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Primer Acto - La melodía de un corazón muerto 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Leophrand Arlesse Jue Dic 09, 2010 2:28 am

Desde un rincón con vista a la gran sala dentro del inmenso coliseo, él observaba minuciosamente a los trascendentales caballeros caminando impetuosamente sobre la alfombra principal del Theatre Des Vampires, lugar aquel convertido en uno de los sitios más concurridos por las mejores familias e individuos con importantes cargos del país.

Miembros de la Realeza, adinerados y funcionarios de la ciudad llegaban luciendo los mejores atuendos de la época. Desde vestidos de seda acicalados con las joyas más caras de Europa y occidente hasta elegantes trajes victorianos paseaban por doquier a lo largo de la estancia, un espectáculo brillante a los ojos relumbraba frente al hombre recién llegado a París.

De lejos observaba a la dama que vino con él en aquella noche estrellada. La muchacha de ojos cristalinos como el mar, de belleza inigualable y tan perfecta como un vampiro, parecía perdida en aquel enorme teatro y que a pesar de todo lo disimulaba muy bien.

La ansiedad aumentaba en su fuerte pecho, no sólo porque todo era diferente a comparación de su querida Inglaterra sino además por la preocupación de haber traído a una inocente humana a la boca del lobo. La mirada del vampiro paseaba de un lugar a otro alrededor de la exquisita mujer sentada a unos metros de él, ella esperaba paciente en una de las butacas del centro cruzando las piernas en un ademán de sensualidad.

Todo parecía estar calmado entre saludos y risas titilantes, no obstante aquella dama hizo su aparición en la entrada del teatro, la misma mujer que unas horas antes le había preguntado la dirección hacia el sur, ahora escoltada por el cochero. Su presencia causó desasosiego en Leophrand, quien no dejó de observarla hasta que ella arribó a una de las butacas privadas en la parte superior del coliseo.

Acariciaba el brillante violín inglés de extremo a extremo con una tela de seda sin perder de vista a su acompañante sentada en medio de toda la concurrencia. Cuidando de ella sin levantar sospecha. El bullicio de los actores prósperos a hacer lo suyo sobre el auditorio se prolongaba cada vez más y el perfume de la joven se podía percibir aún en el traje de Leophrand quien estuvo parte de la noche con ella compartiendo plática antes de empezar su acto.

Un hombre de estatura mediana hizo su aparición en la habitación del músico dirigiéndose a él con una reverencia.

- En diez minutos hará su debut por estas tierras Monsiur Leophrand. Esperamos, se encuentre preparado, la multitud aguarda entusiasmada.

El joven asintió con la cabeza acompañada de una sonrisa llena de respeto al encargado. Guardando a quien conocía como su “existencia” en la maleta de madera moldeada con cuero en forma de violín, caminó hacia la escalera detrás de la tarima y se acomodó en un rincón mientras daba por terminado el acto de los nocturnos sopranos.

Un hombre alto de traje negro y camisa de flecos engalanada con botones de plata se presentó al término del acto. Se irguió con gracia frente a todos mientras los telones de color carmesí cerraban tras él. El bigote bien afeitado en acorde con el peinado brillante hacia atrás le daba una presencia imponente, al parecer, era el presentador, persona a quien Leophrand aún no conocía.

- Damas y caballeros, apreciados Señores de la Realeza que una vez más nos acompañan esta noche, miembros del gobierno infaltables, estimado público presente; es grato para nosotros presentar a continuación a uno de los más grandes músicos de la época, compositor de decenas de sonatas y asimismo, miembro de la importante filarmónica nacional de Inglaterra. ¡Con ustedes, Monsiur Leophrand Arlesse!

Ya en posición, acompañado de estridentes aplausos, el enorme telón rojo vino se abrió de par en par dejando relucir al majestuoso caballero inglés de cabellos castaños y calzado brillante postrado en la parte central de la tarima con el cuerpo de costado hacia los espectadores, exponiendo aquel instrumento de matiz caoba que descansaba sobre su hombro izquierdo encima de un sedoso pañuelo de lino blanco a juego con la camisa de cuello alto.

El silencio perduró por unos segundos hasta que el finísimo arco rozó la templada hoja una a una por las cuerdas del delicado violín profiriendo sonidos graves y agudos en conjunto con su noble acompañante en el piano de cola armonizando el ambiente en una selecta combinación de melodías.



La última nota se extendió en el aire conmoviendo corazones latentes y muertos. El misterioso violinista hizo una reverencia de agradecimiento y entre el bullicio de los aplausos fueron cerrando telones haciendo que la mirada penetrante de Leophrand se fijara en el bello rostro de la hermosa mujer que había traído consigo antes de que las colosales cortinas nublasen su vista, sin embargo… algo no estaba bien…

Aquella mujer sonreía en su palco observándolo con detenimiento, ahora acompañada de otra dama de la misma especie y alcurnia. Un caballero magistral escoltaba a ésta también pero se mostraba indiferente a lo que sucedía a su alrededor.

