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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Shelly Draven Mar Jun 09, 2015 10:05 am


Salíos de esta rueda...

“Algunas tabernas de élite son las mejores, para encontrar presas…”-pensé.

Mientras observaba un poco el ambiente de aquel lugar, percibí el aroma de ciertas almas encadenadas al alcohol, otras a la rebeldía, algunas en miseria, otras en mentiras, y otras con el sexo a flor de piel, poco me podía entregar este mundo miserable y cada día las esencias de los humanos florecían como las gripes, y la tuberculosis por todo lugar…

Sentíame poco admirada de esta época, la sabiduría pobre del humano, se había convertido en un reino de retroceso a lo primitivo “¡Mirad cuánta aberración!” –cantaba el ruiseñor muerto de mi alma. Obviamente el observar a la raza humana no era uno de mis pasatiempos favoritos, pero sabíase que cuando uno queda asi de solo, quedáis como espectador del entorno viral.

Un hombre desde un puesto esquinero de la barra de tragos quedóse mirándome, y le di una corta mirada, más éste al parecer no le perturbaba la piedra de mi mirada, se acercó hasta a mí tocándome la mano enguantada.

-Me dejáis  ver tu blanca piel de porcelana fina, que brilla bajo este manto nocturno?- su pregunta me hizo recoger entre mis manos mi cabello dejándolo a un lado de mi cuello y mostrarle un poco más. Una presa bastante decente debo decir, con respecto a los que demás deambulaban por allí.

-Habláis demasiado para un poco de atención de parte de una mujer. ¿Acaso no veis que esto no es de porcelana, sino que es simplemente piel semejante a la vuestra?- le respondí al pobre hombre…

Después de aquél saludo, el cuerpo desangrado del hombre que yacía en una de las habitaciones de alquiler del tercer piso de la taberna, quedó intacto, después de que con la gracia y meticulosidad de una dama como yo, limpiase todo rastro de asesinato dejando el cadáver listo para el cofre de la muerte. “Lo encontrarán y el pánico ya poco reinará, debido a que cosas como ésta no se comparan con las roñosas hazañas del hombre hacia el hombre…”-pensé.

Dejé aquel lugar, para caminar por las húmedas aceras de la calle y cruzar en frente dónde pude sentarme a observar la noche lluviosa con mi petaca recién llenada de elixir en la mano.
-Qué desolación de lugar con almas tan pobres y vacías, como las vuestras…- pronuncié hablándome.

Jugar un poco con la vida de las presas, con sus ilusiones,  sus resquemores, su regocijo, y su pena, ya no me divertían del todo, había perdido mucha satisfacción, en cuánto la calidez de la sangre relajábase dentro de mí, y ya no quedaba más que un cúmulo, de un cúmulo de recuerdos de la vida quitada de las víctimas. Es cierto, si fuese humana diría que había perdido el “sentido de vivir”, o la “llama de la vida”. Pero estos humanos, poco sabían de lo que significaba realmente estar muerto en vida, sobreviviendo a través de otras criaturas con las que te llenas de júbilo en un solo momento, para terminar cayendo en la cuenta de que tu eternidad es pura soledad y piedra.

Vislumbrábase mis reflexiones como en un espiral de galaxias continuas e infinitas, sentíame otra vez como un agujero negro que todo lo absorbe… “¿Dónde estaba mi misión?, perdida tal vez entre los espacios en degradé del tiempo…es cierto que entregábase mi vida a los falsos mantos de la inquisición, pero el estudiar acerca de ellos y de los otros, llenaban mis ansias de saber..."
Ansias vacías y abandonadas, que sólo mi Padre debió de enseñarme…pero de él sólo aprendí ira, rencores, salvajismo, odio, muerte….

Perdíame entre reflexiones cuando mis sentidos percibieron a otra criatura cerca de mí, sentada en la banca de al frente…

-…¿Quién sois?.. ¿Y por qué quedáis mirándome con cautela?...- alcé la voz para preguntarle y buscarle su mirada….
Creditos a Ivanne ♣


Última edición por Shelly Draven el Jue Jul 16, 2015 10:39 am, editado 2 veces
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Mensaje por Nadége Morózova Miér Jun 17, 2015 10:43 pm


Es normal sentir miedo.

Las pulsaciones de mi corazón se aceleraron hasta el borde la locura. Mis ojos no podían más que permanecer fijos en la inmensidad de las tinieblas. Recorrían gotas transparentes de sudor el arco de mi cuello, la frente y detrás de la nuca. La boca la sentí completamente seca y podría jurar que no estaba respirando ¿Cuánto tiempo pase atónita? Las horas del reloj parecieron nada, sin embargo, el segundero se había quedado atascado entre un número y el siguiente. No hacía frío, pero yo tenía necesidad de permanecer debajo de las cobijas para protegerme de la tormenta en mi habitación. Todo estaba dentro de mi cabeza, todo incluso el miedo.

