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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Lilith O'Hara Lun Ene 19, 2015 9:57 pm

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El sol se colaba por las cortinas de mi ventana, ya no había reloj en mi recamara pero sabía que era lo suficientemente de día como para poder salir a las calles en busca de aquella chica. Me vestí inmediatamente con uno de los corsé más finos que había adquirido gracias a la fortuna de Lucciano y una falda algo larga pues necesitaba esconder entre estas lo que planeaba sacar de la mansión para pagar aquella deuda.

Desde que había conocido al vampiro y me había llevado a vivir con él a su gran mansión tenía que estar despierta hasta altas horas de la noche con este para aprender cada una de aquellas lecciones antes de que pudiera convertirme en una de ellos, tenía que esperar a que se durmiera si es que quería salir yo por mi cuenta y tener un momento a solas, así que tan solo dormí por algunas horas y al levantarme busqué dentro los cajones de Lucciano en su despacho en donde sabía que tendría algún dinero... entre toda la fortuna que el vampiro tenía seguro no se daría cuenta de la desaparición de algunos billetes.

Salí cuidándome de que no me vieran los sirvientes con el dinero bajo la ropa mientras pensaba... ¿Debería de llevarme aquel collar con el diminuto frasco de la sangre del vampiro conmigo o debería abandonarlo en mi cuarto? Mi maestro me dijo que aquello me cuidaría de otros seres y no me harían daño, de la misma forma que podría salvarme la vida en caso de un ataque. Lo apreté entre mis manos y decidí esconderlo entre el escote de mi ropa donde nadie pudiera verlo, quizás sería mejor llevarlo.

Caminé por la villa de la mansión hasta atravesarla y encontrarme con las escondidas rejas que rodeaban el inmenso terreno, me sujete bien la falda y fácilmente pude escalar el árbol para saltar por encima de los barrotes. Esta vez no me había hecho gran daño como la ultima vez que las había saltado, aunque la fuerza del impacto contra mis rodillas había logrado que un gran moretón se formara en ellas.

Caminé por donde mi mente recordaba, mirando las calles, las tiendas y leyendo cada uno de los letreros de los locales que me encontraba...
-Por aquí tiene que estar la taberna... -susurré en voz baja. ¿Porque quería devolverle aquel dinero a aquella mujer tan amargada? El día en que nos conocimos me había dado aquel dinero para que mi jefe no me corriera y pensara que había pasado la noche teniendo sexo con algún cliente, en el fondo sabía que no tenía que pagarle pero una parte de mi se sentía en deuda con ella.

Después de un largo tiempo caminando me encontré frente al lugar en el que me había ahogado en alcohol varios meses antes... no había cambiado en nada excepto en que al entrar ahora podía distinguir las miradas de algunos hombres.

¿Como era que no me había dado cuenta antes? Todos hermosos y con movimientos tan perfectos y elegantes, con melodiosas voces y una risa que no era parecida a los simples hombres mortales. Desde que había empezado a convivir con un vampiro había aprendido más cosas sobre ellos y su forma de actuar, aunque aún no identificaba bien a algunos la mayoría eran muy fáciles de saber que no eran simples mortales. Hace unos meses había sido una presa fácil y de no haber aparecido Pavilion seguro aquellos inmortales hubieran seguido "jugando con su comida" hasta no aguantar más el hambre. Pero me preguntaba... ¿Ella lo sabía?

Caminé entre las mesas dejando que varios me miraran. Meses antes hubiera pensado que los atraía mi belleza pero ahora estaba segura de que ellos olían aquel frasco que tenía escondido cerca de mis pechos el cual estaba lleno de sangre de un vampiro viejo quien ahora ellos sabían me cuidaba a lo lejos.

-...quiero hablar con tu jefe. -le dije al cantinero apenas me reconoció, aunque no parecía muy contento de verme. Seguro le habían regañado por haberme dejado beber tanto sin que yo le pagase ni una sola copa.

Ni siquiera me contestó el muy ingrato y tan solo se limitó a hacerme una seña con su mirada en dirección a la oficina de la que yo me había retirado una mañana varios meses antes después de haber dormido en ese lugar. Recordaba cómo me quité su camisa esa mañana y como la había dejado cuidadosamente doblada en su diván antes de ponerme mis telas y retirarme.

Caminé por el pasillo muy segura para tocar la puerta de la oficina de aquella chica y entregarle el dinero que le debía, pero justo cuando mi mano se alzaba para tocarla dudé en golpearla... ¿Enserio tan solo le pagaría con el dinero y me retiraría?, ¿Ese era el plan realmente antes de volver a encerrarme en la mansión y no salir hasta la noche con el vampiro nuevamente? Y como un efímero toque electrizante que recorrió todo mi cuerpo pareció aclararse todo dentro de mi mente mientras yo seguía ahí parada afuera de su puerta sin atrever a tocarle.

Yo realmente no estaba ahí para pagarle... quería ver el mar en sus ojos nuevamente.


Última edición por Lilith O'Hara el Vie Ene 23, 2015 12:38 am, editado 1 vez



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Mensaje por Imara Rákóczi Miér Ene 21, 2015 9:44 am

“El encierro acabará cuando la libertad te encuentre”


El dolor que sentían mis costillas, y mi brazo y mi pierna derecha seguían sin dejarme caminar correctamente, hacía una semana me había encontrado con el último inquisidor de la lista. Ya había sido el segundo y el que más mal herida me había dejado. Aún podía recordar la sonrisa de ambos, un vampiro y un brujo. Dementes que no querían más que divertirse, no habían ido a buscarme solo porque había traicionado a la inquisición, sino que tenían el gusto de jugar con una presa difícil como lo era yo. Podía darles mucha más pelea que los demás, tenía la fuerza y habilidad de un militar entrenado y ahora estaba dotada con la maldición de ser un lobo de la luna llena. Claro que eso no quería decir que estuviese por todos lados dándome a conocer o tirándome flores por lo que podía o no hacer, por lo contrario había pasado desapercibida por dos años y el último tiempo, pensando en que quizá me habían terminado de dar por muerta, había aceptado salir a sentir la brisa de los días. Muy mal pensamiento por mi parte, ahora tenía el torso vendado y uno de mis brazos estaba sujeto jodidamente a mi pecho para que no lo moviese. Se curaría, me lo habían quebrado en partes pequeñas y por suerte no lo habían arrancado, pero al menos ahora se sentía de una sola pieza. Una de las habilidades que había heredado era la fortaleza, podía resistir dolores completamente extenuantes, pero las marcas aun así seguían quedando. Tan solo era un poder que me servía para seguir luchando en el campo de batalla.

Aquella noche, y como siempre, bajé desde mi habitación al bar del cual me habían encargado desde que había conocido a Lucern. Los vampiros que eran cotidianos del lugar no habían dicho absolutamente nada de mi condición desde que había aparecido mal trecha en la puerta del local, sabían que tenía el olor del agua bendita incrustado en mi piel. Y tanto como yo, no eran idiotas que tomasen a la Iglesia como algo fácil de derrotar. Por lo contrario, en aquel lugar había varios que habían sufrido de estacas y se habían salvado porque el aire era gratis. Suspiré entonces, mi cabello estaba corto, desmechado y terminaba de darme la apariencia de un chico demasiado bonito para serlo, pero de una chica demasiado descuidada para aparentarlo. ¿La razón? El primero de los inquisidores me había zamarreado de lado a lado por la trenza larga que antes llevaba. Por suerte el moretón en mi rostro había desaparecido a los dos días de aquel encuentro y podía decirse que estaba tan lúcida como siempre. El trabajo me daba fuerzas y luego de dar las indicaciones clásicas, me enterré en la oficina a sacar cuenta y ver mapas, en completo silencio y sin nada que alterara mi cosmos. Si tan solo pudiese mover el brazo derecho estaría fascinada de hacer mis labores, pero aún sentía la descolocación y el quiebre que tenía en cada diáfisis, incluyendo la clavícula que había perforado parte de mis músculos. Llevaba puestos los pantalones clásicos color marrón oscuro, pero en la parte del torso estaba completamente cubierta de vendas que pasaban desde el ombligo hasta arriba de los pechos, apretando tan fuerte que apenas se podía apreciar una curvatura milimétrica en la parte superior. Con el brazo doblado en un costado; la camisa tan solo estaba puesta del brazo izquierdo y lo demás por arriba del hombro.

