|| Pasión y Robo... Combinación Perfecta || Privado +18 ||

La pasión que por la mañana se había deslizado por mis venas se había enfriado con el paso de las horas aunque aún podía sentir sobre mi cuerpo el tacto de Rosa Negra si era capaz de concentrarme.

Negué repetidamente mientras regresaba por el pasillo a la cocina con la bandeja llena de las últimas copas que habían usado para brindar aquella noche. A mi espalda todo el Palacio Royal se iba quedando a oscuras y mis suaves pasos producía un suave eco a mi alrededor.

La tenue luz de la vela que iluminaba el camino provocaba que diversas y extrañas sombras se deslizaran por las paredes y el suelo. Sabiéndome sola casi no tenía miedo. Casi, puesto que conocía lo que la noche invocaba en mis recuerdos.

El exquisito lugar se volvía una oscura pesadilla tan realista que me desgarraba la piel pero cada noche, como esa misma, me prometía a mí misma que vencería aunque en mis intentos siempre había perdido.

Junté mis labios al llegar a la puerta de la cocina para soplar la llama de la vela y que esta dejase de consumirse.

Ingresé en la estancia que mejor conocía de toda la casa disfrutando durante unos minutos del silencio que se respiraba que estaba dispuesta a interrumpir al menos para mis sonidos con mis tareas.

Metí con sumo cuidado las copas en el agua en remojo buscando el jabón que pronto encontraría para lavarlas. Copa a copa, con resignación, por la curva del cristal que había sido soplado y tratado por maestros para tener esa forma.

Una vez terminada la limpieza de las copas tomé un trapo para secar mis manos frías por el contacto con el agua. Estas eran mis horas libres y por hoy sabía que mi amigo Gianluca no vendría así que debería entretenerme yo sola.

<< No estás sola >>

El sonido de aquella voz masculina retumbando entre mis sienes provocó que por mi columna vertebral se deslizara un escalofrío. Llevé mis manos a mi pecho y me giré sobre mis talones esperando que realmente fuese solo mi imaginación.

Tras comprobar que estaba sola en la cocina, desconociendo que el ladrón Rosa Negra caminaba como dueño del lugar, solté un gran suspiro de alivio. Me giré de nuevo para caminar hacia mi habitación y justo en ese acto mis ojos se toparon con la viva imagen de mis recuerdos.

Todo lo proyectaba mi mente, lo sabía pero no era capaz de no temblar ante lo que mis ojos veían. Sus ojos azules intensos fijos en mí, la forma en que su comisura ascendía por su perfilada mejilla. Si no hubiese provocado tanto dolor en mí podría encontrarle incluso atractivo. La prominente mandíbula, la altanería de saberse victorioso, la forma en que sus manos parecían tocar al piano una melodía que después arrastraría por mi piel como si mi cuerpo fuesen las teclas deseadas de su piano.

<< Realmente crees que puedes librarte de mí. Me decepcionas, Lorelleine. Y más hoy que deberé castigarte por haber sido una cualquiera frente a ese tal Rosa Negra >>

Su voz resonaba en mi mente. Ni tan siquiera tenía que mover los labios lo que hacía aún más tenebrosa la escena pero el recuerdo de Rosa Negra consiguió por un instante recordarme que era tan solo una visión pues cuando ahora ese espectro doloroso agarraba mi cintura no podía sentir. No como había sentido entre los brazos de Rosa Negra.

- No eres real, ¡no eres real! -dije un poco alto para no despertar a todos los que yacía en un sueño profundo.

<< Ya lo comprobaremos cuando te pierdas entre ls sábanas, Lorelleine >>

Y tan rápido como había aparecido, se fue. Suspiré aliviada más la tensión consiguió que mi liviano cuerpo temblara entero mientras secaba mis lágrimas las que siempre derramaba ante la presencia de mi demonio personal.

Recobré el aliento antes de volver a enfrentarme en sueños a ese oscuro ser pero el miedo paralizaba los músculos de mis piernas. Debía tranquilizarme. Debía estar más serena y lo que vino a mi mente fue la maravillosa melodía que Rosa Negra había tocado en el callejón. Inmediatamente comencé a tararearla con una suave y tierna voz mientras mi cuerpo se iba relajando casi al instante.

Por unos instantes nadie estaba allí. Por fin aquellas manos me habían abandonado, habían tomado otro rumbo dispuestas a provocar el delirio de mi cordura una vez que las sábanas se deslizaran por mi cuerpo. Apoyé mis manos en mi vientre intentando recuperar el aliento que me había arrebatado aquel ser que me torturaba cada segundo de mi existencia.

