto de hombres como de mujeres se dirigían hacia la rubia cuando andaba por las calles, sin importar realmente la hora del día y su vestimenta, aunque Valarie disfrutaba el llevar vestidos que mostraran su figura y le importaba poco lo que pudieran llegar a pensar. Estaba acostumbrada incluso a que la confundieran con una cortesana, pero ya estaba acostumbrada a dejarlo en claro sin enfadarse. Aquel día vestía de negro con algunos toques dorados en la tela. Se había adornado el cuello con un collar de oro que, sin duda, llamaría la atención de los más observadores. ¿Por qué lo portaba? Simplemente le apetecía, pues no todos los días podía lucir las pocas joyas que poseía.

Su destino era desconocido, caminaba por la acera ignorando a las personas y descubriendo aquellos que no eran unas personas como tal. Su presencia sin duda era imposible de ignorar, pues su vestimenta realzaba la blancura de su piel y sus cabellos dorados resaltaban gracias a la luz del sol. Hubo un momento en el que la bruja comenzó a sentir que su cuerpo le pedía que lo alimentara y, por suerte, eran de los pocos días en que tenia un poco de dinero extra. Cambió su rumbo hacia un restaurante que recordó que se encontraba cerca y que, obviamente, podía pagar. Durante su camino, pasó por el mercado ambulante y, aunque no era su plan el adentrarse en el sitio, sus ojos lograron divisar un puesto en el que vendían de todo, desde joyas hasta incluso indumentaria. Se acercó decidida, su atención se había centrado en unos camafeos que podrían ayudarle a terminar uno de los vestidos que tenía encargados.

Una vez en el lugar, más gente comenzó a llenar el lugar, provocándole cierta desesperación a la mujer al sentir manos cruzarse por encima de su cabeza para alcanzar alguna de las baratijas. En ese instante, escuchó la voz de un hombre y una caricia en su brazo y en su cuelo, muy tenue, que la hizo voltear de golpe, encontrándose con un hombre rubio que, al igual que ella, sobresalía entre la multitud. Lo dejó ir sin prestarle importancia y continuó con lo suyo. Llevó su mano hacia su cabello para pasarlo hacia atrás y, en ese instante, se dio cuenta que el collar que llevaba minutos atrás, no estaba ya en su cuerpo. -Maldito bicho- dijo entre dientes antes de darse la media vuelta con prisa y buscar con su mirada al hombre de hace unos momentos mientras salía de entre la gente.

Avanzó a toda prisa y logró llegar a caminar detrás del rubio durante unos segundos y cuando le fue posible, extendió su mano para tomarlo por el hombro y detenerlo, clavando los dedos en el cuerpo ajeno lo suficiente como para que sus largas uñas causaran un poco de dolor -Mira, gatito, dame lo que me pertenece y no te haré daño- mencionó con voz dulce pero con un evidente sarcasmo, además de un tono firme. Cuando se encontró con la mirada del hombre, le regaló una sonrisa irónica y extendió la mano para esperar recibir el collar. Si algo detestaba la mujer, era que le quisieran quitar lo que le pertenecía.

Apenas salía del mercado ambulante cuando algo le sorprendió, y mucho. Se dirigía hacia casa, de forma despistada, entonces alguien le agarró por detrás alcanzando su hombro con fuerza, este se giró al notar el contacto de forma tranquila, suponiendo que sería un ladrón o un pobre mendigo que pedía limosna. Dann quedó algo atontado cuando vio a la rubia detrás reteniendole, no podía creerlo, se había dado cuenta. El rubio estaba completamente descolocado, apenas sabía reaccionar, ni siquiera tenía palabras que decir, esto nunca le había pasado en casi medio siglo. Es cierto que robar un collar era de lo mas difícil, pero, el confiaba tantísimo en su habilidad que no se lo esperó para nada. De pronto escuchó la dulce voz amenazante de la rubia, hablaba como si no hubiera pasado nada, pero apretaba con fuerza el hombro de Dann, sus uñas se clavaban como agujas. El rubio suspiró profundamente, intentando mantener una expresión de indiferencia, pero dijo gatito? Miró al suelo, ya hacía varios segundos que la rubia esperaba una respuesta, pero le había impactado bastante, ella, por alguna extraña razón conocía a la perfección que era un cambiaformas felino, que especie de mujer era ella. - Le pediría que no me agarrara así... - Comento acercándose un poco a ella y con voz suave pero firme. Sacó ambas manos de los bolsillos y apartó la mano de la mujer de su dolorido hombro. - Debéis haberos confundido de persona, lo pasaré por alto esta vez... - El rubio retrocedió lentamente un par de pasos sin quitarle la vista de encima, observando sus ojos, luego se volteó y aceleró el paso intentando que se diera por vencida y se resignara a recuperar lo que de verdad era suyo.

