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Heat of mourn [Nicolás]  2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Invitado Miér Feb 25, 2015 12:21 pm

“Te quiero encontrar más fuerte que nunca”


El raro sentir de las noches, justo cuando mis pestañas se abrían, era cada vez más extraño. La pesadez en mis huesos, como si no fuesen realmente míos, el dolor de cabeza tan profundo y las pequeñas articulación que estaban dispuestas a partirse con tal de dejar de existir. Y no sabía por qué razón me ocurría eso. Nicolás parecía mirarme y mi cuerpo y alma no entendían. Aunque ambas dos partes estaban muertas, siempre me había sentido vivo a su lado. Ahora la viveza de mis faroles se sentía extinta. ¿Quizá era por el hecho de estar encerrado? Saliendo solo para alimentarnos, volviendo a nuestro estúpido techo por miedo a que la inquisición nos destruya por completo. ¡No podía vivir de ese modo! Cubriendo mi rostro con ambas manos, acurrucándome sobre las sabanas en lo que luego me estiraba y me agarraba a la piel del otro inmortal. — Mon Amour, no quiero estar aquí esta noche, salgamos, vayamos lejos. — Supliqué con los dedos agarrotados mirando hacia un costado, pensando en que Skye quizá quisiera venir con nosotros. ¿Eso estaría bien? Mis ojos se quedaron fijos sobre el techo blanco en donde colgaba una enorme araña con apenas unas dos velas encendidas, lo suficiente para poder ver el contorno de Nicolás a mi lado. Su nariz respingada, sus labios levemente alzados, sus cejas que siempre parecían dar la ilusión de que estaba enojado y esos cabellos que excitaban todo de mí. 

Una pequeña sonrisa se escabulló en mi rostro, pues de repente me había olvidado de la mujer sin brillo, mis brazos se alzaron para poder abrazar el torso de aquel amante triste que ahora tenía atado a mí por siempre. Como una escaramuza me digné a pasearme por su piel suave, extremadamente blanca y marfilada. Me agazapaba, no quería salir, pero de momento a otro el dolor de cabeza y el sentimiento perturbador de tenerlo en los brazos a él y no a ella se hacía presente. Un quejido agonizante se escapaba de mi garganta e intentando controlarme terminaba por darle la espalda, abrazándome a mí mismo, sintiendo el llanto externo que clavaba espinas en mi interior. ¡Malditos ingratos aquellos que manipulaban mi corazón para hacerlo girar a cada momento! Arañando la mesa 'de estar' que tenía en mi lado izquierdo de la cama, me zambullí con los pies duros, hasta el suelo. Estaba torturándome a mí mismo, solo para alejarme lo más rápido posible de aquel lugar. Arrancando mi traje de cama, mis cabellos lacios y un poco largos se desorbitaban sobre mi cabeza. Y aun así no me importaba. Yo, que siempre intentaba estar radiante aún en los momentos más inhóspitos, ahora solo quería poner ropa en mi piel y tirarme por la ventana de ser posible. — Vamos... Vamos donde tú quieras, pero sácame de aquí. Te lo imploro. — Con las uñas afiladas como agujas me acerqué al alto muchacho del cual se suponía que estaba enamorado. Pero eran momentos, cortos segundos en donde se volvía un agujero negro, los recuerdos iban y venían. Y me recordaba a aquellos años en donde olvidaba como me llamaba. En donde mi padre intentaba quitarme algunos recuerdos y así me dejaba en la agonía total.

— ¡Conozco esto! ¿Eres tú el que me lo está haciendo? No dejaré que lo hagan. ¡Nadie me va a quitar más nada! — Agarrando el primer adorno que encontraba intenté golpearle con ello. La crisis nerviosa estaba subiendo hasta mi cabeza y aún no terminaba de cambiarme, jadeando, como si necesitara tomar aire de mí alrededor, mis rodillas cedían a una injusticia total y las lágrimas intentaban caer. Pero no lo hacían. Estaba en blanco y quería correr. Volar si era necesario, el lamento buscó salida cuando mis propias uñas se hundieron en mi carne y como una vara golpeada por el viento, tiritando en el lugar. Busqué mis ropas en algún lado del suelo, esperando de alguna manera que estas se suban por mi cuerpo. Mi humor cambiaba de un segundo al otro, era como si apagaran y prendieran un botón una y otra vez. Sin detenerse. Estaban jugando conmigo y sospechaba de hasta mi propia sombra. ¿Debería matarlos a todos? No, me iba a quedar solo entonces. ¿Tendría que matarme yo? Negué. Era impensable algo como eso, así que busqué una salida en los ojos ajenos. ¿Estaba él allí realmente? ¿O quizá era una ilusión? Necesitaba correr y saldría desnudo de aquellas paredes de ser necesario. 


Última edición por Hero Jaejoong el Sáb Abr 04, 2015 4:13 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Nicolás D' Lenfent Mar Mar 17, 2015 10:50 pm

No servía de nada dirigir la mirada hacia él, no puede volver el tiempo atrás aunque lo desease, ascendiendo con una preocupación las emociones desterradas, repitiéndose una y otra vez el nombre de su amado en el vacío del pensamiento, asesinar al que se hallaba a su lado para atraer al que añora reflejar en esas pupilas marchitas. ¿Quién era? ¿Quién es ese con quien está compartiendo el lecho? …«Di mi nombre hasta que se quede grabado en tu memoria, en tus labios, en tu piel» Oraba calladamente, torturado por las remembranzas del amorío  y del reciente encuentro donde perdió el juicio.

Era como un suicidio pausado, necesitaba abrazarlo justo en ese momento pero se detenía, ¿Por qué? Porque temía a destruirlo, ya no estaba a salvo de ella y peor del que debería de protegerlo.  «Si tan solo pudiera abrazarte, por favor deja que te bese»  Tal vez nunca volverá a pedir un beso, ni una caricia a este paso, porque el cuervo sabe que está pensando en ella y eso le mata el sosiego.

¿Mon amour? ¿En verdad es ese querubín es quien le llama?  Confundido solo observa ese templo, no dejaba que le tocara después de aquella desgracia, la cual desdeño en ese momento en que complacía a la otra.

Y entre la oscuridad del reflejo donde mira, se quedó en la nada inmóvil, desviando el rostro hacia donde no se halle el ajeno, siendo perturbado con las cotidianas preguntas, «¿Quién eres? ¿Estás pensando en mi o en ella? ¿Tan siquiera recuerdas mi nombre?» …Un sin fín de incógnitas, un tímpano de hielo posado a su lado era la perfecta descripción, ardiendo el anhelo por impedir que fuera a la puesta de sol, hubiese sido mejor que ahí se quedara este tormento.

Justo aquel, dijo que se amaran mutuamente, sin embargo todo esta sellado, lo mira y lo repudia, ni porque lo ve sufrir le perdona, quiere perforar su cuello, callarlo y dejarlo y tras ser sujetado por las manos de quien ya lo cree muerto lo retira, enervándose por sus habladurías, niega y hasta al punto de derramar las lágrimas de destrucción para el.— CALLATE, No vuelvas a decir una estupidez más. Ya estoy harto de ti, de ella, de esto…— elevo la mano a la cabeza, presenciar la crisis de identidad, la polaridad que ya arrebazaba el limite…—¿Y según tú, que es lo que te quitaran? Cierra esos ojos y cálmate, ya no puedo más Hero, esto es lo que tu quisiste…—le reprochaba todo lo sucedido, su dolor le enloquece, desesperado se calla y lo único que le queda es— Ven a mis brazos, todo se torna amargo y si sigue esto así  solo terminara en amor y muerte, encuentro y despedida—La voz gritaba para que alcanzara a su amante, sin importarle cuantas veces le golpee, le humille con su olvido, se obligaba a permanecer por el que estaba desapareciendo, por el que está siendo cruel en no despertar.

Prologándose el tiempo, era todo demasiado doloroso, estaba muriendo el cariño, la conciencia en pedazos se escondía, esparciéndose cicatrices, impotente ante el inevitable final. —Vamos al lugar donde empezó todo…¿Lo recuerdas? —¿Podía darse? Que yendo a la laguna al menos encontrara al querubín que se apodero de esa soledad, creyendo que todo volvería a la supuesta normalidad.  