Leophrand guardó su violín rápidamente en la cajuela y se apresuró a descender del proscenio, su noche había acabado entre lágrimas placenteras del público y aplausos altivos, ya no tenía nada que hacer en el lugar salvo llevar a su dama a un territorio seguro… algo parecía estar mal, lo presentía…


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Primer Acto - La melodía de un corazón muerto Empty Re: Primer Acto - La melodía de un corazón muerto

Mensaje por Alai Jue Dic 09, 2010 11:27 am

Sabía que antes de una presentación, el desear suerte no reconformado, y hasta era tomado con cierta superstición; por lo que antes de despedirse de aquel joven caballero, Alai tomó el atrevimiento de depositar un fugaz beso en su mejilla, sin mediar palabra. Se despidieron en la entrada hacia el auditorio, y el músico emprendió el recorrido hacia su sitio, tras bambalinas.

Ella intentó mantener calmada, evitando las miradas de aquellos que de seguro estarían catalogándola de crueles maneras. Aunque no podía evitar cierta incomodidad, no le importaba demasiado, le debía a aquel joven estar allí, y ahora por nada se iría.

Vestía de modo demasiado elegante, en comparación a lo que todos esperaban de una prostituta, detalle que en algunos casos le permitió pasar desapercibida: un fino vestido celeste, sin demasiado vuelo en su falda, cuyo corsé delineaba sus curvas, pero no de modo indiscreto. Llevaba el cabello recogido por completo, lo que dejaba sus hombros y cuello al descubierto, dándole mayor delicadeza a su imagen.

Halló el asiento que le correspondía, y lo ocupó de inmediato, con la esperanza de así perderse entre la multitud. El teatro, que al ingresar estaba a mitad de su capacidad, comenzó poco a poco comenzó a alcanzar el máximo de su capacidad. Sin dudas aquel espectáculo era de las novedades más esperadas en la ciudad, pero poco sabía Alai de ese tipo de eventos, pues prefería mantenerse alejada de los lugares de gran concurrencia.

La gente parecía muy animada por el show que presenciarían, sus charlas llegaban a oídos de la muchacha, que tan solo estaba allí por un motivo. Se sentía extraña, aceptando de aquel modo la invitación de un desconocido ¿si acaso el quería dañarla? ¿si todo era una trampa?

Sacudió la cabeza, en modo inconsciente, como intentando quitar así aquellas ideas que iban y venían. Algo le decía que no era así, que el extraño caballero no fingía y su invitación, aunque extraña, era sincera. No pudo evitar la sonrisa que cruzó su rostro, todo lo vivido aquella tarde la hacía sentir diferente, en cierto modo, especial.

Enderezó su postura, irguiendo su espalda y recostándola en la butaca, y se cruzó de piernas. La función estaba a punto de dar inicio, y la multitud comenzó a bajar poco a poco el volumen de sus conversaciones hasta lograr un expectante silencio. El tiempo pareció detenerse, para retomar poco a pocos su ritmo, a medida que el telón se decorría.


La presentación inició sorprendiendo a Alai con su majestuosidad, obligándole a mantener esa sonrisa en su rostro, mientras su atención se centraba en las escenas que transcurrían. Era un momento extraño, en medio de aquella oscuridad, se sentía igual al resto de los espectadores. No había distinción alguna entre los ocupantes de aquellas butacas en penumbras, todos observaban lo mismo, reaccionando a cada jugada de los actores.

El telón ce cerró, y un mar de aplausos, y una voz en off anunció la actuación más esperada. Al parecer, su misterioso acompañante era toda una eminencia. Las dulces notas comenzaron a fluir de aquel instrumento, encadenándose en una conmovedora melodía. La pasión con que el joven deslizaba aquel arco sobre las cuerdas, logrando transmitir por medio de aquel violín, mucho más que simples notas, logró que la piel de Alai se erizara.

Todo cambiaba, ya no lo veía como un extraño, estaba viendo y oyendo su alma allí, representados por la dulce canción y cada movimiento. Los ojos de la joven se empañaron, obligándola a deslizar por ellos sus manos, deseando no perderse un segundo de aquella actuación. Estaba realmente maravillada.

La última nota resonó en el auditorio, seguida de un silencio total quebrado por una nueva oleada de aplausos, a la que Alai se sumó sin dudarlo ni un segundo. La función había acabado, el joven hizo una reverencia y el telón se cerró frente a él. La gente comenzó a emprender su retirada, sin embargo la cortesana dudaba qué debía hacer. Permaneció en su butaca, esperando que el músico fuese a buscarla, deseando que éste lo hiciera.

