¡Oh mis pequeñas criaturas!

por **Sabrina De la Vega** Miér Abr 26, 2017 8:21 pm

En aquella ocasión, mi atuendo era el que acostumbraba a llevar cuando trabajaba. Era más cómodo para mí llevar en la bota el puñal, o en su funda el machete. Sin embargo, esa noche me decidí por llevar conmigo solo el puñal puesto que mi labor sería, sencillamente, la de investigar en busca de nueva información. Me observé delante del vidrio de un comercio que ya se encontraba cerrado en busca de algo inusual en mi vestimenta. La blusa blanca y los pantalones negros se encontraban apropiadamente colocados, dignos de una maniática del orden y de la perfección. Sus botas tampoco tenían ninguna cuerda fuera de lugar, y la hoja del puñal, así como su empuñadura, se encontraban bien escondidas en una de ellas. Y como siempre, el pelo se encontraba suelto sobre mis hombros. A veces lo recogía en una larga coleta, pero últimamente prefería dejarlo a su libre albedrío.

Entré en la taberna con paso decidido sin apenas mirar a ninguno de los hombres que había en el lugar. ¿Para qué? Eso solo les haría pensar una sola cosa: que podría estar interesada en cualquiera de ellos. Y lo que más detestaba era que la tomaran por una mujer cualquiera a pesar de no ir vestida con el atuendo típico de una de ellas. También sabía que algunos hombres, por no decir todos o la mayoría, consideraban poco apropiado que una mujer vistiera de esa forma y, además, se dedicara al oficio de la caza de seres sobrenaturales. O de la caza, simplemente. Los hombres siempre serían así de cerrados para algunas cosas. Me acerqué a la barra y le pedí al tabernero llamado Victor, por los gritos de algunos borrachos que le pedían más alcohol, que me ofreciera un trago de la mejor bebida que tuviera. No quería aturdir mis sentidos con el alcohol y menso llamar la sospecha de aquellos cazadores, pero no iba a negar que disfrutaba el aroma de los humanos en aquellos lugares. Eso sí, siempre lo justo para no salir mal parada.