El Diario de Keiko

por **Claudine Millet - Doga** Jue Feb 08, 2018 3:40 pm

Jamás he escrito un diario, en mis veinte años de vida, nunca me pareció que tuviera algo importante para escribir, algo relevante, que el día de mañana, una persona ajena a mi, decidiera tomar su tiempo, abrir las paginas de éste libro y encontrar entre sus palabras, un secreto, un evento una frase, que logre hacer nacer en él,una lagrima, una sonrisa, o tal solo un corto suspiro.

Día a día, fui posponiendo éste momento, esperando que algo me sorprendiera, pero las horas pasaban, las semanas y los meses, mas yo seguía tan inerte como una de las estatuas del museo, sin sentimiento alguno, hacia mi. Como si fuera un espectador de mi vida, quien fuera censurando, quitando importancia, a todo lo que he hecho o vivido. Así, cuando podría haber escrito lo que sentí, con tan solo cinco años, decidí que era inútil. para qué escribir, como me vistieron de luto y llevaron ante los féretros de mis padres. No, simplemente me negué a hacerlo, ¿a quien podría importar el sufrimiento de una niña, que ha perdido de forma trágica a sus dos padres, en el mismo momento? Quien leería con sentimiento compasivo, sobre aquella pequeña que lloraba intentando, a gritos, hacer que papá y mamá, abrieran sus ojos, y le consolaran. Pero nadie lo había hecho entonces, ni lo haría ahora. Nadie le diría que sus tiernos padres, no volverían a despertar, por mas que ella llorara, o se desesperara. Tampoco que explicarían que aquella gente extraña, vestida de negro como ella, no visitaba a sus padres por una fiesta de baile, ni se conmovían porque ella llorara, o pidiera que despertaran a sus padres.

Aun recordaba la ceremoniosa manera en que sus tías, acomodaban las ropas de sus padres, entrelazaban los delgados y elegantes dedos de su madre, o ponían entre las manos de su padre un bello rosario. Mas hoy, después de tanto tiempo, me he dado cuenta, que no importa que nadie mas que yo vuelva a releer éstas lineas, ni a recordar las trágicas escenas, pues son parte de una vida, que no quiero olvidar, ni aunque viviera docientos años. Pues todo lo que he vivido, me han llevado a ser quien soy, ¿quien soy? una mujer fuerte, que se da permiso de llorar, de reír, de soñar y de seguir adelante, a pesar de tanta tristeza, de tanta perdida. Hoy, he de escribir mi historia, desde el comienzo, desde el mismo día en que lo conocí.