Recolección de la Verdad - Privado

por **Marko d'Epirro** Dom Feb 01, 2015 7:39 pm

La razón se compone de verdades que hay que decir y verdades que hay que callar.
(Conde de Rivarol)

El otoño siempre era una buena para recolectar hojas secas y para Marko eso era una de sus pequeñas debilidades, “Coleccionar”, ¿Debilidad? Manía o como quieran llamarlo, en su cabeza las puertas estaban claras, de lo que quería y no, el las llamaba puertas o muchas veces las escaleras de su mente, que bien sabia todo estaba en su lugar. Otoño, aquella puerta se había abierto en su cabeza y eso conllevaba no solo coleccionar sino también recoger, recolectar para sus pequeños trabajos, además pronto pondría un local comercial, algo así como un boticario, claramente un comercio Familiar. Llevaba días pensando en cómo planteárselo a su hermana, conocía muy bien cómo funcionaba la mente de ella no por nada eran de la misma sangre y compartían mas verdades que secretos. Antes de salir de la mansión en la puerta de la habitación de su hermana que aun dormía dejo colgado una pequeña nota, se había tomado el tiempo de cortar el papel en forma de hoja de alerce y escrito en ella.

“Nora, ¡Es otoño! Y sabes lo que significa… se que estas grande… pero… ¿Querrías acompañarme a recolectar hojas y frutos al bosque?
Si decides ir estaré en el Alerce más antiguo de Paris.

Marko.

P.D. lleva botas puede haber lodo. ”

Marko sonrió y acomodo la nota justo a la altura de la cabeza de su hermana, sabía de antemano que ella accedería a ir, eran sus propias aventuras, además no estaba Ismael* quien solía acompañarlo en estas fechas.

Vestido como quien va a cazar animales al bosque, con botas de cuero altas, pantaloncillos más gruesos de lo normal, una camisa oscura y un saco de cuero, colgó de su hombro un morral especial y salió de la casa, miro su reloj y calculo en cuanto rato mas su hermana despertaría, eso le daba tiempo de pensar antes de que la compañía llegara junto a él.

Monto su caballo, Perla se llamaba, no sin antes acomodar una gran alforja de cuero en el anca del caballo y cabalgo al bosque. Tenía que pasar por las zonas residenciales, hacia días que tomaba el mismo camino ya que hace una semana le pareció ver a Arlett, su misma cabellera roja flameante en una de las mansiones colindantes a la suya, aquello lo había puesto alerta y mucho mas sobre protector con Leonora de lo normal, no quería que nada le pasara ni a ella ni a nadie que lo visitara. Era tan cuidadoso que calculaba la salida y puesta de sol diariamente para que nada se le pasara por alto.

No le tomo más de quince minutos en llegar al viejo alerce donde desmonto a Perla, la deja quieta y ordena todo a su alrededor, dejando caer una especie de manta donde coloca sobre ella su arsenal de recolección, ordenado de la pala más grande a la más pequeña así mismo hace con los cuchillos y tijeras. – Todo perfecto. –sonríe de aquella forma tan picara e inspira aire profundamente, saca de su bolsillo su cuadernillo de apuntes y con su lápiz de carbón anota la fecha y revisa la lista de las cosas que tiene que recolectar.

- Piedras del tamaño de una pulgada roja, blanca y negra.
- Hierba buena y menta.
- Ramas de alerce
- Fruto seco del Castaño de Tournebride
- Hojas y sabia de los tipos de Tilo que se encuentren
- Hojas varias.
- Aromo, roble y lo necesario.

Luego de leer aquella lista se acomodo su morral – Perla, cuida de mis artículos, pronto llegara Nora dile que me fui con dirección noreste – le da una palmadita en la cabeza al caballo como de costumbre y va hacia su aventura…

por **Leonora d'Epirro** Sáb Feb 28, 2015 11:13 pm

Cerró los ojos y soñó que deambulaba libremente
Sun-mi Hwang

Sus ojos se abrieron de golpe y Leonora recibió la bienvenida de usar al mundo de la consciencia. Las voces y las ideas aquellas que surcaban su cabeza sin descanso alguno, aquellas que provocaban que la gente le señalara y la llamasen loca. Pero es que nadie entendía su mente, no sabían siquiera ellos que el mundo en general quería destruirla; incluso aquellos que se llamaban sus amigos trataban de hacerle daño y era por eso que se alejo lentamente de todo hasta quedarse en solitario en su natal Italia. Los únicos seres humanos en los que confiaba, eran sus hermanos; ni siquiera confiaba en ella misma, porque al verse en el espejo notaba la oscuridad en los ojos que se suponía que eran los suyos y la Leonora del reflejo le susurraba que la mataría, que la odiaba y que era cuestión de tiempo para que los que la rodeaban la destruyeran. Ese era el motivo principal por el que tampoco se observaba mucho. De hecho, evitaba casi por completo el mirarse a un espejo o superficie que reflejara. La mente de la bruja le jugaba muy sucio pero igual eso no le impedía tratar de vivir como lo hacían sus hermanos, sobre todo Marko.