No podía retirar aquella imagen de mi mente; había demasiado caos y, aunque lo aprecio como a una obra, aquel desorden había, desquebrajado mi alma. ¿Acaso Alice se sentía traicionada? ¡No! Ella no podría si quiera imaginarme con alguien más, ella no podría venir hasta mis aposentos, postrarse ante mí y derretirme con un gélido soplido en la espalda, pues si lo ocurrido esa noche, hubiese sido real, entonces ella estaría muerta. El sólo hecho de pensar en Alice como un ente libre, me hacía sentir escalofríos. Sé que no debo sufrir del egoísmo natural al que estamos atados los humanos, pero también es cierto, que en el amor, el dolor siempre es ajeno y la culpa eterna.

Me relamí los labios al poco tiempo de regresar de mi letargo, y percibí la calma que reinaba dentro de la habitación. Los demonios sólo se encontraban en mi cabeza y las pesadillas, sólo habían sido eso, sueños anormales que me acongojan en la oscuridad de la noche. Sin embargo, por más que lo intenté, la invocación a Morfeo no funcionó tras aquella vorágine de tormentos. Simplemente no conciliaría el sueño, no dormiría en paz.

Me vestí, sólo una bata de blanca seda fina. Sólo un par de sandalias y la melena de fuego al viento. No necesitaba más ropajes, no requería de maquillaje o adornos en el cabello. No buscaba conquistar a nadie, y no pretendía más nada que sólo dar un paseo nocturno. ¿Pero quién en su sano juicio deambula solo en las calles con los peligros que el hombre ha creado? Sólo un imbécil destrozado, cuyo infierno personal es más grande que cualquier otro. Yo no había pecado en lo absoluto; en cada uno de los textos, en cada maldito códice, en cada rincón y en cada jodida metáfora, amar a alguien no es pecado y, ¿Por qué lo que yo sentía era lo contrario?

Sin rumbo fijo, sin mirar más nada que la punta de mis pies asomándose por debajo de las faldillas, llegué hasta una banca simplona en medio de la nada, así estaba yo, jodida y sin nada más que torbellinos de pensamientos. Me quedé fija, divagando entre lo que pudo y no pudo ser. En medio de lo que quiero y lo correcto. A pesar de tanto estudio, de tanta lectura, te toda la poesía y la lírica del mundo, después de toda la maldita perversidad que existe, de toda la ambición y el pútrido pensamiento del hombre, no había nada más sucio que el simple hecho de desear lo prohibido.

Casi como un fantasma en el cementerio, una mujer de belleza espectral, se posó ante mi mirada perdida. No presté atención. Pensaba en ella, en Alice muerta ante mis ojos, nadie más importaba entonces. Ella habló primero. Su cuestión me pareció agresiva y acusadora. Yo no la veía a ella, en realidad, no veía nada más que esa imagen otra vez. Aparté los pensamientos con dificultad y me concentré en ella. Era hermosa, es verdad pero para apreciar a la musa, se necesita ser un corazón libre, sólo aprisionado por las formas de para quien se crea el arte. Yo había encontrado la mía, y por desgracia, no se trataba de esa mujer. Sonreí. –El mundo no gira por vos- Suspiré y desvíe la mirada. –Y a estas horas de la noche, cualquiera puede ser quien sea, incluso un fantasma como yo- Musité, ignorando por completo que ella estaba ahí, la reflexión había sido hecha para mí.


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Mensaje por Shelly Draven Sáb Jun 20, 2015 4:56 pm

La pelirroja mirábame arisca como un libro de hojas secas y antiguas, que no espera ser leído por nadie, era una simple humana con la vista tan o más perdida que yo, entre sus limitados pensamientos, más perseguida me sentía yo, por la aberración humana, que no sabe que el poder reside en los ojos, pero a veces son tan inútiles como la gente que los trae…“Cualquiera puede ser quien sea”, repetíase la frase de la gélida humana dentro mío.

La observé con detenimiento después del rebote de esa frase en mi cabeza…
“-¡Al fin un alma humana con razón!”- pronuncié dirigiéndome a la joven, más sin intenciones de alabarle.

Si, ella era muy joven pero al prestar más atención a su esencia y aquel color que todos los seres desprenden de su materia, la muchacha tenía una gran agonía arrastras, esa mezcla exquisita de muertes y amores que para seres como yo, producen una gran armonía y admiración de su belleza. Veíase a la muchacha despertar de un gran letargo de fantasmagóricas penas y fuertes demonios en rededor de ella.

-El mundo no gira por nadie, humilde muchacha. Ni por mí, ni por ellos, ni por ellas…- le contesté haciendo un suave recoveco a la palabra “ellas”, con respecto a su anterior fragmento visible de burla ante mí.