Y se acerca al impostor, ayudándole a vestir, despojándose de la indiferencia para adorar ese instante, lo único que le importaba era su cuidado, arrebatárselo al pasado, tatuando las manos en su templo porque no desea ser solo un recuerdo. ¡Sulpicio profundo! Terminaba por arreglarse, aunque no hubo interés en el atuendo, solo necesitaba la esencia de una flameante luz.

Logrando salir del lugar sin problema alguno, caminando como si fueran dos extraños. Nicolás siguiendo la nada para unir las piezas de un  encuentro de un sentimiento obstruido.  



Lamentar, desvanecerse con la mezcla de un suspiro...
Esto está yendo muy lejos, inalcanzable
Deseo dormirme en la inocente dulzura con las lágrimas
Precisamente estos ecos, más allá del cielo rojo en el fondo
Las lágrimas no pueden ser… no pueden oír nada


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Mensaje por Invitado Miér Mar 25, 2015 1:11 pm

“El sufrimiento está vestido de rosa”


La inquietud era destruida por sus palabras, sus labios macabros me profesaban frases que me ataban a la tierra y mi mente divagaba entre un sí y un no. Era imposible para mí no recordarlo, aquel ojo celeste y su manera de mirarme que profanaba mis sentimientos. Su tacto tosco y suave al mismo tiempo. Su histeria cuando algo se trataba de mí y el deseo de besarme y matarme que se notaba en su aura. ¿Cómo no amarlo locamente si solo él me adoraba como si fuese un verdadero ángel? Pero cuando intentaba acercarse me atemorizaba, me asqueaba su presencia cuando buscaba recorrerme con su boca y el llanto volvía a ser rutina en mi rostro que pronto quedaría achicharrado por falta de agua. ¿No era que los vampiros solo podían llorar algunas pocas veces en su eternidad? Deberían avisárselo a mi alma, que no paraba de soltar pequeñas gotas de sangre disuelta. — Lo siento… Ayúdame, no me odies. — Balbuceaba con las manos temblando, su énfasis en que me calle y me calme provocaban todo lo contrario, quería gritarle más alto y me desesperaba aún más, al punto que cada una de mis extremidades intentaba derretirse. Pero mi voz se quebraba reprimiendo mis quejidos, cerraban mi mente y pinchaban mi cuerpo como si de un muñeco vudú se tratase.  ¿Cómo podía explicar lo que estaba pasándome? ¿Cómo decir que estaba teniendo sueños de amor y de odio con él y ella? ¡Eran mentiras! Me estaban engañando, estaban jugando con mi corazón que ya bien muerto se hallaba.

— Yo no quise esto, nunca lo busqué. Me lo quitan Nicolás, como hacia mi padre. No lo voy a permitir. Me haré cenizas antes. — Amenazaba con los dientes apretándose, unos colmillos que no tenía querían salir y romper todo lo que estuviese a mi alcance. Desmembrar hasta el último hilacho y encontrar a quien me estaba haciendo aquellas maldades. No podía ser Sky, ella, su bondad, sus ojos inocentes y sus sonrisas dulces. Era imposible, sin embargo había algo extraño. ¿Quizá la inquisición me estaba engañando? Ya no sabía que pensar al respecto, pero cuando aquel cuervo negro aceptó irnos de allí, mis ojos se iluminaron, mi sonrisa floreció por un instante y me acerqué a él. Por unos segundos me apreté a su pecho y respiré su perfume. Me enjuagué con su aura y rápidamente me separé, sintiendo un repentino asco que se tatuó en mi rostro cuando mi boca se arrugó. Pero no le di tiempo a reprochar, era la casa, era el ambiente. Tomé su mano con fuerzas y nos dejé guiar a la salida. Que el frío otoñal golpease contra mi rostro hasta sacudir todas mis ideas. No importaba la ropa, siquiera si mis cabellos estaban acomodados. Tan solo buscaba huir, como aquel cobarde que era. Aquella rata de alcantarillas con la que muchos me comparaban. — Todo empezó contigo queriéndome mutilar en el subsuelo del teatro. Pero ya sé a dónde iremos. Yo te… te… amo. Duele hablar. Siento tanto dolor. —

Aquella suave vocecita que intentaba escaparse por mi boca estaba rasguñándome, incluso el sabor metálico de la sangre hacía presencia. Las imágenes se me mezclaban e intenté disimularlo cuando un mareo total empezó a infectar mi mirada. Odiaba el mundo en aquel instante, detestaba ver a Nicolás observarme como un experimento más. Mordiendo mis labios, aceleré la caminata, que sean kilómetros los que estuviésemos alejados. Solo él y yo para recordar mi amor frente a su figura. Desmoronarme en sus brazos y sentir placer. Pero no estaba sucediendo, a medida que estábamos más y más lejos, todo seguía igual, sentía pánico y tristeza. — Me rehúso a que haya una despedida. Tú eres mío, no puedes irte de mi lado. Arréglame. Necesito que lo hagas por nuestro pasado y por el futuro que deseo. ¿Acaso piensas que me rendiré tan fácilmente? — Le reproche aún confundido por mis propios pensamientos, muchas veces había considerado que terminaría aburriéndome. Pero eso nunca pasaba, siempre encontraba algo nuevo para admirar de él y ahora mismo, no era diferente o quizá sí. Era algo extraño, estaba entre la duda y la cordura. Mi cabeza me atormentaba, mis cabellos pesaban y el mareo frente a mí no se detenía por más cosas que intentase. Un gemido suave salió desde mi boca y con pena me apoyé en su brazo, alzando la mirada, primero su parche, su nariz, la comisura de sus labios y su mentón perfilado. Estuve a punto de decir algo, mis ribetes se entreabrieron y al instante el brillo de mis ojos se opacó y me quedé mirando a la nada misma, siendo mi visión lejana y dolorosa. Allí estaba la laguna, el pasto verde, la luna menguante y los arboles a los costados que alguna vez nos habían hecho de lecho hasta que el amanecer se encontraba pronto y con rapidez corríamos hacia un techo que nos proteja. Una sonrisa de lado se apareció en mi rostro, casi queriéndome arrastrar a su lado una vez más.
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Mensaje por Nicolás D' Lenfent Mar Mar 31, 2015 12:55 pm

La mort mentale
Esta noche se trata de la muerte mental…

 
 
La desgracia de un suspiro perdido, traiciona la crueldad de la dirección a donde se dirigen, debilitando el desfallecimiento para un paso falso y volver a caer a unos irreconocibles brazos, fingiendo que dos amantes darán un paseo. ¡Tormento y blasfemia! Parlotea que no lo odie, pero, ¿Cómo podría no hacerlo? Si ya lo estaba envenenando, no podía sentir alguna evocación sana para él,  ya eran dos extraños mirándose, jugando una partida hacia, ¿Qué? Nada en concreto,  porque miraba hacia lo que había permitido que pasara…Fue que maldijo aquella noche donde dejo que hiciera lo que quisiera, todo por no ver ese estúpido rostro entristecido. Y desde ese entonces estaba esperando…
 
Entretanto se destruía esa mascara endurecida, adentrándose la desesperación, la insatisfacción y la desilusión, asaltando la frivolidad porque mientras ese memo cree amar a dos a la misma vez, el cuervo se hundía en sus corajes, molestias, creando a un monstruo que está a punto de llamar a la locura de una tragedia,  ¡Sentenciado!  A ser arrastrado a destruir todo aquello que esta amando y le está haciendo sufrir. Perdiendo lo esencial,  ¿Por qué tenía que ser todo tan falso? Aunque no derramara una lacrima ese tuerto cuervo,  era una perfecta noche para dar fin a esta pesadilla…  Lo ayudaría a calmar este calvario, le destruiría la mente, jugaría a tener un títere si eso era necesario.  Y es que ni tocarlo le da la evidencia de que obtendrá a ese querubín, le escuchaba sus suplicas, pero, ¿Por qué no siente que sea él? —Fue tu maldita culpa, rogarme porque se quedara, darle el lugar a ella en vez de a mi—No se iba a tocar por el sentimiento de verlo enloquecer, ¡No!, ahora no vería por él sino por sí mismo. —¡Ja! Ahora te lo quitan, ¿Desde cuándo es que sientes esto? …Te lo dejare claro, desde que ella está aquí, has cambiado, ya no soportas que te toque, me rechazas ante un mínimo roce, siempre estas pensando en ella, hasta cuando duermes susurras su nombre.—Su abrazo no producía encanto, aumentaba el dolor…
 
Pero al final solo siguió sus pasos, por más que suplicara que se diera cuenta de lo sucedido terminaba de la misma manera, separándose más.  Sin embargo, ¡Que belleza, que justo empleara el mutilar en esa conversación! Eso era lo que su rabia anhelaba, hablaba su desdén más no su daño—  ¿No crees que es momento de terminar ese encuentro? En el teatro debí exterminarte en vez de dejarte con vida —Desnudaba su rabieta, caminando junto a la indiferencia de su tacto, ni las manos podía unir aquel sentimiento ya exánime. Púes finado ya se hallaba lo que vislumbra a su lado.
 
