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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

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Mensaje por Ysgramir Gunnarson Vie Sep 15, 2017 1:44 pm

La isla de Ré estaba situada al oeste del país, era un lugar casi inhóspito centrado en el puerto y en la pesca en la que los habitantes eran realmente escasos. Era un paraíso de la tranquilidad, un lugar recóndito que nadie miraba dos veces ni recordaba. Este año era ese aburrido lugar el centro de una gran expectación, una reunión que organizaba el excéntrico vizconde de Bonald, un hombre conocido por no seguir las normas, por llamar la atención y sus extravagantes gustos. Ningún noble, ni gran propietario de la alta sociedad, pondría un pie en esa isla donde había una constante y molesta corriente de aire y cuyas playas estaban condenadas a la gélida temperatura del mar atlántico, totalmente desierto, con un par de pueblos costeros sin demasiada importancia, lejos de todo lujo y toda distracción y bullicio que representaba la célebre ciudad de París. Aquello era un desierto de mar y tierra verde, con olor a pescado y sal. Sin embargo, era el acontecimiento más importante del año para todo aquel que buscase algo.

Spoiler:

El motivo principal para la movilización del personal eran los negocios. Todo aquel que aceptaba la rara y muy escasa, invitación del vizconde buscaba algo. Cada año era un lugar diferente y a Victor de Bonald le gustaba sorprender con la ubicación, sus llamamientos nunca eran indiferentes para nadie y las fiestas eran de lo más espectaculares, desde mascaradas a cacerías o teatros al aire libre. El noble era capaz de obtener todo cuanto quería y aquello quedaba reflejado en sus fiestas. La isla de Ré se había puesto del revés, habían habilitado zonas para los nobles, terratenientes y sirvientes con diferentes categorías, en una locura de tiendas al más estilo beduino con todo lujo de comodidades y detalles, pero como si estuvieran en medio de un auténtico desierto. Esto indignó a muchos, que no tuvieron los redaños de quejarse en voz alta por miedo a las consecuencias.

Los que habían acudido a la fiesta, sabían a lo que iban. Negocios, inquinas, tanteos, transacciones ilegales, todo el que buscaba algo lo podría encontrar en la isla de Ré. Ysgrammir no era diferente. Sus negocios eran amplios y quería expandirse hacia oriente, en busca de la preciada seda. Quería introducirse en la industria textil, donde veía una gran expansión y futuro con la revolución industrial y quería subirse en ese tren. No era un hombre que le gustase la conversación mundana y sin sentido, todos conocían al escandinavo, que prefería ir directamente al grano y no era partidario de salir durante el día, era una manía de todos conocida y se la consentían porque nadie era capaz de reprocharle nada.

El mar arrastraba una llovizna tenaz sobre la isla, con el mar embravecido que recordó al vikingo épocas pasadas. El viaje le resultó agradable, así como el cambio y la tranquilidad que reinaba en la isla, antes de llegar a su tienda asignada, donde despachó a los sirvientes que le habían facilitado, solo llevaba consigo una muchacha para cubrir sus necesidades, menuda, de piel oscura que miraba continuamente sus zapatos. Ysgrammir primero se acomodó en la tienda, la cual le pareció un cambio considerable y hasta agradable, estaba harto de las mansiones y el ruido de la ciudad. Se cambió el traje, a uno más conforme con al ocasión y salió al exterior.

Habían levantado una carpa espaciosa, donde sonaba la música de una pequeña banda, el entrechocar de copas era constante al igual que el y venir de sirvientes con comida típica de la isla, como pescado, marisco y diferentes elaboraciones, era el aperitivo antes de la cena. No era la presentación, puesto que había llegado un par de días más tarde de la inauguración, pero en seguida dio la mano a un par de conocidos, con comentarios sobre no haber cambiado nada los últimos 5 o 10 años a los que Ysgramir no dio importancia. Se sentó en una mesa circular, con más comensales que en su mayoría no conocía y en seguida empezó a trabajar en su estrategia. De todos era sabido que el señor Gunnarson era un hombre de ideas fijas, pero que no cerraba puertas ni oídos a quien tuviera algo que susurrarle.