Mi cabeza cayó sobre la silla cuando me hube cansado de pelear contra las cosas y hubiese caído dormida si el aroma de un vampiro antiguo no me hubiese desesperado. Junto con el sabor dulce y poderoso de una mujer que sin duda no había olvidado. Abrí mis ojos tan grandes que pensé que se me terminarían cayendo. Fue casi un salto lo que me hizo despegar del asiento y el gruñido gutural y bajo de mi garganta me hizo detenerme. La pierna quebrada me avisaba que camine más despacio y quería volverla a descolocar. Pero tranquilicé mis aguas y con paso lento esperé frente al portón que ella tocara, pasaron más de cinco segundos, la sentía, estaba a solo dos pasos de mí. Fruncí el entrecejo y ya sin poder esperar pacientemente abrí la puerta. Apoyando el brazo izquierdo en el remarco en tanto mis cejas volvían arquearse como siempre lo hacían cuando algo inesperado me sucedía. — ¿Por qué no tocas, Lilith? Mrh... Acércate. — En principio busqué al vampiro viejo que había olido antes, pero lo supe rápidamente, venía de ella. Aquellos ojos celestes que tenía implantados en mi rostro parecieron oscurecerse, como si el lobo que estaba escondido en mi interior quisiera salir a golpearla. Acerqué la cabeza a ella, bajando por su pecho, dando la apariencia del maldito perro que era. Sentí el olor fresco allí entre sus senos y me giré, dándole la espalda como si con ello diese por terminada la charla. — No sé qué te trae por aquí, pero vete de aquí tú y ese olor que traes. — Cojeando me volvía al escritorio. Sus ropas bellas y su piel más muerta, así como sus ojos cansados me daban el aviso de que había encontrado lo que quería. Entonces, ¿qué quería en este lugar? 

“Volverás a ver el mar cuando tu cuerpo se hunda entre mi piel” 
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Mensaje por Lilith O'Hara Jue Ene 22, 2015 12:22 am

Como si el tiempo se detuviera de nuevo, no escuchaba nada ni veía nada, tan solo estaba yo frente a la puerta a la cual tanto temía ahora. ¿Qué se supone que le diría?, probablemente ya ni siquiera me recordaba y todo ese viaje habría sido en vano... mas no fue así.

El sonido del picaporte parecía como una resistente caña de pescar que me había sacado rudamente del mar de mis pensamientos para traerme a la realidad, un chico precioso me había abierto la puerta hablándome por mi nombre y haciéndome pasar.

Al entrar al ya conocido cuarto inmediatamente empecé a analizar a ese extraño muchacho vendado, esas curvas por debajo de las vendas y los senos cubiertos parecían negar mi primera impresión, pero no fue hasta que vi esos ojos azules y cubiertos de coraje que lo supe. La misma mirada llena de enojo y fastidio, con hambre de poner todo bajo su mano y querer controlarme, una pizca de odio al mirarme y esas ganas en el fondo de matarme… justo como la primera vez que la vi.
-¿Pavilion…? –le dije extrañada de verla tan cambiada y sin saber porque se acercaba a mí de esa forma. Por un momento me recordó a uno de esos animales callejeros tan solitarios igual que yo con los que había convivido en mi adolescencia al vivir en las calles de París, siempre se acercaban a olerme para buscarme algo de comida que pudiera ofrecerles. Di un paso atrás para retirarme de sus narices al mismo tiempo en que la rubia maldecía y me daba la espalda.

¿Olor? No entendía porque comenzaba a atacarme tan pronto y menos cuando yo me había atrevido a venir en son de paz, su comentario tan irrespetuoso hacía que mi tranquilidad se fue desvaneciendo poco a poco como si de una fumarola volcánica se tratara y aquella figura quisiera hacer estallar el volcán dentro de mí.

Resoplé fuertemente tratando de tranquilizarme para no empezar otra batalla como ya era costumbre, mas me fue imposible y lo único que había conseguido era hacerme adoptar una actitud a la defensiva. –Quería verte… -otro resoplido, pero esta vez para mí por mi forma tan estúpida y fácilmente mal interpretable de expresarme. -…es decir, para agradecerte por dejarme quedar aquí la otra noche. –observé detenidamente su cuerpo de espaldas, a pesar de estar cubierto en su gran mayoría aún podía notar por debajo de las vendas sobre la piel descubierta aquellos moretones y rasguños que había en el cuerpo de ella. Tantos colores que resaltaban sobre esa hermosa piel blanca me hacían tener curiosidad de cómo habrían sido marcadas, aunque conociendo la actitud tan dura de ella no dudaba que sea lo que hubiera sido seguramente también ella habría dado guerra.

Caminé lentamente hacia ella para luego rodearla sin perder de vista su cuerpo vendado. Aquella mujer de cuerpo fuerte y esbelto parecía estar escondido tras los vendajes y todos esos moretones causados por golpes, la forma en que caminaba me hacían pensar que quizás esta vez si podría molestarla y salir corriendo del club como una niña tan solo por hacerla enfadar, esta vez no me atraparía. Sin embargo no tenía ganas de hacerlo.

Noté su brazo fracturado pegado a su pecho en cuanto terminé de rodearla y estar frente a ella… ¿Qué le habían hecho?, ¿Porqué?

De pronto la voz de mi inconsciencia me hizo volver a la realidad y darme cuenta que ahí estaba yo parada justo frente a ella y sin dejar de observarla como si de una hermosa muñeca rota se tratara, quería repararla... sin embargo no me atrevía a preguntar.
-Ehh… también quería devolverte el favor que me hiciste al ayudarme en la coartada con el dueño del burdel en el que trabajaba. –le dije tratando de conservar mi tono defensivo mientras me levantaba la falda y sacaba un fajo de billetes que traía escondido entre los encajes de las pantimedias de red, finalmente me acomodé la falda y con mis manos emparejé los billetes que había tomado de la mansión de Lucciano y extendí mi brazo para dárselos a Pavilion.

“Me encantaría decirte que me da gusto lo que veo… pero ni en mis mas crueles pensamientos de odio que he tenido hacia a ti te hubiera imaginado así.” Pensé al verla de nuevo y notar como aquellos largos cabellos que había acariciado antes de verla por última vez la otra noche habían desaparecido.



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Mensaje por Imara Rákóczi Jue Feb 05, 2015 12:19 am

“Te encontrarás con los cambios a medida que el tiempo te aplaste”


Allí estaba ella nuevamente, con su rostro tan curvilíneo como lo recordaba, mirándome como si se tratase de un objeto extraño, de una persona nueva. Hacía semanas que no me miraba al espejo. Así que no pude reprocharla, no tenía idea como estaba, si tenía cicatrices en el rostro o quizá me habían escrito con tinta indeleble la cara. Pero era su aroma el que provocaba que las cejas frustradas se agarren unas contra otras. Un vampiro estaba allí en su cuerpo en todo momento y el hecho de que ella podría convertirse en una vampiresa me enloquecía. Probablemente, aquella esencia de inquisidora aún no se podía esfumar de mí. Suspiré en el momento que le daba la espalda, poco a poco escuché mi nombre salir de sus labios y dejé caer mi rostro a un lado para observarla, como quien pregunta qué sucede a las malas. — ¿Agradecerme? Lo hice porque no había otra opción. Si es eso, puedes retirarte, querubín. — Acentué en tanto escuchaba resonar sus zancadas agudas y me detuve en mi propio eje. La estaba esperando, porque sabía que su enfado estaba allí, a dos pasos de distancia. Mi rostro no se conmovió cuando el suyo me terminó de inspeccionar y más bien enarqué la ceja. No tenía furia alguna, pues ésta se estaba desvaneciendo. Tampoco había represalias en mis sentidos. Era simplemente que me había dado cuenta, que de una u otra forma, había adoptado una postura fraternal con respecto a la cortesana que se plantaba allí.

