Tentando lo prohibido [Amser Deligt]

La Iglesia, estaba segura, ocultaba los secretos de las razas así como sus orígenes, sus fortalezas y sus debilidades. ¿Por qué? Estaba segura que los Inquisidores y los miembros eclesiásticos se lucraban de algún modo tanto de la información que tenían en su poder como de los mismos especímenes en si. Por todo ello, la misión de aquella noche me conducía directamente hacia los laboratorios de la Inquisición, creyendo encontrar allí, las pruebas que confirmes que ellos también investigaban las razas sobrenaturales, quizás, con sujetos de las mismas. En tal caso, me centraría en buscar los archivos en los que se localizasen los resultados de las pruebas que hubieran estado desarrollando hacia esos individuos, empapándome de sus descubrimientos para poder ir más allá con mis propios medios.

Vistiendo un ceñido corsé de color beige y cuerdas marrones, y una rasgada falda blanca que me permitiría mayor agilidad para mis piernas si por algún caso había que correr, me presenté en el punto exacto en el que había citado a mi aliado, Amser, un vampiro de apariencia seria e imponente que, a cambio de unas monedas de oro, había prometido ayudarme con aquella misión cuyas preguntas estaban prohibidas.

Trepé hasta la rama del árbol más próxima al suelo, dejando que mis piernas colgaran mientras mis ojos se maravillaban ante la esplendorosa luna llena que colgaba del firmamento como fiel testigo de mis peligrosas andanzas, guiñándole el ojo como su cómplice que era, riendo luego cuál demente desatada. Sólo entonces, escuché unos pasos firmes que se dirigían hacia el mismo árbol en el que me hallaba, sujetando contra mi espalda la mochila en la que llevaba el armamento y las herramientas necesarias para aquella misión, dando un brinco hasta situarme frente al vampiro, al que sonreí con toda la amabilidad del mundo.

- Buenas noches, mi fiel escudero.- bromeé con una risa juvenil que delataba mi temprana edad para mezclarme en aquellos juegos de vida o muerte.- He estado investigando a los miembros eclesiásticos que residen en ésta sede y por lo que sé, a éstas horas están todos dormidos, excepto la guardia que habrá que sortear.- le expliqué gesticulando y señalando el edificio que se encontraba a mis espaldas, flanqueado por varios soldados.- De ellos te encargas tú, yo cruzaré el patio tras tu primera limpieza y me colaré por la ventana situada al sur-este, pegada al suelo. Te esperaré en la sala A-837 del subterraneo, ¿de acuerdo?- añadí ahora con rostro severo y con el ceño fruncido a la espera del beneplácito de mi compañero de travesuras.

Acababa de salir por la ventana de uno de los burdeles de la parte de los barrios pobres de la ciudad, para llegar al tejado de la casa de enfrente, la luna se mostraba plena y hermosa, era uno de los mejores momentos para ir de cacería, pero un trabajo requería de mis servicios un tanto sucios. Contacte con el cliente hacia unos días, cuando escuche unos rumores, de que alguien en concreto necesitaba por así decirlo..., un limpiador, que le guardase las espaldas, pero que a la vez sacase la basura del camino que tenia enfrente.

