Between the Shadows — Privado

por **Daphne McQuoid** Vie Jun 08, 2018 10:22 pm

"Daphne, querida, tu rebeldía va viento en popa. Me siento decepcionada, pero supongo que entenderé tus razones".

¿De verdad mi tía haría algo así? ¿Acaso tendría la bondad de imaginar un poco de la tempestad que azotaba mi interior? La última parte de su frase me había dejado, cuando menos, desconcertada. De acuerdo, en partes le daba la razón. Mi carácter, los últimos días, había sido detestable, incluso para mí misma, pero me tendría que conformar con aguantarlo, porque tampoco era como si contara con muchas opciones a estas alturas. O sea, ¿cómo iba a arrancarme ese pedazo imaginario de carácter? Sonaba bastante fantasioso, y yo lo menos que estaba era para fantasear, para ser honesta.

Sin embargo, y por mucho que mi tía hubiera conseguido admitir algo, no intentó hallar soluciones, simplemente se limitó a buscar maneras poco ortodoxas para ayudarme. ¿No entendía que lo único que quería era ver a mi familia? Extrañaba tanto a mis padres como a mis hermanos, y eso sumaba espinas a mi mal genio, además de ese deseo constante de autodestrucción que, temía, iba haciéndose más fuerte en mi interior.

Mi malestar no aumentó cuando mi tía decidió hacer una de sus susodichas fiestas de sociedad, algo que, sin duda, me molestó muchísimo más. Incluso se lo hice saber, aun así, ella se empeñó en que, tal vez, lo que necesitaba yo era relacionarme con otros, pero no, era una idea terrible, porque no me apetecía. El contacto con las personas se me hacía cuesta arriba, y lo único que conseguía era fastidiarme, hasta sentir como la impotencia me obligaba a hundirme en una rabia hacia mí misma y a mi incapacidad para tomar decisiones importantes, al menos para mí. ¿O es que era demasiado cobarde?

Lo único que hice fue quedarme en mi habitación, rabiosa, incómoda incluso. Era muy pesimista con respecto a mi capacidad para tratar con todas esas personas que habían asistido al evento, y que de seguro compartían palabras en el enorme salón de la mansión. No obstante, cuando me dispuse a ignorar aquello y meterme en la cama, una de mis primas me obligó a bajar y, honestamente, fue una idea pésima, sobre todo por el momento en el que me dejaron a solas con un hombre... hombre que conocía bastante bien, y al que le había sacado varias canas con mi actitud esquiva.

—Tú no deberías estar aquí, ¿acaso tu amante no te quiso hacer compañía esta noche? Es una lástima. Adiós —espeté, burlona. Incluso tuve toda la intención de irme, pero él me sujetó por el brazo antes—. ¿Qué son esos abusos, Gustav? No te he dado permiso, y aunque estemos fuera y solos, mis gritos si se escucharán adentro... ¡Imagínate! Un pintor de familia importante con fama de pervertido, ¡faltaba nada más!

Aunque no fuera consciente de ello, lo estaba provocando, pinchando con mi mal humor de costumbre, porque necesitaba descargar mi frustración con alguien, ¿y quién mejor que él? Tenía que reconocerlo, me agradaba sacarlo de su constante serenidad.