Mordí mis labios, sumamente perturbada. Y sin prohibirme, observé nuevamente el corsé caro que tenía en su piel. La tela apretada formaba su cintura de maneras inhumanas, pareciendo así un reloj de arena. Me pregunté entonces si ese reloj sería el que marcara su verdadera vida. Y llevé la mano a su cintura, la única que tenía para mover, la acaricié como si se tratase de una buena mercancía y volví a su rostro, esperando voluntariamente sus quejidos. — ¿Así que ahora eres una linda muchacha de clase alta que vendrá a pagar sus deudas? Deberías darte cuenta de las cosas, ya que tienes eso en tu cuerpo. No tengo por qué ocultarte las cosas. — Blasfemé y con la misma mano libre que antes la acariciaba, tomé aquel dinero que ella me ofrecía, tan salvajemente que probablemente había raspado la piel ajena. La arrastré con mi cuerpo hasta aquella pared que estaba a unos pasos detrás de ella, me sentía ofendida, casi traicionada aunque ella no tuviese nada que ver conmigo. Pronto, me vi apoyando mi puño contra aquel muro y mi rostro se volvió oscuro, maliciosa era mi mirada y mis caninos estaban luchando por salir al aire libre. El dinero caía de entre mis dedos en su cabeza y al otro lado y suspirando me mostré endeble. —Me alegro. Que no quieras verme tan maltrecha es todo un logro, pero aún así no te incumbe saber qué pasó. No deberías haber venido aquí. No estoy de humor. Ni para terminar por echarte ni para dejarte ir. ¿Alguna objeción? —


Pregunté casi con curiosidad, llevándome por el brazo a aquella que me recordaba mi condición. Los francos estaban esparcidos en el suelo y siquiera me digné a mirarlos. Más bien la acarreé al diván en el que tiempo antes la había dejado dormir. Ella podría pensar por un instante que era más fuerte que yo en ese estado, pero aunque estuviese con la pierna y el brazo fracturado, podía hacer con su cuerpo lo que deseara. Al menos, por ahora. Por ahora que su corazón aún latía ya que en un tiempo no lo haría más. Su belleza se haría eterna, pero con ello sus días se volverían por siempre oscuros. — ¿Te volverás uno de ellos entonces? Usarás esas ropas extravagantes y buscarás la sangre de los demás por el resto de tu… no vida. — Alzándome y entre quejidos que se volvieron jadeos adoloridos. Conseguí pasar la pierna a un costado y hundí la rodilla en su otro costado. Mis músculos tensionados me dieron la libertad de acercarme a ella mientras la izquierda sujetaba su mentón, la obligaba a mirarme a los ojos, quería recordar su vitalidad, porque luego, no la tendría más. — ¿Sabes qué es lo que soy y qué es lo que fui? Debería matarte a sabiendas de qué es lo que quieres. Pero no puedo hacerlo… Vete ahora. Te daré ésta oportunidad. —Soltando su rostro me apoyé en mi pantorrilla, dejándole el suficiente espacio para que pueda escabullirse y correr como la mascota que era hacía su amo. Que lo haga, porque de otra forma, intentaría hacerla cambiar a como dé lugar. Incluso si tenía que hundirla en los placeres más banales. 
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Mensaje por Lilith O'Hara Lun Feb 16, 2015 2:05 am

Al momento en que sentí aquellos dedos sobre mi cintura mi mirada se despegó de su cara y me dirigí a su brazo casi sano. Tenía algunos rasguños pero aún parecían ser lo suficientemente fuertes como para arrebatarme el fajo de billetes de un solo golpe y todavía empujarme.

Un recorrido electrizante recorrió por todo mi cuerpo al tenerla frente a frente, la pared se sentía helada contra mi espalda pero tampoco me sentía capaz de empujarla, tan solo dejé que hiciese conmigo lo que quisiera, no creía que lograra mucho en el estado en el que estaba.

-Sí, tengo una. –mi voz sonó seria al igual que mi mirada que ahora se posaba sobre su cara. Ignoré el hecho de que había mencionado exactamente lo que yo había pensado acerca de su estado, ¿Qué más daba? Podría ser una coincidencia solamente.

Alcé mi mano para acariciar su mejilla rasguñada y sentir si aún conservaba aquella piel suave que había tocado semanas antes. -…no soporto que me digan lo que debo o no debo de hacer. –sonreí.
No quería pensar en aquello, pero no podía evitar sentir lástima por ella ni podía evitar pensar que la mujer que a la fuerza me había llevado a su oficina esa noche de borrachera mía probablemente ahora no tendría fuerzas para hacer lo mismo y tenía que evitar con todas mis fuerzas provocarle, aunque con cada palabra que me decía parecía todo un reto poder controlarme.

Dejé que me llevara hasta donde quisiera sin poner resistencia para evitar lastimarla, me senté en el diván de la rubia tranquilamente para poder escucharla recordándome en todo momento que debía tratar de conservarme serena, aunque el reto no duró mucho…
-¡¿De qué estás hablando?! –me levanté rápidamente de un salto a pesar de que apenas me había sentado. “Sangre, ropas extravagantes, no-vida…” habían sido demasiadas palabras exactas como para saber a que se estaba refiriendo.

Volteé mi cara para desviar la mirada, sus ojos podrían hipnotizarme nuevamente en cualquier momento y me harían decirle mi secreto, seguro era algún truco de palabras de ella o algún juego pesado en el que su único fin era provocarme, sí, seguramente eso era... quería molestarme.

Me senté nuevamente y de la manera más suave que pude para relajarme aún si mirarla, Lucciano no me perdonaría si se enterara que habría estado alardeando acerca de lo que él era o de lo que había prometido convertirme. Pero una vez más la calidez de su piel a mis costados parecían querer tentarme, mas no fue hasta que su mano se apoderó de mi cara que me atreví a mirarle a los ojos mientras de su boca tan solo sonaban palabras con intento de amenazarme
-…ya te dije que no soporto que me digan lo que tengo que hacer. –solté de inmediato al escuchar su sugerencia.

¿Matarme? Como podría temerle a alguien indefenso como ella en estos momentos, a pesar de que sus palabras sonaban seguras y con fuerza probablemente en otro momento hubiera creído sus amenazas, pero al verla en ese estado no me producía ningún tipo de miedo.

Aproveché el espacio para salirme como ella quería, mas no para irme como seguro se imaginaba. Tan solo di un paso hacia afuera del sillón fingiendo por un segundo retirarme y me volteé rápidamente hacia donde ella estaba para ponerme de rodillas a la orilla del desván y con mis manos sujetarla de los hombros, ya había tenido demasiados cuidados con aquella moribunda.

-No quería alterarme viendo tu estado, pero tu temperamento tampoco ayuda a que el mío se mantenga con calma por ahora y quizás debería aprovechar este momento... –Dejé que todo mi peso cayera sobre mis manos mientras la arrastraba por el sillón hasta obligarla a acostarse, luego mi rodilla cruzó su cuerpo para poderla tener prisionera de mis piernas. -…ahora mismo me vas a decir de que va todo esto “Pavi” porque así como yo no te conozco ni sé lo que ‘fuiste’ tu tampoco tienes idea de quien he sido realmente o quienes están de mi lado. –aquella mujer tenía no solo el don de hipnotizarme con sus ojos de mar, si no también de llevarme al otro extremo de mi estado de animo. Me sentía molesta ante las amenazas que me había tratado de hacer la rubia y por tratar de decirme lo que debía de hacer, a nadie se lo permitía a menos que tuviera un fin... pero finalmente yo tomaba la decición de mis actos, ella parecía querer obligarme a base de amenazas y eso me enfurecía.

Mientras dejaba caer el peso de todo mi cuerpo sobre el de ella para evitar que escapara, sus ojos azules me hacían pensar que quizás tanta belleza aún después de estar muy lastimada no era del todo natural en un ser humano. ¿Sería la mujer también un ser inmortal de la noche como lo era Lucciano?




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Mensaje por Imara Rákóczi Lun Feb 23, 2015 11:43 pm

“La línea nos separa entre razas, entre pensamientos, entre sexos”


Mordí mi labio inferior cuando la evidente objeción de la colorada apareció en popa, alzando su bandera ferozmente, parecía querer comerme viva. Evidentemente ambas estábamos entre la espada y la pared. Pero en mi caso, no había ninguna espada a la cual huir, nunca más. No tenía bandera que blandir y nada ni nadie podían ya parar lo que eran mis pensamientos y mis deseos. Siquiera pensar en matar a aquel inquisidor que me había dejado de esta forma me hacía levantar de aquella irrefutable frustración que se procreaba en mí. — Me resulta sumamente extraño que me digas eso, cuando tu piel y tu aroma me dicen otras cosas. — Susurré cerca de su rostro al instante, no podía contenerme. Me había inyectado exactamente lo que no quería sentir. Los humanos, muchos, casi todos a decir verdad, hablaban y soñaban con una vida eterna, llena de riquezas y una belleza que jamás se esfumaría. Pero no sabían de lo que realmente hablaban. Había que estar muy loco para de verdad caer en las garras de un vampiro. Y ella, evidentemente lo estaba, su hermosa y detestable figura no era más que un suculento manjar para ellos. Y con sus deseos no provocaba más que engaños. Casi sentí la risa salir de mis labios cuando sumisamente me dejó arrastrarla. Así que ella temía lastimarme, se notaba por su forma de moverse, de intentar no tocar mis lastimaduras. Que si bien me quemaban y me molestaban, estaban prontas a curarse y no creía que ningún humano sin experiencia pudiese hacerme doler más. Sin duda la fortaleza era una de las mejores dotes que había conseguido. La posibilidad de no mostrar siquiera un deje dolor si así lo quería.