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Mensaje por Asura Nanami Mar Sep 19, 2017 6:24 am

La invitación a la Isla de Ré había llegado a la mansión hacia tan solo un par de semanas, ese año el vizconde de Bonald había elegido como lugar para celebrar aquellas fiestas que él organizaba la pequeña isla que se encontraba, según me habían informado, al oeste del país. Lo cierto es que nunca había ido a aquel lugar y ciertamente me sorprendió la invitación del vizconde, era la primera vez que recibía una invitación para una de sus fiestas aunque sí había oído hablar de las que solía celebrar cada año, cada vez en un lugar diferente puesto que le gustaba sorprender a sus invitados no repitiendo lugar y, lejos de como todos los demás, hacerlo en el palacio o en su mansión. Me había sorprendido su invitación aunque sabía que invitaba a los más importantes de la sociedad, sabía lo que se trataba en esas fiestas, lo sabía porque una de mis amigas –la más íntima de todas- había acudido junto a su marido a alguna que otra fiesta que él daba cada año. Su marido era un importante empresario que exportaba su mercancía a otros países y ya Mina me había comentado un par de veces lo “exquisitas” que eran esas fiestas. En un principio pensé en rechazar la invitación porque, aunque sabía lo que se trataba allí, yo no tenía demasiado para ofrecer exactamente. No tenía un negocio familiar importante, lo cierto es que todo quedaba en Japón orquestado por mi padre, y entre lo que tramaba sabía que estaba buscándome un arreglo matrimonial para casarme en cuanto volviera a Japón.

La última carta que había recibido de casa mi madre me había explicado que padre había estado haciendo algunos negocios importantes y que, entre ellos, tenía la mira puesta en buscarme un marido para casarme y seguramente consolidar su familia y el poder de esta. Querían que pronto volviera a casa y lo cierto es que no pensaba hacerlo, había descubierto que en París todo era mucho más liberal y que estaba mejor aquí que allí, donde todo era mucho más restringido y todo se medía con lupa, París y Francia en general era un lugar donde podías hacer lo que querías sin tener la presión de la sociedad puesta sobre tus hombros... y pretendía seguir quedándome en París. La cuestión era ¿cómo podía hacer para quedarme en París y hacer que los planes de mi padre, de buscarme matrimonio, no llegaran a cumplirse? Mi amiga, ante ese dilema, tenía la solución bastante fácil y sencilla: un matrimonio por conveniencia. Casi me caí de la silla en la que estaba sentada cuando me lo dijo, ¿matrimonio por conveniencia? Debía de estar mal de la cabeza para decirme, precisamente a mí, que hiciera algo como eso cuando ella sabía de sobra la forma que tenía de ser. Le había dicho que estaba loca pero ella, cogiendo mis manos para que la escuchara, me dijo que ir a la invitación del vizconde podría ser la ocasión perfecta para encontrar a alguien y fingir ese matrimonio por conveniencia. Ella lo veía demasiado fácil, por el contrario yo tenía mis dudas sobre el plan que ya estaba tramando aun cuando veía mi cara de sorpresa por lo que pensaba.

Según Mina aquella ocasión era la perfecta para encontrar lo que necesitaba, allí acudía demasiada gente buscando negocios, transacciones y demás, me decía que justamente era allí donde quizás podría encontrar a alguien que, a cambio de otro favor o que también necesitara de librarse de una situación como la mía, acordáramos un matrimonio en que a ambos nos fuera rentable, claro que dicho matrimonio sería una burda y una farsa y que con ello conseguiría que mi a mi padre se le fuera de la cabeza la idea de que volviera a Japón para contraer allí matrimonio. Mina también iba a acudir a aquella fiesta junto a su marido que cada año recibía la invitación y los tres nos embarcamos hacia la Isla donde ya estaba todo perfectamente dispuesto para cada uno de los invitados, cada uno con su localización y su tienda donde pasar aquellos días en aquel lugar privado y que era francamente casi paradisíaco. Uno de los sirvientes nos condujo hacia nuestras respectivas tiendas llevando el arcón que había traído con lo que había llevado para pasar esos días y tras cambiarme de ropa y ponerme un vestido elegante nos encaminamos a la inauguración que hicieron aquel día, plagada de música y de colores vivos y llamativos dando comienzo a aquellos días en aquella isla. Íbamos ya por el segundo día cuando Mina, incansable, seguía con su plan para buscar a alguien para mi cometido mientras su marido, en cambio, trataba sobre negocios importantes con otros hombres. Nos vestimos para la ocasión y me puse un vestido de color azul turquesa con alguna pedrería y del brazo de mi amiga nos encaminamos hacia la carpa que habían habilitado para la fiesta, los camareros repartían los entrantes con diferentes mariscos y algunos canapés con caviar mientras los comensales se sentaban en las mesas para que comenzara la cena. Como de costumbre Mina se sentó a mi lado en aquella mesa circular en la que ninguna conocíamos a nadie pero su marido se puso a entablar con algunos de los hombres.