El camino hasta su posición parecíame más corto de lo normal, quedando frente a ella. Observábala más de cerca, percibiendo el dulce aroma de la sangría hecha herida en su alma, “¡Que exquisitez!”, me dije de adentro. Su melancólica presencia volvíala aún más interesante para mi perverso corazón muerto. Tiempo sin juguetear con las sensaciones ilusorias incrustándomelas, cómo si todo eso existiera.

-Me pregunto yo… ¿No estaréis muy infante para rondar como un fantasma por las oscuras calles de París, sin protección alguna de las aberraciones naturales propias de este plano de vida?- hablé un poco más, solo por el placer de saber, que me respondería esta vez la criatura.

Percibíalo este aquel diario viejo y abandonado de muchacha frente a mí, con tinta borrosa ante la clarividez de mis dones, captar mi atención era difícil, por lo que indagar más en su excéntrico y evidente espíritu melancólico sería todo un desafío para ambas….
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Mensaje por Nadége Morózova Lun Jun 29, 2015 12:29 am


La razón es ávida en relatividad; un demente puede decir que hay monstruos bajo la cama y, aunque el resto no esté de acuerdo con él, puede que esté en lo cierto. Traté de sonreír, pero la mueca de mis labios sólo se figuró en un lado, dejándome vacía y sin dirección en las facciones que parecía completamente ridículo. Sin embargo, había algo en la figura ajena, que me hacía caer en la tierra una y otra vez, por más que quisiese escapar nuevamente a ese sitio en mis pensamientos.

Me quedé absorta, escuchando la reverberación de la palabra “Ellas” que sin ton ni son utilizó el seductor espectro ante mí. ¡Por supuesto que el mundo no gira por ellas! No el mío, no el de los demás y, a pesar de todo, como duele el que no sea así. Mis pensamientos revolotearon entre la agonía, el desdén, la impaciencia y la ironía, pues como todo buen poeta, yo me alimento de es estado melancólico por el cual mi corazón padece. Y, sin más preámbulo, ella vino a mí.

Me perdí en el color de sus ojos, la forma de sus labios y la textura de su piel. Juraría que la proeza de dios había sido crearla a ella, pero mentiría, pues no existe mejor sinónimo de belleza, que mi primera musa. Aún así, debí reconocerlo, su beldad cegaba mis sentidos y quizá enloquecería mi cuerpo con el simple hecho de imaginar el cáliz bajo su dulzura. Sacudí la cabeza. Necesitaba concentrarme en la conversación y no en un tonto sueño, que por arrastrar las fantasías hasta la realidad, me había vestido de luto en más de una ocasión. Gruñí para mis adentros.

-La juventud no se mide en años, y no existe en este mundo, peor aberración que el mismo hombre- Musité. ¿Cuándo en la vida me había sentido intimidada por una hembra? ¿En qué momento, mis palabras más que mostrar seguridad, identificaban mi falta de experiencia? Entonces callé. Silencié no sólo mis labios, también las voces que giraban, una tras otra dentro de mi mente, quería escucharla a ella. Más al igual que la noche empapada por la lluvia, no hubo sonido alguno, más que el crepitar de mi corazón acelerándose por su cercanía. Y en ese instante lo entendí.

–No estoy sola, estoy con vos-. Aunque mi voz sonó con firmeza, deseaba cuestionarla. Acusarle con el dedo y arrojarle a la hoguera. Era una dama distinguida y con ello no quiero decir que se tratase de una mujer en alta alcurnia, con el hecho de ser mujer, así fuese una puta, merecía ser llamada reina. –Pero decidme vos, ¿Qué hacéis en un lugar tan desolado, con una curiosidad digna de los críos y una mente estrecha, pero abierta a las insinuaciones de la noche?- Escupí. Si bien aún no me atrevía a encararlo, podía desviar las palabras y que al final la respuesta se diese por si sola.


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Mensaje por Shelly Draven Lun Jun 29, 2015 4:18 pm

Observaba desde mi posición la entrada de la taberna, y de paso la ventana de la habitación de alquiler en dónde había tirado al hombre que se atrevió a cortejarme, acabando con su propia muerte para satisfacer mi sed. Y respondíale seca ante la joven, a su segunda consulta, con una casi imperceptible seña en demostración a lo que estaba por decirle:

-Me divertía.-dije dando una leve mirada nuevamente a la taberna.
–¿Vos bebéis algún trago? Debe ser…si para vos la edad no es inconveniente-. preguntábale con justa medida en cada centímetro de mis palabras.

Nerviosa sentíase la criatura ante mi presencia, una llamarada para dar paso al comienzo de mi juego, más servíame como una pequeña distracción de aquél turbio mundo y obscuro precipicio de pensamientos personales que a ambas nos envolvían, cada una por su lado, como a una alfombra que aguardaba cadáveres para ser arrojados al mar.