La escuché rechinar, como un gato al cual le han dado alimento de perros, se retorcía y salía de mis zarpas, mirándome tediosamente. Allí estaba la fiera, sumida entre el odio y el pronto cansancio. Me lo quería ocultar a toda costa y realmente no era lo que yo deseaba, que me lo diga en el rostro era lo que quería. Pero, ¿cómo podía pretender eso de una humana que probablemente solo conocía de la existencia de vampiros? Los hombres lobos no eran algo que ella tuviese a la orden del día y parecía que su domitor inmortal no le había hablado tampoco de eso. Así que solo mantuve mis ojos fijos en ella, en su rostro, en la manera de ponerse pálida y rígida. En cómo se giraba para voltearse pronto. Me había sentado, con las piernas abiertas y la mano sosteniéndome. No dudé en verla regresar, ella era ese tipo de mujer. La que siempre se queda con la última palabra no importa la situación. Y cuando apenas dejó caer la rodilla entre medio de mis piernas agarré su cintura, acercándola, alzando la cabeza para verla un poco más cerca, olerla y fruncir la nariz. —Mi estado es algo que en un futuro puede pasarte a ti. Mmm… ¿Entonces en verdad te tengo que explicar las cosas? Pensé que eras inteligente, luzbel. — Mi complexión se dejó caer lentamente, apretando las abdominales para poder verla en el proceso, mi cabeza se hundió en la curvatura del diván y la mano sana bailó por el corset ajeno. Tan lejos de su pellejo que mis garras decidieron que no querían torturarse más; me dirigí en forma sigilosa al nudo que había por allí atrás, desatándolo de una vez por todas. Que caiga, eso deseaba, que se deslice con ropa y todo si era necesario.


— Tienes sangre de un vampiro en tu cuerpo Lilith. La puedo oler, la siento hasta en el más recóndito lugar de tu piel. Y yo. — Las palabras salieron de una estocada y con la misma dureza con la que todo eso salió fue que mi ser se levantó, volteándola toscamente, provocando que el yeso que tenía ajustándome se partiera en dos. Mis manos se apoyaron a los lados de su cabeza, la herida se hacía visible, una quemadura que estaba curándose y una hinchazón que ya casi había desaparecido de mi quebrado codo. Me agité, respiré bruscamente y los colmillos que en su momento habían querido salir ahora lo hicieron con ganas. Mis pupilas se hilaban fijamente en mí. — Yo soy y fui su peor enemigo. — Terminé por aclarar cuando los dedos terminaron por hacerse con sus ropas, lanzando aquel tablón de incomoda tela que escondía su cuerpo a un lado de lugar. Su torso ahora solo era cubierto por el vestido de tela fina y los pollerones abajo. Pero no me detuve en ello, me acerqué a sus labios, mordiendo su carne con los caninos, apenas si rasguñaba su desmis sin hacerla sangrar y mi mano se paseó a sujetarle la cintura, acercándola como quien quiere capturar a su presa. — ¿Sabes cuáles son? Tu dueño no te lo ha explicado, te deja salir sin el conocimiento de a quién te puedes o no acercar. Dime, ¿eso es lo que quieres? ¿Vivir eternamente, mientras los demás mueren a tu alrededor? — El susurro salió fogoso, jadeante pues ardían las heridas, querían empezar a sangrar una vez más, pero con una mirada fue como si las intimidara, nada me quitaría la satisfacción de tomar aquella mujer, pues sabía que quizá, la próxima vez ya no podría sentir los latidos de su corazón, ni sus jadeos al sentir que el aire se iba.
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Mensaje por Lilith O'Hara Sáb Mar 07, 2015 1:06 am

Un segundo. Solo eso fue suficiente para sentir que tenía el control de la situación y como podía perderlo en cualquier momento. Mi piel se erizó al sentir mi corsé más flojo y al temer que en cualquier momento podría caerse dejándome vulnerable y desnuda frente a la rubia, mas eso no me vencería. A pesar de que aquella chispa electrizante recorriera todo mi cuerpo desde la espalda en donde el nudo se había deshecho, mis brazos y piernas se mantenían firmes y no dejaría que me venciera por más que mis mejillas comenzaran a entibiarse.

Mis ojos se abrieron y el aliento huyó de mí de nuevo. Sorpresa.

La rubia sabía mi secreto y estaba casi segura de que se olía mis planes para poder conseguir en algún momento mi vida eterna.

Me desconcentré tanto en ese instante que apenas noté cuando la mujer cambió los lugares. Mis brazos y piernas perdieron su fuerza lo cual facilitó a ella tratarme a su antojo. De pronto yo estaba abajo y ella se había colocado arriba sin importar los golpes y daños que tenía sobre su cuerpo. La mitad del yeso que cubría su brazo enfermo chocaba contra el suelo mientras el otro pedazo tan solo cayó a mi lado. Su brazo casi estaría como nuevo… en mi cabeza se lo había imaginado destrozado y lleno de marcas o sangre, pero el brazo que estaba a lado mío no tenía nada que ver con eso.

Noté sus colmillos… pero estaba segura que no eran de un vampiro.
-¿…que demonios eres? –dije en apenas un susurro. Sus ojos parecían ahora llenos de odio y bestialidad lo cual me hicieron tenerle algo de miedo, pero aún así con todo el peligro que eso conllevara no tenía ganas de escapar, de alguna manera quería saber más.

Extendí mi brazo hasta su hombro para evitar que me arrancara el corsé del vestido pero era demasiado tarde, ella seguía siendo más rápida y cada vez más me lo demostraba.

Sentí sus colmillos muy cerca, me rozaban mis temblorosos labios dominados por el miedo a no saber el tipo de bestia que era ella. Tan solo cerré los ojos mientras la sentía tan cerca, la vulnerabilidad se estaba apoderando de mí nuevamente ante su cuerpo, mas no estaba segura si me sentía de esa forma por miedo o por el deseo que me provocaba tener su boca a escasos centímetros de mi cuerpo. Antes me había obligado a hacer lo que ella quería cuando me encontraba ebria… tenía que tomar el control de nuevo, no podía dejarla hacer lo mismo de nuevo.

Sus palabras fueron lo que me volvieron a llenar de fuerza para poder defenderme un poco, me sentía ofendida ante la idea de que creyera que alguien mas era dueño de mi vida. Tomé una gran bocanada de aire para recuperar un poco de coraje tratando de superar esos nervios que me estaba provocando su boca.

Mi mano se movió de su hombro hasta su pescuezo para sujetarla con fuerzas. Si bien yo era tan solo una humana, pero ella estaba toda herida y quemada lo cual me permitía por lo menos estar al parejo y ya no tenerle paciencia ni lástima.
-Yo no tengo dueño, no vuelvas a repetir eso. –apreté su cuello sin importarme sus colmillos filosos o lo que pudiera hacerme con ellos. -… y lo que yo quiera o no eso a ti no te concierne, deja de meterte. –jalé de su cuello para acercarlo a mi boca mientras mi otra mano se liberaba para sujetarla también del cabello. -¿Qué vas a hacer para prohibir que me junte con ellos?... –apreté un poco más del cuello y con la otra mano jalé mas su cuero cabelludo hasta poder ver su cara quejarse en un gesto. -… ¿Encerrarme por el resto de mi vida en tu oficina a caso? –le susurré en su oreja dejando escapar una risita burlona al final. Eso era lo que más me gustaba: Reírme en su cara.

Su cuello me tentaba ahora que lo tenía tan cerca de mi cara, parecía ser de las pocas partes que no habían sido ultrajadas ni manchadas por esos círculos de colores morados y verdes. Recordé lo tersa que era su piel la vez que me había ayudado a vestirme y la ansiedad en mis dientes se mezclo con el odio que estaba sintiendo ahora mismo.
-¿Sabes? Juntarme con vampiros hace que entienda algunos de sus gustos… -rocé mis labios contra su cuello mientras le hablaba y enseguida sin poder resistirlo mi lujuriosa lengua comenzó a marcar territorio sobre el cuello de ella.



