Lagrimas de un corazón muerto, piel ajada envuelta en terciopelo....

por **Ziba Alouqua** Jue Oct 06, 2011 7:34 am

Dulce anochecer....Amargo despertar...

Noche eterna, luna eterna compañera de camino, guía incondicional, aire que respiro, tan alejada estoy ya de lo que alguna vez fui, tan olvidado mi pasado, cuando aún el sol podía acariciar mi blanca piel, cuando las cosas parecían tener sentido, cuando todo estaba en el justo lugar que le correspondía. Olvido gran palabra, gran maestra, gran consuelo…

Algún día en los albores del tiempo, cuando mi esencia halla desaparecido por completo de los confines del mundo, cuando mi amado Caronte, el único ser real y palpable de mi existencia, el único que realmente esta, ha estado y estará presente junto a mi con cada uno de mis pasos, halla podido alcanzarme y abrazarme finalmente entre sus brazos, encerrándome en la más calurosa , afectuosa y atemporal de las celdas, esto queridos míos será lo único que quede de mi....Estas líneas, escritas con su sangre, que definen mi destino, un destino que él escribió para mi, y que llevo grabado en la piel como un tatuaje invisible del que no soy capaz de liberarme...

Como comenzar esta historia que no tiene fin... tal vez por el principio, pero cual es el verdadero principio?, donde se comienza realmente a existir?, para la mayoría de la gente el comienzo esta claro, el nacimiento; pero para alguien como yo, el mero hecho de nacer no es más que otra circunstancia en el ciclo de la vida.

Se nace con suerte una vez, tal vez dos... y si tu destino esta escrito con la pluma y la sangre de otro, entonces nacerás y morirás tantas veces como él quiera... y ese es mi caso.

Nací como cualquiera, producto de un vientre de mujer, morí al descubrir las primeras verdades de mi educación, morí al conocer la verdad del mundo que nos rodea, para renacer de mis propias cenizas y aceptar que no todos son seres normales, simples humanos, gente simple o complicada, inculta o con las mentes más brillantes... Renací al descubrir lo que era mi padre, al tener noción de los seres nocturnos, de los cambia formas, de animales capaces de pensar como humanos.

Esa fue mi primera muerte, después vino la segunda, con el como testigo y ruin mano ejecutora. Al cumplir los 15 años, fue traído del lejano oriente un instructor para mi educación, debía enseñarme los métodos ancestrales de curación oriental, debía enseñarme a meditar, a encontrar mi paz interior, a encontrar el umbral donde la bestia se calma y puede ser dominada por la razón; el trajo consigo un hermoso presente para mi, un tigre blanco, que sería mi mascota y tal vez después de mi hermana mi único amor.

Una noche de verano cuando todo parecía perfecto, el tigre permanecía agitado deseaba salir de mi recamara, así es que ilusamente abrí las puertas a la muerte, pues esa noche Philip lo cobro como victima, que ocurrió realmente no lo se, solo escuche su rugir, el rugir de ambos, y baje corriendo la amplia escalera de mármol blanco que desembocaba en amplio recibidor, que a su vez daba paso al salón y a la biblioteca, cuando entre en esta última, Anthar un fiel amigo de mi padre y el propio Philip se encontraban sobre Sato, con el rostro transformado, y la mirada perdida, jamás los había visto en semejante situación, nunca me había enfrentado a la bestia que los dominaba, todo ocurrió muy deprisa, traspase las puertas en dirección a mi agonizante compañero de juegos, quien en un ultimo aliento levanto su zarpa hacia mi brazo causándome un brutal rasguño, la sangre manaba y ambos hombres parecieron sentir lo que ocurría incluso antes de que yo pudiera quejarme por el dolor de la herida.

Esa noche morí por segunda vez, al ver el rostro de Anthar mirándome de semejante forma, años han pasado de ello, y debo reconocer que si Philip no hubiese intervenido generando una brutal batalla que termino con la casi destrucción de la biblioteca, mi destino hubiese sido muy distinto... Pero hasta en ese instante Philip Alouqua escribía cada línea, cada coma, del libro de mi vida, y esa noche decidió que yo no moriría.

Por primera vez tuve conciencia cierta de aquello que sería, del monstruo en que seguramente me convertiría, y fue entonces, cuando todos los años de estudios inútiles cobraron sentido, fue entonces cuando vi lo que había hecho conmigo.

- Dominio control carácter y fuerza, razón antes que corazón, - cada una de sus palabras cobraba sentido.

Años trascurrieron hasta que la muerte me llego por tercera vez en una misma vida, noche de Otoño, cuando el sol casi no calienta, cuando las hojas de los árboles ceden a la fuerza de la gravedad, cuando los colores se tornan ambarinos y tristes….

Una gran celebración en nuestro nombre, se conmemoraba nuestra onomástica, ambas hermanas Aloqua rivalizaban en belleza, gentileza y seducción. Aquella noche todo era perfecto, el castillo que nos había servido como hogar durante nuestra existencia, se engalano de una manera soberbia, si cierro los ojos aun puedo verlo, incluso olerlo y sentirlo con tal fuerza que mi piel se eriza como respuesta, y mi estomago se contrae..

Grandes candelabros colgaban del techo abovedado, recubierto con finas maderas talladas a mano, la gran chimenea del salón rebosaba vida, el olor del roble al ser quemado lo inundaba todo, alfombras de oriente colocadas formando hermosos dibujos, grandísimos tapetes conmemorando batalladas ganadas por los ancestros Alouqua, velas alumbrando cada rincón de la estancia, las ventanas dejaban pasar la fresca brisa y también el olor a bosque y a río, el vino pasaba de copa en copa, de mano en mano de una forma generosa.

Al pie de las escaleras un gentil trovador cantaba las hazañas del abuelo de Philip, sin saber que nieto y abuelo compartían una misma piel.

Mujeres engalanadas, flores, rosas rojas y blancas, y en cada centro una rosa azul, tal vez el pequeño homenaje que me hacia la enorme mujer florista a la que cada día sin excepción le compraba una rosa de ese mismo tono.

Tanto Olette como yo brillábamos cual estrellas fulgurantes caídas del mismísimo firmamento, todo era tan perfecto…

Philip a mitad de la noche nos obsequio con un medallón a cada una, una joya hermosa, magnánima, la cual siempre paso desapercibida ante nuestros ojos, era un simple colgante, hermoso, valioso pero a fin de cuentas un adorno para nuestros cuellos…. Eso pensábamos en aquel entonces… pero no nos juzguéis mal, éramos tan jóvenes. Desde aquel entonces lo llevamos al cuello, primero como símbolo del amor del padre, y después simplemente como lo que realmente es.

La noche transcurrió sin más, bailes calor, ojos lascivos sobre la piel, nada a lo que no estuviese acostumbrada, incluso asistieron algunos amigos desde Paris.

Al terminar, nos retiramos antes que los hombres, costumbres de la época supongo, ellos permanecían sentados fumando y bebiendo, hablando de cómo deberían ser las cosas, siempre cambiándolas en su propio beneficio, como no podría ser de otra manera. Me despedí de mi hermana y de Anthar al finalizar la escalera, mi hermana se dirigió a su recamara y yo a la mía, Anthar como buen carabino nos escolto hasta donde la prudencia dicta y luego se retiro con los demás.

Pasaron al menos dos horas antes de que el ultimo de los invitados partiera, podía verlos desde el alfeizar de mi ventana, estaba despierta de pie, mirando la luna y la vista sobre el río, y jugueteando con mi nuevo medallón cuando él entro.