El tumulto de gente se quedaba atrás, ya había conseguido salir de aquel lugar pero aún seguía estupefacto por la reciente situación en la que se había visto. Como podía ser que supiera que era, quizá un vampiro que le había leído la mente, pero el no había pensado en ningún momento en que era un felino. No había duda, esa chica no se daría por vencida tan fácilmente, sus ojos decían que aquel collar no era una simple joya, era algo mas. Que debía hacer, transformarse no era una opción, perdería la ropa y todo lo que tuviera encima, debía huir de allí como fuera.

Al ver que la chica no dejaría pasar ese acto el rubio echó a correr hacia uno de los callejones, intentando perderse por las húmedas y malolientes calles del lugar. Corría rápido, y al rato pareció que la chica ya no estaba tras el, aquel mal trago le sería de escarmiento. Entró en uno de los callejones, pero se topó contra una pared, un callejón sin salida.

Soltó un gran suspiro, harta, tras las palabras del rubio. Sabía perfectamente que aquel hombre le estaba mintiendo y no cedería a aceptar lo que acababa de hacer. Tenia poca paciencia cuando sorprendía las mentiras, mucho más cuando una persona podía ser tan cínica. Valarie creía que ya había dado pauta a que el masculino supiera que no estaba frente a cualquier humano, pero parecía que le importaba poco.

La mujer rodó los ojos y soltó una pequeña risa irónica luego del comentario del rubio: -Lo pasaré por alto esta vez-. De verdad que le había causado gracia escuchar dichas palabras y que tenía todo un repertorio de respuestas para ello, pero se limitó a escucharlo y mirarlo en silencio, negando levemente con su cabeza mientras aquel personaje le sostenía la mirada. Realmente quien lo pasaría por alto esa vez sería ella, y no el cambiaformas con el que se había encontrado.

-A ver cuánto tiempo puedes escapar, gatito- dijo en voz baja, mezclándose de nuevo entre la multitud, mientras el rubio pretendía desaparecer de su vista. La joven no apartó la mirada del cambiaformas ni un segundo y fue siguiéndolo con paso firme. Soltó una pequeña carcajada por lo bajo cuando observó que el masculino se echaba a correr, tal y como un gato asustado,. ¿Tanto le costaba regresarle el collar? Era tonto.

La rubia no echó a correr, pero sí aceleró el paso y comenzaba a impacientarse y enfadarse más, pues al parecer aquel ratero parecía que quería verle la cara de tonta. Se abrió paso entre la gente para poder llegar al callejón al que se había sumergido aquel personaje y, aunque no conocía del todo el lugar, esperaba que fuera un callejón sin salida para recuperar lo suyo y divertirse un poco, ¿por qué no aceptarlo? -Parece que al gato le gusta ser perseguido- mencionó una vez que llegó al oscuro lugar y se encontró con el hombre. La mujer se recargó en la orilla de la pared y levantó una pierna para apoyarla en el muro de en frente. Su voz se escuchaba tranquila y mostraba cierta indiferencia mientras se miraba las uñas, pero recién comenzaba su juego.

Estuvo en silencio unos segundos para lograr concentrarse antes de empezar a decir unas palabras en voz baja y lograr dominar el cuerpo de aquel hombre. Tras conseguirlo, la rubia obligó a que se acercara el hombre, aún sosteniendo aquella pose y rostro indiferente. Giró el rostro cuando el ladrón estuvo lo suficientemente cerca y lo miró fijamente, ahora con expresión angelical y con un aire de amabilidad -¿Me regresaréis mi joya?- preguntó con sorpresa fingida y bastante mustia. Nuevamente, obligó a que el rubio tomara el collar del lugar donde lo había guardado e incluso lo obligó a colocarle la joya en su cuello -Agradezco vuestro gesto de amabilidad y arrepentimiento- le sonrió y, por último, se acercó más al hombre, directo a su oído -No te metas conmigo- sentenció al final, con voz fría e incluso con un tono grosero. Dejó de lado la dominación, pues le agotaba por ser de las pocas veces que llegaba a utilizarle, y dio la media vuelta para salir del callejón y seguir los pasos de nuevo hacia el mercado.

Si hubiera querido hubiera hecho más, pero comenzó a sentirse cansada. No estaba tan acostumbrada a hacer aquello, pero ya había recuperado la joya que había sido de su madre.