Corrí por los nocturnos tejados de París mientras la brisa golpeaba mi cara y ondeaba el oscuro y largo abrigo que portaba, cuando llegue a lugar de la cita, me encontraba en un pequeño parque, rodeado de arboles, y una simple iglesia a mis espaldas, con las manos en los bolsillo y mirando absorto a la lejanía comencé a pasear hasta encontrarme con la cliente en cuestión. Justo cuando estaba a la altura de un grandioso árbol, un personaje de blancas ropas se me apareció de la nada, con una sonrisa de no haber echo nunca nada malo, le devolví la sonrisa con otra típica infantil de las mías, nos presentamos, y después de hablar sobre su plan de juegos, al parecer buscaba unos documentos un tanto raros, sobre seres sobrenaturales, y que supuestamente estaban guardados y protegidos en la iglesia que teníamos cerca, también charlamos sobre el papel que debía desempeñar en esta noche que prometía diversión sin igual; una vez hablado todo y aclarado los términos del pago, me dispuse a realizar el trabajo que mejor se me daba, "la limpieza", me acerque a la iglesia que teníamos detrás, me subí a la copa de un gran pino que había justo al lado, tenia que despejar el camino de guardias, conté dos en frente del gran portón y uno asomado a la ventana, la verdad estos trabajos tan repentinos me disgustaban por el simple echo, de no poder investigar el lugar, sus puntos de acceso y escape..., los turnos de los guardas y su recorrido, numero de guardias, etc. Expandí mi mente para averiguar cuantos enemigos habría escondido tras los muros, y después de varios minutos de investigar la zona decidí ponerme en acción, sonreí de forma un tanto sádica con los ojos cerrados, el efecto que causaba este simple gesto, y con la luna a mis espaldas, siempre me daba un aspecto aun mas siniestro, abrí ligeramente el abrigo, toque con las frías yemas de los dedos las empuñaduras de las dagas, y salte con acrobacia desde la copa del pino, realizando un giro sobre mi mismo y paralelo al suelo, lance la primera daga al soldado de la ventana directamente a su garganta, para evitar que gritase, este se llevo las manos a la garganta, dejando caer su lanza, y acto seguido también callo el cuerpo del soldado hacia la calle.
En el momento que aterrice en medio de los dos guardias del portón, también lo hizo el inerte soldado que callo desde la ventana haciendo un ruido sordo al golpear contra el suelo. Los dos guardias se dieron la vuelta al escuchar aquel sonido a huesos rotos, y solo pudieron ver mi tenebrosa y oscura sonrisa, antes de poder dar la alarma, al primero le golpee con una rápida y fuerte patada en la entrepierna, que le hizo caer de rodillas al suelo, soltó su arma y solo pudo agarrarse la entrepierna mientras en sollozos intentaba gritar; en un abrir y cerrar de ojos mi mano derecha, con los dedos bien estirados, fue directamente a la base de la garganta de su compañero, justo debajo de la nuez, saque la mano con rapidez, cogí la cabeza del soldado que estaba de rodillas, y tan solo realice un majestuoso y y acrobático movimiento, girando nuevamente sobre mi mismo haciendo crujir las vertebras de su cuello y matándolo al instante.
Cogí los tres cuerpos que ya comenzaban a perder su calor y el característico color de la piel de los vivos y los escondí en los arboles, y después le hice un gesto a mi acompañante para que pudiese continuar, y todo ellos sin perder mi graciosa sonrisa.

- Uau...- exclamé antes de llevarme una mano sobre mis asombrados labios, contemplando atonita el buen y rápido trabajo que el vampiro había llevado a cabo con tal de lograr los fines que yo deseaba y le había exigido por una considerable suma de dinero que le pagaría tras terminar su labor aquella noche.- Es mi turno... ¡Tú puedes, Elle!- me dije, buscando bañarme en fuerzas y valentía para afrontar mi destino.

Salté la verja que flanqueaba la eclesiástica construcción y prácticamente a gatas, crucé el jardín apegándome a la fachada lateral, cuidando que mis pasos fueran sigilosos cuando, al fin, encontré la ventana que me llevaría al subterráneo. Usando mi codo como arma, rompí el cristal y me asomé a la sala en tienieblas, no observando ni un atisbo de luminosidad ni movimiento alguno que indicara una segunda presencia en la estancia. Me giré en busca de Amser, a quién le dediqué un gesto con mi mano usando mi pulgar hacia arriba como seña de que todo marchaba según lo planeado.

Sólo entonces, me armé de valor y deslicé mis piernas por aquella pequeña apertura, rasgando los cristales mi ropa y mi piel, la cuál quedó un tanto magullada y ensangrentada, sin que eso impidiera mi descenso hasta tocar suelo. Me acuclillé, conteniendo el aliento mientras buscaba algún elemento que identificara aquella sala, sin encontrar más que estantes repletos de objetos cristalinos que contenían líquidos de distinto color y espesura. ¡Oh, era el laboratorio!

Palpando la pared, fui recorriendo su perímetro hasta que mis manos encontraron un pomo de puerta, la cuál intenté girar sin que ésta cediera, comprendiendo que necesitaba una llave para abrirla o una palanca para forzarla, por lo que, por lo contrario, busqué en aquél laboratorio alguna herramienta que me bastara para abrir aquél candado, localizando, en uno de sus cajones una enorme cizalla que empleé a fondo contra la pieza de metal, sudando e hiperventilando hasta que, al fin, el candado cedió y la puerta se abrió, mostrándose ante mí unas descendientes escaleras sumidas en la más escalofriante oscuridad. Y como necesitaba luz, pensé que aquellas barras rojas con una mecha en uno de sus extremos servirían como antorcha, así que prendí una de ellas y empecé a bajar por aquellas escaleras, hasta que la mecha llegaba a su fin y entonces, por un tropiezo que me hizo rodar escaleras abajo, la que creí que sólo era una vela cayó de mis manos, explotando sonoramente en cuanto mi cuerpo llegó al final de las gradas. Tragué saliva, nerviosa y asustada por aquél estruendo que seguramente habría despertado a todos los que residían en aquél edificio. No obstante, ya no podía salir por el mismo lugar por el que había entrado, pues el artefacto había dañado la entrada a las escaleras y las piedras que formaban sus muros empezaron a derrumbarse, cerrándome el paso y amenazándome con convertirme en polvo si una de esas rocas caía sobre mi cabeza.