Acallando todas las ideas y voces que surcaban su mente, dio un salto de la cama y suplió todo por la idea de ver al mayor de los Epirro. “Ve a ver a Marko” esa clase de ideas que aparentemente eran sencillas, tenia la fuerza necesaria para mantenerla aferrada a la cordura. Eran delgadas lineas pero aun a pesar de eso, lo suficientemente resistentes como para impedir que cometiese alguna imprudencia. O al menos funcionaban la mayor parte del tiempo. Antes de poder hacer cualquier otra cosa, sus ojos se posaron sobre una peculiar nota que fue a ver enseguida. Lo primero que le había atraído de la hoja de papel, era la manera tan detallada en que parecía ser una hoja y al tomarla entre sus manos, noto la perfecta caligrafía de su hermano. Mientras leía, una sonrisa le invadía el rostro y al terminar, corro rápidamente en busca de las ropas más adecuadas para un día de investigación, sin olvidar las botas que se especificaba usara por el lodo.

Leonora nunca se había sentido mayor para aventurarse con su hermano o nunca había perdido el interés por hacer muchas cosas, que sin embargo por varios motivos dejo de hacer. París parecía un sitio en donde los Epirro podían iniciar de nuevo, volver a las antiguas costumbres y dejar los demonios de sus locuras detrás y por eso fue que decidió que iría hasta donde se le indicaba, montando a caballo. Hacía ya bastante desde la ultima vez que se subiera en uno de aquellos majestuosos animales pero no había sido idea de ella, sino de las voces que le decían que los caballos eran peligrosos y terminarían por herirla. Por algún motivo, ella les había creído, pese a que montar le alejara los demonios y sobre aquellos animales fuer incapaz de pensar de la manera tan oscura en que lo hacia. Los caballos al parecer, tenían un efecto muy positivo en la italiana.

Decidida, se dirigió a las caballerizas y pidió una bella yegua pinta para ir al encuentro de su hermano. Volver a montar le sentaba tan bien, que el viaje fue demasiado rápido para lo que ella había esperado. Una mueca de molestía apareció en su rostro, pero ya tendría tiempo de volver a montar cuando fueran de regreso a casa, por ahora lo que le importaba era encontrar a su hermano, lo cual fue otra enorme decepción. Al llegar al punto de encuentro, observo a Perla pero no a su hermano.
– Perla, ¿Dónde esta Marko? – pregunto al animal como si pudiera saber realmente donde es que se encontraba el mayor de los Epirro y ella termino por bajar y acercarse a ambos animales. Al menos no se encontraba sola y gracias a eso, no tendría problemas en controlar sus ideas. Al menos hasta que llegara Marko con ella.

por **Marko d'Epirro** Lun Abr 27, 2015 9:23 pm

Para mí, la locura es cordura. Lo normal son los psicóticos. Normal significa falta de imaginación, falta de creatividad.
Jean Dubuffet

El tiempo era la condena para las familias que por siglos hacían de todo por sobrevivir, si bien los Epirro no sobrevivían sabían que estaban malditos, de pueblo en pueblos sus ancestros habían ido pernoctando pero siempre caían en lo mismo condenados por su ocultismo, por su hechicería, sería incorrecto decir que eran todos malos o todos buenos, ciertamente luchar contra el bien era una de las condenas que Marko hacia a diario, y por ser el mayor era el que más experiencia tenia, condenado por su mente luchaba diariamente por que sus demonios no lo consumieran, pero su bondad iba mas allá y Nora era su principio y su fin, por ella daría la vida, el sabia que al cumplir cierta edad cada miembro de la familia cambiaba era la maldición que les había tocado vivir y con ello sabia que los demonios y el aislarse crecía, ¿Quién más que él conocía su historia? Anhelaba que estuviera su hermano junto a él ese día, pero bien sabia que la libertad era simplemente aquello, tener el libre albedrio en todas sus elecciones.

Concentrado y con los ojos cerrados invocaba a los espíritus que le ayudarían en su camino a la salvación, pero no a la suya sino a la de su pequeña Nora. Las hojas comenzaron a envolverlo mientras de sus labios salían palabras extrañas, de un idioma desconocido para cualquier otro, los años de estudio le hacían un buen lingüista. Y en traducción a sus palabras.