-Estáis conmigo, que presuntuosa…-acoté mientras su dulce frase retumbábase en mis oídos, más era como escuchar una tormenta de palpitaciones que no sentía yo, desde hace años.

Enseguida percibíale un poco más dentro de su mirada, y de los cortos movimientos de sus labios, un travieso tono de abstinencia. Caminando a paso lento rodeábala seduciendo hasta el más fino de sus vellos aguardados bajo aquella fina bata de seda que no protegíala de ninguna especie de contacto con su exterior. Deteníame de tanto en tanto, a observar el cuerpo extrañamente desarrollado para ser una menor de edad, a su edad parecía yo aún una niña sin voluptuosidad santa como la de esta joven. Recordé entre mis pensamientos.

Con la ligereza de un majestuoso gato, tocábale con mi mano enguantada su cintura, como repasándome entre los pies de un amo, un movimiento un poco alzado debo reconocer, más girábala en sí misma para subir mi mano y tocar su hombro, esperando poder dirigirla camino a mi lado.

-Ya que estamos solas pero juntas, acompañadme a beber un trago a esa taberna.- Solté el roce de la mano mía en su hombro e indicábale el lugar. Y mis intenciones convertíanse en una distracción de aquella morbosa humanidad que nos juntó a ambas en ese lugar.

-“Aquellas virtuosas marcas de sueño y cansancio en el rostro suyo, perseguíanme en la mirada. Y ell tono neutral de su pequeña vocecilla, griseaba aún más el canto del ruiseñor mío, que descansaba angustiado dentro del alma mía. El vivo color de las mejillas suyas y las pecas que ornamentábanle seducíanme el lago azulino de los ojos míos llenos de nostalgia y aburrimiento ante las tóxicas bocanadas del humo basura de la presente sociedad…” ¿Conocéis esa antigua canción?... ¿Os pensáis lo mismo?- cantándole yo, preguntábale la opinión suya con respecto a aquel verso que acaba de crear al tocarla, más fue una mentira que florecíame para que no se diera cuenta de mi percepción de armonía junto a ella.

Preguntábame entonces para mis adentros: "¿Qué hacéis con ella Shelly? …¿Acaso el ruiseñor estaría listo para ser despertado en el escondrijo de tu asquerosa alma? …¿Aun así por una niña?"

-¡No!-.
Respondíame contemplando el espejo de mi alma, mis ojos brillaron al pensar siquiera en aquella lejana posibilidad de felicidad. Y la imagen de la niña que forma tomaba, en estos ojos intentó envolverme en un dulce delirio de felicidad. Decidí entonces que sólo sería un trago y ya, que así como todas, sería un simple hecho banal de este putrefacto mundo que de sencillos placeres extraño, más que nunca volvería yo a tener o disfrutar.
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Mensaje por Nadége Morózova Mar Jul 07, 2015 11:08 pm


Me rendí. Caí inmersa en la picardía que escondieron sus palabras como si se tratase de un hechizo, o una promesa que haría que mi mente se olvidase de todo, como si con la dulce melodía de su voz me arrastrase al infierno. Y no, lejos de lo que se supone debe ser un tortuoso lugar, para mí es ahí donde la poesía cobra vida, donde los escritores pierden la mente, donde se pierde la decencia y nacen las musas. Me sentí atraída por su cuerpo, pero había algo más en ese espectro que me llamaba a tocarle, a conocerle, a desnudarle…

La sonrisa de mis labios fue opaca, un simple y vago mimo que se vio ofuscado por el temor a su reacción. Evidentemente había sido vanidad el saberme acompañada de tan magnífico ser y, en ese instante, el hechizo se esfumo dejándome ver la realidad. ¿Quién era ella, que cuan perfecta diosa se impone ante mí para desencadenar todas y cada una de las pasiones? ¿Tendría que darle gracias a dios o temerle al demonio? Exhalé. La noche era suficientemente confortable, pero el fuego de mi interior había sido apagado por las dudas, tan gélido se volvió mi piel, que el escalofrío producido por el pensamiento, no sólo erizó los bellos de mis brazos, sino que también había hecho que mis labios emitieran un halo de vapor. La temperatura descendió repentinamente.

Soy una joven pasional, pensante y raramente aconsejada por el instinto; necesitaba tocarla. Cerré la distancia entre ambas mientras ella abundaba en las respuestas a preguntas que habían perdido el sentido. Me sentí cual Ícaro deseando alcanzar el sol, pero a diferencia de él, yo no me quemaría. Apreté la mandíbula, contraje los músculos, cerré el puño y me atreví, con total descaro e improperio a tocarla. Apenas si alcance a rosar su mejilla con la yema de mis dedos. Me sentí rota.