Temía que su velada hubiese acabado para él, con aquella presentación, pues nunca habían acordado si se verían a la salida. Sentía que su corazón se aceleraba a cada segundo, mientras aquel miedo tomaba presencia, más simplemente decidió esperarlo.
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Primer Acto - La melodía de un corazón muerto Empty Theatre des vampire, (a priori post en calles parisinas)

Mensaje por Alessa Windsor Jue Dic 09, 2010 2:16 pm

Mientras al pasar notaba los antiquísimos cuadros que adornaban con su esplendor los pasillos del teatro, Alessa recordó, ante un paisaje de Monet, pasajes de su vida en Inglaterra...
Recordaba la hilarante sensación de yacer en el plasto césped del castillo, humedecido por el caer del rocío matutino, mientras con las manos mojadas arrancaba mechones de pasto. La luna iluminaba impunemente cada centímetro de su cuerpo, y frotando los pies sobre el suelo, disfrutaba de las sensaciones más simples que la relajaban de punta a punta.
Caminar bajo la lluvia hacia el solario de su mansión victoriana rodeada de los especímenes más exóticos, mecerse en la tendida hamaca de lianas gruesas que colgaban del viejo olmo, mientras las mariquitas retozaban sobre sus desnudos hombros. Podía ser el ente más despreciable, la criatura más salvaje, irascible y mortal, pero al final del día, cuando se hallaba sola en lo recóndito de una relajación casi necesaria, era solo ella… ella quien degusta placeres simples, pero que hinchaban una inexistente alma. Quizás era lo más irónico, la faltante de la misma, la llevaba a buscar saciar vacíos, con placeres más que mundanos.
Volteó a constatar la presencia de su acompañante. Ella, sin poseer duda alguna, caminaba al mismo paso apresurado que la princesa en dirección a una potencial fechoría. Al llegar al alto y tendido cortinal de bastidores la vampiresa tomó la mano de Diva Goldsmith en un suave ademán.

-Morris quédate aquí…- ordenó la vampiresa dirigiéndose hasta llegar al camerino de la Soprano. El fiel licántropo, de pié, aguardaba en reprobable compañía del escolta de la señorita Goldsmith, mientras ambas se dirigieron a la caza.
Diva quién a su lado caminaba, se vio distraída por un par de muchachos varados en las orillas del cortinal previo al escenario, pues la mancebía de ambos, le pareció una deliciosa ambrosía a probar. Pero el capricho de Alessa era uno solo en ese particular instante... dio unos cuantos pasos hacia la habitación de la lírica cantante, quien se hallaba empolvándose la nariz, completamente creída en que su acto había sido preformado con éxito… Al notar el ingreso de la princesa en la habitación, se puso alegremente de pié creyendo que ésta se trataba de un emocionada seguidora de su profesión. La bata bordó que cubría el obeso cuerpo, se tendió holgada.
-Buenas noches Madmoiselle- dijo la señora, mientras Alessa, amenazante se hallaba a un lado de la puerta. -¿Qué puedo hacer por tal distinguida dama?- preguntó nuevamente antes de que la vampira se aproximara en lentos y seductores pasos.
-Bonne Nuit, Madmoiselle- respondió... en el trayecto, los ojos de la joven aristócrata iban paulatinamente tornándose de celestes a escarlata. El efecto del cambio impresionó a la artista, quien en entrecortadas preguntas iba estampando pasos en reversa… sintió pánico una vez observó el anillo real en las manos de la enmudecida muchacha quien consideraba distinguida, empezó a sonreír satisfecha de una próxima maldad, mientras dos líneas marfilíneas empezaban a crecer en los extremos de sus labios.
-Rea... realeza... pe... pero ¿que pretende hacer?- tartamudeó la cantante mientras caía sentada en el sillón frente al tocador.

-Como verá mi estimada señora- dijo en tono burlista – Mientras se desarrollaba su acto, en constantes errores, me permití el interno deseo de hacer un directo favor a éste magnífico establecimiento…- dijo Alessa mientras la estupefacta vampira soprano dejaba de parpadear del asombro –Dañó quizás la parte más vital de la escena… provocando una laguna en lo que, a mi parecer, es una deliciosa obra en la lírica actual… y eso, querida mía, es imperdonable- dijo tomando el rostro de la corpulenta vampira y provocándole un agudo dolor en la garganta. No podía gritar, ni tampoco moverse, puesto que Alessa en un salvaje movimiento la tumbó al suelo… el pánico de la cantante se manifestaba en casi mudos quejidos, intentó ejercer alguno de sus dones nocturnos como la velocidad de poder escapar ante tamaña rival, pero la diabólica expresión de su atacante, había sellado el desenlace... el dolor que emitía hacia el cuerpo de la mayor, provocó intermitentes convulsiones, ya que justo en el punto vital de ya no soportar más, sus ojos explotaron en súbitos gotones de sangre. Alessa, cortó con el improlijo filo del espejo que se había roto con la caída de la robusta mujer, cada vena de su mórbido cuerpo, decapitándola sin piedad... como estocada final de aquel inerte cuerpo, probó la misma sangre de su especie, como un retorcido fetiche que ocultaba ante ataques similares. Por alguna razón no dejaba de sonreír, había librado al "Theatre Des Vampire" de un error vocal innecesario.
Algunos minutos después y ya fuera del camerino , Alessa partió y junto con ella la vida de la artista, aun limpiaba los vestigios de sangre, con el pañuelo de seda bordado que manchaban sus comisuras.
A varios metros, Morris, supuso el pecado de su ama, y procedió a ir al descubrir de la masacre, a deshacerse de las pruebas de un notorio delito, quitando el cuerpo que yacía sin cabeza sobre el ensangrentado suelo del camarín. -¿Dónde está la cabeza?- se preguntaba Morris sacando el resto por la puerta trasera del edificio mientras los aplausos aún colmaban el salón, todos estarían atentos al acto final, puesto que no repararían en un simple sirviente que saliera a desempolvar un excesivo tapete. Alessa Von Bükert se adelantó intentando llegar hacia el frente del teatro en busca de Diva, casi carcajeando portaba como trofeo la cabeza de la vampiro, oculta en una bolsa de mano que no había cargado consigo anteriormente. Antes de poder cruzar el pórtico que separaba el vestíbulo de los pasillos, repentinamente se topó con alguien inesperado... aquel sombrío sujeto de la mirada inquietante. Una vez más el ambiente exponía sorpresas interesantes.
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Primer Acto - La melodía de un corazón muerto Empty Segundo Acto: Escape