-Te digo, Asura, que en estos días vas a encontrar a alguien que te ayude con ese pequeño problema –rodé los ojos por enésima vez, estaba empeñada y lo cierto es que si encontraba a alguien para hacer dicho disparate... ya tendría la excusa perfecta para quedarme en París.
-¿De verdad crees que alguno de estos hombres va a querer tener un matrimonio por conveniencia conmigo? –Ella me miró con la copa de champán en la mano.
-En estas fiestas, si algo he aprendido, es que todo es posible querida amiga. Quizás haya alguien que pretenda escapar al igual que tú y seas la ocasión perfecta para hacerlo –me comentó cogiendo uno de los canapés mientras esperábamos a que empezara la cena, mi mirada se pasó en todos los comensales que habían sentados en el lugar y me fijé en un hombre corpulento, parecía algo distraído aunque sus ojos se fijaron en los míos por un momento, llevaba un traje elegante que contrastaba con su piel y aparté la mirada volviéndola hacia mi amiga, aunque no hablamos muy alto era imposible que alguno nos hubiera escuchado.


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Mensaje por Ysgramir Gunnarson Mar Sep 19, 2017 10:41 am

Hacía rato que habían empezado a hablar con el resto de hombres, las presentaciones allí eran menos pomposas y estiradas, porque cada cual sabía a lo que iba, de modo que algunos hasta se olvidaban de los títulos o la palabrería innecesaria. Ysgramir era un hombre de tradiciones, al menos lo fue en su día y esa costumbre no se había apagado con los años, de modo que se presentó una vez más, como deferencia al tipo que había llegado con las dos muchachas a la mesa. Ysgramir Gunnarson de Escandinavia, por lo tanto no era noble, ni siquiera en su país de origen, pero hubo un  pesado silencio al pronunciarse. El vikingo hablaba muy poco, pero cuando lo hacía su presencia se hacía notar, tenía una voz ronca, firme y a pesar de todo el tiempo que había estado lejos de los suyos, el acento era todavía evidente, ni siquiera se había molestado en intentar aplacarlo, él era así,  fue un vikingo y no se avergonzaba de su origen ni de su pasado, por truculento que fuera. Los nobles de Francia, así como las personas notables, conocían al noruego como Ysgramir el Jotun, Ysgramir de Jotunheim o el  Coloso de Hielo. Cualquiera de las tres servía, aunque en París era más el tercero el que resonaba, porque la mayoría no sabía qué significaba el resto y habían traducido de su lengua natal como buenamente pudieron.

El Coloso de Hielo le venía que ni pintado, era un gigante de las finanzas, alguien que destacaba allí donde iba, tenía tantos negocios y tanta tierra que necesitaba administradores en cada lugar, los informes eran su tortura durante el día, por eso siempre estaba ocupado y no recibía a nadie, o esa era la excusa y no había un semblante más seco y serio en toda la fiesta, hielo era el elemento que mejor le representaba. Había muchas habladurías, que era mayor de lo que aparentaba, que no tenía esposa ni hijos, que era demasiado serio pero que podía conseguir cualquier cosa que se propusiera. Tenaz, vivo de mente y muy tranquilo, aunque todo el mundo supiera que desafiarle no era buena idea, se intuía. No era una buena idea tenerle como adversario.

Costó iniciar nuevamente las presentaciones, pero en cuanto el hombre cogió una copa y bebió tranquilamente, el más atrevido de los señores preguntó al esposo de Mina qué le traía por ahí. Por lo general, se ignoraba a las mujeres, eran solo acompañantes. Había durante las mañanas muchas actividades para ellas, desde exhibiciones de joyas, nuevas modas y, por supuesto, largas estancias en la playa junto con inimaginables variedades de té y dulces, pero nadie les prestaba atención. El tedio sobre propuestas y regateos no tardó en empezar, Ysgramir permanecía callado, era de los que prefería escuchar, no tomaba decisiones precipitadas y acababa de llegar, tendría que ponerse al día con lo que por allí se comentaba, siempre sacaba buen provecho de las necesidades de otros, antes de cubrir las suyas propias. Indagar era parte de una estrategia y la mayoría de lo que se comentaba no tenía interés alguno para él. Hasta que escuchó las palabras adecuadas arrastradas por una voz femenina: Matrimonio por conveniencia.