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Mensaje por Imara Rákóczi Miér Mar 11, 2015 10:43 pm

“El camino del fuego es indeseable y purificante al mismo tiempo”


Una sonrisa que apenas podía apreciarse se formó en mi rostro. Parecía tener tatuada la discordia en mis mejillas, pues estaba pálida. Obviamente, jamás se me habían alborotado los sentidos como para llegar a sonrojarme, pero ahora era más que eso. Mi mirada estaba calculadora y enfurecida frente a la que aún era humana. De alguna forma, me sentía traicionada, a mis instintos, a mi Dios que seguía siendo una existencia real aunque me hubiese abandonado cuando la maldición se tatuó en mí. — Soy un hombre lobo Lilith. — Mascullé a regañadientes y dejé caer mi rostro sobre su cuello, apenas rozándolo me dejé llevar por los instintos que antes me habían hablado, ¿cuánto tiempo podía quedarle? Meses, unos años con mucha suerte. Los esclavos de sangre eran personas temibles, hacían lo que sea por convertirse en inmortales y estar a la mereced de ellos. Imperdonables masoquistas que jamás tendrían el perdón del cielo, pues era algo que estaban deseando, no era una maldición que no podían controlar. Y es por esa razón que estaba encolerizada, mis ojos ardían oscuros, cambiaban a un azul intenso, como si quisiera transformarme allí mismo, sin la necesidad de que la luna estuviese llena sobre mi lomo. Y supe entonces que aunque sus labios temblaran y su cuerpo se hiciera un ovillo, su deseo era inquebrable. La vida y deseo en esos orbes era mucho más poderosa de lo que yo pensaba.

Mi boca se abrió y con cuidado me separé para morder una de sus clavículas, el corsé estaba flaqueando y pronto terminaría por quedar arrastras sobre el suelo. La curvatura de su pecho era fácilmente notable y entre medio de ellas se escondía un frasco de diminuto tamaño, que emanaba un aura oscura, poderosa y singular. Empezaba a deslizarse por entre sus pétalos y tuve que hacer un desmedido control para no meter la mano y arrancar aquello, lanzándolo tan lejos como fuese posible. El dolor de mis articulaciones no se podía comparar con mi deseo inhóspito de matar al vampiro que estuviese haciéndose con su voluntad. — ¿No tienes dueño? Una sola vez probada la sangre de vampiro, éste tiene poder sobre tu cuerpo, puede obligarte a hacer lo que quiera. Eres una esclava ahora. No hay palabras que puedan contra eso. — Sus finas y filosas manos estaban apresándome y yo me dejaba hacer con ello, hundiendo las manos en su cuerpo, terminando de dejar al desnudo su parte de arriba. No me tomó demasiado tiempo acariciar su piel, sentirla entre los dedos, cálida y latente. La vitalidad la recorría como una electricidad faltal. Y mi mirada se posó en la ajena cuando ésta me acercó toscamente a sus labios, con intenciones de dañarme, ella estaba molesta y por ello mis cejas se alzaron con diversión. Siempre había sabido que no cambiaría de opinión, pero en un primer momento no creí que fuese capaz de encontrar a un ser de la noche. Y menos aún a uno que le diera su frasco de sangre. Simbología de que era el protector y domitor de aquel ser humano.

— ¿Acaso crees que no puedo hacerlo? No te confundas, mis heridas no me hacen más débil. Ni tampoco provocan que cambie de pensamiento. Si lo deseo puedo encerrarte en donde más quiera. — Con un gesto de molestia ante sus girones, decidí que no quería sentirla más entre mis cabellos. Odiaba eso y por ello mismo lo había cortado un poco más. Terminaría dejándome calva con tal de no habilitar las hebras como un punto débil. Pero por ahora tan solo alcé una mano para agarrar su muñeca, quitándola con brusquedad de allí atrás, golpeándola sobre el diván, dejando solo esos dedos sobre mi cuello. Que clavase sus uñas e incluso las yemas, nada iba a pararme de lo que ahora mi mente deseaba hacer. Aun cuando la tenía como la pequeña garrapata que sería en el futuro, la dejé hacer. Sus dientes paseando por cerca de mis venas y mi mirada que la seguía cansinamente a todas partes. — Seguro serás una vampiresa excepcional. De las que disfrutan matar y de las que yo misma he disfrutado aniquilar. Tan solo una estaca y caen como cenizas sobre el tapial. — Murmuré siguiendo la línea de su oreja y alzando una mano la apoyé debajo de su busto, subiéndola cuidadosamente hasta que las yemas rozaron uno de sus pezones. Apenas unos milímetros más y aquel botón rozado se vio acorralado por las paredes de mis dedos y un apretón a gusto se encaminó. — Perderás tu calidez y serás fría por siempre. Imagino que ya te habrá contado muchas cosas él o ella… — Apenas un halo de excitación subía por mi cuerpo, estaba equilibrándome entre las ganas de matarla y las ganas de saciarme con su contextura, hasta olvidar esas palabras, hacer de cuenta como si nada pasara.
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Mensaje por Lilith O'Hara Lun Mar 23, 2015 10:19 am

Me quedé congelada ante las afirmaciones de la rubia. ¿Un hombre lobo, como era eso posible?

En la taberna a pesar de que nadie se atrevía a creerles nada se corrían varios rumores acerca de distintas criaturas, eran los mas ancianos o los que parecían mas desquisiados los que llegaban gritando que acababan de ver como una persona se transformaba o como un vampiro desangraba a otra persona. Eran historias de todos los días... sin embargo mi atención no se había enfocado a otra que no fueran aquellos que conservaban una "vida" eterna, siendo siempre jóvenes y bebiendo sangre de otras personas aunque tuvieran que matarlas con tal de permanecer siempre bellos. Alguien como Pavilion era de quien hablaban los demás viejos.

La fuerza que intentaba contener no podía durar mucho, cada roce de su piel tan cálida, el aire de su respiración por encima de mío, esos nervios desconocidos al no saber lo que hacía una criatura como ella y sus labios rozando mi cuello me debilitaban.

Hubiera sido tan fácil dejarme llevar en ese preciso momento y entregarme si no fuera porque sus palabras me herían y hacía que mi orgullo saliera mas a flote. Ella tenía razón en algo, al final yo era una esclava.

En el fondo sabía que Lucciano podía hacerme suya en el momento en que lo deseara, que por mas rabietas que le hiciera y por más insistente que fuera en remarcarle que jamás sería suya el vampiro podía matarme si él así lo deseaba… pero así como se lo prometí desde el primer día para que aceptara llevarme con el: yo tenía confianza. Como buena compañera y como su más fiel aliada confiaba en que no moriría en sus manos y que a pesar de tener poder sobre mi cuerpo él jamás me tomaría como parte de sus pertenencias...

Podía elegir irme cuando quisiera, nadie podría retenerme... prefería la tan indeseable muerte antes de que alguien se quedara con lo único que era realmente mío como lo era mi libertad.

-Inténtalo… no aguantarías tanto tiempo a mi lado Pavilion. –susurré con una sonrisa burlona ante sus amenazas de encerrarme. –Si me encierras me dejarías libre de inmediato con tal de no verme o escucharme, seamos sinceras… odias me presencia. Incluso me atrevo a decir que seguro odias aquello que provoco en ti, sea lo que sea... –Afirmé aquello por su parte cuando en el fondo sabía que también eso pensaba de ella. Desde el día en que la había conocido la detestaba, su forma de hablar tan presuntuosa, dominante y hostil me irritaba hasta casi llegar a odiarla, pero por otro lado también eso era lo mismo me hacía desearla, buscarla y provocarla.

Me perdí en su maldito mar nuevamente en cuanto fijó la mirada sobre mí, comenzaba a pensar en que quizás era algún tipo de poder de los hombres lobo aunque realmente tan solo era una maldición que se tiraba encima de mi cada que me veía pues me intimidaba con la mirada y debilitaba mi cuerpo. Eso fue suficiente como para no ver acercarse ese golpe tan brusco que me dio al sujetar mi mano contra el diván.

Un quejido se quedó atrapado en mi garganta al sentir la fuerza de sus yemas aprisionando uno de mis puntos erógenos, el calor comenzaba a apoderarse de mi cuerpo comenzando desde mis mejillas las cuales sentía como se iban encendiendo bajo mi piel blanca.

Ya no estaba tan segura de lo que estaba pasando. ¿Eran estos impulsos cegados de deseo o acaso era una lucha desenfrenada en la que solo una saldría ilesa? Quizás era una combinación de ambas y mi lado masoquista sobresaltaba al desear sentir más de esa violencia de su parte. Sabía que podía provocarla aún más y aunque me doliera y me quejara al mismo tiempo lo disfrutaba.