—¿Por qué aferrarme justo ahora a ti si estas olvidando a quien solías amar?¿No puedo? Dime, ¿Quién eres tú para impedir que me vaya?... Dime, ¿Cómo piensas salir de esto, cuando sigues queriendo a esa? Es que acaso, ¿Piensas tenerme cuando te convenga? —  Insolentes manifestaciones, la voz hería con la frialdad con la que se refería. Porque  ni el paraje se salvaba de tan maligna aura, caminando en lo que el viento rozaba la nívea piel teniendo esperanza de que ese geste le evocara deseo alguno… Efímera naturaleza, olor a tierra húmeda que repudio ese amador de la vida,  ¡Que objeción, ni su vació resiste!  Y se dio cuenta que avanzaba sin el aliento, encarcelado a un estado vegetal ante las nociones. Era casi el final, el sendero concluyo y capturo unas remembranzas de un secreto que parecía ser de ellos dos. Y el horror le fundió al permanecer inmóvil, observando lo que fue y así será.
 
—Estamos aquí y es como si no existiera…—Sus labios murmuraron, congelados ante el significado de lo dicho, era oscuro todo, las luces se difundían hacía otro lugar.—No veo nada, ¿Y tú? —Triste se deshace de ese agarre y brinda unos pasos más, acercándose para cerciorarse que solo es distancia y no algo peor. —Es igual a mi interior, vació solo deleito, se hunde mi existencia, mi ojo, la sangre cae, si camino más me doy cuenta que estamos en otro lugar…—Unos pasos más desprendió, yendo a sentarse sobre el pasto, aquel que se tomaba como lecho para entregarse el uno al otro.— ¿Cual fue el propósito de venir? ..No te quedes allí, ven, siéntate a mi lado —las palmas de  las manos se deslizaron hacia atrás, siendo un apoyo al mirar el cielo apagado.— Al menos podemos disfrutar de la tranquilidad, hasta apetece dormir. —Desvió la mirada hacia él y se quedo buscando en sus pupilas lo que anhelaba, huía de un sueño suicida…
 
 
 
Ha caído el ángel a llorar recuerdos.


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Mensaje por Invitado Lun Abr 06, 2015 12:53 am

“Desfalleceremos en el acto del pecado”


Su mano estaba congelada, el olor de sus cabellos era hielo seco y por más que lo mirara y sintiera un amor descomunal por su cielo. Nada provocaba en mí aquel escalofrío de viveza que en algún momento había podido sentir. Siquiera sus palabras tajantes hacían que realmente me sintiera culpable. Pero la realidad es que me sentía mal, horrible y despreciable. Cada cosa que hacía no era nada más que un producto de reflejos que el pasado me obligaba a hacer. Pero que no deseaba, no quería nada; en realidad, lo único que sí anhelaba era enterrarme y cubrirme con la tierra hasta que pasen los años y me olvidara de todo. Pero eso no iba a suceder, Nicolás tomaría riendas en el asunto antes de que diera un paso en falso. Nicolás, Nicolás. ¿Por qué él no podía arreglar esa situación? Lo observaba, perdido, escuchándolo, pero al mismo tiempo ignorando aquellos quejidos que me intentaban torturar pero que nunca llegaban a lograrlo. — No es mi intención… ¿Cómo podría serlo? — Le vi, con el rostro perdido en quién sabe dónde, apretando sus dedos con fuerzas, no me quería despegar de él. Lo amaba y lo sabía, no podía apartarme de su cuerpo, ni de su alma muerta. Sus hebras y su piel eran mi perdición, mi droga. Lo que haría que despierte de un sueño que no sabía de donde venía. ¿Sky? No, ella y su sonrisa no eran más que una realidad de hermosura e inocencia. Sus ojos perlados y su sonrisa brillante eran incapaces de provocarme aquella tristeza que estaba enfundada en mi ahora mismo. Pero no le respondí al vampiro a mi lado, no podía explicarle. Él no entendería.

— ¿Por qué me dices eso? Yo… Te amo. He peleado por ti hasta la muerte. No puedo quedarme de brazos cruzados mientras siento que me lo arrebatan todo. ¿O es acaso que eres tú el que lo está haciendo para hacer que sienta que es mi culpa? Si realmente quieres irte de mi lado… No. No lo acepto. No puedes irte. — Me aferraba con demencia a su mano, apretándola, tiritando en desgracia, sintiendo como las pupilas se querían plagar en llanto una vez más. ¿Desde cuándo las lágrimas salían tan fácilmente de mis ojos? Hubo una época, en la que eso no era normal, en la que el egoísmo no me dejaba lubricar la mirada con gotas de sangre. Porque mis sentimientos no eran verdaderos, nunca quería nada con tanto amor, con tanta necesidad como había aprendido amarlo a él. Mi mente lo sabía, la oscuridad lo sabía y aunque en aquel presente sintiera que me estaban descascarando la piel, me negaba a complacer aquel rugido del tiempo. La nada misma era lo que presenciaba mi vista. El lugar donde la magia había nacido no parecía ser más que un cascarón vacío. Miré al suelo, siquiera negar pude por la desilusión. Cuando se separó de mí, no corrí a volver a buscarlo como solía hacer. Más me quedé meditabundo. Atisbaba sus acciones, pero al mismo tiempo las pasaba por alto. No podía darme cuenta de la perfección en su caminar. Su silueta formaba un delirio, que no provocaba nada más que curiosidad.

Y me aferré a ese sentimiento, lo sujeté con fuerzas sin dejarlo ir. Caminé a él cuando me llamó, sentía eso, curiosidad por ver qué sucedería si lo intentaba una vez más. Me deslicé en el pasto y lentamente dejé caer mi cabeza sobre su hombro, acariciando su mejilla con una de mis manos. Mirando su piel, lisa, hermosa, realmente esculpida lentamente y con amor. Un sonrojo suave se apareció por ese pensar. Como si antes no me hubiese dado cuenta. Pero yo sabía. El cuervo era la perfección en tierra y de todos modos había un rechazo incontrolable que venía de adentro y no me permitía seguir. Una cuerda de plata que me tironeaba hacia la oscuridad total. — Bésame. Acaricia con tus manos mi aliento. No me dejes ir. No permitas que nadie me arrebate de ti porque tú eres el único que puede tenerme. ¿No lo ves? ¿Acaso no sientes esta misma pasión que se está queriendo escabullir por mis dedos? — Me giré, dejando caer mi peso sobre mis rodillas. Mis yemas se alzaban hacia aquellas mejillas ajenas, sujetándole en lo que me perdía en aquel ojo celeste. Jadeando. Algo en mí estaba luchando por decir esas palabras, peleaba conmigo mismo, mis extremidades temblaban y el dolor de cabeza se hacía presente. Me tenía que agarrar con fuerzas la frente, ocultarme en algún lugar y llorar mientras esperaba que nada se fuera de mi memoria cuando el fuego pase. De esa manera es como solía ser. Mucho dolor y luego nada, ni pasado ni presente. Pero no fue así, cuando abrí los ojos, Nicolás seguía allí conmigo y mi frustración también. Entonces, ¿no era suficientemente fuerte aquello como para destrozarme por completo? ¿Acaso aún tenía un hilo que estaba agarrándome a él? Entonces tenía que apretarlo. — No puedo dormir, mi mente duele cuando lo intento. — Negué, dejando caer las palmas a la tierra y luego mi peso entero cayó de costado. Mi tamaño sobre mi hombro y me acomodaba, sin querer usar mi cuerpo siquiera un poco.
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Mensaje por Nicolás D' Lenfent Lun Abr 13, 2015 12:33 pm

Para todo lo dicho basta un canto
Una convulsión
Un cruel laberinto de espejos...