La oriental estaba en lo cierto, él no podría escuchar su conversación, entre tanta algarabía, sonido de copas y exposiciones, pero Ysgramir no era un tipo corriente. Miró directamente hacia las mujeres, observándolas con todo el descaro del mundo, no fue difícil averiguar quién era la que buscaba un marido. Mina iba muy bien vestida, exhibiendo en sus joyas y en cada detalle de su atavío el poder adquisitivo de su marido, mientras que la otra muchacha..Bueno, no se quedaba muy atrás, pero era evidente que estaba por debajo del interés de cualquiera allí presente. Sus ojos se encontraron, pero no por ello el nórdico la apartó, estaba intentando medir a la chica, ver sus intenciones a través de sus ojos, pero le era muy difícil si ella no ponía de su parte.

Cogió aire como acto reflejo y dejó de prestarlas atención planteándose si realmente le convenía buscar esposa de esa manera. Ya iba siendo hora, la gente hablaba demasiado, no había pasado tiempo desde que había estado en París y la mirada de un hombre bastante más viejo que el resto, le hizo entender que no podía permitirse mucho tiempo más. Cada vez se escuchaba más, que tenía dinero de sobra para mantener tantas esposas como quisiera, algunos suponían que las mujeres no eran de su gusto y que le pusieran en entredicho le ponía de mal humor. En seguida se empezaba a indagar, a cotillear y había cosas de su vida que no quería que se descubrieran, mantener el velo de lo sobrenatural tenía sus inconvenientes, entre ellos, mantener una fachada con el mundo y tener una estrategia.

Primero necesitaba averiguar qué tipo de mujer era aquella, a qué estaba dispuesta a renunciar y a qué no, si podía fiarse de ella o con el tiempo pudiera convertirse en un dolor de cabeza. No había ido allí en busca de una mujer, pero si además de un negocio de seda conseguía una, pues dos pájaros de un tiro.

Pasó casi una hora antes de que dispusieran las mesas para la cena, en ese momento Ysgramir tardó en aparecer a propósito. No se puso al lado de la mujer, no actuaba tan evidente y primero quería asegurarse de que era lo que buscaba y que tenían intereses en común. Se sentó a un par de comensales de ella y prestó atención a su manera de comportarse, a sus conversaciones, si es que las había, pero no por ello dejó de indagar sobre el motivo principal que le había llevado hasta allí, conversando con el resto de hombres con total tranquilidad, como aquel que se movía entre negociadores y manipuladores como pez en el agua.

No intentó hablar con la muchacha en todo el tiempo que duró la cena, pero ella podía haber notado que estaba pendiente de ella, pese a que tal vez no estuviera tan claro para el resto y él fuera muy discreto, Asura podía notar sus sentidos puestos en ella, aunque pudiera ser solo su imaginación.

La cena fue amena, hubo música ligera, grandes platos, algunos más exóticos que otros, pero a medida que el vino iba desapareciendo en la mesa, todo se convirtió en conversaciones ruidosas, menos oficiales y estratégicas. Una vez dispersaron la enorme carpa que usaron para los aperitivos, comunicaron que se podía pasar de nuevo, algunos no lo hicieron y siguieron en la mesa de la cena. Ysgramir fue uno de los que primero se levantó, fingir que comía era a lo único que era incapaz de acostumbrarse, la comida era como ceniza en su boca, la bebida pasaba a través de su garganta como un río de lava por la roca viva.

Necesitó unos momentos a solas para no sucumbir a las arcadas, pero en cuanto el aire gélido de la isla le azotó el rostro se despejó bastante. Aun estaba decidiendo si hacer una propuesta a la muchacha, no parecía alguien problemática, pero no podía estar seguro. Quería una esposa tranquila, que no le diera dolores de cabeza, alguien que supiera mantenerse a su lado, bien vestida y callada, con una sonrisa. Eso era todo cuanto necesitaba..