-Aniquilar… ¿Por qué habrías de hacer eso? –apenas tuve mi brazo libre y tiré de su camisa sobrepuesta, me sorprendía que con tantos movimientos bruscos de su parte no se hubiera resbalado desde hace un rato y comenzaba a desesperarme.

-Sé que muy pocos quieren a los vampiros por ser unos asesinos o simplemente por el hecho de vivir durante la noche… -Mis dedos recorrieron su espalda empezando desde su cintura y suavemente hasta arriaba hasta llegar a sus estorbosos vendajes. -… ¿pero tú…? –mis dedos recorrieron por encima de esas rugosas telas que ayudaban a sujetar su brazo herido a su pecho, eran rasposas y muy molestas pero aún así pasaba sobre ellas lenta y suavemente como si no existieran para buscar algo de ventaja. -…digo, no eres un ser humano “común” precisamente. Podemos preguntarle a la luna. –Reí ante mi última afirmación. No estaba muy segura de mis palabras, pero a lo que había escuchado de la taberna estaba segura que eso tenía algo que ver con lo que era ella.

Finalmente, mis dedos encontraron el nudo cerca de su hombro derecho y no dudaron ni un segundo en tirar y deshacerlo.

–Ahora dime… ¿Quién está más mal-di-ta?




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Mensaje por Imara Rákóczi Jue Abr 02, 2015 11:15 pm

“Cabalgarás en la distancia”


La sonrisa gratificante se formó en la comisura de mis labios cuando al fin sus palabras salieron. Ya había sido dulce tenerla por tanto tiempo callada, observándome, pensando en quien sabe qué cosas, pues no me interesaba divagar entre sus pensamientos en ese instante. Era como hablar con una pared y de eso estaba segura. No importaba qué tanto insistiera en que no se convirtiera en una inmortal, ella lo haría, me desafiaría aun sabiendo que podía tomar aquel pequeño cuello de ella y quebrarlo en mil pedazos. Y eso provocaba varias sensaciones, el regocijo de tener una buena pelea mental y el placer de querer dominarla y disfrutar de aquello que aún latía y estaba tan perfectamente acomodado entre mis brazos. Su confianza, para mi sorpresa, era algo que estaba envidiando. Ya que ella, al no saber de mi pasado, no tenía por qué presuponer que no la mataría. –Sí, efectivamente no iba a hacerlo, pues había pasado toda mi vida protegiendo a los humanos y una simple maldición no cambiaría eso de mí- Y aun así allí estaba, observándome altivamente y con los cabellos rojos despeinados sobre mi diván. Desafiándome, como siempre lo había hecho. — ¿Quién dijo que estaría a tu lado? Puedo hacer las cosas más crueles. Y puedes consultarle a muchas cenizas de vampiro. — Susurré bajo, despreciablemente en su rostro, saboreando la textura suave de su piel, mientras respondía las incoherencias que ella no paraba de decir. Como si de alguna manera pudiese ganarme. Mil años luz le faltaban a aquella pequeña mujer para poder derrocarme en algún sentido. Y si es que en algún momento ella llegaba a cumplir esa edad, yo estaría muy enterrada como para poder jugar.

—Sí, tienes razón. Lo odio, pero aun así quiero tomarlo. Porque cuando te termines de morir solo voy a querer echarte al sol. — Y en realidad, estaba diciendo una verdad que me superaba. Incluso a aquella persona que me había salvado y acogido, deseaba matarla completamente. El inmortal de cabello rubio y ojos celestes casi tan claros como los que yo llevaba. Aunque lo respetaba, no había forma alguna de poder estar hablando por más de una hora con él. Ya que en cuanto pasaba el tiempo, los deseos de lanzarme sobre su cuello eran enfermizos. Y lo mismo sucedería con ella. Aquel etéreo cuerpo terminaría siendo de mármol y su vida dejaría de existir. Así mismo mis deseos por besarla a ella y a aquellos bustos que caían a los lados como una fuente de brillo y alimento dispuesto a ser devorado, no se detenían. No me resistí, me dejé guiar por aquel instinto que me apuraba, besando suave uno de sus pechos, aquel pequeño pezón rosado que saltaba ensimismado hacia el techo. Con lentitud lo pasé entre mis labios e dientes y alcé la vista, con los orbes entrecerrados, dudando en responder a su pregunta. — Eso es algo que te responderé en algún futuro. Creo que ya he dicho suficiente de mí por hoy, ¿no lo crees? Más me interesa saber quién es la persona que está alimentándote. — La pregunta se formuló antes de dejar salir un quejido lastimoso. Sus dedos estaban divagando por donde las heridas estaban más profundas sobre mi espalda, lo que me obligó a apoyar mi frente sobre entre sus pechos, gruñendo bajo en lo que enterraba la mano en el diván, controlando mis impulsos de sujetarla de ambos lados, terminaría lastimándola y no podría perdonármelo.

— No me mal intérpretes, no es como si defendiera a los hombres lobo. Los sobrenaturales son una escoria en el mundo. No deberíamos existir, las cosas serían más fáciles de ese modo. — Si bien no me molestaba ser de esa forma y lo había aceptado como si un nuevo mundo comenzara. Seguía siendo aquella muchacha de cabellos largos y puntería afilada de dos años atrás. Con las mismas creencias, pero más abierta a protegerme a mí misma. Y de cierta manera, sabía que no todos teníamos la culpa de ser así. Pero no había remedio, no existía ninguna cura y por ello tenía que confrontarme para estar en la oscuridad y vivir la vida desde los rincones. — Qué graciosa eres. Uhg… Lilith, no fue una buena idea hacer eso. Ahora dime, ¿acaso tienes miedo? — Aquellas extremidades que me recorrían y llegaban a tocar los huecos sobre mi piel comenzaron a entrometerse donde la piel estaba carcomida. Mis huesos eran fáciles de recomponer, pero no así aquella piel profundamente quemada con agua bendita. Se había incrustado dentro y en mi parte de atrás, como así en la delantera se formaban las cicatrices rosas sobre una piel blanca. Aquellos pequeños bustos que apenas podían notarse quedaron al descubierto, pero no podía distinguirse cuando comenzaba una y cuando la otra. La carne se había unido, pero el cuero aún no se había regenerado y suspiré, cerrando los ojos un momento, a medida que tomaba su mentón, buscando su mirada de manera casi desesperada. — No mires, no necesitas hacerlo. Por otro lado, me encantaría que termines de desnudarte, porque si no, lo haré de todos modos. — Terminé de quitar aquellas vendas, tirándolas a un lado, dejando así por completo las heridas al descubierto. Tan siquiera una era escondida y las pequeñas marcas se notaban por todos los alrededores. Algunas terminaban de sanar, otras estaban rosas y se notaban dolorosas. — ¿Quién? ¿De verdad quieres saber cuál de las dos está más maldita en este momento? Mírame por un segundo y respóndeme tu misma. — Respondí en lo que me afianzaba a sus ropas, tironeándolas hasta haber deslizado aquella pollera lo suficiente para observar aquel dulce hueso en su cadera y yendo hacia su entrepierna.
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Mensaje por Lilith O'Hara Dom Mayo 10, 2015 11:16 pm

Quería defenderme y contestarle todo lo que se merecía, remarcarselo una y otra vez hasta que estuviera segura que yo no le temía. La verdad no dudaba en que intentara matarme, por supuesto que le creía cada palabra cuando me detallaba como iba a destrozarme el cuello como si fuera una gallina antes de prepararla para la cena; sin embargo, no era la primera y estaba segura de que tampoco sería la última en desearme la muerte. Más que acostumbrada ya estaba a eso desde mis primeros recuerdos y aunque la idea de morir me aterraba, al mismo tiempo también me excitaba sentir ese pequeño frenesí que sentía cada vez que me enfrentaba al peligro.

Mis labios rebeldemente dibujaron una sonrisa placentera sin querer. Sentí cada parte de su lengua por mi piel y el rastro fresco y húmedo que me dejaba. ¡Lo estaba disfrutando! ¿Porque disfrutaba ser sometida por esa mujer que tanto odio me provocaba?

Traté de retomar nuevamente el control pero mis brazos no parecían responderme como yo quería y mis "fuerzas" al tratar de empujarla más bien parecían caricias sobre su marcada piel. ¿Había recuperado Pavilion sus fuerzas o acaso ese duro sentir de sus colmillos sobre mis pezones me habían debilitado?