No esperé la reacción ajena, ni siquiera pasó por mi mente aquella implícita seducción en la que me había enredado. La observé distante, por todo lo que su presencia representaba, un sueño que pecaba de ser real, una maldita fascinación y la resolución a todas y cada una de mis plegarias, quien quiera que fuese el responsable de tal acto, no me importaba. Condujo mi cuerpo a la locura al responder a mi audaz movimiento; me rodeaba, me enloquecía y, cuando al fin puso su mano sobre mi ser, todo el maldito ardor que mi cuerpo guardó desde la última vez que estuve con la dueña de mis tormentos, me consumió.

Asentí con la cabeza. No pude emitir sonido alguno con mi boca, había enmudecido. Tragué saliva. ¿Cuándo me volví tan inexperta, tan novata, tan infantil? Saqué los amargos pensamientos de mi cabeza con una sacudida. Cerré los ojos y e invoqué la prostituta que llevo dentro, a esa mujer que se desvela en los brazos ajenos y vive de su cuerpo, porque eso le hace feliz, porque eso le llena, porque eso es lo que le hace ser más bella. Dejé salir el aire que inconscientemente había estado guardando en los pulmones. Y, cuando me preguntó por el verso, no pude encontrar en mi memoria algo que se le pareciese, no obstante se vino a mi cabeza el como me describía Álice, con todas y cada una de mis pecas. Me sonrojé. Sí, me temó que había pensado lo mismo o tal vez, eso quería creer, deseaba tanto que ella se sintiese mínimamente atraída por mí, que respondí a su cántico con uno de mi propia enciclopedia

“Yo, mujer que, entre dudas y osadía,
te revela el desván de sus deseos;
tú, mujer apremiante, sin rodeos,
en rotunda lección de anatomía.

Entre la seriedad y la ironía
sabes nadar; yo en blandos chapoteos
fluctúo entre ansiedad y titubeos,
mientras tu mano es trazo y fantasía."

Comencé a recitar, entre titubeos y nerviosismo, cada maldito verso contemplaba lo que mi mente y cuerpo padecían. No pude encontrar mejor alusión al fuego emergiendo en mi interior, que aquellas palabras cuya musa había inspirado mi camino, fomentado mi libertinaje y educado mi pasión. Más apenas me quedé en el segundo párrafo cuando fue mi propio subconsciente el que me traicionó y, a escasos centímetros de sus labios con los míos finalizó. Mis manos imprudentes y hábiles, se movieron en torno a ella, y poco me importó la falta que pudiese producirle semejante cercanía. Ella me tentó, ella había jugado con fuego, ella había conjurado a los demonios de mi cabeza, con una simple sonrisa siniestra; ahora que mi desventurado ser se había desencadenado, sólo un par de cosas podría detenerle. Saciar la lujuria o acabar con la fuente.

-Un trago, tres o dos. No importa cuanto alcohol ingiera mi cuerpo, la sed que llevo dentro solo la podéis apagar vos-

Y, una vez más, volví a ser yo…


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Mensaje por Shelly Draven Jue Jul 16, 2015 10:38 am

La recatada muchacha saltó de lo más alto de la ventana esa alcoba en aquella mansión de su alma, que la mantenía encerrada presa de los deseos de su carne, y de sus sueños de libertad en dónde los demonios danzan a nuestro alrededor. El nerviosismo suyo disipábase a medida en que acercábase a la materia fría, añeja y putrefacta del cuerpo mío. Sentíase aún los miedos en aquella muñeca rota, pero se desataban en forma pasional en conjunto entre el roce de la mano suya contra el espacio de la mejilla mía.

El rostro suyo que no era de terciopelo, ni mucho menos suave o perfecto inundábase en el espacio-tiempo entre un latido inexistente en mi pecho, y el aliento suyo como una bocanada del mejor tabaco, esparcíase cerca de mis labios…. Añoranza, ilusión… ¿Qué sería todo aquello?, ¿En qué se convertiría todo aquello?... preguntábame con impulsiva curiosidad por saber aquella respuesta.

Pronto sentía como si el tiempo corriérase más rápido… ¿Por qué?, si para mi el tiempo ya no tenía ni sentido en esta banal existencia muerta de luces, estrellas, vientos de un Norte perdido, de un instante roto, de la sonrisa borrada del cielo infinito en el que yo creía hacia tiempos de oro atrás…

Amaba yo entonces, la expresión de su jovial rostro que consumíase en un infierno creado desde mi autoría, las mejillas sonrosadas de la criatura conquistaban mis pupilas apagadas de amor, pero llenas de lujuria y pasión que desencadenábanse en las entrañas de ser, elevábanse mis expectativas con la muchacha y sucumbíanse en mi pecho de mármol, sus nítidas palabras:

“…Un trago, tres o dos. No importa cuánto alcohol ingiera mi cuerpo, la sed que llevo dentro solo la podéis apagar vos…”

El poema original de esta alma en quiebra tras la pérdida de la fémina convertida en miel de inspiraciones para la muchacha, transformábase en un código de declaraciones que hacia mí se dirigían… ¿Acaso vería ella tal vez, una similitud entre su musa y la muerte mía que de podridas lujurias y frías pasiones, he de necesitar desatar, y de placeres mundanos que para un ser como yo, poca trascendencia les va quedando?... Es más, la osadía marcó mis reflexiones y me di el derecho de preguntarme: “¿Podría ella llevarme en un carrusel de emociones nuevamente, como antes de ser lo que yo soy ahora?” ¡Pero que pensamiento más pagano el mío, mediocre e inaceptable para los de mi raza fría y emancipada de los seres humanos!