Envolverse en esa cruel pesadilla, como un poseído por la natural insania de las sombras que le quieren arrebatar lo único por quien daba giros de ausencia en palabras que dejaron de ser llagas en la osamenta, el templo se retorcía (repitiéndose) hechos tras hechos de los daños, del olvido y de la tempestad que forjaban al estar unidos, así es tal cual descripción era esa laguna, remembranzas destrozadas, sentimientos escondidos en la aversión y llagas escarlatas bajo pensamientos, entre miradas y sobre las sombras de aquello que los unía.

Un triste reflejo se asemeja el cielo que miraba, cuál espejo entona el semblante de su única pupila, ¡Si tan solo pudiera terminar con esto! ¿Por qué no matarla? Porque las estúpidas visiones negras le advertían que él se derramaría hacia un interior de morada demoniaca, sería un demente objeto sin forma que vive solo en esa sombra creada, un abismal concepto de danza a la fuerza de dejarse caer. A eso temía, la cobardía de no incrustarle en la médula del pensamiento una locura. Por ello es que el éxtasis perpetuo de sus réplicas; eran la perfecta destrucción.

Porque de nada servían los sueños, ni las palabras, mucho menos las evocaciones, aún al sentirlo a su lado, percibir el peso de su cabeza en el hombro le detenían a continuar con su caricia, esa mano que jamás olvida el tacto ajeno le suplicaba cariño, esos carnosos labios oraban para que sean poseídos, pero en ese rostro también una mirada de tortura que va más allá del llanto, le decían que:  «Era noche de miedos porque un incoherente temblor le recorría al cuervo…»—¡Pelea! No soy tu enemigo en esta atrocidad, si quisiera irme ya lo habría hecho pero estas alimentando algo peor, estoy fantaseando tu muerte…estoy sintiendo un placer superado a los límites que había forjado, ¿Puedes decirme que es esta sensación?  Es como si estuvieras iluminando mi agonía, es música lo que escucho, este horror, este daño entre tú y yo….No sé qué es esto, no sé qué debo hacer cuando ya se atrofiaron mis sentires.

No pudo más, ciego a su ruego, al tenerlo de rodillas aferrándose a algo incierto, era el vacío lo que correspondía, ni un movimiento, ni una reacción, todo desfallecía y eso era porque el suicidio le aprisionaba.—Lo diré sobre tu boca, este tormento que te hace ser mío, te necesito como noches pasadas, necesito sentir el dolor entre tus manos, estoy abrazado al delirio extremo, perdido en este laberinto repleto de insanos deseos, yazco en la pasión por este miedo a perderte, estoy amando el padecimiento que me forjas…Ya no solo eres mío, y eso me aterra, Ya no soy solo tuyo sino también de ella, Ella sabe lo que tanto he amado, tú también lo sabes, y es por eso que está jugando de esta manera contigo y a su vez conmigo, así es como nos conocimos, así es como quiere separarnos, tu amaste con la sensación de pelea a un capricho, yo amé el dolor que me producía tu ausencia, y ahora eso es lo que esta terminando—Estaba hablando el Nicolás del primer encuentro, un desquiciado enfermo enaltecido por una sublime bestia.

Elevando la mano a la ajena que se hallaba presionando su frente, descendiéndola en lento que presenciar el derrumbe de su amado, le giró, posando la palma de la mano en su mejilla, emprendiendo una caricia llena de espanto por el trance— Ya no intentes dormir  más, quédate conmigo, te necesito…—Con los cabellos caídos al hallarse encima de él, posando el peso propio entre sus piernas, ascendiendo los labios al mentón, emprendiendo roces esperando que no sea impedimento a un beso que ansiaba con delicadeza a despertar el desespero…—Mi único deseo es morir contigo, así debamos terminar con esto, lo haré.—el aliento abrazo la carnosidad ajena, desprendiendo un armonioso beso que desterró todas las emociones escondidas, sintiendo a su vez culpa porque al desnudo sabe que no es su amado pero ya lo está sintiendo en el interior.

Y por un instante se detuvo, hincándose al elevar las manos al hilo que sujetaba ese parche oscurecido, se desnudó el vació de su inexistente ojo y le observó, tomando sus falanges al deslizar los propios entre estos y presionarle con fuerza, llamando a ese pequeño para que le acepte un beso, una caricia, una mirada…la plena entrega.


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Mensaje por Invitado Jue Abr 23, 2015 11:38 pm

“No quiero vivir en un laberinto sin salida ni entrada”


Dicen que el cristal es el elemento más duro del mundo, pero también se sabe que es frágil, que al mínimo roce o caída se destroza, siendo éste imposible de volver a reconstruirse. Y así era como me sentía, destrozado en partes de diferentes tamaños, esparcidas en un lago eterno. Imposible de volverme a juntar una vez más. Pero que aún con eso, tenía presente que podía volver a formarme, quizá no como en un inicio, pero quien decía que con los pedazos no se podía armar una nueva escultura. Con la forma que realmente quisiera, después de todo, de la destrucción viene la transformación y por eso me aferré a ese pensamiento. Me sujeté tan fuerte como pude, pues las alas del cuervo negro estaban abanicándose, provocando vientos y tormentas que querían hacerme soltar de mi agarre y caer para siempre al olvido. “¿Por qué quieres dañarme de estar forma? ¿Por qué no puedes ayudarme y abrazarme una vez más?” Ciertamente en ese instante no sentía el mismo amor por aquel hombre, no era el mismo con el que lo había conocido. Y aun así quería intentarlo, luchar contra todo para poder volver a alcanzar esa felicidad que alguna vez en mis brazos estuvo. No podía responder a sus preguntas, tampoco a sus acusaciones, estaba vacío. De todo, incluso de mis propios pensamientos pues éstos estaban golpeándose unos con otros, provocando que el llanto y la plegaria de que un rayo cayera sobre mí se dieran. —N-no, no puedo decirte, no lo sé. No sé nada, perdón, perdóname. —

Mordiendo mis labios mis uñas se incrustaban en mis ropas y un jadeo que se acalló en mi garganta, fue lo que hizo que el letargo de silencio se hiciera más largo y doloroso. Sufríamos, ambos estábamos abriéndonos heridas que dejarían cicatrices nuevamente. ¿No habíamos tenido suficiente? No habíamos llorado y peleado para llegar a eso. Me rehusaba a creer que así terminaría todo, como si nada hubiese comenzado. Me estaba acribillando, él con su poesía y yo con mis acciones. Su tacto me asqueaba y me enamoraba, me derrumbaba y me volvía a construir. Me provocaba temblores de placer y de un llanto enardecido. Y en mi cabeza la imagen mental de una muchacha rubia y ciega sufriendo es lo que se avecinaba. ¡Ella no era nadie! Pero cada vez que lo gritaba en mi cabeza, más era la tristeza y la negación que me punzaba. Mi boca se abrió, como si fuese a decir algo, pero al verle acercarse, acariciarme y buscar mi boca, un pequeño temblor se acentuó y me recosté, esperándole. Suspirando mientras mi cuello era estirado y con ello aceptaba sus caricias. Eran un horror, eran ácido o pedazos de sol queriéndome destripar. Negué, recordé entonces cuando él me liberó de sus ataduras. Cuando me pidió hacer el amor luego de días de haberme dejado solo y encerrado, sin comida ni habla alguna. Y entonces me negué y al final, me dejó ir. Pero me había arrepentido, la primera semana me sentía bien, tranquilo, pero luego extrañaba sus miradas, su tacto y su frío pensar.

