Deja que la brisa se lleve la tristeza - (privado) Soul

por **Julia Rondizzoni** Miér Jul 19, 2017 11:04 pm

Sentía tanta tristeza, desilusión, que le era muy difícil mantenerse en el puesto de ama de llaves, en la mansión de Tristan, pues cada vez que se topaba con la mirada de quien fuera su amado, solo encontraba compasión, amistad, hasta gratitud, pero jamás lo que ella había esperado por años, y aunque debería haber desistido de esa absurda esperanza de conquistar su corazón, cuando él comenzó a frecuentar a la mujer que hoy ocupaba el lugar de esposa - ese que tanto había anhelado ella - se había negado a aceptar la verdad que se le presentaba frente a sus ojos. Por eso, había pasado meses, mintiéndose, pensando que aquello solo era una aventura, que sería una relación pasajera, algo casual y sin importancia. Mas cuando Tristan, le confesó el amor que sentía por aquella mujer, el corazón de Kelsey estallo de dolor, desilusión, pues todos sus sueños, sus mas intimas aspiraciones fueron cercenadas con la fuerza de una espada que decapita a su enemigo.

Por más que los días habían transcurrido, que Tristan, ni siquiera se encontraba en París, la sensación de profundo vacío, no desaparecía. Por eso, como hacía mucho tiempo atrás, tomó un libro, y decidió salir a caminar, se dirigiría hasta la plaza Tertré en el centro de la ciudad. La residencia de su patrón, se encontraba a unas cuantas calles del rió Sena, el que debería cruzar, antes de poder llegar al centro de la ciudad, por lo que luego de caminar durante unas calles, llegó al puente, una hermosa construcción de reciente inauguración y que era toda una novedad para cualquiera de las innumerables almas que poblaban la ciudad. Apenas comenzar a recorrer su anchas aceras, bellamente iluminadas con faroles de hierro forjado, sonrió al sentir la brisa del río en su rostro, el atardecer parecía una postal, de aquellas que podían conseguirse en los novedosos locales de fotografía, bellas imágenes muy solicitadas por los turistas. Recorrió aquella construcción, admirando el paisaje, los barcos de pequeño calado que pasaban por debajo del puente. le parecieron tan frágiles, como los barquillos de papel que le solía hacer Tristan, cuando eran niños. Suspiró con tristeza al darse cuenta que nuevamente los momentos vividos con el señor Reveur, volvían a su mente.

Pensando aún en esos recuerdos, se afirmó en la balaustrada, cerrando sus ojos y dejando que la brisa le acariciara el rostro, sonrió con tristeza, no quería llorar, pero, era tan difícil no hacerlo.

por **Soul** Jue Jul 20, 2017 11:34 am

Un día libre.

No había nada más placentero en la semana de la gitana que saber que tendría largas horas para ella misma, a parte de las nocturnas que le quedaban luego de llegar del teatro o del café y en las que solía soñar imposibilidades pasadas y futuras, a veces tenía suerte y se le mostraba el presente, pero siempre llegaba demasiado cansada para disfrutar de otras cosas o siquiera pensar en lo conseguido, vivido o perdido.

Solía siempre que sabía que el día sería suyo levantarse temprano, se daba una larga ducha, peinaba su melena castaña y lisa con una estricta dedicación y tomaba una taza de café caliente mientras contemplaba la ciudad desde el segundo piso de la cafetería, que a parte de santuario también le servía de sustento, el teatro no le pagaba todos los días ni cubría sus necesidades básicas, aunque cuando llegaban los francos por una función exitosa eran sustanciosos.

¿A dónde iría? Bueno, tenía una lista de cosas que deseaba y necesitaba. Había visto unos guantes hermosos en el boulevard y luego de una dedicada inspección a su modesta pero bonita cocina llegó a la conclusión de que necesitaba comprar frutas, le gustaba el olor con el que el ambiente se llenaba cuando las tenía en casa, le gustaba su sabor y decidió que de naranjas, limones, algunas bananas, cerezas y fresas, quizás melocotones y duraznos, que aunque lamentablemente eran muy caros esperaba estar de suerte, llenaría el apartamento, podría traer incluso un jugoso melón.

Así fue, de hecho las monedas de la semana alcanzaron para consentir su vanidad y sibaritismo: tenía sus guantes negros y nuevos, compró un estuche de jabones perfumados de diferentes tamaños y colores que olfateaba uno por uno, con los ojos cerrados y una sonrisa flotante mientras tomaba otra taza de café en una mesa en el exterior de una cafetería cualquiera y cerca al Sena. Revisó otra de las bolsas de papel y recordó el buen par de libras de jamón de vendée y un tarro de aceitunas negras en conserva que sellaban sus compras del día con fina coquetería.

Soul sonrió dejando de lado el interés por los paquetes, tomó la taza blanca de porcelana y sopló con suavidad para evitar quemarse, la acercó con lentitud a sus labios y probó la ya conocida bebida oscura, miró a la calle y dejó que sus ojos vagaran por el puente que a algunos metros se erigía fuerte sobre los barcos que sin ninguna timidez surcaban las aguas del río. Otro soplo y otro trago, en su familia celebraban la existencia del café como un regalo de afecto y confianza, ya fuera en su comunidad o recibido de extraños, por eso las tres tazas diarias que tomaba eran como un ritual infaltable.