Mensaje por Leophrand Arlesse Jue Dic 09, 2010 8:45 pm

La multitud se disipaba de a poco, momentos después de haber finalizado el acto musical del visitante inglés que llenó expectativas esa noche. Complacidos riquillos se retiraban de los lugares emocionados y rebosantes recordando aquella música melódica que cerró con broche de oro.

Al pie de las largas escaleras del escenario, el presentador esperaba el descenso del violinista para felicitarle por el imperioso concierto que acababa de ofrecer a tan amado público que no dejó ni un instante de prometer su regreso los siguientes días.

- Monsiur Arlesse, mi cordial bienvenida a la Ciudad de las Luces. – dijo haciendo una reverencia muy notoria – Su presencia esta noche ha causado gran revuelo, es un verdadero placer tenerlo aquí y ser parte de su entorno laboral. Puede contar conmigo para lo que necesite.

Arlesse estrechó la mano del individuo en un gesto de agradecimiento sincero y presuroso se disculpó dirigiéndose rápidamente hacia la habitación de actores sin siquiera preguntar el nombre de tan amable caballero.

Tenía que pasar por el vestíbulo de algunos nobles para dejar en su respectivo atril, el violín que era parte de su fama europea, ya que la antecámara privada de éste, se hallaba al final de todas las habitaciones. Una vez cumplido su objetivo, cerró la puerta muy despacio y caminó hacia la sala principal para recoger a la doncella que aguardaba entre las masas.

Podía sentirse la sed de sangre en el aire a cada paso que daba por el pasillo desolado en el que las puertas continuas de los cuartos se hallaban cerradas a juzgar por la posición directa del violinista. El hombre trotaba mirando a ambos lados de corredor y se detuvo en seco frente a una de las puertas semi abiertas cuyo letrero decía “Virginia Dupont.”

El camarote olía a muerte, sangre fría como el hielo fue derramada en aquel pequeño espacio vacío. Sólo unas cuantas gotas carmesí se observaban a la vista manchando la alfombra tupida de ligero color gris. Sin tocar nada, el extranjero se retiró sin llamar la atención en el silencio del estrecho camino. Ningún rastro de la víctima… sólo el aviso del poderoso enemigo rondando cerca sediento de sangre.

Saliendo del pasadizo hacia la sala central, una porción considerada de personas esperaba a sus célebres actores para pedirles algún autógrafo o quizás entablar alguna conversación invitándoles a las reuniones privadas de los grandes magnates de la ciudad. Arlesse, apresuraba el paso entre la aglomeración para alcanzar a su dama sentada todavía en la butaca donde la despidió minutos antes de empezar el espectáculo.

Mientras cruzaba de lado a lado, extraños pensamientos surcaban la mente del vampiro, como la envestida a aquel trío de ladrones que se convirtieron en su aperitivo nocturno la noche anterior a su llegada en las afueras de la ciudad, el sonriente rostro complacido de aquella extraña dama de la realeza a quien ya no tenía a la vista.

A pocos metros de llegar, las ansias se calmaron al ver en Alai la agraciada sonrisa apenas visible. Sin pensarlo, Leophrand abrazó a la joven sorprendida por la actitud y extendió su brazo para escoltarla rumbo a la salida. Poco duraría su tranquilidad al olfatear el mismo olor que percibió desde la habitación forzada de la cantante soprano. “Fue ella…” – pensó para sí mismo.

La distinguida dama se hallaba en el camino de Leophrand y Alai, ocultando lo que parecía ser un paquete oscuro entre los delicados brazos. A pocos metros de ella, la extraña mujer de la misma estirpe y belleza junto con el cochero esperaban por ella.

- Bonne Nuit Madame. – le saludó anticipándose a que ella le hablara y por ende se despidió tan rápido como pudo gesticulando una reverencia. – Fue un placer gozar de su inminente presencia.
- Es usted el mejor violinista de su clase que he tenido el agrado de oír Monsiur Arlesse. El gusto es mío, Ont une Bonne Nuit. – respondió ella sosteniendo el paquete con un brazo y extendiendo su mano antes de que se retire el susodicho.

Por respeto, el vampiro besó el dorso de la mano cubierto por el guante color magenta que llevaba puesto la doncella y pasó a retirarse con Alai pegada a su brazo que estaba desorientada.