Por eso mismo no pude negarme, me abrí a la fuerza, porque sabía que de negarme, terminaría arrepintiéndome. Me abracé a su cuello y temblé, triste, adolorido, sin saber qué es lo que quería. — Sí… Siempre dijimos, que nos moriríamos juntos, ¿no? A los ochenta y ocho. Aunque algunas veces me retracto, quizá la eternidad no sería tan mala, no si estoy contigo. Pero… Es difícil, ¿no? Estoy raro, me cuesta tanto todo eso. Y no encuentro razón real. Pero nada me separará de ti. Eso es seguro. — Estaba tiritando, como una pluma en un remolino, mordía mis labios y contenía el irrefrenable deseo de llorar a gritos y pataleos. Me distraía con el pasado, porque sabía que en el presente había pinches que me amenazaban. Y aunque me dejaba lastimar, no era suficiente para ganar esa batalla de sentires. Como si me hubiesen hecho un hechizo para dominarme. “Nicolás, sálvame, átame a tu corazón marchito” — Qué ironía. Me costó tanto hacer que me amaras de este modo. Soy solo tuyo, tienes que recordar eso. No compartas con nadie este sentimiento, porque es solo de tu propiedad. Quiero… Que luches, no la culpes. Pero, haz lo que tengas que hacer para devolverme todo. ¿Comprendes, no? ¡Ah! Mi cuerpo se arqueó suavemente sobre el pasto, mirando hacia atrás, dejé que mi cuello quede al descubierto, mientras jadeaba de dolencias, como si me hubiesen clavado un puñal. Era esa sensación de vacío otra vez, ese momento en donde sus besos eran roces inmunes a mis sentires. Solo un cuervo de la noche que intentaba enamorarme una vez más. Le sonreí, sonrojándome y negando, apretando las hebras verdes que reposaban debajo de mí. No había escapatoria, teníamos que enfrentarlo o morir en el intento. Estaba carcomiendo mi mente poco a poco. 
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Mensaje por Nicolás D' Lenfent Sáb Mayo 02, 2015 10:57 pm

Las criaturas de la Laguna presenciaban una súplica con las palabras, con el tacto sujeto a un ruego de que sea desnudado el amor que se está olvidando, no era pesadilla, ni sueño esta existencia, ese encuentro se hallaba en una oración por traerle de vuelta, no habia olvido, ni futuro en esa mirada, el  tuerto cuervo con la carne cocida; esa marca horrorizada en su rostro representaba la lucha, la escaramuza por permanecer con la imagen de su querubín, el percibir el dolor para volver a llegar a él, así es como ahora se realiza, el vigor en la atadura de las bocas, en una maraña de venas recientes por la sed del «alma» , al que le duele su dolor, le dolerá sin descanso, compartiendo las heridas nuevamente , que si le temieran a la muerte de uno, siempre lo cargara en los hombros. «Por favor no pidas perdon, no a mi que solo quiere encontrar a su muñequilla, no a mi que tan solo necesito hacerte el amor» farola de pensamientos convertidos en una desesperación, todo manaba necesidad, estaba hambriento por él.

Ya anhelando ver la resurrección de su alegría disecada, que sean las manos, las caricias, la agonía de fornicar que le despertaran, manar rosas de la lengua, regar el pasto de esencias, volver una vez más a sembrar el encuentro de dos enamorados en ese paraje escondido.

Capturando el erizo de la piel con violencia a temblores, amargas llagas encendidas, sufre el cuervo reconociendo que es una pestilencia sobre esa osamenta, siendo reacciones falsas, el veneno y la calavera de ese teatrillo, no era amor lo que se refleja en el gesto ajeno, era repulsión, ese llanto aterrador le hería, dando el golpe final al capturar la imagen de la ciega. Todo parecía ir en su contra, endemoniado, maldito desliza la falanges a su pecho, deteniéndose un poco, el regreso a la melancolía le gritaban que lo desmembrara, que lo destrozara como lo habían hecho a un pájaro cubierto de cenizas; le mostraron lo efímero de la vida, le hicieron conocer la agonía en gemidos que golpeaban contra el suelo al arrastrarse y emanar sangre en un padecer inextinguible, el magnífico dolor que mantiene viva las cosas, ese que estaba a punto de colapsar pero se vio interrumpido con su abrazo, le presionó sus costados que al escucharle, acaricio su espalda. — No hablemos mas, dejemos como noches muy pasadas, nuestros templos emprendan una conversación, que sean esos sentires los que se entrelazcan, necesito sentirte, puede que estemos juntos pero aun siento esa lejanía, quedate en cuerpo y alma a mi lado y solo te aseguro que permaneceré a tu lado.— se distancia un poco, elevo la mano por su pecho haciendo presión hasta capturar su mentón y acercarse en lento, guardando el aliento desprendido, su perfume en su boca y esa mirada que decia lo contrario.

—lo haré...—el ansioso beso fue destrozado, deleitarle con su arqueada y exponiendo su cuello, le alarmaron, si le mordia terminaria por degollarlo. Fue que de ese modo ocupó las manos para desprender de los botones de su camisa, dirigiéndose a su nívea piel, que la extremidad de la lengua recorrió parte de su pecho hasta su cuello, ascendiendo un poco más y en su mejilla se posa, terminando por desabrochar toda esa botonadura y con la otra mano, tatúa la palma, delineando su contorno y detalladolo— Quiero hacerte el amor....—murmuró, mirandole fijamente, deslizando la mano por su brazo que busca sujetar la ajena, elevandola hacia la mejilla propia— Hero, tocame, sienteme  ...—musito, resonando la quemazón de su garganta, abandonando la mano para ir tras el bulto, al cual en circular mueve la palma, emprendiendo una manía con la otra falanges a endurecer uno de sus pezones, añorando reconocer la faceta de excitación al menos de él. — No cierres los ojos, quiero que me mires, no te muerdas tus labios, quiero oir tus gemidos — no es un pájaro que expresa la turbia fiebre de la laguna, ni el ansia de cometer violación a su amado, sino una tierna intimidad volcánica, no hay dolor en la voz, mas si una exaltación al bajarse a su pezón y gustarlo con la boca, dejando que los colmillos le sujetaran al tirar de ellos con delicadeza —entregate a mi por completo, no me rechazes solo apoyate de tus manos, no me detengas, solo arañame si es necesario.

Comprendía el asco que representaba para él, le estaba ayudando a arrojar esa posesión de cualquier forma.— Aun cuando no sientas lo mismo, siempre te querré — dejó de mirarle, bajando mas, yendo a liberarle de esas prendas, tanto como la prenda exterior como la íntima, en lento le va descendiendo y ofrece besos a su pelvis, besando el tronco al revolotear y termina por dejar a media rodillas su pantalón, cubriendo con una mano el falo que le hace girar, poniendolo boca abajo. —No importa lo que suceda, siempre serás mío —solto el miembro de su mano y con ambas se apoyaba del pasto, adentrándose por debajo de esa camisa a su espalda, besando su nuca y cada segmento que ya conocía... Rastreaba los restos de reacciones, seducido por el deseo viviente de estar junto a él, adorándolo aunque ya no use el jazmín que le dominaba.


"inspiración,  dolor, amor, traición
Que su infinita bondad perdone
Lo que con tanta pasión destructiva
Estoy tatuando en su templo.”
[1].

1. ↑Nicolás, El tuerto cuervo.


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Mensaje por Invitado Miér Mayo 27, 2015 6:11 am

“Intentaría hacerlo, pero el poder de maldecir la razón siempre es más poderoso”


Mente débil, triste pesar, poco autocontrol, locura demencial, fatiga inalcanzable que lucha contra lo alto de un muro que no es capaz de escalar. Me sentía como un niño sin piernas, no podía correr a la mariposa que quería atrapar. Y ésta estaba huyendo, se estaba alejando, no la podía agarrar y al final de todo iba a terminar solo. Como un muñeco de porcelana enjaulado. El llanto triste empezaba a escaparse por mi alma, no quería dejar salir esa tristeza, pero sabía que era lo único que podía hacer para contener todas esas ganas de lanzarme al sol de una vez por todas. Escucharlo empezaba a enfurecerme, la imagen angelical de Skye en mi mente y la contradicción de él, que pensaba que era una horrorosa muchacha que solo quería hechizarme. No podía aprobarlo, pero tampoco podía explicar qué estaba sucediendo. ¿Acaso mi amor por él se había acabado? Pensar en la probabilidad de ser libre era algo que me daba ilusión, pero me asustaba al mismo tiempo. Dejar de estar en la jaula del cuervo negro era un lujo que pensé que no me daría nunca jamás, pues los años habían pasado y ni una sola vez había pensado seriamente en dejarlo ir, por lo contrario, mi necesidad y enfermedad se había hecho más grande, probablemente aquellos sentimientos no podían llamarse amor verdadero para los demás. Era enfermizo, una relación que siempre llevaba el dolor por delante y aun así, deseé que fuese infinito.