Un leve gemido lucho por salir de mi garganta pero trate de disimularlo en forma de risa burlona.
-Ha... ¿Y crees que te lo diré? -tomé profundo aire antes de tener la capacidad de mirarle a los ojos y proseguir con mis palabras. -...ni aunque pudieras obligarme, que está claro es imposible. –me burlé una vez más ante los vanos deseos de querer tener todo bajo su control como siempre, incluso mi cuerpo.

Sentí su cuerpo encorvarse al pasar mis dedos sobre su espalda rugosa, podía sentir cada pedazo de piel seca de las cicatrices y uno que otro pequeño agujero húmedo que probablemente y seguía sangrando. El gemido de dolor que proyectó al momento de esconder su gesto sufrido en mis pechos provocó que mis dientes mordieran una diminuta parte de mi labio inferior mientras alzaba mi pecho en un gran suspiro, de pronto me sentí nuevamente con poder sobre su cuerpo mientras su sufrimiento me excitaba.

-No suelo temerle a muchas cosas... y en todo caso no consideraría el miedo como algo de lo que deba huir. -bajé la mirada un poco más hasta observar su cuerpo desfigurado. ¿Porque cosas había pasado antes de venir a verle? Mi mano siguió rozando su cuerpo pero esta vez en dirección hasta donde mis ojos posaban... quería sentir esos tatuajes rosados que sustituían sus pechos, pero antes de llegar su mano imprevista me tomó por la barbilla desviando mi mirada. -¿Porque aún te sientes con el derecho de ordenarme? -sus dedos me sujetaban muy fuerte la cara como para volver a bajar mi mirada, pero yo podía imaginar lo suficiente con tan solo pasar mis manos sobre ese restringido lugar.

Su cuerpo marcado y casi desfigurado me causó el suficiente morbo como para desear sentir cada herida y cada cicatriz que abundaba en su cuerpo sin importarme mucho el dolor que podría causarle ni mucho menos si ella se molestase. Mis ojos permanecían amarrados a su mirada de cielo mientras mis manos no se detenían ni dudaban en pasar por ese lugar que me tenía tan prohibido siguiendo la llanura cicatrizada que cruzaba por sus pechos.

Y así como ignoré por completo su advertencia, también decidí desobedecer por voluntad propia a su orden de desnudarme por completo tan solo para sentir esa furia de ella al no poder mandar sobre mis acciones y que me arrancara las telas.

-Tu eres quien con esa voz y esa mirada me maldicen a cada momento… -afirmé mientras me dejaba desnudar y sentía mi falda resbalar por mis piernas. -…tan solo para ti estoy maldita por tener sangre inmortal dentro de mí, porque yo me siento como si estuviera escalando poco a poco a los cielos. -Un agujero suave se topó con mis dedos una vez más -…no importa si para los demás estaré maldita o no, eso jamás me detendrá en conseguir lo que quiero. -Sin ningún remordimiento y aún con mi mirada fija en su rostro hundí mi dedo entre ese húmedo pedazo de piel herido. -...estoy perdiendo mi humanidad poco a poco y cuando ese glorioso momento llegue, podré ser igual de poderosa que dios. Y si no… -sin mover mi dedo de esa yaga que había encontrado en su espalda alta, me incorporé un poco hasta quedar casi sentada y muy cerca de su cara disfrutando muy de cerca los gestos del dolor que le provocaba y al mismo tiempo la vergüenza al seguir buscando entre sus cicatrices con mi otra mano los escondidos pezones de la rubia. -…por lo menos disfrutaré mi eterna belleza inmortal al jugar contigo en tus vanos intentos de cazarme. –Mi cuerpo no pudo resistirlo más, nuestras caras estaban tan cercanas que su respiración agitada se podía sentir por encima de mis mejillas sonrojadas, sus gestos de dolor y al mismo tiempo de coraje eran como un imán para mis labios, así que rápidamente atrapé los suyos con mis dientes para jalonearlos y entre pasión y suaves mordidas besarlos de manera desesperada.



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Mensaje por Imara Rákóczi Mar Jun 02, 2015 12:03 am

“Los jadeos de la muerte te llevarán a la tumba”


La muchacha de cabellos rojos, cortos y alborotados no parecía querer detenerse, me ponía furiosa, tanto que mis colmillos lobunos se enfrascaban en querer lucirse sobre mi dentadura. Sin embargo no podía dejar que eso sucediera, asustarla no era uno de mis planes. Quizá si intentar hacerla retroceder en lo que parecía ser un futuro inevitable, pero no iba a cambiarla a base de colmillos afilados y unos ojos que podían convertirse en una delgada línea negra vertical. Las semi transformaciones de los días ajenos a la luna llena eran quizá más horrorosos que la alteración completa. Porque me mostraban a mí misma, solo que con la boca y orbes desfigurados. Así que me lo guardaba para mí todo lo más que pudiese, enfocándome en tomar sus pechos, morder sus pequeños pezones rosados a medida que succionaba la piel de alrededor. Se ponía rosa, pálido y dulce, el calor que emanaba su ser se acentuaba en lugares específicos y eso provocaba en mí, pequeños estragos desde la profundidad de mis órganos. — La tortura nunca fue mí apartado más gustoso. Pero sé cómo llevarla a cabo. No hará falta más que meterme con tu cara para que dejes salir todas las verdades del mundo. Después de todo, es lo que más amas, aparentemente. — Susurré a rascadientes, culpa de su mano que seguía abriendo los surcos de diminutos garrotes provenientes de un látigo que tenía en la espalda. Al final el dolor podía llegar a ser más extenuante si alguien acariciaba la herida.

Jadeé entonces, despacio, pero en crudo, entrecerrando la mirada en medida que controlaba mis impulsos, los convertía en toques hacía su cuerpo, en apretones por sobre su dermis suave y blanquecina. ¿Qué mejor que devorarla allí mismo? Ella sería convertida en vampiresa, por lo cual, moriría y ya dejaría de interesarme. Y así mismo, cualquier día venidero los inquisidores podían terminar de encontrarme y matarme vilmente de una vez por todas. — ¿Por qué? Porque puedo. No importa que tanto creas que no huirás del miedo, siempre terminan haciéndolo. Si te estoy dejando jugar con mis heridas es porque así lo dictamino. — Una media sonrisa se había formado cuando pude observarla a los ojos, era la mirada de la curiosidad, el encanto casi inocente de una mujer. ¿Todo eso se perdería? ¿Desaparecería su esencia así como tu vitalidad? Gruñía por dentro, sin agitar mi rostro ni medio centímetro, como uno de esos perros a la espera del enemigo. Su respiración acelerada me buscaba y así mismo mis brazos adoloridos se jactaron de la decisión tomada por Lilith, no iba a sacarse la ropa. La tironeé entonces hasta que poco a poco logré quitar lo que me molestaba. El dolor en los huesos me mareaba, la laceración de mi piel era perturbante. Sin embargo estaba ocupada, no podía pensar en trivialidades como aquellas cuando el sexo de la aún humana era descubierto. Pequeños y diminutos vellos se podían observar, apenas un color rosa pálido. No supe cuánto tiempo fue el que le había observado, pero uno de sus dedos escarbando sobre mi pecho me despertó de un gruñido bastante amenazante, me giré rápido, mirándola enojada por la herida que acababa de volver a abrir. ¿Acaso estaba loca?