Me giré suavemente aspirando con ansiedad el aire que olía a vainilla el cual gobernaba mi habitación. La pequeña rama de esta estaba seca perfumando mi habitación. Me incliné sobre la cama y mientras intentaba recuperar fuerzas para una nueva batalla.

No podía escuchar nada más. Solamente la respiración de mis pulmones, el latido de mi corazón y la oleada de mis pensamientos.

Di un gran respingo percatándome de que algo no iba como debiese. Podía sentir otra presencia y el ruido de una voz suave, con tonalidades españolas, varonil como ella sola, me hizo jadear. La reconocía. La había escuchado hacía unas horas tan cerca de mí que se había metido entre mis venas.

- Rosa Negra.... -fue lo único que escapó de mi garganta.

Aquel apuesto hombre estaba en mis aposentos. Sostenía una rosa negra que no dudé un solo instante en tomar entre mis suaves dedos mas la sorpresa en mi rostro no me dejaba observarla, solo mirarle a él.

- ¿Cómo... cómo me habéis encontrado? -pregunté con curiosidad mientras pensaba si echarle de mis aposentos o no pues ya habíamos sido bastante indecorosos por un día mas algo se volvía a encender en mí, como si fuese algo que solamente él pudiese tocar y nadie más.

No sabía lo que hacía allí pero sí estaba segura que algo quería de mí, algo que intentaban decirme sus ojos mas era incapaz de leer. Mi mirada siempre conectada con la suya hacía que de mi corazón se escapase un solo deseo: bailar. Bailar de todas las maneras que quisiera enseñarme entre sus brazos. Un baile oscuro, un baile prohibido... ¿Qué me sucedía con aquel hombre? Era un magnetismo que dentro de mí no quería que desapareciera jamás.

Notarle tan cerca de mi cuerpo en el instante que apretó sus brazos en mi cintura hizo que mi corazón latiera tan deprisa que pensaba se uniría con el suyo traspasando su pecho. Escuché atenta sus palabras, una y otra vez pues mi mente las grababa de una manera que parecía imposible.

Apoyé mis manos sobre sus pectorales tan duros bajo mis palmas provocaron que mis dedos dibujasen con mucha lentitud el contorno de estos.

Mis labios se entreabrieron aspirando tanto por mis fosas nasales como por mi boca aquella fragancia suya que había gobernado zonas de mi anatomías que creía dormidas.

- No os atreváis -musité siendo interrumpida por él, por la forma en que sus labios se fundían con los míos mientras mis ojos se cerraban por la muestra de algo alejado a la pasión. ¿Qué era ese sentimiento? No lo había conocido nunca pero me gustaba, me gustaba mucho lo que propiciaba en mi cuerpo.

Un estremecimiento me recorrió de pies a cabeza. Mis dedos como instinto fueron hasta su cabello para que no se separara pues sentía como todo mi pecho, dolorido se cicatrizaba gracias a su cálido aliento.

Separé poco a poco mi boca de la suya no queriendo que pensara que me tenía conquistada. No era así, yo siempre había sido gobernada por un hombre a la fuerza.

- Lorelleine... -musité contra sus mullidos labios deslizando mis dedos entre sus cabellos sedosos para apartarlos de esa melena recogida.- Ese es mi nombre.

Tras ese beso dejé que se moviera libremente. Mis manos temblaban a los costados de mi cuerpo deslizándose con temor por las espinas de aquella rosa negra que esta vez sí llevé a mis labios aspirando su aroma que era el más dulce que nunca antes hubiese conocido. Sus pétalos tan oscuros como la noche acariciaban mis labios mientras que me giraba lentamente hacia él.

- No digáis esas cosas -musité mientras bajaba mi mirada avergonzada a mis pies con un gran sonrojo en mi rostro.- No soy hermosa ni nada parecido. Dejad de ser un don Juan conmigo. Os lo ruego.

Me giré caminando hacia la ventana y depositando la rosa suavemente sobre las sábanas de mi cama. Rosa Negra me ponía nerviosa, muy nerviosa. Su forma de mirarme, de acariciarme, de besarme y entonces volvía a tenerle frente a mí sin poder evitarlo.

- Os lo buscasteis. No me gusta que me besen sin mi consentimiento -miré sus ojos oscuros con la sinceridad pero con un gran y oscuro secreto asomando por mis pupilas.- Y no me preguntéis el porqué dado que no puedo decírselo.

¿Cómo iba a contarle a un desconocido que había sido manchada en mi tierra natal? ¿Cómo le explicaría las torturas que tenía que vivir cada día durante semanas que me parecieron años y la forma en que él había marcado mi piel como suya dejando una marca en mi hombro?