La repulsión estaba carcomiéndome, temblaba como si fuese una pluma atada a un barandal en una noche de tormenta, mis piernas se iban contra el suelo, de alguna manera intentaba escapar de la agonía de esos besos. Sus caricias vomitivas que me hacían abrir la boca para tomar aire y contenerme. Sí, porque estaba a punto de gritarle que se detuviera, que parara de tocarme porque estaba asqueándome. ¡Que desesperación! Yo quería, de verdad deseaba que su amor se fundiera en mi cuerpo así como tantas veces me había abierto a sus toques. Me temía que sus garras terminaran matándome por la ira y por ello me obligué a no decir nada que lo provocara. Más aún tenía que contestar a sus palabras. — Esperé años para que me dijeras algo como eso. Oblígame a ser siempre tuyo, te lo pido, rogándote. No hay nada que pueda hacer para disimular esta situación. — El sollozo mezclado con viles jadeos se hacía escuchar, mis manos temblorosas buscaban acariciar la piel putrefacta del violinista, pasando las yemas de los dedos por su nuca, mirando ese ojo, perdiéndome en su abismo por uno segundos. Recordando que ahí es donde está todo mi deseado futuro y los frutos de mi ayer, todos mis deseos se guardan en esa caja de pandora, me seducían, me hacían derretir al punto que no supe cuándo fue el momento que mi rostro quedó de frente al pasto. Mis manos agazapadas en un pedazo de tierra, el terror encaramado. Los estados de ánimos por los que acababa de pasar, indescifrables al punto que el horror se me mezcló por dentro y salió como un grito ahogado.

Me sostenía de los codos, me hallaba jadeando con una sincronizada frecuencia, el cosquilleo de mi entrepierna subía por mi escaramuza hasta acariciarme aquellas partes sensibles que hasta hace un momento él había devorado. Aquella lengua se trasladaba por mi espalda y me retorcí sobre el suelo, buscando una manera de detenerlo sin decirlo. — Ayúdame, no me dejes cambiar… No quiero volver a empezar. Por favor, estoy sufriendo, ¿no te das cuenta? Ughm. — Un crujido rasqueteaba mi garganta a medida que mis piernas se deslizaban hacía atrás, apretándome contra las caderas ajenas, sentía la frialdad que emanaba, pero a su vez un fuego que no quemaba estaba paseándose en mi superficie. Me arqueé hasta que pude mirarlo al ojo. Las lágrimas se habían apabullado, la parte blanca de mis orbes se encontraba rosada, con unos labios temblorosos, incapaz de esconder el terror que había en ellos. Era una tristeza incontrolable, un dolor que no regía bajo mi dominio y que por lo contrario, estaba manejándome desde afuera. Mis uñas clavadas en la tierra hicieron fuerza, mientras que mis pies se negaban a moverse. ¡Destrózame ahora! ¡Es el momento! Pedía a gritos mentales en lo que mis rodillas al descubierto se llenaban de suciedad al luchar contra mí mismo. Era una batalla que no podría finalizarse con un odio carnal. — Sigue, no te detengas, no lo hagas nunca. — ¿Cómo podía explicarle que la razón de mi existir era él y lo seguía siendo aun cuando un titiritero estaba tironeando mis hilos como un vil traidor?  
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Mensaje por Nicolás D' Lenfent Miér Jun 03, 2015 2:13 pm

Noche sensible, hay un memo a quien ama aunque no puede creer en sus palabras, ¿Pero, quien consuela a quien? El amor se despedaza. No podía resignarse a la cruel desgracia, llegando a considerar un castigo la negación de su templo; la reacción de las caricias brindadas le gritaban que se detuviera, su piel lloraba ante cualquier roce, era inútil combatir contra esos sentires, ¡Ya no! ¡Si el pecado iba en su contra, que sea la muerte quien termine con esto!  Solo estaba amando con ardor desesperado, cada vez que este trance continua la rebeldía contra él crece y teme menospreciarlo por ello. «¡Nunca dejare de amarte!» se aferraba a ese sublime y a su vez terrorífico pensamiento, pero, ¿Qué podía esperar, si le pierde? Su soledad le susurraba que se aprovechara y terminará por hacer que desaparezca hasta el nombre de esa osamenta, porque, ¿Con que ganas podría seguir adorándolo?

...«¡Falsas caricias! Detente, así no anhelo que me toques…» Maldito interior, le gritaba una y otra vez…«¡Quisiera ya conocer algo más atroz que aquesto!» Y cuando un amante trata de crueldad la esquivez de su amado o el gusto de él en hacerlo sufrir, es conducido u obligado al despecho de la razón, conciliado con el odio más violento, y por ello se acerca a esos carnosos labios, «¡Su temblor no importa!» los posesiona como fruto de la plena confusión de la lucha, porque esos amantes son unos traidores que en secreto para perpetuar toda miseria y todos los tormentos que sin uno se entere del otro, lo esconden con la continuación de una fornicación.

Por lo tanto, ya la voluptuosidad es bestial, las fuerzas de la naturaleza obran seriamente en todas partes, jugueteos con los labios, dedicado a liberar su hombría para que este despierte con el peso y la frialdad emanda de esas posaderas. —¿Quién podría sufrir cuando ni reconoce lo que lo está causando?... ¡Veme! Cada súplica tuya me lastima, cuando es tu templo el que me detiene a herirte una vez más, tengo tantas ganas de obligarte...¡Quiero hacerte el amor sin importar que! — repitió el deseo, negando al dejar que la extremidad permaneciera muerta en su rayuela sin alguna penetración, abandonando esos labios mentirosos por morder su hombro, siendo las manos las que sigan buscando un contacto más cálido, algo que le haga saber que es correspondido.

Y ante la barrera de sus palabras, la debilidad que acrecentia ese pequeño, le obstruía para cometer la fechoría, ¡No podía más!  Pronto se desvanecen las manos, los labios dejaron de posar besos, se seca el sentimiento, la sed se pierde y todo yacía sobre un abismo, prescindiendo de los demás placeres en él, —cuya presencia ya no es grata gozar— y que le está asesinando sin darse cuenta, no solo era su posesión lo que perjudicaba, era el abandono lo que está aislando al cuervo de su presa. ¡Hasta un cuervo pierde el hambre por la tristeza! Y de aquella postura, reflejan un tributo de amantes de una noche desconocida que con frecuencia depositan flores sobre la lápida de remembranzas. ¡Ahora en duda la pasión se mantenía! Se quedó inmóvil por un instante sobre su espalda, guardando silencio sin poder responder a sus palabras, el amor quería tatuarlo sobre esos restos conservados, hacerlo suyo para que no olvidará a una ave perdida. Realmente necesitaba el calor, la pasión y sentirlo suyo porque estaba cayendo a un absoluto lance donde renacian tres personalidades, dos en su interior y la que presenciaba al querer destacarse como Nicolás.

Mitivo del porque las emociones han sido en exceso intensas, cansado, perpetuo inconformista, sentenciado de forma atroz a sujetar ese hilo de la memoria que interrumpe ese amoroso encuentro y envolviendo entre sus brazos a su querubín, se reclina sobre el lecho de Nicolás, mirándole fijamente aunque su pupila faltante sea suplantada por un lagrimal carmín. — De esta manera no puedo, me duele reconocer que mi templo no quieres, quisiera hacer todo lo imposible por traerte de vuelta a mis brazos, pero ir en contra de tu voluntad ya no puedo, me niego a hacerlo. —Y el tratado sobre la evocación de lo bello y sublime era llegar a ese amor de nuevo, de manera harta y superficial ya a veces inexacta, refutar la tempestad con la voz que resuena como una nota dedicada a la nada.