Cuando escuchó la música en la carpa principal, finalmente se unió al resto, miró en silencio a los nobles y terratenientes disfrutando de un baile mundano, algo que siempre venía bien, la música era el alimento del alma y hasta un vikingo lo entendía, cuando los viajes en un drakar se hacían largos y pesados, la música era lo único que alejaba la locura de la mente y el hastío de los corazones. Permaneció un rato al acecho, mientras atendía aquí y allá diferentes grupos de hombres que se le acercaban para hacer sus proposiciones, él hizo sus propias averiguaciones y una vez que consiguió lo que necesitaba, se disculpó con los hombres y caminó directamente hacia la joven oriental.

Se plantó delante de ella, con gesto serio, aunque parecía siempre arrastrar un ceño fruncido como deje natural de su rostro. Se inclinó en una reverencia, rígida y muy poco natural, pero pasable.- Señorita Nanami, ¿Le gustaría acompañarme en el siguiente baile?- Sus palabras eran correctas, pero su voz guardaba un tono autoritario, el de alguien acostumbrado a conseguir lo que quería, acostumbrado a ser obedecido.
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Mensaje por Asura Nanami Jue Sep 28, 2017 10:14 am

Mina seguía convencida de que allí encontraría lo que andaba buscando, que podría sacar provecho de aquella fiesta que se llevaba a cabo entre hombres importantes de negocios y conseguir un matrimonio por conveniencia, uno que me dejaría en París y no me obligaría a volver a Japón donde mi padre sin duda alguna estaría moviendo los hilos y haciendo preparativos para un matrimonio concertado. Si lo pensaba bien no había mucha diferencia entre el de conveniencia y el concertado, en ambos no me casaría ni mucho menos por amor pero al menos en el primero sería yo quien tomara la “decisión” de casarme y contraer matrimonio, mientras que en la segunda siempre tendría que aceptar al hombre que mi padre eligiera sin tener en cuenta mi opinión al respecto, y si me daban a elegir entre una de las dos estaba más que claro que prefería la primera, tomar la decisión por mí misma porque al menos si no resultaba bien, si todo se iba torciendo con el tiempo al menos me habría quedado que el error lo había cometido yo y no me había sido impuesto. Ninguna de las dos opciones era algo que me gustase realmente, siempre había pensado que me casaría algún día con el hombre al que amara pero tal y como estaban las cosas mis planes debían de cambiar, debía de empezar a mover ficha y de buscar una solución para el callejón sin salida en el que me iba a encontrar dentro de poco.

La carta que había llegado de Japón no decía demasiado pero sí lo suficiente como para saber qué pretendía mi padre, solo podría frenarlo de esa forma así que había ido dispuesta a encontrar una solución a mi problema y esperaba que Mina tuviera razón, debía de dejar de pensar en tonterías y ponerme a averiguar quién podría necesitar una escapatoria como la mía, alguien que también se beneficiara de dicho matrimonio y que de alguna forma nos siguiera permitiendo ser “libres”, dentro de lo que se podía, claramente. Mi mirada se posó en uno de los hombres que había en aquella mesa, Mina seguía hablándome pero parecía que yo no la escuché cuando unos ojos brillantes y fijos no apartaron su mirada de mí, si no fuera porque estábamos algo lejos podría pensar que nos había escuchado hacía apenas unos segundos pero dado el murmullo que se escuchaba de toda la gente hablando de fondo dudaba que nos hubiera podido escuchar, aparté la mirada la primera sintiéndome un poco intimidada y seguí hablando con Mina de conversaciones banales, mi amiga tenía algún que otro plan a seguir así que escuché atenta a lo que tuviera que decirme mientras la cena pasaba sin mayores acontecimientos, los hombres eran quienes hablaban de negociones y las mujeres nos quedábamos más en un segundo plano, por no decir casi un tercero, sin que se nos tuviera demasiado en cuenta. Pese a todo, durante lo que estuvimos en aquella mesa sentados en la cena, me sentí observada aunque la sensación era ligera, y podía saber perfectamente quién me estaba mirando.

