Una Pizca de Sorpresa ✖ Liam ✖

-Liam tengo que hablar contigo – la voz era inconfundible, se trataba de su prima Lena, la princesa de Paises Bajos, el príncipe apartó su mirada del libro que releía, se sabía de memoria cada uno de los libros que conformaban aquella biblioteca y no por ello dejaban de gustarle, de cierto modo el príncipe encontraba nuevos secretos escondidos en las palabras escritas en este, saludo a su prima con un leve movimiento de cabeza sin hablar para darle a entender que la escuchaba – mañana por la noche haremos una pequeña fiesta con un grupo de gente aristócrata – antes de que esta pudiera terminar la cara de Liam mostraba su molestia, odiaba más que otra cosa esas fiestas falsas donde todo en ella era falso, desde los adornos exagerados hasta la gente que asistía y aun así no había podido decir que estaría ocupado ¿Qué haría? Tal vez iría a beber a alguna taberna cercana o tal vez se quedaría a seguir leyendo en aquella biblioteca pero ninguna de las dos opciones fueron lo suficiente para convencer a su prima de no poder asistir, cansado de dar excusas que hasta él tomaba sin sentido aceptó, solo las mujeres de su familia tenían ese poder de convencimiento sobre de él, Lena contenta le dio un pequeño beso en la mejilla y salió del lugar.

Esa mañana nadie molesto al príncipe lo conocían lo suficiente para saber que era mejor salir de su camino hasta la tan esperada fiesta, este se la paso todo el dia en el mismo lugar de antes, la biblioteca, solo Frederic, su sirviente personal toco un par de veces la puerta, era el único que podría interrumpir a Liam sin desatar su enojo, le indico que no faltaba mucho para que iniciara la fiesta, recordándole que su prima se lo había pedido y que no podía faltar, el príncipe se levanto a regañadientes de su asiento y se dirigió a su habitación donde una casaca de un color azul cielo lo esperaba sobre la cama, en un par de minutos estaría listo, de no ser por las pocas ganas que tenia, asi que se llevó más de cuarenta y cinco minutos arreglarse, cuando el ultimo botón de su camisa fue abrochado, las ruedas de los carruajes empezaron a oírse, la sonrisa del príncipe no pudo evitarse dirigida a Frederic, lo conocía tanto que había calculado el tiempo justo para que este no llegara tarde.

– Listo para los leones dijo en modo bromista saliendo de la habitación hacia el salón, todo era lo mismo de siempre, lo único que destacaba eran aquellos platillos tan bellamente decorados y únicos, sobre todo su olor, hace años que no olía algo tan delicioso, además parecía realmente exquisito, su paladar no era el que cuando era un joven humano, asi que solamente se disponía a oler y a dar pequeñas mordidas obligándose a tragarlo, era una lastima no poder saborearlo como era debido y en ese momento lo lamentaba y mucho, un par de horas más y aquello terminaría, pero no veía fin, necesitaba salir de ahí, como diera lugar, despachando a varias damas con una sonrisa alcanzó a escapar por uno de los pórticos traseros, escondiéndose y tratando de evitar a toda mujer que estuviera cerca, caminaba de espaldas y demasiado concentrado en otra cosa que no se dio cuenta de que había una mujer recargada en una de las puertas, hasta que choco contra de ella… “vaya reflejos sobre humanos” pensó roleando los ojos.

– Discúlpeme giró para mirar el rostro de la morocha y ese par de ojos tan deslumbrantes como no se había topado nunca, por la apariencia de su ropa y la harina que la cubría se veía que no tenia mucho que había salido de la cocina, el misterio era saber quien era.

“Un poco más de atención no estaría nada mal... “ fueron las primeras palabras que soltó ahora su acompañante al príncipe, el cual no pudo más que fruncir el ceño, nunca antes nadie le había hablado de ese modo, la respuesta de siempre de cualquier dama que le conociera sería algo así como “lo siento querido príncipe, fue mi error, lamento este malentendido” aunque hubiera sido culpa de él, como en aquel caso.

Eso causó gracia al hombre también el cual aun cuando su gesto fruncido se hacía presente, no podía faltar esa sonrisa típica suya torcida que lo hacía tan irresistible, o eso decían de él.

La chica comenzó a presentarse y fue cuando cayó en la cuenta porque no le reconocía y había saludado como lo que era, su prima le había hecho saber que había contratado para aquella noche a alguien especial, se decía por ahí que una familia de pasteleros y reposteros francés estaban ganando fama con sus delicias, y ella era uno de ellos, su rostro era suave y delicado, el color negro de su cabello con el contraste de sus bellos ojos avellana, todo en ella era tan dulce como los mismos platos que preparaba.

Su nombre también era dulce, “Emilie” podría repetirlo varias veces y encontraría en el la musicalidad y la suavidad como una pieza de vals, aunque seguía demasiado divertido que ella no supiera a quien se estaba refiriendo, se pensó mentalmente todas sus posibilidades ¿qué hacer? Presentarse como el príncipe de Paises Bajos, el cual era o bien, ser alguien más…

¿y porque no ser alguien más? Estaba tan cansado de que la gente lo quisiera cerca suyo por su titulo y su belleza sobrenatural ¿Por qué no mejor ser uno mismo sin ello de por medio?

– Lamento mi torpeza estaba buscando… – miro a su alrededor buscando un pretexto rápido pero no se le ocurria, llevo una mano hasta su nuca y la acaricio un poco la verdad con el tropiezo me he olvidado que andaba buscando

El ceño fruncido había desaparecido, solamente continuaba presente esa sonrisa torcida dibujada en sus labios, tomó la mano de su acompañante besando el dorso de esta, dejando ver su vestido manchado de toda clase de colores, era un vestido desastroso a esas alturas, pero no le molestaba, mostraba a una mujer trabajadora, eso habla mucho mejor que sus ropajes.

– Mi nombre es Alexander Velkan y soy el cochero del príncipe Liam vaya que mentiroso estaba hecho, pero algo en ella lo hacia querer conocerla en el fondo, además, si no salía como era de esperarse, solo era un encuentro de una noche.