Visitas en el castillo.

por **Jean Baptiste Fontaine** Sáb Jun 25, 2011 10:14 am

El palacio había estado en movimiento toda la mañana, había invitados y todo se había dispuesto para recibirlos como se debía, eso por supuesto incluía al príncipe en cuestión recibiéndoles y desde luego dándole a la princesa invitada un “recorrido” por Francia y palacio…

Jean en su habitación se acomodo el corbatín y al verse en el espejo no puso evitar si no reír, se sentía como un niño de seis años al que sus padres preparaban para su fiesta. Le habían escogido la ropa, “azul por que combina con tus ojos” le había dicho su madre, después su padre le había dado una larga cátedra de los que debía o no haber a donde llevar a la princesa y de ciertas consideraciones que debía tomar. No era idiota, sabía perfectamente lo que intentaban.

Salió de su habitación, la princesa o tardaría en arribar a palacio y el debía estar esperándola cuando eso ocurriera, hacia ya algún tiempo que su padre no dejaba de mencionar que era el heredero al trono, su debes con su pueblo y la necesidad de una compañera que le ayudase a mantener el nombre de Francia en alto. Sabía lo que intentaba decirle, que buscase alguien pronto y contrajera nupcias. Su padre no se atrevería a ordenárselo pero insistía constantemente en eso.

Ahora, parecía que había pensado en dejar de insistir y como si fuese un pequeño que necesitase ayuda…concentrarle encuentros “casuales” con posibles candidatas. Rio ante la sola idea, seguramente la princesa saldría huyendo si se le contaba lo que el rey tenía en mente al invitarla a palacio. “A conocer Francia”

por **Lily Cappelletti** Lun Jun 27, 2011 4:00 pm

Cuando estás atado al cuello querer escapar sólo logra que te sientas cada vez más ahorcado, te va quitando la respiración con todos los movimientos que hagas, la mejor solución es quedarte quieto y cooperar, dejar que todo siga su curso como un río que en cualquier minuto puede salirse de su cauce. Tenía sobre su escritorio varios sobres, la mayoría de papel grueso y con un sello real instalado en ellos, distintos idiomas, distintas figuras pero todos con el mismo peso que otorga la nobleza a cada una de sus palabras escritas, como si fueran más importantes que las que podría expresar un campesino en una carta de amor por la chica que trabaja en el mercado al que va todas las semanas. Lily había leído su nombre muchas veces escrito en el papel que tenía en la mano, no su nombre, eran las palabras que habían elegido sus padres para llamarla y los títulos que había obtenido al nacer en aquella familia. Su alteza real Liliana Alessandra Nicoletta Cappelletti di Cavalli, princesa de Italia. Esa no era ella y no sentía como que pudiera serlo, incluso a ella misma le costaba pronunciar todo eso sin cansarse. El vestido estaba listo y de algún modo combinaba con los colores de la misiva donde había recibido la invitación para reunirse con el príncipe de Francia, de él sólo sabía su nombre y rumores que había oído, pero aceptaba que ahora la curiosidad la invadía y el repentino interés que suscitaba en ella también, ¿por qué ahora la invitaba al palacio si ya llevaba casi medio año en París?

La respuesta llegaba rápido a su cabeza y la forma tenía un rostro que hace casi dos siglos no veía, su madre muchas veces le repetía que si era ella quien llegaba a un lugar, era su obligación presentarse y pedir audiencia, pero Lily esta vez se había excusado diciendo que aquel viaje era sólo de placer, nada que significara participación de la corona italiana, de alguno de sus reyes ausentes, del príncipe que no conocía o de los condes que parecían haber desaparecido del mapa. Sobre el carruaje seguía pensando lo que antes había comenzado a aparecer en su cabeza, el tiempo era exacto y llegaría justo a la hora señalada en la invitación, quería dejar todo eso atrás y simplemente intentar pasar una buena velada, el protocolo siempre le había molestado pero era parte de lo que tenía que hacer. Sonreír sin mostrar los colmillos, alejarse de la luz para evitar que notaran el exceso de palidez de su rostro, quitarse los guantes sólo si era necesario, la opción de tener que comer siempre existía, una molestia, algo que tenía que soportar para no levantar sospechas. Los rumores de que el rey de Francia era uno de los suyos se hacían fuertes pero esperaba que esta fuera la ocasión adecuada para poder comprobarlo, el palacio se mostraba frente a ella y sabía la estaban esperando, respiró profundo aunque no era necesario que lo hiciera, sólo serían unas horas, nada más, intentaría dejar todo afuera y disfrutar de lo que el dauphin le ofreciera.

por **Jean Baptiste Fontaine** Miér Jun 29, 2011 4:20 pm

Vio el carruaje de la princesa cruzar las rejas de palacio y suspiro, no tenia idea de que esperaba su padre de el... esa sensación... la sensación de ser un pedazo de carne lanzado al asadero no se le quitaba desde la primera vez que su padre había mencionado por vez primera la necesidad de su matrimonio.
Estaba de acuerdo, sabia perfectamente que era su deber pero... simplemente no conocía a nadie que llamase en ese sentido su atención... tampoco es que su lista de amantes fuese interminable... ni siquiera sabia si alguna podía ser contada como amante en si... se rió de si mismo. Era un fracaso como príncipe de hadas sin duda alguna, afortunadamente estaba seguro que cumplía con eficiencia cada de ver como príncipe de Francia.

El carruaje se detuvo frente a las entrada principal del palacio y jean se dispuso a recibir a la princesa, la vio salir. Nunca antes la había visto y de alguna manera, el que fuese hermosa... con una especie de aura hipnótica no le sorprendió. Sin duda ella hacia honor a su titulo. Le dedico una sonrisa y una elegante reverencia.

- Sea usted bienvenida princesa- levantando la vista a el rostro de la joven... blanco...muy blanco, la piel parecía suave... no recordaba conocer a ninguna mujer con aquel toque mágico en ella... su rostro era lizo... cual hermosa estatua griega- permita me presentarme, Jean Baptiste Fontaine, príncipe de Francia a sus ordenes- usando solo los nombres que le pertenecían por si mismo, sus antepasados seguro no se molestarían. Después de todo ellos ya les habían usado durante años.

Le ofreció su brazo- permitame guiarle – estaba siendo amable y educado, no quería parecer un maldito acosador observándola demasiado. Cierto era que no era la primera mujer hermosa que conocía... pero si la primera con aquell presencia... no había hablado aun, pero era como si fuese superior en toda norma a cualquier a de los presentes, cada movimiento de su cuerpo era eternamente irreal, suave... elegante... Acaso era cada princesa tan embriagante Dominique era su hermana, así que nunca la había observado con mas ojos que los de un sobre protector hermano loco por ella... tal vez deba haberlo hecho y de momento no estaría tan admirado.

Se había organizado un banquete en su honor... estaban ya todos presentes ara recibirla, aunque era el el designado a acompañarla y servir cada deseo que brotase de sus labios

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