Que la oscuridad que nos envuelve nos proteja. Que no haya vida que no nos ilumine y que detrás de ese reflejo que le tememos encontremos nuestro ser oculto prisionero de este cuerpo que nos hace esclavos…

Todo a su alrededor era mágico, si bien ser hechicero le quedaba bien Marko había conseguido algo para liberarse de una parte de la maldición, algo llamado redención, y eso era lo que tenía que enseñarle a su hermana, a su pequeña Nora.

Mientras las hojas seguían envolviéndolo sintió como la misma tierra le advertía de la pronta llegada de quien tanto amaba, Leonora, mientras dejaba todo en calma la naturaleza le trajo paz para lo que se avecinaba, comenzó a caminar en dirección a Perla alcanzando a escuchar las palabras de su hermana – ¿Sabias tu que en un punto de la vida es posible que el animal se comunique con nosotros? – Le dice mientras se acerca y le besa la coronilla con delicadeza – ¿Lista para un día de excursión? – dice aun sabiendo que todo podría empeorar, ya la había escuchado hablando sola, quien más que él conocía de sus demonios y de los de sus pares, Malditos, por algo siniestro… pero nada los acabaría ni el mismísimo demonio.

La fortaleza de aquel brujo era simplemente impresionante vivía por voluntad y moriría por ella. Se puso de rodillas mirando sus artículos de excursión, reviso la lista y miro el reloj luego de eso su vista se detuvo en los ojos de su hermana que le enseñaban que sus demonios estaban preparados para la vida y el tormento. – Nora… tan bella como siempre – le dijo con una sonrisa sincera en sus labios…

por **Leonora d'Epirro** Jue Abr 30, 2015 11:21 pm

El juego cruel de la vida le había robado la cordura a todos y cada uno de los miembros de aquella familia, a algunos más que a otros, y aunque Leonora se encontrara gravemente afectada por aquel hecho, la verdad es que no tenía mucho de que preocuparse gracias a sus hermanos pero sobre todo gracias a Marko. Él siempre había sido una guía para ella, alguien que estaba cerca en los momentos donde ella flaqueaba hasta desear no existir más en aquella tierra; en momentos como ese, su hermano siempre estaba a su lado para ofrecerle una mano y recordare lo bello que era todo. Por eso era que animada, había salido de su hogar en busca de su hermano mayor.

Leonora podía recordar a la perfección aquella manera en la que salían a buscar cosas cuando eran mucho más jóvenes, aunque para la hechicera jamás serian demasiado mayores para hacer esas cosas entre hermanos, así que no podía ser más feliz gracias a la invitación de su hermano. Hasta las voces en su mente se mantenían en silencio, no le indicaban de peligro en aquellos momentos donde viajaba al encuentro de Marko y eso era bueno. La hechicera jamás sabía el instante preciso en que aquellas voces en su mente le impedirían actuar de manera correcta, así que se limitaba a disfrutar los instantes donde podía parecer una joven normal, no simplemente una loca que necesitaba cuidado y atención constante.

Llegó más rápido de lo que esperaba al punto de reunión, pero solo observo en aquel lugar el caballo de su hermano. Presurosa bajo de su propia montura y se dirigió Perla, con quien “entablo una charla” que aunque a ella le parecía la cosa más natural del mundo, para aquellos que le vieran, debía ser una de las cosas que los llevaban a llamarla loca.

Sin darse cuenta, da un respingo al escuchar la voz de Marko; aquella voz que le da seguridad y paz.
– Claro que lo sabía, tu quizás no te des cuenta, pero Perla y yo somos grandes amigas así que siempre sé a donde vas y lo que haces cuando sales en ella – comentó divertida, sonriendo mientras que recibe aquel beso cariñoso – Por supuesto que estoy lista, he venido tal y como le has pedido aunque – sus ojos se fijan en los ajenos – tendré que regañarte – le dice sería – debiste despertarme y aguardar por mi, así hubiéramos llegado juntos porque seguramente tu ya llevas un rato de excursión y es es una injusticia – aquella no era la única injusticia, ni la más grave porque lo realmente injusto y grave, es que los d’Epirro, cargaran con aquellas locuras que los consumían de a poco.

Observo con detenimiento lo que Marko hacía con sus instrumentos y la lista que llevaba.
– ¿Qué es lo que buscamos en esta ocasión? – pregunto con curiosidad, mientras que su hermano le miraba para después soltar aquellas palabras que de manera misteriosa, le hicieron sentir triste. No entendía el motivo, pero en los ojos ajenos era capaz de ver algo que le hacía sentirse de esa manera y aún así, sonrío – Los d’Epirro somos atractivos – le aseguro – es parte de nosotros – desvío entonces la mirada a la lista – Anda, dime ¿Qué es lo que necesitamos?

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