— ¿Sabes cuantos más cómo tú existen en el mundo? Piensan que son tan poderosos como Dios, pero el sol y el fuego los mata. Un poco de agua bendita y el rostro que tanto amas quedará desfigurado para siempre. — La observé levantarse, subirse y acurrucarse. Pasé mis garras por su espalda para sujetarla, para que no osara separarse. Me apoyé en su hombro entonces, mordiendo el borde, subiendo lentamente por donde estaba su clavícula para masticarla sin dañarle. No podía hacerlo, no podía golpearla aún si ella terminaba de hundir sus dedos hasta el otro lado de mi ser. Mis dientes crujieron cuando los aplasté, la expresión de odio mezclada con dolor era inconfundible, claro que tampoco estaba esforzándome en ocultarla, podía hacerlo muy bien si eso pretendía. Pero la peliroja estaba encendida y a cada movimiento de dolor hacía mi persona que daba, sus jadeos se sentían incluso más vivos que antes. — ¿Jugarás conmigo? No te confundas… Cuando te conviertas, no pretendo cazarte. Solo dejarás de interesarme, serás un muñeco más que camina por las calles de París. ¿Acaso crees que eres tan importante? — La sonrisa burlona estaba dibujada en toda mi cara. Allí estaba de nuevo una niña caprichosa que se pensaba que mi mundo giraba alrededor del de ella. Lo cierto es que me gustaba, me excitaba y por eso mismo una de mis zarpas ya había bajado por su pecho, acercándose a ese manjar que estaba escondido entre pieles. Apenas fue la yema del dedo medio, acercándose peligrosamente al surco que estaba esperándome, justo en el medio estaba la perla que quería tomar. Aquel pequeño botón rosado que desde hacía horas deseaba aprisionar. —Lilith, eres una ilusa. No importa que pienses que no estás maldita. Incluso aunque quieras aparecerte luego de muerta, solo mi desprecio es lo que hallarás. — Expliqué en lo que me alzaba, sacando mi mano del recorrido que estaba haciendo, tomando así las muñecas ajenas, aplastándolas contra el sillón en lo que despacio bajaba la cabeza, yendo hacia abajo, dando un claro panorama de lo que deseaba hacer. Mis labios se delataban, al relamerse lentamente antes de llegar a su entre piernas. 
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Mensaje por Lilith O'Hara Sáb Ago 15, 2015 2:30 am

-Vamos... saca ese animal en el que estás convertida, atrévete a tocarme y dañar mi rostro humano. -me atreví a retarla sin pensar en el peligro al cual me estaba exponiendo. En verdad no deseaba que se atreviese a tocarme la cara, en el fondo temía por llegar a provocarla tanto hasta correr el riesgo de que me desfigurara pero algo en sus azulados ojos me decía que jamás se atrevería a hacerlo, por lo menos no ahora.

Sus jadeos eran una dulce melodía para mis oídos, podía sentir en cada sonido el dolor que le causaban mis yemas sobre su espalda y el placer que le provocaba sentirme desnuda bajo su cuerpo como si ya me tuviera a su merced. Todo esto mas que dos cuerpos realizando una danza erótica parecía una lucha por el poder de saber quien era capas de doblegar a quien y yo no estaría dispuesta a perder.

Suspiré irónicamente al escuchar tales palabras afirmando que podría ordenarme cuando quisiera y obligarme a hacer lo que ella quería, su media sonrisa al sentirse superior me era muy irritante y parecía como si quisiera retar a mi orgullo. Sentí mis mejillas calentarse al momento en que la loba terminó de desnudarme por completo como si mi máscara hubiera sido retirada descubriendo el profundo secreto que habia estado guardando en mi cuerpo, ese misterio tan escondido de entre mis piernas delataba húmedamente como el sentir de su piel blanquecina me fascinaba.

Mi vista se nubló por esas suaves y pequeñas mordiditas que me daba la rubia, aquellas mordidas me estaban perdiendo y haciendo que mi cuerpo se estremeciera en cada roce de sus colmillos por mi cuello aumentando mis ganas de que me aprisionara con todo su cuerpo. -¿Tan segura estás de que dejaré de importante 'Pavi'? –Me recargué sobre los codos de mis brazos y doblé un poco una de mis piernas al mismo tiempo en que la separaba de la otra y alzaba un poco mi cabeza para verla. -…yo estoy casi segura de que trataras de hacer que me arrepienta ante mi elección.

Sus labios brillantes y llenos de tanto deseo me hacian sentir ansiosa por sentirla mas cerca y conocer si esa lengua suya servía para hacer algo mas que tan solo gritonear ordenes como si pudiera tener todo lo que quisiera en la palma de su mano al instante en que lo dictaminaba.

-...verás que tengo razón. Nos volveremos a encontrar una vez yo sea uno de ellos y solo entonces... veremos quien ignora a quien. -Mis dientes presionaron mi labio inferior como un acto de coquetería y al mismo tiempo de superioridad. -Me muero porque llegue ese momento... literalmente. -me burlé una vez mas haciendo notar mis risillas traviesas, pero estas pronto fueron calladas por otro sonido proveniente desde el fondo de mi garganta. Comencé a gemir y sin querer ahora ella estaba dominando mi cuerpo haciendo que perdiera el control sobre mi misma y estirando mi espalda hasta hacer caer mi cabeza de nuevo contra el sofá.





“Prendimos la llama por el final...”
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Que haces... Cuando tu primer amor al que creíste muerto ¿regresa?
Él... está vivo.:


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Mensaje por Imara Rákóczi Mar Sep 15, 2015 11:37 am

La diversión de mis labios era callada por sonidos molestos de la colorada, estaba intentando retarme a un baile en el cual no quería hacer presencia. Sin embargo era eso mismo lo que me obligaba a seguir. Chasqueando los dientes con amargura en lo que el calor fuerte y agonizante subía por mi espalda, el dolor y la leve excitación me distraían de todo lo mucho que podía llegar a enojarme por sus pensamientos. Por esas creencias tan banales de creer que la inmortalidad era hermosa y perfecta. Pero ella no sabía nada de la tristeza de no envejecer y ver infinitamente el tiempo pasar; muchas eran las veces en donde me había encontrado a hombres con esos deseos, no obstante también había hallado vampiros que habían sido convertidos por puro capricho y ahora agonizaban con las estaciones pasando. Algunos le temían a la muerte, otros simplemente no querían seguir existiendo. Pero jamás me había encontrado con alguien como ella, tan cabeza dura, estando tan segura de su decisión sin dudar ni por dentro, ni por fuera. Gruñí en voz baja y suspirando fue que mis labios recorrieron desde su ombligo hasta donde una delicada capa de vellos anaranjados y finos se encontraba, mordí el costado, sujetando esa pierna que había sido estirada vilmente, dejando al descubierto los pétalos de su flor. Brillaba en deseos y no la hice esperar. Recorrí el sendero provisto, hundiendo las yemas de los dedos en su palidez, mirando los portales claros e intensamente cobaltos en lo que buscaba hacer estragos con mi lengua. Apretando la rosada tela hasta que descaradamente subí a morder allí donde un pequeño hueso resaltaba en el extremo de su ser. — Jamás he titubeado. —

La comunicación de nuestros cuerpos daba paso a que todo lo demás se acallara, no iba a explicarle lo duras y firmes que eran mis locuciones. Yo jamás tenía intenciones de mentir, ni mucho menos de confundirme. La valentía y la ferocidad con la que había nacido eran impecables. Y yo sabía muy bien que disfrutaría esa complexión en aquel instante, pues luego no lo haría nunca más. Mi naturaleza me impedía estar cerca de un inmortal, no tenía ninguna razón para ser parte de ese juego. Y era por eso mismo que dejaba que me dañara, que rascara las heridas profundas de mi espalda todo lo que quisiera, éstas se regeneraban continuamente, podía soportar tanto sufrimiento como dos muertes seguidas y aun así saborear de un placer carnal tanto como quisiera. Mis manos abullonadas fueron directo a sus pechos turgentes, aprisionándolos y masajeándolos sintiendo el calor dulce que emanaba, el aroma humano que sus poros estaban produciendo por la excesiva pasión. — No creas cosas que no sucederán, puedes llevarte una desilusión. — Murmuré sobre sus labios, había subido a su cuello, lamiéndolo mientras que mi rodilla se ubicaba entre sus piernas, frotando su sexo con cuidado, buscando que su punto caliente rozara continuamente contra mí. Mis brazos se paseaban por su espalda, arqueándola, sujetándola de manera que pudiese controlarla todo lo que quisiera. Lo suficiente para que el placer llegara hasta su garganta, la excitación era indisimulable y los gruñidos de mis labios salían como una fiera intensa. Apretando sus populosos muslos, dejando que un vaivén directo hiciera crujir el sillón alargado. Los suspiros se hacían suaves y acompasados y solo esperé un momento más. Buscaba escucharla gemir, escucharla sentir el placer humano y real. El tiempo necesario para verla disfrutar fue esperado. Y no tardé ni un segundo en separarme luego de aquello. Hubiese usado mis dedos en otra ocasión, pero mis deseos no iban a ir más allá de eso. Quería dejarla con el gusto amargo en la boca. Quería que ninguno de sus deseos pudiese ser cumplido porque sabía que yo era para ella una distracción. Y claro que yo tampoco me la tomaba en serio. ¿Cómo podría? Una muchacha que entregaba su figura al placer a cambio de dinero y de vida eterna. Fruncí el entrecejo y con una sonrisa de lado a lado me apunté a un costado, buscando mi camisa, sin mirarla ni una sola vez. No había nada que decir, la decisión ajena ya estaba tomada y así pues la mía.
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