No es nada personal. Negocios son negocios.

por **Skulð** Sáb Ene 19, 2019 9:57 pm

El hedor a cadáveres descomponiéndose era lo bastante exagerado como para lograr que la rubia, normalmente impasible, arrugara la nariz en una mueca de disgusto. Desde luego, ese no era el modo en que había esperado pasar el resto de la mañana. Especialmente no tras una noche tan movida. Aún arrastraba la resaca, a la par que el mal humor, así que el ser citada precisamente en el sitio con más posibilidades de revolverle las tripas no fue acogido del mejor modo. Pero no quedaba otra. Su cliente de aquella ocasión era un médico que tenía como "empleo secundario" la investigación de seres sobrenaturales. Estaba convencida de que tanto su nombre como su edad eran falsos, pero mientras le pagara como de costumbre eso era completamente irrelevante. Oferta y demanda. A Skulð le gustaba cazar, aún más si era por dinero. Mataba dos pájaros de un tiro, y quién sabe, quizá incluso también estuviera ayudando a la ciencia al mismo tiempo. Aunque si su punto de reunión cambiaba a un lugar mejor ventilado no iba a quejarse, precisamente.

No se molestó en disimular ni su molestia, ni los deseos que tenía por regresar entre los vivos -que por más coñazo que fueran, olían bastante mejor-, por lo que el cliente comenzó a explicarle a toda prisa qué era exactamente lo que necesitaba que la joven cazara en aquella ocasión. Un licántropo, al parecer. Y no a uno cualquiera, sino a uno que estuviera convertido en el momento de traerlo. Ya podía estar cargada la bolsa de monedas si no quería acabar convirtiéndose en comida para chuchos por darle semejante encargo. Los lycans, cuando no estaban convertidos, eran fáciles de cazar, ya que en casi todos los aspectos eran simplemente humanos. Pero cuando se convertían... eso ya era otro cantar. Comprendía que fuera más interesante examinar a uno que se encontrara en su cuerpo "animal", pero claramente era más complicado de obtener. Y eso implicaba que tendría que hacer uso de sus reservas privadas de sangre... Sí, más le valía que mereciera la pena, o no tendría muchos remordimientos al estrangularlo.

Tras asegurar la mitad del pago, la cazadora se marchó en dirección a la ciudad. Necesitaba prepararse. O lo que venía a ser lo mismo, beber tanta sangre como pudiera y estudiar el calendario lunar. Por suerte, la Luna llena no se encontraba demasiado lejos de llegar. Tan sólo deseaba que llegara el momento, cumplir con el encargo, y regresar con la otra mitad de la recompensa.

***

Tal y como había supuesto, no fue tan simple como habría deseado. El chucho que había escogido, uno que sabía por fuentes bastante fiables que había sido convertido hacía relativamente poco, había resultado no estar sólo, a diferencia de lo que había pensado en un principio. Aún así, fue capaz de deshacerse de dos más, aparte del objetivo. Nadie los echaría de menos.

Lo que sí echaría de menos, sin embargo, era el segundo pago que su cliente debía haberle entregado. Su cadáver yacía en la misma mesa de examinar que antes había ocupado una bestia, oliendo exactamente igual que la anterior víctima lo hizo. El culpable se la quedó mirando, sin mostrar el más mínimo remordimiento por haberle jodido, desde el rincón contrario de la morgue. Ante lo que la cazadora simplemente se crujió el cuello y chasqueó la lengua, preparándose para abalanzarse en cuanto el otro se lanzara contra ella.