Así que, malherida por haber caído escaleras abajo, a oscuras y aterrada por lo sucedido, retrocedí arrastrándome por el suelo húmedo, pedregoso y con un extraño aroma que no supe identificar. Pero entonces, el sonido de unas cadenas y un gruñido, hicieron que mi cabeza se alzara y contemplara, sobrecogida, los cristalinos y enormes ojos de una bestia amarrada en una celda...

Salí despacio y tranquilo de entre los arboles después de ver a la dama saltar la valla, la verdad..., hubiese sido mas rápido haberla ayudado a saltar pero creo que hubiese herido su orgullo de humana. Así que me limite a vigilar los alrededores, y observar como llegaba hasta la pared, y de hay a la ventana; sin pensárselo dos veces rompió con el codo la cristalera de la ventana, cosa que me extraño al no ver a nadie después de ese ruido. La señorita Elle entro por la ventana como un gato, pero poco después de haberse perdido en la oscuridad de la habitación un cierto olor agradable y que hizo que me entrase algo de hambre, llego a mis fosas nasales haciendo que mis pupilas se dilatasen para averiguar de donde procedía el dulce olor. Al parecer procedía de la sala por donde mi acompañante entro, me relamí los labios, chasquee la lengua, y un escalofrió envolvió mi frió cuerpo. Cerré los puños y los ojos, necesitaba relajarme y evitar ir a por la dama, hice que mi cabeza se moviese de un lado al otro para hacer crujir el cuello y una ligera sonrisa malévola se dibujo en mi cara.

Necesitaba hacer que mi mente pensase en otra cosa, por lo que me dirigí a la entrada de la enorme iglesia y puse mi mirada en la ventana donde se hallaba el primer guardia muerto; con la agilidad de un felino trepe hasta la apertura, ante mi un pasillo que se estiraba en ambas direcciones, elegí ir hacia donde mas ruido había, al final de pasillo justo en una esquina se encontraban dos guardias charlando de algunos temas; cogí una pequeña piedra que había en el suelo y la tire en medio, estos se fijaron en esta y después miraron hacia atrás, me lance contra ellos, el primero lanzo un golpe con su espada horizontalmente que pude esquivar simplemente agachándome, el segundo realizo otro en vertical desde arriba, mi sentido del peligro lo intuyo, realice una cabriola en el aire girando mi cuerpo ciento ochenta grados soltando a la vez una patada al cuello del guerrero que tenia detrás, y al de enfrente tan solo tuve que golpear con mis afilados dedos en el cuello para evitar que gritasen. Los dos cuerpos cayeron al suelo al instante y sin vida, escuche unos paso que venían a lo lejos, encima mio tenia una gran viga de madera, me subí a ella, saque la guadaña estirando el mango con cuidado, y espere a que llegase la tercera persona, cuando llego vio a los dos soldados en el suelo, este se arrodillo para saber su estado, entonces ligeramente coloque el filo de la guadaña debajo de su cuello, al ver lo que pasaba ladeo su cabeza y miro de reojo a donde estaba, y con una sonrisa sádica pegue un simple tirón haciendo que su cabeza rodase por el suelo, y de repente un gran estruendo me saco de mi macabro pensamiento haciéndome volver a la realidad y volviendo a pensar en mi acompañante. - Pero que coj..... - Me comunique mentalmente con ella - se puede saber que a pasado?, esta bien señorita Delvheen?, donde se encuentra - mire los cuerpos sin vida y sin gesto alguno de pena comencé a buscar a mi acompañante, estoy seguro que entre el estruendo y que seguro alguien encuentra los cuerpos muertos de unos cuantos guardias aran dividir a los soldados entre el estruendo y los muertos, espero que el alboroto haga ir mas deprisa para moverme y encontrarla.

Ahogué un grito de pavor en cuanto la saliva se deslizó por las fauces del animal justo cuando éste arrancaba las cadenas que le amarraban y sus manos, peludos y dotadas de unas largas y sucias uñas, se aferraron a los barrotes de la celda en la que se hallaba encerrado. Tragué saliva ruidosamente y a gatas, avancé hacia el licántropo, pues nunca había visto uno de cerca. ¡Aun conservaba restos de tela!