Jadeé mientras el calor del ladrón se apretaba contra mi cuerpo y el ardor de sus labios roza mi piel provocando que me estremezca. Disfruto de la escena durante unos segundos mas aquel enmascarado no tardó un minuto en transformarse en aquel rostro que ahogaba mi alma cada noche. Su sonrisa malévola, sus manos separándose de los brazos del hombre que intentaba robarme para alzar sus extremidades apretándolas a mis senos turgentes.

Me separé con el terror tragando mi color, llevándoselo para no devolverlo. Las manos de Rosa Negra ya no existían, tan solo los dedos que jugaban con aquellos grilletes que habían rodeado mis muñecas.

<< Te dije que no te dejaría sola, Lorelleine>>

Mi respiración era irregular. Mis pulmones intentaban llenarse sin éxito. Mis uñas se clavaban en mis palmas y el miedo estaba consiguiendo paralizarme.

- ¡Vete de aquí! -grité con mis pupilas dilatadas apretando mi liviana figura contra la pared de mis aposentos.- ¡VETE! ¿No tuviste suficiente de mí? ¿No te bastó con mancillarme?

<< Nunca tendré suficiente, MI Lorelleine. Nunca. >>

Agarré mi abdomen casi pudiendo notar como el hierro del cuchillo se hundía entre mis costillas. Tenía razón, era suya. Había sido marcada como tal con hierro candente contra mi piel. Parpadeé varias veces hasta encontrarme de nuevo con el rostro de Rosa Negra. Sabía lo que podía pensar. Pensaría que estaba loca.

Intenté explicarme pero de mis labios salió un gemido de pánico por algo que no era él. Esos demonios que me consumían y que nadie había podido librarme de ellos.

- Rosa Negra.... -dije en tono suplicante. Necesitaba ayuda. Aquel ser se estaba haciendo demasiado poderoso en mis recuerdos.

Antes de lo que esperaba, el ladrón enmascarado aprieta mi minúscula figura contra la suya tan trabajada y musculosa. Su aroma varonil embriaga mis pulmones calmándolos mientras la vibración de su voz se enreda en mis nervios intentando sedarlos.

Quería ayudarme. ¿Pero por qué? ¿Por qué a mí si solo era alguien manchado e indigno? Permití que mi rostro chocara contra sus pectorales. Estaba robándome de la locura, manteníendome apretada contra él como si fuese un tesoro que no deseara dejar marchar.

Sus caricias en mi melena dejaron que cerrara mis ojos embriagándome de una paz diferente, de la que no quería salir pues el fantasma de mi pasado se había evaporado por el momento como el humo.

- No sé cómo contaros esto sin que no huyáis pensando que soy algo peor que la basura -tragué con dificultad y alcé mis ojos azules observando los suyos marrones. Sabía que podía ver el terror que había vivido en el pasado.

Mi mirada descendió hasta su pecho intentando encontrar la forma de hablar, de dejarle ver aquel secreto que había mantenido oculto tanto tiempo.

- Nací en un pequeño pueblo de Escocia -comencé mi relato cerrando mis ojos con fuerza deseando que él fuese aquel que pudiese librarme de aquella pesadilla continua.- Durante toda mi vida he trabajado en un orfanato para la amable aunque violentamente estricta Mrs. Devonshire. En uno de mis tantos quehaceres tuve que salir a comprar pero no regresé al que era mi hogar -negué muchas veces.

Mis dedos se aferraron a la camisa de Rosa Negra apretando aquella tela con dolor e intensidad por deber revivir de nuevo aquello.

- Alguien me seguía -musité con mi voz llena de terror.- podía sentirlo. Corrí mas al perderme entre las calles él me atrapó. Sabía que no iba a poder contar lo que me pasaría, pensaba incluso que moriría en ese mismo lugar pero aquel... hombre tenía otros planes para mí. Desperté encadenada, sus dedos me habían desnudado y disfrutaba a lo lejos de las formas de mi cuerpo. Se acercaba, dispuesto a tomar por fin lo que había estado durante horas observando mas antes comenzó un juego sádico y doloroso. Golpes, todo eran golpes. Azotes, puñetazos, golpeaba mi cuerpo con una fusta, me partió el labio y deslizó un cuchillo por mi piel clavándolo en lugares que no dejaban cicatrices hasta que no pudo más. Se quitó la ropa y acariciándome, bañándome de mi propia sangre pues con sus caricias la deslizaba de mis heridas por toda mi piel, me tomó a la fuerza... una y otra vez...