…Pero la joven, el sensual juego, las miradas, la ella…toda ella lográbame apretar el corsé verde marino que traía puesto, como si mi esbelta figura fuera a deformarse y hacerse un líquido que explota derritiéndose por las ganas de tocarla, de trazarla entre mis dedos, y fundirla contra mi cuerpo a la pelirroja…

-Sé discreta.-decíale a la joven mientras avanzaba con ella hacia las puertas de lo que en esta pronta noche convertíase en el intercambio de cuerpos bañados en licor, uno de menta tal vez, otro de rosas, de sangre u otro de carne…

…Si, de carne de la carne suya y mía latiendo en el vaivén de este juego, en el “ahora te toca a vos, a vuestro turno…” ¡Si ahora…si ahora!…libérate conmigo pequeña alma distorsionada, discriminada por la culpa, y elegida bajo la misma mano que da muerte a estas banales inclinaciones…. Cederé, cederé ante mi deseo de lo prohibido, de pecar contra mi Iglesia, mis principios, mi guerra, mi deseo, mis demonios…

-Seréis mía por esta noche. Te concederé todo lo que vos queréis. Un trago, un espectáculo, un paseo bajo las estrellas… todo será vuestro, solo tenéis que pedírmelo…- susurrábale a su oído derecho con la voz mía de la conciencia teatral del mal, mientras peinábala corríendole un mechón de cabello de su rostro, el suspiro que en el pecho mío encerrábase, solo podía salir bajo su permiso, bajo su mano rozándome la tersa piel de mármol…
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Mensaje por Nadége Morózova Sáb Ago 08, 2015 3:43 pm


El nombre es lo de menos.

La taberna; la lentitud de mis pasos, arrastrados por esa desesperada pasión que inició en el cosquilleo de mi vientre y culminó en medio de mis piernas, me conducían con frenesí a la taberna. No sería la primera vez que yo visitaba aquel lugar de mala muerte, mucho menos la inauguración del escribiendo poesía entre los brazos de una mujer. ¡Oh! El sólo hecho de evocar la cava donde se guardan los vinos, la mirada felina y ambarina de sus ojos, el cabello azabache y de mediana melena, piel blanca y sedosa como el fino mármol. ¡Afrodita!
Mis pensamientos me engañaban, apenas hace un instante añoraba la presencia de Alice, y tras observar las luces de a taberna, escuchar su alevosía interna, olfatear el hedor a miseria, podredumbre, embriaguez y pecado, había recordado que, aunque Alice fue la primera, no se trataba de la única. Y, de alguna forma u otra, tanto a ella como a Afrodita aún las amaba ¿Puede la mente dividir las sensaciones y emociones? ¿Puede el corazón gestionarlas de tal manera que sean dos y no una persona la dueña? ¡No! ¡El corazón no puede hacer nada más que bombear sangre al cuerpo! Y, a pesar de que mis pensamientos eran un caos, había un espíritu aventurero dentro de mí, aquel que me forzaba a continuar con mis pasiones, aquel que incitaba y me gritaba “Déjate llevar”.

Pareciera que las pasiones son más fuertes que cualquier otra cosa, pareciera que la tentación no se libra hasta que caes en ella, pareciera que el hombre está destinado al fracaso cuando de voluntad contra lujuria se trata. Caí. Extendí las alas, pero no había aprendido a volar, por lo cual el abismo frente a mí, pareció devorarme por completo. Y, aunque pude arrepentirme, no lo hice.
Seguí sus pasos, escuche su tenue advertencia, lejos de causarme escalofrío, dibujó una sonrisa pícara en mis labios. Las pulsaciones aumentaron, pude percibir como lentamente los poros de mi piel se abrían, mis pupilas se dilataban y una chispa eléctrica recorría todo mi ser. Cualquier mujer es capaz de provocar reacciones inadmisibles en mí, pero hasta el momento, sólo dos se habían atrevido a estallar en jadeos junto a mí ¿Sería ella la tercera? Dicen que la tercera es la vencida…
Deseché absurdos pensamientos de mi cabeza, aunque ella quisiera copular esta noche, sé perfectamente que, al amanecer, ella desaparecerá como lo ha hecho con muchas otras amantes o quizá sea yo la que deje su cuerpo tendido, mientras silenciosamente escriba una oda al desvanecimiento y soledad. ¿Qué importa quien se marche primero, si la noche apenas está por comenzar?