Cuando la cena terminó solamente nos levantamos para acudir al lugar que habían habilitado como una pista de baile improvisada, allí habrían más hombres con los que poder entablar conversación y tras Mina hacerle unas preguntas a su marido ya teníamos más o menos localizados a aquellos hombres que todavía seguían solteros. No estaba a favor de una técnica intrusiva pero Mina, por el contrario, decía que tratábamos con hombres de negocio y que era mejor ir al grano que no dar rodeos, que así encontraríamos mejor a un candidato. Había una leve brisa refrescante en esa noche y eso ayudaba con los vestidos que llevábamos puestos y nos ayudaba con algunos sofocos que estos nos provocaban. Tras coger un par de copas de champán y su marido dejarnos a solas para hablar de negocios Mina y yo empezamos con nuestro particular y peculiar plan. Nos acercábamos a todos los que habíamos podido identificar como solteros y nos acercábamos presentándonos, su marido era alguien conocido y tirando por ese hilo lográbamos mantener una conversación con ellos, luego lentamente se dejaba caer el tema del matrimonio y mi amiga hacía alusión de forma muy sutil que estaba soltera, lo cierto era que entre las dos supimos llevar todas las conversaciones y al parecer hubo alguno que otro que quedó interesado en ese último detalle, quizás porque estuvieran en una situación comprometida y un matrimonio podría ayudarles.

Cierto era, también, que esa leve sensación de sentirme observada no desapareció en aquel rato en el que la música sonaba de fondo y la pista de baile improvisada se iba llenando de parejas que bailaban al ritmo de la melodía. Fue cuando me giré para coger otra copa de champán que me encontré de bruces con aquel hombre, ese que notaba su mirada puesta sobre mí. Tuve que alzar mi rostro para poder mirarlo a los ojos porque era un hombre alto, corpulento y que imponía bastante. Hizo una reverencia y yo le respondí el saludo para fijar mis ojos en los suyos, unos que brillaban con las luces que había en aquella carpa y que por algún motivo parecían tener un brillo oscuro tras ellos, pero no le presté demasiada atención cuando sus labios se abrieron para pedirme de forma muy educada si en la siguiente pieza bailaba con él, inicialmente me quedé un poco sorprendida de que supiera siquiera cómo me llamaba pero finalmente tras unos segundos en los que solamente lo observé acabé abriendo los labios para sonreírle notando la mirada de mi amiga clavada en mi espalda para ver qué respondía ante sus palabras.


-Será un honor, señor
–me mordí el labio cuando me sentí algo avergonzada por no saber quién era, hizo una leve reverencia de nuevo y se alejó a lo que yo suspiré como si hubiera estado conteniendo la respiración de golpe y antes de girarme ya tenía a Mina a mí lado- ¿sabes quién es? –Pregunté sin apartar ahora mis ojos de aquel hombre que se había acercado, había algo en él que no sabía muy bien lo que era pero que, de alguna forma, era como si te atrajera... como si llevara un imán. Mina me contó quién era y alegó también que se rumoreaba que estaba soltero además de muchas otras cosas más, me dio que quizás había encontrado mi oportunidad y me habló sobre quién era y lo que se contaba de él. El coloso de hierro, un apodo de lo más acertado teniendo en cuenta su envergadura y lo corpulento que era, de procedencia noruega y que llevaba varios negocios, como todos los que estaban allí. Antes de que acabara la pieza que estaba sonando me terminé la copa entregándosela a mi amiga, me acerqué hacia donde él estaba y se giró antes incluso de que llegara a su lado, me paré un segundo observando sus ojos pero acabé por acercarme a él con una sonrisa- Señor Gunnarson, perdone mi torpeza de antes, ¿me acompaña a la pista? –Sin mediar demasiado me tendió su brazo que acepté mientras nos acercábamos a la pista de baile, sus andares eran rígidos de cierta manera cuadriculados, portaba un rostro serio aunque en todo aquel tiempo no había visto que cambiara su semblante y finalmente quedamos frente a frente, su mano cogió la mía y puso la otra en mi cintura, la mía la elevé a su hombro y de esa forma me sentí un tanto pequeña entre sus brazos. La música comenzó y lejos de los movimientos algo rígidos que había mostrado anteriormente comenzó a deslizarse por la pista con gracilidad y delicadeza llevando el control del baile- dígame señor Gunnarson, ¿qué le ha traído a usted hasta esta fiesta?


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Mensaje por Ysgramir Gunnarson Lun Oct 16, 2017 8:49 am

El nórdico tenía como preferencia a las mujeres discretas, al menos de cara al público, de puertas para adentro era otro cantar, pero no estaba allí para buscar una compañera de cama, si no alguien con las mismas necesidades que él tenía. No le pasó inadvertido el detalle, cada vez más obvio, de que la muchacha oriental buscaba pareja entre todos aquellos que pudiera y que varios de ellos habían sentido curiosidad y habían guardado el dato para ellos, también encontraba en sus mentes cierto brillo que nada tenía que ver con un interés económico. Ciertamente, como mujer Asura no estaba a falta de encantos para engatusar a cualquier hombre si se lo proponía, sin necesidad de buscar un compañero tan desesperadamente, pero a sus ojos era evidente que huía de algo y la solución era casarse pronto. Suponía que, como él, estaba sopesando con quién de todos sería más conveniente  enlazarse y en cuanto a competencia con el resto de candidatos no tenía ninguna duda: Él era el más adecuado.