Cuando más cerca me encontraba de él, escuché voces a lo lejos que parecían alarmadas, probablemente debido a la explosión. Me mordí el labio inferior, nerviosa, buscando algo con que liberarle. ¿Si estaba loca? Supongo que sí, pero en aquél momento, un licántropo furioso podía servirme para distraer a mis persecutores, por lo que tomé una palanca de hierro y con todas las fuerzas -escasas- que poseía, logré abrir una brecha entre los barrotes, instándole a escapar antes de dar media vuelta y correr hacia el final del pasillo, dónde mi esperanza me había susurrado la posibilidad de que allí hubiera una vía de escape. Una salida que no encontré, por lo que quedé atrapada. Y más encima, no había pensado que la liberación de la bestia se volviera en mi contra, pues ahora el licántropo no corría hacia los Inquisidores que le habían aprisionado, sino hacia mí...

¿Dónde estaba mi guardaespaldas cuando más le necesitaba?

Corrí y corrí buscando a mi protegida, cruce pasillos, puertas corredores y grandes salas repletas de luz en las que casi no podía esconderme para pasar desapercibido, en alguna ocasión tuve que eliminar algún que otro humano que me bloqueaba el paso ya que tenia la mala impresión de que algo malo iba a pasar, los sonidos de mis pasos resonaban por todas las paredes de la catedral, aunque a veces eran ahogados por los gritos de los soldados que habitaban dentro de la catedral.

Me comunique mentalmente con Elle para averiguar que le estaba pasando, pero antes de hablarle, un extraño olor llego a mis fosas nasales. El olor a perro, un olor que no le agradaba en absoluto, pero ese nauseabundo olor no venia solo; este venia acompañado del dulce aroma a humana; para ser exacto, era el olor de mi protegida, era el olor de Elle. Ya estaba completamente harto de correr como un pollo sin cabeza, por culpa de mis despistes siempre acababa perdido en los lugares, pero estos olores me ayudarían a llegar al lugar donde se hallaban, y por mis experiencia estaba seguro de que no era nada bueno lo que estaba ocurriendo allí, así que me di un prisa excesiva en llegar.

Esquive varias patrullas con facilidad y rapidez, y al final del trayecto me tope con una pared. Con curiosidad golpee con los nudillos la pared como si estuviese llamando para entrar. Retrocedí varios metros hacia atrás cogiendo carrerilla, di un fuerte aceleron tirándome contra la pared consiguiendo atravesar la produciendo un ruido increíble y levantando polvo y escombros. Entre en la estancia interponiendo me entre el lobo y Elle, sacudí mi cabeza para quitarme el polvo y después sacudirme el resto de mi cuerpo con la ayuda de mis manos y dije con gracia y despreocupación - valla, eso seguro que llama la atención -, mire al lobo con una alegre cara y después a mi cliente, y sin que nadie dijese nadie el combate con el lobo comenzó.

Con los puños en alto como si fuese un boxeador esquivaba sus zarpazos y golpeaba sus costillas con varios ganchos pero sin mucha eficacia.
En un pequeño despiste mio el lobo me golpeo con su cuerpo, desequilibrando mi cuerpo y acto seguido me soltó un zarpazo en el pecho abriendo una gran herida, y haciendo salir de un rojo escarlata y brillante a la luz de las velas mi propia sangre.
Esa acción me mosqueo en exceso haciendo que sacase mi oscura y corta guadaña escondida en mi espalda, de un simple tirón, esta se extendió sacando todo su mango a relucir - ahora te vas a acordar -. El lobo se me tiro encima con la intención de morderme, puse mi brazo de para que mordiese eso y no mi cuello, su abrumadora fuerza me tiro al suelo. Mis propios reflejos hizo que mis piernas rodeasen el lomo del animal haciendo que cayese conmigo; su cabeza no dejaba de moverse desgarrándome los músculos del brazo, rompiendo nervios y casi partiéndome el cubito. Metí el filo de la guadaña debajo de su cuello, el lobo se puso nervioso al ver que no podía escapar por la fuerza del cepo que puse en su lomo y comenzó a mover con mas fiereza su cabeza con la intención de arrancarme el brazo. Pero de un simple tirón su cabeza dejo de moverse y el cuerpo cayo desplomado al suelo. Me estire en el suelo jadeante, con la cabeza del lobo todavía sujeta a mi destrozado brazo, un charco de sangre se amontono a mis espaldas, mi vista se empezó a emborronar por la falta de sangre, necesitaba alimentarme lo mas rápido posible, y que mejor que los soldados que vendrían a ver el alboroto.