Errores de prisma insolentes || Libre

por **Mimi Drummond** Dom Nov 05, 2017 9:13 pm

T oda la mañana había pasado en la iglesia tocando el pianoforte, practicando en tranquilidad pues era el único lugar donde lo encontraba o su alma parecía encontrarlo al estar rodeada de la mirada inquisitiva y amorosa de los santos y vírgenes que adornaban aquel lugar santísimo rezando con la mirada a los cielos por algo de paz para la mente dispersa y dividida; el sonido de pequeñas risas que solo la joven de cabellos castaños podía oír, suaves apariciones que se iban dando en saltos y pasos aberrantes contra las figuras santas pero no era más que el viento y las sombras de aquella que no existe que no sea en la mente de aquella joven bruja.

Solo el sonido del pianoforte es todo lo que puede ahuyentar, un poco las palabras ofensivas y de burla que recibía; los dedos entumecidos y la mirada sonrojada mientras atendía con fervor aquello que alejaba las tormentas de la mente; lástima que el tiempo no perdone a nadie y menos a aquellos que se han olvidado de él.

Tarde casi a punto de anochecer y con los dedos adoloridos y la espalda cansada decide regresar por el camino a casa pero, al salir de aquella iglesia, un pequeño iba corriendo por las calles a toda prisa buscaba llegar a su destino pero la pierna lastimada que tenía no se lo permitía, o al menos eso mostraba. La mirada de la castaña iba y venía dudando en ayudar, aunque aquella voz le pedía a gritos que dejara a la mocoso muriendo, su corazón no se lo permitía acercándose a ayudar al joven. Un gran error.

Ruido, dos hombres junto a ella que le han colocado un pañuelo en el rostro dejándola inconsciente, a saber por cuanto tiempo.

Al despertar un dolor de cabeza le golpea fuertemente al verse en un lugar que no era su hogar, su libro de música y escritos de notas ha desaparecido y aun peor, sus ropas modestas han sido cambiadas por unas más elegantes y atrevidas, el cabello recogido, los zapatos en tacón alto y una joya que cuelga en su cuello como una gota de sangre en rubí. Un hombre entra en la habitación sin decirle palabra alguna solo le señala por donde debe continuar, ni las lágrimas ni súplicas surten efecto en ningún caso.

-En que me he metido- solloza
Estúpida no te dije que no ayudarás, eres una burra Mimi

El bajar por aquella escalera pequeña y luego por pasillos y un salón para ir a otra escalera y subir por otro pasillo para estar frente a una puerta donde un grito es todo lo que retumba y se acompaña de un empujón obligándola a ingresar, teme hablar pero realmente, las palabra no le salen, quiere gritarles que han cometido un gran, gravísimo error y que si le tocan uno de ellos podrían desatar una furia o algo peor pero no encuentra las palabras, no encuentra su voz. El labio le tiembla y tema alzar la vista por miedo a que quien profirió el grito le haga algo peor, solo queda rezando en silencio en su mente angustiada.

Su desesperación crecía aún más cuando veía a la causante de que no pueda moverse con esa misma facilidad.

Toma una fuerte bocanada de aire dando un paso hacia adelante respirando con algo dificulta por estar hipando y sollozando.

-Se…Señor. Ha cometido un error, usted y ellos se equivocaron, quien sea que usted busque, créame no soy yo, le han engañado o…o se ha engañado y su mente es muy vieja para darse cuenta de eso-

Incluso en ese momento sus palabras que en la mente sonaba de manera calmada, ahora le jugaban una treta; era el error que había cometido porque ni ella sabía por qué estaba ahí, porque estaba en lugar de otra y que era ese lugar. Ahora solo cerraba los ojos esperando lo peor, esperando que obligaran a salir a aquel que ya se estaba riendo a su lado abrazándola y susurrándole canticos antiguos de lo que haría a todo aquel que esté por ahí.

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