La sombra de la princesa | Privado

por **Tiare** Jue Ene 14, 2016 5:33 pm

Seis meses tardó en sanar Tiare, seis meses le costó llegar a los Países Bajos y en seis meses asimiló no sólo su derrota, también aceptar el acuerdo con Aidara Vilhjálmur, la princesa de los Países Bajos y su protegida. Sin embargo, antes de infiltrarse para encararla esperó a que ninguna cicatriz o marca en su rostro fuera visible. Había sido expuesta al sol y puesta en un faro, penetrada como si el fierro del faro fuera una estaca y aún así supervivió y asesinando a una docena por noche trataba de sanar lo más rápido posible. Si bien era cierto que era una hija de los milenios la exposición al sol fue prolongada y ardía en llamas. Vivió un infierno y ¿cómo esperaba Aidara que Tiare cumpliera su promesa?, la furia con la que se alimentaba la hija de los milenios no tenía precedente, cometió un error con ella pero no permitiría que volviera a pasar, le arrancaría la cabeza de un sólo golpe, al menos eso tenía pensado hacer. ¿Qué cambio en ella?

Desde que asesinó a su creadora Tiare vio a los demás como juguetes, le divertía controlar su vida, manipularlos. Todo lo conseguía, nada se le resistía pero los Vilhjálmur, el maldito príncipe fue su perdición. El no controlar su sed de sangre, el consumir la alma de sus víctimas obtuvo conocimientos y fue dándose cuenta de que estaba perdida. Aidara había hecho más que derrotarla, exhibió la verdad detrás de los juegos de Tiare. La hija de los milenios estaba sola. Los meses pasaban y su camino a los Países Bajos le abría más la mente. No mataría a Aidara, no jugaría con ella. Defendería no solamente su vida, también su humanidad.

Todos los vástagos de Tiare perecieron por su propia mano al temer que le arrebataran el poder, pero ella no era su vástaga, de ella podía aprender la humanidad que hacía mucho ya había perdido y que no reconocía. Y así llegó la noche, en el palacio sólo estaba Aidara y ésta ya estaba alimentada, Tiare lo percibía y se sentía cómoda de que así fuera. Ahora ellas podían charlar sin problema alguno, sin alteraciones. Por supuesto, prevía una reacción defensiva de Aidara. Pues como ella misma pensó cuando seguía en París alimentándose ¿cumpliría su palabra? Aidara pronto lo averigüaría.

Como una sombra se desplazó entre los pasillos evadiendo la guardia de los Vilhjálmur hasta que llegó a una amplia habitación, una sala de estar donde Violante y Aidara pasaban el tiempo leyendo o converzando. Tiare se recargó en uno de los pilares que sostenían el techo. —¿Cómo se siente la tranquilidad querida? —usó el mismo tono de antes, sarcástico y malicioso. Después avanzó dos pasos hacía Aidara cruzando sus brazos—, te sorprende verme, ¿eh? —dijo con desprecio, observando a Aidara con odio, sentimiento que no podía remover de su ser pero que no la guiaría en el propósito que se había planteado.

—Cometieron un error al no asegurarse que estaba realmente muerta, he recuperado mis fuerzas y más que eso Aidara, he consumido a tantos vampiros que incrementé mi poder. No existirá otro milagro, ya no podrás vencerme aunque poseas mi sangre mi pequeña niña —dijo en tono burlón.

por **Aidara Dupont** Miér Feb 10, 2016 5:30 am

Pudríos en vuestros avernos
Y no vengáis a molestar mi sueño
Pues al despertar puede que ya no sea la misma
Y es que quizás madre,
Ya no seáis el único demonio de estas tierras.