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Primer Acto - La melodía de un corazón muerto Empty Re: Primer Acto - La melodía de un corazón muerto

Mensaje por Alai Jue Dic 09, 2010 9:13 pm

El tiempo transcurría de modo lento y pesado para Alai, que continuaba a la espera del el joven músico. A cada segundo, se sentía más fuera de lugar, en aquel teatro tan majestuoso del que salía gente de gran prestigio. Por momentos, le parecía reconocer varios rostros que frecuentaban su sitio de trabajo, pero intentaba ser discreta y apenas mirarlos al pasar.

Poco a poco, su ansiedad se acrecentaba, junto con el nerviosismo causado por la angustiante soledad. ¿Y si ya no lo veía? ¿Si no era más que un bonito sueño, del que debía despertar tarde o temprano? En su mente aún resonaban las delicadas notas de su melodía, y hasta podía verlo desarrollando su arte. No podía ser real, no podía ser humano.

Se sentía una tonta por haber creído que podía atraer en tal modo su atención, por haberse atrevido a sentirse especial aquellas horas.

Pero todos sus temores y malos sentimientos se esfumaron, cuando unos fuertes brazos la rodearon en forma afectuosa: había vuelto por ella, sí le importaba… Algo extrañada por el abrazo, pero feliz de saberlo con ella, tomó su brazo y caminó con él hacia la salida.

Era fácil notar la tensión que Leophrand estaba transitando, más no atinó a preguntarle qué sucedía, antes de que sus pasos se detengan.

Frente a la pareja, la misma dama que habían cruzado en el camino hacia el lugar saludaba al artista, haciéndola sentirse poca cosa nuevamente, frente a su fino porte y actitud señorial. Para alivio de Alai, la conversación entre ambos fue breve, pudiéndose notar en las palabras del violinista, que así lo prefería.

Tras la rápida despedida, el muchacho guió a Alai hacia la salida, y lograron ambos alcanzar la transitada vereda. La chica divisó el carruaje de la extraña dama que acababa de cruzarse en sus caminos, mientras pasaban entre la multitud de nobles que aguardaban ser recogidos para regresar a sus hogares.

- ¿Sucede algo malo?- preguntó en un susurro, mientras seguían avanzado a ritmo acelerado.
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Primer Acto - La melodía de un corazón muerto Empty Una encrucijada, y el desviar de caminos (Alessa Von Bükert se traslada a "las afueras de la ciudad")

Mensaje por Alessa Windsor Jue Dic 09, 2010 11:29 pm

Quizás en el fondo no se hallaba sorprendida, pues ya había averiguado con anterioridad que se trataba de aquel arcano sujeto, sentirse intimidada con aquellos foráneos ojos, solo podía ser producto de alguien tan impecablemente especial. Solo que ésta vez la expresión en su rostro, para con ella, había mutado de manera más que perceptible… Él lo sabía, de algún modo lo sabía, quizás leyó en la satisfacción de su semblante la atrocidad que acababa de cometer, o quizás simplemente… la conocía, conocía su especie.
Alessa ignoraba si alguna suerte de sindéresis se estaba llevando a cabo en la mente del violinista, realmente no importaba en ése momento, pues nuevamente sintió atracción por quién lo acompañaba… la misma muchacha, con la misma expresión rebosante de vida. La distracción la llevó a olvidar lo que portaba en sus lánguidos brazos hasta que el alto y esbelto joven dirigió su mirada a la opaca bolsa.
Los breves instantes parecían eternos, remarcada incomodidad, pues ella podía advertir que el se encontraba apresurado por abandonar el recinto, quitando del potencial peligro a la ninfa que llevaba consigo.
- Bonne Nuit Madame. – dijo el dueño del “violino” y ante el vocalizar de aquella voz, Alessa volvió a sentir alivio, algo en aquel muchacho había remarcado una buena impresión, a la primera, incluso en la última. Pero allí, ambos de pie frente a una salvaje asesina, las ganas de querer alejarse de ella, eran más que predecibles.
- Es usted el mejor violinista de su clase, que he tenido el agrado de oír, Monsiur Arlesse. El gusto es todo mío, Ont une Bonne Nuit. – expresó la vampiresa en sórdido reaccionar. A la breve distancia, y observando el chirriar de los dientes de Morris, supo que ella también debía partir, puesto que las aventurillas de su nueva amiga, parecían también haber tenido éxito.
Instantes previos a hacerlo, sufrió una especie de nerviosismo… pues el músico se inclinó en reverencia, tomando su mano… Alessa temía que sujetara el brazo que apretujaba la cabeza oculta, más quizás también él vaticinó eso. El brazo tendido, y el beso que estampó en su mano, no pudieron sentirse, la tela del guante manchado separaba ambas texturas de piel.
Morris, como de costumbre, aclaró su garganta dando la oportuna señal. Y así como el fugaz beso, fugaces fueron las presencias del músico y su dama al partir.