Fue que elevando la mano a su pierna, presionar su carne para sujetarse un vez más de él, capturando su perfume al olfatear sus cabellos, lo extrañaba, y no le era placentero deleitar sus lágrimas, no podía disfrutar del peso del menor a plena desvanesciente dotación, estaba acabado por completo.— ¿Como se supone que lo haré? ...Cuando el jodido placer no se halla, me sorprende aceptar que verte de esta manera no es satisfactorio…—Confesaba, mil veces le quería ver sufrir, era un placer inexplicable pero ahora, lo desdeñaba.— Ese nunca está pronto de presentarse, ni tu, ni yo seremos los mismos si eso llega.

Desvió el rostro hacia lo que reflejaba un camino en medio de la laguna, asimilando que el agua representaba la claridad que su boca liberaba, vencido su cuerpo se hace hacia atrás, dejando libre a un amante desconocido de cualquier intención...



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Mensaje por Invitado Dom Jun 14, 2015 12:25 am

Y entonces sucedía lo que alguna vez pensé que era imposible. Su hermoso ojo color celeste agua estaba observándome, parecía muerto, como desorbitado, no era nada similar a lo que siempre amé de ellos. Porque sabía que cuando él me miraba a mí, se embellecía, se acurrucaba en la hermosura del amor que podía darle. Desde que lo había conocido había encontrado una fuente de energía vitalicia ilimitada. Podía entregárselo todo y aun así, pasado un tiempo de haberme roto volvía a recomponerme, casi como si fuese una figura de intacto oro pulido. Pero ahora aquel don que había conseguido a costa de mi misma alma y soledad se había transformado en algo completamente opuesto. Me veía triste, amargado y sin deseo alguno sobre el cuervo negro. Ni en sombras quería ver su belleza porque solo encontraba los recuerdos sin sentimientos, sus movimientos eran siempre para lastimarme, si lo pensaba con razonamiento, él no me quería, estaba muy lejos de amarme, solo me lastimaba y eso parecía hacerlo sentir bien. ¿Acaso yo estaba enamorado de algo como eso? Me parecía imposible, aunque al mismo tiempo, sabía que él seguía siendo el mismo de siempre, si algo había cambiado era dentro mío y no tenía explicación alguna. Podía entender que mi personalidad era cambiante, casi como un dado podía producir cualquier tipo de emociones dependiendo el día, la hora y el momento. Sin embargo jamás, en aquellos hermosos años, había cambiado de parecer con respecto al violinista del diablo. Me había enamorado perdidamente y ahora, de repente sentía que todo eso se había roto en miles de pedazos. Incluso cuando su miembro crudo se intentaba incrustar en mi cuerpo, yo lo reconocía, mas no había nada, el placer había desaparecido, ¿quizá para siempre?


— Lo siento, no puedo entender qué está sucediendo, pasa el tiempo y me lastimo, incluso solo me abro heridas en mi interior porque no sé qué está pasando, soy el culpable de esto… Pero tampoco puedo arreglarlo. Lo siento, no… No me obligues por favor. — Supliqué, de repente todas las partes de mi cuerpo empezaban a temblar, tenía tanto miedo, me iba a violar, iba a volver a poseerme como aquel primer día y aunque en aquel entonces el placer había formado parte del pecado doloroso que me había hecho pasar, en ese instante todo lo contrario estaba sucediendo, no era exclusivamente miedo, sino asco, repulsión porque sus garras fuesen a poseerme con descontrol. Terror a que fuese a estrangularme. ¡No quería hacerme cenizas en sus manos! ¡Y eso es lo que más me preocupaba! ¿Desde cuándo aquel odio definitivo se había hecho presente? Bien sabía yo que de morir, quería hacerlo en las fauces del negro cuervo, pero ahora ya no estaba ni en el destino más cruel que podría llegarme a tocar. Sino que era más abajo, algo detestable, inimaginable. Tirité penosamente cuando Nicolás se iba hacia atrás, acomodado en el césped como si ya no hubiese forma de arreglarme, era un juguete roto y a éstos se los tiraba. La desesperación subió rápidamente a mi cuerpo, miré a los lados y despacio agarré mis cabellos, tironeándolos al tiempo que negaba, en silencio, como un despertar rápido y sin ninguna clase de previsión. — Ayúdame, no me dejes. — Pasaron los segundos crónicos de destilación y resquebramiento de mi garganta cuando esas palabras fueron dichas y lentamente quedé expulsado sobre el verde pasto, como si todas mis energías hubiesen sido saturadas. — Quiero volver a casa, no… quiero estar más en este lugar. Por favor, volvamos, volvamos, Nicolas. — 

Una vez más, mis manos soltaron mis hebras y me levanté arduamente, abrazándome a mí mismo mientras las ropas intentaba acomodarme, sentía vergüenza, una pena sin igual era la que estaba alzándose en mi cuerpo, el llanto había cesado, y aún así bien sabía que no faltaba mucho para que aquellas triste lágrimas volvieran a salir vaporosas desde mi rostro, siempre era igual, siempre me las ingeniaba, acabando por sufrir lo más posible. Pareciera que sin ese dolor no podía seguir existiendo y ciertamente, ahora eso lo abarcaba todo. No eran simples ilusiones mías, el toque amado de él ya no me afectaba, pero si buscaba un poco más, aquel Hero del pasado intentaba seguir peleando contra algo que lo superaba en grandes rasgos. ¿Acaso era Nicolás el que no podía combatir contra eso? ¿El que no podía sacarme de esa enfermiza situación que nos iba envolviendo en tristeza cada vez más al punto que lentamente la locura nos consumía a ambos? — Al final las cosas siempre son horribles para nosotros, ¿no es terrible? N-no te duermas… Levántate por favor, quiero irme de aquí, mi corazón se siente pesado, quiero irme a mi cama. — Moví con cuidado uno de sus brazos, mordiendo mis labios con fuerzas, conteniendo el llanto que estaba pronto a derrochar. Podía verlo, allí estaba el cuerpo del violinista, hermoso, perfecto y listo para ser defenestrado por mis palabras hirientes. ¡Pero no era yo el que las decía! Agaché mi cabeza, poniéndola sobre su pecho, hundiéndome con las uñas fuertemente agazapadas de las telas de su ropa, me dejé llorar como una esposa que no puede calmar el luto de su marido fallecido, era como una guerra que lentamente nos hundía las flechas más profundamente, nos querían separar y solo en sus manos estaba la posibilidad de volver a engancharnos como hacía no demasiado tiempo estábamos. ¿Cuánto tiempo? ¿Un mes? ¿Hacía cuando existíamos tan tristemente? 
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Mensaje por Nicolás D' Lenfent Lun Jun 15, 2015 10:32 pm

«No intentes ocultar la luz del sol que brillaba sobre mi.»[1].

—Desgarrame, arañame hasta que desaparezca, gritar es poco lo que deseo hacer, tan solo ansiaba curar esta maldita soledad en el cuerpo...¡Me axfisia seguir! Ya no temas, ya todo colapsa lejos de tí.—El tono podría destruir cualquier cristal, pero como si fuese una burla, se disminuye reconociendo que hasta las notas sabían jugar en el peor momento.

Invadido al necesitar un veneno que le haga dormitar esa bestia, la sombra flota apartando la mirada de él. Ya no puede seguir mirando a un desconocido. Seguía deseándolo, pero... Desperto de aquel ensueño, el no esta ahi, repitiendose la tristeza que crece mas fuerte si oculta la herida se desvanecerá ese momento, así como su abrazo desapareció y sus lágrimas no pudieron alcanzarle, al menos, quería ser tocadas por ellas, pero, no lloro, no lloro el querubin.

Que las yemas de los dedos desearon tocar el otro lado del cielo al que no podía llegar, todo fue una desgraciada ilusión, quedando completamente en la última caricia, en el dolor apuñalado con tanta frialdad que le congeló en lo que las manecillas del reloj avanzaban, contando ya el final.
.
—No lo sientas en ese caso, ¿Estaría bien decirte con palabras lo mucho que te amo? No se si pueda verte, seguramente no podré parar estos pensamientos, se me hace una farsa esta escena. . —Trastornado en una ópera antagónica; Muerte, desaparición, anheló a una distancia que se prolonga, el destino ya era una rapsodia de tragedias donde las tinieblas vuelven asechar y el cuervo escupía su alimento. Fue la primera vez que quiso vomitar lo que ingirió de aquellos besos, de esas caricias, del infame tacto, realmente quería desaparecer, liberar a su presa, deshechar unas supuestas entrañas que no le pertenecían más y a causa de ello, le estaban ahogando.