La actriz novata de sangre rom tenía un secreto, una fijación tonta que le parecía entretenida y que la llenaba de inocencia, amaba los colores del aura y la forma en que se movían etéreos alrededor de las personas e incluso de ella. Si miraba sus manos, las que sostenían la taza en aquel momento, podía ver una niebla flotante de magentas vibrantes, azules en su mayoría claros y un incierto verde del color de la fruta biche, si movía sus dedos como hizo con algunos, separándolos del recipiente, se daba cuenta que allí seguían, solo mutaban y se adaptaban a las acciones de su portador y creador.

Así que no era difícil ni extraño hallarla mirando a las personas, más allá de ellas, lo que las rodeaba y lo que sentían, porque el hecho de ver el aura no se limitaba a los ojos, se sentía. Y en medio de los transeúntes y participantes en aquella tarde sobre el puente, un humano llamó su atención. Vibraba en el paisaje un rosa muy delicado que se entremezclaba con extrema lentitud con un gris muy pálido, sobre ellos caían notas de un azul igual de claro que a Soul le dio la impresión de ser como la lluvia que cae sobre los jardines de la ciudad.

Y supo lo que era o lo presintió, se le llamaba tristeza y dejó 5 céntimos sobre la mesa como pago al café, miró cuántas monedas le quedaban y 6 francos y 20 céntimos serían lo que guardó en uno de los bolsillos de su corto abrigo beige, tomó las 3 bolsas que llevaba consigo y una vez respiró profundo se encaminó con pasos suaves pero firmes sobre el pavimento. El viento acariciaba sus cabellos y los mecía un poco como a las faldas de su vestido, Soul se perdió mientras llegaba a su destino en el atardecer que ante sus ojos se mostraba desde el puente.

- ¿Se encuentra bien, madame?- al llegar preguntó con suavidad sin atreverse a acortar demasiado la distancia entre ambas, no sabía si sería tomado como un exceso de confianza, aunque sabía que no debía temer porque le despreciaran por ser gitana, su vestimenta era común, aunque más sencilla y no tan costosa como parecía ser la de la mujer de aura triste y solo como rastros de su origen tintineaban algunas manillas en sus muñecas y colgaba un plateado solitario en su oreja. - Tengo...- buscó en las bolsas que llevaba en la mano, el papel de los talegos se arrugó con su particular sonido.

- Tengo fresas y duraznos frescos.- sacó una de las frutas corazón de piel aterciopelada, esas que le habían costado más que las demás, pero no veía nada malo en compartirla, de hecho en el precio fue algo en lo que no pensó cuando se la extendió a la mujer con una sonrisa en sus labios y en sus ojos que buscaba consolarle. Quizás todo era un malentendido y su visión del aura le engañaba, ¿aunque eso le había sucedido alguna vez cuando del humor se trataba?

por **Julia Rondizzoni** Miér Ago 30, 2017 8:44 pm

Que profundas y negras parecían las aguas, ¿estarían frías? ¿sería duro la caída desde aquella altura? ¿la muerte por ahogamiento, sería demasiado dolorosa? sus ojos se fijaron en aquella masa de agua que silenciosa atravesaba el puente de lado a lado. ¡cuantos suicidios ya se habrían dado desde la inauguración de aquella construcción? Todos esos pensamientos giraban sin descanso en la mente de la inglesa. Como si se tratase de una manta que la iba cubriendo, oscureciendo su entorno, como la noche que lenta pero decidida se apoderaría de la ciudad de París.

No pudo ocultar su tristeza, su desazón, ese sentimiento que poco a poco la estaba ahogando, consumiendo. Si tan solo pudiera dormir, cerrar los ojos y no pensar mas en nada, ni en su vida que lentamente se dirigía a un futuro de soledad, a convertirse en una solterona, una de las tantas que eran despreciadas por una sociedad que prefería la lozanía de las jóvenes que florecían a la vida, que la compañía de una mujer que llegaría en pocos años a los treinta años y con ello a ese momento en que la confundirían con una señora o una de las tantas institutrices viejas y amargadas, que escondían en su tristeza, un amor no correspondido, - ese que se te ha metido en las entrañas y que no puedes arrancarlo - se reprochó, mientras inclinaba aun mas su cuerpo sobre la baranda, de forma peligrosa. Pero Kelsey no se daba cuenta, o tal vez lo hacía, pero jugaba un peligroso juego que podía despeñarla hacia las frías aguas del Sena y causarle la muerte, en un simple pestañear.

Cerró sus ojos, suspiró, agotada de tanto pensar en vano, intentando encontrar las fuerzas o la voluntad necesaria para alejarse de aquel lugar y encontrar un nuevo sentido a su vida. Fue entonces que una voz femenina, delicada y cantarina llegó a sus oídos, como el canto de los gorriones, cuando la mañana despuntaban, que cantaban con todas sus fuerzas, mostrando la felicidad por vivir un día mas. Kelsey, giró levemente su cuerpo, para observar a la dueña de tan dulce voz, fue así como descubrió a una joven de dulce mirada y gestos amigables, que le seguían hablando, ofreciéndole una fruta, como si ella fuera una pequeña que estaba abandonada y que intentaba ayudarla. Le devolvió la sonrisa, aunque en extremo triste, quiso hablar, pero un extraño sopor la estaba invadiendo, perdió el equilibrio y de sus manos salió disparado el libro que sostenía, el que fue lanzado a las aguas del Sena, mientras ella perdía la conciencia, todo se había vuelto negro.

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