Como un criminal que huye de la escena, Alessa salió discretamente del teatro, mientras la gente empezaba a acumularse en la entrada, el majestuoso carruaje aguardaba por ellos, la princesa invitó a su nueva amiga a unirse al paseo, y en cuanto emprendieron viaje, fue recién cuando un estrepitoso grito salió del pórtico de Theatre Des Vampire.
Habían transcurrido algunos instantes cuando el carruaje cruzó camino debajo de la avenida a la pareja, Alessa emitió una efímera mirada, para luego cerrar la cortina y dirigirse al castillo.
Al arribar, la princesa invitó a la noble acompañante a que pasara la noche, quien aceptó encantada.
Trascurrieron algunas horas y en la alcoba de la vampiresa, la noche recién abría su manto para cubrirla, hija de la oscuridad, absorbía su negrura de polo a polo, aprovechando cada instante para reinventarse una y otra vez.
-Deberías quemar el souvenir que trajiste contigo- sugirió Morris desde la esquina de la elegante habitación, un tanto huraño al haber sido testigo de una no muy divertida velada. Alessa se quitó lentamente la ropa, dejándola caer con gracia a sus pies, algunas manchas adornaban la seda, pero eran casi imperceptibles a los fisgones. Caminó desnuda hacia el balcón, y abriendo de par en par las ventanas, dejo que el manto estrellado bañara de aire nostálgico su ser.
-Está bien…- dijo aspirando, de una honda bocanada, la noche y suspirándola de satisfacción – No te preocupes Morris, todo estará bien. Al final de cuentas, dejé un presente en aquel lugar, los libré de tener fallas en sus obras, ahora quizás podamos oír nuevamente lo que tiene a ofrecer para nosotros en cada acto- repuso abriendo los brazos de par en par, toda expuesta hacia el frente de su mansión.
Morris observaba de reojo la sensualidad de su ama, quien al ladear sus manos le develó un extraño faltante…
-¿Y tu sortija?- preguntó extrañado, al ver que la argolla real de su dedo anular no se hallaba en su lugar. La princesa recién percatándose del detalle, abandonó inmediatamente el balcón para revolver de suelo la ropa que instantes atrás había desprendido de su pálido cuerpo. No se hallaba allí.
- No está…- dijo en serio semblante mirándolo fijamente –Debe estar en el carruaje… y si me equivoco en ello, no me equivoco en decir que se calló en el anfiteatro, o en los pasillos que recorrí deprisa…- las conjeturas de Alessa provocaron el urgente abandono de Morris fuera de la habitación dirigiéndose hacia el carruaje para constatar que la joya real no se encontraba. Al anunciarlo a su ama, Alessa, pensativa, pictorizó un plan de recuperación.
Era demasiado pronto para volver, acababan de hallar el cuerpo, pero sería más sospechoso, y por supuesto incriminatorio si encontrasen la barroca sortija allí.
No se atrevía a molestar a su invitada, y tampoco creyó prudente salir instantáneamente en la búsqueda. En las facciones de Alessa no se notaba una ínfima gota de sudor, mucho menos inquietud… más internamente ansiaba hallar la sortija, la misma que su amado hermano le había obsequiado al morir, y con la que terminó de consagrarse como princesa de Inglaterra.
Un furioso estampar de la puerta principal se oyó en ecos por la mansión, y Alessa abalanzándose al balcón, vio partir apresuradamente a Morris.
-Morris…- murmuró en temida tonalidad.

Trascurrieron horas, y la alborada casi azotaba las purpúreas cortinas de la alcoba. La amplia cama tendida develó que Alessa no había tenido descanso desde que su protector abandonó la mansión. Más a lo lejos, el repiqueteo de los caballos, y la carroza ingresando en los predios, hicieron que la vampiresa descendiera casi corriendo las marmolinas escalinatas.
Triunfante, y ocultando detalles de cómo lo hizo, Morris descendió impávido del coche, en su mano izquierda brillaba la sortija de Eduardo III, y la vampiresa emitiendo una amplia y emotiva sonrisa, fue desprendida del suelo, entre brazos, por su “sombra”… su más fiel aliado. Morris la cargó por los escalones y tras de ellos, la puerta de la alcoba volvió a cerrarse.
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Primer Acto - La melodía de un corazón muerto Empty Re: Primer Acto - La melodía de un corazón muerto

Mensaje por Diva Goldsmith Vie Dic 10, 2010 12:31 pm

En mi infortunio, no pude hacer acto de presencia en la posesión de vida que mi nueva acompañante, Alessa, deseaba ejecutar. En el camino hacia el camarote de tan insípida e improvisada mujer me vi tentada de presas terriblemente a mi alcance. La señorita Alessa tomaba mi mano en la vía hacia el punto fijado no era un impedimento para detenerme en mis nuevos objetivos. Me detuve frenando nuestra marchar y mirando entre reojo a dos muchachos jóvenes entre las butacas procedí a disculparme con ella.

- Os pido que comprenda mi nueva meta. Seria mas placentero para mi que vuestra merced se hiciese cargo de aquel problema mientras que yo, sin poder ir contra mis instintos, juego un poco al “gato y al ratón”. No me tomare mucho, mas si lo deseas pues esperarla en mi carruaje, esperando nuestro encuentro con gran logro en nuestros planes - Sin decir mas, observe la expresión de entendimiento de la bella princesa y junto a mi lacayo marche mi ronda por los pacillitos de los regazos.