Y sin ser capaz de mirar aquello que consume la desesperación, ya este arco y esta flecha no podían volver, no pueden ser devueltos, odio y conflicto a cambio de soledad, ahora suplicaba por que se alejara, convirtiéndose en la primera noche donde no deseo más su compañía, al extremo de no escuchar sus hipócritas súplicas.

...Mientras esa débil presencia pelea sobre este humedecido sufrimiento, terminará perdiendo la razón,  —Te estás rompiendo ante mi, y yo no soy el culpable esta vez, si te elimino ahora, ¿Terminará esta turbación? o, ¿Será aun mayor esta frigidez? —Inmóvil, libera las sombras sarcásticas a mofarse, se carcajea con una sequedad, tomando sitio el juego a la desaparición. —Sigue a tu dueño, ve a casa, no te sigas perdiendo aún más, ¿Qué es este lugar? ¿Quieres que le prendamos fuego? O mejor, ¿Te quemo a ti? —estiró su cuello, haciendo tronar los huesos, ni su maldita pupila miraba el que estaba cayendo.

Y estimulado por su secreto atroz, cruje algo que desconoce, una frialdad distinta percibe, pesa su templo, le impiden ir tras él, asesinaron esos sentimientos sublimes para él, no habia cabida para el amor, ni para la esperanza, ya no existía la angustia ni el perdón para lo que fuera a pasar, siendo tocado por el cansancio, la pesadez produce que no abra su ojo, se deja caer al pasto y ahí es que murmuró — No, no lo és, es bello, alguien me está diciendo que te deje marchar…¿Quieres que desaparezca lo poco que te ata a mí? —interpela justo cuando fué removido de aquella postura, cuando al fin ese llanto le tocó, ¿Que podía hacer contra lo que ama con frenesi?

El dijo con sus lágrimas desnudas: —Yo quiero estar contigo
Y él dijo con su silencio; —No es el momento. Mi amado quien esconde los ojos mojados... desde que me tocaste con tu bella luz, deje que me invadieran porque le temo a la oscuridad. ¿Crees que esto es terrible? Solo cierra los ojos y trata de ver lo que esconde aquello que llamaba vacío.

Ni la humedad en su pecho hizo que le cobijara entre sus brazos, le apartó porque si mostraba debilidad alguna volvería a regresar al rechazo. — Vamonos, no te preocupes de tu pobre corazón quizás para mañana sea olvidado este encuentro. — ¿Por que lo decía? Porque ella estaría esperando, se habia convertido en una sombra andante tras su recuerdos, tanto que simplemente era ella su única dueña y no dudaría en desterrar lo que averiguaria con facilidad.

Se levantó, acomodando su vestimenta, acariciando su falo cuando lo poso en la prenda, ¿Era consuelo? Quizás. Así, dándole la espalda al emprender la caminata, siendo sus pasos firmes y lentos a la espera de que la sombra de su acompañante se vislumbrara a su lado y recorrieran el mismo trayecto, reflejándose el sendero incierto, silencioso y eterno.


1. ↑K. H. J. [/i]


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Mensaje por Invitado Miér Jun 24, 2015 11:35 am

¿Cómo podía contestarle a la bestia que estaba frente a mí? ¿Cómo podía explicar el calvario que estaba justo en mi corazón y atravesando el dolor total de mis fundas? ¿Acaso Dios no tenía misericordia para con los muertos vivientes? No, por supuesto que no, mataba tanto a creyentes como a infieles, y el grado de sufrimiento no guardaba relación con la piedad de la víctima. Sí, eso es lo que éramos, simples damnificados de un destino triste. No importaban las arduas luchas que había ganado para tener aquel trono alado en mis manos. Quizá no podría volverme a aliar a él, al cuervo negro que con una mirada pesada y cansaba distaba de mí. ¡Él no estaba mirándome! Eran esos los momentos de paz en mi mente donde podía darme cuenta que algo fuera de lo común estaba sucediéndome. Se trataba de un poder débil, pero que era suficientemente poderoso como para atacarme cada vez que así quisiera. Me robaba los pedazos de mis situaciones y yo sabía muy bien que no me los devolvería. ¡Que la clemencia hiciera presencia, pues mis lágrimas querían descascararse hasta volverse preciosas gemas rubís! Mis extremidades tiritaban ante aquellas pequeñas vibraciones que eran las palabras del violinista disecado. Mis piernas temblorosamente estaban buscando alguna clase de refugio, y no lo encontraba y de alguna manera sabía que estaba yendo al sur. A la casa en donde nos habíamos escondido, al hogar que habíamos levantado luego de que la iglesia quisiera destrozarnos por última vez.

— Estuve mucho tiempo queriendo saber… Buscando eso que ahora intentas decir con precisión. ¿Por qué buscas decirlas ahora si tan fácilmente dices que las voy a olvidar? ¡Ah! N-no… No me estoy rompiendo; solo necesito… Descansar.  — Me sentía pesado, los pétalos rosas de mis labios estaban tristemente hundidos y agazapados, el dolor de mi cabeza incrementaba cada vez más, eran como oleadas de pinches clavándose desde la nuca hasta la garganta, triturándome de manera que mis palabras tampoco salían de ninguna manera correcta. Y lejos, muy lejos podía escuchar la voz de Sky llamándome como un cielo despejado, tan celeste que podría confundirse con el océano. — ¿Si me quemas serás feliz? Por favor… No desaparezcas nada, dejen de hacerlo. ¿Por qué todos… quieren desaparecer las cosas? Los recuerdos son lo único que nos ata a la vida. Me gusta recordarlos, aunque duelan, quiero hacerlo, pero nadie me deja. ¡Nadie lo hace! — Grité y me incliné, lo miré a al ojo y pude ver como aquella brillantez perdía poco a poco su emoción. De alguna forma mi amor intentaba empujarme contra su cuerpo, acurrucarme una vez más. No había forma de que pudiese pensar que había dejado de amarlo, era imposible, yo sabía que las circunstancias no daban tregua a esa clase de hipótesis, entonces ¿por qué? Esa era quizá, la pregunta que más veces podía hacerme en un mismo día. Pero pocas veces la dejaba salir, no muchos me respondían y nadie sabía a lo que realmente me refería. “el porqué de qué”  — Las fuerzas de lo prohibido siempre son poderosas, igual yo lo soy aún más, mi inmortalidad es eterna, así como mis sentimientos… No puedo odiarte. Eso, sí es imposible. —

 
Negué con una sonrisa que ocupaba todo mi rostro y lentamente sentí aquel ser pararse, avanzaba por delante y con pasos anunciando la muerte, yo le seguía atrás. Con la cabeza baja, con el miedo atornillándome de distintas maneras, nada podía prepararme para ese momento. Nadie podía ver lo que yo veía: Un hombre herido por su pareja, incapaz de enmendarlo. Sin embargo algo me decía que la fuerza estaba de nuestro lado, que las mías propias ayudarían para poder escapar esta vez. Era una ilusión demasiado grande, pero quién decía que no podía soñar. El amor era caprichoso igual que el destino.

 
“¿Qué haces? Esperaba sentir al menos mi propia muerte en tus manos y lo único que veo es que lentamente vuelves a caer a mis brazos con solo llamarte”
-Nicolás, Tiranía de un querubín-


 
Una vez más como una muñeca de trapo que volvía a desfallecer me encontraba oscilando, tiritando al ver su sombra acercarse a la mía. Pero esta vez no era mi cuerpo el que se untaba a abrazarse en el ajeno, más eran mis ganas que poco a poco eran aniquiladas las que buscaban desesperadamente ser salvadas de ese maldito abismo en el que había caído. Quizá si el tiempo hubiese pasado más lentamente, él nunca hubiese aceptado las cosas que con evidencia, eran la razón de nuestro aislamiento. De aquella distancia que estaba acentuándose entre ambos ¡y no éramos nada! Jamás nos habíamos pertenecido realmente, eso significaba que él podía volar y dejarme y nada iba a retenerlo.
 
“Y el sabor de la libertad solo será liberado con la sangre de los inocentes”
 

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