No podía contar nada más. Estaba temblando entre sus brazos con mi rostro lleno de lágrimas. No había podido amar a ningún hombre, no había podido pensar en ser amada realmente por nadie pues me sentía indigna, poca cosa para todo aquel que me mirara.

Mi cuerpo temblaba mientras un apuesto ladrón hacía lo posible por calmar mis demonios personales. La forma en que me apretaba contra su cuerpo parecía indicar que quería robar mi cuerpo de aquella oscura pesadilla para que no viviese sumida entre las sombras aunque me tuviese que arrastrar a las suyas propias.

Mis ojos llenos de un mar de lágrimas que parecían salir del océano que era mi propia mirada lapislázuli, se posaron sobre los ojos oscuros del español intentando descifrar cada una de sus palabras y entender que realmente aquel hombre podría admirarme por permanecer sonriendo a pesar de mis males.

Mis labios se entreabrieron como acto reflejo por como los rozó con su ardiente temperatura latina y fijas aún nuestras miradas supe que no le podía obligar a que se marchara porque yo misma no quería que sucediera. Me estaba refugiando entre sus trabajados brazos contra algo que él no podía ver y yo aún no tenía control sobre mi fantasma.

Siento mis entumecidos dedos agarrados a su camisa y poco a poco los muevo para soltar la sedosa prenda. Mi piel mientras tanto por el contacto de la suya desea expandirse, apretarse más contra ella y recorrer la caliente tez morena que le transmite paz.

¿Para qué habría venido aquel hombre? ¿Tenía sentido pensarlo ahora que él solo deseaba ayudarme? Notando sus manos sobre mi minúscula cintura sentí algo extraño, un calor recorría mi espina dorsal pero acto seguido mi fantasma sonrió dispuesto a volver aquel momento doloroso como solamente él sabía.

<< Parece que disfrutas. Dime, ¿lo hacías cuando yo te tocaba también, Lorelleine? >>

En ese mismo instante sobre las ardientes manos del español, unas gélidas manos comenzaron a trazar surcos que el mismo ladrón podían sentir por los movimientos de la tela de mi vestido. Nada de aquello era inventado, alguien estaba torturándome de verdad en la lejanía de una forma que no podía entender por mis escasos conocimientos.

Las hendiduras que producían sus dedos ascendían hasta mis senos mientras recitaba internamente que no era más que un fantasma que podía desechar tal y como Rosa Negra me había dicho.

<< No puedes librarte de mí, Lorelleine >>

- Está aquí -jadeé.

En ese mismo instante fui arrancada de los brazos del ladrón hasta que mi cuerpo quedó atrapado contra la pared. Los negros ojos de mi atacante, aquel que solo yo podía ver, me miraban con lascivia y tocaban mi piel de porcelana con el cuchillo que siempre llevaba encima. Tragué con dificultad mientras mi pecho bajaba y subía con violencia por el pánico. Un corte poco a poco se fue haciendo visible desde mi mejilla, pasando por mi cuello hasta mi seno, un corte tan fino que no dejaría cicatriz pues era igual que un arañazo.

- ¡Déjame! -supliqué entre gemidos implorando porque Rosa Negra hiciese algo para salvarme de aquello.

<< No, le haré ver a ese ladronzuelo de quien eres aunque deba tomarte delante de él >>

Dicho lo cual, mi vestido ascendió levantado por una de sus manos para tocar mi piel suave, el preciso muslo que las manos de Rosa Negra habían tomado durante el baile.

- Rosa Negra, por favor, ayúdame -gemí presa del pánico intentando librarme de aquello, de esa intromisión bajándome la falda del vestido aunque sin éxito.

Una vez más mi mente es salvada transportada hasta los brazos de Rosa Negra quien parece haberse vuelto su salvador. La camisa de aquel hombre valeroso hacía tiempo que ya no se apoyaba sobre sus músculos definidos y cuando pude volver a calmarme descubrí en ellos un erotismo que en mi vida había sentido.

En un abrir y cerrar de ojos me descubrí sentada en la cama mirando al ladrón con la sorpresa reflejada en todo mi rostro. Con delicadeza tomé entre mis manos aquella pequeña caja de música y la sonrisa al escuchar la melodía volvió a instaurarse en mi rostro aunque el color no hubiese aparecido de nuevo.

- Es... preciosa -susurré y acto seguido mis ojos se perdieron en los de aquel ladrón que estaba robando todas mis sonrisas.- Sois muy amable en regalarme esto. Es mi segundo regalo y sin duda maravilloso. ¿Cómo puedo pagároslo?