Mi fiel Luked ignoraba mis deseos y mi próximo cometido. Me detuve con una leve imitación de preocupación en mi rostro la cual fue atendida rápidamente por mi siervo. –Mi señora, ¿Qué le agobia? – Captando su total preocupación continué mi breve actuación con vos abatida pero convincente. – Me siento algo descompuesta, ve rápido prepara mi carruaje, esperare allí a la joven Alessa mientras reposo, yo asistiré al salle de bains, por favor ve – Este sin perder u segundo salio en apresurado como si el mundo se le viniese abajo y yo sonriente de tan podré e inocente inexperiencia muchacho.

Las velas daban un calido y misterioso momento, las luces en general del teatro se encontraban bajas, mientras yo, revoloteaba seductoramente alrededor de dos apuestos jóvenes. Uno, de cabellos dorados, perfil de niño puro pero cuerpo de hombre que al parecer, pocas veces había sido parte de las bellas y divertidas trampas de la lujuria y el pecado. El otro, al parecer un poco mayor que el anterior, un cabello negro y lacio con una tez suave que al verlo provocaba que me ruborizara. Eran dos bocadillos tentadoramente atrayentes.

Solo me vasto dejarme ver entre costritas casi translucidas para cautivar la atención de mis bellas presas. Camine como huyendo de ellos, apenada por la idea simple de ser el centro de su atención, escondiéndome entre las espaldas de otros presentes, ellos me siguieron, juntos, como intentando cazar una perdiz o una liebre. Ambos siguiéndome por un pasillo oscuro ingresaron a una habitación atraídos por la dulce fragancia que desprendía de mi piel.

Dos capturas con una simple mirada. La puerta se cerró lentamente por sus espaldas, topándose con una figura indescriptiblemente seductora frente a sus ojos, que dejaba ver su pierna al descubierto y sus hombros despojados de la pañoleta de seda. Ambos creyentes de merecedor premio, por su incesante búsqueda, se acercaron tímidos pero seguros. Yo mientras, con mi actuación de solitaria e indefensa dama, pose mis manos desnudas de guantes, en aquel cutis suave que a gritos me llamaba diciendo “Te reclamo como dueña” sin exigirle mas contención a mis deseos, repose mis labios tibios de se pecado de humano. Mientras el otro joven, sin celo alguno, palpaba sus firmes manos, mi cintura y con delicado sentir besaba mi espalda.

Ninguna escena con tal lujuria se asemejaba a la que estaba sucediendo en aquella alejada y ardiente habitación. Su deseo por poseerme se elevaba como el mió por degustarlos. Ignorantes por ser victimas de mis encantos, cayeron en la trampa. Un juego donde el gato finge ser ratón, y los ratones acuden a él, creyendo ser los gatos.
Bese cada unos de los cuellos de tan excitantes muchachos. Su frenesí por despojarme de ropa alguna se hacia mas fuerte pero con tan solo mirarme fijo a los ojos quedaban hipnotizados dejándose llevar por los dedos de mías manos ansiosas de hallar el lugar perfecto para dejar la cicatriz eterna. No puse contener mas mi instinto, mordí delicadamente aquella zona, bebía y bebía, saciándome uno a la ves, ellos sin entender y excitados aferraban sus figuras junto a la mía, que se alimentaba apasionadamente de ellos.

Luego de un tiempo, deje a dos niños descansando en esa habitación, inconcientes pero satisfechos también. Retome mi camino hacia el carruaje con esa sonrisa pintoresca que nos caracteriza a los de nuestro linaje al haber cometido uno de nuestros más profundos y atrevidos deseos. Luked me esperaba allí, descanse apenas unos minutos, hasta que lady Alessa propuso una invitación que no seria capaz de rechazar. En el camino a su residencia no cruzamos palabras, solo nos limitamos a ver pequeños detalles de cada una. Yo tenia manchas en mis vestido, de diferentes aromas, de diferentes hombres; y la señoría Alessa llevaba ese bolso impregnado a muerte.

Cuando llegamos a destino la noche apenas comenzaba, pero descansar por un corto tiempo nunca esta de mas para una dama como yo


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Primer Acto - La melodía de un corazón muerto Empty Protegiendo a la presa

Mensaje por Leophrand Arlesse Mar Dic 14, 2010 9:39 pm

Con Alai pegada al brazo evitando mirar hacia atrás, Leophrand se mantenía sereno mientras aceleraba el paso para abandonar el lugar, al menos por esa noche. La siguiente tal vez volvería solo y nadie correría peligro… nadie inocente.

- ¿Sucede algo malo? – preguntó ella, extrañada por la actitud misteriosa del hombre.
- No. No es nada. ¿Qué te pareció el espectáculo? – cambió de tema disimuladamente.
- ¡Grandioso! No tenía idea que eras una persona importante de la música inglesa.
- Ya habrá tiempo para platicar sobre eso. Es hora de llevarte a casa, debo resolver unos asuntos. – Sonrió.