Cuando obtuvo su respuesta afirmativa volvió a hacer una reverencia y se alejó para dejar a la mujer terminar con el resto de compromisos, él no tenía ninguna prisa, esta vez había tardado más que nunca en contraer nupcias, pero si había podido esperar más de sesenta años, entonces podría hacerlo unas horas más. Siempre era reticente a comprometerse, nunca le había pasado hasta ahora, pero al final un negocio era un riesgo y en su matrimonio residía su reputación, algo que harto valoraba y no estaba dispuesto a dejar caer por una mujer.

Notó los movimientos de la muchacha cuando se fue acercando y tuvo la deferencia de dejar de cruzar los brazos, gesto involuntario cuyo significado era sumergirse en sus propios pensamientos ignorando lo que le rodeaba. Miró fijamente a la mujer, abrasando con esos ojos de hielo, totalmente alejados de cualquier sentimiento cálido pero con la determinación que solo un hombre completamente seguro de sí mismo podía tener. No le cabía duda de que Asura aceptaría su trato, porque no encontraría mejores condiciones que las que él le expondría.

Le gustó que supiera su nombre, la curiosidad era parte de la oriental, al parecer y no era un detalle desconocido para las féminas y podría acarrear muchos problemas si no era comedida, pero de eso ya se hablaría, era una mujer joven..En parte era natural que fuera curiosa y descarada, en cierta medida no era algo que le molestase. Una vez rodeó el cuerpo de la mujer, imponiendo la distancia pertinente al tipo de baile, empezó a dirigir los pasos, no era un experto bailarín, ni uno gracioso, pero cumplía con los movimientos que indicaba la coreografía sin cometer fallos, pero siempre rígido y estático, como si la situación fuera indeseada pero necesaria. Al ser un hombre conocido, tenía que cumplir con la etiqueta y él lo hacía perfectamente pero sin gusto por ello.- Negocios, como a todos. Conseguí una maquinaria de última generación para hacer prendas de seda y lana..Ahora solo necesito un suministro de materia prima de buena calidad...Pero no veo de qué forma algo así pueda interesarle a usted.- Era franco y directo, sus negocios no eran un secreto porque ya había localizado a la gente necesaria para llevarlos a cabo, además de algunos otros más que habían captado su interés.

No sabía hasta qué punto podía ser directo con ella, ahora que la tenía entre sus brazos se daba cuenta de que era joven, muy joven.- Seré sincero, señorita Nanami. Me hago mayor, necesito una compañera de vida y una con cualidades muy específicas que le comentaré después si sigue interesada. He notado que, por sus propios intereses, también busca un compañero. Tengo varias residencias, dinero de sobra para mantenerla y proveerle de cualquier capricho que necesite. El capital no sería un problema, no busco amor, no busco compañía, ni una mujer que administre mi casa mientras yo no estoy. Quiero un contrato, donde cada uno exponga sus propias condiciones y acepte las del otro. Si no desea algo así, entonces no tengo nada más que decirle, señorita.
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Mensaje por Asura Nanami Miér Nov 08, 2017 10:50 am

Decir que aquel hombre no intimidaba era estar mintiendo descaradamente porque sí, intimidaba y bastante. No solo la altura que tenía que lo hacía ser sino el más alto uno de los más altos del lugar, pero también la corpulencia de su cuerpo que podía intimidar a cualquiera, de ser otra mujer podría sentirme amenazada por la envergadura del nórdico, que ya había investigado un poco preguntando al marido de mi amiga quién era, pero dado que llevaba toda la vida aprendiendo a defenderme con y sin arma me sentía más cómoda y segura de mí misma. Además dado que estábamos en aquel tipo de fiesta y que solamente personas selectas acudían a ella no habría peligro alguno, ¿qué mal podría hacer un baile? Ninguno, desde luego. Más bien me intrigaba un poco qué podría querer un hombre como él de alguien como yo, todos los hombres que habían ido allí lo habían hecho con la intención de expandir sus negocios, abrir otros nuevos y buscar apoyos entre los empresarios que se encontraban en la fiesta, las mujeres mayormente éramos como algo que lucir y exhibir para que los demás se fijaran en nosotras, estábamos como algo apartadas de lo que representaba esa “fiesta” pero mi amiga tenía razón; si quería encontrar a alguien que me ayudara con mi situación lo encontraría en ese lugar. Eso me llevaba de vuelta a lo que aquel hombre querría de mí así que tuve que esperar a que terminara la pieza que estaba sonando para acercarme hacia donde él se encontraba para pedirle que me acompañara a la pista de baile. De manera educada se despidió de los hombres con los que hablaba y me tendió el brazo, su porte quizás era algo rígido pero no le di importancia en esos momentos y pronto comenzamos a bailar.