La vida en el palacete no podía estar más tranquila, que en aquellos tiempos de paz y calma. Los únicos problemas que allí se reinaban eran los que las noches de audiencia abierta al pueblo, estos les comunicaban al príncipe o a la princesa. Normalmente, solo eran meros problemas entre vecinos o mercaderes y era fácil poner paz. Debían acatar lo que decían sus príncipes y así lo hacían, además, para todos era conocido que los príncipes eran partidarios siempre de escuchar a ambas partes antes de dar su veredicto, si algo tenían que añadir. Eran inteligentes, y aunque a menudo, era difícil verles, todo estaba en su lugar. Aidara se sentía segura con su príncipe y a pesar de lo que tanto Violante como ella aún tenían que afrontar, las inseguridades de uno y el frenesí de la sangre del otro, todo estaba bien. Aidara no pensaba dejarlo solo en sus batallas y estaba seguro que él tampoco la dejaría, no ahora después sobrevivir a la batalla más cruenta que había literalmente, jodido una parte de ellos separándolos por años, en los que en soledad cada uno peleó con saña y dientes contra cada uno de los demonios infernales que se habían apoderado de sus cabezas.

Por eso, por las batallas que aún en soledad ambos debían batallar, aquella noche Aidara se quedó en el palacete mientras Violante salía de caza. Últimamente había una gran parte de la población femenina que temía salir de noche a causa de las recientes violaciones que en la cúspide de la noche se habían llevado a cabo por unos extranjeros que unas semanas atrás habían atracado en sus puertos. Ahora estos solían ser las victimas favoritas de la princesa, que sin querer matar a alguien inocente buscaba siempre eliminar a los delincuentes. Quizás así todo el mal que había hecho aquellos años en que la locura se había hecho su compañera inseparable recorriendo las calles de París, podría tener algún perdón. Ahora ya no mataba inocentes, solo aquellos que no merecían vivir, aquellos que disfrutaban del mal ajeno tanto como ella, terminar con la vida de estos. Y Violante, su amor, su esposo, su príncipe algunas noches también la ayudaba a borrar ese mal de sus calles.

Lo que no habría esperado de esa noche en que apaciblemente se encontraba leyendo una de las últimas novelas que su amor le había entregado, es que ese mal que aquejaba a la ciudad ya de ambos, quedase empequeñido a la nada en comparación del mal que de un momento a otro irrumpió en la tranquilidad de la princesa. Su sangre le había avisado de la cercanía de otra de su especie, sus sentidos se habían alertado pero no fue hasta oler aquel nauseabundo perfume y oír aquella voz modulada por el averno que no se alertó, no obstante, cuando lo hizo ya era tarde. Tiare estaba allí, de nuevo. Inimaginablemente viva y sanada; perfecta en su malicia.

—Erróneamente creí que las pesadillas en algún momento llegaban a su fin. Ahora sé que hay pesadillas de las que es imposible escapar. —Dijo citando textualmente lo que una de las féminas victimas de esos malhechores le había dicho cuando la salvó y no podía estar más de acuerdo. Ahora tenía a la peor de sus pesadillas delante, cuando erróneamente había creído que todo aquel pasado lo había dejado atrás junto con aquella estaca de hierro en que abandonó el cuerpo de Tiare a las caricias del cálido sol.

Dejó el libro que permanecía hasta entonces en sus manos y levantándose del sillón en que descansaba inmersa en aquella lectura, se giró para encararla. Su mirada enseguida clavada en los orbes de la milenaria, chocó contra ella y así como sus ojos, los suyos también se enfrascaron de un odio intenso e irracional. El más puro odio llevaba su sangre muerta a arder en su interior y sintiendo el cosquilleo parecido del de la caza, subirle hasta la cabeza se movió unos pasos hacia ella, examinándola con la mirada. Estaba impecable y sentía su fuerza, ligeramente mayor que la suya. Ella aún contaba con la fuerza de los neófitos y el descontrol que podía llegar a usar, y el cual tal y como antaño lo había hecho para salvarse a ella y a Violante de Tiare aquella noche en el pasado, lo sentía de nuevo florecer con fuerza en su cuerpo. Solo debía de dar un paso en falso y se desataría la tormenta, y esta vez, la princesa no iba a contenerse ni un segundo. Cualquier mal que acechara la vida de su príncipe y lo que estaban creando juntos, tenía que desaparecer de la faz de la tierra.