Caminaban presurosos calle abajo charlando y conociendo uno del otro entre bromas y risotadas por las calles de la ciudad, se habían alejado bastante del Theatre provocando que la sensación de preocupación cediera. La Rue de Rívoli, una de las calles más populares de París, se encontraba despejada de comerciantes, los negocios estaban cerrando y uno que otro individuo trajinaba rumbo a casa por ese camino. Se detuvieron a descansar en una plazuela cerca de allí mientras apreciaban la luna llena de aquella preciosa noche.

- Cuéntame más de ti Leophrand. – exigió Alai.
- No hay mucho que contar, desde niño siento pasión por la música, con mucho esfuerzo entré en la filarmónica nacional de mi país y ahora estoy aquí, compartiendo esta bella noche contigo.
- Gran resumen de vida Monsiur – agregó fingiendo enojo la joven.

La plática se extendía en aquella plaza, sentados en una banqueta bajo un faro que expulsaba poca luz. El tiempo transcurría con calma y las ganas de alimentarse sofocaban el pecho de Lophrand. Sin embargo todavía podía aguantar unas horas más. Ya tenía dos días sin “cenar” y los instintos de su naturaleza le obligaban a ir de cacería aquella misma noche.

Teniendo lo que muchos llamarían un pedazo de carne junto a él, el nocturno luchaba contra las ganas de asestarle los colmillos a aquella hermosa joven que alegró sus horas. La ideología de Leophrand era distinta a los de muchos vampiros sedientos de sangre, él por su parte prefería saciarse de humanos impuros, enemigos de la paz y amantes de la maldad. Por esa razón cuidaba de Alai y no quería por nada del mundo dañarla o lastimarla, mucho menos quitarle su alma.

- Se hace tarde Mi Señora, permítame llevarle a casa. – pedía amablemente el sujeto.
- ¿Estás seguro que quieres acompañarme a ese lugar? – respondió ella, profiriendo un gemido ahogado de la sorpresa.
- Por supuesto, no permitiría que a estas horas camine sola a casa, no es mi intención.
- Leophrand… el burdel es mi hogar. Bueno, no es algo a lo que puedas llamar hogar, pero allí me alojo, lo entiendes ¿verdad?
- No debes preocuparte. Muy aparte de la realidad, vivas donde vivas, eres es la mujer más pura que pude conocer… No me interesa el sitio donde te alojes, las cosas no cambiarán.

Alai llevaba del brazo al hombre hacia aquel lugar concurrido por hombres sedientos del placer carnal. Se apreciaba en la entrada un número reducido de nobles caballeros simulando nerviosos su presencia por aquellos barrios.

- Llegó la hora de marcharme… Espero verte pronto. – Se dirigió Leophrand hacia ella abrazándola a su pecho sabiendo que ya estaba fuera de peligro.

Tan rápido como pudo, el vampiro caminó volteando en la esquina del lugar. Alai quedó observando en la puerta de la casa rosa un poco intrigada con las manos en el pecho, mientras que ya lejos de ahí, Leophrand corría velozmente por las calles parisinas en busca de impuros para saciar su sed de sangre.


Primer Acto - La melodía de un corazón muerto Leophrandarlesse

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Mensaje por Diva Goldsmith Miér Dic 15, 2010 9:07 pm

Aunque la luna estaba en su punto mas alto, Diva continuaba allí, en el balcón admirándola a pesar de su infinito rencor que le tenia de niña. La luna era quien revelaba su ubicación las noches en que jugaba a las escondidas con sus padres en los jardines de la mansión Goldsmith, siendo tan inocente de las habilidades de ellos, la pequeña Diva corría, se escondía y reía, pero siempre era descubierta. Hasta que llego la noche en que la luna se convirtió en un arma de tan delicioso sabor que se volvieron inseparables. El brillo que se dejaba ver en sus ojos inquietos era tan seductor que la luna misma sentía celos de no estar junto a ella y llevarse parte de los laureles de tan dichosa belleza.

Cada segundo que pasaba se convertía en un grano de arena en el reloj de su apetito. La brisa del viento rozaba su delicado rostro llamándola a la aventura de disfrutar el aire libre. Mordía sus labios pensando en las infinidades de fechorías que podía realizar sin límite alguno. Mas la tentación de salir a disfrutar de la noche se hizo presente en su pensamiento y sin dudarlos subió al barandal del balcón y se lanzo desde el tercer piso de la residencia de la señorita Alessa.

Con más que sutileza y elegancia, sus pies posaron sobre un árbol, el cual dejo caer apenas unas hojas de la rama donde ella permaneció solo unos minutos antes de saltar hacia otro que estaba aun más alejado. Huyendo del edificio que la admiraba de lejos llego a un tipo de plaza, pero en ella no había actuado la mano humana con sus decoraciones arquitectónicas ni mucho menos presencia de alguno. Diva sabia que si se quedaba allí solo encontraría paz y silencio, los cuales amaba, solo cuando lo eran necesario, y no como en ese momento. Prosigue hasta llegar a las calles de la cuidad. Era tarde, todos descansaban pero aun así, el inicio de la noche solo la llevo a toparse con una fragancia que le resultaba conocida. Camino tranquilamente un par de cuadras y de lejos diviso a un hombre corriendo.


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