Se movía de forma grácil sobre la pista, pese a la rigidez que presentaba, y llevaba el baile marcando el ritmo y los pasos. Su mano en mi cintura, la mía en su hombro y las otras entrelazadas mientras bailábamos ahora con cierta intimidad que el acercamiento nos proporcionaba mientras bailábamos aquella pieza que la orquesta tocaba de forma impecable. Mi pregunta no era sino una forma de romper el hielo y saber cuáles eran sus intenciones, si solamente quería un baile conmigo no había problema alguno pero dado que lo había visto de forma correcta y educada sin salir un ápice de ese protocolo que envolvía la fiesta tenía alguna que otras dudas. Me respondió lo mismo que todos: negocios. Todos estaban allí por una clase de negocios u otros y él no era menos, de forma cortés y educada me explicó sobre que trataba su negocio al igual que me contó que necesitaba suministro pero mi sorpresa vino, o el principio de ella, cuando me dijo que eso no me interesaba y sonreí levemente sin pretender ser ofensiva, pero de negocios sabía poco y dado que yo no tenía ninguno suponía que el baile no era para eso. Pero mi sorpresa, de verdad, vino cuando se sinceró para decirme exactamente qué era lo que quería de mí. Al parecer, no sabía cómo, había sabido que mi intención era buscar un “compañero” para poder seguir mi camino en París y no tener que volver a Japón para casarme en mitad de un matrimonio concertado que mi padre sin duda alguna ya estaría arreglando. Fue sincero, directo y franco y expuso sus necesidades y lo que necesitaba de esa compañera que él decía que buscaba, ciertamente aunque no me había dicho demasiado sonaba a algo a lo que yo quería: un contrato, un compromiso que diera libertad al otro para poder seguir con nuestras vidas, no sabía sus motivos aunque había dicho que necesitaba una compañera de vida, y yo necesitaba a alguien para poder seguir en París. Me mordí el labio mientras lo observaba, me dio un giro en mitad del baile para volver de nuevo a quedar frente a él y lo miré de forma fija.



-No sé cómo ha podido saberlo pero sí, estoy buscando un... compañero
–mejor llamarlo así que de otra forma- verá, ya que usted ha sido franco yo también voy a serlo; como verá no soy originaria de París sino que soy más bien de origen nipón, pero llevo viviendo en París ya un par de años. Mi padre, que reside en Japón, está arreglando un contrato matrimonial de conveniencia para que me case y permanezca allí con ellos, no me lo ha dicho pero mis tradiciones me las sé y estoy convencida de que ya está empezando a mover hilos. La cuestión es que no quiero casarme, volver allí sería desterrar todas las libertades que tengo aquí en París, dar tres pasos atrás y no es algo que quisiera, me gusta mi tierra pero París es más liberal, más permisiva y me gusta. Necesito un compañero para que eso no ocurra, el dinero no es un problema y creo que busco lo mismo que usted: un contrato de mutuo acuerdo en donde ambos podamos ser, de alguna forma, libres. Yo no había pensado venir aquí pero mi amiga me insistió asegurándome que encontraría lo que necesitaba, y ahora veo que tenía toda la razón –la pieza terminó y nos quedamos mirándonos de frente- Señor Gunnarson, ¿le apetece tomar una copa conmigo y así podríamos discutir sobre esas cualidades que mencionaba antes? Quizás podríamos llegar a un acuerdo que nos satisfaga a los dos y que cumpla con lo que ambos queremos, porque creo que buscamos lo mismo –me separé de él dando un paso hacia atrás- podríamos ir a un lugar algo más privado y hablarlo con tranquilidad si así lo desea.


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