-Los deseos no existen, las estrellas son inalcanzables, los deseos son tiempo perdido y lo único real que podéis concededme es dormir al amanecer entre vuestras piernas; Acunadme en vuestro seno y dejad al viento onírico crear una sinfonía con vuestros gemidos.- No soy atrevida, no soy más que una simple mortal, pero cuando de consagrarme en el éxtasis se trata, podría bien transformarme y ser precisamente aquel demonio libidinoso del que se habla. No pude contenerme y atrapé su delicada figura entre mis brazos. Su cintura, diminuta e idílica, era un cómplice perfecto para escalar sobre su cuerpo. Mis brazos se deslizaron a través de su espalda, alucinando, persiguiendo. Desaté el cordón de sus vestiduras, pero no la desnudé. Aquí las miradas no sólo juzgarían mis actos, también serían partícipes de su despojo, y yo, cuya alma ardiente se va desatando, eran también envidiosa.
Mis fauces, hambrientas, querían devorar la piel blanquecina de su mentón, mordisquear sus lóbulos y recorrer el arco de su cuello con la lengua empapando y los labios succionando. Reparé en sus comisuras, la observé y pude verme a través de sus ojos. Jadeante, hechizada…
Enredé mis dedos entre sus cabellos, obligué a su cuerpo para que me siguiera; al poco tiempo, mi boca se encontró con la de ella, y la lengua atrevida e ingeniosa, se deslizó a través de sus labios. Serpenteaba y rebuscaba dentro de aquella dama cuyo nombre, aún ignoraba. Al menos, en algo tenía razón Donovan, el nombre siempre es lo de menos.


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Mensaje por Shelly Draven Lun Ago 24, 2015 2:30 pm

El Hedor mío de muerte dispersábase por todo el lugar, la fatal mirada mía con la que observaba al dueño de la taberna para que encomendárame una habitación sin ventanas para mí y la carne tierna de los delirios míos que iba a mi lado, en un intercambio de roles donde pronto era yo la que seguíala y se despojaba de todo. En un santiamén, la pelirroja sedosa…ella la muy acaramelada desatóme el corsé hasta cierto punto,  en  donde la muerta respiración mía atravesábase entre nosotras. Entonces, acercábala con esmero desde la delgada y pequeña figura suya controlando los impulsos míos de bebérmela enseguida. Podía escucharle la sangre caliente correr por los finos tejidos de su piel, acerqué la boca mía a declararle en su oído:

-Brindaremos por esta noche, esperad…- díjele. Y caminando lentamente hasta la pequeña mesa de la habitación, servíale un trago de vino y decidí acompañarla por esta vez, con uno.

Sentábame en el diván cercano a la cama, viéndola desde allí con la copa de vino entre las pálidas y delgadas manos mías de cadáver y veíala con suma atención, aquellos ojos míos dibujaban un perfecto boceto de la lengua mía, trazando para dar textura a sus labios dentro de mí, atrapados por lo frío y reseco que mojábanse de ardor con su sangre… Si asi es…
Imaginábame desangrándola lentamente con mis propios labios junto a los suyos, y recorríala desde la cintura hacia arriba remarcándole el tronco impuro lleno de lujurias que congeniaban con mis más oscuros deseos. Mirábale con recelo con una jeringa en los ojos míos, al encontrar tanta belleza en un pedazo de carne….

Sus ojos pedíanme pasión y descontrol…. ¿Cómo yo, Shelly Draven negarle a una criatura tan impura y huracán, el caer en el ensueño de mis dominios, entre mis brazos regocijándola con lujuria, disfrazándome de diosa para tenerla sellada entre mis labios?

-Contadme cuál es vuestro nombre luna roja de pasiones…- díjele en un tono firme y profundo  saboreando el vino tinto de mi copa, repasando su cristal levemente contra el mentón mío, sin desviar la mirada de mi bella psicópata pelirroja…

-Tened en cuenta que la Muerte nos busca en cualquier momento, y éste podría ser vuestro día… pero sería una noche que no olvidaréis… -decíale sin preámbulos a la joven acercándome hasta ella, mientras que agachábame frente a ella, abríale sus delgadas ropas y besábale a ojos cerrados de ternura y pasión suavemente, las blanquecinas y delgadas piernas de tanta finura femenina y delicada.