Escuché la melodía de fondo mientras que una de mis manos viajaba a su mejilla, mi pulgar rozó con suma lentitud intentando quedarse con cada uno de sus rasgos y las sensaciones que a mi cuerpo mandaba tener su piel bajo la mía. No hice intento alguno en arrebatarle el antifaz pero necesité saber de él algo que sabía me respondería.

- ¿Qué se siente cuando uno ama, Rosa Negra? -susurré suavemente de forma tan melodiosa que parecía entretejerse a la perfección con la canción de la caja de música.- ¿Qué se siente cuando te entregas a esa persona sin ser obligado?

El desespero en mi voz no podía pasarle desapercibido. Necesitaba comprender si la pasión era buena o solo un acto de egoísmo puro.

Mientras tanto mi mirada se posó en una de las cicatrices del cuerpo musculoso del español deslizándose después mis dedos por ella. Un pinchazo en mi corazón me hizo olvidarme de mi propio dolor.

- Habéis sido tantas veces herido -murmuré mientras las yemas de mis dedos me quemaban por el contacto con su piel.

Podía notar como aumentaba la frecuencia respiratoria del español bajo mis dedos. Sus palabras se deslizaban por mis oídos estremeciéndome pues se mezclaban con mi ADN. Él me miraba de una forma diferente, respetaba aunque no sin esfuerzo que yo fuese quien indicase los tempos de aquel momento que tenía una magia diferente a tantos que había vivido previamente. El magnetismo de Rosa Negra con una parte de mí era más que evidente.

Sus caricias en mi cuerpo provocaron que se escaparan de entre mis labios ligeros jadeos. Apoyé mi frente contra la del español intentando controlar una llama que se encendía intentando consumir todo lo que tocase.

Bajé con suavidad mis labios y como una madre que busca curar a su hijo, besé una de las cicatrices que descansaban en el hombro del ladrón. Lentamente, de extremo a extremo mis mullidos labios se perdieron en la forma de aquella marca de batalla que tenía detrás de ella una historia que moría por escuchar aunque ni tan siquiera había pedido escucharla salir de entre los labios de Rosa Negra.

Mi vista volvió a los ojos de mi salvador, mientras el rubor recorría mis mejillas por lo que acababa de hacer. Había besado la piel bronceada que parecía caramelo fundido.

- Lo lamento -musité.

Me obligué a concentrarme en la caja de música pero sus palabras aún se repetían en mi mente. "No era malo entregarse a la pasión". ¿Era pasión lo que se encendía en mi cuerpo de forma que mis venas parecían llevar lava en lugar de sangre? No lo sabía pero con él se despertaban torrentes en mí inexplicables.

- ¿Qué vinisteis a hacer aquí? -pregunté sin poder contener más mi curiosidad.- ¿Acaso buscabais robarme?

Su respuesta fue tan solo mi nombre dicho de una manera que enciende aún más aquellos sentimientos prohibidos ennegrecidos tan solo por la presencia de mis demonios pero él parecía calmarlos estando allí, con esa melodía sonando una y otra vez pues no había cerrado aún la caja de música.

Cuando me atreví a alzar de nuevo mi rostro, estaba tan cerca del mío que tuve que reprimir un sonoro jadeo pero mi corazón latió tan rápido al igual que mi respiración se incrementó que necesité aquel aliento golpeando mi rostro perdiéndose en mi ser.

Y allí, por fin, nuestros labios se fundieron de nuevo en un beso pero la profundidad y la pasión de este era tan diferente a la que alguna vez hubiese experimentado. Él, solo él había encendido aquella chispa incombustible.

Mis dedos temblorosos subieron hasta apoyarse en las mejillas del español mientras me acostumbraba a la pasión que mi propio cuerpo sentía. Abrí mis labios para respirar su aliento pues me estaba quedando sin oxígeno en mis pulmones. Aquel aire tan intenso perdido en mi organismo me hizo vibrar bajo su cuerpo.

- Rosa Negra -susurré y agarrando su cabello provoqué que nuestras bocas encajaran en un ritual en el que por primera vez iba a ser partícipe queriendo, sin robos, sin ataduras, sin sumisiones.

Poco a poco bajé mis palmas por el musculoso cuerpo del español que hacía las delicias de cientos de mujeres, estaba de eso más que segura pero que por un motivo me había perseguido, a mí. Las yemas de mis falanges dibujaron el contorno de músculos que podía rozar por primera vez y esa caliente piel española incitaba a mi suave y blanquecina piel escocesa a fundirse en un torbellino de emociones que debía descubrir de nuevo. ¿Tendría Rosa Negra paciencia? ¿Borraría de mi piel el tacto de mi fantasma? Solo deseaba que así fuese, que arrancase la imborrable marca de ser propiedad de un ser desalmado.