Y más vale que desaparezca hoy que no está él, pensó alegrándose de que hoy no hubiese muchos en el palacete de sirvientes y su príncipe, se hubiese ido. Así podría centrarse únicamente en exterminar la rata que se había colado de nuevo en sus vidas. Cuando Tiare dijo sus últimas palabras, sonriendo, la princesa mostró brevemente su afilada dentadura como así, una risa escapó de ella. ¿Tan ingenua me crees como para no anticiparme, a ti?, pensó sorprendida de que pudiese pensar en que la tomaba por sorpresa. Sí, no esperaba su visita, pero mala hierba nunca muere y Tiare, era la prueba de ello.

—Si Perséfone debe caer, te recuerdo que Hades ya una vez lo intentó, y cayó. —Le recordó con una sonrisa burlona —Fracasaste Tiare y si piensas que no he tomado medidas, si piensas por un momento que me confié, te equivocas… Desde tu muerte he estado preparándome para sobrevivir a tus pesadillas. —Sonrío y simplemente la afrentó con la mirada. Su actitud fría distaba mucho de cómo ella era en realidad, más ahora no le importaba. Aquella vampiresa se merecía no simplemente todo el odio, sino todo lo malo que pudiera guardar en su interior. Tiare a fin de cuentas era la única culpable de que pudiera existir esa parte en ella, porque una vez la princesa bebió de ella, apoderándose de su poder, también lo había hecho de parte de su alma y el alma de Tiare más que negra, era infernal. —Tú habrás tomado tus medidas, pero yo no me he quedado atrás. ¿A qué viniste, Tiare… o perdón, quizás sería mejor llamaros; madre?

por **Tiare** Vie Mar 18, 2016 3:22 pm

La hija de los milenios soltó una risa divertida, luego, simplemente desapareció de la vista de Aidara para que en microsegundos estuviera a su espaldas cogiéndole de los dorados cabellos. Tiare hundió sus dedos como el mármol por la melena radiante de la princesa y simuló peinarla. —Sí, así es mi niña. Puedes llamarme madre. Mi sangre sea adherido tanto a tu cuerpo que ha desplazado la de Violante. Dime mi niña, ¿Violante no ha estado distante?, ¿indiferente a ti? —Tiare acercó el cabello de Aidara a su nariz y exhaló, luego, lo dejó caer sin más caminando hacia uno de los sillones que estaban en la estancia.

—¿No lo notas?, tu piel es más dura que la de Violante, más lisa y más pálida. Te asemejas en apariencia a una hija de los milenios. Los he estado vigilando, te he estado vigilando mi niña porque eso que has dicho es cierto. Eres mi hija, desde el momento en que bebiste tanta sangre de mí te convertiste en vástaga y tu poder no hará más que crecer. Estoy aquí para instruirte, para protegerte. Me convertiré en tu sombra y no permitiré que te suceda nada. Lo he prometido, ¿lo recuerdas? —Tiare, que lucía un vestido negro como de novia, con un maquillaje oscuro que conseguía empequeñecer sus ojos la miró con determinación—. Sé que no te será sencillo creerme, pero no puedes negar lo que digo. Perderás a Violante conforme tu poder vaya creciendo, te convertirás en una hija de los milenios. Una neófita saltando miles de años. El príncipe está celoso, nublado por que eres más poderoso que él, para Violante su ser gira en torno al poder pero tu mi niña, tu no debes de pensar así, así piensa la gente común, si quieres salvar tu matrimonio debes de seguir mis consejos.

Tiare se levantó y caminando se dirigió a la salida, se detuvo antes de cruzar el arco y volteó hacía Aidara, le extendió la mano invitándola a seguirla. —Vamos hija mía, es tiempo de que desarrolles tus poderes.

por **Aidara Dupont** Miér Mar 23, 2016 11:05 am

Me inquietas el alma apaciguada de los años
Y me conviertes en fuego que no sabe dónde derramarse
Te odio y me odio
Te has convertido en un volcán
Y yo en la candente lava
Que se ciñe, que se ciñe…
En tu odio; en el mío.