El tacto calórico que emanaban sus piernas con lentitud contra mis labios, desprendían las llamas apagadas en mi interior hacia el aire. El cristal que sostenía en una de mis manos, vibraba de ansias de quebrarse, y manchar su blanca y jovial piel de nieve nocturna que me cubría esa noche en la Taberna… mancharla de rojo en todas partes, saborear su sangre era lo que más atraíame, más la ternura de la carne juvenil era también una debilidad desesperante dentro del cuerpo mío. Curvábase mi espalda cerca suyo, así mismo la punta suave de uno de los senos míos, chocábase inocente contra su rodilla, después de que los labios míos ligeramente tocábanle como a un detalle, aquella piel tan exhibida a los peligros de ansias mías, deseos, sangre y muerte….

Al arrodillarme quedábame a su altura y la ligera mano mía tocábale uno de sus largos y ondulados mechones de cabello rojizo, el cuál repasé suavemente por la mejilla mía….

-…Llevadme de esta Tierra inmunda…- susurrábale con voz apasionada, a ojos cerrados tomando el aroma de su cabello descansando entre mis dedos con ligereza…
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Mensaje por Nadége Morózova Lun Sep 07, 2015 9:51 pm


¿Nirvana? ¿Valhala? ¿Campos Eliseos? ¿El Aaru? Todos y cada uno de los conceptos concebidos por mi mente, haciendo alusión al paraíso u otras metáforas trascendentes, quedaron hechas añicos cuando pude visualizar en mi mente las escenas ilícitas de su piel contra la mía. Sabía perfectamente que las expectativas resultan ser mayores a una realidad decepcionante, pero la imaginación que acuné tras el primer susurro de su voz, no me defraudó tras compararla con lo palpable, y para mi fortuna, había sido precaria.
Entonces, ¿Dónde estaba? Era evidente que ningún edén me aceptaría en mi forma mundana, menos habrían de concederme aquel bello ensueño; fue entonces cuando retóricamente mis pensamientos me arrastraron hasta una hipótesis amarga pero que tal vez sucumbía a cierta lógica, yo no había trascendido, me hundí en el tártaro o cualquier otro infierno religioso, pues era allí, donde las banalidades se hacían reales. Entonces, sonreí.

Escuché su voz y su prosa maldita. Mis sentidos se perdieron, me sumergí únicamente en su observación, en cada movimiento ejecutado tan perfecto y delirante que ofusque los temores. Era su mirada cual alfiler, era su tacto cual seda. –Samantha- Susurré presa de su hechizo. Nunca mi nombre me había costado tanto trabajo, nunca antes sus letras me hicieron parecer insignificante, por el contrario, presumir cada nota vocal de su composición, me hacía sentir superior, me hacía creer que era lo último que podrían suspirar mis amantes. Sin embargo, en esta ocasión, había deseado llamarme de otra forma, que aquella inusual identificación, tuviese un significado más significativo que simplemente “Samantha” ¡Que mofa!

Sentí como su cercanía era diferente a la mía, su calor era abrasivo. Me sentí como Ícaro aproximándose al sol, me sentí como Narciso hundiéndose en el fondo a causa de su propio deseo, me sentí presa, víctima y musa de la destrucción.
No obstante si yo iba a ser, devorada por aquel hermoso y fatídico destino, ella habría de perecer conmigo, yo soy el detonante, ella es el objetivo.
Desnudé por completo su torso sin ningún miramiento, y mis dedos trazaron la línea de sus huesos por encima dela piel. Mi solo tacto cosquilleó contra ella en más de una ocasión, creando círculos abstractos, figuras amorfas, y tal vez, escribiendo alguna que otra prosa. Sumergí el dedo índice en la copa, barnizándolo efímeramente con su amargo sabor. Doblé las rodillas, quedé a su altura, y mi rostro copió al suyo, más aquella mano cuyo índice se encontraba embriagado, rosó su mejilla para posteriormente introducir la falange dentro de sus labios. Siempre he sido seguidora de la idea que el vino cambia de sabor, dependiendo de en qué o quién lo sirvas. Con la otra mano, enjuagué mis fauces con el tinto líquido, más no lo bebí, sólo humedecí un poco el desgaste y la ansiedad, para poderle besar…

De pronto, la inseguridad invadió cada rincón de mi ser, desde la mente que se veía elevada en su máxima expresión libidinosa, así como el cuerpo que serpenteaba ante el paroxismo de mi lujuria. ¿Quién era ella? Había obtenido de mi la sumisión incluso antes de conocerla, había conseguido de mí absolutamente todo, incluso había logrado resumir mi orgullo sexual a una simple línea temerosa que ni siquiera pude pronunciar. Me vi terriblemente acorralada, sucumbiendo a sus desdeños, pero a pesar de que los terrores danzaban a mi lado, no deseaba retirarme de ahí. Quería más, siempre más. Y, a estas alturas, no importaba el precio. –Si vos habéis de ser la causante de mi deceso, os pediré que escribáis el sublime réquiem de mis jadeos y convirtáis mi cuerpo en arte, sin importar lo grotesco que resulte a la vista- Y así, sin nada más que entregar que la propia vida, cerré los ojos y me entregué a ella.


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