Era increíble en que la vida te deparaba sorpresas una tras otra, sin dar descanso entre ambas. A veces cuando las sorpresas eran buenas, poco te importaba que vinieran todas seguidas aunque se solía decir que cuando acudían seguidas, era porque una mala venía pisándole los talones. Aun así, nadie se quejaba cuando le venían de seguidas, sin embargo, de ser malas, siempre deseabas que te dieran una tregua, un descanso en medio de ambas. Y últimamente en la vida de la princesa de la Países bajos, no había ningún descanso. El estado de su príncipe, esposo con ella no mejoraba, si no por lo contrario, empeoraba al pasar los días y los meses, y ahora para rematar la situación como un ángel caído del infierno, aparecía Tiare de nuevo en sus vidas. No era el diablo, era satánica… era aquella sombra que siempre perseguía a la princesa y de la cual nunca podía lograr escapar, visto lo visto y saber que aún la vampiresa vivía, le enfurecía tanto que podría dar su alma a cambio de que por siempre, desapareciera de su vida.

Tras sus palabras y esperando las palabras de Tiare, la princesa esperó tensa ligeramente preparada para saltarle encima en cualquier momento. No es que no sintiera miedo de enfrentarse de nuevo a ella, pues se acordaba perfectamente que en aquella batalla había estado a punto de perder ella y salir victoriosa la de los milenios, pero ya no le tenía miedo a sus retorcidos poderes. Se había vacunado contra ella. La risa de la milenario brotó de sus labios y sin darle tiempo a espacio de hacer nada, se encontró con los dedos fuertes de la vampiresa masajeando su cuero cabelludo. — Perra —Gruñó después de aquellas preguntas que se tomó como a provocación y volteándose decidida a ir a por ella en cuanto sintió como la mayor la olfateaba, no llegó a tiempo siquiera de tocarle un pelo que Tiare de nuevo desapareció, como si no hubiese estado jamás a su lado, como si jamás la hubiese acariciado del cabello, como una madre a su hija.

Enseguida la localizó de nuevo se encontró reviviendo los recuerdos de unos años atrás cuando la primera lucha entre ambas se convirtió en una realidad inamovible y acordándose de aquellas palabras que ella le dijo, en que de ganar ella, Tiare se convertiría en su protectora, en su sombra incapaz de dañarla, gruñó. No, estaba segura que no quería a Tiare cerca de ella. ¿Una vampiresa que podía entrar en la mente de un aluvión de almas mortales e inmortales por igual, era mejor tenerla cerca? La quería tan lejos que jamás pudiese regresar a encontrarla a ella y a Violante, pero a su vez, era consciente de que cada una de aquellas palabras ajenas que en otro momento podrían haber parecido tejer mentiras a su alrededor, ahora solo contenía la hiriente, cortante y oscura verdad. Estaba perdiendo a Violante, los príncipes se estaban separando y esa era la cruda realidad.

— ¿Cómo es que sabes tanto de nuestra situación? —Inquirió acercándose unos pasos a ella, pero aun completamente recelosa de aceptar nada que viniese de las manos manchadas de aquella diabla. — ¿Qué seguridad… como confiar en que me estás diciendo la verdad? Has mentido, has jugado con nosotros, conmigo… y ahora acudes llamándome como si fuera carne de tu carne, y se te olvida que de no haberte derrotado, tu misma habrías terminado con mi vida. ¿A caso es esto uno de tus nuevos truquitos mentales?

No había ninguna seguridad que ella pudiese darle que no pudiera ser desechada rápidamente por su mente. Ahora no se trataba de ver quien tenía la razón o si era de fiar o no, claramente Tiare no era de fiar y lo sabía, ahora era simplemente de ver cómo podía la princesa confiar en ella.

— Decidme madre, ¿cómo poder confiar en ti después de todo? —Le preguntó mirando fijamente la mano que la milenaria le ofrecía — ¿Cómo Perséfone podría confiar en Hades, quien su único propósito es llevarla a su infierno?

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